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Full text of "Historia de la provincia de San Luis"

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University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/historiadelaprov01gezj 


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HISTORIA 

DE    LA 

PROVINCIA  DE  SAN  LUIS 


OBKA  PATROCINADA 

POR  LA   COMISIÓN  NACIONAL  DEL  CENTENARIO 
DE  LA   INDEPENDENCIA    ARGENTINA 


COMISIÓN  NACIONAL  DEL  CENTENARIO  DE  LA  INDEPENDENCIA 


1816  -  9   de   julio  -  1916 


Presidente Excmo.  Señor  Ministro  del  Interior,  doctor 

Miguel  S.  Ortiz 

V rieejj ¡residente  Io.  Intendente  Municipal  de  la  Capital,  doctor 

Arturo  Grama  jo. 

Vicepresidente  2  o .  Senador  Nacional,  don  Brígido  Terán. 

Tesorero Señor  don  Rafael  Pero. 

Vocales Doctor  don  José  Figueroa  Alcorta. 

»      Senador  Nacional,  doctor  Luis  Güemes. 

»      Doctor  don  Eufemio  Uballes. 

»      »         »     Luis  Ortiz  Basualdo. 

»      »         »     Manuel  M.  de  Iriondo. 

» Señor  general  don  José  Ignacio  Garmendia. 

»      Doctor  don  Carlos  Dimet. 

»      »         »     Abel  Bengolea. 

»      Señor  don   Luis  E.  Zuberbühler. 

»      »       ingeniero  don  Domingo  Noceti. 

Secretario Doctor  don  Arturo  Pillado  Matheu. 


HISTORIA 

DE   LA   PROVINCIA    DE 

SAN  LUIS 


por  JUAN  W.  GEZ 

MIEMBRO  CORRESPONDIENTE  DE   LA   JUNTA  DE   HISTORIA    Y  NUMISMÁTICA    AMERICANA 


TOMO 


BUENOS  AIRES 


TALLERES  GRÁFICOS  DE  J.  WEISS  Y  PREUSCHE 

Calle  Patricios  249 

1916 


OBRAS  Y  PUBLICACIONES  DEL  AUTOR 


Apoteosis  de  Pr  ingles. 

El  doctor   Francisco  Javier  Muñiz,  sabio   y  patriota  argentino. 

Algunas  Consideraciones  sobre  la  Enseñanza   Práctica   y   Regional 

En    la  ínsula  Pantana. 

El  árbol,  conferencia. 

Vindicación    Constitucional. 

Educación  y    Régimen    Municipal. 

Educación  Científica . 

La  Escuela  Profesional  para  la  Provincia  de  Buenos  Aires.  —  Pre- 
miada con  medalla  de  oro  en  el  concurso  científico-literario 
de   La  Plata,  1907. 

Biografía  del  doctor  Juan  Crisóstomo  Lafinur. 

Patria   y    Caridad,   conferencia. 

La  Tradición  pantana.  — Bocetos  biográficos  y  recuerdos.  —  Prólogo 
del  señor  Juan  M.  Garro. 

Patronato   de   menores. 

Auieghino,  conferencia. 

Arboles  Históricos    en  San    Luis. 

Generalidades  sobre  Paleontología    Argentina. 

¿Debe  nacionalizarse   la   enseñanza? 

El  Patriotismo  de  la   Mujer  Punta  na. 

Boceto  Biográfico    del    coronel    Dupuy. 

La   Contribución   Patriótica   de   San    Luis. 

Historia  de  la    Provincia  de   San    Luis. 


¡ 


El  fundador  de  San   Luis 


HISTORIA   DE    SAX    LUIS 


Antecedentes   oficiales 
de    esta    publicación 


Ley  número  405 

La  Legislatura  de  la  Provincia  sanciona  con  fuerza  de 

LEY: 

Art.  1.°  El  P.  E.  encargará  a  una  persona  de  probada  preparación  his- 
tórica y  literaria,  para  que  escriba  la  historia  de  la  Provincia  bajo  un 
plan  y  método  didáctico,  desde  la  fundación  de  la  Capital  hasta  1900. 

Art.  2.°  La  persona  que  aceptara  el  expresado  encargo,  quedará  obli- 
gada a  entregar  el  trabajo  dentro  del  plazo  de  treinta  meses  a  contar  desde 
la  fecha  de  la  aceptación. 

Art.  :>.°  El  P.  E.  queda  autorizado,  para  contratar  y  fijar  el  costo  de 
la  obra,  debiendo  solicitar  de  la  Legislatura  los  fondos  necesarios  para  su 
pago  una  vez  que  sea  entregada. 

Art.  4.°  El  Gobierno  mandará  hacer  una  edición  oficial  de  la  obra  con 
el  objeto  de  que  sirva  de  texto  de  enseñanza  en  las  escuelas  primarias  de 
la  provincia. 

Art.  5.°  Comuniqúese,  etc. 

Sala  de  sesiones,  San  Luis  julio  27  de  1910. 

Víctoe  Páez  A.  Arancibia  Rodríguez 

Secretario 


San  Luis,  julio  29  de  1910. 

Téngase  por  ley   de  la  provincia  la  precedente  sanción  Legislativa, 
cúmplase,  comuniqúese,  publíquese  y  dése  al  R.  O. 

Rodríguez  Sáa. 
José  S.  Domínguez 


Es  copia: 


R,   Mora    Olmedo 
Oücial  Mayor 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


San  Luis,  diciembre  7  de  1010. 
En  cumplimiento  de  la  ley  N.°  405, 

El  Gobernador  de  la  Provincia 
DECRETA: 

Art.  1.°  Nómbrase  al  señor  don  Juan  W.  Gez  para  que  escriba  la  His- 
toria de  la  Provincia,  bajo  un  plan  y  método  didáctico  desde  la  fundación 
de  la  Capital  hasta  el  año  1900. 

Art.  2.°  Los  archivos  de  la  Provincia  se  pondrán  a  disposición  del  Sr. 
Gez,  para  el  debido  cumplimiento  de  su  cometido. 

Art.  3.°  invítese  al  señor  Gez  a  pasar  por  este  Ministerio  a  los  efectos 
del  Art.  3.°  de  la  citada  ley. 

Art.  4.°  Comuniqúese,  publíquese  y  dése  al  R.  Oficial. 

Rodríguez  Sáa. 
Juan  Daract. 

Es  copia: 

B.  Mora  Olmedo. 
Oficial  Mayor 


San  Luis,  diciembre  9  de  1910        / 
Al  señor  Juan  W.  Gez: 

Tengo  el  agrado  de  dirigirme  a  Ud.,  acompañándole  copia  legalizada, 
del  decreto  expedido  con  fecha  7  del  corriente,  por  el  cual  se  le  designa  para 
escribir  la  Historia  de  la  Provincia,  de  acuerdo  con  la  ley  X.°  405  cuya  co- 
pia también  acompaño. 

En  caso  de  aceptar  esta  designación,  invito  a  Ud.  a  pasar  por  mi  des- 
pacho a  objeto  de  lo  establecido  por  el  Art.  3.°  de  la  citada  ley. 

Saludo  a  Ud.  atte. — 

Juan  Daract. 


Corrientes,  octubre  24  de  1913 
Al  Excmo.  Sr.  Gobernador  de  la  provincia  de  San  Luis,  Dr   Juan  Daract. 

Tengo  el  honor  de  elevar  a  V.  E.  el  índice  General  de  la  Historia  de  Ja 
provincia  de  San  Luis,  que  me  fué  encargada  por  decreto  7  de  diciembre 
de  1910.  Aunque  este  trabajo  es  una  síntesis,  no  tiene  las  reducidas  propor- 
ciones de  un  manual  escolar  por  más  que  conserve  su  carácter  didáctico; 
es  un  libro  cuya  lectura  puede  ser  igualmente  útil  a  los  jóvenes  alumnos 
así  como  a  los  hombres  de  gobierno  y  a  todos  los  que  se  interesen  por  el 
estudio  de  la  historia  nacional. 

Estoy  convencido  de  no  haber  omitido  empeños  ni  sacrificios  para  reu- 
nir los  materiales  más  completos  posibles,  así  como  me  he  sentido  animado. 
al  escribir  sus  páginas,  de  un  elevado  sentimiento  de  justicia  y  de  amor  a 
^\Ás  edificantes  tradiciones  de  nuestro  pueblo. 

Abrigo  la  esperanza  de  que  la  crítica  sana  e  ilustrada  ha  de  hacer,  tam- 
bién, justicia  a  mis  afanes  y  a  la  sinceridad  que  he  puesto  en  tan  honrosa 
tarea. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Ahorca  sólo  debo  pedir  a  V.  E  me  autorice  a  contratar  su  publicación, 
determinando  el  número  de  ejemplares  que  deben  imprimirse,  para  lo  cual 
elevaré  previamente  el  presupuesto  de  gastos. 

Saludo  a  V.  E    con  mi  consideración  distinguida. 

J.  W.  Gez. 


Secretaría  General  de  los  Ministerios 
San  Luis 

San  Luis,  julio  12  de  1915. 

Habiendo  terminado  el  señor  Juan  W.  Gez  la  historia  de  la  Provincia 
que  se  le  encomendó  confeccionar  por  decreto  de  7  de  diciembre  de  1910  en 
virtud  de  lo  dispuesto  por  la  ley  N.°  405  y  siendo  necesario  proceder  a  su 
aprobación, 

El  Gobernador  de  la  Provincia 

DECRETA: 

Art.    1.°  Queda  aprobada  la  mencionada  obra,  dándose  por  recibida. 

Art.  2.°  Encárgase  al  señor  Gez  para  dirigir  la  impresión  de  su  historia 
y  solicítese  la  correspondiente  autorización  de  la  Honorable  Cámara  Le- 
gislativa para  invertir  hasta  la  suma  de  cinco  mil  pesos  con  este  objeto. 

Art.  3.°  Comuniqúese,  publíquese,  y  dése  al  registro  oficial. 

Daract. 
A.  Rodríguez  Sáa. 

Es  copia: 

B.  Mora   Olmedo, 
Oficial  Mayor 


Ministerio  de  Gobierno,  Justicia  y  Oüi/co 
San  Luis 

San  Luis,  julio  13  de  1915. 
Al  señor  Juan  W.   Gez. 

San  Luis 

Tengo  el  agrado  de  dirigirme  a  Ud.  comunicándole  que  por  decreto  ex- 
pedido en  la  fecha,  cuya  copia  legalizada  acompaño,  se  ha  aprobado  la  his- 
toria de  la  Provincia  que  se  le  encomendó  escribir,  encargándosele,  a  La 
vez,  de  dirigir  su  impresión. 

Para  este  fin  se  pondrán  a  su  disposición  los  fondos  necesarios,  tan  pron- 
to como  La  Honorable  Cámara  Legislativa  los  autorice. 

Aprovecho  esta  oportunidad  para  saludar  a  Ud.  con  mi  más  distinguida 
consideración. 

A.  Rodríguez  Sáa 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  11 


PRÓLOGO 


EL  centenario  de  Mayo  nos  ha  traído,  con  el  resurgi- 
miento del  espíritu  nacionalista,  el  general  anhelo 
de  conocer  nuestra  historia,  tan  llena  de  interés 
como  fecunda  en  grandes  enseñanzas.  En  ese  reco- 
mendable afán  se  han  distinguido  algunas  provincias,  em- 
peñadas en  exhibir  su  honroso  haber  en  la  patriótica 
empresa  que  alentara  el  credo  revolucionario  de  1810  y 
en  las  jornadas  posteriores  al  servicio  de  la  organización 
nacional.  San  Luis,  que  tuvo  una  parte  tan  eficiente  en  las 
luchas  por  la  libertad  y  el  orden  institucional,  no  podía 
substraerse  al  legítimo  propósito  de  mandar  escribir  su 
propia  historia,  máxime  cuando,  en  la  crónica  general  del 
país,  apenas  si  se  la  menciona  por  la  actuación  brillante  de 
alguno  de  sus  hijos  ilustres.  Pero  sus  grandes  esfuerzos,  sus 
admirables  sacrificios  de  toda  índole,  en  las  circunstancias 
más  difíciles  de  la  vida  argentina,  permanecían  ignorados 
o  poco  conocidos,  al  extremo  de  causar  sorpresa  a  los 
de  la  misma  casa,  la  publicación  de  algunos  documentos 
y  episodios  que  daban  alto  relieve  al  carácter  abnegado 
y  varonil  del  pueblo  puntano. 

A  remediar  en  lo  posible  el  inmerecido  olvido  de  mu- 
chos de  sus  títulos  gloriosos,  tiende  este  trabajo,  reali- 
zado, por  ahora,  en  forma  modesta  y  sencilla,  a  causa  de 
estar  obligado  a  conservarle  carácter  didáctico. 


12  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Xo  obstante  esta  circunstancia,  la  tarea  de  inves- 
tigación ha  sido  larga  y  paciente,  porque  he  recurrido 
a  las  fuentes  originales,  en  los  archivos  de  las  distintas 
reparticiones  de  la  provincia,  muy  incompletos  y  des- 
arreglados en  su  mayor  parte,  y  en  los  escasos  documentos 
que  se  han  salvado  en  poder  de  los  particulares.  De  la 
época  colonial  faltan  muchos  años,  de  los  cuales  no  ha 
quedado  huella  en  la  sencilla  y  formulista  administra- 
ción local;  del  período  de  la  anarquía  tampoco  existen 
sino  uno  que  otro  documento  de  poco  valor;  casi  nada 
de  la  administración  de  D.  José  Gregorio  Calderón,  y 
son  igualmente  deficientes  los  antecedentes  del  largo 
período  de  gobierno  que  presidió  el  general  Pablo  Lucero. 
Como  no  existía  casa  de  gobierno,  en  esos  tiempos,  era 
costumbre  tener  el  archivo  en  el  domicilio  particular 
del  gobernador  y  en  el  de  otros  funcionarios,  donde  los 
papeles  públicos  se  amontonaban  en  cualquier  rincón  o 
se  guardaban  en  petacas,  que  con  frecuencia  iban  a  parar 
a  la  despensa,  especie  de  depósito  general  de  todas  las 
cosas  útiles  e  inútiles,  y  de  allí  también  se  desaloja- 
ban para  cualquier  parte  donde  no  estorbasen.  Después, 
hay  referencias  de  que  durante  un  ataque  a  la  ciudad,  se 
mandó  sacar  papel  del  archivo  para  proveer  a  las  tropas; 
en  otra  ocasión  el  archivero  Vásquez  se  llevó  a  San  Fran- 
cisco los  papeles  del  Estado  y  fueron  saqueados,  en  el 
año  1862,  por  la  montonera;  unas  viejecitas,  hermanas  de 
un  ex  gobernador,  se  llevaron  varias  petacas  de  papeles 
a  Mendoza  y  no  han  vuelto;  en  casa  de  un  otro  ex  gober- 
nador, donde  habían  sido  atacadas  varias  personas  de 
una  enfermedad  contagiosa,  durante  la  ausencia  de  la 
familia  y  so  pretexto  de  practicar  una  desinfección  ge- 
neral, se  quemaron  varios  cajones  de  papeles  importan- 
tes; un  interventor,  ya  en  los  últimos  tiempos,  para  ha- 
bilitar una  pieza  destinada  a  una  oficina  cualquiera, 
mandó  sacar  parte  del  archivo  y  arrojarlo  al  fondo  de 
la  casa  de  gobierno,  donde  fué  quemado  como  papeles 
inútiles.  Finalmente,  entre  mis  recuerdos  de  niño,  conser- 
vo el  siguiente:  en  la  vieja  casa  del  comandante  D.  José 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  13 

Antonio  Becerra,  ubicada  donde  hoy  está  el  Juzgado 
Federal  y  las  oficinas  del  correo,  estaban  depositadas, 
bajo  una  ramada,  varias  barricas  de  legajos  escritos  y  en 
perfecto  estado  de  conservación.  Allí  íbamos  los  mucha- 
chos del  barrio  a  sacar  papel  para  nuestros  barriletes. 
Más  tarde  supe,  con  íntimo  pesar,  que  esas  barricas  con- 
tenían papeles  del  teniente  gobernador  Dupuy  y  del 
mismo  comandante  Becerra,  de  tan  importante  actua- 
ción en  la  localidad.  El  historiador  chileno  Vicuña 
Mackenna  los  había  revisado,  extraído,  seguramente,  lo 
que  creyó  de  algún  valor  para  sus  estudios,  y  el  resto 
quedó  en  el  lugar  y  en  la  forma  referida.  Y  así,  por  ese 
mismo  estilo,  ¿cuántos  otros  tesoros  no  se  habrán  perdi- 
do para  la  investigación  de  la  historia? 

Me  he  detenido  en  estos  detalles,  aparentemente  ni- 
mios, pero  que  evidencian  el  escaso  mérito  que  tuvieron 
allí  los  «papeles  viejos»,  como  se  decía  vulgarmente,  fue- 
ra de  los  títulos  de  la  propiedad  raíz,  aunque  también 
exista  el  caso  de  que  alguno  de  ellos  fuera  «pitado»,  en 
tiempos  en  que  el  papel  era  muy  escaso  y  cuando  el  domi- 
nio de  los  vastos  campos,  sin  las  egoístas  restricciones  de 
la  época  actual,  era  patrimonio  común  de  los  escasos  ha- 
bitantes de  la  jurisdicción  puntaría. 

De  estas  ligeras  referencias,  se  desprenden  también 
las  dificultades  para  «rastrear»  el  pasado  de  nuestra 
provincia,  en  los  lejanos  y  obscuros  tiempos  de  sus  orí- 
genes y  en  los  más  recientes,  pero  agitados  y  tormento- 
sos, en  que  todo  se  supeditaba  a  la  necesidad  de  vivir. 
En  verdad  que  nuestros  antepasados  no  estaban  para 
conservar  papeles,  pues  les  bastó  transmitir  a  sus  descen- 
dientes la  tradición  oral  de  sus  infinitas  desventuras  y 
de  sus  glorias  pasajeras,  referidas,  en  las  horas  del  repo- 
so o  del  desaliento,  en  las  intimidades  del  hogar,  entre 
mate  y  mate  o  entre  las  espirales  del  humo  perfumado 
ele  un  cigarrillo  de  tabaco  «tarijeño»  envuelto  en  sua- 
vísima chala.  Sic  transit  gloria  mundi! 

La  tradición  ha  suplido  en  muchos  casos  los  grandes 
vacíos  que  he  encontrado  en  la  documentación  revisa- 


14  HISTORIA   DE    SAN    LUIS 

da  prolijamente,  no  sólo  en  San  Luis,  sino  en  el  Archivo 
y  Biblioteca  Nacional,  en  el  Museo  Histórico  y  en  el  Mu- 
seo Mitre  y  hasta  en  el  inmenso  archivo  de  Indias  de  Sevi- 
lla, donde  he  conseguido  copia  de  algunas  piezas  inéditas 
y  valiosas. 

Como  el  cenaz  cateador  que  busca  en  las  entrañas  de 
nuestras  sierras  la  veta  del  precioso  metal,  o  como  el 
que  revuelve  las  arenas  de  los  arroyos  de  nuestra  región 
aurífera  para  extraer  las  pepitas  de  oro,  así  he  buscado 
el  filón  de  los  sucesos  acaecidos  en  la  provincia  natal  y 
los  elementos  de  estudio,  ocultos  o  perdidos  a  través  del 
tiempo,  para  obtener  el  metal  que  debe  depurarse  en  el 
crisol  de  la  verdad  y  de  la  justicia  distributiva.  Porque, 
es  bien  sabido  que  la  historia  no  se  puede  escribir  para 
halagar  la  tradición  de  ningún  partido  político,  ni  ella 
puede  conformarse  con  los  prejuicios  de  las  apasionadas 
contiendas  del  pasado. 

Como  argentino  y  como  educador,  he  estado  siempre 
de  parte  de  las  nobles  causas  de  mi  patria;  del  lado  de 
los  ciudadanos  reconocidamente  más  cultos  y  sinceros; 
de  parte  de  la  causa  civilizadora,  con  el  orden  y  la  moral; 
con  los  ideales  permanentes  de  la  libertad  y  los  legí- 
timos anhelos  del  pueblo.  Así,  pues,  no  es  extraño  que  ful- 
mine la  tiranía  y  el  caudillismo,  grandes  remoras  de  la 
verdadera  democracia  y  de  la  cultura  colectiva,  porque  se 
han  opuesto  constantemente  a  la  vida  institucional  y  a 
la  vida  civilizada. 

Esta  obra  no  es,  ni  pudo  ser,  un  manual  escolar,  por 
más  que  su  lectura  sea  igualmente  útil  a  la  juventud,  así 
como  lo  será  al  hombre  de  estado  y  al  inteligente  inves- 
tigador de  nuestro  pasado.  Hay,  pues,  en  ella,  elementos 
de  estudio,  sintética  y  sencillamente  expuestos,  y  valio- 
sos documentos  inéditos  para  elaborar  la  historia  nacio- 
nal, con  la  participación  que  tuvo  en  los  sucesos  genera- 
les la  generosa  y  heroica  provincia  de  San  Luis. 

En  la  narración,  he  debido  a  menudo  referir  los  he- 
chos locales  unidos  a  la  historia  patria,  con  la  cual  está  ínti- 
mamente vinculada,  desde  el  movimiento  emancipador  de 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  15 


1810,  pues,  de  otro  modo  no  tendrían  una  explicación 
satisfactoria  ni  suficientemente  clara. 

Sin  embargo,  esas  referencias  han  debido  ser  muy 
breves,  apenas  como  quien  anuda  los  hilos  de  la  trama 
histórica  para  continuar  la  exposición,  dándole  mayor 
amplitud  a  los  sucesos  de  la  localidad  que  tanto  nos 
interesa  conocer. 

En  el  texto,  he  intercalado  algunos  documentos  sobre 
acontecimientos  de  transcendencia  en  la  vida  local  o  que 
constituyen  los  títulos  nobiliarios  de  nuestro  blasón,  dig- 
nos del  legítimo  orgullo  de  las  nuevas  generaciones  y  del 
respeto  y  amor  de  la  gran  patria  argentina.  Por  otra 
parte,  así  podrá  también  el  inteligente  lector  apreciar 
todo  su  mérito  histórico  y  psicológico,  como  sucede  con 
las  cartas  privadas  de  los  principales  e  ilustres  actores 
en  el  drama  de  la  independencia  nacional.  Pienso  que  esos 
documentos  deben  pasar  íntegros  a  la  posteridad  y  a  la 
vez  servirán  de  pleno  justificativo  a  este  trabajo  y  a  los 
entusiasmos  que,  como  puntano,  me  han  causado  su  lec- 
tura y  su  meditación. 

¡Ojalá  causen  los  mismos  saludables  efectos  en  la 
noble  juventud,  en  el  espíritu  fervoroso  del  maestro  y 
en  el  alma  colectiva  de  nuestro  pueblo,  llamada  a  perpe- 
tuar la  tradición  honrosa  del  pasado,  en  prueba  de  que 
somos  dignos  descendientes  de  la  augusta  generación 
de  Mayo! 

Dejo  así  brevemente  expuesto  el  plan  de  la  obra  y 
las  altas  inspiraciones  que  me  han  servido  de  guía.  Es- 
pero que  el  juicio  recto  de  mis  comprovincianos  hará, 
también,  justicia  a  los  afanes  y  desvelos  de  este  esfuerzo 
y  a  la  sinceridad  de  mis  convicciones.  Seríala  recompensa 
que  más  pudiera  halagarme  como  puntano.  Termino 
estas  líneas  dejando  constancia  de  mi  agradecimiento 
al  gobierno  de  San  Luis,  que  me  encomendó  escribir  esta 
obra,  y  a  todos  los  comprovincianos  que  se  han  interesa- 
do por  mi  trabajo,  ya  facilitándome  un  documento  o 
un  dato;  ayudándome  en  el  ímprobo  empeño  de  revisar 
papeles  o  enviándome  alentadoras  palabras  de  estímulo. 


16 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS 


Faltaría  a  un  deber  de  conciencia  si  no  recordase  la 
cooperación  importante  que  mi  hija  María  Estela,  ha 
prestado  en  tan  grata  tarea. 

También  el  terruño  que  nos  vio  nacer  merecía  todo 
ese  noble  y  generoso  concurso. 

Corrientes  1913. 


HISTORIA    DE    SAN   LUIS 


CAPITULO  I 


SUMARIO  :  1.— La  conquista  española  en  la  región  de  Cuyo. — • 
Viaje  de  Villagrán.  Recorre  el  valle  de  Toncarán. — Combate 
en  La  Sepultura. — Su  regreso.  2. — Los  primeros  habitantes  de 
la  región  puntana.  3. — Huellas  de  la  conquista  Incásica  en  el 
territorio  puntano.  4. — Primeras  fundaciones  de  Cuyo. — Fun- 
dación de  la  ciudad  de  San  Luis:  alianza  con  los  michilingues. 
— Jurisdicción  de  San  Luis.  5. — Don  Martín  García  Oñez  de 
Lo  vola. 


1. — La  conquista  y  población  de  la  hermosa  región 
de  Cuyo,  a  la  que  siempre  perteneció  el  vasto  territorio 
que  hoy  ocupa  la  Provincia  de  San  Litis,  está  vinculada 
históricamente  a  la  conquista  de  Chile. 

Cuando  don  Pedro  de  Valdivia  echó  los  cimientos 
de  la  ciudad  de  Santiago  del  Nuevo  Extremo  en  1541, 
le  señaló  por  jurisdicción  unas  cien  leguas  al  oriente, 
no  obstante  el  gran  obstáculo  de  la  cordillera  andina. 
Sin  embargo,  por  esa  época  debió  limitarse  a  ocupar 
parte  de  la  región  chilena,  propiamente  dicha,  ante  la 
tenaz  resistencia  de  los  indómitos  araucanos,  e  Ínter  pro- 
curaba los  elementos  militares  necesarios  para  consumar 
la  definitiva  conquista  de  tan  dilatados  territorios. 

Para  el  logro  de  esos  fines,  solicitó  nuevos  auxilios 
al  Perú,  los  cuales  no  venían  a  causa  de  haber  estallado 
la  guerra  civil  entre  los  conquistadores,  hasta  que,  can- 
sado de  esperar,  emprendió  viaje  a  Lima,  en  circunstan- 
cia que  acababa  de  llegar  el  comisionado  La  (lasca,  en- 
cargado de  concluir  con  la  anarquía  reinante.  Allí  con- 
tribuyó, el  valeroso  conquistador  de  Chile,  a  restable- 
cer la  paz  en  1548  y  obtuvo,  en  mérito  de  su  oportuna, 
intervención,  los  favores  de  La  Gasea  para  continuar  la 
magna  empresa,  en  la  cual  había  demostrado  tanta  pe- 


18 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


riera  como  tenacidad  y  denuedo.  Entonces  dispuso  re- 
gresar a  Chile,  sin  pérdida  de  tiempo,  a  la  vez  que  orde- 
naba a  su  teniente  Francisco  de  Villagrán  realizar  un 
reconocimiento  de  la  región  transmontana,  en  ocasión 
que   bajaba   del   Cuzco   con   importantes   refuerzos. 

Villagrán  siguió  el  itinerario  de  Diego  de  Rojas;  pe- 
netró en  la  antigua  provincia  del  Tucumán;  atravesó  la 
sierra  de  los  Comechingones  a  la  altura  de  Cruz  del  Eje; 
recorrió  el  valle  de  Salsacate  y  también  el  extenso   y 


Campo  de  la  sepultura 


hermoso  valle  de  Concarán.  Aquí,  en  un  lugar  cercano  a 
Larca,  encontróse  con  un  núcleo  importante  de  la  po- 
blación indígena,  especie  de  capital  de  una  confederación 
de  tribus  que  habitaban  el  vasto  valle  de  Concarán.  La 
presencia  ele  aquellos  hombres  a  caballo,  con  casco-  y 
aunas  de  hierro,  así  como  la  infernal  gritería  de  los  in- 
dios auxiliares,  les  produjo  una  indescriptible  impresión 
de  espanto.  Sin  embargo,  pasado  el  primer  momento  de 
estupor,  reaccionaron  y  trataron  de  defenderse;  pero,  ro- 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  H) 

deados  por  los  españoles,  sucumbieron  a  centenares  bajo 
los  formidables  golpes  de  sable  y  las  terribles  acometidas 
de  los  lanceros.  Esa  sangrienta  acción  no  fué  una  lucha; 
fué  una  feroz  matanza  de  hombres  inermes.  Aquel  si- 
tio, regado  por  la  sangre  de  centenares  de  víctimas  inde- 
fensas y  cubierto  de  cadáveres,  llamóse  desde  entonces 
La  Sepultura,  recordando  aquella  hecatombe  humana.  Y 
en  verdad  que  allí  quedaron  sepultados  los  que  no  tuvie- 
ron la  fortuna  de  ganar  las  escabrosidades  de  la  sierra 
cercana,  donde  muchos  se  guarecieron  para  alejarse,  ca- 
da vez  más,  de  aquel  lugar  funesto.  De  aquí  provenía 
el  odio  y  ]a  resistencia  que,  en  todo  tiempo,  opusieron 
las  tribus  de  la  región  a  los  conquistadores  que  venían 
por  e]  norte. 

Villagrán  continuó  su  viaje  rumbo  al  sudeste,  reco- 
rrió el  país  de  los  Pehuenches  que  habitaban  la  zona 
septentrional  de  los  desagües  del  Río  V  y  regresó  por  el 
mismo  camino,  deteniéndose  en  Conlara  con  el  ánimo 
de  fundar  allí  una  población.  Intertanto,  dejó  un  desta- 
camento y  continuó  su  viaje  al  país  de  los  ] Magüitas 
(La  Rioja),  penetrando  por  el  valle  de  (íuandacol  hasta 
las  puertas  de  la  cordillera  de  Copiapó,  en  el  paraje  lla- 
mado Cabay.  En  este  lugar  perdió,  por  falta  de  alimentos, 
gran  número  ele  los  indios  auxiliares  que  le  acompaña- 
ban, v.  con  sus  tropas  ya  diezmadas  y  rendidas  de  fati- 
ga, se  dirigió,  por  la  falda  de  la  cordillera,  en  busca  del 
misterioso  país  de  los  Césares,  llegando  hasta  el  valle 
de  Ucos  (San  Carlos)  y  Malargüé,  al  sud  de  la  actual 
provincia  de  Mendoza.  De  regreso  a  Copiapó,  hubo  de 
perecer  con  toda  su  gente,  a  no  ser  el  temerario  arrojo 
de  nueve  de  sus  soldados  que  pasaron  la  cordillera  cu- 
bierta ele  nieve,  y  a  costa  de  increíbles  penalidades,  lle- 
garon a  Santiago  en  demanda  de  auxilios. 

Estos  mismos  valerosos  soldados  regresaron  con  pro- 
visiones para  sus  abandonados  compañeros,  en  circuns- 
tancias que  sufrían  la  horrible  tortura  del  hambre.  Cuan- 
do hubo  recibido  este  oportuno  socorro,  Villagrán,  pasó 
la  Sierra  Nevada  y,  probablemente  entonces,  hizo  retirar 


20  HISTORIA    DE    SAN    LUIS 

el  destacamento  de  Conlara,  para  reconcentrar  en  Chile 
sus  reducidas  tropas,  después  de  dos  años  de  grandes 
fatigas  e  increíbles  sufrimientos,  que  pusieron  a  prueba 
la  resistencia  y  la  entereza  extraordinaria  de  aquellos  fé- 
rreos conquistadores.  A  pesar  de  todo.  Villagrán  dio  los 
más  halagüeños  informes  sobre  las  vastas  regiones  que 
había  recorrido.  Dice  Ruy  de  Guzmán  que  esta  circuns- 
tancia determinó  a  Valdivia  a  mandar  al  capitán  Fran- 
cisco de  Aguirre  para  posesionarse  del  valle  de  la  Nueva 
Rioja,  Diaguitas,  Comechingones,  Juries  y  Calchaquíes. 
que,  como  se  indica,  comprendía  la  antigua  provincia 
del  Tucumán  y  de  Cuyo.  Aguirre  fundó  entonces  la  ciu- 
dad de  Santiago  de  Estero,  en  1553,  mas  no  tuvo  tiempo 
de  avanzar  sobre  Cuyo,  quedando  su  conquista  poster- 
gada hasta  el  gobierno  de  Dn.  García  Hurtado  de  Men- 
doza, quien  envió  al  capitán  Pedro  del  Castillo  a  tomar 
posesión  de  las  tierras  del  otro  lado  de  los  Andes  «por 
haber  en  ella  mucha  gente  que  había  sido  antes  sometida 
al  Inga»,  según  los  propios  términos  de  una  relación  de 
mérito,  elevada  poco  antes  al  soberano  español. 


Hacha  de  piedra   (%  del  tamaño  natural) 

2. — Los  primitivos  habitantes  del  territorio  puntano 
fueron  los  comechingones  o  moradores  de  las  caverna-. 
y  los  michilingues,  pobladores  de  los  valles. 

Según  el  P.  Lozano,  los  comechingones  parecían  hom- 
bres únicamente  en  la  figura,  quedando  en  ellos  tan  de- 
formado el  ser  racional  que  en  todo  se  asemejaban  a 
las  fieras.  Vivían  en  cuevas,  en  el  más  completo  aisla- 
miento, sin  principios  de  sociabilidad,  sin  sujeción  a  nin- 
gún jefe  y  haciéndose  la  guerra  entre  ellos,  conspiraban 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


21 


contra  su  propia  existencia,  merced  a  lo  cual  eran  poco 
numerosos. 

Ocupaban  los  senos  más  recónditos  de  la  sierra  que 
separa  San  Luis  de  Córdoba,  a  la  que  dieron  su  nombre,  y 
las  escabrosidades  de  la  parte  septentrional  de  la  hermo- 
sa sierra  puntana. 

En  las  cavernas  de  Sololasta  y  de  Intihuasi,  así  co- 
mo en  otros  lugares  montañosos  de  nuestra  sierra,  quedan 
las  huellas  bien  marcadas  de  estos  verdaderos  trogloditas: 


ví 


coinoeliin^onc: 


pues,  en  toda  esa  vasta  región,  se  encuentran  muchas  pie- 
dras labradas:  manos  de  moler,  conanas,  toscas  hachas 
de  piedra,  percutores,  bolas  y  puntas  de  flechas  que  les 
pertenecían,  así  como  en  las  excavaciones  de  unas  gru- 
tas, se  han  observado,  con  restos  de  fogones,  huesos  par- 
tidos de  huanaco,  puma,  vizcacha,  cóndor,  y  otros  ani- 
males salvajes  que  les  servían  de  alimento. 

Entre   esos   huesos   hay   muchos,    según   Burmeister, 
que  no  han  podido  ser  reconocidos,  aunque  descarta  la 


o  o 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


probabilidad  de  que  sean  restos  fósiles,  pues  el  lugar 
donde  los  observó  pertenece  a  la  época  de  los  aluviones 
modernos.  Sin  embargo,  bueno  es  advertir  que  en  Caña- 
da Honda  se  han  encontrado  restos  del  enuus  argmtinus 
(el  caballo  fósil  lanudo);  en  el  Paso  del  Rey  y  en  Renca 
se  han  recogido  huesos  del  megaterio;  en  San  Francis- 
co, del  toxodonte  y  gliptodonte-, — puntos  todos  cercanos 
de  las  grandes  cavernas.  Estos  animales,  ya  extinguidos, 
llegaron  a  ser  contemporáneos  del  hombre  primitivo.  De 
todos  modos,  los  utensilios  hallados  corresponden  a  tiem- 
pos muy  remotos  del  rjeríodo  paleolítico,  a  juzgar  por  la 
manera  tosca  cómo  están  fabricados  y  la  circunstancia 
de  no  haberse  encontrado  allí  restos  de  alfarería. 

Aun  nos  faltan  otros  elementos  de  juicio  para  deter- 
minar con  precisión  la  antigüedad  del  hombre  en  el  te- 
rritorio puntano,  aunque  de  los  datos  que  poseemos  po- 
demos inducir  que  el  hombre  primitivo  de  nuestras  sierras. 
fué  contemporáneo  del  hombre  primitivo  de  la  región  cor- 
dobesa. En  cuanto  a  este  último,  Ameghino  fija  su  exis- 
tencia en  el  cuaternario  superior  de  las  cercanías  de  ( !ór- 
doba,  diciendo  que:  «las  aguas  pluviales  habían  puesto 
a  descubierto  una  cantidad  de  objetos  trabajados,  mez- 
clados con  los  restos  óseos,  a  menudo  en  completo  estado 
de  fosilización  o  petrificación,  de  una  raza  dolicocéfala, 
de  cráneo  extraordinariamente  espeso,  frente  deprimida 
y  arcos  superciliares  muy  desarrollados»,  exactamente 
igual  al  cráneo  que  he  encontrado  en  Xogolí. 

Los  Michüingues,  rama  de  la  gran  familia  de  los  dia- 
guitas,  ocupaban  el  Valle  de  Concarán  y  se  extendían, 
por  el  sudeste,  hasta  el  valle  longitudinal  del  Chorrillo 
y  falda  occidental  de  la  sierra  puntana.  Estas  tribus 
revelaban  poseer  una  cultura  muy  superior  a  la  de  los 
comechingones,  y  según  Ameghino,  debieron  establecer- 
se en  la  región  puntana  en  la  época  de  la  conquista  in- 
cásica. Vivían  en  agrupaciones  numerosas  y  construían 
ranchos  de  paja;  cosechaban  la  algarroba  y  hacían  el 
patay.  Tejían  la  lana  del  guanaco  (Jniarcu  o  miUhua): 
teñían  los  hilos  con  las  plantas  tintóreas  de  la  región; 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  23 


conocían  la  alfarería  y  fabricaban  cántaros  (juros),  va- 
sos de  diferentes  tamaños  y  formas  (]jucos).  Cultivaban 
el  maíz  (sara),  araban  la  tierra  con  una  especie  de  lengua 
de  madera  dura  llamada  Hampa,  de  aquí  el  significado  de 
llampo  o  sea  tierra  removida,  aflojada  o  blanda,  que  se 
ha  conservado  en  el  lenguaje  de  los  mineros.  General- 
mente las  siembras  se  hacían  en  cañadones  húmedos  o 


Vaso  de  piedra  Vaso  de  barro  cocido 

en  la  orilla  de  los  arroyos,  pues  también  practicaron  el 
riego,  mediante  tomas  y  larcas  o  r arcas,  acequias  que 
sacaban  para  ese  fin.  Se  han  encontrado,  en  distintas 
partes  de  la  Provincia,  las  huellas  de  esas  obras,  como 
en  la  Larca,  en  las  riberas  del  Riecito  que  baja  de  los 
cerros  del  Rosario,  y  hasta  en  el  Valle  del  Chorrillo.  Después 
aprendieron  a  moler  los  granos,  a  juzgar  por  las  conanas 
o  morteros  y  manos  de  piedra,  o  tacanas,  que  se  recogen 
en  todas  partes  y,  particularmente,  en  las  faldas  y  va- 
lles de  las  serranías.  Llamaban  ancua  al  maíz  triturado 
como  grano  de  arroz,  y,  con  la  harina  fina  o  hacu,  hacían 
un  pan  o  torta,  sanen,  así  como  con  el  choclo  molido  ama- 
saban la  exquisita  pasta  de  la  huminta  que  con  el  api 
o  mazamorra,  constituía  una  excelente  y  nutritiva  ali- 
mentación. 

Con  estas  artes  manuales  y  domésticas  practicaban 
la  medicina,  pues  conocían  las  propiedades  curativas  de 
numerosas  plantas  regionales. 

Aprendieron,  de  los  incanos,  la  lengua  quichua  y 
el  culto  del  Sol  y  el  de  Llastay,  genio  o  numen  de  un  lu- 
gar, dueño  de  las  aves  (animales  silvestres  o  bichos  del 


24  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

campo),  al  cual  se  invocaba  o  se  le  hacían  ofrendas  para 
que  la  caza,  o  las  boleadas,  les  fuera  propicia  y  abun- 
dante. 

Muy  cerca  de  la  ciudad  de  San  Luis,  en  un  lugar 
llamado  Pozo  del  Molle,  se  ven  aún  muchas  bocas  de 
tinajas  a  flor  de  tierra,  distribuidas  en  grupos  y  con 
cierta  simetría.  Con  mucho  cuidado  procuré  descubrir 
algunas,  pero  se  deshacían  en  cuanto  se  las  separaba  de 
la  tierra  salitrosa  que  las  rodea  y  apenas  si  pude  reco- 
ger algunos  fragmentos  pequeños  de  barro  cocido. 


Cráneo  del  nogolisense 


Dentro  de  esas  tinajas  o  urnas  funerarias,  encontré 
partículas  de  carbón  vegetal  y  cenizas  mezcladas  con 
arena. 

A  juzgar  por  el  número,  y  teniendo  en  cuenta  que 
cada  urna  debió  servir  para  depositar  las  cenizas  de  un 
jefe,  persona  principal  o  familia  pudiente  de  la  tribu, 
debió  haber  existido  allí  un  núcleo  importante  de  la  po- 
blación michilingue.  Pero  el  hallazgo  más  interesante 
que  se  ha  hecho  sobre  el  hombre  aborigen  de  esta  región, 
es  el  que  hemos  encontrado  en  Nogolí,  en  el  lugar  mismo 
donde  se  une  el  arroyo  de  los  Molles  con  el  que  baja  del 
Oratorio,  punto  de  intersección  de  los  caminos  que  con- 
ducen a  la  altiplanicie  de  Pancanta  por  la  derecha  y  a 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  25 


la  Carolina  por  la  izquierda,  ascendiendo  los  ásperos  y 
empinados  contrafuertes  de  la  sierra. 

La  posición  en  que  se  encontró  era  acurrucado,  con 
los  brazos  y  las  piernas  contraídas  sobre  el  tórax,  tenien- 
do el  cráneo  casi  a  flor  de  tierra,  el  cual  apareció  descu- 
bierto después  de  una  copiosa  lluvia.  Junto  a  los  restos, 
encontramos  los  fragmentos  de  una  tinaja  de  barro  co- 
cido, las  cenizas  y  escorias  de  un  fogón  y  algunas  pie- 
dras labradas. 

Era  igualmente  interesante  y  curiosa  la  presencia  de 
un  collar  de  caracolillos,  en  la  misma  sepultura.  Sin  em- 
bargo, lo  que  más  me  llamó  la  atención  fué  el  enorme 
cráneo,  perfectamente  conservado,  y  su  sólida  contex- 
tura, así  como  el  tamaño  de  los  huesos,  lo  cual  nos  reve- 
laba un  sujeto  de  talla  no  inferior  a  mts.  1.84  de  altura. 
Observando  el  cráneo  en  sus  menores  detalles,  nos  en- 
contramos con  un  frontal  ancho  y  fugitivo,  parietales 
abultados,  bóveda  craneana  alargada,  occipital  acha- 
tado y  el  conjunto  asimétrico.  A  juzgar  por  las  satura- 
ciones y  otros  caracteres  óseos,  estábase  en  presencia 
de  un  hombre  de  unos  cuarenta  y  tantos  años  de  edad. 
Después,  pasé  a  ocuparme  de  los  caracolillos  y  llegué  a 
establecer  que  no  eran  de  la  sierra  ni  se  encontraban 
en  toda  la  región  puntana.  Consultado  el  naturalista 
Dr.  Holmberg  sobre  el  particular,  me  contestó  que  evi- 
dentemente dichos  moluscos  eran  de  la  costa  patagónica 
y,  probablemente,  del  género  trophon.  ¿Cómo  han  podido 
llegar  hasta  los  senos  más  recónditos  de  nuestra  sierra? 
¿No  sería  aquel  adorno  de  algún  guerrero  michilingue 
que  bajó  de  la  montaña  con  su  hueste,  para  escarmen- 
tar a  los  ranqueles  y  araucanos,  llevándolo  a  su  regreso 
como  trofeo  de  victoria?  Carecemos  de  tiempo  para  de- 
tenernos a  estudiar  aquí  este  curioso  hallazgo,  que  será 
tema  de  un  trabajo  especial. 

Cerca  de  la  cañada  del  Balde,  se  ha  encontrado  otro 
enterratorio,  y  éste  debió  pertenecer  a  los  cliosmes,  de 
la  familia  de  los  michilingues,  que  han  perpetuado  su 
nombre  en  ese  lugar.  Esta  tribu  fué  a  fundirse  en  la  na- 


•21] 


HISTORIA   DE    SAX   LUIS 


ción  huarpe,  con  la  cual  tenía  mucha  semejanza,  y  que 
habitaba  el  vasto  territorio  comprendido  entre  el  Diaman- 
te, Desaguadero,  Lagunas  de  Guanacache,  parte  inferior 
del  Bermejo  y  la  cordillera  Andina.  Como  tribus  fronte- 
rizas se  tenían:  por  el  norte,  los  guandacoles  y  famatinas, 
en  los  valles  del  mismo  nombre,  y  pertenecientes    a    la 


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Los  morteritos 


gran  familia  de  los  diaguitas,  y  por  el  sud,  en  la  llanura 
pampeana,  los  pehuenches  y  ranqueles,  de  origen  arau- 
cano. Los  michilingues  no  eran  tan  belicosos  como  estos 
últimos,  aunque  poseían  una  fuerte  musculatura  y  se 
mostraban  muy  diestros  en  el  manejo  de  las  boleadoras 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


27 


(¡ibes),  su  arma  principal  de  combate.  Eran  tan  resis- 
tentes y  tenaces,  que  pasaban  días  enteros  en  cacerías 
de  avestruces  y  guanacos,  que  les  proporcionaban  tan 
buen  alimento  como  excelentes  pieles  de  abrigo.  En  sus 
correrías  por  los  desiertos,  faltos  de  agua,  tenían  conve- 
nientemente distribuidos  morteros  hechos  en  la  roca  o 
en  el  tronco  de  los  árboles,  para  recoger  el  agua  de  las 
lluvias.  Tal  fué  el  destino  de  los  que  existen  en  las  sie- 
rras de  Várela,  Morteritos,  Tala,  Acasape,  en  el  Gigan- 


onanas  y  vasiias  de  barí 


te,  y  las  tinajas  encontradas  en  las  proximidades  de  la 
cañada  del  Balde,  a  la  entrada  de  la  gran  travesía. 

Otra  de  sus  habilidades  consistía  en  ser  rastreadores 
y  baqueanos,  pues  les  bastaba  haber  recorrido  una  sola 
vez  alguna  región  para  que  retuviesen  todos  los  deta- 
lles y  accidentes  del  terreno,  circunstancia  favorable  que 
les  permitía  orientarse  en  cualquier  parte,  aun  durante 
las  noches  más  obscuras. 


28  HISTORIA    DE    SAX    LUIS 

Era  una  raza  vigorosa  y  apta  para  recibir  la  civili- 
zación, como  la  aceptaron,  con  docilidad,  de  los  conquis- 
tadores incásicos  de  los  cuales  aprendieron  varias  ar- 
tes manuales,  los  secretos  medicinales  de  muchas  plantas, 
el  culto  del  sol  y  la  lengua  quichua  que  conservaron 
hasta  los  tiempos  de  la  conquista  española. 

Estas  buenas  disposiciones  ele  los  michilingues,  les 
permitieron  adaptarse  a  la  vida  civilizada  y  fundirse 
rápidamente  con  los  conquistadores.  En  la  plebe  de  la 
población  puntana,  se  han  perpetuado  algunos  rasgos 
físicos  y  morales  de  esa  inteligente  raza  michilingue. 
fuerte  y  dócil  a  la  vez,  perspicaz  y  sobria,  tan  adaptable 
y  resistente  a  los  esfuerzos  del  trabajo,  como  a  los  rigo- 
res ele  la  guerra. 


3. — La  conquista  incásica  se  había  iniciado  en  el  an- 
tiguo Tucuirán,  durante  el  reinado  del  Inca  Viracocha 
VIII,  siglo  xiii  ele  nuestra  era,  quien  consiguió,  según 
los  primeros  cronistas,  el  vasallaje  de  los  calchaquíes. 
diaguitas  y  juries. 

Un  siglo  más  tarde,  dice  el  abate  Molina,  el  inca 
Yupanqui  resolvió  tentar  la  conquista  de  Chile;  pero  se 
detuvo  en  la  provincia  limítrofe  de  At acama  y  confió 
la  empresa  a  Singuiruca,  príncipe  de  la  sangre  real.  Este 
jefe  penetró  por  Copiapó  y  subyugó,  más  por  la  persua- 
sión que  por  la  fuerza,  a  los  copiapinos,  coquimbanos. 
quillotanos  y  mapuchinos,  siendo  detenido  por  los  arau- 
canos, propiamente  dichos,  en  las  orillas  del  Rapel,  don- 
de combatió  durante  tres  días  y  sufrió  una  completa 
derrota,  no  obstante  la  superioridad  numérica  de  sus 
fuerzas. 

Allí  se  detuvo  la  conquista  incásica.  A  partir  de  este 
suceso,  los  nuevos  dominadores  comienzan  a  extenderse 
por  la  región  de  los  diaguitas  y  comechingones,  llegando 
a  Cuyo,  donde  sometieron  a  los  huarpes  y  michilingues. 

El  vasto  plan  de  avance  seguía  la  dirección  de  las 
sierras  de  Famatina.  de  Córdoba  y  la  Punta,  y  se  apoyaba. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


29 


por  otra  parte,  en  los  contrafuertes  de  Los  Ancles  orienta- 
les. En  la  provincia  de  San  Luis,  existen  aún  los  nombres 
quichuas  en  muchos  lugares,  como  Piscu  Yaco  (1),  Til- 
quicho,  Luluara  (2),  Uspara,  Conlara,  Larca  (3)  y  Nas- 
chel  en  la  falda  occidental  de  la  sierra  cordobesa,  y  por 
consiguiente,  dentro  de  la  jurisdicción  puntana;  Inti- 
huasi  (4)  y  Maray  (5)  en  el  departamento  Pringles; 
Puquios  (6),  Cuchicorral  (7)  en  las  cercanías  de  la  ciudad 


El  Tomolasta 


Capital;  Suyuque,  Chuca  (8),  Huascara,  Rumihuasi  (9), 
Cuchuna  (10)  y  Socoscora  en  la  prolongación  norte  de 
la  Sierra  de  la  Punta,  así  como  sus  más  altas  cumbres 
se  denominan  Sololasta  y  Tomolasta,  y  en  la  frontera  san- 
juanina.  Huanacache,  nombres  que  son  como  los  jalones 
del   límite   austral   del  imperio   incásico. 


i1) 
(2) 
(3) 
(4) 
(5) 
(6> 
(7) 
í8) 
(9) 

(10) 


Piscu- Yaco,  las  cinco  aguadas  o  vertientes 

Lnluara,  río  de  la  cascada. 

Larca,  acequia. 

Intihuasi,  casa  o  templo  del  sol. 

Maray,   molino. 

Puquios,  vertedero 

Cuchicorral,  corral  del  cerdo. 

Chuca,  puesto. 

Rumihuasi,  casa  del  hombre  o  jefe. 

Cuchuna,  el  cuchillo  de  piedra. 


30 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


A  estos  datos  preciosos,  hay  que  agregar  los  cente- 
nares de  palabras  quichuas  que  han  perdurado  en  el  len- 
guaje usual,  como  puede  verse  en  el  apéndice,  y  los  ves- 
tigios de  caminos,  embalses  y  canales  de  riego,  como  ya 
hemos  referido;  pues  Larca  quiere  decir,  en  el  idioma  in- 
cano,  acequia.  Tales  huellas  existen,  también,  en  Mendo- 
za, donde  los  incas  fundaron  una  importante  colonia 
agrícola  que  regaban  con  los  canales  Ayaimé,  Tobar  y 
Guaymallén,  los  nombres  de  tres  caciques  de  los  huarpes. 


Anillos  de  piedra  formados  por  conanas  def  onda  das 


Hemos  nombrado  a  Intihuasi,  que  quiere  decir  tem- 
plo del  sol.  El  sol  era  el  culto  imperial,  y  según  López, 
su  templo  era  el  santuario  que  la  civilización  quichua 
llevaba  al  frente  de  sus  colonias.  Y  este  santuario  era 
un  algo  que  no  podía  abandonarse  ni  caer  en  manos 
de  los  otros  indios  paganos;  y  agrega:  «Por  eso  el  templo 
del  sol  no  se  alzaba  sino  donde  la  ciudad  quichua,  es  de- 
cir, el  municipio  civil  y  religioso  que  formaba  el  núcleo 
vital  de  la  colonia  y  de  la  asociación  política,  tenía  un 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  31 


asiento  bien  dotado  de  poder,  para  proseguir  sin  contras- 
tes sus  victorias  y  su  propaganda».  Así,  pues,  no  cabe 
duda  que  a  una  de  esas  colonias  sirvió  de  núcleo  Cosquín, 
el  Cuzco  Chico,  en  la  sierra  cordobesa.  Y  lo  interesante 
del  caso  es  que,  cerca  de  Intihuasi,  casa  del  sol,  está 
Solo] asta  o  Soloyacta,  que  quiere  decir  «gente  del  sol», 
pues  la  terminación  y  acta  o  gasta  significa  pueblo  o  po- 
bladores, y  además  la  gran  caverna  que  existe  en  ese 
cerro,  se  ha  llamado  hasta  ahora  «la  casa  del  inca».  Allí 
estableciéronse,  sin  duda  alguna,  los  poderosos  «hijos  del 
sol»  para  dominar  la  comarca  puntana  y  explotar  los 
lavaderos  de  oro  del  cercano  arroyo  Tacarpu,  en  quichua, 
estaca  (1),  impropiamente  llamado  La  Carpa,  que  corre 
por  la  falda  de  Intihuasi.  Allí  he  visto  los  pozos  y  anti- 
quísimos socavones  en  las  orillas  del  arroyo,  y  presen- 
ciado las  operaciones  del  descarpe,  disfrute  y  ensayo, 
tal  cual  lo  practicaban  los  incanos.  Desde  aquí  pasaron 
a  Cañada  Honda,  explotando,  principalmente,  los  ricos 
depósitos  que  se  encontraron  en  Tierras  Negras,  y,  por 
último,  llegaron  a  trabajar  los  minerales  de  los  Cerros 
Negros  y  Carolina.  Toda  esa  región  era  aurífera,  encon- 
trándose el  precioso  metal  en  «pepitas»  mezcladas  con 
el  llampo  y  las  arenas  de  los  arroyos  que  bajan  de  los  Ce- 
rros del  Valle  y  Tomolasta,  y  en  «reventones  y  clavillos» 
en  las  vetas  que  cruzan  en  todas  direcciones. 

Según  referencias  de  buen  origen,  existían,  desde 
antes  de  la  conquista,  algunas  excavaciones  en  «chi- 
flones» en  la  parte  alta  de  las  lomas  y  cerros,  que  iban 
siguiendo  la 'dirección  de  las  vetas,  de  la  superficie  al 
interior,  y  tan  estrechas,  que  un  hombre  actual  no  hu- 
biera podido  penetrar  en  ellas.  Los  españoles  las  ensan- 
charon, descubriendo  que,  de  un  lado  y  en  la  misma  roca, 
habían  labrado  escalones  para  facilitar  el  descenso  y 
salida  de  la  mina.  Sin  embargo,  estas  excavaciones  no 
eran  muy  hondas;  pues  las  de  mayor  profundidad  no  pa- 


(1)  En  la  terminología  minera,  estaca,  significa  concesión  de  cierta 
extensión  de  terreno  para  explotar  un  mineral,  la  cual  estaba  determina- 
da por  estacas. 


32 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS 


saban  de  20  metros.  Para  hacer  estas  excavaciones,  los 
incanos  usaban  una  pequeña  barreta  y  cuña  de  piedra 
llamada  llaucana,  un  martillo  de  piedra  o  tacana,  emplean- 
do, también,  la  cal  viva  para  disgregar  las  rocas.  Con  tan 
rudimentarias  herramientas  despedazaban  los  filones  y 
separaban  la  parte  más  rica  y  visible  del  oro. 

Para  moler  los  minerales  utilizaban  el  niaray  o  tahona. 
En  el  lecho  de  un  arroyo  de  Cañada  Honda,  descubrí 
un  maray,  monolito  de  piedra  con  la  forma  de  un  cono 


El   maray 


truncado  de  1.50  de  alto  por  0.80  en  la  base.  Había  ro- 
dado desde  el  borde  del  arroyo,  donde  se  veía  dicha 
base,  constituida  por  una  piedra  cóncava.  Con  el  auxi- 
lio del  ingeniero  de  minas,  Mr.  Julin  y  de  peones,  pudi- 
mos levantarlo  y  restaurar  el  primitivo  maray.  Este  mo- 
lino ha  dado  su  nombre  a  varios  arroyos  de  la  región, 
donde  se  practicó  la  labor  de  moler  minerales,  y  fué 
utilizado,  también,  por  los  españoles.  Después,  había 
para  la  misma  faena,  morteros  de  piedra  de  distintos 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


33 


tamaños.  Allí  mismo  he  encontrado  un  hermoso  objeto 
de  piedra  pulimentada,  cuya  forma  triangular  y  cónca- 
va, como  una  cuchara,  hace  suponer  que  se  utilizó  para 
ensayar  o  moler  muy  ricos  minerales  en  oro  o  el  cori 
de  los  quichuas. 


Cuchara  de  piedra  (%  del  tamaño  natural) 


Las  minas  puritanas  las  explotaron  al  mismo  tiempo 
que  trabajaban  las  de  Famatina,  de  cuyas  entrañas, 
según  el  erudito  Padre  Lozano,  sacaban  los  ministros 
de  los  Incas  grandes  riquezas  de  oro  y  plata.  Esta  misma 
opinión  la  confirma  el  sabio  Dr.  Ameghino  en  su  obra 


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Figuras  de  Intilmasi 


«La  Antigüedad  del  hombre  en  el  Plata»,  y  agrega  que  a 
esa  época  pertenecen  las  hachas  de  piedra  pulimentada  (1) 
del  tipo  peruano  que  se  encuentran  en  muchas  partes, 


(*)     Las  hachas,  según  Brinton,  son  símbolos  de  autoridad  porque  con 
ellas  no  se  ha  golpeado.  Los  ejemplares  que  he  recogido  están  intactos. 


u 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS 


así  como  algunas  tinajas  de  un  trabajo  bastante  perfec- 
cionado. Sin  embargo,  estos  vasos  carecen  aún  de  dibujos, 
signos  o  escritura  pictográfica.  Finalmente,  como  precio- 
so dato  de  esta  época  prehistórica,  reproducimos  aquí 
el  grabado  de  la  gruta  Sololasta  o  de  la  Casa  Pintada. 
Hay  otros  más,  pero  casi  borrados  por  el  descascaramien- 
to de  la  piedra  y  la  pretensión,  vanidosa  y  pueril,  que 
tienen  ciertos  excursionistas  de  fijar  sus  nombres  con 
caracteres  indelebles. 

He  aquí  cómo  explica  Ameghino  esta  inscripción  fi- 
gurativa: «El  hombre  de  la  izquierda  con  los  brazos 
abiertos,  es  el  hombre  indígena  de  la  provincia  de  San 


Gruta   de  Intihuasi 


Luis  antes  de  la  conquista  peruana,  que  recibe  con  los 
brazos  abiertos  al  segundo,  o  sea  al  invasor  o  conquis- 
tador, el  cual  importa  con  él,  la  pastoría,  representada 
por  el  avestruz,  la  llama  y  el  perro;  el  culto  del  sol,  repre- 
sentado por  la  imagen  de  este  astro  y  también  el  de  Pa- 
chamama, el  espíritu  invisible,  superior  al  sol,  por  los 
signos  que  se  encuentran  encima  de  éste,  probablemente 
dos  alas,  queriendo,  quizás,  representar  así  la  calidad  de 
espíritu  sutil  e  impalpable  de  Pachamama,  de  quien  los 
pájaros  eran  mensajeros.» 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  35 


Existen  otros  grabados,  casi  imperceptibles,  especie 
ele  vasos  votivos  o  sagrados  para  las  ceremonias  del 
culto. 

Y  para  concluir,  con  lo  que  a  la  conquista  incana  se 
relaciona,  debo  decir  que,  en  verdad,  ningún  sitio  más 
adecuado  que  éste,  en  las  faldas  del  hermoso  Cerro  de 
Intihuasi,  para  elevar  un  santuario  a  ese  «dios  sol»  que 
majestuosamente  aparece  todos  los  días  sobre  las  ele- 
vadas cimas  del  granítico  anfiteatro  que  lo  rodea,  es- 
parciendo la  luz  y  la  vida  en  los  senos  fecundantes 
de  los  valles  próximos. 


4. —  El  capitán  don  Pedro  del  Castillo  fundó,  en 
1561,  la  primera  ciudad  en  el  país  de  Cuyo,  en  el  valle 
de  Guentota  ocupado  por  los  huarpes,  y  dióle  el  nombre 
de  Mendoza,  en  honor  del  gobernador  de  Chile,  que  lo 
había  enviado  a  tomar  posesión  de  la  región  transmon- 
tana. Dijimos  que  los  huarpes  habían  sido  sometidos 
a  los  incas,  de  los  cuales  aprendieron  la  agricultura  y 
otras  artes  manuales,  circunstancia  que  los  colocaba  en 
un  grado  de  civilización  superior  a  las  demás  tribus 
de  la  parte  oriental  de  los  Andes. 

Aceptaron  con  docilidad  el  nuevo  yugo,  como  antes 
lo  habían  aceptado  de  los  poderosos  «hijos  del  sol».  Así, 
pues,  la  tarea  de  los  españoles  fué  relativamente  fácil 
en  cuanto  la  dominación  del  suelo  no  les  costó  sangrien- 
tos sacrificios,  y,  poco  después  de  Mendoza,  se  echaban 
los  cimientos  de  San  Juan  de  la  Frontera,  porque  real- 
mente venía  a  quedar  sobre  la  frontera  del  antiguo  im- 
perio incano. 

Los  indígenas  fueron  repartidos  en  encomiendas  y 
las  tierras  distribuidas  entre  los  conquistadores,  quienes 
se  dedicaron  a  usufructuarlas,  libres  de  toda  preocupa- 
ción. No  sucedía  así  en  el  país  de  los  araucanos,  cuya  in- 
domable resistencia  absorbió  por  mucho  tiempo  todas 
las  energías  de  los  españoles,  debido  a  lo  cual,  quedó 


36  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


allí  detenida  la  conquista  y  población  de  Cuyo.  Recién  du- 
rante el  gobierno  de  D.  Martín  G.  Oñez  de  Loyola  se  dis- 
puso la  fundación  de  la  ciudad  de  San  Luis,  en  la  punta 
de  la  sierra  que  le  diera  su  nombre  y  en  un  lugar  conve- 
niente del  camino  real,  para  proteger  las  comunicaciones 
entre  Chile  y  el  Río  de  la  Plata.  Este  camino  partía  de 
Mendoza  al  Retamo;  seguía  por  la  orilla  izquierda  del 
Tunuyán  hasta  Corocorto  (La  Paz);  de  aquí  al  Paso  del 
Desaguadero,  un  poco  arriba  de  la  desembocadura  del 
Tunuyán.  Después  despuntaba  la  orilla  sud  de  la  laguna 
del  Bebedero;  tocaba  el  cerro  del  Tala  y  Pozo  Pampa, 
punta  de  la  Sierra;  Portezuelo  del  Chorrillo,  Dormida 
del  Totoral,  Peñuelas,  Paso  del  Río  V;  seguía  por  el  nor- 
te del  Morro,  Alto  de  los  Pozos,  Punta  de  los  Cerrillos, 
Punilla,  Achiras,  para  dirigirse  a  Melincué  y  penetrar, 
por  el  Pergamino,   en  la  jurisdicción  de  Buenos  Aires. 

Este  camino,  por  los  recursos  y  la  topografía  de  las 
legiones  que  recorría,  era  un  camino  estratégico,  pues 
se  consideraba  como  la  línea  de  frontera  y  de  defensa 
contra  los  frecuentes  amagos  de  los  salvajes  moradores 
de  la  Pampa.  Fué,  también,  término  geográfico  de  refe- 
rencia en  las  concesiones  de  tierras,  que  con  el  nombre 
de  «mercedes  reales»,  se  otorgaron  sobre  la  misma  fron- 
tera sud.  A  menudo  se  le  encuentra  citado  en  los  títulos 
primitivos  de  la  propiedad  raíz  de  esa  zona. 

Sobre  los  orígenes  de  San  Luis,  existe  la  tradición 
de  que,  desde  un  principio,  las  autoridades  de  Mendoza 
vinieron  a  fundar  al  pie  de  la  sierra,  un  fuerte,  reducción 
o  ciudad  con  el  nombre  de  Benavente,  el  cual  parece  es- 
tablecióse por  algún  tiempo  en  el  Portezuelo  del  Cho- 
rrillo, lugar  que  si  bien  tenía  la  ventaja  de  estar  cerca 
de  la  abundante  y  cristalina  vertiente  llamada  «Ojo  de 
agua» ,  no  se  prestaba  para  el  desarrollo  de  una  población, 
a  causa  de  ser  el  terreno  muy  accidentado  y  pedregoso, 
eligiéndose,  entonces,  una  explanada  un  poco  más  al 
oeste,  sobre  la  ribera  bien  arbolada  de  un  riacho  seco, 
la  cual  subsistió  poco  tiempo.  No  he  encontrado  otra 
explicación  a  ese  nombre  de  Benavente  sino  en  la  devo- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  °M 


ción  que  los  españoles  de  esa  época  tenían  a  un  monje 
así  llamado,  muerto,  según  decían,  en  olor  de  santidad  y 
al  cual  se  le  atribuían  los  más  extraordinarios  milagros. 
Según  el  P.  Errázuris,  los  dominicos  recorrían  ya,  en 
1586,  la  provincia  de  Cuyo  para  enseñar  el  evangelio 
a  los  indígenas  y  no  es  difícil  que,  poco  después,  llegaran 
a  la  sierra  puntana,  al  amparo  de  aquel  destacamento 
destinado  a  establecer  un  fuerte  allí  mismo.  Pero,  el  do- 
cumento más  antiguo  que  se  conoce,  relacionado  con  la 
fundación  de  la  capital  puntana,  es  un  título  del  año 
1594,  otorgado  por  el  general  don  Luis  de  Jofré  a  favor 
de  Juan  de  Barreda  Estrada  e  hijos,  de  las  tierras  del 
Carrizal  (Estancia  Grande)  y  Rosario  (La  Toma).  Este 
general  se  titulaba  conquistador  y  poblador  de  esta  ciu- 
dad de  San  Luis  Nueva  Palmira  del  Rio  Seco.  Este  dato 
también  lo  he  visto  confirmado  en  el  testamento  del 
mayor  Marcos  Muñoz,  que  lleva  la  fecha  de  1713,  al  re- 
ferirse aun  título  de  la  Estancia  Grande,  poblada  por  su 
yerno,  Baltasar  de  Miranda. 

La  planta  de  esta  ciudad  estuvo  como  a  una  legua 
más  al  oeste  de  la  actual  capital,  lugar  llamado  El  Ta- 
lar, donde  aun  se  ven  los  vestigios  de  tapias  y  de  calles. 

La  fundación  ordenada  por  el  gobernador  de  Chile, 
Oñez  de  Loyola,  en  1596,  vino  a  coincidir  con  el  lugar 
designado  por  Jofré,  tres  años  antes,  para  la  traza  de 
dicha  ciudad,  la  cual  parece  haber  sido  abandonada  al 
poco  tiempo,  pues  Jofré  estuvo  de  paso,  regresando  a 
Chile  con  su  escolta,  donde  recrudecía  la  guerra  con  los 
araucanos,  en  cuya  lucha  ya  se  había  distinguido  como 
un  valeroso  capitán. 

En  otro  título  de  la  merced  del  Portezuelo,  adjudica- 
da al  entonces  capitán  Marcos  Muñoz,  en  el  año  1643, 
se  encabeza  dicho  documento  así:  En  San  Luis  de  Loyola 
Rio  Seco  de  Medina.  Allí  mismo  consta  que  se  hizo  una 
nueva  distribución  de  tierras  para  reedificar  la  ciudad, 
así  como  que  se  adjudicaron  suertes  de  estancias,  desti- 
nadas al  fomento  de  la  ganadería,  principalmente  en  las 
riberas  del  Río  V,  fundándose  en  esa  época  la  Estancia 


33  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

del  Rey.  Este  Muñoz  había  sido  el  principal  agente  de  la 
reconstrucción  déla  ciudad  en  1632,  cuando  desempeña- 
ba el  cargo  de  alcalde  de  primer  voto,  y,  en  premio  de 
sus  grandes  servicios,  se  le  había  otorgado  una  importan- 
te merced  de  tierras  y  una  encomienda. 

En  documentos  posteriores,  nos  encontramos  con  la 
denominación  San  Luis  de  la  Punta  de  los  Venados  o 
de  la  Sierra.  Existen  referencias  de  que  la  ciudad  fué 
trasladada  más  al  naciente,  cerca  de  las  primeras  aguas, 
ocupando  parte  del  Bajo,  donde  los  jesuítas  establecie- 
ron su  viñedo  y  algo  del  Bailado,  hacia  la  orilla  derecha 
del  río,  tierras  que  eran  muy  fértiles  y  de  fácil  riego. 

Cuando  en  1691  vino  a  visitar  San  Luis  el  gobernador 
de  Cuyo,  Tomás  Marín  de  Pobeda,  el  Cabildo  le  presentó 
un  memorial  en  el  cual  le  hacía  presente,  entre  otras 
cosas,  que  la  ciudad  había  cambiado  tres  veces  de  situación. 
Este  interesante  documento  viene  a  confirmar,  plenamen- 
te, cuanto  acabamos  de  decir,  y  explica  también  esos 
cambios  de  nombre. 

Desde  el  principio  de  su  establecimiento,  los  españo- 
les entraron  en  amistosas  relaciones  con  los  michilingues, 
que  habitaban  el  valle  del  Chorrillo  y  parte  sud  de  la 
ciudad,  merced  a  la  prudencia  y  celo  apostólico  de  los 
dominicos  que  vinieron  con  los  primeros  pobladores. 

Ya  dijimos  que  los  aborígenes  de  esta  región  tenían 
una  relativa  cultura,  un  carácter  dócil  y  que  eran  aptos 
para  asimilarse  la  vida  civilizada,  circunstancias  que  hi- 
cieron más  humano  el  sistema  de  las  encomiendas,  mien- 
tras que,  en  otras  partes,  los  indígenas  sucumbían  a  los  ri- 
gores de  una  esclavitud  y  de  unas  fatigas  a  las  cuales  no 
estaban  acostumbrados.  Prueba  evidente  de  esta  fácil 
sumisión,  es  la  alianza  con  uno  de  los  principales  caciques 
de  los  michilingues  llamado  Koslay,  con  la  única  condi- 
ción de  reconocer  la  autoridad  del  soberano  español  y 
de  someterse  a  sus  legítimos  representantes. 

Una  de  sus  hijas  fué  bautizada  solemnemente  con 
el  nombre  de  Juana  y  se  desposó  con  un  oficial  Gómez 
Isleño,  al  cual  se  le  otorgó  la  merced   de  las  tierras   de 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  39 

Río  V,  hasta  el  límite  con  Córdoba.  De  este  matrimonio 
nació  Inés  Gómez  Isleño,  quien  casó  con  el  teniente 
Vicente  Pérez  de  Moreno,  padre  de  uno  de  los  púntanos 
más  valerosos  e  inteligentes  de  la  época,  Pedro  Pérez 
Moreno,  en  el  cual  parecía  haberse  fundido  la  perspica- 
cia del  aborigen  con  la  intrepidez  legendaria  del  conquis- 
tador. 

Muchos  otros  españoles  imitaron  ese  ejemplo,  despo- 
sándose con  las  jóvenes  indígenas  y  constituyendo  así 
las  primeras  familias  de  criollos  que,  aunque  dispersas 
en  la  vasta  campaña,  fueron  los  elementos  con  los  cuales 
debían  formarse  los  futuros  núcleos  de  las  poblaciones 
puntanas,  comenzando  por  su  propia  capital.  Para  con- 
seguir este  propósito,  el  Cabildo  se  vio  obligado  a  disponer, 
en  1636,  «que  todos  los  moradores,  después  de  concluir 
las  tareas  de  las  sementeras,  volviesen  a  poblar  la  ciudad, 
so  pena  de  confiscación  de  sus  bienes» .  Así  fué  como,  por 
estos  medios  artificiales,  se  pudo  sostener  aquel  núcleo 
reducido  de  población,  condenada  a  vegetar  en  el  aisla- 
miento y  en  el  abandono  por  la  incuria  de  la  autoridad 
colonial.  En  cuanto  a  las  autoridades  locales,  apenas  si 
su  acción  y  sus  míseros  recursos  les  permitían  proveer 
del  agua  más  indispensable  a  la  vida  y  al  cultivo  de  huer- 
tas, dentro  del  limitadísimo  radio  de  la  planta  urbana. 

La  jurisdicción  de  San  Luis  de  Loyola  tenía  límites 
bien  determinados,  comprendidos  de  este  a  oeste,  dentro 
de  la  sierra  alta  de  Comechingones  que  la  separa  de 
Córdoba,  y  el  Río  Desaguadero,  que  la  separa  de  Mendo- 
za. Por  el  norte,  limitaba  con  San  Juan  y  la  Rioja,  mien- 
tras que  por  el  sud  y  sudeste  ejercía  dominios  hasta 
Achiras,  desagües  del  Río  V  y  curso  medio  del  Salado, 
campos  que  sus  habitantes  comenzaron  a  poblar  desde 
los  primeros  tiempos  de  su  establecimiento. 

Tan  vasta  región  ofrece  el  aspecto  más  variado  e 
interesante,  con  sus  sierras  escarpadas,  altiplanicies  y 
cimas  gigantescas  de  dos  mil  metros  de  elevación,  en 
cuyos  senos  se  encuentran  grandes  riquezas  minerales; 
con  sus  fértiles  y  dilatados  valles,  con  sus  suaves  decli- 


40 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


ves  hacia  el  sud,  interrumpidos  a  largas  distancias  por 
cerros  aislados  como  el  Tala,  Charloni  y  Várela,  que,  cua- 
les vigías,  se  levantan  sobre  Ja  uniforme  llanura  pampeana. 
En  su  parte  oeste  se  nota  una  gran  depresión  del 
terreno,  entre  la  Sierra  de  la  Punta  y  el  cordón  granítico 
del  Pencoso,  formando  lo  que  se  llama  la  Cañada  del  Bal- 


Espadas  de  la  época  colonia*,  que  pertenecieron  a  los  conquistadores 
de  San  Luis  -  (Museo  Histórico  Nacional) 

de,  lecho  desecado  de  un  gran  río  que,  en  tiempos  muy 
remotos,  corrió  a  bordes  plenos  por  la  actual  gran  trave- 
sía. El  clima  es  seco  y  el  subsuelo  arenoso;  pero  todo  el 
territorio  está  bien  arbolado  y  cubierto  de  buenos  pastos. 
Si  bien  es  verdad  que  no  posee  grandes  corrientes,  fuera 
del  Kío  V,  Conlara  y  Salado,  ni  otros  depósitos  de  mayor 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  41 

consideración  que  el  lago  Bebedero,  lagunas  Soven  y 
Acollaradas,  en  el  sud,  en  cambio  bajan  de  las  sierras 
multitud  de  arroyos,  así  como  en  todas  partes  se  embal- 
san las  aguas  pluviales  para  aplicarlas  a  los  cultivos 
más  variados  y  productivos. 

Dijimos  que  en  las  proximidades  de  los  arroyos  se 
reconcentró  la  población  aborigen.  Su  movimiento  in- 
migratorio dentro  del  territorio,  no  se  apartó  jamás  del 
curso  de  las  aguas.  Allí  vinieron  también  a  fundirse  los 
nuevos  elementos  étnicos  que  aportó  la  conquista  espa- 
ñola. 


5. — Martín  G.  Oñez  de  Loyola,  nacido  en  Guipúzcoa,, 
en  1540,  era  sobrino  del  patriarca  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, después  San  Ignacio  de  Loyola.  Dedicóse  a  la  carre- 
ra de  las  armas,  revelando  dotes  militares  y  cualidades 
superiores,  merced  a  lo  cual  ascendió  pronto  a  capitán  y 
fué  agraciado  con  el  título  de  Caballero  de  la  Orden  de 
Calatrava.  Había  llegado  al  Perú,  en  1568,  como  capitán 
de  la  guardia  del  virrey  Francisco  de  Toledo.  Hallábase 
en  el  Cuzco,  en  1572,  cuando  este  virrey  resolvió  enviar 
una  expedición  a  Vilcabamba  para  someter  al  Inca  Tupac- 
Amarú  que  había  sublevado  los  indios  contra  la  domina- 
ción española.  Debido  a  su  gran  pericia  y  valor,  consiguió 
tomar  prisioneros  a  los  jefes  Curi-Pancar,  Gualpa-Yu- 
panqui  y  al  mismo  Inca,  servidores  y  familia,  y  los  con- 
dujo al  Cuzco.  Según  la  tradición,  el  último  en  entrar 
a  la  ciudad  fué  Loyola,  que,  personalmente,  conducía  pre- 
so al  hijo  del  sol,  con  una  cadena  de  oro  al  cuello.  Esta  bri- 
llante jornada  hizo  su  reputación  y  labró  su  fortuna.  El 
virrey  lo  autorizó  a  poner  en  sus  armas  la  cabeza  del  Inca 
rebelde,  se  le  confió  un  repartimiento  en  Arequipa,  que 
le  aseguraba  una  buena  renta,  y  se  le  permitió  el  casa- 
miento con  la  descendiente  de  los  Incas,  Beatriz  Clara 
Coya,  hija  de  Sayri-Tupac,  hermano  del  infortunado 
Tupac-Amarú    y   heredera   del   señorío   de   Urubamba. 


42 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  43 

Educada  convenientemente,  fué  la  digna  compañera  de 
aquel  noble  y  valeroso  caballero. 

Loyola  desempeñó  el  cargo  de  gobernador  de  Potosí 
y  otros  importantes  destinos  en  el  Perú,  haciéndose  no- 
tar en  todas  partes  por  su  vida  ostentosa  y  su  generosi- 
dad. Hizo  por  su  cuenta  una  leva  de  200  hombres  y  los 
envió  a  la  conquista  de  Chile,  méritos  que  se  tuvieron 
muy  en  cuenta  para  designarlo  gobernador  y  capitán 
general  de  ese  territorio,  con  el  encargo  de  terminar  la 
conquista.  La  empresa  era  digna  de  su  rango,  de  sus  dis- 
tinguidas cualidades  militares  y  de  su  ambición. 

En  1592  desembarcó  con  gran  pompa  en  Valparaíso 
y  pasó  a  prestar  el  juramento  de  estilo  ante  el  Cabildo 
de  Santiago.  Desde  luego,  inició  la  campaña,  confiándola 
a  sus  más  acreditados  oficiales,  y  marchó  en  persona  a 
Concepción,  en  auxilio  de  uno  de  sus  tenientes  sitiada 
en  Arauco.  Allí  encontró  las  tropas  en  un  estado  deplo- 
rable por  las  fatigas  y  miserias  sufridas.  En  tal  situación, 
reunió  un  consejo  de  oficiales,  para  resolver  sobre  la 
conveniencia  de  continuar  una  campaña  tan  penosa, 
opinando  todos  que  se  solicitaran  nuevos  auxilios  al  Pe- 
rú, sin  perjuicio  de  buscarlos  en  el  mismo  Santiago. 
Pero  ya  su  protector,  el  virrey  Toledo,  había  dejado  el 
poder,  y  el  Cabildo  de  Santiago  estaba  decidido  a  evitar 
nuevos  reclutamientos,  en  vista  de  tan  estériles  sacri- 
ficios de  vidas  y  de  haber  agotado  todos  los  recursos 
para  someter  a  los  indomables  araucanos.  En  medio- 
de  tan  grandes  obstáculos  se  agiganta  más  la  figura  de 
Loyola,  pues  resuelve  continuar  la  empresa  con  los  ele- 
mentos que  pudiese  reunir,  y,  entretanto,  funda  el 
fuerte  de  Santa  Cruz  en  la  orilla  del  Biobio.  Despliega 
una  actividad  infatigable,  se  multiplica  para  atender  los 
puntos  amenazados,  ya  que  no  era  posible  avanzar  un 
paso.  Por  fin  recibe  un  refuerzo  de  consideración,  com- 
puesto de  200  hombres.  En  esa  oportunidad  mandó  a  uno 
de  sus  tenientes,  y  no  falta  quien  asegure  que  fué  un 
hermano  a  Mendoza,  con  el  encargo  de  seguir  hasta  la 
Sierra  de  la  Punta  y  fundar  allí  un  fuerte,  para  proteger, 


44  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


-como  hemos  dicho,  las  comunicaciones  entre  Chile,  el 
Tucumán  y  el  actual  litoral  argentino.  Tal  empresa  fué 
realizada  con  el  mayor  éxito. 

Intertanto,  seguía  en  persona  la  cruenta  guerra  con 
los  araucanos,  hasta  que,  sorprendido  por  el  Toqui  Pa- 
llamachu,  fué  muerto  con  varios  oficiales,  misioneros  y 
50  soldados  en  Curulava,  a  orillas  del  río  Lumaco,  el 
22  de  noviembre  de  1598.  Así  terminó  su  brillante  ca- 
rrera aquel  esforzado  caballero,  digno  cruzado  de  la  cau- 
sa de  la  civilización  y  de  la  fe,  pues  había  heredado  de 
sus  antepasados  el  temple  del  soldado  y  del  misionero. 
Con  la  muerte  de  Loyola  sufrió  un  gran  contraste  la  con- 
quista araucana;  despobláronse  las  colonias  de  Angol, 
Coya  y  otros  fuertes  avanzados,  cundiendo,  además,  un 
profundo  desaliento  para  acometer  de  nuevo  tan  difí- 
cil empresa. 

Al  morir  dejó  en  Concepción  a  su  viuda,  cuya  hija 
única,  Ana  María,  había  nacido  en  el  Cuzco,  y  a  la  cual 
el  rey  Felipe  III  dio  el  título  de  Marquesa  de  Oropesa. 
En  1622  fué  trasladada  a  España,  con  la  madre,  para  evi- 
tar que  los  indígenas  abrigaran  la  esperanza  del  resta- 
blecimiento de  los  Incas  en  la  persona  de  uno  de  sus 
descendientes  directos,  a  cuyo  origen  agregaba  los  pres- 
tigios de  llevar,  además,  la  sangre  y  el  apellido  de  los 
Loyola. 

Ana  María  casó  en  España  con  don  Juan  Henríquez 
de  Borja,  hijo  de  don  Juan  de  Henríquez  de  Almanza, 
tercer  Marqués  de  Alcañices  y  de  doña  Juana  de  Borja 
y  Aragón,  hija  de  San  Francisco  de  Borja,  duque  de  Can- 
día. He  aquí  la  genealogía  de  los  más  cercanos  descendien- 
tes de  Loyola. 

Martín  G.  Oñez  de  Loyola,  sobrino  dé  San  Ignacio  de 
Loyola,  casó  con  Beatriz  Clara  Coya,  hija  de  Sayrí-Tu- 
pac  y  de  Beatriz  Curihuarcay. 

De  este  matrimonio  nació: 

Ana  María  Coya  de  Loyola,  Marquesa  de  Oropesa, 
quien  casó  con  Juan  Henríquez  de  Borja',  en  su  matri- 
monio tuvieron  tres  hijos: 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


45 


1.°  Juan  Henríquez  de  Borja,  Inca  Loyola,  Marqués 
de  Alcañices,  Conde  de  Almanza,  Marqués  de  Oropesa, 
Grande  de  España,  Comendador  de  Calatrava,  Parien- 
te Mayor  de  los  Caballeros  Incas  del  Perú  y  Señor  de  la 
casa  de  Loyola. 

2.°  Don  Alvaro,  caballero  de  la  Orden  de  Santiago. 

3.°  Doña  Francisca,  Dama  de  la  Reina,  que  casó  con 
el  Marqués  de  Peña- Alba. 

Tal  es  la  descendencia  del  ilustre  fundador  de  San  Luis. 


Firma  autógrafa  de  D.  Martín  G.  Oñez  de  Loyok 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  47 


CAPITULO  II 

SUMARIO:  1. — La  colonia. — Iniciación  de  su  vida  administrativa. 
— San  Luis  solicita  se  le  señale  jurisdicción  propia  y  la  facul- 
tad de  nombrar  gobernador. — El  Cabildo  desconoce  al  gober- 
nador español  y  confirma  a  Pérez  Moreno.  2. — Misión  de  Ro- 
dríguez de  Gamboa. — Levantamiento  general  ele  indios. — El  ca- 
pitán Pérez  Moreno  expediciona  contra  los  indios  y  salva  la 
ciudad. — Tributo  que  debían  pagar  los  indígenas. — Protección  a 
los  mismos  a  causa  de  los  malos  tratamientos.  3. — Visita  de  los 
gobernadores  Garro  y  Poveda.  4. — Distribución  de  la  tierra  en 
la  forma  de  mercedes  reales.  5. — Nuevas  invasiones  de  indios. 
— Misión  del  oidor   Dr.   Blanco  de   Laycequilla. 

1. — No  hay  nada  digno  de  especial  mención  durante 
los  treinta  años  subsiguientes  al  establecimiento  de  la 
ciudad  de  San  Luis,  a  no  ser  el  amargo  recuerdo  de  aque- 
lla lucha  a  muerte  con  el  salvaje  de  la  frontera  sud  y 
con  la  miseria,  en  la  cual  hubieron  tantas  veces  de  pe- 
recer sus  escasos  habitantes.  La  ciudad  y  su  jurisdic- 
ción fué  constituida  en  un  «Corregimiento»,  dependiente 
de  Mendoza,  donde  residía  la  capital  de  Cuyo.  El  cargo 
de  «corregidor»  tenía,  en  las  villas  y  poblaciones  apar- 
tadas, las  atribuciones  políticas  y  militares  de  los  gober- 
nadores. 

En  cuanto  al  gobierno  comunal,  estaba  representado 
por  el  Cabildo,  agrupación  de  vecinos  con  limitadísimas 
atribuciones  y  siempre  con  muy  escasos  recursos  para 
poder   realizar   obra   de   alguna   importancia. 

Los  documentos  más  antiguos  del  Cabildo,  que  he- 
mos encontrado  en  el  archivo  puntano,  corresponden 
a  1631.  Por  ese  año  lo  componían  el  maestre  de  campo, 
corregidor,  justicia  mayor,  cabo  y  capitán  de  guerra, 
Pedro  Gómez  Pesoa,  que  era  su  presidente  nato;  por 
los  alcaldes  ordinarios,  capitán  Pedro  Reinoso  y  Robles 


48  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


y  Antonio  Méndez  de  Souza;  por  los  regidores  Alonso 
Muñoz  y  Francisco  Domínguez,  y,  finalmente,  por  el 
alcalde  de  la  santa  hermandad,  Juan  Díaz.  En  la  elec- 
ción del  1.°  de  enero  del  siguiente  año,  fueron  designados 
el  sargento  mayor  Marcos  Muñoz,  como  alcalde  de  pri- 
mer voto;  Juan  Gómez  Isleño,  alcalde  de  segundo  voto; 
Andrés  de  Fuensalida  y  Domingo  Zapata,  regidores 
y  Melchor  Crespín,  alcalde  de  la  santa  hermandad 
entregándose  a  todos  las  varas  de  alcalde,  previo  jura- 
mento, y  a  nombre  del  rey. 

En  el  mismo  acto  consta  que  fué  reconocido  como 
procurador  general  de  la  ciudad  a  Pedro  Pérez  More- 
no, designado  por  su  antecesor  Gómez  Pesoa,  a  nom- 
bre de  su  majestad  y  se  dio  lectura  a  dos  cédulas 
firmadas  por  el  rey,  pidiendo  informes  a  las  audien- 
cias de  Lima  y  de  Santiago  sobre  la  solicitud  hecha 
por  la  ciudad  de  San  Luis,  para  que  se  le  diese  juris- 
dicción de  por  sí  y  la  facultad  de  nombrar  su  propio 
gobernador,  por  estar  muy  distante  de  la  ciudad  de 
Santiago  de  Chile.  Que,  además,  se  le  agregara  a  su 
jurisdicción  la  ciudad  de  la  Nueva  Rio  ja.  poblando 
otra  en  el  Río  Grande,  sesenta  o  setenta  leguas  de  la 
dicha  ciudad  donde  hay  muchos  indios  «vacos»  por  en- 
comendar y  convertir  a  la  santa  fe  y  evitar  así  la  guerra 
que  le  traen  los  infieles,  de  lo  cual  seguirán  otros  buenos 
efectos,  según  lo  expresa  tan  curioso  documento. 

La  segunda  cédula  se  refiere  al  pedido  para  que  se 
les  declare,  precisamente,  «los  términos  de  jurisdicción 
que  tiene  la  dicha  ciudad  y  a  dónde  se  deslinda  de  Cór- 
doba del  Tucumán»,  porque  se  ofrecen  de  ordinario  mu- 
chos pleitos  y  diferencias  que  el  rey,  oído  su  Consejo  de 
Indias,  estaba  decidido  a  concluir. 

Merecen  un  ligero  comentario  estos  dos  interesantes 
documentos,  suscriptos  en  Lisboa  en  1619,  los  primeros 
que  habrían  hecho  ocupar  la  atención  del  soberano  so- 
bre la  remota  existencia  de  San  Luis,  y  por  haberse  pro- 
ducido en  asuntos  de  verdadera  transcendencia  para  sus 
futuros  destinos. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  49 


Hemos  indicado  el  total  abandono  en  que  estuvo 
vegetando  la  ciudad  durante  largos  años,  debido  a  la 
incuria  administrativa  y  a  la  gran  distancia  que  la  se- 
paraba de  las  autoridades  de  Chile,  a  las  que  estaba  su- 
jeta, agregándose  a  esto  las  penalidades  y  demoras  de 
las  comunicaciones. 

Dado  el  formulismo  de  la  administración  colonial, 
el  asunto  más  insignificante  tardaba  años  en  resolverse, 
con  gran  perjuicio  de  los  pobladores.  Así  se  pedían  ele- 
mentos para  la  defensa  contra  los  indios,  que  nunca  lle- 
gaban, mientras  éstos  tenían  en  continua  zozobra  al 
vecindario;  providencias  para  hacer  alguna  obra  de  vi- 
tal importancia,  que  muy  tarde  se  producían  o  que  se 
eternizaban  en  el  expedienteo  de  los  informes  y  vistas 
de  los  pesados  funcionarios  coloniales.  En  situación 
semejante  debió  producirse  el  justificado  pedido  al  rey, 
para  que  se  le  diese  jurisdicción  propia  y  la  facultad 
de  nombrar  su  gobernador,  en  persona  avecindada  e 
interesada  en  la  prosperidad  local.  Y  el  propósito  obede- 
cía a  miras  tan  amplias,  que  comprendía  la  Nueva 
Rioja,  igualmente  aislada,  pobre  y  distante  de  las  auto- 
ridades centrales,  para  formar  con  ambas  poblaciones 
y  territorios,  una  provincia  vasta,  cuya  capital,  San 
Luis,  estaba  en  mejores  condiciones  para  ser  el  asiento 
del  gobierno,  por  encontrarse  equidistante  de  Chile  y 
del  Plata  y  sobre  el  camino  real  de  sus  comunicaciones. 

Una  prueba  de  la  desesperante  tardanza  de  estas 
tramitaciones,  es  el  hecho,  bien  sugestivo,  de  que  en  1619 
se  firmaba  la  real  cédula  pidiendo  informes  para  resol- 
ver la  solicitud  del  Cabildo  puntano,  y  recién  en  1632  se 
le  comunicaba  este  trámite  preliminar,  debiendo  adver- 
tir que  después  de  más  de  un  siglo,  la  Junta  de  pobla- 
ciones de  Chile  mandó  un  comisionado  para  que,  entre 
otros  asuntos,  se  ocupara  de  tomar  datos  sobre  el  par- 
ticular! 

La  solicitud  para  que  se  le  señalara  el  límite  con 
Córdoba,  cuyas  jurisdicciones  no  determinadas,  origi- 
naban   tantos    conflictos    entre    los    vecinos    limítrofes, 


50  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tenía  la  misma  urgencia  e  importancia  y,  eso  no  obstante r 
tampoco    se    produjo    ninguna    resolución    al    respecto. 

Los  vecinos  de  San  Luis  fueron  los  primeros  en 
introducir  el  ganado  vacuno  de  Buenos  Aires,  poblando 
las  primeras  estancias  en  Conlara,  orillas  del  Río  V  y 
Estancia  Grande. 

En  aquellos  hermosos  parajes  tan  adecuados  para 
la  crianza  por  sus  abundantes  pastos,  aguadas  y  buen 
clima,  la  ganadería  se  multiplicó  rápidamente  y  se  des- 
parramó por  los  campos  abiertos  más  lejanos  del  sud  y 
sudeste.  Los  pobladores  de  Córdoba  penetraban  en  la 
jurisdicción  de  San  Luis  y  hacían  continuas  correrías 
para  apoderarse  del  ganado  «alzado  y  orejano»,  según  la 
expresión  local,  con  perjuicio  de  sus  verdaderos  dueños. 

Estos  avances  motivaron  los  consiguientes  reclamos- 
de  los  púntanos  y  de  sus  autoridades,  a  las  de  Córdoba; 
pero  nunca  pudo  cortarse  el  abuso.  Otro  tanto  sucedía 
con  los  avances  de  la  propiedad  territorial,  que  ocasio- 
naron un  semillero  de  pleitos,  los  cuales  se  han  prolon- 
gado hasta  nuestros  días,  con  menoscabo  de  los  derechos- 
púntanos,  como  fué  evidenciado  en  el  litigio  de  límites- 
entre  ambas  provincias. 

Tales  han  sido,  en  sus  primeros  pasos,  los  serios- 
obstáculos  con  que  tuvieron  que  luchar  los  pobladores 
de  San  Luis,  huérfanos  de  un  protector  poderoso,  coma 
los  validos  de  la  corona  que  en  otras  partes  supieron 
sacar  grandes  beneficios  para  sus  vastos  dominios.  Pre- 
cisamente para  salvar  estos  inconvenientes,  propusieron 
prudentes  y  previsoras  medidas  que,  atendidas  a  tiempo, 
hubieran  influido  grandemente  en  sus  futuros  destinos. 


2. — En  la  sesión  del  Cabildo  reunido  el  2  de  abril  de 
1632,  se  presenta  el  regidor  don  Francisco  Rodríguez 
de  Gamboa  y  manifiesta  que  lo  ha  enviado  el  general 
Jerónimo  Luis  de  Cabrera  para  comunicar  el  gran  peli- 
gro que  amenaza  a  toda  la  comarca;  el  alzamiento  ge- 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  51 


neral  de  indios  en  Londres  de  Catamarca,  La  Rioja  y 
San  Juan,  quienes  habían  asaltado  las  poblaciones  y 
muerto  más  de  cien  hombres  y  mujeres.  Que,  según 
referencias  que  tenía  de  un  cacique  sometido,  había 
en  esta  jurisdicción  muchos  indios  juntos  y  en  ac- 
titud belicosa  y  que  si  no  habían  atacado  la  ciudad  era 
por  ser  Pedro  Pérez  Moreno  capitán  muy  valeroso,  el 
cual  ya  los  había  escarmentado  en  la  expedición  que 
llevó  al  norte  hasta  las  sierras  de  Pocho,  protegiendo 
así  los  intereses  y  la  vida  de  los  pobladores  de  la  misma 
frontera  cordobesa. 

En  vista  de  esta  advertencia,  el  Cabildo  resolvió  pe- 
dir a  la  audiencia  de  Chile  confirmase  en  su  puesto,  por 
un  año  más,  a  Pérez  Moreno  y  que  se  arbitrasen  los  re- 
cursos para  contener  a  los  indios  del  sud,  a  fin  de  que 
no    hicieran   causa    común   con   los    serranos. 

El  alzamiento  a  que  se  hace  referencia  fué  el  más 
terrible  de  los  que  soportó  la  Colonia  en  el  antiguo  Tu- 
cumán,  iniciándose  en  1627  y  prolongándose  la  lucha 
a  muerte  durante  diez  años.  El  pacificador  fué  el  general 
Luis  Jerónimo  de  Cabrera,  nieto  del  fundador  de  Cór- 
doba, del  mismo  nombre,  quien  demostró  en  tan  difí- 
cil ocasión  toda  la  entereza  y  la  pericia  de  los  más  ex- 
pertos y  esforzados  capitanes  de  la  conquista. 

En  medio  de  tan  graves  preocupaciones  llegó  el  nom- 
bramiento de  corregidor  a  favor  de  Domingo  Amos  Zapa- 
ta, contra  legítimos  anhelos  del  Cabildo  y  contra  las 
conveniencias  generales.  Esta  designación  produjo  el 
consiguiente  desagrado  en  el  vecindario  por  cuanto  ve- 
nía a  demostrar,  una  vez  más,  la  inutilidad  de  sus  afanes 
para  designar  su  propio  gobernador  y  poder  conservar 
en  su  puesto  a  un  criollo  de  las  altas  cualidades  de  Pérez 
Moreno. 

El  descontento  se  tradujo  en  una  franca  y  resuelta 
oposición  a  reconocer  al  nuevo  regidor.  Al  frente  de 
la  resistencia  se  colocó  el  mismo  Pérez  Moreno  y  el 
hecho  es  digno  de  señalarse  porque  es  la  primera  pro- 
testa contra  el  absurdo  régimen  colonial. 


52 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


La  tolerancia  y  la  resignación  habían  colmado  su 
medida  y,  no  obstante  los  riesgos  de  tal  actitud,  aquéllos 
hasta  entonces  sumisos  vasallos,  se  erguían  altivos  para 
defender  sus  fueros  de  hombres  y  los  sagrados  intereses 
de  la  población.  El  hecho  no  tuvo  otra  consecuencia,  se- 
gún parece,  quedando  triunfante  el  Cabildo  local;  pues 
poco  más  tarde  el  mismo  Pérez  Moreno  era  autorizado 
por  el  gobernador  de  Cuyo,  don  Juan  de  Adaro  y  Arra- 
cola  para  que  reuniera  caballos  y  otros  elementos  de 
guerra  en  la  jurisdicción  de  San  Luis. 


Pérez  aforen  o  salva  la  ciudad 

(Dibujo  de  la  Sra.   Ana   Weiss  de  Bossi) 


Estaba  entregado  a  esta  tarea  cuando  la  ciudad 
fué  sorprendida  y  sitiada  por  una  numerosa  horda  de 
salvajes. 

Pérez  Moreno,  se  puso,  como  siempre,  al  frente  de 
la  defensa,  y  armó  los  vecinos  como  pudo,  levantó  trin- 
cheras, y  no  obstante  la  audacia  de  los  asaltantes  que 
comenzaron  por  prender  fuego  a  la  población,  los  recha- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  53 

zó  bizarramente.  Estos  hechos  le  dieron  gran  prestigio 
y  fué,  por  tan  legítimos  títulos,  el  arbitro  de  la  situa- 
ción local.  Por  esa  época  se  dio  cuenta  en  el  Cabildo 
de  la  real  cédula  de  1633  dirigida  al  gobernador  de  Chi- 
le, don  Francisco  Lasso  de  la  Vega,  en  favor  de  los  in- 
dios, para  que  gozasen  de  entera  libertad,  no  fueran  for- 
zados a  prestar  servicios  personales  a  los  encomenderos 
y  pagasen  sus  tributos  en  especies,  productos  naturales 
o  de  sus  cosechas  que  hubiesen  cómodamente  adquiri- 
do. Humanitarias  y  sabias  medidas  que  venían  a  tiem- 
po, en  presencia  de  las  denuncias  del  mal  trato  que  su- 
frían los  indios  sometidos  en  todas  partes,  los  cuales 
eran  diezmados  por  los  rudos  trabajos.  Sin  embargo, 
esas  disposiciones  estaban  tan  distantes  de  cumplirse, 
como  la  distancia  que  mediaba  entre  España  y  sus  co- 
lonias americanas. 

Con  respecto  a  los  tributos  que  debían  pagar  los 
naturales,   la   corona   dictó   la   siguiente  resolución: 

«Mandamos  que  los  indios  de  las  ciudades  de  Men- 
doza, San  Juan  y  San  Luis  de  Loyola  y  sus  términos, 
dondequiera  que  se  hallaren,  ausentes  de  sus  tierras  o 
presentes,  paguen  de  tributo  8  pesos  de  a  8  reales,  de  los 
cuales  cinco  y  medio  sean  para  el  encomendero,  peso  y 
medio  para  la  doctrina,  medio  peso  para  el  corregidor 
y  medio  para  el  protector,  aun  ha  de  cesar  cualquier 
otro  salario  que  hasta  ahora  hallen  llevado  en  bienes  de 
indios,  resmos  o  precios  de  sus  alquileres,  y  el  corregidor 
de  estas  tres  ciudades  les  visite  todos  los  años  y  viva  en 
cada  una  de  ellas  algún  tiempo,  y  el  protector  no  re- 
sida en  la  ciudad  de  Santiago  sino  en  las  dichas  ciudades, 
asistiendo  con  el  corregidor  para  amparar  los  indios, 
pena  de  que  no  se  le  dé  ningún  sueldo.» 

En  el  Cabildo  se  leyó  el  12  de  septiembre  de  1636 
una  orden  real  complementaria  de  la  anterior,  prohi- 
biendo se  saquen  los  indios  de  aquí  para  otra  parte.  El 
fiscal  de  Chile,  Dr.  Machado  de  Chaves,  dirige  al  gobier- 
no una  denuncia  en  favor  de  los  indios  de  la  jurisdicción 
de  San  Luis,  dándole  cuenta  de  las  crueldades  que  se 


54  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

cometían  con  ellos,  pues  dice  que  los  encomenderos 
los  tienen  acollarados  y  en  esa  forma  los  transportan 
a  largas  distancias. 

Es  de  advertir  que  tal  tratamiento  se  daba  a  los 
indígenas  sometidos  por  la  fuerza,  o  prisioneros  de  gue- 
rra, para  evitar  su  deserción. 

Una  cédula  de  Felipe  IV  prohibía  nuevamente  las 
tales  crueldades  y  aplicaba  una  multa  de  500  pesos  al 
que  condujese  indios  en  colleras.  En  la  legislación  sobre 
indios  se  prohibía  que  fueran  llevados  a  regiones  de  don- 
de eran  originarios,  se  prohibía  su  esclavitud  y  su  venta, 
obligándose  a  los  encomenderos  a  enseñarles  el  castella- 
no para  ser  instruidos  en  la  religión  y  los  derechos  que 
los  amparaban. 

Por  entonces  fué  nombrado  Rodrigo  de  Narváez, 
protector  de  los  indios  de  esta  región,  constatando  que 
los  rigores  se  hacían  sentir  a  los  rebeldes  y  levantiscos, 
mientras  que  los  sometidos  eran  tratados  humanamente 
en  San  Luis,  como  ya  lo  hemos  indicado. 

Ya  el  obispo  Salcedo,  en  1676,  en  su  visita  a  Cuyo, 
había  presenciado  el  excesivo  rigor  con  que  los  huarpes 
eran  tratados,  llevándoles  en  mita  a  Chile  con  abando- 
no de  sus  familias,  etc.,  «violando  así  lo  dispuesto  por  las 
reales  cédulas,  se  vio  en  el  caso  de  condenar  con  exco- 
munión mayor  y  100  pesos  de  oro  por  cada  ^ieza  que  se 
sacase  de  Cuyo;  facultando  a  los  vicarios,  curas  y  doctri- 
neros para  que  aplicasen  estas  penas  a  todos  los  enco- 
menderos y  demás  personas  de  cualquier  clase,  así  na- 
turales como  españoles,  si  en  enero  del  año  siguiente  no 
estuvieren  en  sus  tierras  los  indios  que  se  hallaban  fuera 
de  su  naturaleza,  por  alquiler  o  cualquier  otro  modo 
con  que  se  pudo  compelerles  al  abandono  de  sus  ho- 
gares.» (*) 

En  1640  es  nombrado  corregidor  el  capitán  Luis 
López  Gallardo,  que  había  servido  en  la  guerra  contra 
los  araucanos,  y  con  el  encargo  especial  de  sujetar  a  los 

i1)     El  País  de  Cuyo — N.  Larrain. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  55 

indios  rebeldes,  para  lo  cual  debían  alistarse  todos  los 
vecinos,  so  pena  de  ser  castigados,  con  sujeción  a  las 
leyes  militares.  Organizáronse  algunas  expediciones  de 
las  milicias  urbanas,  pero  sin  poder  llevar  una  campaña 
ofensiva  más  allá  de  los  fuertes  de  fronteras.  Los  resul- 
tados fueron  contraproducentes,  pues  se  substrajeron 
brazos  a  la  labranza  de  la  tierra,  ocasionando  una  espan- 
tosa   carestía    de    los    artículos    de    primera    necesidad. 

Años  después,  el  Cabildo  se  ocupa  de  continuar  las 
obras  públicas  suspendidas  por  las  atenciones  de  la  de- 
fensa y  la  miseria  general.  Estas  obras  eran  la  iglesia  y 
el  Cabildo,  las  cuales  se  hacían  con  la  ayuda  de  las  tro- 
pas de  carretas  de  tránsito  a  las  que  se  les  imponía  la 
obligación  de  transportar  la  madera  y  la  de  hacer  otros 
trabajos  con  sus  peonadas.  Los  troperos  protestaron 
ante  el  Cabildo;  pero,  mientras  tanto,  las  autoridades 
locales  les  hicieron  cumplir  la  orden  porque  sin  ese  re- 
curso abusivo,  aunque  justificable,  no  se  podían  reali- 
zar esas  construcciones.  Entonces,  los  troperos  de  Men- 
doza y  San  Juan  recurrieron  en  queja  al  gobernador, 
pues  se  les  imponía  como  derecho  de  peaje  un  trabajo 
personal  que  les  ocasionaba  grandes  perjuicios.  Resol- 
vióse en  1650  que  el  Cabildo  de  San  Luis  no  cobrase 
impuesto  de  peaje  ni  exigiese  a  los  troperos  esos  trabajos; 
circunstancia  que  obligó  a  suspender  las  dichas  obras 
hasta  mejores  tiempos. 

En  1661  se  produjo  un  gran  levantamiento  de  los 
huarpes,  puelches,  pehuenches  y  araucanos,  quienes 
se  habían  confederado  para  atacar  a  los  españoles.  En- 
tonces destruyeron  las  poblaciones  del  valle  de  Ucos 
(S.  Carlos),  Corocorto  (La  Paz)  en  Mendoza,  amenazaron 
a  esta  misma  ciudad,  pusieron  sitio  a  San  Luis  e  hicie- 
ron sus  correrías  por  las  de  Córdoba.  Grandes  sacri- 
ficios impuso  la  defensa  y  a  no  haber  sido  la  previsora 
medida  de  reconcentrar  los  pobladores  y  recoger  las  ha- 
ciendas de  la  región  sud,  hubieran  arrasado  con  todo, 
dejando  a  sus  habitantes  sin  medios  de  subsistencia. 
Durante  los  veinte  años  siguientes  a  estas  calamidades, 


56  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

no  se  encuentran  los  libros  del  Cabildo  ni  se  registra  otro 
hecho  digno  de  mención,  que  el  retiro  a  otras  provincias 
de  muchos  habitantes,  y  las  dificultades  del  Cabildo  para 
hacer  algo  en  favor  de  la  desfalleciente  población. 


3. — En  1682  vino  a  visitar  San  Luis  el  mariscal  de 
campo  D.  José  de  Garro,  quien  presentó  al  Cabildo  su 
nombramiento  de  gobernador  de  Chile.  Dichos  títulos 
fueron  besados  por  los  cabildantes,  y  puestos  encima  de 
sus  cabezas  juraron  obediencia  sobre  los  santos  evange- 
lios y  la  vara  del  señor  capitán  general.  Entre  las  dispo- 
siciones de  Garro,  fuera  de  algunas  mercedes  de  tierras 
que  otorgó  a  nombre  de  S.  M.,  estaba  la  prohibición  de 
que  se  pasase  ganado  de  este  lado  para  el  otro  de  la  cor- 
dillera. Tal  medida  perjudicaba  enormemente  a  los 
ganaderos  púntanos,  pues  era  la  principal  fuente  de  sus 
recursos,  y  manifestaron  al  gobernador  que  si  no  levan- 
taba esa  prohibición,  les  ocasionaría  una  ruina  segura 
y  se  verían  obligados  a  abandonar  el  territorio.  No  obs- 
tante los  poderosos  motivos  en  que  se  fundaba  esta 
petición,  el  gobernador  les  opuso  un  no  ha  lugar.  Tan 
inusitado  proceder  revelaba  la  falta  absoluta  de  buen 
sentido  económico  puesto  que  se  restringía  el  comercio 
y  se  aniquilaba  una  industria  como  la  ganadera,  creán- 
dose una  situación  harto  difícil  a  los  pobladores  de  San 
Luis.  Este  régimen  colonial  no  sólo  no  fomentaba  la 
prosperidad,  sino  que  la  obstaculizaba  con  sus  absurdas 
medidas,  allí  donde  el  esfuerzo  individual  era  capaz  de 
crearla   en   beneficio   del   mismo   tesoro   real. 

En  1691  hizo  una  visita  a  Cuyo  el  gobernador  de 
Chile,  general  Tomás  Marín  de  Poveda.  En  esa  ocasión 
el  Cabildo  le  pasó  un  curioso  memorial  cuyo  resumen 
se  hace  en  estos  términos:  que  este  lugar  es  de  gran  im- 
portancia para  los  pasajeros,  en  medio  de  tan  vasto  des- 
poblado; que  se  ha  cambiado  tres  veces  su  situación; 
que  los  vecinos  son  pobres  y  apenas  pueden  sostenerse; 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  57 


que  con  medios  eficaces  sostuviera  su  conservación,  con 
lo  cual  crecería  el  número  de  sus  vecinos  y  que,  sin  per- 
juicio del  interés  real,  puede  concedérseles  los  fines  si- 
guientes: que  luego  de  su  primera  planta  fueron  sus  mo- 
radores a  Buenos  Aires  y  Córdoba  a  comprar  haciendas; 
que  vueltos,  hicieron  la  segunda  planta;  que  luego, 
procedieron  a  la  tercera;  que  las  haciendas  se  alzaron 
por  los  campos  y  aumentaron  sin  que  sus  dueños,  here- 
deros de  los  que  la  han  traído,  aprovechen  de  ellas;  los 
vecinos  de  Mendoza  y  S.  Juan,  sin  embargo  de  tener 
otros  medios  de  sustentarse,  como  son  las  minas,  viñas 
y  sementeras,  vienen  a  formar  grandes  tropas  de  estos 
animales  alzados  que  quitan  a  sus  dueños  de  aquí  y  cau- 
san graves  daños  a  la  real  hacienda,  como  aparece  adelan- 
te; que  el  Cabildo  pide  se  prohiba  a  dichos  vecinos  de 
Mendoza  y  S.  Juan  entrar  en  las  campañas  de  esta  ju- 
risdicción a  formar  tropas  de  haciendas  para  no  quitar 
a  los  moradores  el  sostén  de  la  vida;  que  sino  se  verán 
obligados  a  irse  a  otra  parte,  quedando  el  perjuicio,  a 
los  pasajeros,  de  una  travesía  de  20  leguas  de  despobla- 
do y  vendría  el  decaimiento  de  las  reales  alcabalas  y 
haciendas;  que  todas  las  demás  ciudades  tienen  nume- 
rosas pulperías  señaladas  y  los  derechos  de  ellas  son 
propios  de  las  ciudades  para  su  gasto  y  por  esto  el  Ca- 
bildo pide  a  su  señoría  le  indique  tres  pulperías  propias 
de  la  ciudad  para  los  gastos  de  sus  festividades,  para 
hacer  la  casa  del  Cabildo,  cárcel  y  calabozos  y  demás 
que  conducen  a  buen  gobierno. 

El  gobernador  Poveda  concede  el  pedido  y  ordena 
que  los  que  vaquean  paguen  un  quinto  al  Cabildo  de  San 
Luis  y  que  tenga  la  ciudad  dos  pulperías,  haciendo  aran- 
cel para  lo  que  en  ellas  se  vendiere. 

Esta  resolución  llenó  de  gozo  a  los  modestos  mora- 
dores de  la  aldea  y  a  sus  autoridades,  no  obstante  los 
pobres  recursos  que  podían  esperar  de  sus  propios  ar- 
bitrios. 


58  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

4. — Durante  la  segunda  mitad  del  siglo  xvn  se  dis- 
tribuyó a  los  favoritos  de  la  corona  toda  la  propiedad 
territorial  de  la  jurisdicción  de  San  Luis,  acordándose 
ese  beneficio  en  la  forma  de  mercedes  reales.  Dice  el 
Dr.  Juan  Agustín  García:  «La  tierra  tuvo  un  papel  pre- 
ponderante en  la  evolución  y  jerarquías  de  la  sociedad 
colonial.  Era  la  única  fuente  de  riqueza  y  de  prestigio 
en  un  pueblo  sin  carreras  liberales,  en  que  el  comercio 
era  despreciado,  y  rozaba,  a  cada  paso,  las  fronteras  de 
la  ley  penal;  que  por  sugestión  hereditaria  y  viejas  tra- 
diciones caballerescas,  dejaba  las  oficinas  industriales, 
ocupaciones  villanas  de  moros  y  judíos,  a  los  negros, 
indios,  mulatos  y  mestizos,  prohibiéndole  otras  profe- 
siones por  «no  ser  decente  que  se  ladeen  con  los  que  ven- 
den y  trafican  géneros.» 

El  afán  de  aquellos  cruzados  y  beneficiados  de  la 
conquista  era  el  de  acaparar  graneles  extensiones  de 
tierra,  para  fundar,  en  su  posesión,  todo  su  orgullo  de 
hombres  de  pro,  por  más  que  las  dejaran  en  el  eterno  aban- 
dono, impidiendo  así  que  fueran  entregadas  al  elemento 
poblador  laborioso.  Baste  saber  que  casi  una  tercera 
parte  de  la  entonces  jurisdicción  de  San  Luis  fué  acor- 
dada a  un  solo  personaje  y  que  el  resto  se  distribuyó  en- 
tre doce  o  catorce  más,  que  fueron  los  señores  feudales 
de  tan  vasto  dominio. 

Ese  fué,  en  la  práctica,  otro  de  los  grandes  errores 
administrativos  y  económicos  del  régimen  colonial,  por 
cuanto  los  compromisos  de  poblarlas,  rara  vez  fueron 
cumplidos  debidamente  y  era  muy  difícil  conseguir  la 
tierra  en  otra  forma,  pues  aunque  su  precio  oscilara  en- 
tre 100  y  600  pesos  la  legua,  eran  interminables  las  tra- 
mitaciones, los  gravosos  impuestos  y  costas  que  debían 
abonarse  antes  de  llegar  a  tomar  posesión  del  bien 
raíz. 

Anteriormente  a  la  época  que  acabamos  de  referir, 
fueron  acordadas,  en  1594,  las  mercedes  del  Carrizal  y 
Rosario,  como  ya  hemos  visto  en  el  capítulo  anterior. 
En  1632  se  concedieron  las  tierras  de  Nogolí  al  capitán 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  59 

Andrés  de  Fuensalida  y  Guzmán,  y  dos  años  después  las 
tierras  y  laguna  de  Ecque  (Bebedero)  a  Juan  de  Bar- 
bosa. El  capitán  Marcos  Muñoz  obtuvo,  en  1643,  las 
tierras  de  Cuchi-Corral,  Portezuelo  del  Chorillo  y  Agua- 
dita,  hasta  limitar  con  Suyuque;  Baltasar  de  Miranda, 
su  yerno,  obtuvo  y  pobló  más  tarde  la  Estancia 
Grande. 

En  1677  se  otorgó  al  maestro  de  campo,  D.  Andrés 
del  Toro  Mazóte,  la  merced  más  vasta  que  se  haya  acor- 
dado en  la  jurisdicción  puntana.  Comprendía  la  Estan- 
zuela,  Uspara,  Sepultura,  Paraje  del  Tilquiche  hasta  los 
Chañares;  al  sud,  Camino  de  Carretas  de  Córdoba;  por  el 
norte,  la  Piedra  Blanca,  y  al  oriente,  la  sierra  alta  de 
Comechingones;  es  decir,  todo  el  hermoso  y  extenso 
valle  de  Concarán.  Como  si  esto  no  fuera  suficiente, 
en  1695  obtuvo  la  región  comprendida  entre  Conlara 
por  el  este  y  la  merced  de  Díaz  Barroso  por  el  oeste; 
por  el  norte,  Guanaco  Pampa,  en  el  actual  departamento 
San  Martín,  y  sobre  el  río  Las  Cañas,  y  por  el  sud,  Las 
Peñas,  en  las  cercanías  del  Saladillo  y  sobre  el  camino 
del  litoral.  Su  apoderado,  capitán  Diego  José  Olguín, 
tomó  posesión  de  esas  tierras  en  1695.  Sacó  la  espada, 
cortó  ramas  y  las  puso  en  el  suelo  en  señal  de  ocupación 
y  dominio. 

En  los  cerros  del  Rosario  o  de  los  Doce  Apóstoles, 
estableció  la  reducción  de  Yocoró,  de  donde  fué  desalo- 
jado por  los  herederos  de  Díaz  Barroso. 

Un  hijo  de  Toro  Mazóte  vendió,  más  tarde,  las  tierras 
del  Palmar  y  Papagayo  a  un  alférez  López;  las  del  Río 
Seco,  al  capitán  Ferreyra,  y  donó  a  los  jesuítas  la  Estan- 
zuela,  que  éstos  llamaron  de  San  Javier. 

A  partir  de  1680  se  otorgaron  a  varios  pobladores 
las  tierras  del  Río  V,  y  entre  otros,  a  Juana  Koslay, 
esposa  del  capitán  Juan  Gómez  Isleño,  quien  obtuvo  una 
merced  desde  el  Salto  de  las  Piedras  Anchas,  sobre  am- 
bas márgenes  del  Río  V,  hasta  la  frontera  cordobesa. 
En  la  frontera  de  S.  Lorenzo  se  adjudicó  otra  porción 
a  D.  Juan  de  Oro  Bustamante  y  Santa  María,  y  más 


60  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tarde,  pobló  allí  una  estancia  D.  Juan  de  Adaro  y  Arra- 
cola,  que  fué  corregidor  de  Cuyo. 

Durante  la  visita  del  gobernador  y  capitán  general 
de  Chile,  D.  José  de  Garro,  en  1682,  otorgó  las  tierras  de 
Tomolasta,  Pancanta  y  Virorco,  a  Francisco  Díaz  Ba- 
rroso, juez  oficial  real,  quien,  según  los  fundamentos  de 
la  concesión,  hacía  46  años  que  servía  al  rey  y  se  hallaba 
entonces  en  suma  pobreza  y  con  20  hijos. 

Ya  a  fines  del  siglo  xvn  se  dio  la  merced  del  Valle 
San  Francisco  del  Monte,  a  Andrés  Sánchez  Chaparro; 
las  de  Socoscora  y  Chañares,  al  alférez  real  Alonso  Ga- 
rro, y  las  de  Suyuque,  a  Cristóbal  Muñoz. 

A  Luis  Lucio  Lucero  se  adjudicaron  sucesivamente 
las  de  Pancanta  y  Tomolasta  y  en  los  límites  con  las  de 
Díaz  Barroso,  las  de  Huascara,  Corral  de  Gasparillos 
e  Invernada.  Por  las  tierras  de  Pancanta  y  Huascara 
hubo  un  pleito  entre  los  herederos  de  Lucio  Lucero  y 
Barroso,  fallándose  en  favor  de  aquéllos.  El  alférez  Lo- 
renzo Sosa  obtuvo  la  merced  de  Paso  Grande;  Juan  Fi- 
del de  Oliva   obtuvo  la  del  Monigote. 

La  merced  del  Agua  Dulce  comprendía  800  cuadras 
de  longitud  y  latitud.  Limitaba  por  el  norte  con  la  caja 
antigua  de  los  Ríos  Tunuyán  y  Desaguadero;  por  el  sud, 
Las  Pampas;  por  el  este,  el  río  Bebedero  y  por  el  oeste, 
con   tierras   realengas. 

En  el  extremo  norte  fueron  adjudicadas  las  tierras  de 
la  Carpintería  y  Cortaderas  a  un  capitán  Becerra,  y  en  la 
parte  opuesta,  en  el  Morro,  obtuvo  el  capitán  Zapata 
una   importante  merced,  quien   la   cedió  a  los  Quiroga. 

Finalmente,  entre  los  grandes  terratenientes  figura- 
ban los  Domínguez  de  la  Punilla,  cuyas  tierras  las  adqui- 
rieron en  1765  y  limitaban  con  la  sierra  alta  de  Comechin- 
gones,  el  Portezuelo  y  las  posesiones  de  los  Quiroga. 
Como  se  ve,  no  quedaba  sin  distribuir,  hasta  entonces, 
más  que  la  región  comprendida  entre  la  gran  travesía, 
el  Desaguadero  y  Huanacache.  La  región  sud  estaba  en 
poder  de  los  ranqueles  y  pehuenches  que  se  enseñoreaban 
con  el  dominio  de  sus  tan  vastos  territorios. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  61 

Estas  concesiones,  hechas  sin  previo  estudio  ni  men- 
sura, fueron  un  semillero  de  pleitos  que  han  durado 
hasta  nuestros  días.  Además,  los  lindes  no  siempre  se 
apoyaban  en  accidentes  topográficos  estables,  a  lo  cual 
debían  agregarse  las  deficiencias  para  calcular  las  medi- 
das y  para  hacer  las  mensuras. 

Debemos  decir  también  que  el  valor  de  la  tierra  era 
tan  escaso  que  no  compensaba  el  costo  de  una  mensura, 
y  es  así  como  se  fueron  dejando  en  el  mayor  abandono. 

Para  remediar  estos  inconvenientes,  vino,  en  1779, 
el  maestre  de  campo,  D.  Luis  de  Salinas,  juez  subdele- 
gado y  agrimensor  de  tierras  baldías  y  realengas  o  del 
rey.  Notificó  al  vecindario  de  toda  la  jurisdicción  puntana 
para  que  presentaran  los  títulos  de  propiedad,  y  advir- 
tió, a  los  que  estuvieran  ocupando  tierras  realengas, 
el  deber  de  abonar  arrendamiento  o  desalojarlas  sin  más 
trámite.  Los  títulos  reconocidos  eran  los  otorgados,  a 
nombre  de  Su  Majestad,  por  la  capitanía  general  de  Chi- 
le   o    la   Audiencia   de   Santiago. 

Regularizó  algo  la  situación  de  algunos  que  ocupaban 
las  tierras  a  justo  título  o  por  un  largo  tiempo  de  no  in- 
terrumpida posesión,  principalmente  entre  aquellos  que  se 
habían  distinguido  en  los  servicios  de  carácter  público. 

Tal  fué  la  distribución  territorial  de  San  Luis,  y  no 
obstante  los  inconvenientes  señalados,  ha  sido  la  base 
de  su  relativa  prosperidad,  por  el  incremento  que  tomó 
la  cría  de  ganado,  principal  artículo  de  la  industria  y  del 
comercio  local. 


5. — El  siglo  xviii  se  inicia  para  San  Luis  bajo  bue- 
nos auspicios,  debido  a  la  prosperidad  de  la  ganadería 
y  a  los  nuevos  elementos  de  población  que  afluyeron  de 
Mendoza  y  de  Chile  para  ocupar  las  tierras,  tan  pródi- 
gamente distribuidas  por  la  munificencia  real.  También 
los  dominicos,  que  desde  la  fundación  de  la  ciudad  se 
encontraban  allí  establecidos,  fundaron  el  convento  de 
Predicadores   de   Santa    Catalina. 


62  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Poco  después  se  establecieron  reducciones  en  el 
Fuerte  San  José  del  Bebedero,  en  el  Gigante  y  Nogolí, 
ocupando  puntos  adecuados  para  realizar  su  misión 
evangélica. 

Por  otra  parte,  comenzaba  a  insinuarse  cierta  acti- 
vidad comercial,  adquiriendo  alguna  importancia  el 
intercambio  de  productos,  fomentado  por  las  tropas 
de  arrias  y  carretas  de  Mendoza  y  San  Juan  en  su  trán- 
sito a  Córdoba  y  al  litoral. 

Sin  embargo,  le  acechaba  de  nuevo  el  peligro  del 
salvaje,  la  eterna  pesadilla  de  los  pobladores  disemi- 
nados en  la  vasta  y  desierta  campaña.  En  1711,  el  co- 
rregidor de  Cuyo  ordenó  al  comandante  Juan  de  Mayor- 
ga  y  al  capitán  Luis  Lucio  Lucero  que  organizaran 
un  cuerpo  de  caballería  de  80  hombres  para  salir  en 
persecución  de  los  indios  sublevados.  Contenidos  sus 
avances,  volvieron  al  año  siguiente  sorprendiendo  la 
reducida  población  de  San  Luis.  La  resistencia  de  sus 
habitantes  fué  tenaz  y  desesperada,  pero  inútil  ante  el 
número  de  los  asaltantes,  cada  vez  más  envalentonados 
por  la  cantidad  escasa  de  los  defensores.  La  ciudad 
fué  tomada,  saqueada  y  entregada  al  incendio.  Los  po- 
cos que  escaparon,  se  refugiaron  en  el  fuerte  y  en  el 
convento  de  predicadores.  Cuando  llegaron  auxilios  de 
Mendoza,  ya  los  indios  habían  desaparecido,  camino 
al  desierto,  llevándose  algunos  cautivos  y  grandes  tropas 
de  ganado.  Después  de  tan  rudo  contraste,  las  autori- 
dades locales  y  todo  el  vecindario  se  empeñaron  en  res- 
tablecer las  pobres  viviendas  y  en  llevar  la  tranquili- 
dad a  los  ánimos  quebrantados  por  tantas  calamidades, 
pues  llegó  a  carecerse  hasta  de  alimentos.  Sólo  la  sobrie- 
dad y  la  fortaleza  moral  de  aquellos  pobladores,  pudo 
salvarlos  de  su  total  destrucción. 

En  1720  volvieron  los  ranqueles  y  pehuenches  a 
invadir  por  la  frontera  sud;  arrasaron  las  estancias  del 
Río  V;  penetraron  en  el  Morro,  Renca  y  llegaron  hasta 
Santa  Bárbara,  sembrando  en  todo  el  territorio  la  deso- 
lación y  la  muerte.  Este  fué  el  azote  más  terrible  y  fre- 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  63 


cuente  que  impidió  el  desarrollo  de  aquellas  poblaciones, 
no  obstante  la  bondad  del  clima,  sus  excelentes  campos 
de  pastoreo  y  sus  riquezas  naturales.  Por  entonces  se 
reforzó  la  Frontera,  estableciéndose  los  fuertes  de 
Morro,  Pulgas,  y  otros  cantones  sobre  el  Río  V,  Cerro 
de  Lince  y  Várela.  Durante  algún  tiempo  se  gozó  de  tran- 
quilidad, aunque  a  principios  de  1738  las  autoridades 
recibían  la  noticia  de  una  próxima  invasión,  calculada 
en  más  de  2.000  indios,  que  estaban  parlamentando 
para  combinar  un  ataque  sobre  San  Luis  y  frontera  de 
Córdoba. 

Reconcentradas  las  escasas  milicias  y  los  vecinos 
citados  para  reforzarlas,  con  todos  los  elementos  de  com- 
bate y  de  movilidad,  se  consiguió,  por  entonces,  desviar 
el  golpe,  aunque  era  sólo  una  tregua,  en  espera  de  mejor 
oportunidad  para  realizar  el  feroz  malón. 

Después  de  tantas  calamidades,  parece  que  la  Junta 
de  Poblaciones  de  Chile  dispuso,  en  1748,  que  pasase  un 
comisionado  a  practicar  una  inspección  en  todo  el  te- 
rritorio cuyano  para  ver  de  remediar  las  necesidades 
de  sus  poblaciones  y  fomentarlas,  poniéndolas  al  abrigo 
del  salvaje.  Para  esta  misión  fué  designado  el  Dr.  Grego- 
rio Blanco  de  Laycequilla,  miembro  de  la  Audiencia 
de  Santiago,  quien  se  excusó,  fundándose  en  que  las  fun- 
ciones de  oidor  le  impedían  alejarse  del  tribunal  sino 
en  casos  graves,  y  por  las  enormes  dificultades  de  una 
misión  que  le  imponía  el  deber  de  recorrer  tan  dilatados 
desiertos  basta  los  términos  de  Las  Pulgas  donde  «hay 
riesgo  grande  de  indios».  Recién  cuando  exponían  sus 
personas,  los  funcionarios  coloniales  daban  el  grito  de 
alarma  sobre  los  peligros  que  amenazaban  a  los  habi- 
tantes, abandonados  a  sus  propios  elementos  de  defensa. 

Según  el  auto  de  la  Junta  de  Poblaciones  de  1752, 
debía  erigirse  en  la  jurisdicción  de  San  Luis,  «un  pueblo, 
en  paraje  nombrado  Pulgas,  que  sirva  de  reducción  y 
abrigo  a  los  hacendados  que  se  hallan  en  aquella  vecin- 
dad, y  de  frontera  igualmente,  a  la  referida  ciudad  de 
San  Luis.  Otro,  en  el  sitio  nombrado  de  Renca,  a  las  in- 


64  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

mediaciones  de  la  capilla  que  hay  con  ese  título,  y  otro 
en  el  pasaje  nombrado  «Las  Tablas». 

El  Dr.  Blanco  de  Laycequilla  dio  su  opinión  sobre 
el  particular,  en  la  excusación  que  presentó: 

«Propuesto  lo  impracticable  de  esta  comisión,  se 
ofrece  particular  dificultad  en  tres  villas  que  me  mandan 
fundar  en  la  jurisdicción  de  San  Luis;  esta  ciudad  tiene 
más  de  150  años  de  fundación  y  parece  un  desierto, 
sin  cárceles,  casas  de  Cabildo,  ni  alguna  obra  pública  y 
muy  pocas  pajizas  habitaciones  de  particulares;  los  ve- 
cinos con  quienes  se  han  de  fundar  los  tres  lugares  de 
esta  ciudad  de  San  Luis,  si  en  150  años  las  referidas 
providencias  de  su  población,  no  los  hemos  podido  indu- 
cir a  situarse  en  la  principal  ciudad,  \  qué  esperanzas  pue- 
do tener  al  reducirlos  a  las  villas  decretadas?» 

La  pintura  es  exacta  en  cuanto  al  estado  de  la  ciu- 
dad; pero  los  fundamentos  para  oponerse  a  un  restable- 
cimiento son  insostenibles:  1.°  Si  la  ciudad  era  una  mí- 
sera ranchería  de  «pajizas  habitaciones»  se  debía  al  aban- 
dono en  que  la  dejaran  las  autoridades  centrales,  a  mer- 
ced de  los  malones  del  salvaje  como  acabamos  de  referir. 
2.°  El  Cabildo  o  simulacro  de  la  autoridad  comunal  ja- 
más tuvo  rentas  para  realizar  ninguna  obra  ni  faculta- 
des para  arbitrarlas,  al  extremo  de  pedir  al  gobernador 
Garro  el  privilegio  de  establecer  dos  pulperías  para  ha- 
cerse de  algunos  recursos.  3.°  Que  la  población  estaba 
dispersa  en  la  vasta  campaña  porque  es  sabido  que  sus 
habitantes  se  dedicaban  principalmente  a  la  cría  de 
ganados,  y,  finalmente,  con  el  sistema  de  distribuir  la 
tierra  entre  unos  pocos  favoritos,  no  era  posible  formar 
núcleos  de  población,  donde  no  había  ninguna  industria 
fuera  de  la  enumerada,  pues  la  agricultura  necesitaba 
los  alicientes  de  un  reparto  equitativo  de  tierras  y  el 
aseguramiento    contra    el    riesgo    de    indios. 

Por  aquí  debió  comenzar  la  Junta  de  Poblaciones. 
No  se  decretan  ciudades  cuando  la  previsión  y  las  con- 
diciones naturales  de  las  cosas  no  pueden  dar  razón 
de  su  existencia. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  65 

Otra  de  las  instrucciones  que  se  dieron  al  comisiona- 
do, era  la  de  hacer  abrir  un  canal  del  Tunuyán  para 
que  éste  proveyese  de  agua  a  Corocorto  (La  Paz)  y  desem- 
bocara por  esa  parte  en  el  Desaguadero.  Con  esta  medida 
se  creía  remediar  la  carencia  de  agua  entre  la  ciudad  de 
San  Luis  y  la  Cañada.  Todo  esto  revela  la  escasez  de 
conocimientos  topográficos  del  terreno  y  la  falta  de 
acierto,  pues  se  confiaba  a  un  Juez,  la  obra  de  un  inge- 
niero, lo  cual  también  hizo  presente  el  delegado  de  la 
Junta  de  Poblaciones. 

No  obstante  los  fundamentos  en  que  se  apoyaba  el 
Dr.  Blanco  de  Laycequilla  para  renunciar  esa  misión, 
parece  que  no  se  tuvieron  en  cuenta,  y  el  señor  oidor 
tuvo  que  emprender  viaje  a  Cuyo,  sin  más  resultados 
positivos  que  su  extenso  informe  dado  en  Chile,  en  1755, 
publicado  por  el  Dr.  Quesada  en  su  libro  sobre  el  Vi- 
rreinato del  Río  de  la  Plata  y  del  cual  tomamos  los  pá- 
rrafos siguientes: 

«Y  habiendo  preguntado  por  el  archivo  de  esta 
ciudad  de  San  Luis,  averigüé  estar  en  casa  del  alcalde 
de  segundo  voto,  como  siempre  ha  acontecido  y  en 
obedeciendo  a  lo  resuelto  en  el  capítulo  xiii  de  la  ins- 
trucción, pedí  me  lo  manifestara  por  si  en  él  se  encon- 
traba algún  instrumento  que  declarase  los  deslindes  de 
aquella  jurisdicción  con  la  de  Córdoba,  desde  el  sitio 
de  la  Piedra  Blanca  hasta  la  Punta  del  Agua,  y  habien- 
do registrado  un  desencuadernado  envoltorio  de  pape- 
les, sólo  encontré  una  real  cédula  dada  en  Lisboa  a  23 
de  julio  de  1619,  por  la  que  S.  M.  manda  a  esta  Real 
Audiencia  de  Santiago,  informe  sobre  los  deslindes  ya 
referidos  como  parece  de  la  certificación  de  fojas  251, 
y,  vista  esta  antigua  pretensión,  mandé  se  hiciese  infor- 
mación sobre  los  deslindes  de  ambas  jurisdicciones  por 
aquella  parte,  trayéndose  a  la  vista  unos  autos  que  supe 
había  seguido  D.  Bartolomé  Olmedo,  regidor  propieta- 
rio de  la  ciudad  de  Córdoba,  con  Benito  Rodríguez  y 
otros  sujetos  sobre  despojos  de  unas  tierras  sitas  en  la 
Piedra  Blanca. 


66  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

He  aquí  el  interrogatorio:  1.° — Si  sabían  o  habían 
tenido  noticia  dónde  se  dividía  la  jurisdicción  de  la  ciu- 
dad de  San  Luis  de  la  Córdoba,  desde  la  Piedra  Blanca, 
hacia  el  norte,  hasta  la  sierra  que  mira  al  cerro  de  Ula- 
pe,  lindero  de  esta  jurisdicción:  deponen  constantemente 
cuatro  testigos,  que  siempre  han  oído  decir  que  la  Sierra 
Alta  es  la  que  divide  ambas  jurisdicciones,  tomando  des- 
de la  punta  hasta  la  sierra  de  Comechingones  y  de  allí 
se  divide  la  jurisdicción  por  una  sierrita  que  mira  a  Re- 
lape,  lindero  fijo. 

A  la  3.a  sobre  si  es  más  regular,  se  dividan  ambas 
jurisdicciones  por  la  sierra  alta  de  Comechingones, 
que  por  el  río  de  Conlarce  (1),  deponen,  contestes  todos, 
ser  más  propio  se  divida  como  dice  la  pregunta  por  ser 
la  dulcera  (2)  la  punilla  donde  no  hay  controversia  y  al 
cerro  Recolape  (3)  por  la  sierrita  (4). 

Estas  interesantes  referencias  venían  a  resolver  la 
vieja  cuestión  de  los  lindes  precisos  por  el  oriente  de  la 
jurisdicción  de  San  Luis,  las  cuales  se  hicieron  valer  en 
nuestro  litigio  con  Córdoba.  Pero  aun  podemos  hacer 
mérito  de  otra  parte  de  ese  informe,  en  favor  de  los  de- 
rechos tradicionales  de  San  Luis.  Dice  así:  «Cierra  la 
jurisdicción  de  la  provincia  de  Cuyo,  la  ciudad  de  San 
Luis  de  Loyola,  distante  de  la  de  Mendoza  setenta  leguas 
al  oriente,  cuyo  territorio  es  más  fértil  de  la  otra  banda, 
y  se  extiende  su  jurisdicción  ochenta  leguas  de  norte 
a  sur  entre  dos  sierras;  que  la  primera  empieza  desde  la 
misma  ciudad  dirigiéndose  al  norte,  y  a  veinte  y  cuatro 
leguas  la  otra  al  oriente,  principiando  rigurosamente  de 
la  Punilla,  y  divide  las  dos  jurisdicciones  de  la  referida 
ciudad  y  la  de  Córdoba,  y  en  lo  interior  de  estas  sierras 
se  encuentran  muchos  lomajes  con  aguas  competentes 
para  el  riego,  por  cuya  causa  está  todo  ocupado  con  ha- 
ciendas de  vecinos  de  San  Luis,  conservando  estos  mis- 


(!)     Conlara. 

(2)  Cabecera. 

(3)  ülape. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


mos  vecinos  diferencia  con  los  de  Córdoba,  por  haber 
ocupado  éstos  gran  parte  de  las  vertientes  de  la  sierra 
de  su  división». 

Fuera  de  estas  declaraciones,  no  se  tomó  ninguna  me- 
dida para  resolver  definitivamente  el  tradicional  reclamo 
de  San  Luis  sobre  sus  precisos  límites  que  tanta  conve- 
niencia había  en  determinar. 

En  cuanto  al  fomento  de  las  poblaciones,  comenzando 
por  la  Capital,  dispuso  ordenar  a  todos  los  vecinos  que 
tuviesen  sitios,  los  cercaran  de  muro  y  edificaran;  a  los 
dispersos  en  la  campaña  y  que  tuviesen  casa,  a  traer  sus 
familias  a  habitarlas;  y  a  otros  pudientes,  a  que  se  hicie- 
ran de  propiedades  para  nuclear  la  población  de  San  Luis 
y,  como  dice  el  auto:  «lograr  el  pasto  espiritual».  El 
que  no  diese  cumplimiento  perdería  la  propiedad  y  se  le 
aplicaría  una  multa  de  200  pesos  que  se  sacarían  «de  lo 
más  bien  parado  de  sus  bienes,  aplicados  para  las  obras 
publicas  de  la  Villa  de  San  Lorenzo»  o  sea  el  fuerte  del 
mismo  nombre,  situado  en  la  frontera  sud  del  Río  V. 
El  teniente  de  corregidor  debía  dar  cumplimiento  a 
estas  disposiciones,  so  pena  de  los  más  severos  castigos 
y  multa  de  500  pesos.  A  esta  resolución  se  acompañaba 
una  «lista  de  las  personas  que  tienen  sitio  y  casa  des- 
poblados, y  de  otros  que  no  tienen;  pero  que  pueden 
adquirir  y  poblar.» 

Estas  medidas  estimularon  un  poco  el  trabajo,  co- 
menzando a  construirse  los  muros  de  tapias,  a  cortar 
adobe  y  a  concentrarse  los  materiales  para  las  modes- 
tas viviendas.  Existían  buenas  maderas  de  construcción, 
cal,  arena  y  piedra,  a  la  mano.  Para  favorecer  estos  tra- 
bajos se  dispuso  también  prohibir  el  cultivo  de  los  po- 
treros del  Bajo,  a  fin  de  no  privar  del  agua  necesaria 
al    nuevo    incremento    que    debía    tomar    la     población 

No  tuvo  otra  consecuencia  ni  otros  beneficios  la  mi- 
sión   del    representante    de    la    Junta    de    Poblaciones. 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  69 


CAPITULO  III 

SUMARIO:  1. — Establecimiento  y  expulsión  de  los  jesuitas. — 
Creación  del  virreinato.  2. — Instrucciones  sobre  frontera. — Mi- 
sión del  diputado  Vi  leñes. — Otros  actos  administrativos  de  al- 
guna importancia.  3. — Creación  de  las  Intendencias — Descubri- 
miento de  las  minas  de  la  Carolina. — Visita  del  Marqués  de 
Sobremonte. — Ensanche  de  la  frontera  sud.  4. — Las  invasiones 
inglesas. — Cooperación  de  San  Luis  en  la  defensa  y  reconquis- 
ta de  Buenos  Aires  — Honrosa  nota  del  comandante  de  patri- 
cios don  Cornelio  Saavedra. 

1. — Los  jesuítas  estaban  establecidos  en  Mendoza  des- 
de los  comienzos  del  siglo  xvii  y  poco  más  tarde  pasaron 
a  San  Juan,  donde  eran  muy  solicitados  según  el  P. 
Ovalle;  pues  habiendo  enviado  allí  una  misión  en  1555, 
las  autoridades  locales  no  les  dejaron  volver,  compro- 
metiéndose a  facilitarles  todos  los  elementos  para  que 
establecieran  un  colegio,  independiente  del  de  Mendoza. 
Pero  parece  que  este  primer  establecimiento  fué  abando- 
nado, hasta  que  en  1712  volvieron  a  fundar  su  casa,  en 
una  estancia  que  les  fué  donada  sobre  el  río  San  Juan 
y  la  laguna  de  Huanacache.  En  estas  dos  provincias 
hermanas  prosperaron  rápidamente,  pues  eran  dueños 
de  valiosas  posesiones,  pobladas  de  ganado  y  con  her- 
mosos cultivos  de  viñas,  cuyos  productos  exportaban  a 
Córdoba,  Santa  Fe  y  Buenos  Aires. 

Desde  allí  extendieron  pronto  su  influencia  sobre  San 
Luis  y  pusieron  sus  miradas  en  los  mejores  sitios  para 
venir  a  establecerse.  En  efecto,  en  el  año  1732,  su  procu- 
rador general,  Fray  Ignacio  Godoy,  se  presentó  a  las  au- 
toridades puntanas  pidiendo  permiso  para  establecer  un 
colegio  en  la  misma  ciudad  de  San  Luis,  manifestando 
haber  recibido  el  donativo  de  una  estancia  y  casa  desti- 


70  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

nada  a  esa  fundación.  Pedro  de  Sosa,  a  nombre  de  los 
herederos  de  doña  Marcela  Muñoz  de  Aldana,  hija  del 
mayor  Marcos  Muñoz,  les  había  donado  la  estancia  de 
Cuchicorral  y  Portezuelo  del  Chorrillo,  cuya  extensión 
superficial  era  de  unas  mil  cuadras,  valioso  estableci- 
miento que  lindaba  con  la  misma  ciudad.  Acordado  el 
permiso  solicitado,  construyeron  una  casa,  en  la  manza- 
na frente  al  costado  sud  de  la  plaza  de  la  ciudad,  donde 
establecieron  la  Residencia  y  oficinas,  a  la  vez  que  co- 
menzaron a  poblar  la  referida  estancia,  trabajos  que  eje- 
cutaban los  negros   esclavos,  introducidos  de  Mendoza. 


La  Estanzuela.- — Ruinas  de  la  casa  y  capilla  de  los  jesuítas  expulsados 

En  1751  adquirieron,  además,  por  donación  de  José 
y  Nicolás  de  Quiroga,  las  tierras  del  Molino,  hasta  el 
Bajo,  una  de  las  mejores  fincas  de  los  alrededores  de  la 
capital  puntana  por  la  fertilidad  del  suelo  y  por  estar  en 
primeras  aguas. 

Finalmente,  obtuvieron  otra  importante  donación  de 
los  herederos  de  Toro  Mazóte,  de  la  Estanzuela,  en  el  lí- 
mite con  la  provincia  de  Córdoba,  y  que  llamaron  de 
San  Javier. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  71 

Así,  pues,  los  jesuítas  pudieron  contarse  entre  los 
grandes  terratenientes  de  San  Luis,  debiendo  también 
hacer  presente  que  sus  estancias  las  tenían  pobladas  de 
ganado  de  toda  especie,  y  cultivadas  grandes  extensiones 
de  terreno. 

Eran  los  únicos  que  prosperaban  allí,  en  medio  de 
la  general  pobreza,  pues  validos  de  su  gran  prestigio 
en  la  conciencia  de  los  sencillos  habitantes,  acapara- 
ron todo  cuanto  convenía  a  su  insaciable  codicia.  Lle- 
garon hasta  adueñarse  del  agua  indispensable  para  las 
necesidades  primordiales  de  la  población. 

En  tales  circunstancias,  llegó  a  San  Luis  el  subdele- 
gado don  Luis  de  Salinas,  nombrado  por  la  Audiencia 
de  Chile  para  inspeccionar  las  tierras  del  rey  y  regulari- 
zar la  situación  de  sus  ocupantes.  Los  principales  vecinos 
se  quejaron  ante  él  de  los  abusos  que  cometían  los  jesuí- 
tas, pues,  habían  contraído  el  compromiso  de  no  ocupar 
más  agua  que  la  necesaria  para  mover  un  molino,  debién- 
dola dejar  correr  libremente  a  la  ciudad;  pero,  los 
reverendos  padres  habían  plantado  una  viña  y  cultiva- 
ban una  hermosa  huerta,  en  cuyo  riego  consumían  casi 
toda  el  agua  del  pueblo. 

Notificados  para  que  hicieran  cesar  esa  irregularidad, 
no  se  dieron  por  aludidos  de  la  advertencia  de  las  auto- 
ridades ni  de  la  del  señor  Juez  subdelegado,  y  enton- 
ces éste  mandó  largar  el  agua  y  deshacer  las  compuer- 
tas, mientras  una  pueblada,  en  la  tarde  del  6  de  agosto 
de  1766,  asaltaba  la  finca,  hachaba  la  viña  y  le  prendía 
fuego,  haciendo  saltar,  también,,  los  gruesos  muros  que 
represaban  el  agua  de  la  ciudad. 

Los  jesuítas  se  quejaron  a  Chile,  del  Juez  y  del  pueblo 
que  los  había  atropellado,  y  las  autoridades  centrales, 
encontrando  harto  justificada  tan  extrema  actitud,  no 
se  pronunciaron  sobre  el  caso  particular,  sancionando, 
además,  con  su  silencio,  el  hecho  consumado. 

Estos  datos  constan  en  un  expediente  iniciado  en 
1880  por  don  Marcelino  Poblet,  pidiendo  permiso  al  Ca- 
bildo para  cultivar  los  potreros  del  Bajo. 


72  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

Así  son  las  graneles  reivindicaciones  populares.  El 
suceso  es  digno  de  señalarse,  dado  el  gran  prestigio,  como 
hemos  dicho,  que  los  jesuítas  tenían  en  la  masa  de 
aquella  sencilla  población. 

Allí  continuaron  acumulando  bienes  materiales,  has- 
ta que  en  1767  el  rey  Carlos  III  decretó  su  expulsión  de 
todos  sus  dominios  de  España  y  de  América.  Don  Fran- 
cisco de  Paula  Bucareli  fué  encargado  de  cumplir  la  so- 
berana resolución  y  en  lo  que  se  relaciona  con  San  Luis, 
debo  decir  que  los  jesuítas  fueron  sorprendidos  a  fines 
de  julio  de  ese  año,  confiscados  sus  bienes  y  conducidos 
en  carretas  a  Buenos  Aires,  bajo  severa  custodia,  el  su- 
perior Luis  Santelises  y  los  Padres  Tadeo  Godoy,  Antonio 
Baraona  y  Tomás  Rosales.  Del  prolijo  inventario  que  hizo 
de  sus  bienes  don  Vicente  Becerra,  a  cuyo  cargo  estuvo 
la  administración  de  las  temporalidades  durante  varios 
años,  consta  que,  fuera  de  las  propiedades  raíces,  ya  enu- 
meradas, tenían  gran  cantidad  de  ganado  de  toda  espe- 
cie, cuarenta  y  dos  esclavos  tasados  en  6846  pesos,  y 
ornamentos,  vasos  sagrados  y  joyas  de  gran  valor  des- 
tinadas al  culto.  Sus  bienes,  eran,  pues,  considerables, 
como  que  sólo  se  ocuparon  de  acrecentarlos  sin  que  cons- 
te en  ninguna  parte  que  hubieran  sostenido  ni  escuela, 
ni  asilo,  ni  reducción  alguna,  para  difundir  los  conoci- 
mientos rudimentarios  o  convertir  a  los  naturales  a  la 
vida  civilizada,  circunstancia  que  hace  resaltar  más  la 
acción  de  los  dominicos,  no  obstante  su  general  pobreza. 

El  mismo  padre  San  Ignacio  de  Loyola,  fundador 
de  la  Compañía,  había  pronosticado  esa  gran  caída  de 
la  orden  jesuítica  por  las  causas  siguientes: 

1.°  Por  haber  introducido  en  ella  un  gobierno  polí- 
tico. 

2.°  Por  la  mucha  ambición. 

3.°  Por  el  mucho  doblez  en  el  trato. 

4.°  Por  mucha  soberbia  y  otros  graves  defectos  en 
muchos  de  sus  hijos. 

Esta  revelación  consta  en  un  manuscrito  del  P.  Dc- 
menee,  que  fué  secretario  de  San  Ignacio,  como  puede 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  73 

leerse  en  la  recopilación  de  documentos  de  Bravo  sobre 
la  expulsión  de  los  jesuítas. 


•  2. — La  creación  del  Virreinato  del  Río  de  la  Plata  en 
1776,  al  cual  quedaron  agregadas  las  ciudades  de  Cuyo, 
vino  a  satisfacer  el  legítimo  anhelo  de  sus  habitantes. 
En  efecto,  desde  1709  el  Cabildo  de  Mendoza  había  so- 
licitado al  rey  esa  separación,  fundándose  en  los  inte- 
reses comerciales  antagónicos  con  Chile  y  en  los  perjui- 
cios que  el  tal  estado  le  acarreaba,  así  como  a  las  otras 
ciudades  de  Cuyo.  Para  evitar  estos  perjuicios,  conside- 
raba altamente  conveniente  a  los  intereses  de  estas  po- 
blaciones, que  pasasen  a  depender  del  Tucumán. 

El  soberano  requirió  informes  del  presidente  y  oidor 
de  Charcas;  pero,  recién  en  1775,  en  vísperas  de  la  crea- 
ción del  Virreinato  del  Río  de  la  Plata,  ese  informe  lo 
produjo  el  Virrey  del  Perú,  don  Manuel  de  Amat  y  Ju- 
niet,  exponiendo  la  conveniencia  de  que  no  sólo  se  agre- 
gara al  nuevo  virreinato  la  provincia  de  Cuyo,  sino 
también  todo  el  reino  de  Chile.  El  Cabildo,  justicia  y 
regimiento  de  la  ciudad  de  Santiago,  alarmado  con  tal 
noticia  elevó  el  mismo  año  una  súplica  al  monarca  es- 
pañol, exponiendo  lo  perjudicial  que  sería  a  los  reales 
intereses,  y  aun  a  los  vasallos  de  Cuyo,  la  segregación 
proyectada  para  unirlos  a  los  demás  pueblos  que  debían 
formar  el  virreinato  a  crearse.  Entre  otras  razones,  se 
aducía  «la  constante  vigilancia  que  los  presidentes  de 
Chile  habían  ejercido  sobre  estos  territorios,  propendien- 
do por  todos  los  medios  posibles  a  su  engrandecimiento. 
Que  estos  territorios,  careciendo  casi  en  su  totalidad  de 
elementos  propios,  quedarían  expuestos  a  las  depreda- 
ciones de  los  bárbaros,  en  perjuicio  de  Cuyo  y  de  la  coro- 
na, y,  finalmente,  por  quedar  Chile  ceñido  a  unos  terri- 
torios los  más  estrechos.» 

Esta  solicitud  no  tuvo  efecto,  desde  que,  el  1.°  de 
agosto  de  1776,  el  rey  expidió  la  cédula  de  creación  del 


74  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

virreinato  del  Río  de  la  Plata,  al  cual  quedaron  agrega- 
das las  provincias  de  Cuyo,  aunque  siguieran  depen- 
diendo, en  el  orden  eclesiástico,  de  la  Diócesis  de  San- 
tiago. 

Sin  embargo,  continuaron  las  relaciones  comercia- 
les con  Chile,  adonde  San  Luis  enviaba  sus  ganados  y 
traía  en  cambio  mercaderías  para  abastecer  sus  negocios. 
Xo  obstante  el  difícil  tránsito  por  la  cordillera,  este  ca- 
mino ofrecía  más  seguridades  que  el  del  litoral,  expuesto 
a  los  frecuentes  malones  de  los  salvajes. 

Entre  las  instrucciones  que  en  1777  dejó  el  virrey 
Ceballos  a  su  sucesor  Vértiz,  le  dice:  «Si  se  determina 
a  esforzar  con  el  mayor  vigor  la  entrada  general  que 
contemplo  necesaria  y  la  más  fácil  de  practicarse,  la  que 
debe  componerse  de  los  vecinos  de  Mendoza  y  San  Juan, 
por  las  márgenes  de  la  gran  cordillera  de  Chile  hasta  el 
río  Diamante,  y  más  allá  hasta  llegar  a  los  Sauces;  de 
los  de  San  Luis  de  la  Punta,  siguiendo  por  el  paraje  y 
frontera  nombrada  de  Las  Pulgas,  hasta  juntarse  con 
aquélla  en  el  punto  de  reunión  que  se  destine  con  la 
calidad  de  que  vayan  al  mando  del  oficial  más  acredi- 
tado de  aquel  país,  don  Juan  Báez  de  Quiroga,  a  quien 
con  este  fin  le  he  despachado  el  título  de  sargento  mayor 
con  cláusulas  bien  expresivas  de  su  idoneidad,  a  que  de- 
ben estar  subordinadas  aquellas  milicias;  de  los  vecinos 
de  las  inmediatas  sierras  de  Córdoba,  de  quienes  puede 
componerse  uno  de  los  más  gruesos  y  respetables  cuerpos. 
De  los  Arroyos  y  de  Buenos  Aires  podría  formarse  un 
total  de  diez  a  doce  mil  hombres  capaces  de  arruinar 
esta  canalla  de  indios  despreciables  y  abominados,  aun 
de  los  propios  de  su  especie  que  pueblan  las  serranías». 

Plan  admirable  que  si  se  hubiera  ejecutado  enton- 
ces, se  habrían  ahorrado  infinitas  calamidades,  sobre 
todo  a  San  Luis,  la  región  mártir  de  las  frecuentes  des- 
vastaciones  del  salvaje,  en  cuya  lucha  cruenta  agotó 
todos  sus  recursos  y  sacrificó  preciosas  vidas. 

Para  los  fines  de  esa  gran  empresa,  Vértiz  creó  los 
cuerpos  de   Blandón/lies  y  ordenó  en  la  jurisdicción  de 


HISTORIA   DÉ    SAN   LUIS  75 


San  Luis  un  empadronamiento  general  de  todo  vecino 
capaz  de  manejar  una  arma,  contándose  un  total  de  1699 
hombres,  los  cuales  fueron  organizados  en  compañías 
por  el  antiguo  y  enérgico  comandante  don  Juan  José 
de  Gatica.  Estas  fuerzas  quedaron  listas  para  recibir 
armas  y  marchar  donde  fueran  necesarios  los  servicios 
de  la  defensa.  Con  parte  de  esas  milicias,  el  nombrado 
jefe  avanzó  hacia  la  frontera  sud,  estableció  el  fuerte  de 
San  Lorenzo  del  Chañar,  en  1799,  proponiéndose  atacar 
a  los  ranqueles  en  sus  propias  tolderías.  Durante  algún 
tiempo,  el  comandante  Gatica  mantuvo  a  raya  a  los  sal- 
vajes y  fué  el  que  más  fomentó,  por  entonces,  la  pros- 
peridad de  los  campos  del  sud,  al  amparo  de  una  vigi- 
lancia siempre  alerta  y  bien  combinada  de  las  partidas 
volantes,  o  recorredoras  de  campo.  Allí  permaneció  has- 
ta que  el  comandante  de  armas  de  Mendoza,  don  Fran- 
cisco de  Amigorena,  hizo  su  expedición  al  sud,  y,  por 
intermedio  de  los  caciques  amigos,  aceptó  la  paz  que  le 
ofrecía  Curripilán,  el  más  famoso  cacique  de  la  belicosa 
nación  ranquelina. 

Bajo  los  auspicios  de  esa  paz,  necesariamente  tran- 
sitoria, porque  estuvo  siempre  sometida  a  las  veleidades 
de  los  caciques,  nuestras  autoridades  pudieron  ocuparse 
de  otros  asuntos  que  interesaban  al  adelanto  de  aquellas 
poblaciones,  principalmente  a]  mejoramiento  de  San  Luis, 
que  hasta  ese  tiempo  conservaba  el  aspecto  de  una  mí- 
sera aldea.  El  Cabildo  nombró  diputado  a  don  Rafael 
Miguel  de  Vilches  para  que  se  trasladara  a  Buenos  Ai- 
res y  representara  al  Virrey  Vértiz  las  urgentes  necesi- 
dades de  la  ciudad,  a  la  sazón  sin  recursos  para  subsis- 
tir y  fomentar  su  propio  bienestar.  El  comisionado  pre- 
sentó al  virrey  un  memorial  en  el  cual  le  dice  que  San 
Luis  tiene  1500  hombres  aptos  para  el  servicio  militar; 
pero  que  carece  de  armamento  para  hacer  la  defensa 
de  la  frontera.  Que  la  única  casa  de  religiosos,  era  el  con- 
vento de  Predicadores,  los  cuales  prestaban  buenos  ser- 
vicios desde  la  fundación  de  la  ciudad,  pues,  indepen- 
dientemente de  su  ministerio  apostólico,  sostenían  una 


76  HISTORTA   DE    SAX   LUIS 

escuela  de  primeras  letras.  Eran  a  la  sazón  ocho  los  re- 
ligiosos ocupados  de  esa  misión,  no  tenían  más  entradas 
que  las  limosnas  del  vecindario  y  carecían  de  recursos 
para  refaccionar  la  iglesia  en  ruinas.  En  consecuencia, 
solicitaba  para  ellos  los  bienes  de  los  regulares  expatria- 
dos, tanto  de  San  Luis  como  de  Chile,  que  estaban  admi- 
nistrados por  la  Junta  de  Temporalidades,  comprometién- 
dose, además,  a  sostener  la  escuela  primaria  y  a  inaugu- 
rar una  aula  de  gramática  para  enseñanza  de  la  juventud. 

Pedía  también  que  se  autorizara  al  Cabildo  a  es- 
tablecer el  impuesto  de  peaje  o  tránsito,  por  cuanto 
carecía  de  toda  otra  entrada  para  hacer  frente  a  las  ne- 
cesidades comunales. 

El  comercio  de  exportación  lo  hacían,  entonces,  unas 
veinte  personas.  El  tránsito  por  los  caminos  de  la  juris- 
dicción de  San  Luis,  era,  más  o  menos,  de  unas  treinta 
tropas  de  carretas  por  año,  a  las  cuales  se  les  imponía 
el  pago  de  dos  pesos  por  cada  una.  Se  calculaba  en  mil 
cabezas  de  ganado  vacuno  las  que  se  exportaban  y  en 
dos  mil  las  que  pasaban  por  su  jurisdicción;  en  mil  qui- 
nientos el  ganado  menor  de  exportación,  entre  cabras 
y  ovejas,  y  en  quinientos,  el  caballar  y  mular. 

El  impuesto  establecido  era  un  real  por  cabeza  de 
vacuno,  mular  o  caballar,  y  un  cuartillo  por  el  ganado 
menor,  todo  lo  cual  arrojaba  un  cálculo  de  recursos 
anuales  de  unos  600  pesos  a  lo  máximo,  suma  reducida 
si  se  quiere;  pero  un  verdadero  tesoro  para  aquella  po- 
bre ciudad,  si  se  considera  que  era  la  única  renta  que 
podía  entrar  en  las  arcas  del  Cabildo,  aplicable  a  las  obras 
públicas. 

Las  gestiones  del  diputado  Vilches  tuvieron  éxito, 
iniciándose,  entonces,  la  reparación  de  las  casas  del  Ca- 
bildo y  la  cárcel;  se  delinearon  las  calles;  se  mejoró  la 
toma  del  agua,  trabajos  a  los  cuales  contribuía  también 
el  vecindario,  mediante  un  prorrateo  que  hizo  el  Cabil- 
do entre  las  personas  más  pudientes  para  costear  la  ali- 
mentación de  presos,  vagos  y  soldados  destinados  a  es- 
tos trabajos. 


HISTORIA    DE    SAN   LUIS 


77 


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Año  179  (. — Curioso  plano  existente  en  el  Archivo  de  Indias 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


A  los  dominicos  les  fué  cedida  la  casa  de  la  Residen- 
cia, confiscada  a  los  jesuítas,  adonde  trasladaron  su  con- 
vento de  Santa  Catalina  que  ocupaba  la  esquina  nor- 
este de  la  plaza  Independencia. 

Estas  obras  e  iniciativas,  contribuyeron  a  mejorar 
un  poco  el  pobre  aspecto  de  la  ciudad,  y  parecía  que  un 
hálito  de  nueva  vida  le  había  sido  infundido  por  el  es- 
píritu  progresista   del   dignísimo   virrey   Vértiz. 


3. — En  1782  se  crearon  las  intendencias  para  el  mejor 
gobierno  del  virreinato,  separando  Cuyo  de  la  antigua 
provincia  del  Tucumán  y  anexándola  a  Córdoba.  Fundá- 
base esta  resolución  en  que  la  intendencia,  que  incluía 
la  provincia  de  Cuyo,  no  debía  situar  su  capital  en  Men- 
doza, pobre  y  reducida,  y  las  de  San  Juan  y  San  Luis 
de  Loyola  muy  cortas  e  infelices.  El  intendente,  según 
ese  criterio,  debía  residir  en  Córdoba,  ciudad  populosa 
y  situada  sobre  el  camino  directo  del  Perú,  más  frecuen- 
tado que  el  otro  de  Chile  por  Mendoza,  y,  además,  en 
Córdoba  estaba  la  catedral  y  Silla  Apostólica. 

Desde  esa  capital  podía  el  intendente  atender  las  re- 
feridas de  Cuyo,  y  fomentarlas  con  sus  providencias  y 
visita  personal. 

Los  intendentes  tenían  el  gobierno  político  y  militar 
de  su  respectiva  jurisdicción.  En  las  instrucciones  que 
se  les  dieron  para  el  mejor  desempeño  de  su  cargo,  im- 
poníaseles  el  deber  de  visitar  el  territorio  a  fin  de  asegu- 
rar la  agricultura,  estimular  el  comercio  y  la  industria; 
favorecer  la  minería  y  promover  el  bienestar  de  las  po- 
blaciones por  cuantos  medios  estuviesen  a  su  alcance. 
Como  un  complemento  a  tan  sabias  disposiciones,  se 
creaba  en  cada  ciudad  o  villa  una  junta  municipal,  en- 
cargada de  velar  por  los  intereses  de  la  comuna.  A  pesar 
de  tan  buenos  propósitos,  y  de  los  que  servían  de  base 
a  la  nueva  disposición  territorial,  allí  permanecieron  de- 
tenidas las  ciudades  como  San  Luis,  que  carecían  de  ren- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  79 

tas  y  no  podían  esperar  otro  recurso  extraordinario, 
fuera  de  la  contribución  voluntaria  de  los  vecinos,  expe- 
diente ya  muy  gastado  y  violento  por  la  demasiada 
frecuencia  con  que  se  usaba. 

El  primer  gobernador  Intendente  de  Córdoba,  y  por 
consiguiente  de  Cuyo,  fué  don  Rafael  de  Sobremonte 
Xúñez  Castillo  Ángulo  Ramírez  de  Arellano,  que  con 
tal  retahila  de  nombres  encabezaba  sus  oficios,  aunque 
sólo  firmaba  El  Marqués  de  Sobremonte,  título  con  que 
es  más  conocido  en  la  historia. 

Tenía  un  asesor  letrado,  cargo  que  fué  conferido  al 
doctor  Victoriano  Rodríguez,  destinado  a  pagar  con  su 
vida  la  lealtad  al  sistema  español,  cuando  fué  sofocado 
el  movimiento  reaccionario  de  Córdoba  contra  la  Junta 
de  Buenos  Aires. 

La  jurisdicción  puntana,  propiamente  dicha,  era  go- 
bernada por  un  comandante  de  armas,  juez  y  subdele- 
gado de  la  real  hacienda,  habiendo  desempeñado  el  puesto 
por  primera  vez  don  Domingo  Olmos  y  Aguilera,  quien 
en  1787  lo  entregó  a  don  Juan  de  Videla. 

Estas  reformas  tendían  a  constituir  un  gobierno  serio, 
estable  y  previsor,  pues  la  descentralización  administra- 
tiva debía  ser  benéfica  al  territorio  y  sus  poblaciones, 
por  cuanto  los  gobernadores  estaban  en  contacto  con 
las  necesidades  de  los  pueblos  del  interior.  Fué  la  última 
y  más  plausible  reforma  del  sistema  colonial. 

El  acontecimiento  más  importante  de  la  época  para 
San  Luis,  fué  el  descubrimiento  de  las  minas  de  San  An- 
tonio de  las  Invernadas,  posteriormente  Carolina,  situa- 
das al  pie  del  cerro  Tomolasta.  Según  un  expediente 
iniciado  por  don  Vicente  Becerra,  en  1786,  para  pedir 
la  posesión  judicial  de  esas  tierras  a  nombre  de  su  esposa, 
legítima  heredera  de  don  Tomás  Lucio  Lucero,  dichas 
minas  fueron  descubiertas  por  un  lusitano  Jerónimo, 
cuyo  apellido  declara  no  recordar.  Sin  embargo,  en  el 
informe  que  el  Marqués  de  Sobremonte  pasó  al  virrey, 
atribuye  ese  descubrimiento  a  Bartolomé  Arias  Renzel, 
agregando  que  a  fines  del  año  1784  empezaron  dos  su- 


80  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

jetos  a  catear  en  aquel  sitio  y  descubrieron  granos  de 
oro,  con  los  cuales  se  presentaron  solicitando  posesiones 
o  estacas  y,  para  promover  el  adelantamiento  de  labores, 
se  las  concedió  con  las  dimensiones  de  la  ordenanza  de 
Nueva  España  (Méjico). 

El  mismo  Becerra  declara  que  en  un  principio  se  sus- 
pendió el  laboreo  por  falta  de  inteligentes,  no  obstante 
lo  cual,  Arias  Eenzel  sacó  mucho  oro,  y  pedía  que, 
de  acuerdo  con  las  ordenanzas  puestas  en  vigencia,  se 
obligase  a  los  mineros  a  pagarles  el  1  %,  así  como  el 
arrendamiento  de  sus  tierras.  El  gobernador  intenden- 
te dio  la  debida  intervención  en  el  asunto  a  las  autori- 
dades de  San  Luis,  y  previos  los  informes  del  subdelegado 
don  Juan  de  Videla,  proveyó  en  todo  como  lo  solicitaba 
Becerra. 

La  noticia  del  descubrimiento  de  las  minas  y  los  in- 
formes que  se  daban  sobre  la  abundancia  del  precioso 
metal,  cundió  rápidamente  por  todas  partes,  despertan- 
do gran  interés  entre  la  gente  de  imaginación  y  de  empre- 
sa, que  suponían  habían  dado  con  el  famoso  país  El 
Dorado,  buscado  con  tanto  afán  por  los  primeros  con- 
quistadores, en  la  región  Andina.  Pronto  afluyeron  mi- 
neros y  especuladores  de  Córdoba,  Chile  y  hasta  de  Po- 
tosí, en  cuya  casa  de  moneda,  Sobremonte  había  man- 
dado ensayar  las  primeras  muestras,  recibiendo  el  in- 
forme de  que  el  oro  era  de  18  quilates  y  otros  datos  ha- 
lagadores sobre  el  porvenir  de  estas  minas.  Los  nuevos 
elementos  de  población,  iniciaron  también  un  período 
de  actividad  comercial  que  trajo  grandes  beneficios  al 
territorio  puntano. 

La  explotación  de  la  Carolina  se  extendió  en  poco 
tiempo  a  los  lavaderos  de  Cerrillos  Grandes  y  Cañada 
Honda,  buscándose  otros  filones  en  las  fragosidades  de 
la  sierra,  así  como  se  revolvían  las  arenas  de  los  arroyos 
cercanos.  Entonces,  Sobremonte  tomó  varias  providen- 
cias para  determinar  el  arreglo  de  la  población,  que 
empezaba  a  nuclearse;  nombró  un  juez  comisionado; 
estableció  un  destacamento  de  milicias  encargado  de  la 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


81 


policía,   y   finalmente   dispuso   la   apertura   de   caminos 
para  facilitar  las  comunicaciones  y  el  comercio. 

La  mayoría  de  los  mineros,  ávidos  de  hacer  rápida 
fortuna,  comenzaron  a  sentirse  desalentados  por  no  en- 
contrar las  riquezas  que  se  imaginaban;  algunos  fraca- 
saron a  causa  de  su  inexperiencia  en  esta  explotación; 
a  otros  les  faltó  constancia  para  permanecer  en  aquellos 
parajes,  tan  fríos  en  el  invierno,  y  escasos  de  habitaciones; 


Vista  general  de  la  Carolina 


así,  pues,  por  todas  estas  causas  comenzaron  a  retirarse 
hasta  quedar  reducidos  a  unos  cuatro  o  cinco  sujetos 
emprendedores,  los  cuales,  a  fuerza  de  constancia  y  em- 
peños, consiguieron  reunir  una  buena  cantidad  de  metal, 
entre  el  cual  habían  algunos  tejos  de  oro  de  gran  valor. 
Tal  fué  la  labor  realizada  durante  los  años  1786  a  1790. 
En  este  año  y  a  principios  de  1791  los  pocos  mineros 
que  trabajaban,  comenzaron  a  descubrir  algunas  porcio- 
nes de  oro  en  más  abundancia,  de  mejor  ley,  a  medida  que 
profundizaban  las  excavaciones,  extrayéndose  fragmentos 


82  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

de  roca  con  el  oro  visible  en  forma  de  clavos  y  gruesas 
ramificaciones,  del  cual  obtuvieron  un  gran  rendimiento. 
Según  los  informes  del  comisionado,  hubo  algunos  que 
habían  reunido  muchas  libras  y,  uno  sólo,  hasta  tres 
arrobas  de  oro  puro,  lo  cual  constituía  un  verdadero  te- 
soro. Ante  estos  nuevos  hallazgos  volvieron  muchos  mine- 
ros, y  el  mismo  Sobremonte  mandó  en  enero  de  1792 
al  asesor  de  la  intendencia,  con  el  fin  de  inspeccionar 
detenidamente  las  minas  y  de  informarle  sobre  todo  cuan- 
to pudiera  interesar  a  su  fomento.  Por  esa  época  encon- 
tró 25  minas  que  se  trabajaban,  fuera  de  muchos  indi- 
viduos que  habían  obtenido  permiso  para  catear.  Enton- 
ces, se  dispuso  la  traza  de  una  población  con  el  nombre 
de  La  Carolina,  en  homenaje  al  rey  Carlos  III,  y  se  re- 
partieron solares  entre  los  mineros,  construyéndose  bue- 
nas casas  de  piedra.  Conjuntamente  con  estos  trabajos, 
se  mandaron  abrir  los  cimientos  de  la  iglesia,  habilitán- 
dose, intertanto,  un  oratorio  para  las  prácticas  del  culto. 

Habiendo  pedido  el  gobernador  un  ensayador  o 
inteligente,  para  las  labores  mineras,  el  virrey  Arredon- 
do aprovechó  la  llegada  de  España  del  minero  de  profe- 
sión, José  María  Caballero,  ex  alumno  del  Colegio  de 
Méjico,  quien  fué  comisionado  para  trasladarse  a  La  Ca- 
rolina e  informar  ampliamente  sobre  cuanto  se  relacio- 
naba  con  la   explotación   minera. 

Caballero  se  trasladó  a  San  Luis  y  llenó  cumplida- 
mente su  encargo,  declarando:  «Que  en  el  dilatado  tiem- 
po que  viajaba  en  ambas  Américas  no  había  visto  un 
suelo  en  que  la  naturaleza  se  mostrara  tan  pródiga  para 
que  los  hombres  se  dedicaran  a  disfrutar  sus  riquezas», 
y  agregaba  que  los  mineros  se  contentaban  con  aprove- 
char una  pequeña  parte  del  oro  que  tenían  a  la  vista, 
en  granos  o  en  arenas  gruesas,  e  indicaba  la  urgencia 
de  introducir  una  maquinaria  para  moler  los  minerales 
auríferos,  así  como  debían  hacerse  cumplir  las  instruccio- 
nes en  la  manera  de  hacer  las  excavaciones,  lo  que  era 
indispensable  a  la  seguridad  de  los  trabajadores  y  al 
mayor  provecho  de  sus  afanes. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


83 


<4 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


Finalmente,  aconsejó  el  establecimiento  de  un  ban- 
co de  rescate,  para  comprar  el  oro  a  justo  precio  y  remi- 
tirlo a  Potosí,  donde  debía  ser  amonedado.  En  esa  época, 
el  oro  de  La  Carolina  se  llevaba  a  Chile  y  se  acuñaba  en 
la  Casa  de  Moneda  de  Santiago. 

Tanto  el  virrey  como  el  gobernador  intendente 
prestaron  la  mayor  atención  a  este  asunto.  Se  mandó 
levantar  un  plano  de  las  minas  y  población  de  La  Caro- 
lina, trabajo  que  fué  encomendado  al  ministro  de  la  Eeal 
Hacienda  de  San  Luis,  don  José  Ximénez  Inguanzo, 
ex  marino  y  hábil  topógrafo. 


El  primer  Trapiche 


En  cuanto  a  la  maquinaria,  se  pidió  a  Potosí  el  mo- 
delo de  la  máquina  de  cuatro  barricas  ideada  por  el  meta- 
lúrgico Juan  Daniel  Weber,  para  ser  utilizada  en  nuestras 
minas.  De  acuerdo  con  ese  modelo,  se  construyó,  a  fines 
de  1792,  el  primer  Trapiche  en  el  lugar  que  hasta  hoy 
conserva  su  nombre,  a  ocho  leguas  de  La  Carolina,  en 
las  márgenes  de  un  arroyo  de  mayor  caudal  de  agua 
que  el  de  ésta,  y,  por  consiguiente,  con  la  fuerza  hi- 
dráulica necesaria  para  los  fines  a  que  era  destinada. 
El   laboreo   continuó   cada   día  en   aumento  dando    ex- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  85 


celentes  rendimientos;  pues,  según  las  guías  que  dio  la 
aduana  ese  año  para  la  exportación,  ésta  alcanzó  a  más 
de  150  libras  de  oro  puro,  sin  contar  el  que  no  salió  de 
la  provincia  o  el  que  se  expedía  subrepticiamente. 

En  1797  La  Carolina  tenía  50  casas  bien  construi- 
das y  varios  negocios  importantes,  que  mantenían  un 
comercio   activo   y   de   consideración. 

Así  continuaron  los  trabajos  hasta  las  invasiones 
inglesas,  época  en  que  fueron  abandonados.  Entre  los 
principales  empresarios  estuvo  el  oficial  don  Luis  Lafinur, 
padre  de  nuestro  ilustre  comprovinciano  Dr.  Juan  Cri- 
sóstomo  Lafinur,  nacido,  por  acaso,  en  aquel  célebre 
lugar,  en  el  año  1797,  y  llamado  a  tan  brillante  figuración 
como  poeta,   filósofo  y  educador. 

Tal  es  la  breve  historia  del  descubrimiento  de  las 
minas  de  La  Carolina. 


En  1786  vino  a  visitar  la  provincia  de  Cuyo  el  Mar- 
qués de  Sobremonte,  interesado  en  fomentar  la  explo- 
tación de  las  minas  de  La  Carolina,  Famatina,  Jachal 
y  Uspallata;  deseoso  de  reforzar  la  línea  de  frontera 
sud  y  de  tomar  otras  medidas  tendientes  al  fomento 
de  las  poblaciones  cuy  anas. 

La  línea  de  frontera  fué  establecida  en  una  extensión 
de  70  leguas,  a  partir  de  la  Concepción  del  Río  IV  hasta 
el  sud  de  Mendoza,  y,  para  mayor  seguridad,  celebró 
un  tratado  de  paz  con  los  ranqueles  por  intermedio  del 
cacique  principal,  Treglen.  Al  amparo  de  tales  garantías, 
la  población  de  los  campos  tomó  incremento  en  la  región 
sud.  También,  en  la  parte  sud  del  Río  V,  el  capitán  don 
Juan  Gregorio  Blanco  solicitó  el  establecimiento  de  una 
reducción  para  someter  a  los  indios  y  fundar  una  colonia, 
allá  en  las  fronteras  de  San  Lorenzo  del  Chañar;  pero 
ignoramos  hubiese  sido  atendido  este  pedido,  limitán- 
dose la  acción  de  tan  experto  oficial  a  la  vigilancia  de 
dichos  campos,  donde  había  comenzado  a  poblar  una 
estancia. 


86 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


La  única  fundación  que  Sobremonte  autorizó,  en 
1794,  fué  la  Villa  de  Meló  en  el  lugar  de  Piedra  Blanca, 
falda  occidental  de  la  sierra  de  Córdoba  y  dentro  de  la- 
jurisdicción  puntana.  Los  principales  vecinos  habían 
donado  la  tierra  para  la  traza  y  égido  de  la  nueva  pobla- 
ción, encargándose  de  esa  tarea  al  comandante  subde- 
legado don  Luis  de  Videla  y  a  los  vecinos  Santiago 
Romero  y  Francisco  Gallardo,  a  quienes  se  les  nombró 
jueces  de  la  Villa. 


La  Villa  de  Merlo 


Esta  Villa  de  Meló,  dice  el  documento  que  autoriza 
su  fundación,  «es  en  justa  memoria  del  Excmo.  señor, 
nuestro  actual  virrey  don  Pedro  Meló  de  Portugal», 
la  cual  hasta  hoy  existe,  con  el  nombre  de  Merlo,  en  uno 
de  los  lugares  más  pintorescos  y  saludables  de  la  sierra; 
aunque  estacionada  por  la  escasez  del  agua  y  la  falta  de 
fomento  de  las  autoridades. 

Aprovechando  la  paz  con  los  ranqueles  y  pehuenches, 
a  que  hemos  hecho  referencia,  el  Marqués  de  Sobremonte, 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  87 


elevado  al  cargo  de  Virrey  del  Río  de  la  Plata,  pidió 
informes  en  1804  al  Cabildo  de  San  Luis  sobre  la  conve- 
niencia de  dilatar  la  frontera,  a  «cuyo  efecto  oirá  primero 
a  los  prácticos  y  de  mejores  conocimientos  para  que  se 
verifique  este  proyecto  con  el  acuerdo  debido».  Solicitada 
la  opinión  del  Ministro  de  la  Real  Hacienda  y  perito 
agrimensor  don  José  Ximénez  Inguanzo,  éste  aconsejó 
que  el  fuerte  San  Lorenzo  de  Chañar,  se  trasladara  a  la 
Primera  Laguna,  unas  cinco  leguas  más  al  sudoeste, 
por  ser  mejor  el  terreno  y  punto  de  reunión  de  los  cami- 
nos que  van  a  «tierra  adentro».  Era,  indudablemente,  un 
sitio  más  adecuado  por  tener  abundante  madera,  mejores 
pastos  y  aguadas  permanentes,  pues,  además,  estaba  a 
corta  distancia  de  las  lagunas  «Las  Acollaradas». 

En  cuanto  al  fuerte  San  José  del  Bebedero,  se  indi- 
caba la  conveniencia  de  que  fuese  trasladado  al  lugar 
Agua  Dulce  o  Pozo  del  Caldén,  sobre  el  río  Desaguadero 
y  el  Diamante.  ínter  se  resolvía  esta  cuestión,  nuestras 
partidas  recorrían  la  región  sud  y  estaban  al  habla  con 
las  milicias  que  guarnecían  la  frontera  de  Córdoba  y  las 
de  Mendoza,  que  tenían  asegurada  la  línea  del  Diamante. 


4. — Con  tan  buenas  disposiciones,  se  creía  conjurado 
definitivamente  el  peligro  cíe  los  indios,  cuando  alarmas 
de  otra  índole  vinieron  a  alterar  la  tranquilidad  de  aque- 
llas poblaciones  del  interior,  a  mediados  del  año  1806: 
una  poderosa  escuadra  inglesa  se  había  apoderado  de 
Buenos  Aires,  la  capital  del  Virreinato.  Luego  se  supo, 
por  comunicaciones  de  Córdoba,  que  allí  se  había  refu- 
giado el  virrey  Sobremonte  en  procura  de  elementos 
para  ir  a  reconquistar  la  capital  y  a  cuyo  fin  se  pedía  el 
concurso  de  la  milicia  puntana. 

Inmediatamente  se  dispuso  el  envío  de  un  contin- 
gente de  100  hombres  del  Regimiento  Voluntarios  de 
Caballería,  que  condujo  su  segundo  jefe  don  José  Ximé- 
nez Inguanzo,  incorporándose  en  Cruz  Alta  a  las  tropas 
de  Córdoba. 


88  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 


Intertanto,.  Buenos  Aires,  abandonada  por  las  auto- 
ridades españolas,  se  preocupaba  de  preparar  sigilosa- 
mente la  reacción  contra  el  osado  conquistador  inglés. 
Liniers  había  pasado  a  Montevideo  para  traer  las  fuerzas 
de  su  guarnición;  Pueyrredón,  reunió  las  milicias  de  cam- 
paña, y  Alzaga    maniobraba  hábilmente   en  la  ciudad. 

Operada  la  concentración  de  las  tropas,  Liniers  fué 
designado  comandante  en  jefe.  Al  frente  de  2.000  hombres 
llevó  el  ataque  sobre  la  ciudad,  siendo  patrióticamente 
secundado  por  el  vecindario.  Después  de  una  lucha  en- 
carnizada, que  costó  muchas  vidas  a  los  ingleses,  el 
general  Berresford  se  entregó  a  discreción  con  1700 
nombres.  Cuando  Sobremonte  se  acercaba  a  Buenos 
Aires,  ya  la  ciudad  estaba  reconquistada  y  entregada 
a  las  legítimas  expansiones  de  su  triunfo,  proclamando 
jefe  al  vencedor,  como  el  único  digno  de  mandar  aquel 
pueblo  viril. 

El  virrey  se  vio  obligado  a  delegar  el  mando  político 
en  la  audiencia  y  a  confirmar  a  Liniers  en  el  comando 
militar. 

Allí  se  eclipsó  para  siempre  su  estrella,  recibiendo, 
poco  después  de  la  pérdida  de  Montevideo,  adonde  se 
había  trasladado,  el  golpe  mortal  de  su  destitución 
decretada  por  el  juicio  unánime  de  españoles  y  criollos. 
El  poder  colonial  sufrió  también  en  su  persona  un  ver- 
dadero quebranto.  Los  prisioneros  ingleses  fueron  inter- 
nados; remitiéndose  53  a  la  ciudad  de  San  Luis,  bajo 
la  custodia  de  su  guarnición. 

Como  su  mantenimiento  era  demasiado  gravoso  para 
el  erario,  se  dispuso  acordarles  una  libertad  provisional, 
a  condición  de  que  prestaran  juramento  de  no  tomar  las 
armas  contra  España,  de  permanecer  en  la  ciudad  bajo 
el  patronato  o  garantía  de  algún  vecino  respetable  y  de 
estar  sometidos  a  la  vigilancia  de  la  autoridad. 

El  20  de  octubre  de  1806,  según  un  documento 
subscripto  por  el  comandante  Teysevra,  fueron  congre- 
gados los  vecinos  principales,  e  impuestos  de  la  resolu- 
ción superior  y  de  las  condiciones  en  que  los  prisioneros 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


podían  obtener  su  libertad,  casi  todos  tomaron  a  su  car- 
go  a  los  ingleses,   contratando   el  precio   de  su   salario 
para  los  distintos  trabajos  a  que  eran  destinados.  Previo 
el  juramento  de  fidelidad,  se  les  despachó,  advirtiéndo- 
les, finalmente,  que  «en  caso  de  sublevarse  o  tomar  las 
armas  contra  la  ciudad,  serían  dego- 
llados»,   firmando  como  testigo  don 
idflfik  Manuel  de  la    Presilla. 

mt       ¡  Dejamos  a  Buenos  Aires    entre- 

^P%      I  gada  a  los  transportes  de  su  alegría 

por  haber  vencido  al  ejército  de 
una  poderosa  nación.  Este  primero 
y  feliz  ensayo,  sirvió  para  levantar 
el  espíritu  colectivo  e  inspirar  con- 
fianza en  el  porvenir,  en  momentos 
que  nuevos  peligros  le  amenazaban. 
Rendido  Berresford,  quedaba  la 
escuadra  inglesa  en  el  Río  de  la 
Plata  al  mando  de  Sir  Home  Pop- 
ham,  a  la  espera  de  poderosos  auxi- 
lios pedidos  a  Buena  Esperanza. 
De  Inglaterra  debía  salir  otro  im- 
portante refuerzo,  conducido  por  el 
CLIUV  general    Auchmuty,  y  se    ordenaba 

i  a  la  expedición  de  Craufurd,    des- 

H¡P;''  tinada  al  Pacífico,  viniese  a  Buenos 

Aires  con  una  fuerte  división  naval 
al    mando    del    almirante    Murray; 
POan       por   último,     Whitelocke    fué   nom- 
brado general  en  jefe  de  todas  estas 
tropas,    con  la    orden   de   reducir  a 
Buenos  Aires   al  dominio  británico. 
Los    ingleses    podían    disponer    de   un    ejército    de 
12.000   hombres,  entre  las  fuerzas  de  desembarco  y  las 
de  la  escuadra,  en  la  cual    apoyarían   sus  operaciones 
militares. 

Pronto    se    apoderó    Auchmuty    de   Montevideo,    re- 
duciendo  a   prisión   a   sus  defensores;  en  mayo  de  1807 


Soldado  del  Regimiento 
de  Patricios 


90  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


estaba  el  ejército  inglés  en  las  aguas  del  Plata  y  en  con- 
diciones de  llevar  un  ataque  sobre  la  ciudad. 

Buenos  Aires  había  reunido  un  ejército  de  1.600 
hombres  y  había  tomado  posiciones  ventajosas,  contan- 
do,   además,    con  el  apoyo  decidido   de   sus   habitantes. 

Nativos  y  españoles  habían  formado  cuerpos  por 
separado,  distinguiéndose  entre  los  primeros  los  patri- 
cios y  arribeños,  bajo  el  inmediato  comando  de  D.  Cor- 
nelio  Saavedra,  jefe  elegido  por  las  mismas  tropas.  To- 
das las  provincias  mandaron  sus  contingentes.  San  Luis 
había  remitido  200  hombres  elegidos  y  bien  equipados 
conducidos  por  el  comandante  D.  Blas  de  Videla,  figu- 
rando, como  oficiales,  Juan  Basilio  Garro,  Matías  San- 
cho, Florencio  Tenada,  Eafael  Wilckes  O'Connor,  Luis 
y  Dolores  Videla,  Juan  y  Alejo  Daract,  Francisco  de 
Paula  Lucero  y  otros  de  las  principales  familias  puntanas. 
Este  contingente  fué  incorporado  al  cuerpo  de  patricios, 
y  con  él  hizo  toda  la  gloriosa  jornada  de  la  defensa. 

El  28  de  junio  desembarcó  el  ejército  inglés  en  la 
Ensenada;  el  3  de  julio  se  rompió  el  fuego  de  las  avanza- 
das, y  el  4-  y  5  se  llevó  el  asalto  a  la  ciudad.  La  defensa 
fué  obstinada  y  heroica,  pues  hasta  las  mujeres  y  los 
niños  tomaron  parte  en  la  contienda,  mereciendo  la  ad- 
miración del  mismo  invasor;  el  poderoso  ejército  inglés 
fué  nuevamente  abatido,  y  viéndose  perdido,  solicitó 
honrosa  capitulación,  la  cual  le  fué  generosamente  acor- 
dada, permitiéndose  el  reembarco  de  los  prisioneros  a 
condición  de  que  los  ingleses  evacuaran  a  Montevideo 
y  el  Río  de  la  Plata. 

Así  terminó  aquella  gloriosa  campaña,  quedando 
como  trofeos  las  banderas  enemigas,  y,  latentes,  los 
viriles  alientos  de  un  pueblo  que  despertaba  a  una 
nueva  vida  con  la  conciencia  plena  de  sus  futuros 
destinos. 

La  América  y  la  Europa  quedaron  asombradas  con 
estos  sucesos,  y  fijaron  su  mirada  en  este  país  que  tan 
brillantemente  hacía  su  aparición  entre  los  pueblos  cul- 
tos v  fuertes  en  su  derecho. 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS  91 


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92  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Los  púntanos  espigaron,  entonces,  sus  primeros 
laureles  con  el  bizarro  cuerpo  de  patricios,  que  tuvo  tan 
importante    actuación    en    aquellos    dias    memorables. 

El  mismo  jefe,  coronel  don  Cornelio  Saavedra,  se 
dirigió  al  Cabildo  y  Regimiento  de  la  ciudad  de  San  Luis 
informándole  de  todos  los  antecedentes  de  la  campaña 
en  que  había  figurado  el  cuerpo  y  recordando  que  los 
valientes  hijos  de  San  Luis  podían  gloriarse  de  la  coope- 
ración prestada. 

También,  con  fecha  11  de  junio  de  1807,  comunica 
el  virrey  Liniers  haber  acordado  a  la  ciudad  de  San  Luis, 
en  premio  de  esa  misma  cooperación,  el  tratamiento  de 
Muy  Noble  y  Muy  Leal  y  el  de  Excelencia,  y  a  sus  capi- 
tulares el  honroso  tratamiento   de  «Señoría». 

Todavía,  con  fecha  15  de  octubre,  se  carga  a  San  Luis 
con  la  suma  de  dos  mil  pesos  como  contribución  patrió- 
tica para  subvenir  a  los  gastos  de  la  reconquista  y  defen- 
sa de  Buenos  Aires.  El  pueblo  puntano  hizo  frente  con 
desinterés  a  este  nuevo  sacrificio,  cubriendo  inmedia- 
tamente dicha  contribución,  como  lo  comprueban  los 
documentos  que  tengo  a  la  vista,  firmados  por  el  sub- 
delegado de  la  Real  Hacienda  de  San  Luis,  don  José 
Ximénez  Inguanzo. 

Si  el  rechazo  de  las  invasiones  inglesas  tuvo  la  virtud 
de  revelar  al  pueblo  de  Buenos  Aires  energías  y  recur- 
sos no  sospechados,  bueno  es  tener  presente  que  los 
púntanos,  a  la  par  de  los  porteños  y  de  los  hijos  de  otras 
provincias,  dieron  también  en  esa  oportunidad  una 
prueba  evidente  de  su  valor,  de  su  disciplina  y  de  su 
abnegación. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  93 


CAPITULO  IV 


SUMARIO:  1. — resumen  de  la  vida  colonial. — El  Cabildo. — La 
justicia.  2. — Sociabilidad.  3. — La  Religión. — El  señor  de  Renca. 
— La  cofradía  del  Rosario.  4. — Renta. — Industria  y  Comercio. 
5. — La  escuela  de  primeras  letras:  interesante  conflicto  entre  la 
autoridad  civil  v  el  clero. 


Contra  la  creencia  general  de  que  los  Cabildos  han 
sido  la  cuna  de  las  libertades  porque  en  ellos  se  practi- 
caba, aunque  en  escala  muy  reducida,  el  gobierno  demo- 
crático representativo,  se  levanta  el  texto  expreso  de 
una  ley  de  la  recopilación  de  Indias,  citada  y  comentada 
por  el  jurisconsulto  y  profesor  Dr.  Aristóbulo  del  Valle 
y  sostenida  por  la  autorizada  opinión  del  historiador 
López  «de  que  tras  el  gobierno  colonial  no  había,  no  po- 
día haber  libertades  de  ninguna  naturaleza.» 

Las  ciudades  y  villas  americanas  no  tenían  el  pri- 
vilegio de  elegir  sus  autoridades  ni  el  pueblo  intervenía 
para  nada  en  su  designación.  El  derecho  de  nombrar 
los  miembros  del  Cabildo  correspondía  al  rey,  o,  en  su 
nombre  y  representación,  a  los  conquistadores  y  gober- 
nadores, quienes,  al  fundar  las  poblaciones,  constituían 
el  primer  Cabildo.  Aunque  éste  se  renovara  cada  año, 
en  parte  o  totalmente,  eran  los  cabildantes  salientes  los 
que  elegían  a  sus  sucesores  y  siempre  dentro  del  elemento 
español. 

Por  otra  parte,  los  cargos  de  cabildantes  eran  ven- 
dibles en  pública  subasta,  con  la  sola  excepción  de  los 
puestos  de  alcaldes  de  l.°y  2.°  voto,  en  vista  de  sus  fun- 
ciones especiales  «pues  si  el  juez  compraba  su  puesto, 
era  natural  que  después  vendiera  la  justicia»,  como  de- 
cían  los   fundamentos   de   la   ley   respectiva. 


94  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

En  las  villas  como  San  Luis,  el  Cabildo  se  componía 
de  dos  alcaldes  corregidores,  de  los  alcaldes  de  primero 
y  segundo  voto,  de  un  alférez  real,  encargado  de  pasear 
el  estandarte  de  la  conquista  en  las  grandes  solemnida- 
des, de  su  procurador  o  síndico,  que  representaba  los 
intereses  del  vecindario;  del  alcalde  de  hermandad,  con 
funciones  policiales,  y  de  un  defensor  de  menores. 

Para  ser  miembro  del  Cabildo  se  requería  tener  en- 
comienda o  casa  poblada,  y  no  ejercer  ningún  oficio  o 
negocio   al   menudeo,    ocupaciones   calificadas   de   viles. 

Presidía  sus  deliberaciones  el  corregidor  o  gober- 
nador o,  en  su  defecto,  el  alcalde  de  primer  voto.  En  ca- 
sos excepcionales  o  de  suma  gravedad,  se  citaba  a  un 
«Cabildo  abierto»,  especie  de  junta  de  notables,  a  la  que 
sólo  eran  invitados  unos  pocos  vecinos,  reconocidamente 
adictos   al   sistema   colonial. 

Las  ordenanzas  que  dictaba  para  el  gobierno  de  la 
ciudad,  eran  reducidas  a  límites  muy  estrechos,  y  ade- 
más, debían  ser  sometidas  a  la  confirmación  del  virrey, 
gobernador  o  de  las  audiencias,  a  fin  de  que  no  pudieran 
perjudicar  en  lo  más  mínimo  los  intereses  y  prerrogativas 
reales.  Entre  las  funciones  deliberantes,  estaba  compren- 
dido todo  lo  referente  a  propios  y  arbitrios.  Lo  primero, 
se  refería  a  las  propiedades  y  rentas  pertenecientes  a 
la  corona,  y  los  arbitrios,  a  los  pobres  recursos  del  de- 
recho de  abasto,  de  la  romana  o  pesas,  los  permisos  y  el 
impuesto  de  peaje  o  de  tránsito. 

Estas  rentas  eran  tan  exiguas  que  el  Cabildo  gestionó 
y  obtuvo  del  gobernador  Martín  de  Poveda  en  1691  el 
privilegio  de  tener  «dos  pulperías»  para  aumentar  sus  re- 
cursos y  un  siglo  después,  el  gobernador  Sobremonte 
le  acordó  la  gracia  de  tener  dos  pulperías  más.  Finalmen- 
te, hasta  estos  miserables  recursos  le  fueron  quitados, 
yendo  a  parar  a  las  cajas  reales  o  Junta  de  Hacienda, 
así  como  los  gobernadores  le  fueron  quitando  otras 
funciones  que,  en  un  principio,  le  eran  propias. 

Para  realizar  alguna  obra  pública,  se  reclutaban  los 
vagos  y  se  hacía  trabajar  a  los  presos  y  hasta  a  los  tro- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  95 

peros  de  tránsito  por  la  ciudad,  imponiéndose  al  vecin- 
dario contribuciones  en  dinero  y  especies  para  su  soste- 
nimiento. 

He  aquí  el  modelo  de  la  ordenanza  más  transcendental 
que  se  dictó  en  1804: 

1.°  «Primeramente,  que  se  fijen  edictos  públicos  para 
que  dentro  de  quince  días  de  esta  fecha  se  remate  la 
administración  de  La  Toma,  en  el  vecino  que  ofrezca 
más  equidad  y  mejores  condiciones  favorables  al  bien 
común,  de  cuyo  contrato  se  formará  escritura  por  el 
término   a   que  se  refiere  el  remate. 

2.°  Mandamos  que  los  interesados  en  las  chacras  que 
han  sembrado  en  el  Bajo  del  río  de  esta  ciudad,  única- 
mente para  que  no  pierdan  su  trabajo  y  cosechas,  se  les 
permita  las  rieguen  el  día  domingo  con  su  noche  y  para 
ello  se  les  da  toda  el  agua  sin  que  puedan  usar  más  de 
ella  en  los  demás  días  de  la  semana,  so  pena,  en  lo  con- 
trario, de  diez  pesos  de  multa,  aplicado  en  la  forma  or- 
dinaria. 

3.°  Ordenamos  que  en  el  término  de  quince  días, 
todo  vecino  ha  de  limpiar  sus  hijuelas,  dándoles  ancho 
y  hondo  competente  para  recibir  y  dar  agua  a  sus  co- 
laterales, y  unos  y  otros,  a  los  vecinos  de  abajo,  de  modo 
que  vayan  de  vía  recta  dichas  acequias  para  que  se  evi- 
te la  arena  que  trae  el  agua,  pena  de  un  peso  de  multa, 
en  la  misma  aplicación. 

4.°  El  que  rompiere  la  acequia  principal  y  recibiere 
el  agua  por  la  calle,  pagará  por  la  primera  vez  cuatro 
reales  de  multa;  por  la  segunda  y  siguientes,  duplicada 
la  multa,  indispensablemente. 

5.°  Que  todas  las  noches,  menguante  la  luna,  se 
pongan,  al  obscurecer,  faroles  en  las  tiendas  y  pulperías, 
pena  de  un  peso  de  multa,  y  que  se  cierren  de  las  nueve 
para  las  diez,  bajo  de  la  misma  pena. 

6.°  Que  todo  solar,  en  el  recinto  de  tres  cuadras 
de  esta  plaza,  se  procure  por  su  dueño  tapiar  y  asear 
sus  pertenencias  dentro  de  dos  meses  y,  no  cumplién- 
dolo, se  venderá  a  quien  con  este  cargo  lo  compre. 


96  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

7.°  Mandamos  que  no  permitan  los  pulperos  juegos 
prohibidos,  ni  consientan  esclavos,  ni  hijos  de  familia, 
so  pena  de  dos  pesos,  y  la  misma  a  los  que  recibiesen 
prendas  empeñadas  de  éstos  o  de  otros  sospechosos, 
bajo  la  misma  pena. 

8.°  Que  el  que  no  manifestase  papel  de  conchavo 
por  su  patrón,  se  le  declarará  por  vago  y  se  le  dará  amo 
a  quien  sirva,  para  que  de  este  modo  se  puedan  trabajar 
las  obras  públicas  y  particulares,  que  traen  tan  recomen- 
dada existencia,  so  pena  de  dos  pesos. 

9.°  Que  ninguna  persona  ande  por  la  ciudad  al  ga- 
lope ni  corriendo,  sólo  en  caso  muy  preciso,  bajo  la  pena 
de  un  peso  de  multa  por  la  primera  vez,  y  por  la  segun- 
da se  le  quitará  el  caballo  ensillado  y  se*  le  cortará  la  ore- 
ja para  el  real  servicio  de  S.  M. 

10.°  Que  ninguna  persona  pueda  cargar  armas  pro- 
hibidas, salvo  que  sean  sujetos  de  distinción  que  por  su 
cargo  y  estado  puedan  usar  de  ellas,  y  la  demás  plebe 
que  incurriera  en  este  delito,  siendo  español,  perderá 
el  arma  y  un  peso  de  multa  y  si  es  indio  o  mulato  será 
preso  y  penado  a  las  obras  públicas. 

En  cuyo  cumplimiento  para  que  llegue  a  noticia 
de  todos  y  no  se  alegue  ignorancia,  mandamos  se  publi- 
que en  la  forma  de  Bando  en  los  parajes  acostumbrados 
y  se  fije,  en  tanto,  en  las  puertas  del  Cabildo.» 

Esta  ordenanza  abarcaba,  como  se  habrá  leído,  to- 
das las  cuestiones  municipales  y  policiales  relacionadas 
con  el  mejor  arreglo,  higiene  y  orden  público  de  la  re- 
ducida villa  puntana. 


La  justicia  de  menor  cuantía  la  administraban  los 
alcaldes  de  1.°  y  2.°  voto,  mediante  procesos  sumarios 
y  rápidos.  En  cambio,  los  asuntos  que  por  su  importan- 
cia o  cualquier  otra  circunstancia,  eran  sacados  de  esta 
jurisdicción  local,  se  eternizaban  en  las  lentas  y  minu- 
ciosas   tramitaciones    de    un    formulismo    desesperante. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  97 


En  la  campaña  existían  los  jueces  pedáneos  y  alcal- 
des de  hermandad  que  tenían  funciones  policiales;  pues 
a  ellos  les  estaba  encargada  la  persecución  de  vagos 
y  cuatreros. 

Estos  se  convirtieron,  después  de  los  indios,  en  el 
azote  de  la  ganadería.  Para  remediar  este  mal,  vemos 
al  Cabildo  puntano  afanado  en  construir  una  cárcel 
y  sótano  para  asegurar  los  vagos  y  ladrones. 

Los  infractores  eran  remitidos  a  los  alcaldes  ordina- 
rios para  ser  juzgados,  condenándoseles  a  trabajar,  con 
cadenas,  en  las  obras  públicas.  Más  tarde,  la  Audiencia 
autorizó  el  castigo  de  25  azotes  después  de  veinte  y  cua- 
tro horas  de  estar  en  la  cárcel,  y  cuatro  meses  con  desti- 
no a  los  trabajos  públicos,  una  vez  probado  el  delito. 
Finalmente,  los  reincidentes  fueron  expatriados  y  des- 
tinados a  los  navios  del  Rey. 

Justicia  del  Crimen.  -  Don  Juan  Gregorio  Blanco 
y  Pedro  Gutiérrez  solicitan  la  prisión  de  los  sugetos  José 
Ma.   Cabrera  y  Mari  Pérez. 

Sros.  Alcde.  2.°  voto  Don  Juan  Gregorio  Blanco  y 
cln.  Pedro  Gutiérrez  vecinos  de  esta  jurisdición  ante 
Vmd.  decimos  hallanse  en  esta  Rl.  Carsel  José  María 
Cabrera  y  un  tal  Mari  Pérez  sugetos  ele  los  más  ladrons 
que  hai  en  esta  jurísdicon.  de  haedas.  de  campo  los  cua- 
les nos  están  hacdo.  todos  los  días  Barios  Robos  y  para 
evitar  este  grabe  perjuicio  suplicamos  á  Vmd.  se  manten- 
gan estos  en  la  estrecha  pricon.,  pues  nos  obligamos  a 
los  costos  qe.,  se  causen  se  su  atención  y  parte  de  su 
costo  dia  por  tanto:  A  Vmd.  pedimos  y  suplicamos  nos 
haia  por  presentados  y  consedernos  nuestra  solicitud 
etc.  Juan  Gregorio  Blanco,  A  ruego  Dn.  Pedro  Gutiérrez 
Francisco    Vicente    Lucero. 

San  Luis  y  Sre.  11  de  1811. 

Presentados:  Como  lo  piden  deviendo  contrivuir 
con  dos  pesos  mensuales  para  su  mantención  entre  tan- 
to lo  berifique  no  podrán  salir  los  Reos  de  la  prición  lo 
qe.  ce  les  hará  saver  A  los  ynteresados.  Proveí  decreto 
lo  de  su  huso  dicho  vo  el  Alcalde  ordinario    de  1er.  Vo- 


98  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

to  Don  Fernando  Lucio  Lucero  y  testigos  a  falta  de  es- 
cribano de  que  doi  fe. 

Pasó    ante    mí.    Fernando  Lucio  Lucero. 

Ttgo.  Thomas  Gatica,  Ttgo.  Francisco  Vicente  Lu- 
cero. 

En  el  mismo  dia  se  iso  saber  la  providencia  qe.  an- 
teced  a  las  partes  de  qe.  doi  fe.  Lucero,  (i) 


En  lo  administrativo,  el  régimen  no  podía  ser  más 
sencillo  y  patriarcal.  Por  lo  demás,  las  grandes  preocu- 
paciones de  los  graves  miembros  del  Cabildo,  termina- 
ban con  la  honrosa  tarea  de  pasear  el  estandarte  español 
el  día  del  santo  patrono  de  la  ciudad,  presidir  las  proce- 
siones, a  cuya  cabeza  marchaban  conduciendo  grandes 
velas  de  cera  y  luciendo  ricos  escapularios;  y  finalmente, 
el  deber  de  concurrir  a  las  misas  y  novenarios,  donde  se 
les  designaba  sitio  de  honor,  en  aquellas  interminables 
fiestas  religiosas  que  eran,  cuanto  más  largas  más  so- 
lemnes. 

Y  estas  distinciones  colmaban  de  satisfacción  la 
pueril  vanidad  de  estos  personajes  y  de  sus  familias,  que, 
por  tal  circunstancia,  formaban  casta  superior  en  la 
aristocracia  embrionaria  de  la  aldea. 


2. — Sociabilidad. — La  ciudad  de  San  Luis,  no  obstan- 
te su  pobreza,  albergaba  algunas  distinguidas  fami- 
lias, muchas  de  las  cuales  descendían  directamente  de 
los  conquistadores  y  pobladores  del  territorio  y  de  los 
que  llegaban  a  desempeñar  los  distintos  cargos  en  la 
administración  civil  y  militar  de  la  colonia.  A  partir 
del  año  1700,  ese  núcleo  adquirió  una  relativa  importan- 
cia y  desde  entonces  a  1800,  figuran  las  familias  de 
Pérez  Moreno,  Díaz  Barroso,  Muñoz  de  Aldana,  Gómez 
Isleño,  Báez  de  Quiroga,  Millán  de  Quiroga,  De  la  Pre- 


(1)     Consérvase  la  ortografía  original  de  este  curioso  documento. 


HISTORIA   DE    SAN    LITIS  99 


silla,  Varas.  Fernández,  Lucio  Lucero,  Adaro  y  Arraco- 
la,  Herrera,  Palma  y  Olguín,  Rey  y  Ramos,  Orozco, 
Sarmiento,  Pedernera,  Peñalosa,  Poblet,  Vicíela,  Bus- 
tos, Calderón,  Sosa,  Salinas,  Becerra,  Barbosa,  Gatica, 
Garro,  Domínguez,  Rodríguez,  Rivero,  Ortiz,  Páez, 
Vilches,  Laconcha,  Jiménez  Inguanzo,  Panero  y  Piza- 
rro,  Funes,  Amievas  Díaz,  las  de  González  de  Penna, 
Tisceyra,  Da  Silva  Ossorio  y  Vasconcello,  descendien- 
tes de  portugueses;  las  de  Pringles  y  Wilckes  O'Connor, 
de  origen  inglés,  y  las  de  Daract,  francés.  También, 
por  esa  última  época,  ya  figuraban  otras  familias  aco- 
modadas, en  los  centros  como  Renca,  Morro  y  San  Fran- 
cisco, donde  comenzaba  a  nuclearse  la  población  de  cam- 
paña, y  que  sería  largo  enumerar. 

Los  principales  elementos  de  sociabilidad  vinieron  por 
la  vía  de  la  cordillera,  muchos  de  los  cuales  eran  nacidos 
en  Chile,  y  durante  toda  la  vida  colonial  y  aun  después, 
este  país  ejerció  una  gran  influencia  en  las  costumbres 
puntanas.  La  modesta  ciudad  de  Loyola  podía  contar, 
entonces,  con  más  de  700  habitantes.  Sus  casas,  aunque 
construidas  de  adobe  y  techo  de  paja,  eran  cómodas  e 
higiénicas,  pues  todas  tenían  amplios  patios  con  su  res- 
pectivo parral,  al  que  seguía  la  huerta  donde  se  desta- 
caba, siempre,  la  higuera  frondosa  de  exquisitos  frutos. 

La  vida  era  sencilla  y  patriarcal.  Las  familias  se  re- 
concentraban en  el  santuario  de  ese  austero  hogar  cas- 
tellano, donde  la  voluntad  paterna  era  cosa  sagrada  y 
donde  la  mujer,  con  su  suprema  dignidad  de  esposa  y 
madre,  gozaba  de  las  más  altas  consideraciones  y  res- 
petos. 

Es  que  la  mujer  no  sólo  era  el  imán  de  todas  las  ter- 
nuras y  delicadezas,  sino  también  la  segunda  provi- 
dencia de  la  familia.  Fuera  de  la  crianza  de  los  hijos, 
tenía  muy  serias  tareas,  allí  donde  su  ingenio  debía  pre- 
veerlo  y  hacerlo  todo.  Las  puntanas  eran  muy  hábiles 
para  hilar  y  tejer  la  lana,  hacer  mallas,  bordados,  y  toda 
clase  de  primorosas  labores  de  aguja.  Entonces  no  ha- 
bía sastres,  y  sin  embargo,  los  señores  y  jóvenes  de  la 


100  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

época  vestían  con  corrección  y  hasta  con  elegancia, 
sus  ceñidos  jubones  ribeteados  a  mano,  las  románticas 
capas,  de  corte  irreprochable,  los  chalecos  y  las  camisas 
con  bordados  delicados  y  los  grandes  corbatones  de 
seda   desflecada,   todo   de   confección   doméstica. 

Después,  su  actividad  se  ejercitaba  en  la  fabrica- 
ción del  pan,  almidón,  queso,  jabón,  velas  y  grasa;  dul- 
ces y  confituras  variadas,  y  tantas  otras  pequeñas  in- 
dustrias, base  del  ahorro,  de  la  alegría  y  del  bienestar 
de    aquellos    sencillos    y    virtuosos    hogares. 

Practicaba  la  medicina  casera,  y  hasta  desempe- 
ñaba las  funciones  de  sacerdotisa  en  la  enseñanza  de  la 
doctrina  cristiana  a  la  servidumbre  o  gente  del  pueblo. 

Poquísimas  o  muy  raras  eran  las  joyas  de  la  orfebre- 
ría colonial,  siendo  las  mejores  prendas  del  ajuar  feme- 
nino los  ricos  vestidos  de  seda,  los  mantones  de  espumi- 
lla y  las  graciosas  mantillas  que  tan  bien  sentaban  sobre 
los  altos  peinados  de  bucles,  de  las   bellezas  del  tiempo. 

Tampoco  había  escuelas  para  niñas  y  eran  las  mismas 
señoras  las  que,  a  ratos,  enseñaban  a  leer  y  escribir,  re- 
cibiendo en  su  casa  niños  de  corta  edad  y  niñas  de  buenas 
familias. 

Difícilmente  tuvo  la  mujer  en  otra  parte  una  acción 
más  proficua  e  inteligente,  más  activa  y  meritoria. 
Allí  está  el  origen  de  esas  grandes  virtudes  que  caracte- 
rizan el  hogar  puntano. 

Las  fiestas  familiares  se  limitaban  a  las  solemnes 
funciones  de  la  iglesia  y  a  uno  que  otro  baile  ceremonio- 
so, donde  nuestras  abuelas  lucían  su  gracia  y  donaire 
en  las  cuadrillas  y  zamacueca  chilena  tan  en  boga,  mien- 
tras circulaban  entre  la  concurrencia  los  grandes  y  lu- 
josos mates  de  plata,  algunos  con  boquillas  y  roseto- 
nes de  oro,  y  las  ricas  bandejas  con  vasos  de  azucari- 
llos o  licores  de  fabricación  doméstica. 

También  era  frecuente  oír,  allá  por  la  media  noche 
o  la  madrugada,  los  ecos  de  las  tiernas  serenatas  que  los 
tenorios  de  la  aldea  entonaban  en  la  guitarra,  a  las  es- 
quivas dulcineas  del  terruño  amado. 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  101 


Después  de  la  primera  clase  social,  formada  por 
los  conquistadores,  terratenientes  o  validos  de  la  corona 
y  los  «criollos»,  sus  descendientes  inmediatos,  seguían 
la  de  los  mestizos  e  indígenas  reducidos,  que  consti- 
tuían la  plebe  de  la  población.  Los  indios  eran  consi- 
derados como  menores  de  edad;  estaban  distribuidos 
en  encomiendas  y  pagaban  el  derecho  de  capitación. 
La  encomienda  no  prosperó  en  San  Luis,  pues  los  abo- 
rígenes se  fundieron  en  la  raza  conquistada  o  huyeron 
en  su  mayor  parte  a  la  Pampa,  incorporándose  a  las 
tribus  salvajes  de  los  ranqueles  y  pehuenches.  Así,  pues, 
escaseaban  los  brazos  para  las  rudas  faenas  del  cultivo 
de  la  tierra,  principalmente,  y  fué  por  esta  causa  que 
se  introdujo  el  negro.  Los  jesuítas  trajeron  de  Mendoza, 
en  1753,  los  primeros  negros  para  el  trabajo  de  sus  es- 
tancias. Y  eran  los  únicos  que  los  tuvieron  entonces, 
pues  su  precio  era  subido  para  los  recursos  generales 
y,  además,  casi  la  totalidad  de  sus  habitantes  se  dedi- 
caban a  la  ganadería. 

El  mulato  es  raro  en  las  poblaciones  puntanas,  por- 
que el  negro  vivió  aislado  y  la  tuberculosis  hizo  fácil 
presa  de  su  organismo,  debilitado  por  el  rudo  trabajo 
y  minado  por  el  frío  intenso  de  la  comarca. 

A  fuer  de  curiosidad,  insertamos  aquí  un  cuadro 
con  la  tasación  y  producido  de  la  venta  de  los  negros 
esclavos  que  fueron  secuestrados  a  los  jesuítas  expulsados. 

RESULTADO  DEL  REMATE    DE  LOS  ESCLAVOS  PERTENECIENTES  A  LOS  JESUÍTAS 
EXPULSADOS    Y    QUE    TUVO    LUGAR    EL   11    DE   ABRIL    DE    1772. 

1. — Una    negra    nombrada    Candelaria,    de 

más  de  60  años  y  enferma $         40 .  — 

2. — Un  negro  llamado  Antonio,  de  50  años .  .   »  150 . 
3. — Una  negra,  su  mujer,  de  más  de  30  años  »  162.  - 
4. — Una  negrita  de  pecho,  hija  de  la  ante- 
rior     »  77.  - 

5. — Otro  hijo,  de  14  años »  170.  — 

6.— Otra  de  9  años »  180.- 


102  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

7. — Una  negra  nombrada  Gregoria,  de  14 

años     §       290.— 

8. — Una   negrita   nombrada   Mercedes,    de 

3   años »        111.— 

9. — Una  negra  nombrada  Cecilia,  de  30  años.  »       290 .  — 
10. — Su  hija  Isabel,  mulatilla,  de  7  años.  ...»       205. — 
11. — Su  hija  Aniceta,  mulatilla,  de  8  años.  .  .   »        160.— 
12. — Su  hij a  Marcelina,  mulatilla,  de  5  años .  .   »        1 60 .  — 
13. — Un  mulatillo  nombrado  Bernardo,   de 

12   años »        180.- 

14. — Una  negra  nombrada  Manuela  Felipa, 

de   13  años »       260.- 

15. — Una    mulatilla    blanca    nombrada    Ja- 

viera,  de  5  años .   »       250 .  — 

16. — Una    negra    nombrada    Isidra,    de    18 

años    »        280 .  — 

17. — Una    negra    nombrada    Felipa,    de    10 

años    »       200.— 

18. — Una  negra  nombrada  Rosa,  de  24  años.   »       210. — 
19. — Su  hija  Joaquina,  mulata,  de  6  años  .  .   »       165.— 
20. — Una   mulatilla   nombrada    Toribia,    de 

8   años »        100. — 

21. — Una  mulata  nombrada  Petrona,  de  más 

de  50  años  y  enferma »         60 .  — 

22. — Una   negra   nombrada  Juliana,    de    16 

años »       195 .  — 

23. — Una  negra  nombrada  Rita,  de  25  años, 

demente »         50.— 

24. — Un    negro    nombrado    Teófilo,    de    70 

años,  tuerto  y  ladrón »         32 . 4 

25. — La  mujer,  mayor  de  70  años  y  casi  in- 
servible     »  32.4 

26. — Una    negra    nombrada    Emerenciana, 

de  13  años »       270. — 

27. — Una    negra    nombrada    Úrsula,   de    13 

años    »       200 .  — 

S  4.479.8 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  103 


En  cuanto  a  los  extranjeros,  les  estaba  prohibida  la 
entrada  a  las  colonias  y  el  comercio  con  ellas,  sin  haber 
tenido  carta  de  ciudadanía  y  «para  esto  era  necesario 
haber  estado  avecindado  en  España  o  en  las  Indias  veinte 
años  continuos,  diez  de  ellos  en  posesión  de  bienes  raí- 
ces por  valor  de  4.000  ducados,  a  lo  menos,  y  casado  con 
mujer  nacida  en  dominios  de  la  Corona».  Y  aun  los  que 
se  colocaban  en  estas  condiciones,  estaban  sometidos 
a  muchas  restricciones  y  a  una  severa  vigilancia  que  les 
hacía  difícil  la  existencia. 

En  un  oficio  remitido,  en  1803  por  el  virrey  a  las 
autoridades  puritanas,  les  hace  presente  que  «ha  notado 
la  desaparición  de  Buenos  Aires,  de  muchos  extranjeros, 
procedentes  de  las  embarcaciones  que,  en  virtud  de  un 
especial  permiso,  han  venido  a  comerciar  en  esa  plaza, 
y  que  de  las  averiguaciones  practicadas,  resulta  que  se 
han  internado  en  esa  provincia  y  en  otras  del  virreinato, 
contra  la  expresa  disposición  de  las  leyes.  En  esta  aten- 
ción, prevengo  a  Ud.  me  pase  relación  de  todos  los  ex- 
presados extranjeros  que  se  hayan  introducido  en  el 
distrito  de  su  cargo  y  las  licencias  con  que  lo  han  veri- 
ficado, obligándoles,  desde  luego,  a  regresar  también 
a  esta  capital  a  fin  de  hacerlos  retirar  de  estos  dominios, 
según  también  se  me  encarga  estrechamente  por  mi 
misma  carta  acordada  por  el  Supremo  Consejo  de  In- 
dias». A  la  sazón  no  había  en  San  Luis  sino  un  francés 
y  dos  portugueses  con  el  goce  de  la  ciudadanía,  y  en  toda 
su  jurisdicción  no  se  pudo  dar  con  ninguno  de  los  com- 
prendidos en  la  terminante  orden  del  virrey. 


3. — La  Religión. — La  religión  católica  alentó  y  sos- 
tuvo la  existencia  de  la  vida  colonial,  penetrándolo 
todo,  desde  la  intimidad  del  hogar  a  las  funciones  pú- 
blicas, y  se  impuso  con  los  caracteres  de  un  deber  impe- 
rativo, como  que  era  base  y  sustento  de  la  moral.  El  cura 
y  el  confesor  formaban  parte  integrante  de  la  familia; 


104  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


eran  sus  consejeros  natos  y  guías  obligados  y  de  aquí 
el  extraordinario  prestigio  que  tuvo  el  clero  en  el  espí- 
ritu sencillo  de  aquellos  habitantes,  máxime  cuando 
todo    se   esperaba   de   la   divina   providencia. 

Era  motivo  del  más  legítimo  orgullo  tener  un  hijo 
sacerdote  o  que  una  hija  llegara  a  profesar  de  monja, 
especie  de  sacerdotisa  encargada  de  mantener  encendi- 
do el  fuego  sagrado  de  la  fe.  Entonces  se  podía  descansar 
tranquilo,  pues  ya  había  un  ser  querido,  carne  de  nuestra 
carne,  y  alma  de  nuestra  alma,  ocupado  en  rogar  cons- 
tantemente al  cielo  por  la  salvación  eterna,  grave  asunto 
de  preocupación  general  que,  como  una  pesadilla,  gra- 
vitaba sobre  los  espíritus  sencillos  y  creyentes. 

Las  fiestas  religiosas  y  las  congregaciones,  a  que 
era  de  buen  tono  pertenecer,  contribuían,  sin  duda,  a 
suavizar  las  costumbres  de  aquellos  rústicos  conquis- 
tadores y  a  fomentar  la  sociabilidad  en  las  apartadas 
poblaciones,  aunque  a  menudo  degenerase  el  culto, 
entre  las  gentes  ignorantes,  en  la  idolatría  y  en  la  su- 
perstición, tan  contrarias  al  espíritu  de  la  verdadera 
y  sana  doctrina  de  Cristo. 

A  falta  de  sacerdote,  el  padre  de  familia  reunía  a 
sus  hijos  y  servidumbre  para  rezar  el  rosario  y  nove- 
narios a  los  santos  de  su  particular  devoción,  considera- 
dos   como    los    protectores    del    hogar. 

Había  sujetos  más  o  menos  hábiles  para  «labrar 
santos  de  bulto»  de  las  mejores  maderas  del  país  y,  aun- 
que su  escultura  dejara  mucho  que  desear,  desde  el  pun- 
to de  vista  de  la  estética,  ella  suplía,  a  pesar  de  todo, 
la  necesidad  de  tener  un  santo,  pues  la  fe  y  el  amor 
desbastaban  las  imperfecciones  que  le  hubiere  dejado 
la  torpe  mano  del  artista.  Pero,  sucedió  un  día  cual- 
quiera, que  una  dama  piadosa  mandó,  también,  labrar 
un  santo  para  el  oratorio  de  su  estancia,  el  cual  fué 
bendecido  y  colocado  en  magnífico  nicho,  en  medio  de 
una  ceremonia  religiosa  concurrida  y  solemne.  Sin  em- 
bargo, la  servidumbre  de  la  casa  se  obstinaba  en  no  re- 
zarle, y  averiguada  la  causa  resultó  que  no  le  rendían 


HISTORIA   DE    SAX    LUIS  105 


culto  porque  lo  habían  conocido  naranjo!  Grave  caso  de 
conciencia,  que  hubo  de  consultarse  con  las  más  altas 
dignidades  del  clero  local.  Desde  entonces,  la  perspi- 
cacia sacerdotal  tomó  sus  medidas  para  que,  en  lo  suce- 
sivo, no  se  «labrasen»  Jos  santos  a  la  vista  de  las  ingenuas 
gentes;  no  fuera  el  diablo, — que  en  todo  mete  la  cola,— 
a  tentar  a  otros  a  declarar  que  lo  habían  conocido  que- 
bracho o  algarrobo.  A  partir  de  ese  suceso  comenzaron 
a  aparecerse  los  santos  a  aquellos  felices  habitantes  de 
la   Punta. 

Según  la  tradición,  un  indio  ciego  hachaba  un  espi- 
nillo  en  el  bosque  de  Renca,  curato  de  Limache,  en  Chi- 
le, cuando  sintió  su  rostro  salpicado  por  la  goma  o  sa- 
via del  árbol.  Arrojó  el  hacha  y  se  puso  a  buscar  a  tien- 
tas lo  que  le  había  causado  aquella  sensación  rara,  tro- 
pezando con  un  pequeño  Cristo  en  el  hueco  carcomido 
del  árbol  que  hería  despiadadamente  con  su  hacha.  La 
noticia  de  la  milagrosa  aparición  cundió  rápidamente  en 
todo  Chile,  afluyendo  mucha  gente  para  dar  fe  del  prodigio. 
Entonces,  los  más  piadosos,  resolvieron  hacerlo  conocer  en 
Cuyo  y  en  Córdoba,  poniéndose  en  marcha,  a  través  de 
la  Cordillera,  con  el  Cristo  cargado  sobre  una  mansa  muía. 
En  cada  población  donde  llegaba  era  colocado  en  la 
iglesia  y  daba  origen  a  grandes  ceremonias  religiosas, 
al  final  de  las  cuales  el  Longino,  que  había  recuperado 
la  vista,  hacía  una  colecta  de  dinero  para  erigirle  un 
santuario.  Al  atravesar  el  río  Conlara,  camino  a  Córdoba, 
la  muía  que  cargaba  la  sagrada  imagen  se  echó,  al  re- 
pechar un  alto,  y  de  allí  no  hubo  poder  humano  que  la 
hiciera  levantar.  Los  creyentes  interpretaron  que  allí 
quería  quedarse  el  Cristo  y  se  pusieron  a  levantarle  una 
capilla  allá  por  el  año  1745. 

Ese  lugar  tomó  el  nombre  de  Señor  de  Renca,  que 
ha  conservado  hasta  ahora.  En  una  de  sus  terribles 
invasiones,  los  indios  llegaron  hasta  asaltar  esa  villa  y, 
después  de  saquearla,  buscaban  con  afán  ese  Señor  y, 
dando  con  él,  lo  sacaron  a  la  plaza,  lo  lancearon,  y  por 
fin  lo  degollaron,  arrojando  sus  pedazos.  En  cuanto  se 


106 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS 


retiraron  los  invasores,  cuéntase  que  los  piadosos  vecinos 
recogieron  los  restos  dispersos  del  amado  y  milagroso 
Cristo,  aunque  en  aquel  doloroso  trance  no  pudo  sal- 
varlos, y  perfectamente  reconstruido,  lo  lian  conser- 
vado hasta  el  presente,  como  una  reliquia  sagrada  e 
histórica. 


El  Señor  de  Renca 


Cuando  la  invasión  de  1834,  encabezada  por  Yan- 
quetruz,  los  indios  penetraron  en  Renca,  Santa  Bárbara 
y  bajaron  a  Carolina,  atraídos  por  la  fama  de  sus  minas 
y  de  su  comercio.  Los  vecinos  pusieron  a  salvo  el  Señor 
de  Renca  llevándolo  a  las  Lagunas,  partido  ele  Guzmán. 
La  pobre  virgen  del  Carmen,  de  Carolina,  no  pudo  es-' 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  107 

capar  al  saqueo  y  al  sacrilegio.  La  robaron  las  joyas 
y  la  dieron  de  hachazos  y  puñaladas,  conservando  hasta 
el  presente  las  huellas  bien  marcadas  de  aquel  acto  de 
barbarie  inaudita.  Pasado  el  peligro,  el  Cristo  de  Renca 
regresó  a  su  capilla.  Allí  lo  hemos  visitado  últimamente 
y  examinado  con  gran  atención.  En  la  parte  superior 
de  un  trozo  de  espinillo  de  1.50  metros  de  alto  por  0.30 
de  grosor,  aparece  la  imagen  del  Cristo  de  unos  0.30 
centímetros,  perfectamente  conservada  y  admirable- 
mente tallada.  Es  una  verdadera  joya  de  arte. 

Su  fiesta  se  celebra  todos  los  años  el  3  de  mayo, 
viniendo  peregrinos  de  Chile,  Cuyo  y  hasta  de  Córdoba, 
adonde  nuestro  Cristo  no  quiso  llegar  para  quedarse 
con  los  buenos  púntanos. 

Otro  Señor  apareció  en  el  lugar  de  La  Quebrada, 
a  diez  leguas  al  norte  de  la  capital  de  San  Luis,  en  uno 
de  los  lugares  más  agrestes  y  pintorescos  de  la  sierra. 

Allí  tiene  su  capilla,  y  sus  fiestas  son  muy  concurri- 
das, yendo  gente  a  pie,  de  largas  distancias,  para  cum- 
plir promesas. 

Estos  son  los  lugares  de  peregrinación  de  los  creyen- 
tes púntanos. 

También,  en  esta  época,  fué  célebre  el  San  Antonio 
de  las  Baigorria,  que  vivían  en  el  Bajo  y  desde  donde 
se  le  llevaba  en  procesión  a  la  iglesia,  paseándosele  por 
las  calles  principales.  Sus  devotas  eran,  en  gran  parte, 
las  muchachas  casaderas,  y  se  cuentan  por  cientos  los 
milagros  que  hizo  en  favor  del  aumento  de  la  población. 

Todo  el  mundo  sabe  que  el  santo  patrono  de  los 
púntanos  es  San  Luis,  rey  de  Francia,  cuya  festividad 
se  celebra  el  25  de  agosto;  sin  embargo,  el  cura  José 
Quiroga  de  Sarmiento,  consiguió  del  ilustre  Cabildo, 
se  nombrara  abogado  de  la  ciudad  a  San  Vicente  Ferrer. 
El  espíritu  del  demonio  se  había  apoderado  de  los  fran- 
ceses, encarnándose  en  los  enciclopedistas  y  en  otros 
arietes  del  pasado,  y  era  previsor  alejar  todo  lo  que  pu- 
diera tener  origen  en  esa  Francia  hereje,  quizá  desti- 
nada a  ser  maldecida  de  Dios  y  a  desaparecer  de  entre 


108  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


las  naciones.  Tales  fueron  las  poderosas  razones  en  que 
el  piadoso  cura  fundó  su  gestión,  las  cuales  como  se  ve. 
tuvieron   el   más   completo   éxito. 

La  cofradía  del  B osario. 

Dijimos  que  era  de  buen  tono,  en  las  costumbres 
coloniales,  pertenecer  a  una  hermandad  religiosa.  La 
más  importante  de  todas,  por  la  calidad  de  las  personas 
y  por  haber  sobrevivido  hasta  ahora,  es  la  cofradía  de 
la  Virgen  del  Rosario.  Las  reuniones  tenían  lugar  en  el 
convento  de  Predicadores  de  Santa  Catalina,  fundado 
por  los  dominicos.  Estos  religiosos  tuvieron  allí  una  jus- 
ta influencia  por  sus  bondades,  verdaderamente  cris- 
tianas, y  eran  estimados  por  la  población,  lo  que  no  su- 
cedió con  los  jesuítas,  como  ya  hemos  dicho. 

El  prior  de  la  comunidad,  Fray  Tomás  Meneses, 
supo  sacar  el  mejor  partido  de  aquella  favorable  cir- 
cunstancia y,  entre  otras  iniciativas,  tuvo  la  de  con- 
gregar en  el  convento  a  los  principales  vecinos  para  fun- 
dar la  cofradía  del  Rosario  en  1766.  Según  las  cons- 
tancias que  se  dejaron,  asistieron  D.  Miguel  Rafael  de 
Vilches,  Ignacio  Lucero,  José  Jerónimo  Pérez  Moreno, 
Juan  Ignacio  Sarmiento,  Martín  Calderón,  José  Anto- 
nio Lucero,  Felipe  Varas,  Nicolás  Palma,  Juan  José 
Garro,  Manuel  de  Salinas,  José  de  Sosa,  Sebastián  Be- 
cerra, Juan  de  Videla,  Miguel  Pedernera,  Esteban  Fer- 
nández, Juan  de  la  Rosa  Varas,  José  Gregorio  Páez,  el 
subprior  Bernardo  Zarate,  el  predicador  general  Fray 
Simón  Bustos  de  Lara  y  los  lectores  frailes  Esteban  de 
Villegas,    José    Lontanilla    y    Antonio    Jame.  - 

He  aquí  un  documento  curioso  de  la  época,  que  re- 
vela el  estado  de  fortuna  de  los  cofrades,  pues  muchos 
de  ellos  no  podían  pagar  en  dinero  los  tres  pesos  anuales 
ele  la  lismona   que   se  les   exigía: 

«En  esta  ciudad  de  San  Luis,  a  tres  de  octubre  de 
1768  años:  Nos  el  R.  P.  Prior  de  este  Convento  de  Pre- 
dicadores v  los  señores  veinte  v  cuatro  de  esta  cofra- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


109 


día  ele  nuestra  Madre  y  Señora  del  Rosario,  estando 
juntos  en  esta  santa  Iglesia  acordamos:  Que  en  atención 
a  no  ser  posible  a  muchos  de  dichos  señores  contribuir 
con  dinero  corriente  la  limosna  de  los  tres  pesos  que  se 
aplican  al  convento,  se  halla  por  conveniente  que  los 
dichos  señores,  por  falta  de  dinero,  hayan  de  pagar  en 
géneros  de  campaña  a  lo  corriente  u  otro  cualquiera 
efecto,  y  para  que  conste,  lo  firmamos:  Fray  Tomás 
M  enes  es  Prior.» 


La  diligencia 


Como  se  ve,  a  falta  de  dinero  podía  abonarse  la  li- 
mosna en  «géneros  de  campaña»  y  entre  estos  «géneros» 
los  más  preferidos  por  los  R.  P.,  eran  los  «terneros», 
que  se  remitían  a  la  estancia  de  Nogolí,  para  sostener 
el  convento  y  el  decoro  del  culto.  También  se  autori- 
zaba a  un  «hermano»  cualquiera  para  que  recogiera  esa 
limosna,  y  éste,  a  su  vez,  confiaba  la  misión  o  «arrenda- 
ba el  negocio»  a  algún  paisano  que,  caballero  en  un  asno, 
con  grandes  árganas,  recorría  la  ciudad  y  la  campaña, 
llevando  una  pequeña  virgen  de  plata,  sostenida  en  un 


110  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

mango  de  madera  y  rodeada  por  nardos,  junquillos  y 
otras  flores  de  los  jardines  locales.  Siempre  la  colecta 
daba  buenos  resultados,  pues  se  recibía  cuanto  pudiera 
utilizarse  para  comer  o  cambiar  por  moneda  sonante  y 
corriente. 

Por  fin,  cada  año,  los  cofrades,  por  turno,  costeaban 
los  gastos  de  la  fiesta  celebrada  en  honor  de  la  Virgen. 
Estos  actos  religiosos  eran  a  la  vez  fiestas  de  la  con- 
fraternidad, pues  daban  motivos  para  estrechar  vínculos 
amistosos  y  para  acortar  las  distancias  que  separaban 
a  las  clases  sociales. 

Durante  la  época  colonial,  y  aun  después,  han  for- 
mado parte  de  la  cofradía  del  Kosario,  casi  todos  los 
hombres  de  alguna  figuración  en  la  modesta  capital 
puntana. 


4. — Renta,  Industria  y  Comercio. — Las  rentas  rea- 
les se  formaban  con  la  quinta  parte  del  producido  de  las 
minas;  con  el  impuesto  de  «alcabala»,  que  era  un  gra- 
vamen de  4  a  20  por  ciento  sobre  todo  lo  que  se  vendía; 
con  el  tributo  de  los  indios;  con  la  «media  anata»  equi- 
val ent 3  a  la  mitad  del  salario  anual  de  todo  empleado 
público;  con  la  venta  de  oficios;  con  el  monopolio  del 
estanco  del  tabaco,  naipes,  solimán,  azogue  y  sal;  con  la 
mesada  eclesiástica  o  «dos  novenos»,  pagados  por  el 
clero  en  cambio  de  sus  privilegios;  en  otras  partes  se 
cobraban,  además,  los  derechos  de  aduana  con  todos 
sus  apéndices.  Estas  rentas  eran  administradas  por  un 
subdelegado  o  ministro  de  la  real  hacienda. 

Cuando  la  creación  de  las  intendencias,  se  dispuso 
que  estos  recursos,  separada  la  parte  del  rey,  se  apli- 
caran al  fomento  local;  pero,  fueron  siempre  tan  exiguos, 
que  sólo  alcanzaron  para  abonar  el  escaso  sueldo  de  las 
milicias  de  frontera. 

La  industria  madre,  fué  la  crianza  de  ganados  y  la 
utilización  de  sus  productos,  principalmente  las  pieles 
y  la  lana. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


111 


La  curtiduría  tuvo  bastante  importancia,  empleán- 
dose, para  curtir,  la  cascara  del  molle  por  su  riqueza 
en  tanino.  La  fábrica  de  cordobanes  y  de  suelas  pudo 
competir  con  las  mejores  del  virreinato. 

La  industria  textil  elaboraba  el  picote  o  pañete, 
ponchos,  frazadas,  «chuces»  o  alfombras  y  gran  cantidad 
de  tejidos  de  aguja,  muy  estimables. 

La  agricultura  se  limitaba  a  la  siembra  de  pequeñas 
extensiones  de  maíz  y  trigo.  La  cosecha    de   éste    daba 


Tropa  de  carretas 


lugar  a  las  pintorescas  escenas  de  la  «trilla»,  donde  el 
paisanaje  de  la  comarca  se  reunía  para  lucir  las  habi- 
lidades de  sus  buenos  jinetes.  Para  moler  los  granos 
había  un  molino  en  la  ciudad,  y  en  la  campaña  se  emplea- 
ban las  conanas  o  morteros  de  piedra,  de  época  muy 
primitiva. 

Con  las  buenas  maderas  de  la  región  se  construían 
algunos  muebles  toscos,  pero  útiles,  y  se  fabricaban  las 
famosas  carretas  sin  emplear  ni  un  clavo  de  hierro,  y 
sin  embargo,  esas  carretas  hacían  largos  viajes  al  litoral, 


112  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

transportando,  por  malos  caminos,  hasta  300  arrobas 
de  mercaderías. 

Finalmente,  la  industria  minera,  que  vino  a  desper- 
tar la  actividad  de  los  pobladores,  aunque  su  explotación 
era   bastante   rudimentaria. 

A  su  amparo  se  desarrolló,  aunque  en  pequeña  es- 
cala, la  fundición  de  metales  preciosos,  y  las  artes  de 
la  platería  encontraron  estímulos  entre  los  orfebres 
púntanos. 

El  principal  artículo  de  comercio  fué  la  exportación 
de  ganadería  a  Chile. 

A  fines  del  siglo  xviii  se  calculaba  en  80.000  pesos 
fuertes  el  importe  de  las  ventas  de  ganados  vacunos, 
caballar  y  mular,  quedando  siempre  un  excedente  de 
un  5  %  sobre  la  importación.  Esta  consistía  en  merca- 
derías generales  y  harina  que  se  traían  de  Chile;  en  vinos, 
aguardiente,  miel,  cera,  pasas  de  uva  y  tabletas,  de  Men- 
doza y  San  -Juan.  Los  medios  de  transporte  eran,  como 
hemos  dicho,  las  carretas  a  bueyes  o  castillos,  como  allí 
se  les  llamaba,  y  las  tropas  de  arrias.  Estas  tropas  es- 
taban organizadas  militarmente,  bajo  el  mando  del  ca- 
pataz, que  ejercía  una  autoridad  absoluta;  tenían  su 
táctica  especial  para  defenderse  contra  los  ataques  del 
indio,  que  consistía  en  formar  cuadro  y  en  encerrar  den- 
tro al  ganado.  Cuando  las  carretas  tenían  tiempo  de  hacer 
estas  maniobras,  la  defensa  no  ofrecía  mayores  riesgos; 
en  cuanto  a  las  tropas  de  muías,  era  fácil  desviarlas 
del  camino,  internándolas  en  la  espesura  del  monte  o  en 
las  fragosidades  de  la  sierra,  donde  el  «bagual»  que  mon- 
taba el  indio,  adaptado  al  terreno  blando  y  guadaloso,  no 
podía  penetrar  sin  inutilizarse.  Así,  pues,  el  «tropero»  era  un 
hombre  listo,  enérgico,  valiente,  baqueano  y  siempre 
advertido    ante    el   peligro. 

Los  pasajeros  seguían,  con  frecuencia,  de  cerca  es- 
tas tropas,  en  una  época  en  la  cual  nadie  se  preocupaba 
tanto  de  la  rapidez  del  viaje  como  de  la  seguridad  de  la 
vida.  En  todo  el  trayecto  del  camino  existían  postas  y 
dormidas  defendidas  con  su  cerco  de  palo  a  pique  y  bue- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


113 


114  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

nos  corrales,  siendo  el  «maestro  ele  posta»  un  cargo  hon- 
roso y  apetecido  por  los  prestigios  que  daba  en  la  comar- 
ca. A  menudo,  ese  puesto  era  desempeñado  por  algún 
ex  oficial  de  milicias  o  algún  hombre  de  probado  valor 
y   de  responsabilidad. 


o. — La  escuela  de  primeras  letras. — Hemos  dicho  que 
los  dominicos  tenían,  en  su  convento,  una  escuela  donde 
enseñaban  los  rudimentos  de  la  lectura  y  escritura  a 
unos  pocos  niños  pobres.  Recién  en  1783  se  fundó  la 
primera  escuela  pública  y  fué  su  primer  director  el  respe- 
table vecino  D.  Miguel  Rafael  de  Vilches,  a  quien  el 
Cabildo  le  asignó  la  suma  de  200  pesos  anuales,  los  cua- 
les muy  tarde  o  nunca  se  pagaban  por  falta  de  numerario. 
Sin  embargo,  el  maestro  no  abandonó  su  puesto,  en  el 
empeñoso  afán  de  enseñar  a  leer  a  los  hijos  del  pueblo, 
hasta  que  fué  reemplazado  en  esa  noble  tarea  por  don 
Juan  Laconcha  y  su  hijo  Juan  Plácido,  con  el  cargo  de 
«pasante».  La  escuela  marchaba  bien  y  se  veía  concurri- 
da debido  al  celo  paternal  del  señor  Laconcha,  cuando, 
a  fines  de  1794,  le  sorprendió  la  muerte  en  el  desempeño 
de  su  apostolado.  La  Junta  Municipal  sacó,  entonces,  a 
concurso  el  puesto  de  maestro,  obteniéndole  el  pasante 
D.  Juan  Plácido,  no  obstante  lo  cual,  el  Cabildo  no  se 
dio  por  aludido  de  esa  circunstancia,  cometiendo  la  ar- 
bitrariedad de  mandar  fijar  nuevos  edictos  para  proveer 
el  cargo. 

De  este  proceder  incorrecto  elevó  queja  ante  Sobre- 
monte  la  madre  de  D.  Plácido,  señora  Ventura  Báez  de 
Quiroga  de  Laconcha,  siendo  debidamente  atendida  por 
el  gobernador  intendente,  quien  se  dirigió  al  Cabildo 
haciéndole  presente  el  agravio  que  se  había  inferido 
a  D.  Plácido  y  el  desprecio  al  mérito  de  cuatro  años  y 
ocho  meses  que  el  referido  había  contraído  sirviendo 
de  pasante  en  la  escuela  dirigida  por  su  padre. 

En  consecuencia,  ordenaba  se  le  respetase  en  su 
puesto  e  informara  sobre  los  motivos  que  había  tenido 


HISTORTA   DE    SAN   LUIS  115 


para  proceder  de  ese  modo.  Parece  que  la  cuestión  no 
tuvo  otra  transcendencia;  pues  el  maestro,  D.  Plácido, 
continuó  tranquilamente  en  ese  cargo  hasta  1799.  En 
esta  fecha  se  vio  obligado  a  ausentarse  a  Mendoza,  de- 
signándose en  su  reemplazo  al  sacerdote  D.  Francisco 
Borjas  Poblete.  A  los  seis  meses  regresó  D.  Plácido  y  la 
Junta  Municipal  dispuso  la  continuación  en  su  empleo. 
El  P.  Poblete  se  opuso  tenazmente  y  se  negó  a  entregar 
la  escuela,  dando  como  fundamento  serio,  la  real  orden 
que  disponía  que  para  todas  las  escuelas  o  clases 
de  enseñanza,  fueran  designados  clérigos  donde  los 
hubiera,  con  preferencia  a  los  seglares,  y  por  último 
formulaba  serios  cargos  contra  la  moralidad  del  maestro. 
De  su  escrito,  oponiéndose,  se  dio  vista  a  D.  Plácido  quien 
se  despachó  a  gusto,  aunque  con  suma  mesura,  al  refutar, 
uno  por  uno,  los  fundamentos  de  Poblete  y  levantó  los 
cargos,  apelando  al  testimonio  de  los  padres  de  sus  dis- 
cípulos y  del  vecindario  en  general. 

Al  fin,  el  subdelegado  D.  Juan  de  Videla  falló  esta 
enojosa  querella,  que  tenía  apasionado  al  vecindario 
y  a  los  frailes,  en  estos  términos: 

«Visto  lo  alegado  por  las  partes  y  el  ningún  derecho 
del  citado  presbítero,  según  la  carta  orden  de  la  muy 
ilustre  Junta  Provincial  de  la  Capital  de  Buenos  Aires, 
con  fecha  9  de  diciembre  de  1778  en  que  se  sirve  comu- 
nicar a  esta  Junta  Municipal  que  el  maestro  de  esta  ca- 
tegoría haya  de  ser,  precisamente  secular,  y  no  adminis- 
trada por  regulares;  en  cuya  consecuencia  debía  de  man- 
dar y  mando  que  el  citado  D.  Francisco  Poblete,  sin 
súplica  ni  pretexto  alguno,  quien  ha  estado  interina- 
mente de  maestro  de  dicha  cátedra  desde  el  día  6  de  fe- 
brero de  este  año,  la  entregue  al  citado  D.  Juan  Plácido 
en  día  1.°  de  julio  venidero,  con  el  apercibimiento  que, 
de  lo  contrario,  será  despojado  y,  para  otros  resultados, 
mandará  a  este  juzgado  el  día  30  de  este  mes,  las  llaves 
del  cuarto  donde  se  encuentra  la  enseñanza.» 

No  obstante  la  terminante  comunicación,  el  P.  Po- 
blete, que  era  un  hombre  terco  y  violento,  al  ser  noti- 


116  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


ficado,  dijo  que  no  entregaba  las  llaves  ni  la  escuela. 
Intercedió  el  señor  vicario  Daval  y  el  notario  eclesiás- 
tico, don  Esteban  Serra,  para  que  el  reverendo  padre 
se  sometiera  y  cumpliera  la  orden  del  señor  subdelegado, 
pero  el  P.  Poblete  se  limitó  a  pedirles  disculpa  por  no 
poder  obedecerles.  Entonces,  el  mismo  juez  Videla  fué 
en  persona  y  lo  expulsó  de  la  escuela,  constatando  que 
sólo  tenía  ocho  niños,  pues  todos  los  demás  habían  sa- 
lido por  el  mal  genio  del  maestro  y  por  las  severas  y 
crueles  disciplinas  que  aplicaba  a  sus  discípulos,  aun  tra- 
tándose ele  leves  faltas. 

La  enérgica  actitud  ele  la  autoridad  civil  produjo 
un  escándalo  mayúsculo,  haciendo  causa  común  con  el 
P.  Poblete,  los  frailes  de  Santo  Domingo  y  las  beatas; 
pero,  la  presencia  sucesiva  de  las  mismas  autoridades 
y  el  buen  tino  del  maestro  D.  Plácido,  hicieron  que  pron- 
to se  disipara  la  borrasca  que  amenazaba  convulsionar 
la  pacífica  población. 

El  asunto  terminó  obligando  a  la  Junta  Municipal 
de  Temporalidades  a  dictar  un  reglamento  para  el  buen 
gobierno  de  la  escuela,  previa  confirmación  del  maestro 
Laconcha  con  la  «congrua»  que  se  le  había  asegurado 
en  200  pesos  anuales,  los  cuales  esta  vez  se  proponían 
pagar  en  sonante  numerario.  He  aquí  las  principales 
disposiciones    del    reglamento    escolar: 

1.°  Que  el  maestro  preste  obediencia  y  acatamiento 
a  los  miembros  del  Ilustre  Cabildo,  cuando  visiten  la 
escuela  para  darse  cuenta  del  adelanto  de  los  niños  y  la 
manera  cómo  se  cumplen  estas  reglas. 

2.°  Que  todos  los  días  vaya  el  maestro  con  los  niños 
a  misa  y  que  canten  el  sábado. 

3.°  Que  cuando  salgan  los  niños  de  la  escuela  vayan 
con  juiciosa  modestia  y  cortesía  con  los  mayores. 

4.°  Que  se  les  haya  de  documentar  no  sólo  en  leer 
y  escribir  sino  versándoles  en  las  cuatro  reglas  de  la  arit- 
mética y  el  ayudar  a  misa. 

o.°  Que,  siempre  que  toquen  a  sacramento,  el  maes- 
tro salga  con  sus  niños,  acompañando  en  tan  piadoso 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  1  1  7 


ejercicio  y  que,  rezando  hasta  regresar  a  la  iglesia,  va- 
yan con  toda  reverente  modestia  y  devoción. 

6.°  Que  el  maestro  no  pueda  emplearse  en  otro  mi- 
nisterio que  se  oponga  a  la  forzosa  asistencia  que  debe 
practicar  en  su  escuela,  y  si  tuviese  algún  legitimo  im- 
pedimento, que  avise  al  Cabildo  para  nombrar  el  subs- 
tituto. 

7.°  Que  por  ningún  modo  se  intervenga  en  ser  apode- 
rado en  los  litigios  particulares,  de  modo  que  le  pertur- 
ben su  asistencia  o  su  obligación,  y  sólo  en  caso  que  este 
Cabildo  o  algún  individuo  lo  llame  para  que  escriba  por 
defecto  de  otro,  alguna  providencia,  pagándole  su  tra- 
bajo, lo  podia  hacer. 

El  Cabildo  era  tan  celoso  de  las  prácticas  religiosas 
que,  en  1807,  expulsó  de  la  escuela  y  de  la  ciudad  al 
maestro  D.  Miguel  Lamarca  por  ser  «hombre  de  pluma» 
y  no  llevar  a  misa  a  sus  discípulos.  Fué  reemplazado  por 
D.  Salvador  Martinilla,  a  quien  se  le  fijó  cuatro  reales 
al  mes  por  cada  alumno;  con  la  obligación  expresa  de 
hacerles  oir  y  ayudar  a  decir  misa  todos  los  días. 

El  único  libro  que  circulaba  en  la  escuela  era  «El 
niño  instruido  por  la  Divina  Palabra»,  obra  del  fraile 
carmelita  Manuel  de  San  José. 

Por  otra  parte,  el  Tribunal  de  la  Inquisición  y  los 
curas,  ejercían  una  rigurosa  vigilancia  en  las  ideas  y  en 
los  escasos  libros  que  se  introducían,  libros  exclusiva- 
mente de  prácticas  religiosas,  cuya  venta  en  A.mérica 
tenía  monopolizada  el  convento  del  Escorial. 

Y  por  entonces,  y  aun  mucho  después,  no  hubo  allí 
otra  clase  de  instrucción  que  la  muy  rudimentaria  de 
aquel  tipo  de  escuelita  de  primeras  letras. 

Tales  fueron  los  primeros  pasos  de  la  escuela  pun- 
tana.  Nacía  suscitando  conflictos  y  controversias  entre 
las  dos  tendencias  que  se  disputaban  el  privilegio  de  di- 
rigir la  enseñanza  pública,  aunque  siempre  sometida 
a  las  ideas  absolutas  de  aquellos  obscuros  tiempos  del 
régimen  colonial. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  119 


CAPITULO  V 

SUMARIO:  1. — Precursores  de  la  independencia  nacional. — Jura 
de  Fernando  VIL — La  revolución  de  Mayo.  2. — Patriótica  ac- 
titud del  Cabildo  puntano. — Nombramiento  de  su  primer  di- 
putado.— Destitución  del  comandante  español  Ximénez  In- 
guanzo.  3. — Primer  contingente. —  Contribución  patriótica. — ■ 
Rivalidades  locales.  4. — El  triunvirato. — Jura  del  Estatuto 
Provisional. — Creación  del  cargo  de  Teniente  Gobernador. — ■ 
Destierro  de  Poblet. — La   victoria  de  Tucumán. 

1. — Las  invasiones  inglesas,  independientemente  de 
la  oportunidad  que  brindaron  al  pueblo  de  Buenos  Aires 
para  revelarse  a  sí  mismo,  tuvieron  la  bondad  de  sem- 
brar ideas  nuevas,  en  sus  declaraciones  y  propaganda, 
sobre  el  aventajado  sistema  de  la  colonización  inglesa 
a  base  de  la  libertad  civil  y  política  de  que  gozaba  la 
misma  metrópoli.  El  ilustre  historiador  Mitre,  dice: 
«Los  ingleses,  vencidos  por  las  armas,  habían  operado 
por  su  fuerza  moral  la  conquista  de  los  espíritus,  antes 
que  la  conciencia  pública  se  diera  cuenta  de  la  transfor- 
mación y   su  consecuencia». 

La  semilla  fecunda  de  la  libertad  y  de  la  indepen- 
dencia había  sido  arrojada  en  tierra  fértil  para  esos  gran- 
des ideales  de  los  pueblos  modernos,  y  tan  luego  en  el 
preciso  momento  en  que  los  vínculos  con  España  estaban 
relajados. 

La  perspectiva  de  un  nuevo  horizonte  se  diseñaba 
en  la  vida  colonial  como  una  vaga  esperanza.  El  primer 
paso  estaba  dado  con  la  destitución  del  virrey  Sobre- 
monte  y  la  imposición  de  Liniers,  aclamado  como  jefe 
del  pueblo.  Lo  demás  era  cuestión  de  tiempo  y  de  opor- 
tunidad. Pasado  el  peligro  común  comenzaron  a  acentuar- 
se dos  tendencias  antagónicas,  apoyadas  respectivamente 


120  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

en  los  cuerpos  de  Patricios  y  Arribeños  y  en  los  bata- 
llones españoles,  que  habían  concurrido  a  la  reconquista 
y  defensa  de  Buenos  Aires.  En  tal  situación,  llegó  la  no- 
ticia de  haber  abdicado  el  trono  Carlos  IV,  de  que  su  hijo 
Fernando  estaba  cautivo  y  que  Napoleón  había  hecho 
proclamar  a  su  hermano,  José  Bonaparte,  rey  de  España. 
Estas  graves  y  sensacionales  noticias  se  encargó  de  di- 
vulgarlas en  el  Río  de  la  Plata,  el  mismo  Emperador  de 
los  franceses,  por  intermedio  de  un  enviado  especial. 
Los  españoles  concibieron,  entonces,  el  plan  de  suceder 
en  América  al  monarca  cautivo,  mientras  los  criollos 
aspiraban  a  formar  un  gobierno  propio,  independiente- 
mente de  la  madre  patria. 

La  América  era  un  feudo  del  rey  de  España  y  los 
americanos  habían  jurado  obediencia  al  monarca;  pero 
cautivo  éste,  debían  organizarse  para  conservarle  su 
dominio  hasta  que  recuperase  su  libertad.  Por  otra  parte, 
conquistada  la  España  por  los  franceses,  las  colonias 
americanas  no  debían  en  ningún  caso  seguir  su  destino. 
Estas  reflexiones  eran  un  paso  más  hacia  el  acariciado 
propósito  de  la  independencia. 

Finalmente,  al  agente  francés  se  le  contestó,  en  agos- 
to, con  la  proclamación  de  Fernando  VII,  como  rey  de 
España  y  sus  colonias,  lo  que  revelaba  el  firme  propósito 
de  no  reconocer  la  dinastía  napoleónica.  En  San  Luis 
se  dispuso  la  proclamación  y  jura  de  Fernando  para  el 
día  8  de  octubre.  A  la  mañana,  muy  temprano,  el  repi- 
que de  las  campanas  y  las  salvas  de  la  guarnición  anun- 
ciaban al  pueblo  el  advenimiento  de  su  nuevo  amo. 
Congregadas  las  autoridades  y  vecinos  en  el  Cabildo  y 
en  la  plaza,  se  sacó  el  estandarte  real,  dirigiéndose  en 
columna  al  templo  para  implorar  al  cielo  que  el  católi- 
co monarca  volviera  pronto  a  sentarse  en  el  trono  de  sus 
augustos  antecesores.  Después  de  los  oficios  divinos 
continuaron  las  salvas  y  las  delirantes  aclamaciones  del 
pueblo. 

La  fórmula  habitual  para  las  juras  reales  era  levan- 
tar en  la  plaza  un  tablado  al  cual  subían  las  autoridades, 


HISTORIA    DE     SAN    LUIS  121 


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122  HISTORIA    DE   SAN   LUIS 


el  alférez  real,  portador  del  estandarte  de  la  conquis- 
ta, y  los  cuatro  reyes  de  armas  que  lo  escoltaban.  El 
decano  del  Cabildo  exclamaba  en  voz  alta  por  tres  veces, 
silencio  y  otras  tantas,  oid:  entonces  el  alférez  real,  en 
cada  ángulo  del  tablado,  decía:  Castilla  y  las  Indias, 
por  don  Fernando  VII,  nuestro  Señor  que  Dios  guarde, 
Viva!  y  todos  los  presentes  debían  contestar  ¡Viva! 
Concluida  esta  ceremonia  se  tremolaba  el  estandarte, 
continuaban  las  salvas  y  las  fiestas  populares,  que  con- 
sistían en  luminarias,  algún  sarao  en  el  Cabildo  y  juegos 
de  cañas. 

Mientras  tanto,  los  patriotas  de  Buenos  Aires  con- 
tinuaban trabajando  en  secreto,  en  favor  de  su  causa, 
a  la  vez  que  los  españoles  afanábanse  por  restablecer 
su  perdido  prestigio.  Al  efecto,  se  propusieron  eliminar 
a  Liniers  y  mandaron  emisarios  a  Elío  que  estaba  a) 
frente  de  la  plaza  de  Montevideo,  y  a  España  para  intri- 
garle y  pedir  su  separación. 

Elío.  de  acuerdo  con  el  procedimiento,  desconoció 
la  autoridad  de  Liniers,  como  virrey,  y  sustrajo  a  su  obe- 
diencia la  plaza   fuerte  de  Montevideo. 

Con  motivo  de  la  renovación  del  Cabildo  el  1.°  de 
enero  de  1809,  los  españoles  se  preparaban  a  dar  un  golpe 
definitivo  en  la  capital.  Una  pueblada  que  recibía  las 
inspiraciones  de  Alzaga  y  de  otros  jefes  del  partido  es- 
pañol, se  presentó  delante  del  fuerte  dando  voces  de: 
«¡abajo  el  francés  Liniers!»  Luego  se  acercó  una  dele- 
gación, de  la  que  el  mismo  obispo  formaba  parte,  a 
hacerle  presente  los  graves  peligros  de  la  situación  y  la 
necesidad  de  eliminarse  para  evitar  un  inútil  derrama- 
miento de  sangre.  Liniers,  decidido  a  dar  pruebas  de 
lealtad  al  sistema  español,  había  resuelto  ceder.  Al  efec- 
to se  labraba  un  acta  de  su  dimisión  cuando  se  presentó 
el  comandante  de  Patricios,  don  Cornelio  Saavedra,  e 
impuesto  de  la  actitud  de  Liniers,  manifestó  no  ser  exac- 
to que  el  pueblo  exigiera  su  renuncia,  e  invitándole  a 
presentarse  en  los  balcones  del  fuerte,  fué  aclamado  con 
entusiasmo  por  la  multitud,  mientras  el  oficial  Chiclana 


HTSTORTA   DE    SAN   LUIS  123 

arrebataba  el  acta  y  ]a  hacía  pedazos.  En  seguida  los 
cuerpos  de  Patricios,  que  estaban  listos  para  entrar  en 
acción,  con  su  sola  presencia  desbarataron  el  plan  de  los 
amotinados.  Los  jefes  principales  del  movimiento  fueron 
deportados  a  Patagones,  a  donde  Elío  mandó  una  nave 
que  los  condujo  a  Montevideo. 

Mientras  tanto  la  Junta  Central  de  España  había 
reemplazado  a  Liniers  con  don  Baltasar  Hidalgo  de  Cis- 
neros,  quien  venía,  según  su  propia  declaración,  a  con- 
ciliar las  dos  tendencias  antagónicas. 

Los  españoles  celebraron  el  suceso  como  un  triunfo 
de  su  causa,  cuando  ya  la  revolución  se  había  operado 
en  las  ideas  y  sólo  se  esperaba  el  momento  propicio  para 
exteriorizarla  en  los  hechos. 

A  mediados  de  mayo,  se  supo  en  Buenos  Aires  que 
los  franceses  se  habían  apoderado  de  la  Península  y  que 
la  Junta  Central,  disuelta  y  sin  autoridad,  se  había  re- 
fugiado en  la  isla  de  León.  La  hora  solemne  había  lle- 
gado, al  fin,  y  los  patriotas  repetían  sin  reserva:  ¡España 
ha  caducado!  ¡La  autoridad  del  virrey  también  ha  ca- 
ducado! 

Cisneros  vio  venírsele  encima  la  tempestad,  y  sin 
fuerzas  ni  apoyo  en  la  opinión,  expidió  una  proclama  in- 
vitando a  la  concordia  e  invocando  la  lealtad  del  pueblo 
para  evitar,  según  decía,  los  terribles  males  de  la  anar- 
quía. Entonces,  Belgrano  y  Saavedra  se  presentaron 
al  alcalde  de  l.er  voto  pidiéndole  convocara  un  Cabildo 
Abierto  para  que  el  pueblo  resolviera  la  actitud  que  le 
correspondía,  en  tan  difícil  situación.  Comunicado  es- 
te propósito  a  Cisneros,  éste  se  empeñaba  en  convencer 
a  todos  que  la  España  no  estaba  perdida  y  que  los  pue- 
blos de  América  estaban  igualmente  seguros  bajo  el 
gobierno  de  sus  virreyes.  Inútiles  fueron  sus  razona- 
mientos, y  antes  de  resolver  su  actitud  en  esta  emergen- 
cia, quiso  conocer  la  opinión  de  los  jefes  militares  y  pron- 
to se  convenció  de  que  no  podía  contar  con  su  apoyo. 
Decidido,  a  la  fuerza,  a  permitir  la  convocación  del  Ca- 
bildo Abierto  aun  pretendió  sacar  partido  de  las  circuns- 


124  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tancias.  Invitados  los  vecinos  más  caracterizados,  éstos  se 
reunieron  el  22  de  mayo  y  dejaron  claramente  estable- 
cida   la    fórmula    de    la    revolución    en    estos   términos: 

«La  España  ha  caducado  en  su  poder  para  con  la 
América,  y  con  ella,  las  autoridades  que  son  su  emanación. 
Al  pueblo  corresponde  reasumir  la  soberanía  del  monar- 
ca e  instituir,  en  representación  suya,  un  gobierno  que 
vele  por  su  seguridad.» 

Votada  esta  fórmula,  se  delegó  en  el  Cabildo  la 
facultad  de  elegir  la  Junta  que  debía  reemplazar  al 
virrey. 

El  Cabildo  no  respondió  a  la  confianza  ni  a  los  an- 
helos del  momento,  pues  aunque  constituyó  la  Junta, 
dejaba  como  su  presidente  al  mismo  Cisneros.  Los  pa- 
triotas que  formaban  parte  de  ella  se  separaron  en  el 
acto  y  el  pueblo  asumió,  entonces,  una  actitud  decidi- 
damente enérgica  y  radical. 

El  25  de  mayo  amaneció  en  la  plaza  una  multitud 
entusiasta  que  llevaba  como  distintivo  una  cinta  celes- 
te y  blanca,  presentándose  al  Cabildo  para  que  tomara 
en  cuenta  la  renuncia  de  Cisneros.  Mientras  se  delibe- 
raba, penetró  una  delegación  en  el  recinto  del  Cabildo 
diciendo:  «El  pueblo  quiere  saber  de  qué  se  trata». 

Acto  continuo  se  formuló  una  lista  para  constituir 
la  Junta,  en  la  cual  figuraban  Saavedra,  Castelli,  Bel- 
grano,  Passo,  Azcuénaga,  Matheu,  Alberti,  Larrea  y 
Moreno,  declarando  que  el  pueblo  había  reasumido  la 
soberanía  delegada  en  el  Cabildo. 

Lma  aclamación  delirante  saludó  al  nuevo  gobierno. 
La  revolución  había  triunfado  sin  violencia  y  sin  sangre, 
por   la    gravitación    natural    de    los    acontecimientos. 

La  Junta  se  instaló  en  la  Fortaleza  a  nombre  de 
Fernando  VII,  y,  previo  juramento  de  sus  miembros, 
entró  a  deliberar  sobre  los  graves  deberes  del  momento, 
inter  se  reunía  el  Congreso  de  diputados  de  las  otras 
provincias    del    virreinato. 

Simultáneamente  con  la  instalación  de  este  gobierno 
patrio,  se  sintieron  en  Montevideo,  Córdoba  y  en  Alto 


HISTORIA     DE    SAN    LUIS  125 


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u  fraguo fa-mo  c&  */ñ¡>  h^arwy-frn  cti*afe/at4j'e<r  etyiÁxnx 
z¿>  a.+  étitt&ra  erttcnpavr  fa  (¿a^far^^d  Q^AfiOMaim^J^ 
en  e<¿ di¿t^t%o  t£  /U  fruteó  frpte/  ?u> ^tát&rifo  va  /Arfe  — 
ri&z/e    fa  ispmdad    Cfrn¿fá£ta<ma£ ,  A  ?*o  />&*  *n¿Zu>  c£  um& 

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126 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


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HISTORIA   DE    SAN   LUIS  127 


Perú,  los  síntomas  de  la  reacción  netamente  española, 
sostenedora  del  régimen  depuesto. 

Era  urgente  neutralizar,  por  una  acción  rápida  y 
eficaz,  los  grandes  peligros  que  amenazaban  al  nuevo 
gobierno.  Al  efecto,  la  Junta  dirigió  una  circular  a  todas 
las  ciudades  del  virreinato  exponiéndoles  los  antece- 
dentes de  la  situación  creada  por  los  adversos  sucesos 
de  la  Metrópoli,  y  la  necesidad  en  que  se  había  visto  el 
pueblo  de  reasumir  sus  derechos  originarios  para  conser- 
var íntegramente  estos  vastos  dominios  al  rey  Fernando 
VII;  así  como  manifestaba  ocuparse,  con  el  mayor  es- 
fuerzo, en  mantener  la  unión  de  los  pueblos  y  en  consul- 
tar la  tranquilidad  y  seguridad  individual,  tal  cual  ha- 
bía sucedido  en  Buenos  Aires.  Pedía  se  enviaran  a  la 
brevedad  posible  los  diputados  que  debían  incorporár- 
sele, como  vocales,  y  anunciaba  que,  para  mantener  el 
orden  y  proteger  la  libre  elección  de  los  legítimos  repre- 
sentantes del  pueblo,  se  mandaba  una  expedición  al  in- 
terior. 


2. — El  Cabildo  de  San  Luis  contestó  a  la  Junta  el 
13  de  junio  (*)  haciendo  manifestación  de  estar  en  un  todo 
conforme  con  las  miras  del  nuevo  gobierno  y  que  proce- 
dería, a  la  brevedad  posible,  a  convocar  al  vecindario 
para  la  elección  de  su  diputado. 

Simultáneamente  con  la  circular  de  la  Junta,  el  Ca- 
bildo puntano  recibía  una  nota  del  gobernador  inten- 
dente de  Córdoba,  Gutiérrez  de  la  Concha,  concebida 
en  estos  términos:  «Anoche  llegó  el  correo  ordinario  de 
Buenos  Aires  y  se  confirmaron  las  noticias  privadas  que 
ya  tenía  este  gobierno  de  que,  contra  las  ideas  de  su 
mismo  Excmo.  Cabildo  y  del  vecindario  honrado,  se 
había  depuesto  al  virrey  y  creado,  abusivamente,  una 
Junta  para  el  superior  gobierno  del  virreinato,  sin  más 


i1)  Dentro  de  la  actual  República  Argentina,  después  de  Concepción 
del  Uruguay,  fué  San  Luis  la  primera  que  reconoció  la  Junta  de  Buenos 
Aires. 


128  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

autoridad  que  la  fuerza,  y  aunque  no  dudaba  el  partido 
que  debía  tomar  este  gobierno  para  sostener  el  buen 
orden  y  las  legítimas  autoridades,  llamó  en  la  misma 
liora  a  la  casa  de  mi  habitación  a  las  primeras  de  esta 
ciudad,  y  entre  ellas  al  Excmo.  señor  don  Santiago  Li- 
niers  y  al  limo,  señor  Obispo  y  tuve  la  complacencia 
de  que  con  la  mayor  energía  se  decidieran  por  la  legítima 
autoridad.» 

Manifiesta  en  seguida  la  acendrada  lealtad  del  ve- 
cindario de  Montevideo,  del  de  Córdoba  y  Salta  y  reco- 
mienda al  Cabildo  tenga  el  mayor  cuidado  en  sostener 
el  orden  y  en  obedecer,  exclusivamente,  la  legítima  auto- 
ridad, dando  inmediato  aviso  de  cuanto  ocurriese  para 
tomar  las  medidas  tendientes  al  mejor  servicio. 

El  más  grave  conflicto  suscitó  esta  nota  en  el  ánimo 
de  los  cabildantes,  y  después  de  muchas  cavilaciones, 
los  más  animosos  aconsejaron  se  diera  cuenta  al  gober- 
nador de  las  comunicaciones  recibidas  ele  la  Junta  y 
del  Cabildo  de  Buenos  Aires  y  se  procediese  a  contestarle 
con  cierta  cautela,  evitando  no  comprometer  opinio- 
nes  categóricas  al  respecto. 

Al  efecto,  se  sacaron  copias  para  ser  remitidas  a 
Córdoba  y  en  la  adjunta  nota  se  dejaba  entrever  que  es- 
taban lejos  de  oponerse  a  las  tendencias  de  la  Junta  por- 
teña.  Sin  embargo,  se  expresaba  a  la  vez  el  sentimiento 
que  le  causaba  los  sucesos  adversos  de  la  Península,  las 
discordias  de  nuestras  provincias,  y  concluía  por  rei- 
terar, hábilmente,  su  adhesión  al  monarca  y  a  las  autori- 
dades depositarías  de  sus  augustos  derechos. 

ínter  se  esperaba  la  respuesta  de  Córdoba,  los  patrio- 
tas seguían  agitando  la  opinión  y  preparaban  el  am- 
biente para  elegir  oportunamente  un  diputado,  legítimo 
representante  de  las  nuevas  tendencias. 

El  gobernador  intendente  contestó  remitiendo  co- 
pia de  las  actas  labradas  por  el  Cabildo  de  Córdoba, 
con  fecha  6  y  8  de  junio,  para  responder  a  las  comunica- 
ciones de  Buenos  Aires,  declarándose  partidario  de  que 
las  cosas  quedasen  como  estaban,  mientras  se  consulta- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  129 


sen  y  uniformasen  las  ideas  de  todos  los  pueblos  del  vi- 
rreinato y  del  Perú,  y  esto  en  el  caso  de  que  en  la  Península 
no  hubiese  legítimos  representantes  de  la  autoridad  su- 
prema, y  en  consecuencia,  manifestábase  contrario  a  la 
expedición  anunciada,  por  creerla  innecesaria  al  público 
sosiego.  Fundado  en  estas  razones,  el  gobernador  orde- 
naba al  Cabildo  de  San  Luis  arreglase  su  conducta  y 
contestaciones  a  las  del  Cabildo  de  Córdoba,  en  obsequio 
a   la   inalterable   fidelidad   de    esa   provincia. 

Pero,  ya  el  Cabildo  puntano  se  había  decidido  por 
la  Junta  de  Buenos  Aires  y  empeñado  solemnemente  su 
palabra  de  elegir  su  diputado.  Era  imposible  retroceder, 
sin  menoscabo  de  su  entereza  moral,  y  apresuró  la  con- 
vocación del  vecindario,  el  cual  procedió  a  la  elección 
de  su  representante  el  30  ele  junio,  en  la  persona  del 
alcalde  de   l.er  voto,   don  Marcelino   Poblet. 

Tales  actos  equivalían  a  un  definitivo  rompimiento 
con  la  autoridad  del  gobernador  intendente  de  Córdoba, 
para  seguir  el  destino  de  la  junta  de  Buenos  Aires,  como 
lo  evidencia  también  el  siguiente  documento  que  se  pasó 
al  comandante  de  armas,  don  José  Ximénez  Inguanzo: 
«Ha  llegado  a  noticia  de  este  Ayuntamiento  que  el  se- 
ñor gobernador  intendente,  reincidiendo  en  las  ideas 
de  oponerse  a  las  disposiciones  de  la  Excma.  Junta  Gu- 
bernativa de  la  Capital  de  Buenos  Aires,  a  quien  niega 
el  obedecimiento,  solicitando  reunirse  para  ello  con 
este  pueblo,  y  que  igualmente  le  ordena  a  Ud.  marche 
para  Córdoba  a  la  mayor  brevedad  con  toda  la  gente  de 
armas  de  esta  ciudad  y  su  jurisdicción.  En  cuya  virtud, 
y  siendo  estas  ideas  en  todo  opuestas  y  delincuentes  a 
las  de  la  otra  capital  que  debemos  obedecer  ciegamente, 
esperamos  que  Ud.  no  contribuya  con  el  más  mínimo 
auxilio  para  estos  casos,  sin  anuencia  nuestra  y  con  la 
armonía  que  corresponde  a  un  buen  patriota,  en  obse- 
quio de  la  tranquilidad  pública,  advertido  que,  de  lo 
contrario,  tomará  este  Ayuntamiento  con  su  vecindario, 
las  más  severas  providencias.» 


130  HTSTORTA   DE    SAX   LUIS 

«Dios  guarde  a  Ud.  m.s  a.s  San  Luis,  julio  1.°  de  1810. 

Marcelino  Poblet. — Agustín  Palma. — Alejandro  de 
Quiroga. — Gerónimo  L.  Quiroga. — José  Romualdo  Or- 
tiz. — Licenciado,  Santiago  Funes.» 

Esta  enérgica  actitud  del  Cabildo  era  apoyada  por 
los  capitanes  del  regimiento  de  voluntarios  Juan  Basi- 
lio Garro,  Matías  Sancho,  Blas  de  Yidela,  Francisco  de 
Paula  y  Francisco  Vicente  Lucio  Lucero,  y  por  otros 
oficiales  subalternos,  nativos  de  la  provincia.  Así  fué 
cómo  la  autoridad  del  comandante  de  armas  quedó  neu- 
tralizada y,  además,  no  era  el  hombre  indicado  para  do- 
minar una  situación  como  aquélla. 

El  comandante  Ximénez  Inguanzo,  imposibilitado 
de  poder  hacer  otra  cosa,  se  limitó  a  dar  cuenta  de  la 
resolución  del  Cabildo  y  a  enviar  copia  de  su  nota  conmi- 
natoria. 

El  gobernador  Gutiérrez  de  la  Concha,  igualmente 
impotente  para  hacer  cumplir  sus  órdenes,  pasó  otra  nota 
responsabilizando  con  sus  personas  y  bienes  a  los  cabil- 
dantes por  los  daños  y  perjuicios  que  pudieran  ocasionar 
con  su  extraña  y  delincuente  oposición,  y  advirtiéndoles 
haber  reiterado  la  orden  al  comandante  para  que  cumpla 
las  instrucciones  recibidas,  usando  de  la  fuerza  en  caso 
necesario. 

A  fin  de  impresionar  sus  ánimos,  termina  haciéndo- 
les presente  que  le  remiten  auxilios  de  la  imperial  villa 
de  Potosí  así  como  que  los  espera  de  Salta,  en  apoyo  de 
su   causa,    imitando   la   lealtad   de   Córdoba. 

Esta  nueva  comunicación  fué  contestada  con  la 
orden  a  los  oficiales  adictos,  de  no  permitir  al  comandan- 
te la  entrada  al  cuartel  de  voluntarios,  y  de  observar 
estrictamente  sus  manejos.  Ximénez  Inguanzo,  sin  medios 
para  hacer  efectiva  su  autoridad  y  temeroso  de  una  agre- 
sión a  su  persona,  desapareció  de  San  Luis. 

Al  mismo  tiempo  que  el  Cabildo  tomaba  tan  ex- 
trema resolución,  despachó  un  enviado  al  Cabildo  de 
Mendoza  imponiéndole  de  estos  antecedentes  y  pidién- 
dole auxilios  para  el  caso  de  que  se  mandaran  tropas  de 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  131 


Córdoba  a  someterlos.  El  Cabildo  mendocino  contestó 
en  el  acto  calificando  de  arbitraria  la  conducta  del  go- 
bernador de  Córdoba,  y  agregando  textualmente:  Esta- 
mos decididos  y  no  habrá  cosa  que  nos  haga  variar  de  ideas: 
en  este  concepto  debe  contar  U.  S.  con  todos  los  socorros  que 
pendan  de  este  Cabildo. 

El  pueblo  de  Mendoza  después  de  aplastar  la  tenta- 
tiva de  la  reacción  realista,  que  hubo  de  poner  en  peli- 
gro su  libertad,  estrechó  relaciones  con  San  Juan  y,  ahora 
se  le  brindaba  la  ocasión  de  concurrir  en  auxilio  de  San 
Luis.  Cuyo,  siempre  a  la  vanguardia  de  las  ideas  libera- 
les y  de  los  anhelos  patrióticos,  iba  a  interponerse,  tam- 
bién, entre  Chile  y  los  españoles  de  Córdoba,  para  evitar 
toda  comunicación  que  pudiera  perjudicar  la  estabili- 
dad de  la  Junta  de  Buenos  Aires. 

El  patriota,  teniente  coronel  de  Arribeños,  D.  Juan 
Bautista  Morón,  había  traído  importantes  instruccio- 
nes de  la  Junta,  y,  entre  otras,  la  de  evitar  toda  comu- 
nicación entre  Córdoba  y  Mendoza.  En  su  cumplimiento, 
detuvo  en  la  posta  del  Morro,  al  enviado  del  gobernador 
de  Córdoba,  D.  Roque  Molina,  y  le  substrajo  la  corres- 
pondencia que  conducía.  Gutiérrez  de  la  Concha  reclamó 
al  Cabildo  puntano  la  inmediata  devolución  de  esa  co- 
rrespondencia, amenazándole,  si  se  negaba  a  su  pedido, 
con  los  importantes  refuerzos  que  le  traía  del  Alto  Pe- 
rú D.   Francisco  de  Paula  Saénz. 

El  Cabildo  le  pasó  un  ultimátum  previniéndole  «que 
no  se  detenía  por  el  momento  a  refutar  la  falta  de  razón 
y  justicia  de  sus  amenazas  y  que  había  recibido  instruccio- 
nes de  la  Junta  de  Buenos  Aires  para  tratarlo  como  un 
enemigo  declarado  del  Estado,  actitud  que  estaba  de- 
cidido a  mantener  con  toda  energía».  En  seguida,  mandó 
publicar  en  la  campaña  la  nota  de  la  Junta  acerca  de  las 
circulares  del  gobernador  de  Córdoba  a  quien  llama 
«imprudente»,  «abrigando  la  esperanza  de  que  nadie 
se  prestará  a  su  criminal  seducción,  indiferente  a  los 
riesgos  interiores  y  exteriores  que  nos  amenazan».  Esta 
nota,  v  la  contestación  del  Cabildo,  la  hicieron  conocer 


132  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


en  Renca  y  Piedra  Blanca,  D.  José  Domingo  Arias,  y 
en  Punta  de  Agua,  D.  Martín  Plácido  del  Río,  dos  adic- 
tos y  vigilantes  patriotas,  mandados  de  avanzada  sobre 
la  frontera  cordobesa.  Finalmente,  el  Cabildo  pidió  a  la 
Junta  el  reemplazo  del  comandante  de  armas  Ximénez 
Inguanzo,  el  cual  fue  acordado  en  atención  a  sus  «acha- 
ques y  dilatados  servicios»,  designándose,  para  substi- 
tuirle, al  capitán  D.  Francisco  Vicente  L.  Lucero,  quien 
se  excusó  por  carecer  de  las  condiciones  militares  del 
cargo.  Encontrándose  aceptables  los  fundamentos  de 
su  renuncia,  fué  reemplazado  por  el  capitán  más  anti- 
guo del  regimiento  de  voluntarios,  D.  Juan  Basilio  Ga- 
rro y  como  segundo  D.  Matías  Sancho.  Bajo  el  comando 
del  capitán  (Tarro,  se  reorganizaron  las  milicias  locales 
y  se  destacaron  algunas  fuerzas  de  observación  sobre  la 
frontera  de  Córdoba  por  donde  se  esperaba  el  ataque  de 
los  realistas. 

La  marcha  rápida  de  Ortiz  de  Ocampo  sobre  Cór- 
doba, impidió  a  los  españoles  destacar  fuerzas  para  ir 
a  sofocar  los  rebeldes  y  hacer  efectivas  las  amenazas 
contra  los  patriotas  púntanos.  La  tarea  no  hubiera  sido 
tan  fácil,  pues,  sus  milicias  y  su  vecindario  estaban  pre- 
parados para  recibirlos  y,  además,  podían  contar  con 
los  auxilios  prometidos  de  Mendoza  y  San  Juan. 

Es  lástima  que  no  se  les  presentara  a  aquellos  valien- 
tes púntanos,  tan  recomendados  en  la  defensa  de  Bue- 
nos Aires,  la  oportunidad  de  agregar,  entonces,  un  lau- 
rel más  a  los  conquistados  contra  los  ingleses,  para  de- 
positarlos ahora  en  el  altar  de  esa  nueva  diosa  de  su 
culto  cívico:  La  Patria. 


3. — Los  elementos  bélicos  reunidos  en  San  Luis 
fueron  a  incorporarse  a  la  columna  de  Ortiz  de  Ocampo  y 
después  de  la  fácil  campaña  sobre  Córdoba,  entre  los  pri- 
sioneros conducidos  a  Buenos  Aires,  encontrábase  el 
ex  comandante  Ximénez  Inguanzo,  último  representante 
del   gobierno   español   en   San   Luis. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  133 


Hombre  ya  anciano  y  vinculado  por  los  lazos  de  la 
familia  a  la  sociabilidad  puntana,  no  hay  ningún  cargo 
que  hacerle,  pues  no  se  atrevió  a  echar  mano  de  la  vio- 
lencia, cuando  pudo  ejercitar  su  autoridad,  obligado 
por  la  subordinación  militar  y  por  el  contrario,  había 
asistido  a  la  elección  del  diputado  ante  la  Junta,  lo  cual 
importaba  reconocer  su  autoridad. 

Así,  pues,  muy  pronto  desapareció  el  fantasma  de 
Concha,  Paula  Sáenz  y  de  otros  jefes  de  la  reacción  rea- 
lista, cuyos  ideales,  con  sus  cadáveres,  quedaron  sepul- 
tados después  de  la  terrible  tragedia  de  Cabeza  del  Ti- 

gTe' 

Los  patriotas,  libres  de  estas  preocupaciones,  pudie- 
ron entregarse  por  completo  a  la  tarea  de  arbitrar  recur- 
sos, para  enviarlos  donde  fueran  necesarios,  en  favor 
de  la  nueva  causa  que  habían  abrazado  con  tanta  deci- 
sión. 

La  primera  contribución  patriótica  en  dinero,  caba- 
llos y  alimentos  para  la  tropa,  la  costearon  el  cura  vi- 
cario Dr.  José  Justo  Albarracín,  el  diputado  electo  Mar- 
celino Poblet;  el  alcalde  Agustín  Palma;  el  administra- 
dor de  correos,  Rafael  de  la  Peña,  y  los  vecinos  Ramón 
Esteban  Ramos,  José  Gregorio  Giménez,  Francisco  Vi- 
cente L.  Lucero,  Manuel  Teyseyra,  Francisco  Enrise, 
Martín  Videla,  Mateo  Gómez,  Manuel  Herrera,  Juan 
Escalante,  Manuel  Moreno  Bustos,  Ángel  Montero, 
José  Maure,  Lucas  Fernández,  Alejandro  Quiroga,  Ma- 
nuel Acosta,  Juan  Palma,  Tomás  Luis  Ossorio,  José  Sa- 
linas y  Doña  Micaela  Pardo. 

El  ministro  de  la  Real  Hacienda,  D.  José  de  Mayor- 
ga,  entregó  todos  los  fondos  de  las  cajas  reales  y  ofreció 
sus  propios  bienes. 

El  capitán  de  voluntarios  retirados,  D.  Tomás  Varas, 
fuera  de  su  contribución  en  dinero,  costeó  el  racionamien- 
to, y  cabalgadura  para  dos  soldados  hasta  Córdoba;  uno 
por  sí  y  otro  a  nombre  de  su  hijo  Domingo  de  los  Angeles. 
Además,  prestó  la  suma  de  quinientos  pesos  para  pago 
de   sueldos   a   la   tropa. 


134  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Con  estos  recursos  se  mandó  a  Salta  un  contingente 
de  cincuenta  hombres  bien  equipados,  los  cuales  asis- 
tieron al  primer  triunfo  que  obtuvieron  las  armas  de  la 
patria  en  la  memorable  acción  de  Suipacha. 

Antes  de  finalizar  el  año  X,  ya  se  había  reunido  otro 
contingente,  compuesto  de  doscientos  veinticinco  hom- 
bres, el  cual  fué  conducido  a  Buenos  Aires  por  el  co- 
mandante  D.    Blas   de   Videla. 

Estos  hechos  evidencian  la  parte  activa  que  tomó 
San  Luis,  desde  el  primer  momento,  en  la  causa  de  la 
revolución.  El  14  de  noviembre  falleció  el  comandante 
de  armas  y  subdelegado  de  la  Real  Hacienda  D.  Juan 
Basilio  Garro.  El  gobernador  intendente  de  Córdoba,  don 
Juan  Martín  de  Pueyrredón,  pidió  al  Cabildo  de  San  Luis 
le  propusiera  en  su  reemplazo  dos  oficiales  de  la  mayor 
graduación,  crédito,  pundonor  y  patriotismo,  en  quie- 
nes debían  recaer  tan  delicados  empleos. 

El  Cabildo  dio  cuenta  de  haber  encargado  la  coman- 
dancia al  capitán  de  voluntarios  D.  Francisco  de  Paula 
L.  Lucero,  con  el  carácter  de  interino,  hasta  la  resolu- 
ción de  la  superioridad.  Pero,  la  Junta  designó  como 
propietario  al  capitán  D.  Matías  Sancho,  resolución  que 
ocasionó  un  gran  disgusto  entre  los  miembros  del  ayun- 
tamiento. Informada  la  Junta  de  la  discordia  local, 
dispuso  el  inmediato  reconocimiento  del  nuevo  coman- 
dante y  que  saliera  desterrado  a  Punta  del  Agua  el  licen- 
ciado D.  Santiago  Funes,  por  díscolo  y  como  principal 
promotor  del  descontento  contra  Sancho.  Sin  embargo, 
los  odios  quedaron  latentes,  a  la  espera  de  la  ocasión  fa- 
vorable para  reaparecer  con  más  intensidad. 

Con  fecha  10  de  febrero  de  1811  la  Junta  había  dis- 
puesto la  formación  de  Juntas  de  Gobierno  en  la  Capi- 
tal de  Provincias,  y  Juntas  subalternas  en  las  ciudades 
o  villas  que  tuviesen  diputados  acreditados  en  la  capital. 

Estas  Juntas  debían  componerlas  el  comandante  de 
armas  y  dos  vocales,  elegidos  por  el  vecindario  entre  los 
ciudadanos  de  reconocido  patriotismo.  Tenían  la  misión 
de  recaudar   las    rentas  fiscales,    organizar    las  milicias. 


HISTORIA   DE   SAN  LUIS  135 

procurarse  recursos  en  dinero,  ganado  y  especies  para 
su  sostenimiento,  mantener  el  entusiasmo  en  favor  de  la 
nueva  causa  y  acudir  en  auxilio  del  orden  interno  y  de 
la  defensa  general  del  nuevo  régimen. 

A  fines  de  febrero  recibió  el  Cabildo  de  San  Luis  la 
orden  de  constituir  la  Junta  local.  Practicada  la  elec- 
ción, resultaron  electos  el  alcalde  de  primer  voto,  don 
llamón  Esteban  Ramos  y  D.  Tomás  Barroso.  Esta  elec- 
ción fué  protestada  por  una  parte  del  vecindario,  a  cuya 
cabeza  figuraban  D.  José  Gregorio  Giménez  y  el  P.  Al- 
barracín,  que  seguían  las  inspiraciones  del  comandante 
Sancho  y  las  del  diputado  Poblet. 

Ramos  estaba  empeñado  en  quebrar,  a  todo  trance, 
la  influencia  de  Poblet,  y  mientras  maquinaba  la  manera 
de  realizar  su  propósito,  consiguió  que  el  Cabildo  se  di- 
rigiera a  la  Junta  Provincial  de  Córdoba  consultándole 
sobre  si  podía  proceder  a  la  remoción  del  diputado 
Poblet  y  a  nombrar  otro  en  su  reemplazo.  La  Junta  elevó 
la  consulta  a  las  autoridades  de  la  Capital  y  éstas  contes- 
taron que  se  podía,  siempre  que  mediaran  circunstancias 
graves,  previa  su  plena  justificación.  Con  esta  base  tomó 
la  iniciativa  de  congregar  al  vecindario,  pretextando 
la  necesidad  de  arbitrar  recursos  para  el  funcionamiento 
de  la  escuela  dirigida  por  D.  José  Blas  García,  en  deplo- 
rable estado,  debido,  según  él,  al  criminal  abandono  de 
uno  de  sus  principales  deberes  por  el  diputado  Poblet, 
que  hasta  entonces  no  había  beneficiado  en  lo  más  mí- 
nimo a  su  pueblo,  no  obstante  sus  expresas  instruccio- 
nes al  respecto.  En  consecuencia,  parte  de  los  presentes 
se  manifestaron  en  contra  de  la  subsistencia  del  aludido 
diputado  y  en  la  necesidad  de  su  remoción;  mientras 
otros,  como  el  síndico  procurador,  creyeron  más  pruden- 
te limitarse  a  recriminar  a  Poblet  por  un  olvido  tan  per- 
judicial. 

Por  fin,  Ramos,  propuso  se  elevara  un  oficio  a  la  Junta 
firmado  por  todos  los  presentes,  debiendo  hacerlo  en 
pliego  separado  los  que  estuviesen  por  la  cesación  del 
diputado  y  los  que  se  limitaban  a  seguir  el  consejo  del 


136  HIST0KIA   DE    SAX   LUIS 

síndico  procurador.  Dado  este  primer  paso,  se  ocupó, 
el  mismo  riamos,  con  el  Cabildo,  de  instruir  un  sumario 
contra  Poblet,  a  pesar  de  la  amistosa  intervención  del 
comandante  D.  Buenaventura  Martínez,  quien  les  acon- 
sejó más  prudencia  y  el  sobreseimiento  de  este  asunto, 
como  medio  de  conservar  la  tranquilidad  pública.  Xo 
obstante  tan  sanos  consejos,  el  tenaz  Ramos,  que  am- 
bicionaba suceder  a  Poblet,  no  se  detuvo  en  sus  propó- 
sitos, y,  poco  después,  se  puso  en  viaje  a  Buenos  Aires, 
llevando  las  piezas  del  proceso  en  las  cuales  debía  fun- 
darse el  pedido  de  destitución  del  comandante  Sandio  y 
del   diputado   Poblet. 

Intertanto  las  autoridades  locales  y  el  mismo  Sancho, 
desplegaban  gran  celo  y  actividad  para  formar  nuevos 
contingentes,  los  cuales  fueron  reunidos  en  el  Morro, 
contándose,  a  fines  de  noviembre,  con  400  hombres, 
listos  para  ir  a  reforzar  los  ejércitos  de  la  patria. 

Es  lamentable  que  en  medio  de  tan  graves  preocu- 
paciones, y  en  tan  difícil  situación  como  la  que  atrave- 
saba el  país,  algunos  espíritus  inquietos  e  imprudentes 
estuvieran  encendiendo  la  tea  de  la  discordia  local.  De 
la  acusación  entablada  por  Ramos  se  corrió  traslado  a 
Poblet,  quien  refutó  con  acierto  los  cargos,  poniendo  de 
manifiesto  los  móviles  de  conducta  tan  injustificada  y 
negando  que  fuese  su  pueblo  el  que  hubiera  dado  poder 
para  acusarlo.  A  esta  actitud,  dijo  que  oponía  «el  reclamo 
de  juiciosos  vecinos  que  se  habían  dirigido  a  V.  E.  y  los 
honrosos  créditos  con  que  mi  pueblo  y  su  Cabildo  anterior 
ha  testificado,  como  aparece  en  el  cuaderno  N.°l,  el  lle- 
no de  mis  deberes  en  las  primeras  y  más  críticas  épocas 
de  aquella  ciudad  que,  conducida  por  mí  sólo,  como  su 
primer  Juez  y  único  director  de  sus  procedimientos, 
supo  afianzar  el  mérito  con  que  la  distinguió  Y.  E.» 
Por  último,  hace  presente  que  no  tiene  ningún  interés 
en  subsistir  en  clase  de  diputado  y  que,  por  el  contrario, 
espera,  pronto,  el  tiempo  de  poder  separarse  del  cargo 
a  virtud  de  una  renuncia  que  deje  a  salvo  su  crédito  y 
su  honor. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  137 


Cuestiones  muy  graves  reclamaban  la  atención  ele  la 
Junta  para  distraerse  en  resolver  estas  miserables  in- 
trigas de  aldea,  fruto  maldito  de  la  anarquía  que  comen- 
zaba a  minar  el  partido  patriota,  hasta  en  la  misma  capi- 
tal. Los  lamentables  sucesos  del  ñ  y  6  de  abril  que  habían 
quebrado  la  influencia  de  Moreno,  el  alma  de  la  revolu- 
ción, para  afianzar  la  tendencia  conservadora  de  Saa- 
vedra,  también  habían  debilitado  y  desprestigiado  a  la 
Junta  en  momentos  en  que  asomaban  nuevos  peligros 
con  el  desastre  de  Huaqui  y  las  amenazas  de  Eli  o,  nom- 
brado  virrey  por  las   autoridades   de   España. 


4. — Se  impuso  entonces  una  nueva  organización  del 
gobierno  revolucionario,  creándose  el  triunvirato  para 
las  funciones  ejecutivas  y  una  Junta  Conservadora,  con 
atribuciones  legislativas  y  con  el  carácter  de  un  poder 
político  regulador. 

Como  secretario  del  triunvirato  fué  nombrado  don 
Bernardino  Rivadavia,  destinado  a  ejercer  en  ese  cuerpo, 
por  su  austeridad  y  firmeza,  la  influencia  decisiva  que 
Moreno  había  ejercido   en  la  primera  Junta. 

Muy  pronto  estuvieron  en  pugna  estos  dos  poderes, 
mal  avenidos  por  las  atribuciones  que  cada  cual  se 
arrogaba,  en  menoscabo  del  otro,  hasta  que  los  triunvi- 
ros tomaron  la  resolución  radical  de  disolver  la  Junta 
Conservadora,  por  decreto  de  7  de  noviembre  de  1811. 
Los  diputados  fueron  desposeídos  de  toda  otra  represen- 
tación pública  que  las  de  miembros  del  Congreso  a  re- 
unirse en  breve. 

El  triunvirato  entró  de  lleno  a  ocuparse  empeñosa- 
mente de  cuanto  pudiera  ser  útil  a  una  buena  adminis- 
tración en  tan  críticos  momentos,  y  dictó  un  estatuto  pro- 
visional, que  debía  regir  el  Estado  hasta  la  reunión  del 
Congreso  Nacional  Constituyente. 

Un  grave  suceso  vino  a  aumentar,  si  es  posible, 
las  inquietudes  y  atenciones  del  momento:  el  7  de  di- 


138  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

ciembre  se  sublevó  el  batallón  de  Patricios,  cuerpo  que, 
como  se  sabe,  fué  de  la  predilección  y  confianza  de  Saa- 
vedra.  Solamente  la  energía  de  Belgrano  y  de  Rivadavia 
pudo  dominar  aquella  difícil  situación.  La  opinión  de 
los  hombres  de  gobierno  señalaba  como  instigadores 
de  ese  movimiento  a  los  saavedristas  y  al  Dean  Funes. 
El  triunvirato  tomó  sus  precauciones,  con  suma  pruden- 
cia, y,  entre  otras  resoluciones,  dispuso  salieran  inmedia- 
tamente los  diputados  para  sus  respectivas  provincias, 
por  no  poder  celebrarse  el  Congreso  hasta  que  las 
Provincias  Unidas  estuviesen  en  condiciones  de  convo- 
carlos. 

Intertanto,  el  gobierno  mandaba  jurar  el  estatuto 
provisional  en  todas  las  provincias.  San  Luis  lo  hizo 
solemnemente  el  26  de  diciembre  en  la  sala  capitular, 
a  cuyo  acto  concurrió  el  Cabildo,  el  comandante  de  ar- 
mas, y  las  corporaciones.  Leído  que  fué  el  estatuto  y 
demás  comunicaciones  sobre  la  libertad  de  imprenta  y 
seguridad  individual,  el  pueblo  lo  aclamó  con  entusiasmo 
y  las  tropas  saludaron  con  salvas  ese  acto  transcen- 
dental. 

San  Luis,  la  primera  en  el  sacrificio  y  que  revelaba 
tener  hombres  capaces,  resueltos  y  abnegados,  en  favor 
de  nuestra  causa,  llamó  la  atención  del  gobierno  central, 
creándose,  como  un  premio,  para  su  jurisdicción  el  cargo 
de  teniente  gobernador,  que  pasó  a  ocupar  D.  José  Lucas 
Ortiz,  ciudadano  probo  y  excelente  patriota. 

El  Cabildo  consideró  como  un  triunfo  de  su  causa 
esta  designación,  pues  su  presidente,  licenciado  Santiago 
Funes,  estaba  mal  dispuesto  contra  el  comandante 
Sancho,  a  quien  se  indicaba  como  candidato  para  ese 
cargo.  Estos  antecedentes  explican  los  conceptos  de  la 
nota  inserta  a  continuación  y  que  demuestra,  también, 
el  exaltado  patriotismo  de  los  hombres  dirigentes  de 
aquel  pueblo: 

«Excmo.  Sí.:  Ha  visto  este  Cabildo  el  de  V.  E.  de  7 
del  corriente  lleno  de  satisfacción  por  haber,  con  el  nom- 
bramiento del  nuevo  jefe,  puesto  fin  a  los  resentimientos 


, 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  139 

en  que  se  hallaba  envuelto  este  pueblo,  y  arrancado  de 
raíz  los  males  que  tanto  le  agobiaban.  Por  sí  y  a  nombre 
de  este  vecindario,  se  dan  a  V.  E.  las  más  expresivas 
gracias. 

Puede  V.  E.,  con  segura  confianza,  descansar  en  la 
satisfacción  que  esta*  Provincia  toda  (a  excepción  de  18 
o  20  rivales  de  nuestro  sistema)  así  como  fué  la  primera 
después  de  la  Capital,  en  declararse,  con  alegría,  a  favor  de 
la  felicidad  de  la  América;  la  primera  en  reclamar  su  parte 
y  sagrado  derecho,  usurpado  despóticamente  por  un  dipu- 
tado ingrato  a  su  Patria,  también  será  la  primera  en  pres- 
tarse con  liberalidad,  no  sólo  a  las  sabias  determinacio- 
nes de  V.  E.  sino,  igualmente,  a  la  defensa  (en  caso  preci- 
so) en  esta  Capital  hasta  rendir  la  vida. 

Nuestro  Señor  guarde  la  muy  importante  vida  de 
V.   E.   muchos  años. — San  Luis  y  febrero  26  de  1812. 

Licenciado    Santiago    Funes.» 

Por  ese  tiempo  se  presentó  al  Cabildo  el  ex  diputado 
Poblet,  para  poner  en  su  conocimiento  la  resolución  del 
triunvirato  y  reclamando  de  la  arbitrariedad  de  la  me- 
dida que  le  obligó  a  salir  precipitadamente  de  Buenos 
Aires. 

Considerado  el  asunto  y  obedeciendo  las  inspiracio- 
nes de  la  nueva  situación  creada  en  la  Capital,  el  Cabildo 
desestimó  el  reclamo  y  dispuso  que  D.  Marcelino  Poblet 
saliera  de  la  ciudad  en  el  término  perentorio  de  24  horas, 
a  su  hacienda  El  Tala,  hasta  segunda  orden.  Entonces 
Poblet  recurrió  al  pueblo  para  vindicarse;  pero  éste 
se  mostró  poco  interesado  en  el  asunto,  dejando  a  su 
ex  diputado  en  el  retiro  obligado  a  donde  lo  arrojaban 
los  acontecimientos. 

El  estatuto  provisional  disponía  la  creación  de  una 
Asamblea  General,  con  la  misión  de  elegir  los  miem- 
bros del  gobierno  los  cuales  se  renovarían  cada  seis 
meses. 

Este  cuerpo  debía  componerse  del  Ayuntamiento 
de  Buenos  Aires  y  de  los  representantes  nombrados  por 
los  pueblos.  La  elección  llegó  a  verificarse  en  los  prime- 


140 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS 


ros  días  de  Abril,  representando  a  San  Luis  el  Dr.  Anto- 
nio Sáenz,  y  como  suplente  D.  Agustín  Donado.  Habien- 
do asumido  este  cuerpo  el  carácter  de  Asamblea  Soberana, 
fué  desconocido  y  disuelto  por  el  triunvirato,  quien,  ele 
hecho,  asumió  la  dictadura  hasta  la  reunión  del  Congre- 
so Constituyente. 

Por  ese  tiempo  se  reconcentró  la  atención  pública  en  los 
sucesos  de  la  Banda  Oriental,  invadida  por  un  ejército  por- 
tugués,  hasta   que   se  consiguió  celebrar  un  armisticio, 


Estancia  «El  Tala 


Donde  estuvo  confinado  el  diputado  Poblet 


en  virtud  del  cual,  las  tropas  invasoras  debían  situarse 
en  las  fronteras  del  Brasil.  También  consiguió  el  gobierno 
desbaratar  la  conspiración  de  los  españoles,  encabezada 
por  Alzaga,  y  dominar  las  tendencias  absorbentes  de  la 
Logia  Lautaro. 

En  medio  de  tan  ingrata  labor,  vino  a  retemplar  los 
espíritus  la  espléndida  victoria  de  Tucumán,  obtenida 
por  el  general  Belgrano,  el  24  de  septiembre  y  que  hizo 
desaparecer  por  el  momento  el  peligro  de  la  invasión  es- 
pañola por  el  norte.  En  tan  memorable  acción  estuvo 
representada  nuestra  Provincia  por  un  contingente  de 


HISTORIA   DE    SAX   LUIS  141 


80  hombres,  de  los  que  había  conducido  a  Buenos  Aires 
el  comandante  Martínez,  los  cuales  fueron  destinados 
al  ejército  del  norte.  Este  fausto  suceso  dio  motivos  para 
que  el  triunfo  se  celebrase,  en  San  Luis,  con  grandes  ma- 
nifestaciones de  patriótico  regocijo,  aclamándose  el  nom- 
bre del  vencedor,  el  virtuoso  general  Belgrano,  y  a  los 
bizarros  púntanos  que,  a  sus  órdenes  recogieron  el  laurel 
del  Campo  de  las  Carreras. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  143 


CAPITULO  VI 

SUMARIO:  1. — Tendencias  liberales  de  la  revolución. — Ostracismo 
de  Pueyrredón  en  San  Luis. — D.  Nicolás  Rodríguez  Peña  dipu- 
tado por  San  Luis  en  la  Asamblea  General  Constituyente. — 
Combate  de  San  Lorenzo:  los  primeros  mártires  púntanos  — 
El  heroico  sargento  Baigorria.  2. — Visita  del  Gobernador  don 
Santiago  Carreras. — Creación  de  la  Intendencia  de  Cuyo. — El 
capitán  Vicente  Dupuy  es  nombrado  Teniente  Gobernador  de 
de  San  Luis.  3. — San  Martín  gobernador  intendente  de  Cuyo. — ■ 
Renuncia  de  Posadas. — Directorio  de  Alvear:  su  caída. — Cuyo 
ratifica  el  nombramiento  de  San  Martín.  4. — Jura  del  Estatu- 
to provisional. — Pueyrredón  diputado  por  San  Luis.  5. — Coope- 
ración de  San  Luis  en  la  formación  de  los  ejércitos  de  la 
Patria. — La  obra  del  teniente  gobernador  Dupuy. — Organiza- 
ción del  Regimiento  Caballería  de  Milicias. 

1. — La  tendencia  liberal  de  la  revolución  recibió  un 
vigoroso  impulso  con  la  llegada  de  San  Martín,  Alvear, 
y  otros  distinguidos  compatriotas  que  habían  cruzado 
sus  armas  con  el  poderoso  ejército  francés,  durante  la 
invasión  napoleónica.  En  cuanto  pisaron  el  suelo  de  la 
patria,  se  propusieron  fundar  la  Logia  Lautaro  con  el 
loable  propósito  «de  trabajar  por  la  independencia  de 
América  y  en  su  felicidad,  obrando  con  honor  y  justi- 
cia». El  momento  era  propicio  para  imprimir  otros  rum- 
bos a  la  política  absorbente  y  dictatorial  del  Triunvi- 
rato,   que    le    suscitaba    tantas    resistencias. 

En  la  mañana  del  8  de  octubre,  San  Martín  y  Alvear 
se  presentaron,  al  frente  de  las  tropas,  apoyando,  deci- 
didamente, una  petición  popular  en  la  cual  se  solicitaba 
el  cese  de  la  Asamblea  y  del  gobierno;  que  el  Cabildo  asu- 
miera la  autoridad  conferida  por  el  pueblo  de  Mayo, 
inter  se  creaba  im  P.  E.  compuesto  de  las  personas  más 
dignas   del   sufragio  popular,  y,  finalmente,    solicitaban 


144  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


se  convocara  una  nueva  Asamblea.  El  Cabildo  accedió 
totalmente  a  esta  petición,  y  en  consecuencia,  fueron  de- 
signados triunviros:  Passo,  Rodríguez  Peña  y  Alvarez 
Jonte. 

El  partido  saavedrista,  que  se  había  reconcentrado 
en  torno  de  Rivadavia  y  Pueyrredón.  recibió  su  último 
golpe,  quedando  ahora,  como  director  de  la  situación, 
D.  Carlos  María  de  Alvear,  mediante  su  influjo  en  la 
Logia  que  había  preparado  el  movimiento. 

Poco  después  se  decretó  el  destierro  de  los  miembros 
depuestos  del  gobierno,  señalándose  a  Pueyrredón,  por 
residencia,  la  ciudad  de  San  Luis. 

He  aquí  la  constancia  del  hecho:  «Excmo.  Señor:  Por 
el  oficio  reservado  de  V.  E.  de  fecha  16  del  próximo  pa- 
sado noviembre,  quedo  impuesto  habérsele  destinado 
a  esta  ciudad  al  coronel  D.  Juan  Martín  Pueyrredón,  a 
quien  luego  de  personarse  a  este  gobierno  cumpliré  con 
la  superior  orden  de  V.  E.  en  vigilar  en  sus  operaciones. 

Ntro.  Sr.  Guarde  a  V.  E.  m.s  a.s. — San  Luis  y  diciem- 
bre  11    de   1812   (firmado)  José  Lucas    Ortiz. 

En  los  primeros  días  de  enero  llegó  el  ilustre  pros- 
crito a  la  capital  puntana,  y,  previa  presentación  a  sus 
autoridades,  eligió  su  residencia  al  pie  de  la  sierra,  lugar 
que  desde  entonces  se  llamó  «La  Aguadita  de  Pueyrre- 
dón». Acompañábanle  algunos  miembros  de  su  familia 
y,  entre  ellos,  su  hermano  José  Cipriano,  que  más  tarde 
tuvo    allí    una    importante    figuración. 

El  24  de  octubre  se  dictó  un  decreto  convocando  a  la 
Asamblea  para  enero  de  1813.  En  las  comunicaciones 
pasadas  a  las  ciudades  se  decía:  «los  representantes  de- 
ben traer  amplios  poderes  para  incorporarse  a  una  Asam- 
blea que  aspira  a  conducir  los  pueblos  a  la  existencia  y 
libertad,  que  no  han  tenido,  y  a  la  organización  general 
del  Estado.» 

La  elección  para  represeDtar  a  San  Luis  recayó  en 
D.  Nicolás  Rodríguez  Peña,  a  quien  se  le  remitieron  ins- 
trucciones tendientes  a  obtener  de  la  Asamblea  el  dere- 
cho   propio    de  nombrar  su  teniente  gobernador;  se  le 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  145 

fijara  la  jurisdicción  con  Córdoba  y  la  creación  de  una 
escuela,  donde  un  maestro  capaz,  pudiera  enseñar  también 
principios  de  latinidad  e  instruir  en  los  derechos  de  cada 
uno  y  en  la  causa  que  se  defendía. 

El  31  de  enero  de  1813  se  instaló  la  Asamblea,  desig- 
nando como  presidente  a  D.  Carlos  María  de  Alvear. 
La  primera  declaración  fué  la  de  que  en  ella  residía  la  re- 
presentación y  ejercicio  de  la  soberanía  de  las  Provincias 
Unidas  del  Río  de  la  Plata. 

La  Asamblea  fué  jurada  en  todas  las  Provincias.  He 
aquí  en  qué  términos  comunica  el  Cabildo  de  San  Luis 
el  cumplimiento  de  ese  deber: 

«Si  en  los  anales  de  nuestra  historia  es  memorable 
el  25  de  mayo  de  1810,  por  haberse  dado  principio  a 
nuestra  gloriosa  revolución,  no  debe  serlo  menos  el  31 
de  enero  de  1813  por  haberse  constituido  y  reconocido  en 
esa  capital,  la  soberana  representación  de  las  Provincias 
Lmidas,  que  tantas  veces  se  ha  disuelto,  antes  de  entrar 
en  el  ejercicio   de   sus  respetables  funciones. 

Desde  el  momento  que  este  Cabildo  miró  las  primeras 
deliberaciones,  ya  fijó  sus  esperanzas  y  creyó  firmemen- 
te afianzada  la  felicidad  general.  Al  oir  anuncio  tan  fe- 
liz, se  reunió  presuroso  a  las  puertas  de  esta  sala  consis- 
torial, dando  aclamaciones  de  ¡viva  la  patria!  y  la  majes- 
tad de  los  pueblos  libres  que  han  erigido  un  Cuerpo  So- 
berano, firme  columna  de  nuestra  libertad. 

Llenos  todos  de  contento  tan  singular,  reconocieron 
y  juraron,  no  sólo  ese  cuerpo  soberano,  sino  también 
sus  sabias  resoluciones,  las  que  se  obedecen  y  respetan, 
con  el  acatamiento  debido  a  tan  alta  corporación,  y  cre- 
yendo este  Cabildo  que  le  será  satisfactorio,  lo  comunica, 
y    da    repetidos   plácemes   por   tan   feliz    inauguración. 

Nuestro  Señor  conserve  feliz  ese  Cuerpo  Soberano 
hasta  su  última  deliberación. 

Sala  Capitular  de  San  Luis,  marzo  12  de  1813. 

Ramón  Esteban  Ramos. — Manuel  Herrera. — Luis  de 
Videla. — Agustín  Palma. — José  Manuel  Riveros. — Mateo 
Gómez.» 

TOMO  I  10 


146  HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


Pueyrredón  se  quejó  de  que  las  av+or'dades  locales 
no  lo  hubieran  invitado  a  jurar  la  Asamblea.  Este  Cuerpo 
Soberano  escuchó  la  queja  y  advirtió  al  rígido  teniente 
gobernador  su  falta  por  ese  olvido  o  descortesía  para  con 
uno   de  los  hombres   más   eminentes   de   la   revolución. 

Esta  Asamblea  fué  la  que  hizo  la  Patria  con  sus  de- 
liberaciones tendientes  a  liquidar  el  pasado  y  a  preparar 
la  independencia  del  país. 

En  efecto,  desde  luego,  sancionó  la  humanitaria  ley 
sobre  la  libertad  de  vientres,  pues  decía  que  los  niños 
nacidos  en  todo  el  territorio  de  las  Provincias  Unidas  del 
Río  de  la  Plata,  no  deben  permanecer  en  la  esclavitud  des- 
de el  día  consagrado  a  la  libertad,  es  decir,  desde  la  ins- 
talación de  la  Asamblea.  Disponía  la  protección  de  los 
niños  libertos  y  su  conveniente  educación.  Derogó  las 
encomiendas  y  todo  sistema  forzado  de  servidumbre 
y  declaró  a  los  indios  libres  y  en  igualdad  de  derechos 
a  todos  los  ciudadanos;  abolió  el  tribunal  de  la  Inquisi- 
ción, los  títulos  de  nobleza  y  privilegios  personales, 
declarando  que  todos  los  ciudadanos  eran  iguales  ante 
la  ley;  declaró  fiesta  cívica  el  25  de  mayo  y  adoptó  el 
canto  de  D.  Vicente  López  como  himno  nacional;  mandó 
acuñar  moneda  con  su  sello  propio;  ordenó  que  se  bajara 
el  escudo  del  rey  y  en  su  reemplazo  se  pusieran  las  armas 
de  la  Asamblea;  premió  las  virtudes  cívicas  de  Belgrano, 
y  las  de  Moreno  en  su  ilustre  viuda;  decidió  que  la  igle- 
sia argentina  no  dependía  del  nuncio  residente  en  Es- 
paña; declaró  la  libertad  del  comercio;  organizó  la  ad- 
ministración de  justicia  y  consagró  los  principios  de  un 
pueblo  joven  y  viril  que  se  levantaba  a  la  altura  de  sus 
grandes   destinos,    como    nación   libre    e    independiente. 

Razón  tenían  los  cabildantes  púntanos  cuando  de- 
cían que  después  del  25  de  mayo,  quedaría  como  página 
gloriosa  de  nuestra  historia,  la  obra  regeneradora  de  la 
ilustre   Asamblea    de    1813. 

En  medio  de  tan  gratas  perspectivas  vino  a  exaltar, 
aun  más,  el  espíritu  patriótico,  el  triunfo  obtenido  el  3 
de  febrero  en  San  Lorenzo,  por  el  general  San  Martín.  La 


HISTORIA   DE    SAN    LUIR 


147 


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148  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


escuadrilla  española,  que  desolaba  las  poblaciones  ribe- 
reñas para  abastecer  a  Montevideo,  recibió  un  rudo 
golpe  con  esa  victoria  de  nuestras  armas,  glorioso  bau- 
tismo de  fuego  de  los  después  célebres  granaderos  a  ca- 
ballo. 

Los  púntanos  conquistaron  también  allí  un  justo 
renombre  como  bravos  y  abnegados.  San  Martín  había 
recibido  en  el  combate  una  descarga  de  fusilería  que,  al 
derribar  su  caballo,  le  lanzó  con  él  al  suelo.  Los  enemigos 
corrieron  a  ultimarle  y  en  el  preciso  momento  en  que  uno  de 
ellos,  el  atlético  sargento  español  Almada,  iba  a  atrave- 
sarlo de  un  bayonetazo,  el  sargento  puntano  Juan  Bau- 
tista Baigorria,  que  estaba  a  la  cabeza  de  un  pelotón  de 
granaderos,  clavó  las  espuelas  a  su  caballo  y  arremetió 
como  un  rayo,  lanza  en  mano,  al  primero  que  se  acercó 
a  ultimar  a  su  jefe;  mientras  tanto,  pudo,  el  corren- 
tino  Cabral,  librar  a  San  Martín  de  aquella  mortal  situa- 
ción. La  justicia  postuma  ha  inmortalizado  en  el  bronce 
al  valiente  y  abnegado  Cabral,  y,  para  ser  ecuánime,  debió 
perpetuar,  en  el  mismo  bronce,  la  gallarda  figura  de  Bai- 
gorria que  dio  el  ejemplo,  con  su  impulso  inicial,  oportu- 
no y  certero,  sin  lo  cual  San  Martín  no  hubiera  salvado 
su  preciosa  vida. 

En  esta  temeraria  acción,  en  la  cual  los  patriotas  no 
usaron  otras  armas  que  la  lanza  y  el  sable,  contra  la  for- 
midable infantería  y  artillería  española,  también  se  dis- 
tinguieron los  púntanos  Pedido  Gatica,  hombre  de  toda 
confianza  de  San  Martín,  y  los  soldados  Díaz  y  Fernán- 
dez; quedando  en  el  campo  del  honor,  con  la  aureola  del 
martirio  y  de  la  gloria,  los  cadáveres  de  Jenuario  Luna, 
del  Morro,  Basilio  Bustos  y  José  Gregorio  Fredes,  de 
Renca.  Ninguna  otra  provincia  argentina,  no  obstante 
que  en  ese  lance  memorable  estuvieron  representadas 
todas,  rindió  como  la  de  San  Luis,  mayor  sacrificio  a  la 
patria  en  el  esfuerzo  y  en  la  vida  preciosa  de  sus  esbeltos 
granaderos.  Y,  allí,  en  el  huerto  del  histórico  convento, 
la  piedad  de  los  frailes  dio  cristiana  sepultura  a  aquellos 
primeros  mártires  púntanos  de  la   sagrada   cruzada   !i- 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


149 


bertadora,  cuya  acción  inmortal  espera  aún  la  merecida 
glorificación,  para  ejemplo  y  honra  eterna  de  nuestro 
pueblo.  En  esta  hora  solemne  de  los  grandes  recuerdos 
nacionales,  en  nombre  de  mi  Provincia  natal,  yo  evoco 
sus  nombres  y  los  entrego  a  la  admiración  y  a  la  grati- 
tud eterna  de  la  posteridad! 


A  los  heroicos  púntanos  en  San  Lorenzo 
Homenaje  de  la  Sociedad  Pro-Patria  de  señoritas  de  San  Luis 


2. — A  mediados  de  febrero  vino  a  San  Luis  el  capi- 
tán Santiago  de  las  Casas,  para  reclutar  200  hombres 
más  y  conducirlos  a  Buenos  Aires.  Sus  mejores  hijos, 
ganado  y  cuanto  pudo  reunirse  de  útil  a  la  patriótica 
empresa,  se  puso  a  disposición  de  dicho  comisionado. 
Empeñado  estaba  el  Cabildo  en  esta  tarea  cuando  lle- 
gó allí  el  gobernador  de  Córdoba,  coronel    Santiago  Ca- 


150  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

rreras,  que,  como  se  sabe,  tenía  jurisdicción  sobre  Cuyo 
y  era  jefe  nato  de  sus  milicias. 

Este  eminente  ciudadano  pudo  evidenciar,  y  admirar 
de  cerca,  la  patriótica  exaltación  del  pueblo  puntano  y, 
al  alejarse,  dejó  constancia  de  sus  favorables  impresio- 
nes en  los  términos  altamente  honrosos  que  van  a 
leerse: 

«Me  ha  sido  de  la  mayor  satisfacción  el  haber  tra- 
tado, aunque  de  paso,  con  los  habitantes  de  San  Luis. 

«Sus  generosos  y  nobles  sentimientos,  su  carácter 
virtuoso,  su  enérgico  patriotismo  explicado  por  el  órgano 
de  su  Ayuntamiento,  como  su  inmediato  representante, 
exigen  de  un  corazón  americano  toda  gratitud  y  aprecio. 
El  mío,  revestido,  a  más,  con  el  carácter  de  jefe  de  esta 
Provincia,  que  tanto  me  honra,  quiere  dar  a  V.  E.  y  su 
representado,  este  público  testimonio,  admitiendo  su 
obsequio  en  nombre  de  la  Patria,  no  obstante  que  mi 
marcha  a  Mendoza  iba  a  ejecutarse  hoy  día  en  cumpli- 
miento de  mi  comisión,  remediados  ya  los  inconvenien- 
tes que  en  ésta  la  habían  retardado.  Verá  V.  E.  cierto 
que  en  todo  tiempo  y  circunstancia  seré  un  pregonero 
de  las  virtudes  de  este  pueblo,  con  el  objeto  de  propender 
en  lo  sucesivo  a  sus  adelantamientos  y  corresponder  así 
a  tan  distinguido  mérito  contraído  con  la  Nación. 

Dios   guarde   a   V.    E.    m.s   as. 

San  Luis  y  mayo  26  de  1813. 

Sa  i  i  t  i  a  yo   Carreras 
Al  Cab.d0  Justicia  y   Regimiento   de   la   Ciudad  de   San 
Luis.» 

Independientemente  de  los  grandes  sacrificios  que 
hizo  San  Luis  para  equipar  y  costear  el  contingente  de  la 
referencia,  todavía  tocóle  contribuir  con  la  suma  de  mil 
pesos  plata,  suma  que  se  le  había  adjudicado  en  el  em- 
préstito decretado  por  el  Superior  Gobierno.  En  pocos 
días  fué  cubierta  esta  cantidad  y  conducida  a  Córdoba, 
por  el  Alcalde  D.  Juan  Esteban  Sosa,  según  recibo 
de  20  de  noviembre  de  1813,  firmado  por  D.  Javier 
de   Yiana. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  151 


Eran,  pues,  bien  justificados  los  entusiasmos  del  go- 
bernador Carreras  y  muy  fundadas  las  esperanzas  que 
se  tenían  en  el  patriotismo  puntano. 

Y  después  de  estas  grandes  erogaciones,  si  se  tiene 
en  cuenta  la  reducida  población  y  la  general  pobreza, 
habían  de  volver  a  imponerse  otras,  siempre  que  así 
lo  exigiese  la  causa  de  la  libertad. 

En  noviembre  29  de  1813  se  creó  la  Intendencia  de 
Cuyo,  formada  por  las  provincias  de  San  Luis,  Mendoza 
y  San  Juan,  respondiendo  a  la  necesidad  de  dar  impulso 
y  vigor  a  estas  poblaciones,  amenazadas  por  una  inva- 
sión del  lado  de  Chile.  Las  sabias  previsiones  del  gobierno 
central  fueron  el  origen  de  aquellos  grandes  esfuerzos 
y  sacrificios  que  hizo  Cuyo  por  la  libertad  de  la  Patria 
y  de  América.  La  creación  de  esta  Intendencia  había 
sido  sugerida  por  San  Martín,  como  base  en  que  se  apo- 
yarían sus  futuros  planes  de  defender  los  pasos  de  la  Cor- 
dillera y  de  franquearlos,  si  fuera  necesario,  para  sorpren- 
der al  enemigo  allende  los  Andes. 

Para  la  tenencia  de  San  Luis  fué  nombrado,  en  1814, 
el  capitán  D.  Vicente  Dupuy,  hijo  de  Buenos  Aires  y  que 
ya  se  había  distinguido  como  militar  valiente  y  pundo- 
noroso en  la  campaña  de  la  Banda  Oriental.  En  las  ins- 
trucciones que  recibió  se  le  decía  que,  como  uno  de  los 
generales  objetos  debe  ser  la  seguridad  del  Estado,  de- 
bía tener  especial  cuidado  en  fomentar  el  espíritu  mili- 
tar, distinguiendo  a  los  sujetos  que  desde  1810  se  hubie- 
sen consagrado,  constantemente,  atan  honrosa  profesión  y 
revelado  buenas  condiciones  para  el  servicio  de  las  armas. 

Después,  se  le  ordenaba  organizar  cuerpos  de  mili- 
cias, teniendo  en  cuenta  la  población  para  lo  cual  debía 
practicar  un  censo.  Por  último,  se  le  hacía  presente  que 
todos  los  obstáculos  se  vencen,  en  los  proyectos  más  di- 
fíciles, cuando  domina  el  espíritu  de  libertad  y  se  sabe  im- 
poner con  destreza,  obediencia  a  las  leyes,  amor  y  res- 
peto a  los  magistrados. 

Tales  eran  los  fines  más  fundamentales  que  por  en- 
tonces lo  llevaban  al  gobierno  de  aquella  Provincia,  don- 


152 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


de  iba  a  encontrar  ambiente  propicio  para  ejercitar  su 
celo  y  su  actividad,  como  ha  quedado  evidentemente  de- 
mostrado. 


Coronel  Vicente  Dupuy 


El  27  de  marzo  se  hizo  cargo  de  su  puesto  y  al  comu- 
nicarlo al  Director  del  Estado,  le  decía  haber  recibido 
las  más  expresivas  demostraciones  del  ilustre  Ayunta- 
miento,  de  su  antecesor  v  de  todos  los  habitantes,  lo 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  153 


cual  le  animaba  más  a  llenar  cumplidamente  los  delica- 
dos deberes  de  su  cargo. 

El  primer  asunto,  al  cual  dedicó  todos  sus  afanes,  fué 
la  organización  de  las  milicias,  para  lo  cual  dio  instruc- 
ciones a  los  alcaldes  de  hermandad,  sobre  el  empadro- 
namiento. 

Después,  hizo  publicar  por  bando  el  4  de  mayo,  una 
serie  de  disposiciones  tendientes  a  asegurar  el  orden  y  el 
consiguiente  respeto  al  sistema  imperante,  pues  todo  ha- 
bitante que,  en  acciones  o  palabras,  ofendiese  la  dignidad 
y  decoro  de  nuestros  derechos,  sería  declarado  traidor 
a  la  patria  y  castigado,  en  consecuencia,  con  rigor  inexora- 
ble. Esta  medida  la  impuso  por  haber  sentido  ciertas  ma- 
quinaciones contra  el  orden  establecido  «obra  de  la  fe- 
deración artiguista  que  cuatro  díscolos  trataban  de  intro- 
ducir en  el  pobre  pueblo  de  San  Luis»  según  sus  pro- 
pias afirmaciones.  Instruido  un  sumario,  se  llegó  a  cons- 
tatar que  los  vecinos  José  de  la  Peña,  José  Jerónimo  Or- 
tiz,  Pablo  Funes,  Gabino  Páez,  J.  Vidal  Guiñazú  y  Anas- 
tasio Cruceño  habían  pretendido  convocar  un  Cabildo 
Abierto  para  pedir  nuevo  teniente  gobernador. 

Sentidos  a  tiempo,  se  les  frustró  el  plan,  y  aunque  ellos 
negaron  el  hecho,  es  el  caso  que  aquellos  politiqueros  de 
aldea  estaban  habituándose  a  tener  en  continuas  agi- 
taciones al  vecindario,  por  los  motivos  más  fútiles,  y  segu- 
ramente no  les  fué  grato  sentir  la  mano  enérgica  de  Du- 
puy  que,  desde  su  llegada,  impuso  orden  en  todos  los 
detalles  de  la  administración  local  y  estaba  decidido  a 
mantenerlo,  por  los  medios  muy  eficaces  que  tenía  a  su 
disposición. 

Desde  entonces  cesaron  las  agitaciones,  no  permi- 
tiendo a  los  vecinos  sino  que  se  ocuparan  de  la  suerte 
de  la  patria  y  de  las  tareas  reparadoras  del  trabajo.  Me- 
rece especial  mención  el  considerando  relacionado  con 
el  fomento  de  la  agricultura  local,  que  dice:  «Ningún  pue- 
blo puede  llegar  a  perfecto  grado  de  riqueza  si  entre  las 
producciones  de  su  tierra  no  cuenta  con  la  principal,  la 
del  sustento  necesario  a  sus  habitantes.  Esta  consideración 


1  5  \-  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 


me  ha  hecho  fijar  mis  cuidados  y  anhelos  en  el  fomento 
de  la  agricultura,  del  que  hoy  tengo  la  honra  de  mandar, 
y  he  visto,  con  sentimiento,  que  la  mayor  parte  de  sus  te- 
rrenos feraces  y  productivos,  están  destinados  al  alimen- 
to del  bruto,  por  una  preferencia  de  cálculos  equivocados. 
Vastos,  inmensos  alfalfares  son,  únicamente,  el  cultivo 
exclusivo  de  todo  el  recinto  de  esta  ciudad,  cuando  ape- 
nas se  deja  ver  una  mezquina  y  mal  cuidada  huerta  y 
cuando,  hasta  el  mismo  pan  que  comemos,  debe  venir  de 
distancias  enormes  con  mengua  de  la  aptitud  y  bella 
disposición  de  estos  habitantes».  A  sus  efectos  ofrecía 
toda  su  protección,  el  agua  necesaria  de  preferencia, 
y  hasta  brazos  para  el  cultivo  de  árboles  frutales,  viñas, 
trigo  y  otros  productos,  igualmente  indispensables  para 
el  consumo,  dando  él  mismo  el  ejemplo  con  la  orden  de 
sembrar  los  potreros  del  Bajo,  de  propiedad  del  Estado. 
Estos  productos  debieron  constituir,  poco  después,  fuente 
de  recursos  para  el  sostenimiento  del  ejército  de  los  Andes, 
a  la  vez  que  se  fomentaba  la  prosperidad  local. 

En  medio  de  estas  tareas  llegó  la  grata  noticia  de  la 
toma  de  Montevideo,  comunicada  por  el  Director  Su- 
premo en  los  siguientes  términos:  «La  Patria  triunfó  y 
la  Plaza  de  Montevideo  está  sujeta  al  Gobierno  de  las 
Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata.  Tan  interesante 
noticia  dispondrá  V.  E.  se  celebre  en  la  Ciudad  de  su 
residencia  y  pueblos  de  su  jurisdicción,  con  las  demos- 
traciones más  dignas  de  esta  plausible  victoria.  Dios 
guarde  a  Y.  E.  m.s  a.s  Buenos  Aires  junio  24  de  1814. 

Gervasio  Antonio  de  Posadas. 
Al  T.te  Gobernador  de  San  Luis. 

Tan  fausto  acontecimiento  fué  muy  festejado  por  las 
autoridades  y  el  pueblo,  aclamándose  al  general  vence- 
dor, D.  Carlos  María  de  Alvear,  y  al  ejército.  Más  tarde, 
una  de  las  banderas  tomadas  en  Montevideo,  fué  remiti- 
da a  San  Luis,  como  homenaje  del  general  reconocimien- 
to de  las  Provincias  Unidas,  por  sus  sacrificios  en  favor 
de  la  Patria. 


i 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  155 

3.- — En  agosto  fué  nombrado  Gobernador  Intendente 
de  Cuyo  el  general  San  Martín,  quien  llevaba  en  su  mente 
el  vasto  plan  del  paso  de  los  Andes  y  la  liberación  de  Chi- 
le, ya  bosquejado  durante  su  estadía  en  Tucumán;  pues 
el  camino  por  el  Norte  para  llegar  al  Perú,  centro  de  los 
recursos  realistas,  era  muy  dificultoso.  Para  la  defensa 
de  esta  parte  de  nuestras  fronteras,  bastaba  Güemes, 
destinado  a  tanta  popularidad  y  merecido  prestigio  por 
su  hábil  táctica  de  guerrillero,  al  frente  de  sus  célebres 
gauchos  sáltenos. 

San  Martín,  a  su  paso  por  San  Luis,  tuvo  una  entre- 
vista con  Pueyrredón,  y  es  fácil  suponer  que  allí  no  sólo 
se  reconciliaron  estos  dos  eminentes  ciudadanos,  ya  cal- 
madas las  cuestiones  que  motivaron  la  revolución  del 
8  de  octubre  de  1812,  sino  también  que  se  pusieron  de 
acuerdo  para  >  los  vastos  planes  en  que  ambos  debían 
cooperar   con   tanto   acierto   como   previsión  patriótica. 

En  diciembre  de  1814  se  trasladó  Pueyrredón  a  Men- 
doza y  en  carta  que  le  escribe  a  Dupuy,  cuyo  original  ten- 
go a  la  vista,  se  confirma  ampliamente  la  sincera  recon- 
ciliación con  San  Martín,  pues  no  sólo  le  indica  que  su 
correspondencia,  sobre  todos  los  asuntos,  se  le  dirija  «ba- 
jo cubierta  de  San  Martín  que  está  finísimo  conmigo», 
sino  que  le  refiere  en  estos  términos,  la  manera  como  fué 
recibido:  «Se  había  hablado  generalmente  de  los  motivos 
de  enemistad  que  debía  haber  entre  San  Martín  y  yo; 
y  ha  servido  de  sorpresa  el  recibimiento  que  me  hizo 
en  público,  abrazándome  y  besándome  con  ternura  fra- 
ternal.» 

Graves  sucesos,  motivados  por  las  complicaciones  de 
la  política  interna;  las  no  menos  graves  acusaciones  con- 
tra el  Gobierno  por  el  envío  de  Belgrano  y  Rivadavia 
a  España,  así  como  la  actitud  subversiva  del  ejército 
del  norte,  desconociendo  al  general  Alvear  como  su  jefe, 
y  la  indisciplina  anárquica  de  Artigas,  obligaron  a  Po- 
sadas a  presentar  su  renuncia  en  enero  de  1815,  siendo 
designado  el  general  Alvear  para  substituirle  en  el  Direc- 
torio. 


156  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


A  raíz  de  este  suceso,  la  Asamblea  dictó  un  decreto 
aprobando  la  conducta  de  Posadas  durante  el  tiempo  que 
había  estado  al  frente  del  Gobierno,  resolución  que  Du- 
puy  hizo  conocer  en  toda  la  Provincia,  por  intermedio 
de  su  secretario  Manuel  Riveros,  así  como  se  mandó 
reconocer  a  Alvear  como  Director  Supremo  del  Estado. 

Las  primeras  disposiciones  del  nuevo  director  de- 
jaban a.  San  Martín  en  una  posición  subalterna  y  lo  lla- 
maban a  la  capital. 

Cambiando  impresiones  Dupuy  con  Pueyrredón,  que 
todavía  estaba  en  Mendoza,  sobre  estos  sucesos,  y  como 
se  hablaba  de  la  posible  renuncia  de  San  Martín  y  de  que 
sería  substituido  por  Pueyrredón,  éste  le  escribe  negando 
el  hecho  y  diciénclole:  «Yo  no  sé  de  dónde  han  sacado 
la  noticia  de  la  provisión  de  esta  Intendencia  en  mí; 
yo  no  sé  por  qué  se  resiste  tanto  mi  corazón  a  volver  a 
entrar  en  el  peligro  de  los  negocios  públicos.  Mi  desti- 
no secreto  me  ha  conducido  hasta  aquí  por  fuerza  en 
todos  los  lances  de  mi  vida;  lo  dejaré  seguir  sus  caprichos 
mientras  no  me  separen  de  los  principios  de  honor  y 
virtud   que   forman   mi   carácter». 

En  cuanto  a  la  renuncia  de  San  Martín,  el  hecho  era 
exacto,  pues  poco  después  era  elevada  al  Director  y  se 
nombraba  en  su  reemplazo  al  coronel  Gregorio  Perdriel. 
Este  cambio  produjo  una  gran  alarma  en  el  vecindario 
de  Mendoza,  al  extremo  de  enviar  comunicaciones  a  San 
Luis,  en  momentos  que  llegaba  Perdriel,  para  informarle 
de  la  adversa  opinión  a  su  nombramiento  e  insinuarle 
no  siguiera  adelante.  Dupuy  estuvo  a  punto  de  detener, 
allí  mismo,  a  Perdriel;  pero  la  prudencia  le  aconsejó  domi- 
nar su  impulso  por  el  momento,  inter  acordaba,  con  los 
Cabildos  de  Mendoza  v  San  Juan,  el  plan  a  que  debían 
ajustarse  para  quebrar  la  autoridad  del  nuevo  Intenden- 
te y  obligarlo  a  retirarse. 

El  coronel  Perdriel,  como  estaba  previsto,  fué  mal 
recibido  en  Mendoza,  llegando  el  pueblo  hasta  amenazar 
su  persona.  Viéndose  aislado  y  en  un  medio  hostil,  adop- 
tó el  partido  de  regresar  inmediatamente  a  Buenos  Ai- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  157 


res.  El  Cabildo  asumió  la  representación  soberana  de  la 
Provincia,    de   completo   acuerdo   con   el   de   San   Luis. 

Intertanto,  Pueyrredón  había  sido  llamado  a  la  Ca- 
pital por  el  Director  Alvear,  adonde  llegó  el  15  de  fe- 
brero. Ocho  días  después  escribía  a  Dupuy  y  lo  informaba 
de  la  situación  interna,  a  la  cual  calificaba  de  «espanto- 
sa», diciéndole  que  se  buscaba  un  medio  eficaz  de  poner 
término  a  las  calamidades  del  país  y  prometiéndole  tener- 
lo al  corriente  de  cuanto  sucediese. 

Lo  previsto  por  Pueyrredón  sucedió  poco  después. 
El  coronel  Alvarez  y  Thomas  se  sublevó  en  Fontezuela, 
el  3  de  abril,  en  circunstancias  que  había  sido  mandado 
a  batir  las  avanzadas  de  Artigas  sobre  Santa  Fe.  Los 
amotinados  exigieron  la  renuncia  del  Director  Alvear  y 
que  el  Cabildo  asumiera  la  autoridad  en  la  Capital. 
Convocado  el  pueblo  a  cabildo  abierto,  eligió  una  junta 
para  que  ésta  procediese  a  designar  el  director  supremo  de 
estado,  resolviéndose  que  el  Cabildo  quedase  como  Junta 
de  observación  y  contralor  del  P.  E.,  con  el  encargo 
de  formular  un  Estatuto  Provisional,  hasta  la  elección  del 
Congreso  General  que  debía  reunirse  en  Tucumán. 

El  general  Rondeau,  jefe  del  ejército  del  Norte,  fué 
elegido  Director  Supremo  y,  en  su  ausencia,  el  coronel 
Alvarez  y  Thomas.  El  Cabildo  mandó  quemar  los  decre- 
tos y  proclamas  que,  merecidamente,  se  habían  dictado 
contra  Artigas  y,  según  López,  tributó  al  caudillo  su  gra- 
titud por  haber  contribuido  a  libertar  a  Buenos  Aires  de  la 
tiranía  ominosa  y  bárbara  de  la  Asamblea  Constituyente 
y  de  Alvear.  Todas  las  provincias  se  felicitaron  por  la 
caída  del  Director  Alvear.  Mendoza,  en  acta  del  21  de 
abril,  desconocía  también  su  autoridad,  haciendo  causa 
común  con  las  demás  provincias,  y  declaró  que  en  virtud 
de  haber  asumido  la  autoridad  conferida  por  el  pueblo, 
nombraba  a  San  Martín  gobernador  intendente  de  la 
Provincia. 

Posteriormente,  el  1.°  de  mayo,  se  celebró  otra  reu- 
nión para  reconocer  las  autoridades  establecidas  en  Bue- 
nos Aires  y  la  del  nuevo  director   general  Rondeau  y  su 


158  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


segundo  Alvarez  y  Thomas,  determinando  las  condi- 
ciones en  que  debía  subscribirse  el  pacto  de  alianza  ten- 
diente a  la  convocación  de  la  nueva  Asamblea.  Estas  de- 
claraciones las  comunicó  a  San  Luis  en  la  nota  siguiente: 
«Este  Cabildo  tiene  la  mayor  complacencia  al  ver  la  vir- 
tuosa intención  con  que  ese  ilustre  cuerpo  se  dirige  a 
reunir  sus  ideas  con  las  de  ese  pueblo,  formando,  por  este 
medio,  la  prosperidad  de  la  Provincia. 

«Si  tan  nobles  pensamientos  fueran  la  pauta  de  los 
demás,  ya  no  existirían  enemigos  ni  tendría  lugar  el  des- 
potismo. 

«La  facción  y  el  partido  se  convertirían  en  entusiasmo 
patriótico  y  trabajando  de  común  acuerdo  en  la  felici- 
dad general,  ceñiríamos  los  laureles  a  que  nos  han 
hecho  acreedores  tantos  desvelos,  tantas  fatigas  y  con- 
trastes». 

«Incluye  esta  Municipalidad  a  V.  E.  testimonio  de  las 
actas  que  con  fecha  ha  firmado  esta  Capital. 

«Será  de  su  más  alta  satisfacción,  el  que  las  ideas 
liberales  que  en  ellas  despliega  este  vecindario,  sean  de 
la  aceptación  del  de  esa  ciudad,  nuestra  hermana,  para 
que  realizando  la  uniformidad  de  nuestros  pensamien- 
tos, podamos  darla  con  más  razón  este  epíteto! 
•  Al  muy  Ilustre  Cabildo  de  San  Luis». 

Los  graves  sucesos  acaecidos  en  Buenos  Aires,  con 
motivo  de  la  caída  de  Alvear,  tuvieron  honda  repercu- 
sión en  el  interior.  En  Córdoba,  su  gobernador  Ortiz 
de  Ocampo,  manifestaba  que  había  recibido  intimación 
del  general  Artigas  para  retirarse  de  la  Provincia  hacia 
la  Capital,  con  las  tropas  de  su  guarnición,  a  fin  de  que  el 
pueblo  quedase  en  el  pleno  goce  de  sus  derechos.  Ortiz 
de  Ocampo  se  limitó  a  convocar  un  cabildo  abierto  e  hizo 
renuncia  de  su  cargo,  siendo  substituido  por  D.  José  Ja- 
vier Díaz,  después  de  lo  cual,  se  retiró  a  la  ciudad  de  San 
Luis,  para  evitar  toda  dificultad  a  las  nuevas  tendencias 
políticas. 

Este  mismo  temperamento  adoptó  el  Teniente  (Go- 
bernador Dupuy,   insinuando  al  Cabildo  la  conveniencia 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  159 


de  que  reuniese  al  pueblo,  para  que  recobrase  la  plenitud 
de  sus  derechos  y  «manifiesten  libre  y  espontáneamente 
su  voluntad,  en  cuanto  a  la  forma  de  gobierno  que  haya 
de  seguir  en  lo  sucesivo,  que  los  ponga  a  cubierto  de  los 
grandes  riesgos  que  los  amenazan  y  que,  mientras  esto 
no  se  verifique,  no  reconozcan  más  gobierno  que  el  que  se 
adapte  a  su  índole».  Al  mismo  tiempo,  le  enviaba  su  re- 
nuncia, para  que  el  pueblo  nombrase  a  quien  lo  gobierne 
libremente,  con  el  bien  entendido  de  que  en  ningún  caso 
debe  suponérsele  agraviado  con  su  relevo.  Por  último, 
termina  manifestando  que,  Ínter  el  pueblo  se  pronuncia 
de  acuerdo  con  estos  anhelos,  no  se  alterará  en  lo  más 
mínimo   el  orden  ni  la  tranquilidad  pública. 

Con  fecha  5  de  mayo,  se  reunió  el  Cabildo  abierto 
presidido  por  el  Ayuntamiento,  e  informado  ampliamente 
de  la  situación  creada  por  los  recientes  sucesos  y  de  la 
noble  actitud  del  Teniente  Gobernador,  resolvió:  «Reco- 
nocer como  director  provisorio  al  benemérito  General 
Kondeau  y  como  suplente  al  Coronel  Alvarez  y  Thomas. 
Reconocer  la  ciudad  de  Mendoza  como  capital  de  Cuyo  y 
a  su  digno  jefe  Coronel  Mayor  José  de  San  Martín,  como 
Gobernador  Intendente  de  la  misma. 

«Que  el  Teniente  Gobernador,  Sargento  Mayor  Vi- 
cente Dupuy,  continúe  en  el  mando  de  la  jurisdicción 
puntana». 

El  reconocimiento  de  las  autoridades  establecidas  en 
Buenos  Aires,  lo  hacía  bajo  la  condición  de  procederse 
a  elegir  un  diputado,  como  lo  prevenía  el  bando  del 
Cabildo  de  Buenos  Aires  de  fecha  18  de  abril. 

El  mismo  día  fueron  comunicadas  a  Dupuy  estas  reso- 
luciones, el  cual  al  acusar  recibo  de  ellas,  elogia  la  sen- 
satez, prudencia  y  patriotismo  del  pueblo  puntano  y, 
en  cuanto  a  la  forma  con  que  ha  sido  aclamado  para 
continuar  en  el  puesto  de  Teniente  Gobernador,  les  ex- 
presa haber  estimulado  sus  esfuerzos,  excitando  su  grati- 
tud más  allá  de  lo  que  puede  imaginarse. 

El  orden  público  no  sufrió  el  menor  contraste  y  la 
situación  general  se  normalizaba,   con  la  esperanza   de 


160  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

poner  término  a  los  males  sufridos,  que  habían  llevado 
a  las  Provincias  Unidas  al  límite  de  su  disolución,  ha- 
ciendo peligrar  hasta  la  justa  causa  revolucionaria. 


4. — El  3  de  mayo,  en  virtud  de  la  convocatoria  del 
Cabildo  al  pueblo,  se  juró  solemnemente  el  Estatuto 
Provisional.  Ese  mismo  día  y  de  acuerdo  con  el  juramento 
prestado,  se  procedió  a  nombrar  una  junta  de  electo- 
res encargada  de  recibir  los  sufragios  del  pueblo  para 
designar  los  representantes  que,  en  Mendoza,  proce- 
derían a  elegir  el  diputado  por  San  Luis.  Fueron 
nombrados,  para  componer  dicha  junta,  los  vecinos: 
Agustín  Palma,  Esteban  Fernández  y  Francisco  de  Pau- 
la Lucero.  El  3  de  junio  se  recibiéronlos  votos  del  pueblo, 
obteniendo  mayoría  el  capitán  José  Cipriano  Pueyrredón, 
el  capitán  Tomás  Luis  Ossorio  y  el  P.  Benito  Lucio  Lu- 
cero, quienes  debían  proceder  inmediatamente  a  la  elec- 
ción del  diputado  para  la  Asamblea  General. 

Sin  embargo,  no  faltaron  algunos  espíritus  díscolos 
que  pretendieron  hacer  anular  la  elección,  so  pretexto 
de  que  el  Estatuto  Provisional  no  había  sido  jurado  por 
la  Capital  de  la  Provincia,  ni  se  habían  recibido  órdenes 
superiores  para  verificarlo,  circunstancias  que,  según  ellos, 
invalidaban  todo  lo  hecho.  Al  frente  de  esa  tendencia 
estaban  el  síndico  procurador  D.  Dionisio  Peñalosa,  don 
Juan  Escalante,  D.  Tomás  Varas  y  D.  Rafael  de  la  Peña, 
quienes  elevaron  al  Cabildo  una  nota  solicitando  se  sus- 
pendiese la  determinación  de  que  los  tres  electores  nom- 
brados, según  dicho  estatuto,  procediesen  a  elegir  el 
diputado,  debiendo  hacerlo  directamente  eJ  pueblo. 
Los  disidentes  consiguieron  interesar  en  sus  propósitos 
al  mismo  Fray  Benito  Lucio  Lucero,  en  el  cual  encon- 
traron un  sostenedor  de  su  causa.  El  Cabildo  refutó,  con 
muy  buenos  argumentos,  las  pretensiones  de  los  dís- 
colos; pero  no  pudiendo  reducirlos  a  la  razón  y  a  la  con- 
cordia,  elevó  todos  los  antecedentes  de   esta  causa,    al 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  161 


Gobernador  Intendente.  Este  solicitó  el  dictamen  del  ase- 
sor letrado,  quien  fué  de  opinión  que  la  junta  de  electores 
no  adolecía  de  ningún  vicio  legal  y,  en  consecuencia,  de 
bía  proceder  a  llenar,  inmediatamente,  su  cometido,  con 
lo  cual  se  dio  por  terminado  este  odioso  incidente.  La 
Junta  eligió  diputado  al  benemérito  patriota  Coronel 
Mayor  D.  Juan  Martín  de  Pueyrredón,  que,  como  hemos 
dicho,  residía  en  la  ciudad  de  San  Luis.  Esta  designación 
no  pudo  ser  más  acertada,  dados  los  honrosos  antece- 
dentes de  Pueyrredón,  su  talento  y  virtudes  ciudadanas 
bien  acreditadas. 

A  pesar  de  todo,  los  tenaces  enemigos  del  orden,  si- 
guieron su  guerra  de  zapa,  rebajándose  al  extremo  de 
enviar  un  memorial  anónimo  a  las  autoridades  de  la  ca- 
pital, contra  Dupuy  y  los  supuestos  vicios  de  la  elección 
de  Pueyrredón.  En  carta  de  éste,  que  tenemos  a  la  vista, 
y  dirigida  a  Dupuy,  se  confirma,  plenamente,  la  intriga 
que  tejían  en  la  sombra  los  adictos  del  artiguismo.  «Tam- 
bién han  venido  dos  representaciones  anónimas  al  Di- 
rector y  a  la  Junta  de  Observación,  pidiendo  que  se  anule 
la  elección  de  diputado  hecha  en  mí,  por  no  haber  su- 
fragado sino  una  parte  del  vecindario  y  por  haber  sido 
uno  de  los  electores  hermano  mío.  ¡Qué  te  parece!  Aun- 
que aquí  me  ]as  han  ocultado,  yo  he  logrado,  por  un  con- 
ducto reservado,  ver  la  una  y  he  reconocido  la  letra  de 
mi  amigo  N.  Por  tí  y  por  ese  Cabildo,  admití  un  cargo 
penoso,  peligroso  y  que  iba  a  costarme  algunas  talegas; 
pero  ni  tú,  ni  ese  Cabildo,  podrán  resentirse  de  que,  herida 
mi  delicadeza,  les  devuelva  la  cucaña  para  que  se  la  en- 
capillen a  otro.  No  puedes  calcular  los  perjuicios  que  iba 
yo  a  sufrir  con  este  viaje  que  hacía  con  mi  mujer  y  fa- 
milia, abandonando  todos  mis  intereses  a  una  ruina 
conocida,  por  una  complacencia.  Pero  de  todo  me  ha 
librado  mi  amigo  N.:  a  excepción  del  gasto  de  mil  pesos 
que  yo  había  hecho,  en  comprarme  un  coche  de  camino 
para  este  viaje.  ¿Dios  le  pague  la  buena  obra  que  me  ha 
hecho  en  presentarme  un  caminito  honesto  para  salir  de 
este  atolladero  y  le  premie  la  buena  intención!» 

TOMO    I  11 


162  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Y  tras  esta  carta  envió  su  renuncia,  la  cual  produjo 
una  reacción  enérgica  contra  el  grupo  de  díscolos  y  la 
parte  más  sana  del  vecindario  se  empeñó,  más  que  nun- 
ca, en  favor  del  diputado  Pueyrredón,  elevando  al  Cabil- 
do una  extensa  nota  para  que  no  le  fuera  aceptada  la  re- 
nuncia. Conjuntamente  con  la  renuncia  del  diputado, 
presentó  la  suya  el  elector  D.  José  Cipriano  Pueyrredón. 
La  opinión  se  había  pronunciado  en  contra  de  estas  re- 
nuncias y  hasta  el  mismo  P.  Lucero  aprovechó  hábil- 
mente la  oportunidad  para  vindicarse  de  la  actitud  equí- 
voca que  había  asumido  en  esa  emergencia.  En  efecto, 
pidió  la  palabra  para  manifestar  que  conocía  la  justicia 
con  que  se  quejaba  nuestro  diputado,  al  verse  ofendido 
por  un  ente  desconocido;  pero  conocía  también  que  sería 
ofender  la  dignidad  del  pueblo  y  del  mismo  diputado, 
el  admitir  su  renuncia.  El  pueblo  que  los  había  auto- 
rizado para  su  nombramiento,  se  llenó  de  satisfacción  al 
ver  que  se  confiaba  tan  delicado  puesto  a  un  eminente 
ciudadano,  y,  concluyó  diciendo,  sería  no  mirar  sus  inte- 
reses y  los  de  la  patria  en  general,  privándola  de  tan  digno 
representante.  El  Cabildo,  por  unanimidad  de  votos,  ad- 
hirió a  esas  ideas  y  resolvió  no  aceptar  la  renuncia 
mandando  copia  del  acta  al  señor  diputado,  como  una  sa- 
tisfacción y  como  una  nueva  prueba  de  confianza  del 
pueblo  puntano. 

Pueyrredón,  después  de  la  noble  actitud  del  Cabildo,  se 
decidió  a  aceptar  el  cargo,  así  como  por  los  empeños  del 
Director  Interino,  que  anhelaba  ver  incorporado  al  Con- 
greso un  ciudadano  de  su  experiencia,  y  ^respetabilidad. 

Otro  asunto  que  agitó  la  opinión  local,  fué  el  relacio- 
nado con  la  jura  del  Estatuto  Provisional.  Los  elementos 
más  representantivos  del  pueblo,  elevaron  al  Cabildo  una 
nota,  en  la  cual  se  hacía  presente  que  dicho  Estatuto  no 
había  sido  sancionado  ni  jurado  en  Mendoza,  la  capital, 
ni  en  San  Juan,  sin  duda  por  razones  muy  poderosas,  que 
a  haberse  meditado,  se  hubieran  tenido  en  cuenta  para 
proceder  conforme  a  la  unidad  de  miras  de  los  otros  pue- 
blos hermanos. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  163 


Eeconocían  su  precipitación  pues  sólo  tuvieron  en 
cuenta  el  orden  y  la  libertad  y  otros  intereses  puramente 
locales,  agregando  que,  según  los  canonistas,  quedaba  sin 
efecto  el  juramento  cuando  alguno  lo  hiciera  equivoca- 
damente y  así  salvada  esta  dificultad,  era  prudente 
volver  las  cosas  a  su  punto  inicial  para  considerar,  amplia- 
mente, en  un  cabildo  extraordinario,  tan  grave  asunto. 

El  Cabildo  no  hizo  lugar,  fundado  en  que  sabía  pri- 
vadamente que  los  perturbadores  del  orden,  intentaban 
prevalerse  de  este  acto  para  destruir  la  tranquilidad  y 
afligir  más  al  pueblo,  consiguiendo  el  objeto  de  sus  pa- 
siones. Con  esto  se  dio  por  terminada  la  cuestión  y  aun- 
que el  Cabildo  elevó  el  caso  al  Gobernador  Intendente, 
éste  se  abstuvo  de  emitir  opiniones  sobre  un  asunto  que, 
según   él,  era   de  la   exclusiva  incumbencia  del  pueblo. 

Fué  indudablemente  precipitada  e  impolítica  la  ac- 
titud del  Cabildo  y  del  Teniente  Gobernador  de  San  Luis 
al  lanzarse  a  jurar  el  Estatuto  dictado  por  la  Junta  de 
Observación,  que  era  una  autoridad  ocasional  y  pura- 
mente local.  Las  Provincias  no  habían  tenido  ninguna 
participación  en  esos  sucesos,  y  además,  estaba  en  víspe- 
ras de  reunirse  el  Congreso  Nacional,  en  Tucumán,  con  el 
encargo  de  dictar  la  constitución  del  país.  La  prudencia 
aconsejaba  quedarse  a  la  espectativa  e,  intertanto,  preo- 
cuparse de  reunir  elementos  para  la  defensa  común.  Á 
este  fin  tendió  toda  la  actividad  de  San  Martín,  debida- 
mente secundado  por  Dupuy,  en  la  jurisdicción  de  San 
Luis. 

Todavía  el  díscolo  procurador  de  la  ciudad,  Peñalosa, 
y  el  inquieto  licenciado  Funes,  pretendieron  reunir  un 
cabildo  abierto  para  deponer  al  Teniente  Gobernador 
Dupuy. 

Sorprendidos  en  sus  siniestros  planes,  fueron  some- 
tidos a  un  proceso,  encargándose  el  sumario  al  mayor 
Enrique  Martínez,  accidentalmente  en  San  Luis.  Dete- 
nido el  licenciado  Funes,  declaró  que  había  recibido 
cartas  de  D.  José  Lucas  Ortiz,  del  ministro  de  Hacienda 
Juan  Escalante  y  del  procurador  de  la  ciudad,  Dionisio 


164  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Peñalosa,  para  que  citara  el  pueblo  a  cabildo  abierto 
a  fin  de  elegir  un  diputado,  a  cuyo  efecto  acababan  de 
elevar  una  representación,  firmada  por  el  dicho  procu 
radoi  y  varios  vecinos,  la  cual  había  sido  dirigida  al  go- 
bierno de  Mendoza.  Agregó  que  no  conservaba  esas  car- 
tas y  que  había  venido  a  la  ciudad  por  asuntos  particu- 
lares; pero  que  en  la  campaña  y  aquí,  escuchó  manifes- 
taciones en  disconformidad  con  la  elección  del  Teniente 
Gobernador,  habiéndose  subscripto  una  nota  al  Goberna- 
dor Intendente  para  comunicarle  este  desacuerdo. 

Al  proceso  se  agregaron  dos  cartas  de  Funes,  diri- 
gidas a  D.  Eligió  Cabral,  juez  de  hermandad  del  Ojo  del 
Río,  citándole  con  urgencia  para  comunicarle  secretos  y 
graves  asuntos  de  parte  del  Procurador  Peñalosa.  Ca- 
bral, por  toda  contestación ,  había  entregado  estas  cartas 
al  Juez  Comisionado  en  la  campaña  D.  José  Domingo 
Arias,  encargado  de  esclarecer  la  verdad  sobre  este  asun- 
to. En  cambio,  D.  Pedro  Ignacio  llovere  se  ocupaba  de 
hacer  firmar  la  petición  y  sorprendido  en  esas  maqui- 
naciones, declaró  que  esa  solicitud  la  había  enviado 
Peñalosa  y  la  encabezaban,  los  Funes  para  elevarla  en 
queja  contra  el  Teniente  Gobernador.  Careado  llovere  y 
el  licenciado  Funes,  quedó  de  manifiesto  la  participación 
de  este  último,  como  agente  de  Peñalosa,  para  indisponer 
la  opinión  contra  Dupuy.  La  declaración  de  Peñalosa 
confirma  el  propósito  de  hacer  susbcribir  una  petición 
para  convocar  un  cabildo  abierto,  tendiente  a  hacer  ce- 
sar el  diputado  electo,  por  no  haberse  reconocido  el  Es- 
tatuto Provisional  en  la  capital  de  Cuyo,  a  cuyo  efecto 
proponíanse  promover  una  reunión  de  los  vecinos  más 
distinguidos  de  la  campaña.  Finalmente,  agregó,  que  si 
bien  es  cierto  había  oído  quejarse  del  Teniente  Gobernador, 
en  cuanto  a  él,  no  tenía  motivos  de  quejas  ni  parecerle  mal 
jefe.  El  agente,  en  Mendoza,  de  estas  intrigas  para  indis- 
poner a  Dupuy,  era  D.  Tomás  Varas,  quien  recibía  comu- 
nicaciones de  Escalante  y  de  otros  interesados  en  librarse 
del  Teniente  Gobernador,  obstáculo  permanente  a  sus 
ambiciones.    Xo    habiéndose    concretado    cargos    contra 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  165 

Dupuy,  fuera  de  las  detenciones  sufridas  por  algunos 
díscolos,  con  eso  concluyó  el  asunto,  siendo  los  culpables 
puestos  en  libertad,  aunque  quedaban  latentes  los 
odios,  a  la  espera  de  una  ocasión  favorable  para  mani- 
festarse. Estos  hombres  no  podían  resignarse  a  quedar 
supeditados  en  sus  aspiraciones  políticas  por  un  jefe,  tan 
austero  y  disciplinado,  como  el  Teniente  Gobernador 
Dupuy,  dispuesto  a  mantener  el  orden  público  con  la 
firmeza  de  que  dio  tantas  pruebas. 


5. — En  el  mes  de  julio  se  hizo  la  lista  de  la  contri- 
bución patriótica,  obteniéndose  la  donación  de  1287  ca- 
ballos, 818  muías  y  213  aparejos.  Se  designó  a  los  veci- 
nos Pedro  Lucero,  Juan  Pedro  Palma,  Fausto  Giménez, 
José  Pena  y  Miguel  Orozco,para  recoger  este  ganado  y 
conducirlo  a  Mendoza. 

A  fin  de  año  se  recogieron  400  novillos  y  200  caballos 
más.  En  charqui,  bayeta  y  pieles  de  carnero,  se  reco- 
lectó por  valor  de  4500  pesos;  para  pago  de  oficiales  y  re- 
muneración de  tropas  1200  y  en  dinero  efectivo  2601, 
todo  lo  cual  fué  proporcionado  por  el  abnegado  vecin- 
dario puntano.   ¡Hermosa  contribución! 

Obtenidos  estos  recursos,  se  procedió  a  elevar  la 
propuesta    para    oficiales    en    los    siguientes    términos: 

«D.  Vicente  Dupuy,  Teniente  Gobernador  de  San  Luis 
y  Sargento  Mayor  graduado,  propone  al  Excmo.  Supmo. 
Director  Suplente  del  Estado,  para  los  despachos  de  ofi- 
ciales de  milicias,  por  premio  de  sus  recomendables  ser- 
vicios en  la  clase  que  se  demuestran,  a  los  individuos 
siguientes: 

Para  Sargentos  Mayores:  D  Justo  Gatica.— D.  Fran- 
cisco Paula  Lucero. 

Fueron  capitanes  en  las  milicias  antiguas  y  el  pri- 
mero es,  actualmente,  Alcalde  ordinario  de  l.er  voto  y 
ambos  dignos  de  toda  consideración  por  sus  servicios. 


166  HISTORIA   T3E    SA.N    LUIS 


Para  Capitanes:  D.  José  Santos  Ortiz. — D.  Nicanor 
Becerra. — D.  Agustín  Palma. — D.  Juan  Palma  —Don 
Manuel  Herrera. — D.  Marcelino  Poblet. — D.  Jerónimo 
Quiroga. — D.  Francisco  Vicente  Lucero. — D.  Juan  José 
Vilches. — D.  Fernando  Lucero. 

(Estos  individuos  están  continuamente  contribu- 
yendo con  sus  bienes,  a  las  circunstancias  de  esta  Pro- 
vincia). 

Para  Tenientes:  D.  Francisco   Gatica. — D.  Jerónimo 
Fernández. — D.   Gregorio  Blanco. — D.  Manuel   Herrera. 
--D.  Tomás  Gatica. — D.  Miguel  Adaro. — D.  Maximino 
Gatica. — D.   Manuel  Panelo. 

(Tienen  las  mismas  consideraciones  que  los  anterio- 
res). 

Vicente  Dupuy. 

San  Luis,  septiembre  8  de  1815.» 

Por  esos  días  Dupuy  recibió  la  circular  pasada  por 
el  Supremo  Director  del  Estado,  adjuntando  el  decreto 
de  Fernando  VII  referente  a  los  medios  que  se  habían 
propuesto  para  subyugar  de  nuevo  a  la  América,  en  cuya 
virtud,  recomendaba  la  pronta  remisión  de  reclutas,  des- 
tinados a  reemplazar  las  fuerzas  de  reservas.  En  su  con- 
testación le  manifestó,  que,  no  obstante  ser  asunto  de 
gran  interés,  le  sería  casi  imposible  enviarle  nuevos 
contingentes,  pues,  desde  principios  de  la  revolución  y 
según  documentos  que  existían,  se  habían  remitido  más 
de  tres  mil  hombres  de  San  Luis  y  de  cuyas  resultas,  la 
mayor  parte  de  los  que  habían  quedado,  eran  propie- 
tarios y  obligados  a  sostener  crecidas  familias.  Además, 
existía  el  peligro  de  que,  de  un  momento  a  otro,  podría  in- 
vadir el  enemigo  por  el  lado  de  Chile,  lo  que  había  he- 
cho apurar  los  recursos  del  momento  con  la  remisión  de 
200  hombres  para  el  ejército  de  los  Andes  y  otros  que  se 
estaban  reuniendo.  Esto  no  obstante,  hacía  presente 
sentirse  resuelto,  el  pueblo  puntano,  a  nuevos  sacrificios, 
si  así  lo  exigiese  la  salvación  de  la  patria.  Hay  que  te- 
ner en  cuenta  que  la  Provincia  de  San  Luis,  sólo  tenía 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  167 

16.000  habitantes  y  descartando  mujeres,  niños  y  an- 
cianos, todo  hombre  hábil  para  manejar  un  fusil  o  un 
sable,  había  concurrido  a  las  campañas  libertadoras  o  se 
aprestaba  a  ocupar  un  sitio  en  el  ejército  de  los  Andes, 
en  vísperas  de  iniciar  la  magna  empresa  de  la  reconquis- 
ta de  Chile. 

Poco  después  avisa  Dupuy  que  tiene  listas  para  mar- 
char a  la  Capital,  las  tropas  de  muías,  con  los  aparejos 
correspondientes,  que  existían  en  la  jurisdicción  de  San 
Luis,  a  fin  de  internar  los  útiles  de  guerra  sobrantes,  en 
el  caso  que  se  verificase  la  expedición  anunciada  sobre 
Buenos  Aires. 

En  seguida,  dio  una  proclama  ad virtiendo  al  pueblo 
los  peligros  que  le  amenazaban  y  disponiendo  que  los 
habitantes  debían  entregar  las  armas  que  tuviesen  en 
su  poder,  dentro  del  perentorio  plazo  de  dos  días.  Se 
encargó  de  esta  misión  al  Sargento  Mayor  Enrique  Mar- 
tínez y  en  la  campaña  a  los  alcaldes  de  hermandad.  El 
secretario  Kiveros  hizo  conocer  en  toda  la  Provincia  es- 
ta resolución,  obteniéndose  el  mejor  resultado,  pues,  to- 
do el  mundo  entregó  las  armas  al  gobierno.  Por  otro 
bando  se  dispuso  que  todos  los  españoles  europeos  y 
americanos,  confinados  por  enemigos  de  la  causa,  que  se 
hallaren  en  San  Luis,  se  presentaran  en  el  término  de  24 
horas  al  Ayudante  Mayor  D.  Cornelio  L.  Lucero,  a  reci- 
bir las  órdenes  que,  privativamente,  se  le  ha  comunicado, 
bajo   las   más   serias   responsabilidades. 

Se  les  prohibía  dirigir  comunicaciones  o  cartas  por 
la  estafeta  pública,  ni  por  conducto  privado,  que  no  fue- 
se por  intermedio  del  expresado  Ayudante.  Los  que 
infringieran  estas  órdenes  o  quebrantasen  las  que  fuesen 
comunicadas  por  el  expresado  comisionado,  serían  fu- 
silados en  el  término  de  24  horas.  Iguales  responsabili- 
dades comprendían  a  los  conductores  de  correspondencia 
que  no  fuese  visada. 

Entre  las  instrucciones  reservadas  que  se  dieron  al 
Ayudante  C.  Lucero,  estaban  las  de  formar  una  lista  de 
los  españoles  y  americanos  enemigos  de  nuestra  causa, 


168  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

con  todos  los  detalles  de  su  estado,  profesión,  motivo  de 
confinamiento  y  lugar  de  donde  procedían.  Debía  infor- 
marse, también,  de  las  personas  ó  familias  que  frecuenta- 
sen y  si  hacían  o  no  propaganda  contra  la  causa  de  los 
patriotas. 

Es  así  como  quedó  establecida  la  más  severa  vigi- 
lancia, pues,  ya  las  autoridades  locales  estaban  preveni- 
das contra  la  actitud  de  los  confinados.  Poco  antes,  los 
sacerdotes  enemigos  de  la  revolución,  el  cura  de  San  Juan, 
D.  José  María  Castro  y  los  religiosos  fray  Lorenzo  Mu- 
ñoz, fray  Roque  José  Mallea,  de  la  orden  de  predicadores, 
fray  Pedro  Nolasco  de  los  Ríos,  de  la  orden  mercedaria, 
y  fray  Gabriel  Suárez,  de  la  orden  franciscana,  que  es- 
taban confinados,  habiéndoseles  dado  pasaportes  para 
Córdoba  y  Buenos  Aires,  se  fugaron  a  La  Rioja  con  el 
fin  de  trasladarse  a  Chile.  De  San  Luis  se  mandó  a  cap- 
turarlos al  capitán  D.  Juan  José  Pico;  pero  ignoramos 
el  resultado  de  su  comisión.  Estos  frailes,  validos  de  su 
carácter  sacerdotal,  eran  agentes  activísimos  del  elemento 
realista  y,  por  consiguiente,  peligrosos  para  tenerlos  en 
San  Luis,  donde  habían  muchos  otros  confinados  por 
la  misma  causa.  Las  rigurosas  medidas  de  Dupuy  estaban 
plenamente  justificadas  en  aquel  momento,  tan  difícil 
y  solemne,  en  el  cual  nos  encontrábamos  rodeados  por 
el  enemigo  y  amenazados  por  todas  partes,  cuando  se 
iba  a  jugar  definitivamente  la  suerte  de  la  Patria  y  de  la 
América.  :- 

Como  complemento  a  estas  medidas,  se  levantó  una 
prolija  investigación  sobre  los  ganados,  armas  y  recur- 
sos de  toda  índole  con  que  podía  contar  la  provincia 
para  un  caso  extremo,  como  el  que  se  preveía,  de  sacri- 
ficarlo todo  por  el  ideal  revolucionario.  Jamás,  en  parte 
alguna  una  causa  contó  con  más  decididos  sostenedores. 

Los  hombres  corrían  a  ocupar  sus  puestos  en  las  fi- 
las del  ejército;  los  hacendados  donaban  y  conducían 
personalmente  sus  ganados;  todos  contribuían  con  ví- 
veres; las  mujeres  tejían  el  picote  para  vestir  a  los  sol- 
dados y  el  que  más  no  podía,  contribuía  con  su  trabajo 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


169 


personal  a  preparar  el  charqui,  las  monturas,  aparejos 
y  correajes,  y  a  prestar  servicios  en  los  transportes  hacia 
los  puntos  de  reconcentración.  Y  en  las  horas  de  reposo 
o  de  la  oración,  se  elevaban  las  plegarias  de  las  almas, 
enardecidas  por  el  sagrado  fuego  de  la  noble  causa,  pa- 
ra rogar  al  Dios  de  sus  creencias  protegiera  las  armas  de 
la  patria! 

Dupuy  era  el  espíritu  y  la  acción  misma  de  su  ilustre 
jefe  San  Martín.  No  descansaba  un  instante;  intervenía 
personalmente  en  todos  los  detalles  de  la  organización 
e  instrucción  de  las  milicias  y  en  su  provisionamiento, 
con  un  inagotable  ingenio  para  arbitrar  recursos  de  toda 
índole  y  para  exaltar,  con  sus  frecuentes  proclamas,  el 
espíritu  del  soldado  y  del  pueblo,  hasta  que  la  causa  de  la 
libertad  se  convirtió  en  una  pasión  pública,  dominante 
y  avasalladora.  En  estas  condiciones  se  explica  que  San 
Luis  causara  la  admiración  del  mismo  San  Martín  y 
arrancara  el  aplauso  más  justiciero,  de  todos  los  hombres 
que  estaban  al  frente  de  la  revolución. 

A  fines  de  1815  quedaban  perfectamente  organiza- 
das las  milicias  puritanas  y  en  condiciones  de  entrar  en 
campaña. 

Regimiento  de  Caballería  de  Milicias  de  San  Luis 

Estado  que  demuestra  la  fuerza  efectiva  con  que  se 
halla,  con  especificación  de  clases,  compañías  y  escua- 
drones, hoy  día  de  la  fecha. 


Compañía 
Compañía 
Compañía 
l.er  Escuadrón — 
l.er  Escuadrón — 
2.°  Escuadrón — 
2.°  Escuadrón — ■ 
2.°  Escuadrón— 
2.°  Escuadrón — 


1.a, 

2.a; 
3.a, 

4.a; 
5.a; 
6.a, 


9; 


Capitán.  .  José  Narciso  Domínguez 

Capitán.  .  Mateo    Gómez 

Capitán..  Jacinto  San  Martín 

Capitán.  .  Luis  Oyóla 

Capitán .  .  Tomás  Luis  Ossorio 

Capitán.  .  Juan  Esteban    Quiroga 

Capitán.  .  Isidro  Suaste 

Capitán .  .  Andrés  Alfonso 

Capitán  . .  José  Domingo  Arias 


170 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


3.er  Escuadrón- 
3.er  Escuadrón- 
3.er  Escuadrón- 
3.er  Escuadrón- 
4.°  Escuadrón- 
4.°  Escuadrón- 


-10.a,  Capitán.  . 
-11.a,  Capitán . . 
-12.a,  Capitán.  . 
-13.a,  Capitán. . 
-14.a,  Capitán.  . 
-15.a,  Capitán.  . 


Pedro  Lucero 

Luis  Yidela 

Manuel  Eiveros 

Juan  Sosa 

Juan  Adaro 

[Manuel  Antonio  Salazar 


PLANA  MAYOR 


1  .er  Escuadrón Cornelio  Lucero 

l.er  Escuadrón Domingo  Yaras 

2.°  Escuadrón Carlos  Arias 


Ayudantes 


TENIENTES    PRIMEROS 
(En  el  orden  de  1.°  a  15) 

José  Gregorio  Giménez. — Sebastián  Lucero. — Floro 
Yasconcellos. — Marcos  Guiñazú. — Juan  Alberto  Frías. — 
Yictorio  Sosa. — Agustín  Sosa. — Agustín  Palma  y  01- 
guín. — José  Leguisamo. — Juan  Polonio  Pérez. — Luis  Fer- 
nández.— Pedro  Yidal  Sarmiento. — Javier  Sarmiento. — 
José  Pena. — José  Antonio  Lucero. 

TENIENTES    SEGUNDOS 

Felipe  -Ortiz. — Esteban  Adaro. — Felipe  Sosa. — Es- 
teban Sosa. — Juan  Antonio  Quiroga. — Luis  Becerra. — 
Juan  Pablo  Palma. — Domingo  Indalecio  Menéndez. — 
Manuel  Herrera. — Pedro  Nolasco  Pedernera. — Felipe  Lu- 
cero.— Luis  Hernández. — José  Gregorio  Calderón. — Juan 


Gregorio   Lucero. — Ursulo  Funes. 


ALFÉRECES 


Eligió  Cabral. — Camilo  Domínguez. — Andrés  Mi- 
randa.— Rufino  Poblet. — José  Pedernera. — Fausto  Gi- 
ménez.— Pedro    Lucero    v    Sosa. — Atanasio    Carballo. — ■ 


HISTORIA   DE   SAN  LUIS  171 

José  María  Videla. — Juan  Pascual  Pr  ingles. — Nepomu- 
ceno  Poblet. — Juan  Antonio  Ortiz. — Hipólito  Giménez. — 
Ventura  Jurado. — Lino  Garro. 

Cada  compañía  de  120  hombres  y  con  un  total  de 
1800  plazas. 

PLANA  MAYOR 

3.er  Escuadrón José  Antonio  Becerra  \ 

4.°  Escuadrón Cecilio  Lucero  r    .       , 

4.°  Escuadrón Basilio  Quiroga  ( 

4.°  Escuadrón Lorenzo  Eivero  ) 

San  Luis,  noviembre  2  de  1815. 

Vicente  Dupuy.» 

El  objetivo  era  Chile;  pero  los  peligros  amena- 
zaban por  todos  lados.  San  Martín  debía  estar  en  con- 
diciones de  acudir  rápidamente,  donde  fuera  necesario, 
a  la  defensa  de  nuestra  causa.  Artigas,  alzado  en  el  litoral, 
ejerciendo  su  influencia  demoledora  hasta  Córdoba; 
el  general  español  Pezuela  amagaba  invadir  por  el  nor- 
te; se  anunciaba  la  expedición  española  al  Río  de  la  Pla- 
ta comandada  por  el  general  Morillo;  Chile,  reconquistada 
por  los  realistas,  podía  también  cooperar  a  la  invasión 
general  para  concluir  con  el  partido  patriota. 

En  medio  de  tantos  peligros,  consolaba  el  espíritu 
la  actitud  de  la  abnegada  Cuyo  y  de  la  pobre  San  Luis, 
agigantadas  por  el  sacrificio  y  el  sentimiento  de  la  li- 
bertad. 

Todo  cuanto  poseía  fué  entregado  o  puesto  a  dispo- 
sición de  Dupuy,  aquel  hombre  extraordinario  que  no 
se  daba  un  momento  de  reposo  y  que  tenía  el  poder  de 
subyugar  todas  las  voluntades  para  hacerlas  servir  a 
la  gran  causa. 

¡Gratitud  eterna  a  su  memoria!! 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  173 


CAPITULO  VII 

SUMARIO:  1. — Misión  del  licenciado  Molina. — Donativos  del  pue- 
blo de  San  Luis. — Honrosa  nota  del  general  San  Martín. — 
Plan  de  nuevos  impuestos,  ideado  por  el  Cabildo:  su  desapro- 
bación.— El  Superior  Gobierno  honra  a  San  Luis  enviándole 
la  bandera  de  la  escuadra  española,  rendida  en  el  Río  de  La 
Plata.  2. — El  Congreso  de  Tucumán:  carta  de  Pueyrredón  a 
Dupuy. — El  diputado  por  San  Luis  es  electo  Director  Supre- 
mo del  Estado.  3. — Declaración  y  Jura  de  la  Independencia. 
— Discordia  casera.  4. — El  ejército  de  los  Andes. — -Vigilancia 
y  castigo  de  traidores.  5. — San  Luis  compromete  la  gratitud 
nacional. — Honrosos  documentos. — Nuevas  tareas  de  Dupuy. 
— El  Cabildo  agradece  a  Dupuy  sus  servicios  a  la  patria  y  a 
la  localidad. 

1. — Hacía  un  año  que  las  provincias  de  Cuyo  abas- 
tecían el  ejército  con  sus  propios  recursos;  pero  aun  dis- 
taba mucho,  por  su  número  y  organización,  para  iniciar 
la  campaña  libertadora  de  Chile.  Como  era  consiguiente, 
cada  día  aumentaban  sus  exigencias,  y  los  medios  de 
cubrirlas  eran,  también,  cada  vez  más  escasos,  al  extre- 
mo de  haberse  tocado  ya,  casi  por  completo,  los  resortes 
para  arbitrarlos.  En  presencia  de  esta  difícil  situación, 
el  Cabildo  de  Mendoza  se  dirigió,  en  noviembre,  al  de 
San  Luis  haciéndole  presente  que  había  advertido  la 
debilidad  de  estas  fuerzas  para  comenzar  la  empresa  a 
que  estaban  destinadas,  y  que  si  la  capital  no  cooperaba 
con  auxilios  antes  de  un  año,  se  habrían  agotado  infali- 
blemente todos  los  recursos.  En  estas  circunstancias, 
habían  meditado  encargar  al  licenciado  Dn.  Manuel  Ig- 
nacio Molina  para  que  se  trasladase  a  Buenos  Aires  y 
representase,  ante  el  Superior  Gobierno,  la  urgentísima 
necesidad  de  proteger  este  ejército  con  cuanto  fuera  ne- 
cesario, hasta  completarlo  y  atender  su  abastecimiento. 


174  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Molina  llevaba,  también,  la  misión  de  convencer  a  los 
hombres  de  gobierno  de  la  bondad  del  plan  de  campaña 
formulado  por  San  Martín  como  medio  único  de  salvar 
la  causa  patriótica.  El  Cabildo  puritano  acogió  con  entu- 
siasmo al  comisionado,  le  confirió  sus  poderes  para  re- 
presentarlo, comprometiéndose  a  contribuir  al  pago  de 
los  gastos  de  viaje  y  estadía  en  Buenos  Aires.  Y,  mientras 
tanto,  decretaba  una  contribución  voluntaria,  entre  los 
vecinos  más  pudientes,  para  reembolsar  la  suma  de  4.000 
pesos  que  el  gobierno  central  había  anticipado  a  su  dipu- 
tado  Pueyrredón,   al   emprender  viaje   a   Tucumán. 

Al  mismo  tiempo,  pedía  otra  en  ganado  para  soste- 
nimiento del  ejército,  reuniéndose  en  pocos  días  400  no- 
villos, 210  caballos  y  440  arrobas  de  charqui.  Es  de  ad- 
vertir, a  la  vez,  que  las  entradas  del  año,  por  concepto  de 
impuestos  y  derechos  de  aduana,  que  pasaban  de  6.000 
pesos,  fueron  enviadas  íntegras  a  Mendoza,  todo  lo  cual 
se  destinaba  al  ejército,  como  lo  certifica  el  general 
Espejo. 

Estos  sacrificios,  debidamente  apreciados  por  San  Mar- 
tín, dieron  motivo  a  la  nota  autógrafa  reproducida  aquí, 
como  un  honroso  testimonio  para  el  pueblo  de  San  Luis. 

Comunicaciones  como  éstas,  colmaban  de  satisfacción 
al  Cabildo  y  al  pueblo,  al  cual  se  las  hacía  conocer,  solem- 
nemente,  para  estimular  su  patriotismo. 

Con  esta  nota  llegaba  una  comunicación  del  dele- 
gado Molina,  dando  cuenta  del  buen  resultado  de  sus 
gestiones,  debido  a  las  cuales,  había  conseguido  la  suma 
de  6.000  pesos  de  pronto  y  5.000  en  cada  mes  siguiente, 
hasta  completar  la  organización  del  ejército,  así  como 
importantes   elementos  de  guerra. 

Auxilio  tan  oportuno  y  decisivo  produjo  un  extraor- 
dinario entusiasmo  en  la  población  puntana  y  dio  nue- 
vos alientos  a  todos,  para  continuar  la  magna  obra  de 
la  reconquista  de  Chile.  San  Martín  estaba  en  plena 
labor  y  no  descansaría  hasta  no  verse  compensado  por 
la  victoria.  En  esas  circunstancias  llamó  con  urgencia 
a  Dupuy,  recomendándole  que  depositara  en  el  Cabildo 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


175 


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176  HISTORIA  DE   SAN  LUIS 

el  mando  político,  y  en  el  oficial  más  antiguo,  el  mando 
militar,  el  cual  correspondió  al  capitán  José  Cipriano 
Pueyrredón.  Este  patriota  se  contrajo,  con  un  celo  re- 
comendable, en  unión  al  Cabildo,  a  atender  las  múltiples 
necesidades  locales  y  los  deberes  de  reunir  y  discipli- 
nar las  milicias.  Las  continuas  contribuciones  y  las  úl- 
timas remesas  de  dinero  a  Mendoza,  habían  agotado  los 
recursos  y  no  se  sabía  de  qué  echar  mano  para  sostener 
la  escuela  pública,  el  mantenimiento  de  los  presos  y 
practicar  las  urgentes  reparaciones  de  la  cárcel  y  de  la 
casa  municipal.  Entonces  se  ideó  sacar  recursos  del 
ramo  de  propios  y  arbitrios,  aplicados  a  la  extracción 
de  ganado,  madera  y  otros  productos  naturales,  así  co- 
mo se  fijó  un  impuesto  a  todos  los  artículos  del  comercio 
que  se  introducían  de  las  vecinas  provincias  de  Mendoza 
y  San  Juan,  ordenanzas  que  fueron  remitidas  al  gober- 
nador para  su  aprobación.  Estas  medidas  dieron  lugar  a 
muchas  reclamaciones  por  cuanto  venían  a  gravar  de 
tal  manera  el  comercio,  que  lo  exponían  a  grandes  que- 
brantos. San  Martín  desaprobó  el  establecimiento  de  los 
nuevos  impuestos.  El  Cabildo  de  San  Luis  se  justificó 
dirigiéndole  una  extensa  nota  con  los  fundamentos  de 
esas  ordenanzas,  y,  requerida  la  opinión  del  asesor  doc- 
tor Vera,  éste  se  produjo  en  contra  de  las  pretensiones 
del  Cabildo,  diciendo:  «Si  después  de  abrumados  los  ciu- 
dadanos con  el  redoble  peso  de  extraordinarias  contribu- 
ciones, hubieran  de  oprimirse  todavía  las  ramas  del  co- 
mercio con  nuevos  derechos,  vendrían  a  reducirse  sus 
agentes  a  un  estado  de  impotencia  y  nulidad  que  traería 
la  ruina  y  total  decadencia  del  Estado. 

«Que  si  a  los  habitantes  de  San  Luis,  que  hoy  segura- 
mente sufren  ingentes  exacciones,  se  les  apura  con  el 
derecho  de  «propios  y  arbitrios»,  reducidos  a  la  desespe- 
ración, abandonarían  el  giro  de  sus  negociaciones.  Así, 
pues,  opina  más  acertadamente,  que  se  omitan,  por  ahora, 
las  obras  que  dieron  mérito  al  acuerdo  del  Cabildo,  o 
que  se  arbitren  los  medios,  por  erogación  voluntaria,  de 
los  vecinos  de  aquella  ciudad.» 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  177 

San  Martín  se  produjo  de  conformidad  con  el  dicta- 
men del  asesor,  y  agregó  que  si  el  Cabildo  pudiera  adop- 
tar otros  medios  que  no  proporcionasen  estos  inconvenien- 
tes, no  distaría  de  aprobarlos  por  el  interés  que  le  merecía 
esa  benemérita  ciudad. 

El  Cabildo  insistió  en  justificar  el  acuerdo  y  en  pe- 
dir su  aprobación,  refutando,  a  la  vez,  los  argumentos 
en  que  se  había  fundado  el  asesor  para  negarle  su  asen- 
timiento. 

Este  vuelve  a  hacerse  cargo  del  asunto  y  se 
expide,  por  segunda  vez,  con  gran  mesura,  manifestan- 
do que  siendo  la  causa  de  esos  impuestos  la  necesidad 
de  atender  la  escuela  y  las  obras  públicas,  cree  debe  ele- 
varse la  solicitud  del  Cabildo  al  Superior  Gobierno,  a 
quien  corresponde,  de  acuerdo  con  los  principios  de 
igualdad,  fomentar  la  educación  e  imponer  derechos  en 
las  provincias  sobre  el  ramo  de  comercio,  y  se  recomienda, 
a  sus  efectos  «la  benemerencia,  patriotismo  e  incomparables 
sacrificios  que  ha  hecho  el  distinguido  pueblo  de  San  Luis». 

Negada  la  facultad  para  arbitrar  nuevos  recursos 
con  el  aumento  de  impuestos,  el  Cabildo  quedó  en  una 
situación  muy  apurada;  pues,  tampoco  el  gobierno  cen- 
tral concurrió  con  el  auxilio  solicitado. 

Pero  no  debía  ser  la  última  prueba  a  la  cual  se  some- 
tería la  abnegación  de  los  púntanos;  el  vecindario  contri- 
buyó con  una  subscripción  voluntaria  al  sostenimiento 
de  la  escuela. 

Si  el  Superior  Gobierno  no  podía  concurrir  a  remediar 
las  necesidades  de  la  cultura  local,  estaba  bien  penetra- 
do de  los  sentimientos  y  de  los  sacrificios  de  nuestro 
pueblo,  al  cual  quiso  honrar  en  la  primera  oportunidad 
que  se  le  presentó,  enviánclole  la  bandera  de  la  escuadra 
española,  vencida  en  las  aguas  del  Plata  por  el  intrépido 
almirante  Brown.  He  aquí  la  constancia  de  ese  hecho 
que  tanto  honra  al  pueblo  puntano: 

«Sr.  Tte.  Gobernador  de  la  ciudad  de  San  Luis. 

«Ha  recibido  este  Gobierno  el  apreciable  oficio  de 
Vd.,  con  fecha  11  del  corriente,  y  con  él  la  bandera  de 

TOMO    T  12 


178  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

la  Escuadra  Española  con  que  el  enemigo  surcaba  el 
Eío  de  la  Plata,  cuando  a  esfuerzos  de  la  nuestra,  se  rin- 
dió, haciendo  entrega  de  su  divisa. 

«A  este  Ayuntamiento  le  es  muy  grato  el  presente  que, 
por  disposición  del  Superior  Gobierno,  le  hace  Yd.,  se- 
gún se  lo  comunica,  y  se  llena  de  complacencia  al  recor- 
darle que  los  hijos  de  su  país  han  sabido  desempeñarse, 
en  defensa  de  la  causa  común  y  decoro  de  la  conservación 
del  buen  renombre  de  ellos.  Xo  cesaría  de  elevar  sus 
súplicas  al  cielo  para  que,  sin  separarse  un  momento  de 
las  sabias  disposiciones  que  nos  rigen,  sigan  hasta  el 
fin  de  los  grandes  designios  a  que  aspiran.  Se  complace 
en  la  oferta  de  Vd.,  en  orden  a  lo  dispuesto  de  las  inscrip- 
ciones de  la  asta  de  otra  bandera,  conociendo  los  buenos 
deseos  que  le  acompañan,  dándole  por  ello  las  debidas 
gracias. 

«Ha  dispuesto  sentar,  por  acuerdo,  que  el  paseo  de 
ella  sea  la  víspera  del  25,  día  de  nuestra  regeneración. 

«Como  igualmente  hacen  su  depósito  en  la  Santa  Igle- 
sia Matriz  y,  con  los  deseos  más  ardientes,  ruega  al  Dios 
de  la  Patria,  nos  dé  una  verdadera  unión  y  perfecta 
alianza. 

«Nuestro  Sr.  Guarde  a  Vd.  muchos  años. 

«San  Luis  12  de  Mayo  de  1816. 

Marcelino  Poblet.» 


2. — El  16  de  enero  de  1816,  escribía  Pueyrredón  a 
Dupuy:  «En  el  Perú  se  ¡3erdió  todo,  como  te  impondrás 
por  mi  comunicación  al  Cabildo;  el  país  está  todo  divi- 
dido; el  ejército  casi  disuelto  y  en  extremo  prostituido; 
la  ambición  se  entroniza  con  descaro  en  todos  los  pun- 
tos; cada  pueblo  encierra  una  facción,  que  lo  domina; 
la  ambición  ciega,  la  codicia,  la  sensualidad,  todas  las 
pasiones  bajas  se  han  desencadenado;  sólo  una  absolu- 
ta regeneración  puede  restituir  el  país  a  la  vida;  pero 
¿en  dónde  están  los  instrumentos  para  formar  una  masa 
de  forma  diferente?   Las  virtudes  han  huido  de  entre 


HISTORIA  DE   SAN   LUIS  179 

nosotros  o  están  tan  escondidas  que  no  las  halla  la  más 
vigilante  diligencia.  ¿Y  cuál  el  brazo  bastante  robusto 
y  diestro  para  depurar  y  arrojar  la  parte  corrompida? 
¿Será  el  Congreso?  ¡Ah,  hermano  mío!  ¡Qué  distante  es- 
toy de  creerlo  y  esperarlo!  Aun  faltan  muchos  diputados, 
y,  entre  los  que  hay  reunidos,  no  descubro  aquel  deseo 
ingenuo  de  conciliación  y  avenimiento,  sino  un  espí- 
ritu de  provincialismo,  de  rivalidad  y  de  encono  que  de- 
be producir  funestos  resultados.  Si  el  Congreso  se  abre, 
vamos  a  vernos  sumergidos  en  más  división  y  en  mayo- 
res males.  ¡Ojalá  no  se  realicen  mis  temores!» 

Tal  era.  en  verdad,  la  situación  del  momento.  El 
litoral  continuaba  bajo  la  influencia  antinacionalista 
del  caudillo  Artigas;  el  ejército  del  norte,  minado  por  la 
indisciplina  y  deshecho  por  la  derrota  de  Sipe-Sipe;  los 
españoles,  reconcentrando  sus  elementos  sobre  la  fron- 
tera para  someter  estas  provincias  a  la  absoluta  auto- 
ridad de  Fernando  VII;  las  rivalidades  y  celos  entre 
Buenos  Aires  y  las  provincias,  que  representaban  dos 
tendencias  antagónicas;  el  centralismo  del  partido  por- 
teño y  el  federalismo  inorgánico  de  los  caudillos.  A  estas 
graves  circunstancias  debían  agregarse  las  terribles  acu- 
saciones contra  ciertos  hombres  dirigentes,  a  quienes  se 
culpaba  de  pretender  entregar  el  país  a  una  nación  ex- 
tranjera; de  querer  coronar  un  príncipe  de  cualquiera 
de  las  casas  reinantes  de  Europa.  La  única  esperanza 
era  San  Martín  que  preparaba  en  Cuyo  su  célebre  ejér- 
cito de  los  Andes,  y  Güemes  que,  aunque  en  franca  re- 
belión contra  Rohdeau  por  sus  grandes  desaciertos, 
era,  en  las  provincias  del  norte,  el  único  jefe  capaz  y 
con  prestigios  para  levantar  en  armas  a  las  poblaciones 
y  detener  al  invasor  realista,  como  más  tarde  lo  eviden- 
ció con  su  pericia  y  sucesivos  éxitos.  En  tan  difícil  situa- 
ción se  reunía  el  Congreso  en  Tucumán. 

Los  diputados  que  participaban  de  las  profundas 
divisiones  de  los  pueblos,  eran  un  conglomerado  de  opi- 
niones distintas,  sin  espíritu  de  cuerpo,  los  cuales  fueron 
agrupándose   en   torno   de   las   tendencias   de   Córdoba, 


180  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

Alto  Perú  y  Buenos  Aires.  Los  diputados  por  Cuyo, 
representados  por  Pueyrredón,  Godoy  Cruz,  Maza.  Fray 
Justo  de  Santa  María  de  Oro  y  Laprida.  obedecían  las 
sugestiones  del  general  San  Martín,  quien  acordó,  con 
ellos,  dar  impulso  a  las  tareas  del  Congreso  y  apurar  la 
solemne  declaración  de  la  independencia. 

El  9  de  abril  se  hizo  conocer  en  San  Luis  la  instalación 
del  Congreso  de  las  Provincias  Unidas  del  Eío  de  la  Pla- 
ta, reunido  en  la  ciudad  de  Tucumán,  suceso  que  llenó 
de  alegría  y  esperanzas  a  todos,  mandando  celebrarlo 
las  autoridades  con  luminarias  y  otras  fiestas  públicas. 
Diez  días  después,  fué  jurado  y  reconocido  como  la  so- 
berana representación  del  país. 

Otra  noticia  que  colmó  de  satisfacción  a  los  pún- 
tanos, fué  el  nombramiento  de  su  diputado,  Juan  Martín 
de  Pueyrredón,  para  ocupar  el  elevado  cargo  de  Director 
Supremo  del  Estado.  Esta  designación  significaba  el 
triunfo  del  buen  sentido  y  del  patriotismo.  Pueyrredón 
era  un  hombre  circunspecto,  avezado  a  los  negocios 
públicos,  enérgico  y  con  las  más  recomendables  virtu- 
des para  imponerse  en  tan  difícil  'situación.  El  nuevo 
Director,  con  San  Martín  y  Belgrano,  fueron  los  tres 
hombres  del  momento,  unidos  por  los  ideales  comunes 
de  la  independencia,  aunque  no  estuviesen  de  acuerdo 
sobre  la  forma  de  gobierno  a  adoptarse,  asunto  de  grave 
meditación  que  se  resolvería  con  mucha  calma  y  habi- 
lidad diplomática. 

San  Martín  era  republicano;  pero  se  abstenía  de  emi- 
tir juicio  sobre  la  forma  de  gobierno,  por  cuanto  podía 
aumentar  las  dificultades  y  chocar  con  Belgrano,  decla- 
rado abiertamente  por  la  monarquía  incásica.  En  cuanto 
a  Pueyrredón,  podemos  también  afirmar  que  era  repu- 
blicano, pues  en  carta  aDupuy  le  dice:  «que  si  prevaleciera 
la  idea  de  la  soberanía,  estaba  decidido  a  retirarse  del 
Congreso.» 

Al  fin,  en  sesión  del  9  de  julio,  el  presidente  Francisco 
Xarciso  Laprida,  presentó  la  idea  de  la  declaratoria  de 
nuestra   independencia    en    estos    términos:    «¿Quiere    el 


HISTORIA  DE    SAIJ   LUIS  181 

Congreso  que  las  Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata 
formen  una  sola  nación,  libre  e  independiente  de  los  re- 
yes de  España?»  Una  salva  de  aplausos  y  entusiastas 
aclamaciones  respondieron  por  la  afirmativa.  Puestos 
todos  de  pie.  se  hizo  el  solemne  juramento  en  medio  de  los 
transportes  del  más  alto  patriotismo.  El  Director  Supre- 
mo y  todas  las  autoridades  prestaron  también  el  suyo. 

Después,  se  hizo  la  salvedad  de  que  la  independencia 
era,  no  sólo  de  los  reyes  de  España,  sino  de  todo  otro 
poder  extranjero,  declaración  necesaria  por  cuanto  se 
repetía  que  el  Congreso  quería  entregar  el  país  a  Portu- 
gal o  Inglaterra,  o  coronar  un  príncipe  de  las  casas  rei- 
nantes de  Europa. 

Después  de  este  acto,  tan  decisivo  como  transcenden- 
tal para  los  futuros  destinos  de  estos  países,  el  director 
Pueyrredón  resolvió  trasladarse  a  Buenos  Aires,  a  fia  de 
asumir,  en  la  capital,  la  suprema  dirección  del  gobier- 
no de  las  Provincias  Unidas.  A  su  paso  por  Córdoba,  se 
entrevistó,  el  15  de  julio,  con  San  Martín,  que  había  ido 
a  informarle  sobre  el  plan  de  operaciones  del  Ejército 
de  su  mando  y  demás  asuntos  relacionados  con  la  ur- 
gencia de  dar  impulso  a  la  causa  revolucionaria.  Había 
que  consolidar,  con  el  triunfo  de  nuestras  armas,  la  so- 
lemne declaración  de  la  independencia. 

Pueyrredón,  que  con  los  diputados  del  Alto  Perú, 
estaba  inclinado  a  llevar  la  expedición  por  el  norte,  fué 
convencido  por  San  Martín  de  las  ventajas  del  paso  de 
los  Andes. 

El  nuevo  Director  instituyó  el  Ejército  de  los  Andes  y 
aumentó  el  subsidio  mensual  a  8.000  pesos,  proveyéndole 
de  otros  elementos.  Por  su  parte,  el  Congreso  acordó  a 
San  Martín  el  título  de  Capitán  General. 


3. — He  aquí  la  comunicación  autógrafa  que  se  pasó 
a  las  autoridades  puntanas  dándoles  cuenta  del  fausto 
suceso  de  la  declaración  de  la  independencia: 


182  HISTORIA    DE    SAX    LUIS 


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HISTORIA   DE   SAN   LUIS  183 

Este  transcendentalísimo  documento  fué  leído  en 
acto  solemne  y  saludado  por  las  grandes  aclamaciones 
de  un  pueblo,  noblemente  apasionado  de  la  libertad, 
contestándose  y  sellándose,  para  siempre,  el  solemne  ju- 
ramento de  sostener  nuestra  independencia,  con  el  Acta 
memorable  que  se  transcribe  a  continuación: 

«En  la  ciudad  de  San  Luis,  a  veinticuatro  días 
del  mes  de  agosto  de  mil  ochocientos  diez  y  seis  años: 
Presente  el  ilustre  Cabildo,  en  consorcio  de  su  Presiden- 
te el  señor  Teniente  Gobernador  a  cuya  casa  morada, 
por  estar  destruida  la  sala  capitular,  fueron  convocados 
por  un  Bando  publicado  el  día  anterior  todos  los  cuer- 
pos Militares,  Prelados,  funcionarios  públicos,  la  mayor 
parte  de  los  Jueces  de  la  campaña  y  todos  los  vecinos 
de  este  virtuoso  pueblo,  ante  quienes  habiendo  prece- 
dido el  conocimiento  de  un  oficio  del  Muy  Ilustre  Ca- 
bildo, y  Gobernador  Político  de  esta  Provincia  de  Cuyo, 
de  siete  del  corriente,  dirigido  al  expresado  Teniente 
Gobernador,  en  el  que  ordena  proceda  á  la  publicación 
de  la  Acta  y  Juramento  prescripto  por  el  Soberano  Con- 
greso sobre  la  independencia  de  las  Provincias  Unidas, 
cuyos  documentos  y  forma  del  Juramento  que  igual- 
mente comprendía  en  testimonio,  después  de  leídos 
públicamente,  se  presentó  el  Teniente  Gobernador  e,  hin- 
cado de  rodillas  ante  el  Ilustre  Cabildo,  prestó  el  Ju- 
ramento de  promover  y  defender  la  libertad  de  las  Pro- 
vincias Unidas  y  de  la  Independencia  del  Rey  de  Espa- 
ña Fernando  Séptimo,  sus  sucesores  y  Metrópoli,  y  de 
toda  otra  dominación  extranjera,  e  igualmente  el  de  soste- 
ner estos  derechos  con  la  vida,  haberes  y  fama,  guardan- 
do la  misma  forma  prescripta  por  el  Soberano  Congreso 
Nacional,  quien,  seguidamente,  lo  tomó  el  Ilustre  Ca- 
bildo, oficiales  Militares  y  demás  corporaciones,  cuyo 
acto  celebrado  entre  vivas  y  aclamaciones  las  más  ex- 
presivas por  la  libertad,  e  independencia  de  la  América 
del  Sud,  lo  firmaron  para  su  constancia  en  el  mismo 
día,  mes  y  año,  ante  el  Señor  Teniente  Gobernador  y 
Muy  Ilustre  Cabildo.  (Siguen  los  nombres  de  los  asisten- 


184  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tes   al   acto).    Firmado: — Marcelino   Poblet. — Pedro  Pa- 
blo Fernández. — Mateo   Gómez». 

La  independencia  nacional  fué  jurada  poco  después 
por  todas  las  autoridades  de  campaña  y  vecinos  más 
caracterizados. 


El  pueblo  de  San  Luis  estuvo,  por  algún  tiempo,  en- 
vuelto en  la  discordia  casera,  que  era  como  una  prolon- 
gación de  la  anarquía  general,  apenas  contenida  en  mo- 
mentos que  el  Congreso  de  Tucumán  asumía  la  sobera- 
nía del  país.  Y  se  manifestó  con  motivo  de  considerarse 
la  renuncia  del  diputado  D.  Juan  Martín  de  Pueyrredón 
y  de  elegirse  el  que  debía  reemplazarlo.  Convocada  la 
Junta  Electoral,  ésta  se  reunió,  hasta  tres  días  consecu- 
tivos, sin  llenar  su  cometido,  y,  averiguada  la  causa,  se 
supo  que  allí  se  deliberaba  sobre  la  disminución  de  la 
renta,  el  establecimiento  de  escuelas  y  otros  temas  com- 
pletamente ajenos  al  asunto  de  la  convocatoria,  pre- 
textos para  encontrar  el  medio  de  deponer  al  teniente 
gobernador  Dupuy.  Los  directores  de  este  propósito 
eran  fray  Isidro  González  y  el  capitán  José  Cipriano 
Pueyrredón.  Esta  actitud,  tan  contraria  al  mandato  del 
pueblo,  produjo  los  consiguientes  recelos  en  el  ánimo  de 
Dupuy,  el  cual  tomó,  entonces,  sus  precauciones.  Los 
promotores  del  conflicto,  viéndose  descubiertos,  recurrie- 
ron al  ardid  de  pedir  garantías  y  seguridad  individual 
para  llenar  su  cometido,  cuando  nadie  había  pretendido 
presionarlos.  Al  efecto,  exigieron  que  el  teniente  gober- 
nador se  retirara  a  la  quinta  de  Pueyrredón  y  deposi- 
tara el  mando  en  el  cuerpo  electoral,  que  de  hecho  que- 
daría así  investido  con  la  suma  de  los  poderes  locales. 
Y  aunque  el  coronel  Dupuy,  en  un  rasgo  de  desprendi- 
miento y  de  caballerosidad,  se  despojó  del  poder  ante 
el  Alcalde  de  l.er  voto,  pidiendo  al  Cabildo  que  se  le  for- 
mularan los  cargos  por  supuesta  intervención  en  las  de- 
liberaciones de  la  Junta  Electoral,  no  se  le  concretó 
ninguno,  poniéndose  en  descubierto  la  falsedad  de  las  acu- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  185 

saciones,  con  las  cuales  se  pretendía  demorar  la  designa- 
ción del  diputado  y  someter  el  caso  al  Congreso  Sobe- 
rano. Puestos  en  conocimiento  del  Gobernador  Intenden- 
te de  la  Provincia  estos  hechos  irregulares,  los  pasó 
a  estudio  del  asesor  letrado,  Dr.  Vera,  quien  se  ex- 
pidió aconsejando  que  los  autores  del  conflicto,  José 
Cipriano  Pueyrredón  y  fray  Isidro  González,  bajasen  a 
la  capital  a  fin  de  ser  oídos,  e,  intertanto,  debía  ordenar- 
se Ja  elección  de  dos  ciudadanos  en  su  reemplazo,  a  fin 
de  no  demorar  el  nombramiento  de  diputado. 

San  Martín  resolvió  el  asunto  de  acuerdo  con  lo  dic- 
taminado por  su  consejero.  En  consecuencia,  se  reunió, 
el  16  de  mayo,  el  Cabildo  y  Junta  de  electores  presi- 
didos por  el  teniente  gobernador  y  entrando  a  conside- 
rar el  motivo  de  su  convocatoria,  el  P.  Manuel  Barros, 
prior  del  convento  de  predicadores,  hizo  moción  para  que 
se  acordara  al  coronel  mayor  Dn.  J.  M.  de  Pueyrredón,  la 
facultad  de  substituir  sus  poderes,  respecto  a  que  el  pue- 
blo tenía  suma  confianza  en  su  patriotismo  y  en  el  acier- 
to con  que  había  de  proceder  a  designar  un  substituto 
entre  los  miembros  del  Congreso,  suplicándole  que  si 
entre  los  representantes  de  la  Provincia  de  Cuyo  había 
quien  llenase  esos  requisitos  a  su  satisfacción,  lo  pre- 
firiese para  el  cargo.  El  administrador  de  correos,  don 
Rafael  de  la  Peña,  adhirió  a  esta  idea,  añadiendo  que 
era  el  único  medio  de  tener  un  representante  en  el  Con- 
greso, por  la  notoria  indigencia  de  esta  jurisdicción  para 
costear  viaje  y  dieta  de  un  diputado,  en  momentos  en 
que  San  Luis  debía  hacer  frente  a  una  nueva  contribu- 
ción patriótica  de  2.000  pesos,  y  atender  además,  la  segu- 
ridad de  la  Provincia,  amenazada  por  el  enemigo  limí- 
trofe. Así  se  resolvió  por  la  unanimidad  de  los  electores. 
Al  serle  comunicado  a  Pueyrredón  lo  resuelto  por  la 
Junta  de  Electores,  agradeció  debidamente  el  acto  de 
confianza;  pero  se  excusó  de  ejercer  una  facultad  que 
consideraba  no  tener,  desde  que  había  aceptado  el  cargo 
de  Supremo  Director.  Y  en  carta  particular  a  Dupuy 
le  decía:  «La  quietud,  el  orden  y  la  armonía  son  el  primer 


186  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


deber  de  un  magistrado;  y  siempre  padece  su  concepto, 
en  la  opinión  común,  cuando  se  altera  la  paz  por  cual- 
quier motivo  que  sea.  El  gobierno  de  un  pueblo  pide  de- 
licadeza, flexibilidad  y  destreza;  yo  sé  que  tú  eres  capaz 
de  todo,  y  nada  te  encargo  sobre  este  particular.  Todo 
lo  que  Uds.  han  hecho,  no  vale  nada:  desde  el  momento 
en  que  me  recibí  del  mando  supremo  de  las  Provincias, 
dejé  de  ser  diputado,  me  separé  del  Congreso  y  cesaron, 
enteramente,  mis  poderes  ¿cómo  podré,  pues,  ahora,  subs- 
tituir una  facultad  que  no  tengo?  En  tal  caso,  sería 
viciosa  y  nula.  Si  Uds.  me  hubieran  mandado  la  facul- 
tad de  substituir,  cuando  la  pedí,  no  nos  viéramos  ahora 
en  este  apuro.  Estoy,  hijo,  ahogadísimo  de  atenciones; 
dentro  de  seis  días  salgo  para  Córdoba;  escríbeme  allí. 
Consérvate  bueno  y  manda  a  tu  siempre  affmo.  amigo — 
Juan  Martín.»  Con  tal  paternal  consejo  y  franca  amistad 
trataba  a  Dupuy  aquel  eminente  ciudadano,  a  la  sazón 
el  Supremo  Director  del  Estado  y  el  hombre  que  iba  a 
ser  la  providencia  de  la  causa  revolucionaria.  Mucho 
debió  valer  el  teniente  gobernador  de  San  Luis,  cuando 
iguales  manifestaciones  de  cariño  recibía  del  general 
San  Martín.  Dupuy  dio  pruebas  de  prudencia;  pero  las 
ambiciones  locales  continuaron  por  algún  tiempo  su  obra 
demoledora. 

Como  no  se  practicaba  la  elección  del  diputado, 
el  presidente  del  Congreso  ofició  al  Cabildo  manifestán- 
dole que,  cuanto  antes,  debían  hacerlo,  y  que  la  dieta  del 
diputado  se  pagaría  con  recursos  del  tesoro  nacional, 
a  razón  de  1.2.00  pesos  anuales.  No  pudiéndose  poner  de 
acuerdo,  designaron  representante  de  San  Luis  a  don 
Tomás  Godoy  Cruz,  diputado  por  Mendoza.  Esta  medida 
frustró  las  esperanzas  de  varios  políticos  locales  y  entre 
ellos,  principalmente,  las  del  alcalde  de  l.er  voto,  D.  Mar- 
celino Poblet,  hombre  dominante  y  ambicioso,  que  no 
podía  resignarse  a  un  papel  secundario.  Fracasada  su 
candidatura,  recurrió  a  la  intriga,  sorprendiendo  la  buena 
fe  del  Cabildo,  a  quien  hizo  firmar  una  especie  de  pro- 
testa por  supuesta  intervención  del   teniente    goberna- 


i 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  187 

dor  en  ese  acto,  y  al  cual  acusaba  de  haber  hecho  presión 
en  el  ánimo  de  los  electores.  Esta  actitud  ocasionó  el 
rechazo  del  diputado  Godoy  Cruz.  Averiguada  la  causa 
de  tan  grave  resolución  del  Congreso,  el  mismo  Cabil- 
do puso  en  descubierto  el  reprochable  proceder  de  Po- 
blet,  siendo  anatematizado,  como  díscolo  y  descalifi- 
cado, como  patriota,  en  un  documento  que  tenemos  a  la 
vista. 

Por  esta  causa  se  quedó  San  Luis  sin  representante 
en  el  Soberano  Cuerpo,  hasta  ser  trasladado  a  Buenos 
Aires. 


4. — El  Ejército  de  los  Andes  comenzó  a  formarse  en 
1814,  tomando  como  base  los  auxiliares  de  Chile  manda- 
dos por  Las  Heras.  Vinieron,  después,  de  Buenos  Aires  dos 
compañías,  mientras  en  San  Luis,  Mendoza  y  San  Juan, 
se  organizaban  las  milicias  que  debían  incorporársele. 
Finalmente,  en  1815,  llegaron  los  restos  de  granaderos 
a  caballo,  que  fueron  conducidos  por  el  coronel  Zapiola. 
A  medida  que  se  producía  la  reconcentración^  crecían 
las  necesidades  para  el  sostenimiento  de  las  fuerzas. 
Fué  entonces  cuando  San  Martín  puso  en  práctica  el 
recurso  de  las  contribuciones  patrióticas  de  toda  índole: 
donaciones  de  dinero  y  ganado,  empréstitos  voluntarios 
y  forzosos  a  los  indiferentes  y  enemigos  de  la  revolu- 
ción, y,  por  último    los  servicios  personales. 

Estableció  su  campamento  en  el  Plumerillo,  a  una 
legua  de  Mendoza,  y,  luego,  organizó  el  parque  y  la  maes- 
tranza bajo  la  dirección  del  P.  Luis  Beltrán,  quien  te- 
nía el  don  extraordinario  de  todas  las  habilidades  ma- 
nuales, al  cual  se  unía  un  ingenio  inagotable  que  todo 
lo  suplía  y  arbitraba. 

Dice  el  ilustre  Mitre:  «Al  soplo  del  P.  Beltrán  se  en- 
cendieron, como  cera,  los  metales  que  modeló  en  artefac- 
tos de  guerra.  Como  un  Vulcano,  vestido  de  hábitos 
talares,  él  forjó  las  armas  de  la  revolución.» 


188  HISTORTA   DE    SAX    LUIS 

A  estas  creaciones,  siguieron  la  fábrica  de  pólvora, 
de  paños,  hechos  con  las  bayetas  tejidas  en  San  Luis; 
la  organización  de  la  proveeduría,  sanidad  y  justicia  mi- 
litar, medios  de  transportes  y  cuanto  detalle  pudo  pro- 
veer el  genio  organizador  del  general  en  jefe,  para  mon- 
tar aquella  admirable  máquina  de  guerra,  cuyo  engra- 
naje y  funcionamiento  estaba  destinado  a  asegurar  la 
victoria. 

El  teniente  gobernador  Dupuv  pasó,  en  junio,  una 
circular  a  los  alcaldes  de  hermandad  de  la  campaña, 
diciéndoles  que  sabía,  por  informes  reservados  y  cier- 
tos, los  preparativos  del  enemigo  de  Chile  para  apoderar- 
se de  esta  Provincia,  en  la  primavera  próxima,  y  que 
siendo  un  deber,  el  más  sagrado  de  todo  americano,  el 
tomar  las  armas  para  defender  sus  bienes,  sus  esposas, 
sus  hijos  y  su  propia  vida,  se  imponía  la  necesidad  de 
aumentar  la  fuerza  de  nuestro  ejército  y  para  este  pro- 
posite, se  le  encargaba  cierto  número  de  reclutas  que  de- 
bía reunir  con  la  mayor  actividad  posible.  De  todos  los 
partidos  comenzaron  a  venir  los  contingentes  de  robus- 
tos mocetones  y  ágiles  jinetes,  los  cuales,  en  cuanto  lle- 
gaban, se  distribuían  en  las  compañías  a  fin  de  iniciar 
su  instrucción  militar.  Estos  contingentes  estaban  des- 
tinados a  formar  el  o.°  escuadrón  de  granaderos  a  ca- 
ballo, por  resolución  de  San  Martín,  que  pedía  gente 
hermosa  para  su  regimiento  predilecto,  «en  la  inteligen- 
cia que  no  dará  ninguno  a  otro,  porque  los  púntanos  son 
más  aptos  para  la  caballería  que  para  la  infantería».  Y 
alentando  a  su  leal  teniente  gobernador  Dupuy,  le  dice: 
«¿Ese  corazón  está  ya  más  tranquilo?  Trabajemos,  mi 
amigo,  por  nuestro  suelo  y  dejemos  que  nuestros  enemi- 
gos nos  persigan;  yo  no  espero  otra  recompensa  de  mis 
afanes  sino  la  de  poder  decir:  Por  mi  nutria  hice  cuanto 
pude.»  En  agosto  pasó  nota  a  los  Cabildos  de  Cuyo  hacién- 
doles presente  la  necesidad  urgente  de  arbitrar  nuevos 
recursos,  en  dinero  y  hombres,  hasta  completar  el  nú- 
mero de  4.000  soldados  que  juzgábase  necesario  para 
aventurar  la   expedición   a   Chile. 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS  189 


En  Mendoza  se  reunieron  con  el  Cabildo  los  diputa- 
dos de  San  Juan,  y  después  de  deliberar  sobre  el  particu- 
lar, resolvieron,  en  vista  de  las  circunstancias  premio- 
sas, y  contando  de  antemano  con  la  aquiescencia  del 
Cabildo  de  San  Luis,  auxiliarlo  con  todos  los  esclavos 
útiles  para  el  servicio  de  las  armas,  sin  perder  de  vista 
el  deber  de  no  descuidar  los  cultivos  de  la  tierra.  En 
consecuencia,  destinaron  al  ejército  los  dos  tercios  de 
esclavos,  previa  indemnización  a  sus  amos.  Las  personas 
que  tuvieran  menos  de  tres  esclavos,  debían  juntarse 
con  otra  para  formar  ternas  y  ser  sometidos  al  sor- 
teo. Entraban  en  el  sorteo  los  esclavos  de  14  a  50 
años.  Dupuy  publicó  un  bando  para  que  se  presenta- 
ran éstos  y  el  Cabildo  nombró  en  comisión  a  Mar- 
celino Poblet,  Mateo  Gómez,  Francisco  Vicente  L.  Lu- 
cero y  José  Gregorio  Jiménez,  para  verificar  el  sorteo  de 
la  referencia,  tasar  los  esclavos  y  velar  por  que,  en  toda 
la  jurisdicción  de  San  Luis,  se  cumpliera  fielmente  esta 
determinación.  En  el  mes  de  octubre  se  tenían  ya  listos 
42  hombres  sanos,  fuertes  y  aptos  para  el  servicio  militar, 
los  cuales  fueron  entregados  al  teniente  gobernador. 
En  el  acta  que  se  labró  con  ese  motivo,  consta  que  la 
comisión  continuaría  su  tarea  en  el  resto  de  la  Provin- 
cia, de  donde  se  obtuvieron  otros  más,  con  los  cuales  se 
formó  el  contingente  de  esclavos  libertos  que  marcharon 
a  Mendoza.  El  Cabildo  había  solicitado  que  se  formase 
con  ellos  un  cuerpo;  San  Martín  contestó  que  pondría 
en  conocimiento  del  Director  Supremo  ese  pedido.  Y 
San  Martín  siguió  pidiendo  a  Dupuy:  vengan  los  otros 
negros  libertos,  vengan  las  muías  y  caballos  y  cien  co- 
sas más,  todas  en  carácter  de  urgentes.  Y  allá  fueron 
una  partida  de  400  caballos,  300  reses  y  400  arrobas  de 
charqui.  Poco  después,  el  tropero  Francisco  Martínez 
llevó  381  ponchos  de  lana  y  1.553  varas  de  picote,  mien- 
tras los  telares  criollos  continuaban  día  y  noche  la  no- 
ble tarea  de  vestir  a  las  tropas. 

En  septiembre  se  remitieron  1.000  cartucheras  de 
infantería,  con   correajes,    25    quintales   de   pólvora   de 


190  HISTORIA   DE   SAN   LUIS 


fusil,  15  de  cañón,  1.200  piedras  chispas  de  fusil  y  200 
de  pistola;  300  fusiles,  9  cargas  de  tejidos,  400  y  tantas 
arrobas  de  charqui  y  una  buena  partida  de  caballos  y 
muías. 

En  octubre,  el  teniente  gobernador,  apremiado  por 
estas  exigencias,  dirigió  al  vecindario  una  proclama, 
cuya  parte  final  dice  así: 

«Púntanos:  El  jefe  que  tiene  la  honra  de  mandar- 
nos, está  bien  penetrado  de  que  vuestros  esfuerzos 
siempre  han  sido  superiores  a  los  de  otros  pueblos  con 
grandes  proporciones  y  facultades,  así  es  que  vuestras 
virtudes  han  brillado  de  ese  modo  ejemplar  y  sólo  falta 
para  llevarlas  al  último  grado  de  perfección  que  ha- 
gáis este  último  sacrificio.  El  resultado  del  objeto  a  que 
él  es  dirigido,  sin  duda  alguna,  va  a  ser  el  más  feliz  y  va 
a  compensaros  vuestras  heroicas  erogaciones  y  fatigas 
y  a  poner  un  término  a  vuestros  trabajos.  Creedlo  así, 
mis  amados  púntanos:  yo  os  lo  aseguro,  que  estoy  bien 
informado  del  estado  del  enemigo  y  conozco  muy  bien 
la  disciplina,  subordinación  y  bravura  de  los  soldados 
que  componen  el  ejército  de  esta  Provincia,  al  mando 
de  un  jefe  cuya  aptitud  y  pericia  militar  funda  la  segu- 
ridad y  buen  resultado  de  sus  operaciones  en  el  otro 
lado  de  los  Andes.  Todo  lo  que,  para  que  llegue  a  no- 
ticia de  todos  y  nadie  alegue  ignorancia,  mando  se  pu- 
blique por  bando,  a  cuyo  objeto  comisiono  al  capitán  de 
estas  milicias,   D.   Manuel  Bivero.» 

En  noviembre,  pide  San  Martín,  como  anticipo  de  la 
contribución  patriótica,  otras  dos  mil  arrobas  de  charqui, 
encargándose  al  capitán  Pedro  L.  Lucero  para  que  lo 
reciba,  acondicione  y  remita  al  ejército.  Unos  días 
después,  pide,  además,  mil  muías  de  silla,  las  cuales  de- 
bían ser  remitidas  con  la  mayor  brevedad,  y,  finalmente, 
ocho  mil  o  más  pieles  de  carnero,  sin  pérdida  de  momentos, 
pues,  dice:  «Ya  apuran  los  instantes  para  realizar  la  gran- 
de empresa  en  que  se  halla  comprometida  la  Provincia. 
Estos  son  los  últimos  recursos  que  van  a  coronar  la 
obra  que  ha  preparado  el  laborioso  afán  de  los  hijos  de 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  191 


la  patria  en  esta  Provincia».  Y  con  estos  urgentes  pedi- 
dos marchó  el  último  contingente. 

Dupuy  y  el  Cabildo  puntano  pudieron  muy  bien  ex- 
clamar, como  Pueyrredón,  después  de  despacharle  cuan- 
to pedía:  «Van  oficios  de  reconocimiento  para  las  pro- 
vincias de  Cuyo;  van  despachos  de  oficiales;  van  ves- 
tuarios y  recados;  van  sables;  va  charqui;  van  tiendas 
de  campaña...  Va  el  mundo,  va  el  demonio,  va  la  carne! 
Y  no  sé  yo  cómo  me  irá  con  las  trampas  en  que  quedo 
para  pagarlo  todo.  Y  después  de  tantos  sacrificios,  es  pre- 
ciso que  Dios  sea  godo  para  que  no  ayude  nuestra  em- 
presa.» 

Y  la  tarea  iba  a  continuar  aún,  para  estar  prevenidos 
en  un  caso  de  desastre  o  de  un  fracaso,  a  fin  de  ocurrir 
inmediatamente  con  las  reservas  de  hombres  y  de  ele- 
mentos. Para  eso,  se  quedaba  aún.  en  San  Luis  el  infati- 
gable Dupuy.  Había  que  preocuparse  constantemente 
de  levantar  el  espíritu  de  los  buenos  patriotas.  Los  espa- 
ñoles propalaban  la  idea  de  que  los  revolucionarios  eran 
enemigos  de  la  religión  católica,  para  desprestigiar  su 
causa  en  el  seno  mismo  de  las  familias  y  ante  el  pueblo, 
fiel  a  sus  creencias.  Para  contrarrestar  esa  prédica  fu- 
nesta, Dupuy  firmó  un  decreto  en  el  cual  decía:  «que  los 
que  alardeaban  de  cumplir  con  los  preceptos  de  la  Igle- 
sia, eran  los  primeros  en  quebrantarlos,  en  cuya  conse- 
cuencia ordenaba  que  todos  los  españoles  o  americanos 
confinados,  concurriesen  a  la  misa  mayor,  presididos 
por  un  oficial  ayudante,  a  fin  de  constatar  quiénes 
daban,  o  no,  cumplimiento  a  una  orden  inspirada  en  el 
anhelo  de  hacer  observar  los  preceptos  sagrados  de  nues- 
tra religión  católica,  sin  cuya  circunstancia  no  seríamos 
acreedores  al  auxilio  divino  para  conseguir  el  buen 
éxito  de  nuestra  grande  obra  de  la  libertad.» 

Como  complemento  de  esta  medida,  se  privó  de  su- 
ministrar los  sacramentos  de  la  confesión  a  los  13  sacer- 
dotes confinados  y  enemigos  de  la  revolución.  A  sus  efec- 
tos, se  encomendó  la  mayor  vigilancia  y  celo  al  prior  del 
convento   de  predicadores,   fray  Manuel    Barros,   a   fin 


192  HISTORIA    DE    SAX   LUIS 


de  evitar  la  influencia  de  esos  malos  ministros  del  altar 
y  enemigos  de  los  americanos  y  de  su  libertad.  El  P. 
Barros,  que  era  un  patriota  decidido,  como  casi  todos  los 
dominicos,  dio  el  más  estricto  cumplimiento  de  su  en- 
cargo. Y,  por  fin,  estimuló  el  celo  patriótico  de  los  mi- 
nistros del  altar  con  notas  como  esta: 

Al  Sr.  Licenciado  y  Cura  de  Piedra   Blanca,    D.  Jeró- 
nimo Rosario  de   Zarza. 

Tengo  el  mayor  placer  en  contestar  a  su  más  atto. 
y  recomendable  oficio  del  14  de  Abril,  en  el  cual  no  só- 
lo me  comunica  que  el  Sr.  Provisor  y  Gobr.  de  este 
Obispado  le  había  conferido  (tan  dignamente)  el  bene- 
ficio de  la  Piedra  Blanca,  sino  que  me  avisa  igualmen- 
te del  modo  más  edificante  y  expresivo  á  trabajar  en 
protección  de  nuestra  Libertad — Yo  protesto  á  Ud.  que 
al  leer  su  indicada  nota,  derramé  lágrimas  de  ternura 
y  vivifiqué  mi  ánimo  agobiado  con  más  de  seis  años  de 
fatigas  por  el  bien  de  mi  Patria,  y  sin  ser  dueño  de 
mi  razón  en  aquellos  momentos,  levanté  mis  ojos  al 
cielo  y  dije:  Ojalá  que  todos  ¡os  americanos  Ministros 
del  Santuario  abrigasen  en  su  corazón  sentimientos  tan 
justos  y  tan  dignos  de  la  naturaleza  que  debieron  al  Ser 
Supremo.  Entonces  es  que  podríamos  asegurar  nuestra 
constitución  y  que  estábamos  jiuestos  á  la  par  de  las  na- 
ciones más  grandes. 

El  crédito  público  que  se  ha  merecido  por  su  ilus- 
tración y  patriotismo,  no  sólo  me  hace  incapaz  de  su- 
gerirle medios  de  fomentar  ]a  opinión  pública  e  inflamar 
el  espíritu  de  sus  sencillos  y  recomendables  feligreses, 
sino  que  me  hace  reposar  en  la  confianza  de  que  tengo  en 
esa  parte  de  mi  jurisdicción,  un  compañero  en  la  lucha 
de  nuestra  grande  obra  que  hará  sin  duda  más  progre- 
sos en  su  favor  con  su  influjo,  que  yo  al  frente  del 
enemigo  con  la  espada  que  me  confió  la  Patria. 

Con  harto  pesar  mío  y  por  mi  amontonamiento  de 
atenciones  las  más  ejecutivas,  he  retardado  hasta  ahora 
la  contestación    á    su   expresado   oficio;   pero   tengo  en 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  193 

estos  momentos  que  me  han  dado  lugar  mis  tareas,  de 
verificarlo    con    la  satisfacción  de  ofrecerle  no  sólo  mis 
servicios  en  favor  del  bien  general  sino  igualmente  los 
particulares  en  que  Ud.  me  considere  útil. 
Dios  que  á  Ud.  m.s  a.s 

Vicente  Dujmy.» 

Por  estos  medios  se  hacían  converger  todos  los  re- 
cursos y  todas  las  opiniones  al  sostenimiento  de  la  gran 
causa  emancipadora.  Y,  como  terrible  admonición  a 
los  traidores  y  espías,  se  dio  gran  publicidad  a  una  sen- 
tencia contra  un  espía  de  Osorio,  sorprendido  y  confi- 
nado a  San  Luis,  en  cuyos  fundamentos  se  decía:  «que 
no  obstante  haberse  hecho  acreedor  a  la  última  pena, 
los  principios  de  humanidad  hacen  que  sólo  se  condene 
a  Mateo  Alegría  a  cuatro  años  de  obras  públicas,  y  pues- 
to a  la  espectación  pública  con  un  rótulo  en  la  frente  que 
diga:  Infiel  a  la  Patria  e  indecente  amigo  del  tirano  Oso- 
rio».  A  la  sazón  acababan  de  llegar  a  San  Luis  muchos 
españoles,  confinados  por  el  gobierno  patrio  de  Chile, 
a  Mendoza,  y  después  del  desastre  de  Rancagua,  tras- 
ladados a  la  capital  puntana.  Algunos  de  éstos  esta- 
ban sospechados  de  mantener  correspondencia  secreta 
con  los  agentes  de  los  españoles  de  Cuyo,  de  modo  que  la 
aludida  resolución  tendía  a  intimidarles  por  si  intentaban 
insistir  en  sus  funestos  propósitos,  al  mismo  tiempo  que 
era  una  tremenda  advertencia  a  los  paisanos,  a  quie- 
nes podían  sobornar,  para  ponerse  al  servicio  de  los 
enemigos  de  la  Patria. 

La  vigilancia  era  tan  severa,  que  los  confinados, 
ni  dormidos  se  hubieran  atrevido  a  violarla,  pues,  todo 
buen  ciudadano  se  consideraba  obligado  a  vigilar  sus  me- 
nores acciones. 

Con  estos  deberes  patrióticos  alternaba  Dupuy  la 
tarea  del  fomento  local. 

La  ciudad  sufría  una  crisis  espantosa;  los  cultivos 
estaban  abandonados  por  falta  de  agua;  la  toma  de 
ésta  era  insuficiente  para  las  necesidades  más  premiosas 

tomo:  13 


194  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


de  la  vida,  y,  como  consecuencia,  la  miseria  asomaba 
como  un  espectro  en  la  imaginación  del  celoso  teniente 
gobernador,  cuando  con  su  inagotable  ingenio,  se  deci- 
dió a  remediar  aquella  triste  situación.  Publicó  un  bando 
diciendo  que  hasta  ese  momento  las  exigencias  del  ejér- 
cito de  los  Andes  y  la  libertad  de  Chile,  habían  agotado 
todas  las  energías  y  ocupado  toda  su  actividad;  pero, 
que  habiéndolas  servido  con  cuanto  recurso  pudo  sacar 
de  este  heroico  pueblo,  era  llegada  la  oportunidad  de 
preocuparse  de  los  propios  intereses.  Citados  a  una  re- 
unión los  principales  vecinos,  les  expuso  la  urgencia  de 
remediar  estos  males,  en  lo  posible,  a  cuyo  efecto  se  les 
pedía  una  contribución  voluntaria  y  equitativa  para 
iniciar  los  primeros  trabajos,  la  cual  debía  ser  entregada 
al  comisionado  D.  Rafael  de  la  Peña.  No  todos  acudieron 
a  entregar  su  cuota  con  la  premura  que  el  caso  requería, 
y  entonces  Dupuy,  dictó  un  decreto  dando  24  horas 
para  hacer  dicha  entrega,  debiendo  ser  el  doble  si  pasa- 
ban dos  días  y  sin  perjuicio  de  las  providencias  que  pu- 
diese tomar  el  gobierno.  También  se  encargaba,  a  los  alcal- 
des de  barrio,  formar  una  lista  de  todos  los  esclavos,  útiles 
para  el  trabajo,  que  existieran  en  sus  respectivos  cuar- 
teles y  de  todo  individuo  que  no  tuviese  contribuciones, 
pero  apto  para  el  trabajo,  la  cual  sería  remitida  al  admi- 
nistrador de  hacienda,  D.  Juan  Escalante. 

Los  alcaldes  debían  mandar,  mensualmente,  cuatro 
hombres  de  cada  cuartel  al  trabajo  de  la  toma  y  acequias. 

Los  jueves  debían  concurrir  los  esclavos  con  las  he- 
rramientas de  sus  amos  y  los  jornaleros  con  las  de  sus 
patrones. 

Los  amos  y  patrones  que  no  cumpliesen  con  el  deber 
de  enviar  a  sus  esclavos  o  peones  a  esos  trabajos,  pagarían 
una  multa  a  beneficio  de  dichas  obras,  sin  perjuicio  de- 
ser  compelidos  por  las  autoridades  a  dar  fiel  cumpli- 
miento a  esa  disposición.  A  los  alcaldes  se  les  imponía 
la  obligación  de  concurrir,  ese  día,  a  velar  por  el  orden  y 
a  fiscalizar  el  trabajo.  Debido  a  estas  enérgicas  medidas, 
pronto  se  aumentó  considerablemente  el   agua,   se  dis- 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS  195 

tribuyó  equitativamente  para  los  diversos  cultivos  y 
se  ensanchó  el  radio  de  irrigación;  oportunas  disposi- 
ciones que  vinieron  a  despertar  los  estímulos  para  cul- 
tivar la  tierra.  Es  conveniente  advertir  que  sólo  se  daba 
agua  a  las  tierras  cultivadas  y  que  se  impuso,  también, 
]a  obligación  de  trabajar  todas  las  que  estuviesen  en  el 
radio  de  irrigación.  Después,  hizo  abrir  caminos,  vigiló 
la  frontera  para  el  caso  que  los  indios,  aprovechando  la 
ausencia  de  las  tropas  regulares,  pudiesen  invadir  los 
campos.  Dupuy  no  descuidó  ninguna  necesidad  local, 
facilitando  hasta  los  vagos  y  detenidos  para  los  trabajos 
de  los  particulares.  Por  su  parte,  hizo  cultivar  los  potre- 
ros del  Estado  que  estaban  en  el  Bajo,  donde  tenía  es- 
pléndidos alfalfares  para  el  engorde  del  ganado  de  re- 
serva. 

En  medio  de  tantas  ocupaciones,  y  anticipándose  a 
la  gloria  que  debía  coronar  los  esfuerzos  y  el  genio  del 
general  San  Martín,  se  ocupaba  de  poner  en  conocimien- 
to del  Cabildo  el  homenaje  que  a  nombre  de  Cuyo,  de- 
cretaba Mendoza  al  ilustre  general  del  Ejército  de  los 
Andes,  mandando  fundar  una  villa  en  su  honor,  en  el 
lugar  de  los  Barriales,  y  decretándole  un  monumento  que 
perpetuara  el  recuerdo  de  su  obra  y  de  sus  virtudes  en 
la  Provincia  de  Cuyo. 


5. — Como  una  suprema  recompensa  a  los  afanes,  al 
celo  y  a  la  abnegación  ejemplar  del  pueblo  puntano, 
reproducimos  autógrafa  la  honrosa  nota  de  reconoci- 
miento que  le  dirigió  el  Supremo  Gobierno  y  que  debe 
recordarse  como  uno  de  los  más  grandes  títulos  que  puede 
ostentar  la  Provincia  de  San  Luis  a  la  gratitud  nacional. 

A  este  honroso  documento  se  contestó  en  la  siguiente 
forma: 

«Por  nota  de  la  Secretaría,  del  2  del  corriente,  ha  te- 
nido este  Ilustre  Cabildo  el  gran  placer  de  ver  recomen- 
dado, al  Excmo.  Superior  Director  del  Estado,  los  sacri- 


196  HISTORIA    DE    SAN    LUIS 


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HISTORIA    DE    SAN    LUIS  19? 


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Ch^Lco     S*sC6¿tt£3^    C,C¿^ 


198  HISTORIA   DE    SAN  LUIS 

ficios  de  este  grande  Pueblo,  por  sus  virtudes,  por  nota 
del  benemérito  Capitán  General  de  esta  Provincia  de  21 
del  pasado  en  la  cual  patentiza  los  esfuerzos  de  nuestro 
representado.  Igualmente  observa,  con  la  mayor  satis- 
facción, que  el  Supremo  Director  del  Estado  no  sólo  ha 
resuelto  se  publique  en  ]a  Gaceta,  sino  que  promete  pro- 
gresos ventajosos  a  este  buen  pueblo,  en  premio  justo 
de  sus  desvelos  y  sacrificios  en  contribuir  al  sostén  de  un 
Ejército  que  las  virtudes  recomendables  de  este  pueblo 
y  la  influencia  de  aquel  jefe  benemérito,  a  la  par  de  sus 
dignos  subalternos,  han  sido  capaces  de  ponerlo  en  un 
estado  respetable  de  hacer  fundar  la  esperanza  pública 
de  los  pueblos  unidos  con  sus  operaciones.  Este  Ayunta- 
miento espera  que  la  Secretaría  se  sirva  poner  en  el 
conocimiento  de  S.  E.  la  gratitud  que  corresponde  a 
indicaciones  con  que  tanto  honra  a  su  representado  y  que 
igualmente  protesta  a  su  nombre  sostener,  como  hasta 
aquí,  el  orden  y  dar  un  nuevo  impulso  a  sus  esfuerzos 
para  conservar  la  opinión  que  tan  justamente  se  ha  me- 
recido   esta   Provincia    de   Cuyo. 

Dios  guarde  a  V.   S.  muchos  años. 

San  Luis,  19  de  noviembre  de  1816. 

Mateo  Gómez. — Pablo  Fernández. — Pedro  Nolasco 
Pedernera. — Agustín  Sosa. 

Al  Sr.   Secretario   de  Gobierno  Dr.   Vicente  López.» 

ínter  el  ejército  de  los  Andes  abría  la  campaña  de 
Chile,  Cuyo  continuó  los  preparativos  de  reunir  nuevos 
elementos  de  guerra,  para  el  caso  de  un  contratiempo, 
a  fin  de  acudir  sin  demora  en  su  auxilio.  Las  milicias 
puntanas  permanecían  sobre  las  armas,  recibiendo  dia- 
rias instrucciones.  Dupuy  se  ocupaba  de  tener  una  re- 
serva de  muías  y  caballos  y  provisiones  para  un  caso 
de  apuro,  tarea  que  multiplicaba  sus  atenciones  y  su  ex- 
traordinaria actividad.  He  aquí  cómo  se  supo  recompen- 
sar dignamente   sus   afanes: 

«En  la  ciudad  de  San  Luis,  a  siete  días  del  mes  de  fe- 
brero de  mil  ochocientos  diez  y  siete  años,  el  Cabildo, 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  199 

justicia  y  Regimiento  de  ella,  dijo:  Mañana,  ocho  del  co- 
rriente, va  este  Ilustre  Cabildo  a  poner  en  posesión  de 
sus  empleos  consejiles,  al  que  ha  de  relevarlo  en  el  pre- 
sente año,  por  elección  uniforme  de  todos  sus  miembros 
y  especial  confirmación  del  señor  Gobernador  Intendente 
de  la  Provincia  de  Cuyo.  Lo  que  avisa  a  V.  E.  este  Ayun- 
tamiento  para    su    debida   inteligencia. 

«Con  este  motivo,  el  Cabildo,  que  ha  representado  a 
este  pueblo  benemérito  en  el  año  próximo  pasado,  no 
puede  menos  que,  a  su  nombre  por  la  voz  pública,  de  la 
cual  está  bien  persuadido,  dar  a  V.  S.  las  gracias  por 
sus  nobles  tareas  y  sacrificios,  no  sólo  en  la  conservación 
del  orden,  sino,  igualmente,  en  los  adelantamientos  de 
este  pueblo,  aniquilado  por  su  indigencia,  y  por  los  au- 
xilios que  ha  proporcionado  al  Ejército  de  los  Andes, 
de  un  modo  extraordinario,  y  debido  (casi  puede  decir- 
se) únicamente  a  sus  desvelos. 

«Esta  indicación  del  Cabildo,  pudiera  hacer  muy  bien 
vacilar  su  credulidad,  por  las  desavenencias  pasadas  en 
que  sólo  tuvo  parte  el  alcalde  de  primer  voto  D.  Marce- 
lino Poblet,  y  dos  o  tres  miserables  perturbadores  del 
orden,  sobre  cuyo  particular  ya  este  Cabildo  ha  hecho 
las  representaciones  que  ha  considerado  necesarias  para 
salvar  su  crédito,  informado  sobre  el  verdadero  mérito 
de  aquellos  lastimosos  sucesos. 

«El  Cabildo  tiene  motivos  para  creer  que  a  V.  S.  no 
debe  ocultarse  esta  verdad,  y  de  estar  persuadido  que 
no  dudará  de  sus  sinceros  agradecimientos  y  especial 
declaratoria,  que  tiene  el  honor  de  expresarle  para  su 
satisfacción  y  en  justo  premio  de  sus  notorios  y  grandes 
fatigas  por  amor  a  la  patria  y  por  su  delicadeza  en  el 
cumplimiento  de  sus  deberes. 

Dios  guarde  a  la  V.  S.  muchos  años. 

San   Luis,    7   febrero   de    1817. 

Gómez. — Fernández. — Pedernera. — Sosa. — Carreño. 

Sr.  Teniente  Coronel   de   Ejército  y   Teniente  Goberna- 
dor de  esta  ciudad  de  San  Luis  » 


200  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Dupuy  contestó  agradecido,  manifestando  que  no 
conservaba  el  más  leve  resentimiento  individual  y  que 
se  afanaría  por  conseguir  la  confraternidad,  reconcilia- 
ción y  amor  al  sosiego  público  y,  a  la  vez,  que  redoblaría 
sus  esfuerzos  en  bien  del  benemérito  pueblo  de  San  Luis. 

Acto  de  reparación  que  se  imponía  y  recuerdo  de 
merecida  justicia,  con  los  cuales  se  despide  el  Cabildo 
que  había  compartido  con  Dupuy  la  tarea  gloriosa 
de  preparar  el  ejército  de  los  Andes,  constatando  de 
cerca  sus  afanes,  su  actividad  y  el  noble  empeño  con 
que  secundó,  allí,  la  obra  del  general  San  Martín.  Mer- 
ced a  esto  San  Luis  podía  reclamar  los  más  legítimos 
títulos  a  la  consideración  de  los  americanos,  por  el  es- 
fuerzo de  sus  hijos,  que  tan  eficazmente  contribuyeron 
a  libertar  a  Chile  y  a  fundar  la  independencia  del  Perú. 

La  gloria  de  tales  generosos  y  grandes  sacrificios 
del  pueblo  puntano,  alcanza  también  a  su  ilustre  go- 
bernante   el   teniente    coronel    Vicente    Dupuy. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  201 


CAPITULO  VIII 


os 


SUMARIO:  1.— Despedida  del  general  San  Mártir.— Paso  de  1 
Andes. — Victoria  de  Chacabuco.  2. — Dupuy  anuncia  su  renun- 
cia para  ir  a  incorporarse  al  ejército. — La  Dupuyana. — El  es- 
tandarte de  Dragones  de  Chile  se  envía  como  trofeo  a  San 
Luis. — Regreso  de  San  Martin.  3. — Los  prisioneros  españoles 
confinados  en  San  Luis. — Llegada  del  Dr.  Monteagudo. — La 
conspiración  realista:  sus  verdaderas  causas. — Represión  enér- 
gica del  movimiento  subversivo.  4. — Premio  a  los  defensores 
del  orden. — Consideraciones  finales. 


1. — A  principios  de  1817  el  ejército  de  los  Andes 
estaba  listo  para  entrar  en  campaña.  Se  componía  de- 
4.000  hombres,  de  los  cuales  3.000  infantes,  700  grana- 
deros a  caballo  y  una  brigada  de  artillería  de  250  solda- 
dos. Los  jefes  más  prestigiosos  y  destinados  a  la  gloria^ 
conducían  aquella  legión  de  libertadores  que,  también, 
iba  a  inmortalizarse.  Allí  estaban  Las  Heras,  Solar, 
el  ilustre  O'Higgins,  Alvarado,  Zapiola,  Necochea,  Mar- 
tínez Enrique,  los  Olazábal,  los  Escalada,  Lavalle  y 
muchos  otros  bizarros  cruzados  de  la  libertad  ameri- 
cana. 

Los  milicianos  de  Cuyo  iban  como  tropas  auxiliares 
y  al  cuidado  de  las  caballerías,  proveeduría  y  equipos. 
Los  elementos  de  transporte  eran  10.000  muías,  y  1.600 
caballos  de  guerra.  Operarios  de  la  maestranza,  herra- 
mientas y  las  célebres  máquinas,  inventadas  por  el  P.  Bel- 
trán,  para  transportar  los  cañones  por  sobre  las  cum- 
bres, y   salvar  los   abismos. 

El  ejército  quedó  dividido  en  tres  cuerpos:  por  Us- 
pallata  marcharía  una  división  al  mando  de  Las  Heras; 
por  el  paso  de  los  Patos,  la  vanguardia  comandada  por 
Soler  y   la   reserva,   a   las   órdenes   de   O'Higgins. 


•202  HISTORIA   DE    SAN   LUTS 


Los  valles  de  Aconcagua  y  Putaendo  eran  los  pun- 
tos por  donde  debían  desembocar  ambas  columnas,  al 
otro  lado  de  la  cordillera.  Allí  se  operaría  la  concentración 
para  jugar,  en  un  golpe  audaz  y  certero,  la  libertad  de 
Chile  y  la  gloria  argentina. 

Fuerzas  auxiliares,  destacadas  por  el  norte  y  sud, 
se  encargarían  de  distraer  al  enemigo  y  para  evitar,  a  la 
vez,  la  reunión  de  sus  tropas  en  un  solo  punto.  Todo  es- 
taba admirablemente  calculado  y  previsto  en  sus  meno- 
res detalles. 

El  18  de  enero  emprendió  su  marcha  la  división  de 
Las  Heras  y  al  día  siguiente  partió  la  otra  división  del 
ejército.  Al  romperse  las  marchas,  las  aclamaciones  de 
la  multitud  se  mezclaban  a  las  notas  vibrantes  del  clarín; 
las  voces  de  mando,  a  los  adioses  de  un  pueblo,  ebrio 
de  entusiasmo  y  de  gloria. 

El  24  dirigió  San  Martín  su  adiós  a  los  pueblos  de  la 
inmortal  Cuyo,  en  estos  términos:  «Compatriotas:  Sería 
insensible  al  atractivo  eficaz  de  la  virtud,  si  al  separar- 
me del  honrado  y  benemérito  Pueblo  de  Cuyo,  no  probara 
mi  espíritu  toda  la  agudeza  de  mi  sentimiento,  tan  vivo 
como  justo.  Cerca  de  tres  años  he  tenido  el  honor  de  pre- 
sidirle y  la  prosperidad  común  de  la  Nación  puede  nu- 
merarse por  los  minutos  de  la  duración  de  mi  gobierno. 
A  ellos,  y  a  las  particulares  distinciones  con  que  me  ha 
honrado,  protesto  mi  gratitud  eterna  y  conservar  inde- 
leble en  mi  memoria  sus  ilustres  virtudes.  Será  de  los 
habitantes  de  esta  capital,  en  todas  circunstancias  y 
tiempo,  el  más  fiel  y  verdadero  amigo. — José  de  San 
Martín.» 

El  25,  terminado  de  despachar  el  parque  y  la  maes- 
tranza, vino  a  gran  galope  a  despedirse  de  su  esposa  y 
de  su  tierna  hija.  En  el  acto  se  puso  en  viaje,  siendo  acom- 
pañado, hasta  los  suburbios  de  Mendoza,  por  las  autori- 
dades locales  y  muchos  vecinos  caracterizados  en  cuya 
hora,  dice  Espejo,  tocaban  plegarias  todas  las  campanas 
de  las  iglesias.  El  momento  de  la  despedida  fué  solemne 
v    profundamente    emocionante. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  203- 

Y  en  las  últimas  horas  del  día  y  con  las  últimas  lu- 
ces, se  esfumaba,  entre  las  escabrosidades  del  camino, 
el  héroe  predestinado  a  romper  las  cadenas  de  la  opre- 
sión, al  otro  lado  de  la  inmensa  cordillera.  Le  acompa- 
ñaban los  votos  y  generosos  anhelos  de  todo  un  pueblo, 
por  el  éxito  de  la  noble  y  transcendental  empresa. 

Los  primeros  y  favorables  encuentros,  en  Guar- 
dia Vieja  y  Achupallas,  retemplaron  el  espíritu  de 
las  tropas  libertadoras,  mientras  los  vencidos  fugitivos 
iban  a  llevar  la  desconcertante  alarma  a  las  fuerzas 
realistas. 

Chacabuco  está  a  la  vista  y  espera  a  los  paladines. 
La  marcha  rápida,  precisa  y  bien  combinada,  asegura  de 
antemano  el  triunfo;  los  laureles  estaban  al  alcance  de 
la  mano.  El  12  de  octubre  coronó  la  victoria  el  heroico 
esfuerzo  en  aquella  jornada  memorable.  El  éxito  fué 
decisivo  y  completo;  Chile  estaba  libertada  por  Cuyo. 
según  la  promesa  del  general  San  Martín. 

El  general  vencedor  dio  cuenta  de  su  invicta  ha- 
zaña en  estos  términos:  «Al  ejército  de  los  Andes  queda 
la  gloria  de  decir:  En  veinte  y  cuatro  días  hemos  hecho 
la  campaña,  pasamos  la  cordillera  más  elevada  del  globo, 
concluímos  con  los  tiranos  y  dimos  la  libertad  a  Chile». 
El  14  hizo  su  entrada  triunfal  en  Santiago,  y,  como  dice 
Mitre:  «Al  apearse  del  caballo,  cubierto  aún  con  el  polvo 
del  combate,  su  primer  pensamiento  fué  para  los  pueblos 
cuy  anos  que  le  habían  proporcionado  los  medios  de  rea- 
lizar su  empresa  y  escribió  al  Cabildo  de  Mendoza: 
Gloríese  la  admirable  Cuyo  de  ver  conseguido  el  objeto 
de  sus  sacrificios.  Todo  Chile  es  ya  nuestro.» 

La  noticia  de  la  victoria  produjo,  en  las  autoridades 
y  en  el  pueblo  de  Cuyo,  un  entusiasmo  delirante.  Las 
gentes  se  lanzaron  a  la  calle,  se  felicitaban,  se  abrazaban, 
y  se  confundían  todos  en  un  mismo  sentimiento,  enca- 
minándose al  templo  para  dar  gracias  al  Dios  de  la  patria, 
mientras  las  campanas  se  echaban  a  vuelo  y  la  ciudad 
se  engalanaba,  entregándose,  durante  tres  días,  a  los 
transportes   de   una   contagiosa   alegría. 


204  HTSTORTA    DE    SAN   LUIS 


La  comunicación  que  San  Martín  pasó  al  Cabildo  de 
San  Luis,  con  fecha  24  de  febrero,  decía:  «Las  armas 
victoriosas  del  Ejército  de  la  Patria  ocupan  ya  el  reino 
de  Chile,  rompiendo  la  fatal  barrera  que  antes  los  sepa- 
raba de  sus  hermanos  y  vecinos  los  habitantes  de  Cuyo. 
Me  apresuro  a  felicitar  a  V.  E.  y  a  ese  benemérito  pue- 
blo, manifestándole  la  expresión  más  tierna  de  mi  gra- 
titud a  su  patriotismo  y  constantes  esfuerzos,  que  sin 
duda  fué  el  móvil  más  poderoso  que  contribuyó  a  la 
formación  del  Ejército  de  los  Andes.» 

El  Cabildo  decretó,  el  26  de  ese  mes,  para  perpetuar 
la  memoria  de  este  hecho  glorioso  y  el  nombre  del  general 
vencedor,  que  todos  los  años  se  celebre  el  día  12  de  febrero 
una  misa  de  gracia,  solemne,  y  se  festeje  ese  aniversario 
con  fiestas  y  regocijos  públicos,  porque  ese  triunfo  fué  tam- 
bién conquistado  por  el  esfuerzo  y  el  heroísmo  puntano. 

Intertanto,  Chile,  reconocido,  aclamaba  a  San  Martín, 
su  jefe,  otorgándole  las  más  amplias  facultades;  pero  el 
ilustre  vencedor  rehusó  el  honor,  y,  a  su  indicación,  fué 
nombrado  el  caballeresco  (VHiggins.  Este  eminente 
chileno  proclamó  ante  su  país  y  el  mundo  entero  la  gloria 
del  Héroe  de  los  Andes  y  la  gratitud  a  nuestra  patria,  cuyo 
ejército  acababa  de  libertar  la  suya,  entregando  su  des- 
tino en  manos  de  sus  propios  hijos. 

El  Congreso  Argentino  y  Chile  decretaron  singula- 
res honores  y  un  escudo  con  la  inscripción:  «La  Patria 
en  Chacabuco,  al  vencedor  de  los  Andes  y  libertador  de 
Chile»  y  al  ejército  se  acordó  una  medalla  «por  sus  vir- 
tudes militares  que  habían  aumentado  las  glorias  de  la 
patria». 

Del  valeroso  pecho  de  los  púntanos  pendió,  también, 
la  gloriosa  condecoración. 

En  momentos  de  acordárseles  este  insigne  honor, 
precio  de  tantos  afanes  y  sacrificios,  colocóse  el  virtuoso 
jefe  al  frente  de  las  milicias  y,  en  presencia  del  pueblo 
congregado,    leyó    esta   proclama: 

«El  Teniente  Gobernador  de  San  Luis,  a  los  bene- 
méritos y  valientes  milicianos  que  pasaron  los  Andes: 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  205 


Oficiales  y  soldados:  El  Jefe  que  tiene  la  satisfacción  de 
haberos  organizado  bajo  la  bandera  de  la  Patria,  va  a 
distribuiros  las  medallas  y  escudos  con  que  el  Supremo 
Gobierno  ha  premiado  a  los  bravos  que  treparon  los  An- 
des y  que,  en  Chacabuco,  rompieron  las  cadenas  del  ti- 
rano que  oprimían  el  precioso  Estado  de  Chile,  bajo  las 
órdenes  del  benemérito  general  San  Martín. 

«Mis  amados  oficiales  y  soldados:  Este  va  a  ser  el  tér- 
mino eterno  de  vuestros  servicios  y  el  más  honroso  dis- 
tintivo que,  recompensando  vuestras  virtudes,  os  debe 
excitar  a  la  adquisición  de  otras  más  recomendables 
que  perfeccionen  vuestra  gloria  y  la  buena  reputación 
de  los  defensores  del  país. 

«El  Jefe  que  os  manda  recomienda  eficazmente  la 
gratitud  y  el  honor:  Vuestro  representante,  el  respetable 
ayuntamiento,  los  magistrados  y  honrados  ciudadanos 
espectadores  de  este  acto,  con  su  muda  y  tierna  expre- 
sión, os  ruegan  la  observancia  de  las  virtudes  en  protec- 
ción de  nuestra  amada  patria,  la  obediencia  y  subordina- 
ción a  las  autoridades  y  la  conducta  que  caracteriza  al  buen 
ciudadano  y  al  amante  de  la  independencia  del  país.» 

La  primera  etapa  de  la  campaña  continental  estaba 
realizada,  por  más  que  las  guerrillas  del  sud  de  Chile 
seguirían  preocupando  a  los  patriotas,  por  algún  tiempo, 
aunque  sin  dárseles  mayor  importancia. 


2. — Dupuy,  que  no  había  conquistado  en  el  campo  de 
batalla  los  laureles  de  Chacabuco,  aunque  tan  eficaz- 
mente había  contribuido  al  éxito  de  la  empresa,  quería 
ir  a  ocupar  su  puesto  de  combatiente  en  las  filas  del 
ejército.  Con  ese  motivo  comunicó  el  propósito  de  re- 
nunciar la  tenencia  de  San  Luis,  para  continuar,  según 
decía,  la  carrera  militar  de  su  dedicación,  con  utilidad 
de  la  Patria,  del  ejército  y  de  sí  mismo. 

Sorprendidos  los  señores  capitulares  con  esta  noti- 
cia, se  reunieron,  precipitadamente,  para  deliberar  sobre 


206  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tan  grave  asunto,  pues,  consideraban  la  separación  de 
Dupuy  como  un  amago  contra  el  orden  y  la  tranquili- 
dad pública.  En  consecuencia,  se  levantó  un  acta  en  la 
cual  se  dejó  constancia  de  los  importantes  servicios  pres- 
tados por  el  teniente  gobernador,  resolviendo  se  diri- 
giera petición  al  Soberano  Congreso  y  al  Director  del 
Estado  para  que  no  admitiesen  su  renuncia,  caso  de 
ser  presentada,  por  ser  ella  incompatible  con  las  altas 
miras  del  país.  La  nota  que  se  elevó  con  tal  motivo,  es 
un  documento  honrosísimo  para  el  benemérito  ciuda- 
dano y  digno  gobernante  que  supo  salir  airoso  en  épocas 
tan  difíciles,  como  en  las  que  le  tocó  actuar,  encargado 
no  solamente  del  gobierno  civil  de  San  Luis,  sino  también 
de  cooperar  de  una  manera  tan  decisiva,  en  la  formación 
del  ejército  de  los  Andes.  Durante  esa  época  había  hecho 
verdaderos  prodigios  para  organizar  las  milicias,  abas- 
tecer el  ejército  y  fomentar  las  fuentes  de  la  prosperidad 
local  con  medidas  acertadas,  tendientes  a  establecer 
postas,  arreglos  de  caminos,  seguridad  de  la  frontera  y 
de  todo  el  territorio,  como  ya  se  ha  dicho  y  como  es  jus- 
to repetirlo.  Reparó  los  edificios  públicos,  sostuvo  la 
instrucción  primaria  con  recursos  propios,  y  entre  sus 
grandes  preocupaciones,  debe  recordarse  la  provisión  de 
agua  a  la  capital,  en  la  suficiente  cantidad  para  esti- 
mular los  cultivos  de  sus  fértiles  tierras.  Hizo  construir 
la  toma  y  una  red  de  canales  que  llegaron  a  medir  39 
cuadras.  Satisfechas  las  necesidades  locales,  aun  pensó 
en  extender  ese  beneficio  a  la  «travesía»,  sobre  el  camino 
de  Mendoza,  que  en  una  extensión  de  20  leguas  carecía 
completamente  de  agua.  Todos  sus  esfuerzos  tendieron 
a  remediar  este  mal  para  el  tránsito  de  pasajeros  y  para 
el   comercio   interprovincial,   ya   de   cierta   importancia. 

Se  propuso  llevar  el  agua  y  establecer  una  posta  en 
el  lugar  que  hoy  se  llama  el  Balde,  estación  del  ferro- 
carril a  Mendoza. 

Practicados  los  estudios  preliminares,  la  obra  se  calcu- 
ló en  10.512  pesos,  suma  considerable  si  se  tiene  en  cuen- 
ta los  escasos  recursos  que  podía  producir  el  erario  lo- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


207 


cal,  al  cual  supliría  con  los  recursos  extraordinarios, 
que  sólo  él  sabía  arbitrar  en  casos  urgentes. 

Con  las  dificultades  de  la  falta  de  dinero,  debía  vencer 
la  de  artesanos  y  de  instrumentos  necesarios  para  una 
obra  que,  atendidas  las  circunstancias  del  terreno, 
exigía  el  conocimiento  de  la  hidráulica  y  el  uso  de  algu- 
nas máquinas  de  imposible  adquisición.  Pero  la  obra 
era    necesaria    y    enérgica    la    resolución    de    realizarla. 

Dupuy,  para  hacer  frente  a  estos  trabajos,  hizo, 
como  siempre,  un  llamado  al  vecindario,  pidiendo  los 
recursos  que  pudiera  aportar. 


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Plano  de  la  Dupuyana 


Unos  contribuyeron  con  dinero,  otros  con  herramien- 
tas, reses  y  animales  de  trabajo  o  mandaban  sus  esclavos 
y  peones,  a  los  cuales,  el  teniente  gobernador  agregó  los 
presos  y  soldados,  y  la  acequia  se  abrió  en  una  extensión 
de  6  leguas.  En  el  punto  terminal  estableció  una  posta; 
hizo  construir  una  casa  cómoda,  con  corrales  y  dos  gran- 
des represas  protegidas  por  cercos  de  palo  a  pique.  Ter 


208  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


minados  los  trabajos,  elevó  al  superior  gobierno  el  pla- 
no de  todas  las  obras  y  pidió  se  diera  nombre  a  la  posta. 
El  Directorio  aplaudió  tan  importante  obra  realizada 
y  dióle  el  nombre  de  Dupuy  aria,  en  homenaje  a  su  inicia- 
dor y  ejecutor,  designando  maestro  de  posta  al  respeta- 
ble vecino  D.  Blas  de  Videra. 

La  posta  y  la  acequia  han  subsistido  hasta  hace  poco, 
menos  el  nombre;  habiéndose  formado  allí  un  núcleo  de 
población,  con  elementos,  en  la  actualidad,  para  desen- 
volverse ampliamente. 

Las  generaciones  actuales  deben  restablecer  este 
nombre,  que  se  vincula  tan  estrechamente  a  la  acción 
proficua  del  esclarecido  teniente  gobernador  Dupuy 
y  a  la  honrosa  tradición  del  pueblo  puntano. 


El  22  de  marzo  de  1817  llegó  a  San  Luis  el  general 
San  Martín  de  paso  para  Buenos  Aires,  causando  la  sor- 
presa de  todos,  pues  no  se  le  esperaba.  Se  hospedó  en 
casa  de  Dupuy  y  allí  fueron  a  cumplimentarle  las  auto- 
ridades y  los  principales  vecinos.  Por  la  noche  se  hicieron 
luminarias,  recorriendo  las  calles  una  serenata  patrió- 
tica; pero  San  Martín  se  retiró  temprano  a  sus  habita- 
ciones privadas,  pues  al  día  siguiente,  a  la  madrugada, 
debía  seguir  viaje  a  Buenos  Aires,  como  lo  verificó. 

En  mayo  se  recibió  una  nota  del  gobernador  inten- 
dente coronel  Luzuriaga,  comunicando  haber  resuelto 
el  Supremo  Director  del  Estado  se  destine  a  San  Luis 
el  estandarte  de  los  dragones  de  Chile,  tomado  en  Cha- 
cabuco,  como  un  testimonio  a  las  virtudes  patrias  con 
que  se  han  distinguido  sus  hijos  y  como  una  prueba  de 
la   gratitud  con  que  la  considera  el  gobierno. 

Esta  honrosa  distinción  fué  anunciada  al  vecindario 
por  una  entusiasta  proclama,  y  celebrada  en  la  forma 
que  indica  el  documento  siguiente: 

«El  Teniente  (Gobernador  de  San  Luis  a  sus  habitan- 
tes: 


HISTORIA    DTC    SAN   LUIS  209 


Mis  amados  paisanos  y  amigos:  Vosotros  habéis  te- 
nido una  gran  parte  en  la  heroica  reconquista  de  Chile, 
contribuyendo,  generosamente,  con  cuantos  auxilios 
os  ha  sido  posible  a  la  formación  y  pronta  movilidad  del 
heroico  Exto.  de  esta  Provincia,  e  igualmente,  un  Escua- 
drón de  estas  Milicias  pasó  los  Andes,  y  partió  en  el  cam- 
po del  honor,  con  nuestros  bravos  soldados,  los  laureles 
que  recogieron  en  la  memorable  batalla  de  Chacabuco: 
El  Supremo  Director  del  Estado  se  ha  servido,  en  justa 
recompensa  de  los  remarcables  sacrificios  de  esta  Pro- 
vincia, dedicar  a  sus  principales  ciudades  los  despojos 
del  ejército  enemigo,  para  testimonio  eterno  de  sus  gran- 
des esfuerzos,  destinando,  particularmente  a  ésta,  el 
Estandarte  de  Dragones  ele  aquel  Keino,  el  cual,  para 
vuestra  satisfacción,  será  puesto  mañana  a  la  expecta- 
ción pública  y  luego  depositado  en  la  Iglesia  de  Santo 
Domingo,  por  especial  acuerdo  de  este  Ilustre  Ayunta- 
miento: Yo  tengo  el  mayor  placer  en  felicitaros  con  toda 
la  expresión  de  mi  alma  por  una  retribución  tan  digna 
de  vuestros  sacrificios,  esperando  que  en  lo  sucesivo  re- 
dobléis vuestros  esfuerzos  hasta  conseguir  la  Libertad 
de  nuestra  amada  Patria. 

San   Luis,   mayo   24  de   1817. — Vicente  Dupuy.» 

En  los  primeros  días  de  mayo  regresó  San  Martín 
de  Buenos  Aires.  Ya  el  Cabildo  estaba  prevenido  para 
recibirle,  pues  había  acordado:  «Que  se  le  hospede  de  un 
modo  digno,  dándosele  un  baile  y  una  cena,  siendo  esto 
con  arreglo  a  los  escasos  fondos  de  propios  de  donde  de- 
berá sacarse  lo  necesario  a  ese  objeto.» 

Las  crónicas  de  la  época  sólo  refieren  que  el  general 
se  mostró  muy  amable  con  las  autoridades  y  vecinos, 
aunque  reservado  respecto  de  sus  futuros  planes,  sobre 
la  terminación  de  la  guerra  en  el  sud  de  Chile  y  su  cam- 
paña al  Perú. 

Al  despedirse,  se  limitó  a  decirles  que  la  patria  y  la 
América  aun  necesitaban  del  esfuerzo  de  sus  buenos 
hijos  para  ver  terminada  la  obra  de  su  libertad.  Era  una 

TOMO    1  11 


210 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


solemne  advertencia,  en  previsión  de  los  nuevos  sacri- 
ficios que  debían  imponerse  a  ese  pueblo  tan  decidido 
y  abnegado. 

La  despedida  fué  afectuosa,  y  partió  dirigiéndose  a 
Mendoza:  repasó  los  Andes  y  fué  a  ponerse,  nuevamente. 


Histórico  Nacional) 


al  frente  del  ejército  patriota,  amenazado  por  un  ejér- 
cito realista  reforzado  y  poderoso.  Por  fin,  después  de 
una  larga  campaña  y  de  aquella  noche  triste  del  19  de 
marzo  de  1818,  donde  los  patriotas  fueron  sorprendidos 
y  envueltos  en  la  dispersión  de  Cancha  Rayada,  el  ejér- 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS  211 


cito  cliileno-argentino  pudo  rehacerse  y  presentar  ba- 
talla en  los  llanos  de  Maipú,  el  5  de  abril.  La  victoria 
coronó  el  esfuerzo  en  aquella  jornada  memorable;  Chile 
quedó  libre  de  enemigos  y  expedito  el  camino  al  Perú. 


3. — Los  prisioneros  españoles  de  Chacabuco  y  Mai- 
pú fueron  confinados  a  San  Luis,  contándose  entre  ellos 
al  ex  presidente  de  Chile,  mariscal  D.  Francisco  Casi- 
miro Marcó  del  Pont  y  su  teniente  general  D.  Ramón 
González  de  Bernedo;  al  heroico  brigadier  José  Ordó- 
ñez,  los  coroneles  Joaquín  Primo  de  Rivera,  Lorenzo 
Moría,  comandante  del  célebre  regimiento  «Burgos», 
Antonio  Morgado,  jefe  de  la  caballería  realista  y  otros 
oficiales  subalternos  de  distinción. 

El  teniente  gobernador  Dupuy  había  recibido  ins- 
trucciones de  tratarlos  con  las  consideraciones  debidas 
al  rango  de  los  prisioneros  y  a  nuestra  generosidad. 
Personalmente  ocupóse  de  buscarles  el  mejor  alojamiento 
posible  en  la  pobre,  pero  hospitalaria  aldea  de  entonces. 
Los  principales  jefes  tuvieron  casa  independiente,  de- 
jándoseles sus  propios  asistentes;  Moría  fué  hospedado 
en  la  misma  casa  de  Dupuy  y  los  oficiales  subalternos 
ocuparon  la  de  D.  Marcelino  Poblet,  que  el  pueblo  dis- 
tinguía con  el  nombre  de  «la  casa  de  los  oficiales».  Los 
demás  prisioneros  de  tropa  fueron  alojados  en  el  cuartel; 
pero,  tenían  puerta  franca  todo  el  día  y  aun  podían  pasar 
la  noche  afuera,  con  el  permiso  del  comandante  militar, 
D.    José    Antonio    Becerra,    encargado    de    su   custodia. 

Independientemente  de  los  personales  merecimientos 
de  los  proscriptos,  algunos  de  ellos  tenían  vínculos  de 
parentesco  con  familias  argentinas  y  otros  habían  mi- 
litado en  las  mismas  filas,  en  España,  con  varios  jefes 
patriotas,  circunstancias  que  tenía  muy  en  cuenta,  el  ca- 
balleresco Dupuy,  para  dispensarles  la  franca  y  amplia 
acogida  con  que  fueron  recibidos.  A  los  pocos  días  de 
llegar,  dio  una  fiesta  en  honor  de  sus  distinguidos  e  in- 


212  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

fortunados  huéspedes,  confraternizando,  americanos  y 
españoles,  pues,  al  acercarse,  se  reconocían  como  miem- 
bros de  una  misma  y  gran  familia,  a  quienes  distintas 
convicciones  y  deberes  habían  separado  momentánea- 
mente. La  casa  de  Dupuy  fué,  desde  entonces,  centro 
de  animadas  tertulias,  en  la  cual,  casi  a  diario,  se  reunían 
los  jefes  españoles,  cuando  no  salían  a  pasear  con  el  mis- 
mo teniente  gobernador,  quien  se  complacía  en  presen- 
tarlos a  las  principales  familias,  donde  se  les  brinda- 
ba una  afectuosa  hospitalidad.  Los  mismos  prisioneros 
estaban  admirados  de  aquel  Ja  benévola  acogida  y  así 
lo  manifestaban,  sin  reserva,  y  con  agradecimiento.  En 
carta  del  brigadier  Ordóñez  al  general  San  Martín, 
fechada  en  septiembre  de  1817,  le  dice:  «Debo  inmen- 
sas atenciones  a  mi  finísimo  jefe  el  Sr.  D.  Vicente  Dupuy 
y  no  dudo  que  en  la  superficie  de  mi  pequeño  círculo,  no 
puede  caber  mayor  agrado.  Mis  compañeros  de  armas, 
con  igual  motivo,  así  lo  preconizan  y  todo  refluye  en  mi 
satisfacción.» 

Otra  del  coronel  Moría  dice:  «Hoy  he  sido  llamado  por 
el  teniente  gobernador  D.  Vicente  Dupuy,  el  que  ha  te- 
nido la  bondad  de  hospedarme  en  su  casa  y  socorrerme 
con  más  fuertes  cadenas  que  las  que  me  acompañan  en 
mi  prisión».  Debo  advertir  que  este  coronel  Moría  fué 
prisionero  el  año  1814,  en  Montevideo,  y  que  el  director 
Posadas  le  había  permitido  trasladarse  a  Río  de  Janeiro, 
bajo  la  condición  de  no  volver  a  tomar  las  armas  contra 
los  americanos.  Moría  había  pasado,  sin  embargo,  a  Chile, 
y,  por  segunda  vez,  caía  prisionero  en  Maipú.  El  gobierno 
central  al  informarse  de  esta  circunstancia,  dirigió  comu- 
nicaciones al  general  San  Martín  reclamándolo  para  ser 
juzgado  en  la  Capital  y  cuando  fué  remitido  a  San  Luis, 
se  le  reiteró  la  orden  a  Dupuy;  pero  éste  demoró  su  cum- 
plimiento, manifestando  que  Moría  se  encontraba  en- 
fermo e  imposibilitado  de  emprender  tan  largo  viaje, 
aunque  la  causa  verdadera  era  substraerlo  a  los  rigores 
de  la  justicia  militar,  a  la  cual  se  había  hecho  acreedor 
por  su  grave  falta. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  213 


Tal  fué  la  conducta  de  Dupuy  para  con  los  confina- 
dos. Pero,  hay  otro  detalle  más  que  evidencia  hasta  dón- 
de llegaba  la  consideración  que  se  les  hacía  guardar. 
Una  noche  se  daba  un  baile  en  casa  del  señor  Pringles. 
al  cual  concurrieron  los  oficiales  españoles.  Muchos  de 
éstos,  por  su  cultura  y  distinción,  se  granjearon  las  simpa- 
tías de  las  puntanas,  suscitando  los  celos  consiguientes 
en  el  elemento  nativo,  quienes,  so  pretexto  de  amenizar 
la  fiesta,  entonaron  en  la  guitarra  un  canto  patriótico, 


Bernardo  Honteagudo 


cuya  letra  fué  mortificante  para  los  españoles.  Cuando 
este  hecho  llegó  a  conocimiento  de  Dupuy,  hizo  compa- 
recer a  los  autores  y,  después  de  reconvenirles,  les  obli- 
gó a  que  dieran  otro  baile,  en  desagravio  de  los  oficiales 
confinados,  noble  proceder  que  dejó  a  todos  satisfechos 
y   reconciliados. 

Desde  entonces,  nada  turbó  las  buenas  relaciones 
entre  españoles  y  criollos,  que  el  teniente  goberna- 
dor tenía  buen  cuidado  de  fomentar  con  sus  atenciones 


214  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


de  toda  índole.  Su  casa,  su  mesa,  su  dinero  y  los  recur- 
sos del  Estado,  fueron  puestos  al  servicio  de  los  distin- 
guidos prisioneros.  La  vida  de  éstos  se  deslizó  tranquila, 
aparentemente  resignados  a  esperar  la  terminación  de 
la  guerra,  acariciando  la  esperanza  de  poder  recuperar 
pronto  la  libertad. 

El  3  de  noviembre  de  1818  llegó  a  San  Luis  el  doctor 
Bernardo  de  Monteagudo,  desterrado  de  Chile  por  la 
Logia  Lautaro.  Este  patriota  había  figurado,  desde  muy 
joven,  en  el  partido  revolucionario.  Siendo  estudiante 
de  la  Universidad  de  Charcas,  allí  tomó  parte  en  el  mo- 
vimiento del  patriota  Murillo  y  al  lado  del  austero  Are- 
nales. Perseguido,  encarcelado  y  hasta  condenado  a 
muerte,    su    salvación    fué    realmente    maravillosa. 

Cuando  la  expedición  al  Alto  Perú,  figuró  como  se- 
cretario de  Castelli  y  como  auditor  del  ejército. 

Poco  después  vino  a  Buenos  Aires,  y  a  fines  de  1811. 
se  hizo  cargo  de  la  «Gaceta»,  fundada  por  Mariano  More- 
no, dando  brillo  y  nervio  a  la  propaganda  revoluciona- 
ria. Contribuyó  a  reorganizar  la  Sociedad  Patriótica, 
cuyos  fines  eran  difundir  las  luces,  las  ideas  democrá- 
ticas y  exaltar  el  patriotismo  de  los  americanos.  Fundó 
«El  Mártir  o  Libre»,  uno  de  los  periódicos  más  avanzados 
de  la  revolución;  fué  fiscal  en  la  célebre  causa  de  la  cons- 
piración de  Alzaga;  miembro  de  la  Asamblea  General 
Constituyente  de  1813  y  se  hizo  cargo  de  «El  Redactor 
de  la  Asamblea». 

Con  la  caída  de  Alvear,  había  sido  procesado  y  expa- 
triado. Viajó  por  Europa  y  fué  a  Chile,  donde  redactó 
el  acta  de  su  independencia  y  ocupó  el  cargo  de  secre- 
tario del  general  San  Martín.  Cuando  la  sorpresa  de  Can- 
cha Rayada,  pasó  a  Mendoza  y  allí  decidió  la  suerte  de 
los  hermanos  Carrera,  procesados  y  ejecutados  por  el 
delito  de  conspiración.  Después,  regresó  a  Chile  y  cayó  en 
desgracia  de  sus  antiguos  amigos  de  causa,  siendo  des- 
terrado a  San  Luis.  Tal  era  el  personaje  y  tal  la  impor- 
tantísima actuación  que  había  tenido  en  el  drama  revo- 
lucionario, por  su  inteligencia  descollante,  por  su  vehe- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  215 


mente  patriotismo  y  sus  pasiones  avasalladoras.  Su 
llegada  despertó  general  interés  y  curiosidad,  entre  los 
jefes  españoles,  por  conocerle  de  cerca  y  por  tratarle. 
Ordóñez  y  Primo  de  Rivera  fueron  los  primeros  en  visi- 
tarle; pero  Monteagudo  les  recibió  con  reserva  y  hasta 
con  terquedad. 

Más  tarde  debían  encontrarse  en  la  tertulia  de  Du- 
puy  y  en  casa  de  D.  Gabriel  Pringles,  cuya  amistad  fre- 
cuentaban patriotas  y  españoles  por  su  buen  trato  y 
su  exquisita  prudencia. 

Historiadores  mal  informados  han  dicho  que  allí 
comenzó  la  rivalidad  entre  Monteagudo  y  el  brigadier 
Ordóñez,  motivada  por  la  preferencia  con  que  distinguía 
a  una  de  las  señoritas  de  Pringles,  el  valiente  jefe  espa- 
ñol. El  hecho  real  es  que,  con  la  llegada  del  tribuno, 
comenzaron  las  limitaciones  en  la  amplia  libertad  que 
hasta  entonces  gozaban  los  prisioneros. 

Monteagudo,  que  tenía  un  carácter  exaltado  e  ideas 
radicales,  consideraba  que  la  liberalidad  con  que  eran 
tratados  los  jefes  españoles,  constituía  un  error  grave 
por  la  influencia  que  iban  adquiriendo  en  el  seno  de 
aquella  sencilla  sociedad,  mientras  los  prisioneros  ame- 
ricanos estuvieron  abandonados  en  la  isla  de  Juan  Fer- 
nández, o  gemían  en  las  cárceles  del  Callao,  arrastrando 
el  infame  grillete  del  criminal.  Además,  existía  el  temor 
de  una  alteración  del  orden,  pues,  ya  comenzaba  a  asomar 
en  el  litoral  el  amago  de  la  anarquía,  estimulada  por 
Alvear  y  el  caudillo  chileno  Carrera,  que  conspiraban 
contra  el  gobierno  de  Pueyrredón  y  la  influencia  pre- 
ponderante de  San  Martín. 

La  montonera  comenzaba  sus  correrías;  se  minaba 
la  disciplina  del  ejército  y  se  susurraba,  no  sin  funda- 
mentos, que  los  españoles  confinados  en  San  Luis  se  co- 
municaban con  los  jefes  rebeldes.  El  rumor  iba  en  au- 
mento; los  peligros  amenazaban  por  todos  lados,  en 
circunstancias  que  llegaba  otro  contingente  de  prisio- 
neros, el  comandante  Ares  y  veinte  más,  entre  ofi- 
ciales y  soldados,   haciéndose  muy  difícil  su  vigilancia, 


216  HISTORIA    DE    SAX    LUIS 

pues  la  guarnición  que  comandaba  D.  José  Antonio  Be- 
cerra era  muy  reducida  y  bisoña  y  debía  custodiar, 
también,  cincuenta  montoneros  que  acababan  de  ser 
aprehendidos  con  su  jefe,  Juan  Facundo  Quiroga. 

Dupuy,  cediendo  quizá  a  las  sugestiones  de  Monte- 
agudo,  o  dándose  exacta  cuenta  de  la  situación,  aprove- 
chó esta  oportunidad  para  publicar  un  bando,  eí  1.°  de 
febrero  de  1819,  en  el  cual  anunciaba  al  pueblo  que  es- 
taba amenazado  de  un  grave  peligro  y  que  estuviese 
listo  para  rechazar  cualquier  ataque  del  enemigo.  En 
él  se  hacía  referencia  a  los  prisioneros  españoles,  so 
pretexto  de  que  extraviaban  la  opinión  de  los  habitan- 
tes; se  les  prohibía  salir  de  noche  y  frecuentar  las  casas 
de  familias,  amenazándoles  con  enviarlos  al  presidio 
de  las  Bruscas,  al  sud  de  Buenos  Aires,  si  infringían  esas 
prohibiciones. 

Esta  inesperada  y  severa  medida,  que  los  prisioneros 
consideraron,  con  razón,  injusta  y  humillante,  les  causó 
el  más  grande  disgusto  y  les  arrancó  la  más  enérgica  pro- 
testa. Un  día,  comentándolo  Ordóñez  con  Marcó  del 
Pont,  le  dijo:  «¡Qué  lindas  cosas  hay  en  el  bando  y  cómo 
nos  ponen!»  Y  concluyó  por  expresarse  en  términos  vio- 
lentos contra  Dupuy.  Primo  de  Rivera  y  otros,  más  pru- 
dentes, trataban  de  apaciguar  los  ánimos,  recomendando 
calma  hasta  mejores  circunstancias.  Sin  embargo,  no  pu- 
diendo  vencer,  en  sus  compañeros,  la  indignación  que 
estas  medidas  les  habían  producido,  se  dejaron  avasallar 
por  la  idea  de  tentar  un  golpe  audaz  que  pusiera  término 
a  aquellas  humillaciones,  máxime  cuando  podían  soli- 
citar el  auxilio  de  los  montoneros  y  desertores  detenidos, 
a  quienes  suponían,  lógicamente,  mal  dispuestos  contra 
las  autoridades. 

Desde  luego,  quedó  resuelta  la  conspiración. 

Aparentemente  apaciguados,  comenzaron  a  tener 
sus  entrevistas  para  formular  el  plan  y  darse  coraje, 
alentados,  también,  por  comunicaciones  que  se  debían 
recibir  de  los  agentes  de  Alvear  y  de  Carrera.  Según  las 
declaraciones  que  constan  en  el  famoso  sumario  a  los  cons- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  217 


piradores,  en  la  noche  del  domingo  7  de  febrero  resol- 
vieron dar  el  golpe  a  la  mañana  siguiente.  El  punto  de 
reunión  era  «la  casa  de  los  oficiales»,  a  la  cual  habían  sido 
todos  invitados  por  los  capitanes  Carretero  y  Salvador,  pa- 
ra matar  bichos  en  la  huerta.  Una  vez  reunidos  y  habién- 
dose tomado  precauciones  para  que  nadie  pudiera  salir 
hasta  el  momento  conveniente,  Carretero  tomó  la  pala- 
bra, e,  irguiéndose  con  altivez  y  suprema  resolución,  dijo: 
«Pues,  señores,  los  bichos  que  vamos  a  matar,  es  que  den- 
tro de  dos  horas  seremos  libres.  Ya  tengo  asegurados 
todos  los  puntos  precisos  y  al  que  no  vaya,  o  no  me  si- 
ga, lo  mato. .  . !»  Dichas  estas  palabras,  distribuyó  cuchi- 
llos entre  todos  y  dispuso  que  el  ataque  se  llevaría  a 
tres  puntos,  simultáneamente:  El  capitán  Lamadrid,  con 
diez  hombres,  debía  asaltar  el  cuartel;  Carretero,  con  los 
jefes  superiores,  se  apoderarían  del  teniente  gobernador 
Dupuy,  mientras  el  oficial  Cova  tomaría  preso  a  Monte- 
agudo. 

Poco  antes  de  las  siete  de  la  mañana  salieron  a  la 
calle  para  llevar  a  cabo  su  temeraria  empresa. 

En  casa  del  teniente  gobernador,  conversaba  éste, 
en  su  despacho,  con  su  secretario  José  Manuel  Riveros 
y  el  médico  español,  Dr.  José  María  Gómez,  cuando  el 
soldado  Domingo  Ledesma,  que  guardaba  la  puerta,  se 
presentó  anunciando  la  visita  de  Carretero,  Morgado  y 
Moría.  Dupuy  hizo  que  pasasen  inmediatamente.  Según 
declara  Ledesma,  al  regresar  con  la  respuesta,  vio  que  a 
los  tres  nombrados  se  habían  reunido  Ordóñez,  Primo 
de  Rivera  y  Burguillo.  ínter  los  primeros  penetraban  al 
despacho  de  Dupuy,  los  últimos  atacaron  a  Ledesma, 
lo  desarmaron  y  lo  mantuvieron  inmóvil  contra  la  pared, 
cerrando  la  puerta  de  la  calle.  Mientras  esta  escena  te- 
nía lugar  en  el  patio,  tomaban  asiento  al  lado  de  Dupuy, 
Carretero  y  Morgado,  quedándose  de  pie,  cerca  de  la 
puerta,  el  coronel  Moría.  Conversaban  sobre  asuntos 
indiferentes,  cuando,  de  súbito,  se  levanta  Carretero 
diciendo  a  Dupuy:  «So  picaro,  estos  son  los  momentos 
en  que  debe  expirar  Ud.;  toda  ¡a  América  está  perdida  y 


218 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS 


219 


de  ésta  no  se  escapa  Ud.,  y  uniendo  a  la  palabra  la  acción, 
desnudó  un  puñal  y  se  le  fué  encima.  Dupuy  se  puso 
en  el  acto  de  pie  y,  dándole  un  golpe  certero  en  el  brazo, 
le  hizo  saltar  el  puñal:  luego,  de  un  salto  hacia  atrás, 
consiguió  subir  a  un  estrado  y  desde  allí  se  defendió  a 
puñetazos.  En  ese  instante  su  secretario  Rivero  y  el 
médico  Gómez  salieron  al  patio  a  pedir  auxilios,  y  al 
franquear  la  puerta,  el  primero  fué  herido  de  una  puña- 
lada en  la  espalda  por  Burguillo,  que,  con  Ordóñez  y 
Primo  de  Rivera,  llegaban  a  secundar  a  sus  compañeros. 


Reloj  de  Dupuy,  que  marca  la  hora,  de  la  conspiración-  realista 


La  lucha  era  desesperada.  Dupuy  se  batía  como  un  león 
furioso  hasta  que,  dominado  por  el  número,  fué  derri- 
bado, recibiendo  contusiones  en  la  cara  y  en  el  cuerpo, 
no  obstante  lo  cual,  pudo  aún  ponerse  de  pie  en  el  pre- 
ciso momento  en  que  se  dejaba  oir  el  tiroteo  y  los  gritos 
de  venganza  del  pueblo.  Era  el  oficial  Pringles  que  lle- 
gaba al  frente  de  un  grupo  de  paisanos  y,  al  encontrar 
la  puerta  cerrada,  escalaba  las  paredes  y  penetraba  en 
el  interior,  sable  en  mano,  en  auxilio  de  Dupuy.  Entonces, 
los  conspiradores  sobrecogidos  de  terror,  pidieron  a  Du- 


220  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


puy  les  salvase  la  vida,  y  le  dejaron  en  libertad  para  que 
fuese  a  calmar  el  pueblo;  pero,  al  abrir  la  puerta  de  ca- 
lle, penetró  la  turba  enfurecida,  y,  con  la  gente  de  Prin- 
gles,  se  arrojaron  sobre  los  jefes  españoles  y  los  ultima- 
ron en  el  acto.  El  mismo  teniente  gobernador  mató 
a  Morgado  y  le  cortó  la  cabeza  arrojándola  a  un  rincón 
de  su  despacho.  Primo  de  Rivera,  que  se  había  apodera- 
do de  una  carabina,  se  hizo  volar  los  sesos  de  un  tiro 
en  una  de  las  habitaciones  próximas,  antes  de  ser  despe- 
dazado por  el  populacho. 

Aquella  tragedia  duró  pocos  instantes  y  la  casa  que 
le  sirvió  de  escenario  ofrecía  un  aspecto  horroroso:  por 
todas  partes  regueros  de  sangre,  muebles  en  desorden  y 
destrozados,  entre  los  seis  cuerpos  despedazados  de  los 
desventurados  conspiradores,  allí  sacrificados  sin  piedad. 
El  pueblo  se  había  excedido  con  aquellos  hombres,  domi- 
nados e  imposibilitados  para  defenderse. 

El  ataque  al  cuartel  había  sido  igualmente  desgra- 
ciado. En  el  primer  momento  consiguieron  los  asaltan- 
tes sorprender  la  tropa,  desarmaron  al  centinela  y  pe- 
netraron en  el  interior  para  apoderarse  de  las  armas; 
pero,  muy  pronto  se  produjo  la  reacción,  estimulada 
y  sostenida  por  la  valiente  ayuda  de  Juan  Facundo  Qiii- 
roga,  quien  se  había  erguido,  con  un  chifle  en  la  mano, 
y  les  salió  al  encuentro  descargando  terribles  golpes  sobre 
los  que  se  ponían  a  su  alcance,  cuando  ya  se  sentía  la 
voz  de  alarma  del  comandante  Becerra  que  llegaba  con 
varios  oficiales  de  milicias,  y  vecinos.  Dominado  el  cuar- 
tel, el  mismo  Becerra  corrió  a  proteger  la  cárcel,  distante 
tres  cuadras;  donde  ya  había  concurrido  el  pueblo  y 
fulminado   a   los   asaltantes. 

Restablecido  el  orden,  Dupuy  envió  un  chasque  a 
Mendoza,  comunicando  el  suceso,  y  nombró  al  Dr.  Monte- 
agudo  para  que,  sin  pérdida  de  momentos,  instruyese  el 
sumario  correspondiente  y  al  teniente  José  Gregorio 
Giménez  como  escribano  secretario  de  la  causa.  Acto 
continuo  se  inició  el  proceso  para  determinar  los  móvi- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


221 


les  de  la  conspiración,  los  jefes  ejecutores  y  cómplices  del 
movimiento. 

A  los  pocos  días,  Monteagudo  anunciaba  al  teniente 
gobernador  que  había  concluido  el  sumario  y  a  la  vez 
manifestaba  haber  consultado,  en  cuanto  había  sido  posi- 
ble, las  formas  de  la  ley,  con  la  premura  del  tiempo  y  la 


Pistola  que  regaló  el  coronel  Dupuy  al  valeroso  Pringles 

(Museo  Histórico  Nacional) 


naturaleza  de  la  causa.  Además,  agregaba:  «Los  reos  que 
caen  bajo  la  espada  de  la  justicia  son  siempre  atendibles, 
aun  cuando  su  crimen  sea  el  más  execrable,  y  no  he  per- 
dido de  vista  que  pasados  los  momentos  en  que,  un  pue- 
blo ofendido  y  provocado,  tiene  derecho  a  ejercitar  una 
venganza   indefinida    que   comprende   muchas  veces   al 


222  HISTORIA   DE    SAN    LUIS 

inocente  y  al  culpable,  es  necesario  combinar  el  escarmien- 
to con  la  imparcialidad.» 

Después,  pasa  a  determinar  el  grado  de  culpabili- 
dad de  cada  uno  de  los  amotinados  y  el  plan  que  se 
habían  propuesto:  Apoderarse  de  la  persona  del  go- 
bernador y  de  la  suya;  poner  en  libertad  a  los  presos  y 
armarlos  para  dirigirse  con  ellos  a  la  montonera. 

Finalmente,  se  establecía  que  la  orden  dada  por  los 
jefes  revolucionarios,  era  dar  muerte  a  todo  aquel  que 
hiciera  resistencia,  suerte  que  a  todos  hubiera  alcanzado, 
a  no  haber  sido  ellos  rechazados  y  muertos  por  la  mano 
implacable  del  pueblo. 

Dupuy  devolvió  el  proceso  al  mismo  juez,  ordenán- 
dole expresara  su  dictamen  definitivo,  «arreglándose  a 
las  leyes  de  la  materia  y  a  los  peligros  a  que  han  expues- 
to, los  criminales,  la  salud  de  la  patria».  Pronunciado  el 
dictamen,  el  teniente  gobernador  decretó  conformarse 
con  él  en  todas  sus  partes,  y,  en  consecuencia,  fueron 
fusilados  seis  reos  convictos  y  confesos,  y  absueltos,  el 
mariscal  Marcó  del  Pont,  el  coronel  González  de  Berne- 
do,  el  médico  Gómez  y  tres  soldados  más,  por  no  resul- 
tar culpables.  Dupuy  perdió  la  oportunidad  de  perdo- 
nar a  aquellos  infortunados,  neutralizando  con  su  magna- 
nimidad la    sentencia  draconiana   de  Monteagudo. 

A  los  pocos  días  ejecutó  esta  sentencia  el  comandante 
Becerra,  siendo  perdonado  el  joven  oficial  Ruiz  Ordó- 
ñez,  en  mérito  a  su  súplica  y  a  los  empeños  del  señor 
Pringles,  con  una  de  cuyas  hijas  se  vinculó,  después,  por 
los  lazos  matrimoniales. 

El  gobierno  central  aprobó  todo  lo  hecho  y  elogió 
la  heroica  participación  del  pueblo  puntano,  en  defensa 
del  orden  y  de  la  vida  de  sus  mandatarios. 

Al  tiempo  de  estallar  la  conspiración,  el  general  San 
Martín  se  encontraba  en  Curimón,  donde  a  los  pocos 
días  tuvo  noticias  de  tan  grave  acontecimiento.  En  se- 
guida escribió  a  O'Higgins,  señalándole  el  peligro  de  una 
vasta  conflagración  que  debía  tener  ramificaciones  en 
Chile,  y  se  puso  en  viaje  para  San  Luis  a  fin  de  informarse, 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  223 

minuciosamente,  en  el  teatro  mismo  del  suceso  y  tomar 
los   hilos   del    siniestro   p!an    que    sospechaba. 

San  Martín  no  se  había  equivocado,  pues,  la  conspi- 
ración de  San  Luis  era  parte  de  un  vasto  complot. 
Los  aventureros  franceses  Robert,  Lagresse  y  Young 
acababan  de  ser  sorprendidos  en  viaje  a  Chile,  donde 
debían  esperar  la  sublevación  de  San  Luis,  para  asesinar 
a  San  Martín  y  a  O'Higgins,  que  eran  los  dos  hombres 
a  quienes  odiaba  Carrera,  culpándoles  sus  infortunios 
y  los  de  su  familia. 

He  aquí  en  qué  términos  da  cuenta  de  este  suceso 
«La  Gaceta»,  del  24  de  febrero,  y  cómo  confirma  lo  que 
acabamos  de  decir  respecto  al  vasto  complot  a  que  obe- 
decía el  estallido  de  San  Luis. 

«Dos  horas  después  de  recibidas  las  comunicaciones 
del  gobernador  de  la  Provincia  de  Cuyo,  llegó  el  oficio 
del  teniente  gobernador  de  San  Luis  al  Supremo  Direc- 
tor. No  habíamos  leído  este  oficio,  cuando  dijimos  que 
hacíamos  ver  la  conexión  que  tenían  los  conjurados  de 
Montevideo  y  sus  cómplices  en  ésta,  con  los  prisioneros 
de  San  Luis.  Como  el  teniente  gobernador  carece  de 
los  datos  que  tenemos  aquí,  muy  bien  archivados  para 
el  caso  oportuno,  no  da  todo  el  valor  que  pudiera  a  las 
indicaciones  que  resultan  sobre  N.   y  Carrera.» 

«Entretanto,  convirtamos  nuestra  atención  al  he- 
roico pueblo  de  San  Luis  y  a  su  bravo  y  vigilante  jefe. 
¿Quién  no  admira  el  valor  y  celo  de  tan  ilustres  ciuda- 
danos? Ellos  no  necesitarían  para  satisfacerse,  de  otra 
recompensa,  que  la  de  su  propia  virtud,  pero  a  la  Na- 
ción y  al  Gobierno  toca  eternizar  una  acción  tan  ilustre, 
con  demostraciones  dignas  de  su  grandeza.  Bravo  Dupuy, 
ilustres  púntanos,  os  felicitan  todos  los  patriotas  y  los 
buenos  os  respetan  y  aplauden.» 

En  cuanto  a  la  participación  de  Alvear,  debemos 
exponer,  también,  los  antecedentes  que  obran  en  nuestro 
poder.  Este  general,  desde  el  año  1814,  ganó  muchos  ofi- 
ciales españoles  a  la  causa  americana  diciéndoles  que 
los   hombres    de   la    revolución   buscaban    una    España 


224  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


regenerada  y  que.  lo  único  que  reclamaban,  eran  liberta- 
des políticas,  contra  la  tiranía  de  Fernando  VIL  Cuando 
Alvear  se  vio  forzado  a  renunciar  el  Directorio,  algunos 
españoles  permanecieron  fieles  a  su  causa,  ligados  por 
vínculos  de  amistad,  como  sucedió  con  el  teniente  co- 
ronel Murguiondo,  de  quien  dice  el  historiador  López: 
«que  tomó  a  su  cargo  entablar  negociaciones  con  los  nu- 
merosos prisioneros  recogidos  a  San  Luis,  a  fin  de  adoptar, 
como  él,  la  nueva  patria  y  el  partido  del  general  Alvear; 
ya  que  por  su  larga  residencia,  por  sus  ideas  liberales,  por 
sus  conexiones,  era  lo  más  ventajoso  para  ellos  acomo- 
darse en  América.  Los  unos  por  este  motivo,  los  otros 
con  el  propósito  de  recuperar  la  libertad  para  retirarse 
a  Europa  o  volver  a  sus  banderas,  se  comprometían  a 
levantarse,  desde  que  fueran  apoyados  por  las  monto- 
neras de  Santa  Fe  y  Entre  Ríos,  dirigidos  por  el  general 
Alvear  y  D.  José  Miguel  Carrera.» 

Los  escritores  españoles,  mal  informados  de  todos 
los  detalles  de  estos  sucesos  y  dejándose  llevar  de  sus 
sentimientos  nacionales,  nos  acusaron  de  haber  estimu- 
lado un  bárbaro  asesinato,  perpetrado  contra  los  inde- 
fensos prisioneros;  pero  la  opinión  fué  modificándose 
cuando  el  tiempo  depuró  la  verdad. 

Los  conspiradores  murieron  con  las  armas  en  la  mano 
al  atacar  inesperadamente  un  pueblo  indefenso,  quien 
sólo  por  un  acto  de  verdadero  heroísmo,  pudo  dominar 
a  hombres  tan  resueltos  y  expertos  en  la  guerra.  Si  so- 
lamente se  hubiera  tratado  de  una  evasión,  no  habría 
podido  justificarse  un  castigo  tan  tremendo;  pero  los 
crímenes  que  iban  a  cometer  para  conseguir  su  libertad, 
y  el  apasionamiento  de  la  lucha  a  muerte,  de  hombre  a 
hombre,  produjeron  la  popular  irritación  que  no  se  sa- 
tisfizo sino  con  aquel  lamentable  y  excesivo  derramamien- 
to de  sangre.  Tan  extrema  resolución  se  atenúa  ante  el 
supremo  deber  de  defender  la  vida,  la  honra  y  la  tran- 
quilidad de  un  pueblo,  tan  seriamente  amenazado  por 
los  conspiradores  y  por  los  que  estimulaban  plan  tan 
desacertado,   sin   contar  con  las  funestas  consecuencias 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


225 


que  pudo  tener  para  el  país  en  general,  si  los  prisio- 
neros hubieran  acertado  el  golpe  y  se  hubiesen  conver- 
tido en  arbitros  de  la  situación  de  aquellas  provincias 
indefensas,  y  aun  amenazadas  por  el  gauchaje  alzado. 
Tan  fué  comprendido  así,  que  todos  los  pueblos  se 
apresuraron  a  felicitar  al  de  San  Luis  por  haber  conju- 
rado esos  graves  peligros,  y  hasta  el  mismo  Belgrano, 
cuyos  sentimientos  generosos  y  humanitarios  han  pro- 
clamado los  mismos  españoles,  se  dirigió  a  Dupuy  en 
estos  términos:  «Nos  dio  Ud.  un  buen  día  con  su  noble 
esfuerzo  y  el  de  ese  heroico  pueblo;  el  ejército  lo  ha  ce- 
lebrado como  correspondía  y  no  menos  los  pueblos  de 
la  comprensión  de  mi  mando,  con  iluminaciones  y  gracias 
al  Altísimo.» 


V|  í    (■<?( '  crderú 


Medalla  acordada,  a  los  que  defendieron  el  orden 

4. — El  Congreso  Nacional,  con  fecha  17  de  mayo, 
reconoció  el  relevante  mérito  con  que  se  había  distin- 
guido, en  esta  emergencia,  el  ilustre  pueblo  de  San  Luis, 
y  resolvía  se  condecorase  a  su  Cabildo  con  alguna  distin- 
ción que  sirviera  de  monumento  a  su  gloria  y  digno  es- 
timulo al  resto  de  la   Unión. 


15 


226  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

De  acuerdo  con  esta  resolución  del  Directorio,  man- 
dóse acuñar  una  medalla,  de  oro  para  el  teniente  gober- 
nador y  de  plata  para  los  miembros  del  cabildo  y  oficia- 
les de  la  milicia  puntaría  que  se  hubieran  distinguido, 
el  8  de  febrero,  en  defensa  del  orden. 

He  aquí  la  lista  de  los  condecorados: 

José  Justo  Gatica:  Alcalde  de  l.er  voto. — José  Do- 
mingo Arias:  Alcalde  de  2.°  voto. — Esteban  Adaro:  Al- 
guacil Mayor. — Marcos  Guiñazú:  Alférez  nacional. — 
José  Cecilio  Lucio  Lucero:  Regidor  llano. — Agustín  So- 
sa: Regidor  defensor  de  menores. — Anselmo  Vascon- 
cellos:  Regidor  defensor  de  pobres. — José  Gregorio  Gi- 
ménez:  Procurador  de  la  ciudad. 

CAPITANES    COMANDANTES    DE    ESCUADRÓN 

Tomás  Luis  Ossorio. — Pedro  L.  Lucero. — Jacinto  San 
Martín. — Manuel    Riveros. — Mateo    Gómez. — Juan    Pa- 
blo Palma. — Juan  Facundo   Quiroga. — Tomás  Varas.— 
Ramón    Esteban    Ramos. 

AYUDANTES 

José  Antonio  Becerra. — Cornelio  L.  Lucero. — Ba- 
silio Quiroga. — Lorenzo  Riveros. — 

TENIENTES 

José  Antonio  Lucero. — Luis  Becerra. — Juan  Anto- 
nio Quiroga. — Sebastián  Lucero. — José  Gregorio  Calde- 
rón.— Domingo    Menéndez. 

ALFÉRECES 

Juan  Antonio  Ortiz. — Juan  Pascual  Pringles. — José 
María   Vicíela. — Pedro   Lucero   y   Sosa. 

ADMINISTRADOR     DE    CORREOS     V    AHXISTRO    DE    HACIENDA 

Rafael  de  la  Peña. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  227 


Y  al  oficial  Pedro  José  Cornejo  que,  aunque  prisio- 
nero en  Maypú,  fué  indultado  de  la  clase  de  prisionero 
por  el  gobierno  de  Chile,  siendo  uno  de  los  primeros  que 
se  arrojó  al  peligro  contra  los  conspiradores. 

En  el  mes  de  octubre  fueron  entregadas  las  medallas, 
en  acto  solemne,  presidido  por  las  autoridades  locales. 

Cincuenta  años  después  de  este  luctuoso  suceso,  el 
último  sobreviviente  de  la  catástrofe,  D.  Juan  Ruiz  Or- 
dóñez,  en  carta  que  dirigió,  desde  Barcelona,  al  yerno  de 
San  Martín,  D.  Mariano  Balea rce,  a  la  sazón  en  París, 
le  declara:  «Que  en  verdad  habían  conspirado  y  que, 
en  cuanto  a  lo  sucedido,  fué  bastante  la  culpa  de  ellos 
y  poca  la  previsión  de  su  tío  el  general  Ordóñez  y  demás 
jefes  que  atentaron  y  ejecutaron  una  revolución  para 
fugarse  y  reunirse  al  ejército  real  que  entonces  estaba  en 
Salta».  Esta  declaración  confirma  el  propósito  de  Pezue- 
la,  al  afanarse  por  que  el  ejército  del  Alto  Perú  avanzara 
sobre  Córdoba,  para  desprender  una  partida  sobre  Cuyo, 
con  la  misión  de  libertar  los  prisioneros  de  San  Luis. 

La  declaración  de  un  hombre  como  Ruiz  Ordóñez, 
es  valiosísima  en  este  caso,  por  venir  de  uno  de  los  mismos 
actores,  tanto  tiempo  alejado  del  país  y  en  momentos 
de  terminar  su  existencia,  a  cuyo  final  se  impone  siempre 
la   verdad. 

Hemos  insistido,  un  poco,  sobre  este  asunto  para 
desvanecer  las  leyendas  forjadas  por  la  pasión  partidista 
o  por  la  fantasía  de  ciertos  escritores,  en  torno  de  las 
causas  que  motivaron  la  conspiración  de  los  confinados 
españoles  en  San  Luis. 


HISTORIA   DE    SAX   LUIS  229 


CAPITULO  IX 

SUMARIO:  1. — La  constitución  de  1819. — Negociaciones  de  paz  con 
los  caudillos  del  litoral. — Enfermedad  de  San  Martín:  noble 
actitud  del  Cabildo  puntano.  2. — Alistamiento  general  en  San 
Luis. — Honrosos  documentos  del  general  San  Martín  y  del 
Supremo  Gobierno  del  Estado. — Otros  honrosos  testimonios 
del  patriotismo  puntano. — -El  ilustre  Cabildo  de  1819.  3. — El 
año  XX. — San  Luis  declara  su  autonomía  y  organiza  su  gobier- 
no.— denuncia  de  Dupuy. — Elección  del  alcalde  Dn.  Tomás 
Varas.  4. — El  Cabildo  gobernador. — Actitud  de  la  campaña,  en- 
cabezada por  el  licenciado  Dn.    Santiago  Funes. 

1. — El  Congreso  reunido  en  Buenos  Aires,  dictó, 
por  fin,  la  constitución  del  Estado  el  22  de  abril  de  1819, 
estableciendo  el  régimen  unitario  que  correspondía  a  la 
tradición  política  y  al  carácter  de  la  revolución  de  1810. 

Creado  el  sistema  bi-camarista  que  se  iba  a  estable- 
cer por  primera  vez  en  el  país,  la  cámara  de  represen- 
tantes se  componía  de  diputados  elegidos  en  la  propor- 
ción de  uno  por  cada  25.000  habitantes  o  una  fracción 
de  16.000,  y  el  senado  estaría  compuesto  así:  un  senador 
por  cada  provincia,  tres  senadores  militares  cuya  gra- 
duación no  bajase  de  coronel  mayor,  un  obispo  y  tres 
eclesiásticos,  un  delegado  de  las  universidades,  y  el  ex 
director  del  Estado,  concluido  el  tiempo  de  su  gobierno. 

El  poder  ejecutivo  sería  desempeñado  por  un  Direc- 
tor Supremo,  elegido  por  ambas  cámaras  reunidas  en 
Asamblea.  Entre  las  facultades  que  se  acordaban  al  Di- 
rector del  Estado,  estaba  la  de  designar  los  gobernado- 
res, de  la  lista  de  personas  elegibles  de  dentro  y  fuera 
de  las  provincias,  que  le  remitieran  sus  respectivos  Cabil- 
dos. Así,  pues,  al  espíritu  centralista  de  la  constitución, 
se  agregaba  una  tendencia  eminentemente  conservadora. 


230  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Era  la  más  adaptable  a  las  circunstancias  del  momento, 
para  sofocar  la  insurrección  permanente  en  que  vivía 
el  país,  y  para  enfrenar  la  anarquía  que  nos  llevaba  a  la 
ruina  y  a  la  disolución  nacional. 

Los  buenos  patriotas  púntanos,  creían,  de  buena  fe 
que  la  constitución  iba  a  poner  término  a  los  males  que 
sacudían  al  país,  y  con  los  mayores  transportes  de  re- 
gocijos, fué  jurada  el  25  de  mayo  de  ese  mismo  año, 
pasando,  sus  autoridades  y  vecinos  más  espectables, 
a  dar  gracias  al  Supremo  Regulador  del  Universo,  según 
los  testimonios  del  acta  de  ese  memorable  día,  por  haber 
llegado  el  momento  suspirado  de  recibir,  los  pueblos 
que  forman  el  Estado  de  las  Provincias  Unidas  de  Sud 
América,  la  carta  constitucional  que  las  restituía  al 
goce  pleno  de  sus  derechos. 

Tales  eran  las  nobles  esperanzas  que  se  cifraban  en 
la  constitución.  Mientras  tanto,  en  la  capital  se  agita- 
ban los  espíritus  con  la  renuncia  del  eminente  estadista 
y  patriota  Juan  Martín  de  Pueyrredón,  que  fué  substi- 
tuido por  el  general  Rondeau,  y  la  urgencia  de  organizar 
el  nuevo  congreso  con  arreglo  a  la  constitución  jurada. 

San  Luis  se  ocupaba,  más  que  todo,  de  arbitrar  nue- 
vos recursos  y  de  completar  la  organización  de  sus  mi- 
licias para  la  campaña  libertadora  del  Perú,  que  el 
general  San  Martín  preparaba  con  tanto  empeño,  con- 
fiado en  la  leal  cooperación  prestada  cuando  libertó 
a  Chile.  El  ilustre  y  glorioso  vencedor  de  Chacabu- 
co  y  Maipú  no  se  había  equivocado,  pues  el  Cabildo 
puritano,  con  fecha  26  de  junio;  al  acusar  recibo  de 
la  nota  del  gobernador  intendente  en  la  cual  éste 
agradece  las  donaciones  hechas  para  el  sostén  del  es- 
cuadrón de  granaderos  a  caballo,  le  dice,  textualmente: 
«Con  este  motivo,  tenemos  el  honor  de  ofrecer  nueva- 
mente nuestros  servicios  y  cuanto  valgamos  para  sos- 
tener, a  todo  trance,  la  libertad  e  independencia  de 
nuestra  amada  Patria.» 

La  guerra  del  litoral  preocupaba  tanto,  a  San  Martín, 
como  la   expedición   al   Perú.   Era  necesario  y  urgente, 


HISTORIA  DE    SAN   LUIS  231 


hacer  cesar  a  todo  trance  la  primera,  como  medio  de  ase- 
gurar los  elementos  y  auxilios,  que  debía  sacar  del  país, 
para  realizar  la  segunda.  Mediante  los  resortes  secretos 
de  la  Logia  Lautaro,  consiguió  que  el  gobierno  de  Chile 
mandara  una  diputación  pacificadora  para  buscar  un 
avenimiento  entre  el  director  Pueyrredón  y  Artigas, 
el  jefe  principal  de  las  fuerzas  sublevadas  contra  la  au- 
toridad nacional.  Fueron  designados  para  esta  misión, 
el  regidor  D.  Salvador  de  la  Cavareda  y  el  coronel  Luis 
de  la  Cruz,  quienes,  a  principios  de  1819,  se  pusieron  en 
viaje  desde  Santiago;  llegando  a  Mendoza,  se  entrevis- 
taron con  San  Martín  y  pasaron  hasta  San  Luis.  Aquí 
se  detuvieron  a  esperar  el  resultado  de  sus  comunicacio- 
nes a  Pueyrredón  y  a  los  caudillos,  antes  de  avanzar 
sobre  el  litoral.  La  del  Director  Supremo  del  Estado  no 
tardó  en  llegar,  manifestándoles,  textualmente:  «Que 
estimaba  mucho  los  sentimientos  del  gobierno  de  Chile; 
pero  que  sólo  un  concepto  equivocado  o  la  idea  de  males 
que  no  han  existido  ni  se  temen,  ha  podido  inducirlo  a 
esta  medida  que  no  tiene  objeto;  es  degradante  a  este  go- 
bierno, y  da  al  caudillo  de  los  orientales  una  importancia 
que  él  mismo  debe  desconocer».  En  consecuencia,  re- 
solvía no  aceptar  la  mediación  y  opinaba  que  no  debían 
llevar  adelante  las  negociaciones,  invitando  a  los  comi- 
sionados a  dirigirse  a  donde  les  fuera  más  grato  o  bien 
a  pasar  a  la  capital,  como  simples  particulares,  para  dar- 
se el  placer  de  tratar  a  personas  que  habían  merecido  la 
alta  confianza  del  gobierno  de  Chile. 

Esta  categórica  respuesta  obligó  a  los  comisionados 
a  pedir  a  Dupuy  un  oficial  de  confianza  para  retirar 
las  comunicaciones  dirigidas  a  Artigas,  y  a  Santa  Fe.  ín- 
ter se  llenaba  esta  diligencia,  pusieron  en  conocimiento 
de  San  Martín  el  resultado  de  sus  gestiones,  para  proceder 
de  acuerdo  con  sus  vistas.  Simultáneamente  con  esta 
consulta,  llególe  nota  de  Pueyrredón,  rechazando,  con 
los  mismos  términos,  la  mediación  de  un  gobierno  ex- 
tranjero para  intervenir  en  las  querellas  de  los  partidos 
internos  y  expresándole  el  propósito  de  poner  término  a 


232  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

un  estado    ele    cosas    tan    irregular,   que  nos  despresti- 
giaba ante  propios  y  extraños. 

En  consecuencia,  es  fácil  suponer  cuál  sería  la  res- 
puesta de  San  Martín  a  los  comisionados  chilenos, 
cuando,  a  los  pocos  días,  escribía  a  Dupuy,  diciéndole: 
«Incluyo  la  adjunta  para  nuestro  Cruz,  el  que  está  muy 
reconocido  a  las  distinciones  que  lia  recibido  de  Ud. 
Estos  sujetos  deben  regresar,  pues  nuestro  gobierno  no 
quiere  recibir  la  mediación  de  Chile».  Y,  efectivamente, 
al  fin  se  despidieron  de  las  autoridades  puntanas  y  re- 
gresaron a  su  país,  con  el  pesar  de  no  haber  podido  con- 
seguir nada  a  favor  de  la  concordia. 

De  acuerdo  con  lo  manifestado  por  el  Director  del 
Estado,  Belgrano  estaba  decidido  a  bajar  con  su  ejér- 
cito para  caer  sobre  los  anarquistas  del  litoral,  en  com- 
binación con  las  fuerzas  de  Buenos  Aires  y  el  auxilio 
que  podía  prestarle  el  ejército  de  los  Andes,  aunque 
San  Martín  prefería  pasar  a  Salta,  a  defender  la  frontera, 
antes  que  mezclarse  en  nuestras  contiendas  civiles.  En  esa 
circunstancia,  San  Martín  ordenó  el  repaso  de  los  Andes 
a  una  división  del  ejército,  quedando  otra  en  la  falda 
occidental,  para  concurrir  en  cualquier  momento  donde 
fuera  necesario,  pues  no  era  prudente  abandonar  total- 
mente el  territorio  chileno,  máxime  cuando  sus  miras 
estaban  puestas  en  Lima. 

San  Luis  había  organizado  y  disciplinado  un  esco- 
gido cuerpo  de  granaderos  a  caballo,  que  debía  incor- 
porarse a  Bustos,  en  Córdoba,  para  la  campaña  contra 
Santa  Fe,  y,  en  caso  de  invadir  los  realistas  por  el  norte, 
dirigirse  rápidamente  a  Salta. 

Después  de  una  tregua,  favorecida  por  el  armisti- 
cio de  San  Lorenzo,  la  lucha  volvió  a  enardecerse  y  a 
cobrar  estímulo  ante  la  desacertada  política  del  Direc- 
torio. En  tal  situación,  el  gobierno  autorizó  a  San  Martín 
para  que  abriera  negociaciones  a  fin  de  estipular  y  con- 
cluir pactos,  conforme  al  interés  general  y  particular 
de  los  pueblos.  San  Martín  se  dirigió  a  las  autoridades 
de   San   Luis,    comunicándoles   este   suceso   y   manifes- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  233 

tándoles  que  creía  conveniente  nombrasen  un  diputado 
para  que,  en  las  negociaciones  a  iniciarse,  representa- 
se a  San  Luis.  En  carta  a  Dupuy,  le  dice  que  Godoy 
Cruz  saldrá  nombrado  por  Mendoza  y  Laprida  por  San 
Juan.  Los  diputados  debían  reunirse  en  San  Luis  para 
emprender  viaje  al  Litoral  y  uniformar  las  opiniones 
acerca  de  la  delicada  misión  que  se  les  encomendaba. 
El  Cabildo  de  San  Luis  aplaudió  la  resolución  adop- 
tada, y  en  contestación  a  ella,  comunicó  que  su  represen- 
tante, elegido,  para  esa  misión,  era  D.  José  Santos  Ortiz. 

En  tales  circunstancias,  llegó  la  noticia  de  haberse 
roto  las  hostilidades  entre  Santa  Fe  y  Buenos  Aires, 
entrando  en  liga  contra  el  gobierno  central  todos  los 
caudillos    anárquicos. 

El  gobierno  ordenó,  nuevamente,  al  general  San  Mar- 
tín viniera  en  su  auxilio,  con  una  división  del  ejército 
de  los  Andes,  ya  fuese  para  defender  a  Buenos  Aires 
en  caso  de  que  se  realizase  la  expedición  de  Cádiz,  o 
para  reforzar  sus  tropas. 

Aunque  estaba  convencido  de  la  urgencia  de  llevar 
a  cabo  la  expedición  al  Perú,  parece  que  el  general  re- 
signóse por  el  momento  a  cumplir  la  orden. 

En  efecto,  desde  San  Luis  comunicó  que  se  pondría 
en  marcha  con  seis  escuadrones  de  caballería  y  artille- 
ría, sumando  un  total  de  2.000  hombres. 

San  Luis  se  había  levantado  en  masa  para  reforzar 
el  ejército  de  los  Andes  y  acudir  adonde  fuera  necesario 
en  defensa  de  la  libertad  americana,  o  para  restablecer 
el  orden  interno. 

Los  granaderos  a  caballo,  al  mando  del  comandante 
Mariano  Necochea,  estaban  completando  su  instrucción 
en  las  cercanías    de   la    ciudad. 

El  campamento  general  fué  establecido  en  el  hermoso 
valle  de  Las  Chacras,  a  dos  leguas  de  la  capital  puntana, 
sobre  una  magnífica  explanada,  debidamente  dispues- 
ta para  campo  de  maniobras  y  donde  también  se  es- 
tablecieron los  depósitos  y  el  hospital.  D.  José  Narci- 
so Domínguez  tuvo  a    su    cargo    la    proveeduría,  y  el 


234 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


médico,  ex  prisionero  español,  Dr.  José  María  Gómez, 
se  puso  al  frente  de  la  sanidad  militar.  Algunos  arte- 
sanos criollos,  fraguaban  las  herraduras  y  los  sables  y 
repasaban  las  tercerolas;  otros  fabricaban  monturas, 
aparejos  y  correajes,  dando  al  campamento  una  acti- 
vidad extraordinaria.  Allí  se  completó  y  disciplinó  el 
célebre  regimiento  granaderos  a  caballo,  después  de  sus 
quebrantos  en  las  campañas  de  Chile,  para  llenar  la  mi- 
sión que  el  destino  le  tenía  deparada  en  las  luchas  por 
la  libertad. 


El  campamento  de  Las  Chacras 


La  salud  de  San  Martín  era  muy  delicada,  y  a  fines 
de  agosto,  se  supo  en  San  Luis  que  su  estado  se  había 
reagravado.  La  noticia  produjo  una  gran  alarma,  obli- 
gando al  Cabildo  a  reunirse  en  acuerdo  extraordinario, 
en  cuyo  acto  el  alcalde  de  l.er  voto,  D.  Justo  José  Gatica, 
manifestó:  «Que  teniendo  certidumbre  de  la  próxima  ve- 
nida de  la  expedición  de  España  al  Río  de  la  Plata,  según 
las  noticias  oficiales  que  se  habían  comunicado  a  todos 
los  pueblos  por  el  ministerio  de  la  guerra,  en  circunstan- 


. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  235 

cias  que  el  Excmo.  capitán  general  D.  José  de  San  Mar- 
tín se  hallaba  gravemente  enfermo  en  Mendoza  y  en  es- 
tado de  no  poder  emprender  su  marcha  a  la  capital  de 
Buenos  Aires,  donde  le  llamaban  los  peligros  de  la  Patria; 
en  este  concepto  creía  del  mayor  interés  y  necesidad  que, 
penetrado  el  ayuntamiento  de  los  graves  conflictos  que 
nos  amenazaban,  no  sólo  en  caso  de  venir  la  expedición 
de  España,  sino  en  el  de  dilatarse  o  agravarse  la  enfer- 
medad del  que  tantas  veces  había  salvado  la  patria, 
se  acordare,  por  el  ayuntamiento  que,  sin  pérdida  de  mi- 
nutos, el  teniente  gobernador  se  ponga  en  viaje  a  Men- 
doza, acompañado  del  facultativo  Dr.  José  María  Gómez, 
y,  con  su  auxilio,  pueda  cooperar  al  deseado  restableci- 
miento de  S.  E.  Era  igualmente  necesario  el  viaje  de 
Dupuy  para  que  acordase  con  el  general  las  medidas  a 
tomarse  en  esta  jurisdicción  en  cualquier  emergencia, 
sin  embargo  de  reconocérsele  su  celo  y  previsión,  y  por 
fin,  agregaba,  es  probable  que  pueda  importar  mucho 
una  conferencia  entre  San  Martín  y  Dupuy,  así  para 
mantener  el  sistema  de  uniformidad  que,  felizmente, 
ha  subsistido  hasta  hoy  en  la  provincia  de  Cuyo,  como 
para  que  dicho  señor  teniente  gobernador  asegure  a 
S.  E.  hasta  qué  grado  se  interesa  la  municipalidad  de 
San  Luis,  y  todo  este  distrito,  en  el  restablecimiento  de 
su   salud  y   conservación   de   su  vida.» 

Enterados  que  fueron  los  capitulares  del  objeto  y 
propósitos  por  las  palabras  del  alcalde  Gatica,  aclamaron, 
unánimemente,  la  necesidad  y  la  urgencia  de  tomar  estas 
medidas  y,  en  consecuencia,  se  pasó  copia  de  este  acuer- 
do al  teniente  gobernador  Dupuy  para  su  fiel  cumpli- 
miento. Noble  y  previsora  actitud  que  revela  el  celo 
patriótico  y  la  conciencia  plena  con  que  desempeñaban 
sus  funciones  aquellos  austeros  ciudadanos,  frente  a  los 
graves  problemas  que  se  presentaban  al  país  y  cuya  so- 
lución estaba  librada  a  la  pericia  militar  de  un  jefe  como 
San  Martín,  viniendo,  así,  a  vincular  su  existencia  a  la 
existencia  de  la  misma  patria.  Y  ahora  se  explicarán  las 
generaciones  actuales  por  qué  el  ilustre    general  tenía 


236  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

en  tanta  estima  a  los  púntanos,  los  cuales,  en  todas  las 
situaciones,  se  mostraron  tan  firmes  en  sus  conviccio- 
nes y  tan  leales  en  su  adhesión  hacia  su  persona.  Feliz- 
mente San  Martín  pronto  se  restableció  y  pudo  poner- 
se en  condiciones  de  volver  a  la  acción. 

Entonces  se  supo  la  sublevación  de  una  parte  del 
ejército,  en  Tucumán,  y  la  prisión  del  benemérito  gene- 
ral Belgrano. 

San  Martín  demoró  la  partida  de  sus  tropas,  temeroso 
de  que  el  movimiento  de  Tucumán  tuviese  conexiones 
con  Córdoba  y  con  las  fuerzas  de  Cuyo.  Ese  temor  se 
lo  comunicó  reservadamente  a  Dupuy,  recomendándole 
vigilancia,  a  lo  cual  éste,  siempre  leal  y  decidido  por  su 
causa,  le  manifestó,  el  27  de  noviembre,  que  podía  des- 
cansar en  que  redoblaría  tocias  las  medidas  necesarias 
para  conservar  inalterable  el  orden  de  su  jurisdicción. 

En  diciembre,  el  general  San  Martín  comunicó  al 
Director  Supremo  la  imposibilidad  de  moverse,  por  la 
flacura  de  las  cabalgaduras,  y  la  necesidad  de  ir  a  repa- 
rar su  salud  quebrantada  a  los  baños  de  Cauquenes  en 
Chile,  aunque  en  verdad,  para  tomar  la  suprema  reso- 
lución de  irse  sobre  el  Perú,  si  O'Higgins  respondía  con 
los  elementos  prometidos,  con  los  cuales  debía  realizar 
la  expedición  libertadora. 

A  raíz  de  la  conspiración  de  los  españoles  en  San 
Luis,  el  general  San  Martín  escribía  a  O'Higgins  di- 
ciéndole  que  el  orden  interno  nos  era  más  interesante 
que  cincuenta  expediciones  al  Perú,  mientras  que  ahora 
creía,  según  dice  Mitre:  «que  el  ejército  se  gastaría  esté- 
rilmente si  es  que  concurría  al  desorden».  Comprendía  que 
si  el  ejército  de  los  Andes  llegaba  a  contaminarse  con  la 
anarquía,  todo  estaba  perdido.  Entonces,  prefirió  sacri- 
ficar el  orden  interno  al  ideal  de  terminar  la  campaña  de 
la  independencia  americana,  que  aseguraría,  también, 
la  independencia  nacional. 


2. — Alistamiento  general. — Al  anuncio  de  que  en  Cá- 
diz   se   preparaba    una    expedición   española    de    20.000 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  237 

hombres,  con  destino  al  Río  de  la  Plata,  y  que  en  el 
Perú  se  organizaban  fuerzas  para  auxiliar  a  los  realis- 
tas de  Chile  y  traer  la  invasión  por  el  norte,  la  provincia 
de  San  Luis  se  puso  de  pie,  como  un  solo  hombre,  deci- 
dida al  último  sacrificio,  según,  solemnemente,  lo  habían 
manifestado  sus  autoridades. 

En  la  ciudad,  como  en  la  campaña,  se  presentaban 
la  mayor  parte  voluntarios,  eligiendo  cuerpo  unos,  y 
ofreciéndose,  otros,  para  el  destino  que  se  les  indicara. 
Todo  los  hombres  útiles  para  el  servicio  de  las  armas, 
casados,  solteros,  viejos  y  jóvenes  se  apresuraron  a  ocu- 
par su  puesto  en  las  filas  de  las  milicias,  destinadas,  co- 
mo ya  hemos  dicho,  a  completar  el  célebre  Regimiento 
de  Granaderos  a  Caballo  y  facilitar  la  reorganización  del 
glorioso  ejército  de  los  Andes. 

Así  se  explicaba  que  en  una  Provincia  de  16.500  al- 
mas, no  obstante  los  contingentes  que  se  habían  sacado 
desde  los  primeros  momentos  de  la  revolución,  y  los 
mil  hombres  que  sólo  Dupuy  había  enviado  desde  1815 
a  engrosar  los  ejércitos  de  la  patria,  se  tuvieran  aún  2185 
ciudadanos  decididos,  como  arrojaba  el  siguiente  cuadro 
de  alistamiento  general: 


¿Jtníio  m  (l/ist/im.i£nfo  (kfíet a/que fe  lia  /lediaen/aJdrisdiam  deJ .¿ue/s  desde  Id /dad 'de -J&aiw ■  ¿ásala* 

'So.  Con  expresión  defj! terneza 

do  Ouegxff  paxa  tmat  /as  i 
Ciiezpos  cjiee  re  /es.  destine^, 


de  So.  Con  expresión  dffjliemeio  de  Casados,  Soheiosj  Viudos  conjamifia,  Como  újua/metaz  de  losjue  han  e/o. 
qido  Ctsez/urjaza  tomáz  /as  cdfmeu ,  trde  Us  ¿jue  Voinn/ariamottte,  Mah  dtsjtuesfar  afomaz/aj  e/u£tñr- 


vfífftaTmentff 
de/a  Campana^ 


CeUados qufÁan  rfytdo  Ct/arpo  d  Crranaderas  a  Capai/o... - >  ^M 

ddem ' Jjíw  •  •  wGnztáesea Sdtm -  -  --  **wL  .íe>0 

dldem* 3dem..  .  d </ rfr/fao? . ^ .--••-    •  - */-"?•]■ 

xSohaetr  que  lian  rkqtá,  Cuesjo  ¿Granada*  d  CaJado *M 

tfdm   J  .  .  .  Hde,n  .  a  Cavada Sdem~. l\      ^ 

Vuedas  '."  ....-:.  ..:..Um    á  Orana***..  ..&m '^'\   "" 

'Casado  Vofimtai/os  para  /*  Cimpa  J}*r  *  ¡es  destine ,$[     i 

So/na,         .  W™  W™  ■  r  •■&""    -■  - -  -  -  £73d.0í2 

Aviadas  .  %/sm .áSfc» ■  •  *&*■. 'Zd±$ 

%  de/a  CueoaJ SC  asados  iv/ovfai/a?  paia  ¡a  Caer/,.?  que  so  /oj  destinen  ......    .,    89.)      0    , 

¡fo/treos  .      ...Í(/M.    Mm      lJi/e^.   .-■ ,:]JS.\-0¿' 

dJuezTa    d(7fa¿^7 


esumerul  fW >  Casados cj^í_^^_^_z££_ 

■Je  Clases      y  {den,  de  Jhdrros .,  /   S.12.W  '  ,vs¿%2M£ 

LUdem  de— .Viudos ;  0a  f  _ 


238  HISTORIA   DE   SAN   LUIS 

En  la  comunicación  de  Dupuy  al  gobernador  Luzu- 
riaga,  le  decía:  «a  juzgar  por  las  listas  que  han  enviado 
los  jueces  pedáneos,  vendrá  V.  E.  en  conocimiento  de 
que  no  hay  un  solo  puntano  que  no  esté  dispuesto  a  tomar 
las  armas  en  defensa  del  país».  Refiere  el  entusiasmo 
y  la  convicción  de  todos  los  habitantes,  de  que,  sin 
estos  supremos  sacrificios,  no  se  conseguirá  la  libertad 
de  la  patria,  y  luego  agrega:  «los  jueces  han  sido  los  pri- 
meros que  se  han  alistado  y  se  me  han  presentado  a  en- 
tregar las  listas,  con  todos  los  individuos  subscriptos  en 
ella,  y  el  lenguaje  con  que  se  nos  han  explicado  ha  sido 
decirnos  a  una  voz:  Aquí  estamos  prontos,  nuestro  teniente 
gobernador,  para  marchar  a  donde  se  nos  destine  y  derra- 
mar la  última  gota  de  sangre  por  la  patria.» 

«Protesto  a  V.  E.  que  he  tenido  que  hacer  un  esfuerzo 
para  no  derramar  las  lágrimas  al  oirles  explicarse  en  aquel 
lenguaje  sencillo,  inspirado  por  la  virtud  y  por  el  fuego 
del  patriotismo».  El  gobernador  Luzuriaga  puso  estos 
hechos  en  conocimiento  del  general  San  Martín  y  éste, 
al  elevarlos  al  Supremo  Gobierno,  lo  hizo  en  la  nota  au- 
tógrafa que  va  a  continuación,  junto  con  la  honrosa 
respuesta  del  gobierno.  Ambos  documentos  debían 
grabarse  en  el  bronce  inmortal,  para  ejemplo  de  las  ge- 
neraciones  venideras. 

Pero  aun  hay  otros  testimonios  que  confirman, 
ante  la  posteridad,  el  juicio  que  merecieron  los  púntanos 
en  aquellos  clásicos  días  de  la  patria.  En  carta  fechada 
20  de  octubre  en  Santiago  de  Chile,  y  atribuida  a  O'Hig- 
gins,  se  dice:  «He  recibido  su  apreciable  carta  7  del  co- 
rriente, en  la  que  me  hace  mil  elogios  del  patriotismo 
excesivo  de  los  señores  púntanos,  de  que  es  prueba 
evidente  el  alistamiento  de  500  hombres  solteros  en  que 
hay  muchos  hacendados.  No  me  canso  de  mostrar  su 
carta  a  todos,  para  que  vean  qué  héroes  tiene  ese  gran 
pueblo  de  la  Punta,  que  son  mis  apasionados  por  su  en- 
tusiasmo y  su  valor,  y  de  quienes  se  tiene  por  acá 
grande  opinión.» 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


239 


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240  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


He  aquí  en  qué  términos  se  expresa  el  benemérito 
general  Manuel  de  Oiazábal:  «En  septiembre  marchamos 
los  granaderos  a  caballo  a  la  ciudad  de  San  Luis,  el  ba- 
tallón de  cazadores  a  San  Juan  y  los  cazadores  a  caballo 
quedaron  en  Mendoza.  Estas  tres  ciudades  con  sus  te- 
rritorios, formaban,  en  aquella  época,  la  antigua,  heroica 
y  denodada  provincia  de  Cuyo,  mandada  por  el  general 
D.  Toribio  de  Luzuriaga. 

«En  San  Luis  fuimos  alojados  en  el  cuartel  de  la 
ciudad. 

«Tengo  el  mayor  placer  en  consignar,  que  esa  Pro- 
vincia excedió  en  mucho  las  esperanzas  del  general  San 
Martín,  en  cuanto  a  su  decidida  cooperación  en  favor 
de  la  gran  causa  de  América.  Sus  valientes  hijos,  el  ali- 
mento del  regimiento,  caballadas  y  muladas,  todo  fué 
cedido  sin  limitación.  ¡Gloria  imperecedera  para  los 
púntanos! 

«En  menos  de  dos  meses,  el  regimiento  tuvo  como 
400  voluntarios  que,  por  sí  solos,  llegaban  de  los  depar- 
tamentos a  presentarse  al  general. 

«Fué  entonces,  también,  que  entraron  al  regimiento 
los  después  beneméritos  guerreros  de  la  independencia, 
oficiales  de  milicias,  teniente  D.  Juan  Pascual  Pringles, 
en  mi  compañía,  y  en  otras,  D.  Cornelio  L.  Lucero,  D. 
José  Cecilio  Lucero,  que  murieron  ambos  ya  coroneles 
y  D.  Pedro  Herrera. 

«No  temo  ser  desmentido  al  asegurar  que  para  el 
general  San  Martín  y  el  ejército  de  los  Andes,  los  mejores 
soldados  de  caballería  de  la  República,  en  aquella  época, 
eran  los  púntanos,  que  tanto  se  distinguieron  por  su  va- 
lor, disciplina  y  constancia,  no  obstante  que  de  las  otras 
provincias  salieron  tantos  héroes.» 

Tan  es  exacta  la  cita  del  general  Oiazábal  sobre 
la  opinión  que  tenía  el  general  San  Martín  de  los  solda- 
dos púntanos,  que,  con  fecha  12  de  agosto,  escribía  a 
Dupuy  diciéndole  que  sólo  esperaba  la  conclusión  de  los 
vestuarios  para  los  granaderos,  a  fin  de  que  éstos  fueran 
a  completarse  a  San  Luis.  «Este  cuerpo,  le  dice,  tiene 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  241 

algunas  vacantes  y  aunque  en  ésta  se  han  presentado 
algunos  jóvenes  para  entrar  en  él,  no  he  querido  admitir 
a  nadie,  hasta  ver  si  hay  algunos  bravos  púntanos  que 
quieran  entrar  en  él».  En  consecuencia,  fueron  admiti- 
dos los  cuatro  oficiales  que  se  nombran,  en  mérito  a  sus 
honrosos  antecedentes  como  patriotas  y  oficiales  de  mi- 
licias: Pringles,  José  Cecilio  y  Cornelio  L.  Lucero  y  Pedro 
Herrera. 

Más  tarde  recomendaba  la  reunión  de  caballadas, 
ínulas  y  ganado  para  el  sostenimiento  de  la  tropa,  y  ponía 
en  conocimiento  del  Cabildo  las  notas  del  Director  Supre- 
mo, avisando  la  venida  de  la  expedición  española  a  nues- 
tras costas.  El  Cabildo  contesta  en  nombre  del  pueblo 
de  San  Luis  y  de  los  habitantes  todos  de  su  jurisdicción, 
expresando  el  firme  propósito  de  sostener,  a  todo  trance, 
la  libertad  e  independencia,  que  habían  jurado,  con  sus 
intereses  y  con  su  sangre  y  que  iban  a  arbitrar  los  recursos 
para  contribuir  al  sostenimiento  del  ejército  de  esta  Pro- 
vincia por  dos  o  tres  meses.  En  efecto,  pocos  días  después, 
el  29  de  octubre,  comunicaba  el  teniente  gobernador 
Dupuy  que:  «se  ha  distribuido  el  apresto  de  2.000  caba- 
llos, 1.500  muías  y  600  cabezas  de  ganado  vacuno,  para 
que  estén  prontos  a  marchar  con  el  Ejército.» 

Recuerda  que  el  regimiento  de  milicias  estaba  en 
disolución,  por  haber  proveído,  desde  1815,  de  mil  y 
tantos  hombres  al  ejército,  y  que  tuvo  que  proceder  a 
organizarlo,  creando  un  regimiento  de  cuatro  escuadro- 
nes con  dos  compañías,  y  cada  una  de  ellas  con  105  pla- 
zas. A  esto  se  agregaba  el  haber  mandado  que  para  prin- 
cipios de  diciembre,  los  rematadores  de  los  diezmos  del 
año  pasado,  entregasen  en  la  caja  del  Estado  sus  valores, 
a  fin  de  arbitrar  recursos  en  dinero,  destinado  al  soste- 
nimiento de  las  tropas.  Ya  no  quedaba  nada  más  por 
ofrecer  ante  el  altar  sagrado  de  la  patria  y  de  sus  altos 
ideales.  Tan  eficaces  eran  los  resortes  que  sabían  tocar  Du- 
puy y  el  Cabildo,  para  obrar  estos  asombrosos  resulta- 
dos en  el  alma  sana,  noble  y  viril  de  aquel  pueblo  ab- 
negado. 

TOMO  I  16 


242  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Los  miembros  del  ilustre  Cabildo  de  1819  eran: 
Justo  José  Ciática. — José  Domingo  Arias. — Agustín 
Sosa. — José  Cecilio  L.  Lucero. — José  Marcos  Guiña - 
zú,  quienes  por  su  eficaz  cooperación  para  reorganizar 
el  ejército  de  los  Andes  y  preparar  la  Expedición  Liber- 
tadora del  Perú,  lian  comprometido  la  eterna  gratitud 
de  la  Patria. 


3. — El  año  20  ha  adquirido  una  triste  celebridad,  en 
los  fastos  de  la  historia  nacional,  por  el  espíritu  de  re- 
belión que,  como  una  epidemia  moral,  se  había  apodera- 
do   del   país,    arrastrándolo    a   un   verdadero    caos. 

Por  todas  partes  aparecía  la  anarquía;  ni  los  peli- 
gros de  la  invasión  española  por  el  norte;  ni  la  amenaza  de 
la  formidable  expedición  que  se  organizaba  en  Cádiz; 
ni  la  alta  conveniencia  de  llevar  las  armas  de  la  revolu- 
ción al  Perú,  para  terminar  la  obra  grandiosa  de  la  li- 
bertad americana,  nada  pudo  detener  a  los  caudillos, 
nada  pudo  vencer  su  terquedad  y  sus  ambiciones,  pu- 
ramente  personales   y   bastardas. 

El  federalismo  gaucho  surgía  frente  al  centralismo, 
representado  por  el  Director  Supremo  y  el  Congreso. 
Las  provincias  del  litoral,  coligadas  para  marchar 
contra  Buenos  Aires;  las  del  interior,  profundamente 
convulsionadas  desde  el  criminal  atentado  de  Tucumán 
contra  el  virtuoso  Belgrano;  el  ejército  del  norte,  minado 
por  la  indisciplina;  sólo  quedaba  incólume  el  ejército  de 
los  Andes  y  ya  sabemos  que  el  general  San  Martín  ha- 
bía manifestado  su  repugnancia  a  mezclarse  en  la  con- 
tienda de  la  guerra  civil. 

En  tal  situación,  el  Director  Rondeau  llamó  al  ejér- 
cito auxiliar  del  norte  y  al  de  los  Andes,  para  reconcentrar 
sobre  Buenos  Aires  una  fuerza  poderosa  y  concluir,  de 
una  vez,  con  los  caudillos,  alzados  contra  la  autoridad 
nacional;  pero  el  ejército  del  norte  se  sublevó  en  la  pos- 
ta de  Arequito,  el  7  de  enero,  al  mando  de  Bustos.  Unos 
pocos  fieles  soldados,  insuficientes  para  imponerse,  con- 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  243 

tinuaron  su  viaje,  hostilizados  por  los  sublevados,  y 
el  resto  regresó  a  Córdoba,  de  cuya  situación  se  apoderó 
Bustos,  llegando  a  cimentar  su  autoridad  hasta  ser  una 
influencia  decisiva  en  la  política  del  interior.  Córdoba, 
independizada  de  hecho,  se  colocaba  frente  a  frente  de 
los   caudillos   del  litoral  y   de   Buenos   Aires. 

Al  mismo  tiempo,  el  capitán  Mendizábal  sublevaba 
en  San  Juan  el  1 .°  de  Cazadores  de  los  Andes,  compuesto 
de  mil  hombres.  El  teniente  gobernador  fué  depuesto 
y  enviado  a  prisión  con  los  oficiales  no  adictos  al  mo- 
vimiento. Al  llegar  este  suceso  a  conocimiento  del  go- 
bernador Luzuriaga,  éste  acordó  con  el  general  Alvarado, 
jefe  de  las  fuerzas  destacadas  en  Mendoza,  marchar  sobre 
San  Juan  y  sofocar  la  revolución.  Alvarado  se  puso  en 
marcha  y  al  llegar  a  la  ciudad  de  San  Juan,  se  dirigió 
al  batallón  sublevado  recordándoles  sus  deberes  y  pro- 
metiéndoles indulto  y  atender  sus  reclamos,  si  se  some- 
tían. 

La  respuesta  hizo  comprender  al  general  Alvarado 
que  no  era  posible  ningún  avenimiento  y,  entonces,  se 
decidió  a  atacarlos;  pero  fué  detenido  en  las  cercanías 
de  la  capital  por  una  diputación  del  Cabildo,  quien  ve- 
nía a  rogarle  que  suspendiese  el  ataque,  pues,  corría  pe- 
ligro la  vida  del  teniente  gobernador  De  la  Rosa,  ofi- 
ciales y  muchos  ciudadanos,  apresados  por  los  revol- 
tosos. 

Para  evitar  un  derramamiento  de  sangre,  Alvarado 
consintió  en  regresar,  dejando  librada  a  San  Juan  a  sus 
propios  destinos. 

En  Mendoza  se  encontró  con  una  gran  efervescencia 
popular,  motivada  por  la  renuncia  que  el  gobernador 
Luzuriaga  había  depositado  en  manos  de  la  Municipali- 
dad. 

Entretanto,  el  general  Alvarado  se  apresuró  a  llamar 
el  regimiento  de  Granaderos  a  Caballo,  que  estaba  en 
San  Luis,  y  con  las  otras  tropas  fieles,  pasó  los  Andes 
y  fué  a  entregarlas  al  general  San  Martín  en  el  Cam- 
pamento de  Rancagua;  unos  días  más  en  tomar  esta  re- 


244  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

solución  y  las  tropas  hubieran,  tal  vez,  seguido  el  ejemplo 
del  1.°  de  Cazadores,  pues  varios  oficiales  habían  sido 
vistos  para  encabezar  el  movimiento.  Las  provincias 
de  Cuyo  quedaron  sin  fuerzas  regulares  para  sostener 
la  autoridad  y  contener  el  avance  de  la  anarquía. 

Mendizábal  hizo  labrar  un  acta,  en  la  cual  constaba 
que  la  provincia  de  San  Juan  se  hallaba  independiente 
de  hecho,  de  Mendoza,  pues  se  uniría  a  las  demás  pro- 
vincias federadas;  declaraba  asumir  su  propia  soberanía 
y  que  el  teniente  gobernador  se  elevaba  al  rango  de 
gobernador,  con  todas  las  prerrogativas  y  facultades 
anexas  a  su  cargo. 

En  consecuencia,  se  comisionó  a  D.  José  María  Ra- 
miro para  que  negociara,  con  el  gobernador  de  Mendoza, 
la  independencia  de  San  Juan  y  evitara  un  derrama- 
miento   de    sangre    entre    pueblos    hermanos. 

Como  complemento  a  las  negociaciones,  debían  re- 
unirse en  Mendoza  tres  comisionados,  uno  por  cada  una  de 
las  divisiones  de  Cuyo,  con  la  misión  de  resolver  sobre 
los  asuntos  de  común  interés,  y  cuyas  deliberaciones  se 
comprometían  a  acatar. 

Mendoza,  designó  el  P.  Lorenzo  Grriraldes;  San  Juan, 
a  Javier  Godoy,  y  San  Luis,  a  José  Gregorio  Giménez. 

El  gobernador  Campos  aceptó  todas  las  proposicio- 
nes y  mandó  celebrar  la  paz  con  salvas  y  repiques  y 
saludar  el  feliz  advenimiento  de  San  Juan  como  provincia 
autónoma.  Cuando  regresó  el  comisionado  Ramiro, 
Mendizábal  había  sido  depuesto,  quedando  sin  efecto 
el  cuerpo  legislativo  que  se  proyectaba;  pero,  de  hecho 
estaba  reconocida  la  división  de  la  antigua  provincia 
de  Cuyo,  en  tres  provincias  autónomas:  Mendoza,  San 
Juan    y.    finalmente,    San    Luis. 

Mendizábal  huyó  a  La  Rio  ja,  donde  fué  preso  por  el 
gobernador  Ocampo  y  remitido  a  Güemes;  éste  lo  man- 
dó, bajo  segura  custodia,  al  general  San  Martín  que  es- 
taba en  el  Perú.  Juzgado  por  un  consejo  de  guerra, 
fué  condenado  a  muerte  v  fusilado  en  Lima,  en 
1822. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  245 

Así  purgó  el  crimen  de  la  indisciplina,  que  introdujo 
en  el  ejército,  y  la  anarquía  a  que  entregó  las  provin- 
cias de  Cuyo. 

Estos  movimientos  tuvieron,  también,  su  repercusión 
en  San  Luis.  El  Cabildo  se  había  renovado  con  el  nuevo 
año  y  los  elementos  que  lo  constituían  respondían, 
plenamente,  a  la  causa  del  orden  y  eran  personalmente 
adictos  a  Dupuy.  Sin  embargo,  el  teniente  gobernador, 
dándose  cuenta  del  carácter  general  del  movimiento, 
se  anticipó  a  facilitar  el  camino,  enviando  su  renuncia 
al  Cabildo. 

Alarmado  este  cuerpo,  se  reunió  el  24  de  enero  y 
pidió,  encarecidamente,  a  Dupuy,  en  nombre  del  pueblo, 
continuara  en  el  gobierno,  pues,  le  era  adicto  y  no  omi- 
tiría sacrificio  para  apoyar  su  autoridad.  Al  mismo 
tiempo  se  comisionó  al  síndico  procurador  de  la  ciudad, 
D.  Lorenzo  Leanes,  al  cura,  Ángel  Sánchez,  y  a  D.  José 
Gregorio  Giménez,  para  que,  a  nombre  de  todo  el  pueblo, 
le  hiciesen  presente  que  si  la  suerte  de  San  Luis  le  mere- 
cía algún  interés,  esta  era  la  vez  en  que  todos  espera- 
ban la  mayor  prueba  de  aprecio  del  jefe  que  habían 
tenido  seis  años  a  la  cabeza. 

El  Cabildo  aguardaba  que  el  señor  teniente  goberna- 
dor diese  una  contestación  favorable,  con  la  cual  sólo  po- 
dían tranquilizarse  los  ánimos  de  estos  habitantes.  Dupuy 
prometió  que  estaría  en  su  puesto  para  conjurar  todo 
peligro  contra  el  orden  público,  inter  el  pueblo,  en  plena 
libertad  de  acción,  resolviese  sobre  sus  destinos.  Sin  em- 
bargo, continuaban  sus  maquinaciones  los  mismos  dís- 
colos que,  en  1816,  pretendieron  hacer  anular  la  elección 
del  diputado  Pueyrredón  y  que,  desde  entonces,  estaban 
excluidos  de  las  funciones  públicas. 

Encabezábanlos  D.  Tomás  Varas  y  D.  Ramón  Es- 
teban Ramos  y  últimamente  se  les  había  incorporado 
D.  José  Santos  Ortiz. 

Intertanto,  los  caudillos  Ramírez  y  López,  hábil- 
mente trabajados  por  Alvear  y  el  chileno  Carrera,  mar- 
chaban sobre  Buenos  Aires,  convencidos  de  que  el  Di- 


2-1-6  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

rector  Supremo  y  el  Congreso  habían  resuelto  fundar 
una  monarquía  para  el  gobierno  de  las  Provincias  Uni- 
das del  Río  de  la  Plata. 

Rondeau  les  salió  al  encuentro  y  fué  derrotado  en 
la  Cañada  de  Cepeda  el  1.°  de  febrero  de  1820,  arrastran- 
do en  su  caída  al  Congreso. 

Nombrado  gobernador  de  Buenos  Aires,  Sarratea, 
se  subscribió  con  éste  el  Tratado  del  Pilar,  el  23  de  febrero, 
debiendo  iniciarse  un  proceso,  por  alta  traición,  a  todos 
los  que  habían  estado  en  el  gobierno. 

Pueyrredón    había    sido    desterrado    a    Montevideo. 

Estos  hechos  repercutieron  hondamente  en  el  inte- 
rior, y  estimularon  a  los  federales  a  adueñarse  de  las  si- 
tuaciones provinciales.  Muchos  de  los  oficiales  retirados 
de  la  milicia  puntana,  dirigidos  por  Varas,  pidieron, 
con  otros  vecinos,  la  reunión  de  un  Cabildo  abierto,  el 
cual  tuvo  lugar  el  15  de  febrero.  En  él  se  trató  de  reem- 
plazar a  las  autoridades  locales,  a  ejemplo,  según  el  ac- 
ta, de  las  otras  capitales  y  pueblos  subalternos.  De  he- 
cho quedó  cesante  el  Cabildo  y  el  teniente  gobernador, 
nombrándose  en  su  reemplazo,  interinamente,  Alcalde 
de  1  .er  voto  al  sargento  mayor  de  milicias  Tomás  Varas; 
para  el  de  2.°,  a  Manuel  Herrera;  defensor  de  menores, 
a  Leandro  Cortez;  reeligiéndose  a  los  demás  capitulares 
y  nombrándose  comandante  de  armas  al  capitán  de  mi- 
licias Domingo  Jordán. 

Fueron  eliminados  Francisco  de  Paula  L.  Lucero, 
Tomás  Luis  Ossorio,  Manuel  Rivero  (ex  secretario  de  Du- 
puy),  pero  quedaron:  José  Antonio  Salazar,  Manuel 
Palma    y    Olguin,    Esteban    Adaro    y   Lorenzo    Leanes. 

Poco  después  del  19,  los  oficiales  de  milicias  encabe- 
zaron una  petición,  delegando  a  José  Gregorio  Giménez, 
Luis  de  Videla  y  José  Felipe  Ortiz,  para  pedir  el  inmediato 
extrañamiento  de  la  Provincia,  del  teniente  gobernador 
Dupuy,  por  creer  incompatible  su  permanencia  con  la 
tranquilidad  pública.  El  Cabildo,  con  el  cual  se  procedía 
de  acuerdo,  proveyó  conforme  a  lo  pedido,  agregando, 
por  fórmula,  que  dicha  petición  fuera  subscripta,  además, 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  247 


por  los  ciudadanos,  y  hecho  que  fuese,  proveer  como  lo 
solicitaba  la  voluntad  del  pueblo.  Parece  que  el  plan  era 
prender  a  Dupuy  y  desterrarlo  a  Catamarca. 

Sin  embargo,  Dupuy  se  alejó,  libremente,  en  conse- 
cuencia, después  de  haber  gobernado  seis  años  la  pro- 
vincia, en  cuya  época,  mal  que  pese  a  las  pasiones  de 
aquellos  días  aciagos,  fomentó  la  prosperidad  de  San 
Luis,  organizó  sus  milicias  y  manejó  los  intereses  públi- 
cos con  honradez  y  acierto. 

Libre  de  esta  tarea  que  le  había  impedido  espigar 
el  laurel  de  Chacabuco  y  de  Maypú,  se  trasladó  a  Chile 
para  incorporarse  al  Ejército  Libertador  del  Perú,  en 
cuyas  campañas  se  distinguió  por  su  valor  y  talento 
militar. 

Oficial  de  la  Legión  de  mérito  de  Chile,  benemérito 
de  la  Orden  del  Sol  del  Perú,  cargado  de  honores  y  ser- 
vicios, regresó  a  la  Patria,  pasando  los  últimos  años  en 
Buenos  Aires,  de  donde  era  oriundo,  entregado,  en  el 
seno  de  la  familia,  a  vivir  de  los  recuerdos  de  su  larga  ac- 
tuación, pobre,  pero  satisfecho  de  haber  llenado  sus  de- 
beres con  elevación  y  patriotismo. 

Murió  el  18  de  enero  de  1843  y  su  memoria  recién 
fué  honrada  en  San  Luis  en  1895,  por  el  director  del  Mu- 
seo Histórico  Nacional,  con  una  placa  que  colocó  en  la 
casa  de  gobierno  y,  posteriormente,  se  creó,  en  la  región 
sud,  el  «Partido  y  pueblo  Vicente  Dupuy». 


4. — El  Cabildo,  constituido  en  la  forma  referida, 
quedó  al  frente  de  la  situación  y  por  mera  formalidad 
citó,  el  26  de  febrero,  al  vecindario  de  la  capital  para 
darle  legalidad.  Convenientemente  preparados  los  áni- 
mos, la  asamblea  popular  resolvió:  1.°  Nombrar,  para, 
presidir  el  acto  y  recibir  los  sufragios,  al  mismo  Cabildo 
con  el  título  de  gobernador  interino;  2.°  Que  el  gobier- 
no sea  compuesto  del  Ayuntamiento,  y  de  consiguiente, 
que  en  él  sólo  se  refundan  o  reasuman  las  facultades  de 
entender  en  los  cuatro  casos  o  causas,  a  saber:  político, 


248  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

militar,  hacienda  y  guerra,  por  cuya  razón  su  título  se- 
ría el  de  Cabildo  Gobernador.  3.°  Que  en  dicho  Ayunta- 
miento reside  la  facultad  de  convocar  el  cuerpo  de 
oficiales  y,  con  ellos,  elegir  y  nombrar  un  comandante 
de  armas,  en  un  sujeto  revestido  de  las  circunstancias 
relativas  al  tal  ministerio  y  de  su  aprobación;  4.°  Que 
respecto  a  que  la  experiencia  ha  enseñado  que  residien- 
do el  poder  gubernativo  en  una  sola  persona,  está  ex- 
puesto el  Ayuntamiento  a  que  sus  funciones  sean  entor- 
pecidas por  él,  desde  ahora  queda  extinguido  este  empleo, 
hasta  que  se  establezca  por  la  nación  el  método  más  con- 
veniente; 5.°  Que  el  Cabildo  entrante,  como  en  él  se  re- 
funde el  peso  del  Gobierno,  tiene  opción  y  poder  para 
disponer  conforme  ocurran  sus  respectivas  urgencias, 
de  la  nota  anexa  a  dicho  empleo,  con  concepto  a  los  con- 
tingentes, entrega  de  la  caja,  como  igualmente  a 
asignar  la  renta  que  se  le  ha  de  dar  al  comandante  de 
armas;  6.°  Que  sea  de  la  obligación  del  Ayuntamiento 
oficiar  a  los  pueblos  circunvecinos,  avisándoles  los  sen- 
timientos de  confraternidad  que  animan  a  los  habitan- 
tes de  San  Luis,  en  cuya  conformidad  procedieran  a 
la  elección  del  Cabildo  Gobernador. 

La  federación  quedaba,  de  hecho,  consumada,  con  la 
separación  de  las  provincias,  sin  una  autoridad  nacional 
que  pudiese  imponerse,  ni  mantener  los  vínculos  de  la 
antigua   unión. 

El  Cabildo  Gobernador,  así  confirmado,  eligió  su 
presidente  a  D.  José  Santos  Ortiz,  y  comunicó,  el  1.°  de 
marzo,  el  advenimiento  de  la  nueva  autoridad,  expre- 
sando al  gobernador  de  Buenos  Aires:  «los  anhelos  del 
pueblo  puntano  por  aquel  gran  día  en  que  toda  la  Nación, 
por  medio  de  sus  representantes,  sea  ligada  por  los  lazos 
indisolubles.» 

El  1.°  de  marzo  de  1820  debe  señalarse  como  día  en 
que  la  provincia  de  San  Luis  organizó  un  gobierno  de- 
finitivo e  independiente.  Sin  embargo,  el  procedimiento 
del  Cabildo  no  mereció  aprobación  en  la  campaña,  donde 
el  licenciado  D.  Santiago  Funes  encabezó  una  solicitud, 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  249 

con  los  vecinos  de  Punta  del  Agua,  Santa  Rosa  y  Pie- 
dra Blanca,  en  la  cual  se  quejaban  del  desaire  he- 
cho a  los  habitantes  de  la  campaña,  la  parte  más  consi- 
derable de  la  jurisdicción,  por  no  habérseles  dado 
oportunidad  de  intervenir  en  el  cambio  del  anterior  go- 
bierno, constituido  por  el  voto  de  todos. 

Sostenía  la  nulidad  del  acto  realizado,  por  haberse 
prescindido  de  la  opinión  de  la  campaña,  y  calificaba  de 
abusiva  la  actitud  asumida  por  el  vecindario  de  la  Ca- 
pital, pues,  ese  cambio  se  debía  a  algunos  atrevidos  que, 
apoderados  de  la  fuerza,  condujeron  al  Cabildo  y  arras- 
traron a  corto  número  de  vecinos  para  dar  apariencia 
legal  a  un  acto  con  vicios  insanables  de  nulidad. 

El  Cabildo  consideró  el  caso  como  una  manifestación 
subversiva  contra  el  orden  establecido  y  calificó  de  cons- 
piradores a  D.  Santiago  Funes,  a  los  alcaldes  de  her- 
mandad D.  Ursulo  Funes,  Eligió  Cabral  y  Miguel  Za- 
rate. 

Para  hacer  efectiva  su  responsabilidad,  se  nombró  co- 
misionado sumariante  a  D.  Ramón  Esteban  Ramos, 
quien  se  trasladó  a  Santa  Rosa,  Punta  del  Agua  y  Pie- 
dra Blanca  e  instruyó  el  sumario  correspondiente.  Un 
poco  antes,  había  llegado  el  comandante  José  Antonio 
Becerra,  para  prender  a  los  supuestos  conspiradores; 
pero   éstos   habían   fugado   a   Córdoba. 

Ramos  constató  el  hecho,  bien  probado,  de  haber 
sido  el  autor  de  la  representación  D.  Santiago  Funes, 
fundado,  en  que  contra  la  voluntad  de  la  campaña,  se 
había  eliminado  del  gobierno  a  D.  Tomás  Varas.  Este 
había  preparado  el  movimiento,  como  se  comprobó 
poco  después  con  cartas,  que  le  fueron  secuestradas,  y  di- 
rigidas al  gobernador  de  La  Rio  ja,  D.  Francisco  Antonio 
Ocampo,  en  las  cuales  se  quejaba  de  Ortiz  y  lo  despres- 
tigiaba por  su  excesiva  ambición  de  mando.  El  asunto 
terminó  con  el  destierro  de  Varas  al  Retamo  y  el  afian- 
zamiento de  la  nueva  situación. 

Tales  fueron  los  primeros  pasos  del  gobierno  autó- 
nomo de  San  Luis. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  251 


CAPITULO  X 

SUMARIO:  1. — Gobierno  de  Dn.  José  Santos  Ortiz. — Invasión 
del  caudillo  chileno  José  Miguel  Carrera. — El  combate  de  Las 
Pulgas. — Carrera  se  apodera  de  San  Luis  y  hace  elegir  gober- 
nador interino  a  Dn.  José  Gregorio  Giménez. — Derrota  y  muer- 
te de  Carrera.  2. — Preparativos  para  reunir  un  Congreso  en 
Córdoba. — Conspiración  de  Giménez  y  otros  púntanos  expa- 
triados en  Mendoza.  3. — Ortiz  nombra  una  Junta  para  arbi- 
trar recursos  tendientes  a  salvar  la  situación  precaria  en  que 
se  encontraba  la  Provincia. — Pacto  de  Unión. — Nuevos  pedidos 
de  contingentes  del  genera]  San  Martín. — Amenaza  de  los  in- 
dios.— Convención  preliminar  de  la  paz  con  España:  fracaso  de 
las  gestiones. 

1. — D.  José  Santos  Ortiz  se  hizo  cargo  del  gobierno 
animado  de  las  mejores  intenciones  en  favor  del  orden, 
de  la  regularidad  administrativa  y  del  deseo  de  fomen- 
tar, a  su  amparo,  el  bienestar  de  la  provincia.  Hombre 
culto,  joven  todavia,  con  las  nociones  frescas  que  habia 
recibido  en  la  docta  universidad  de  Córdoba,  llegaba 
al  poder  bajo  los  mejores  auspicios  para  realizar  una  obra 
seria  y  transcendental.  En  efecto,  desde  luego  dictó  una 
serie  de  medidas  tendientes  a  regularizar  la  percepción 
de  las  escasas  rentas,  organizó  la  policía  de  campaña  y 
constituyó  el  poder  judicial,  Ínter  el  Cabildo  funcionaba 
como  Legislatura.  Así,  pues,  quedaban  constituidos  los 
tres  poderes,  dictándose  reglas  de  conducta  hasta  des- 
lindar y  fijar  sus  respectivas  atribuciones.  Estos  hechos, 
que  daban  prestigio  a  la  administración  local,  fueron 
puestos  en  conocimiento  del  gobierno  de  Buenos  Aires, 
presidido  por  el  eminente  ciudadano  D.  Martín  Rodrí- 
guez e  inspirado  por  los  no  menos  ilustres  patriotas 
Bernardino  Rivadavia  y  doctor  Manuel  José  García, 
en  cuya  labor  progresista  y  prácticas  democráticas,  te- 


252 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS 


nía  puestas  sus  miradas  el  gobernador  Ortiz.  Y  la  razón 
de  apresurarse  a  comunicar  estos  hechos  al  gobierno  de 
Buenos  Aires,  estaba  en  que  éste  había  pasado  circula- 
res a  las  provincias  para  que  los  gobiernos  consagraran 
todos  sus  esfuerzos  al  arreglo  interior  de  las  de  su  mando; 


José  Santos   ( irtiz 


a  formar  y  reforzar  las  rentas  públicas;  a  sostener  una 
autoridad  representativa  que  uniese  los  espíritus  y 
estableciera  la  armonía,  a  base  de  legalidad  y  justicia. 
En  forma  indirecta,  y  con  tan  altas  miras,  el  civi- 
lizado gobierno  de  Buenos  Aires  ejercía  un  cierto  salu- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  253 

dable  tutelaje  sobre  los  demás  pueblos  del  país,  entre- 
gados, muchos  de  ellos,  a  mandones  ignorantes,  ungidos 
por  la  anarquía  general. 

Otra  gran  idea,  que  por  entonces  preocupaba  al  go- 
bernador Ortiz,  era  la  reorganización  de  la  provincia 
de  Cuyo  mediante  una  estrecha  liga  entre  las  tres  provin- 
cias hermanas,  especie  de  confederación,  representada  por 
una  dieta  de  diputados  que  debían  reunirse  en  Mendoza. 
El  gobierno  de  San  Juan  prestó  su  conformidad  al  pen- 
samiento y,  en  consecuencia,  nombró  diputado  al  emi- 
nente ciudadano  D.  Narciso  Laprida. 

En  medio  de  estas  tareas  y  preocupaciones,  Ortiz 
fué  sorprendido  con  la  noticia  enviada  desde  Río  IV, 
de  que  el  caudillo  chileno  José  Miguel  Carrera  se  dispo- 
nía a  invadir  la  provincia,  al  frente  de  unos  pocos  parti- 
darios y  con  una  horda  de  indios  aliados. 

Con  éstos,  había  asolado  la  campaña  de  Buenos  Ai- 
res, Santa  Fe  y  aún  de  Córdoba  y  se  proponía  pasar  a 
Cuyo,  aprovechando  la  oportunidad  de  encontrarse 
ésta  sin  fuerzas  regulares,  y  abrirse  camino  a  Chile, 
donde  esperaba  levantar  el  pendón  de  la  anarquía  con- 
tra la  influencia  preponderante  de  San  Martín  y  de  O'Hig- 
gins. 

Ortiz  se  preparó,  activamente,  a  la  defensa  e  intertan- 
to, mandó  comunicaciones  pidiendo  auxilios  a  Bustos, 
gobernador  de  Córdoba;  al  comandante  de  los  Llanos, 
Juan  Facundo  Quiroga  y  a  Mendoza,  recibiendo  de  ésta 
algunas  armas  y  municiones.  Bustos  había  delegado  el 
mando,  y,  personalmente,  iba  a  dirigir  la  campaña  contra 
el  invasor,  de  acuerdo  con  las  fuerzas  puntanas  que,  en 
número  de  500  hombres,  fueron  puestas  bajo  el  inmedia- 
to comando  de  D.  Luis  de  Videla.  El  gobernador  Ortiz 
emprendió  la  marcha,  con  las  tropas,  el  1.°  de  marzo, 
y  fué  a  situarse  en  la  orilla  del  Río  V,  lugar  que  se  deno- 
minaba la  «Ensenadita  de  las  Pulgas»,  muy  cerca  de  la 
actual  Villa  Mercedes. 

Allí  supo  que  Carrera  se  había  apoderado  del  Morro; 
pero  que,  al  día  siguiente,  se  ponía  otra  vez  en  marcha 


254  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

con  rumbo  al  sud,  quizá  buscando  la  incorporación  de 
los   indios   ranqueles. 

Por  su  parte,  la  Junta  de  Gobierno  de  San  Luis,  que 
había  substituido  a  Ortiz  durante  su  ausencia,  comuni- 
caba al  gobierno  de  Buenos  Aires  la  invasión  de  Carrera 
y  su  aproximación,  expresándole  la  confianza  en  el 
éxito  de  la  campaña  en  estos  términos:  «Créame  Y.  E. 
que  el  coraje  y  resolución  en  que  están  nuestras  mili- 
cias, es  capaz  de  poner  el  último  término  a  las  aventuras 
en  que,  favorecido  Carrera  de  la  fortuna,  que  no  siempre 
protege  la  justicia  de  las  causas,  ha  inferido  a  tocia  la 
Nación,  males  incalculables.  Quizá  su  suerte  quede  de- 
cidida dentro  de  pocas  horas  y  la  fortuna,  causa  de  sus 
abusos,  ponga  en  nuestras  manos  esa  horda  de  bandidos 
que  él  capitanea,  y  su  propia  persona».  Pero  esta  vez  los 
cálculos  optimistas  pronto  se  disiparon  ante  la  realidad 
de  los  hechos.  La  rapidez  y  audacia  con  que  procedió 
Carrera,  antes  que  pudieran  reunirse  las  fuerzas  que  iban 
a  combatirlo,  le  dieron  el  triunfo. 

El  día  6  de  marzo  se  había  apoderado  del  Morro,  y  al 
siguiente,  sorprendió  la  guarnición  de  Chajan,  desbara- 
tando las  tropas  cordobesas  antes  de  haberse  puesto 
al  habla  con  las  fuerzas  del  gobernador  Ortiz.  Sin  pérdida 
de  tiempo,  voló  a  atacar  las  bisoñas  milicias  puntanas  y, 
el  11,  tenía  lugar  el  encarnizado  combate  en  Las  Pulgas. 

La  caballería  puntana  fué  rechazada  y  dispersa; 
la  infantería  formó  cuadro  y  peleó,  desesperadamente, 
hasta  consumir  el  último  cartucho.  Allí  rindieron  heroi- 
camente sus  vidas  los  oficiales  Dolores  Videla  y  Juan 
Daract,  que  sostuvieron  el  ataque  hasta  sucumbir  con 
el  último  soldado.  En  el  campo  quedaron  180  muertos, 
lo  cual  demuestra  la  espantosa  carnicería  en  proporción 
al  número  de  combatientes.  Después  de  este  descalabro, 
Ortiz  se  retiró  al  norte,  con  parte  de  los  dispersos,  para 
ver  de  encontrarse  con  Quiroga,  cuyo  auxilio  había  so- 
licitado y  obtenido  la  promesa  de  hacerlo  efectivo. 

Mientras  tanto  Carrera  se  dirigió  a  San  Luis  y  ocupó 
la  ciudad  el  13  de  marzo,  encontrándola  desierta,  pues 


HISTOEIA   DE   SAN   LUIS  255 

sus  habitantes  más  caracterizados  habían  huido  y  pues- 
to a  salvo  sus  familias  e  intereses.  Sin  embargo,  debemos 
hacer  constar  que  no  se  cometió  ninguna  tropelía  contra 
la  vida,  el  honor  o  los  bienes  de  los  habitantes,  debido, 
quizá,  a  las  precauciones  de  dejar  en  las  afueras  de  la 
ciudad,  las  tropas  que,  por  otra  parte,  estaban  hartas  de 
botín  y  de  sangre. 

Hábilmente  trató  Carrera  de  inspirar  confianza  y  de 
ganarse  la  buena  voluntad  de  algunos  vecinos,  mostrándose 
expansivo  y  desprendido.  Veinte  días  más  tarde,  después 
de  dar  descanso  y  reorganizar  su  hueste,  retrocedió  a  la- 
provincia  de  Córdoba  al  anuncio  de  que  se  aproximaba 
la  división  de  Mendoza,  al  mando  del  general  Bruno 
Morón.  La  retirada  de  Carrera  obedecía  al  propósito  de 
ponerse  en  contacto  con  el  caudillo  Ramírez  que,  a  la 
sazón,  hacía  sus  correrías  por  Córdoba.  Alcanzada  su 
retaguardia,  en  Río  IV,  fué  obligado  a  ganar  el  sud. 
San  Luis  envió  200  hombres  de  caballería,  mientras 
Ortiz  organizaba  en  Renca  otros  elementos  y  esperaba 
la   incorporación   de    Quiroga. 

Carrera  consiguió  unirse  a  Ramírez  y,  juntos,  llevaron 
un  ataque  a  Bustos  el  13  de  junio,  en  Cruz  Alta,  donde 
el  gobernador  de  Córdoba  esperaba  reunirse  con  López 
de  Santa  Fe  y  con  La  Madrid.  Rechazados  en  Cruz  Alta, 
se  retiraron  a  Fraile  Muerto,  en  cuyo  sitio  se  separaron 
para  siempre.  Ramírez  fué  batido  y  muerto,  poco  des- 
pués, y  Carrera  emprendió  nuevamente  el  camino  hacia 
Cuyo.  En  los  inmediatos  campos  de  Río  IV  le  salió  al 
encuentro  el  general  Bruno  Morón,  con  las  fuerzas  alia- 
das de  las  tres  provincias  cuyanas,  y  deseoso  de  concluir 
de  un  solo  golpe  con  el  caudillo  chileno  y  su  hueste,  se 
precipitó,  imprudentemente,  al  frente  de  sus  tropas.  Su 
caballo  rodó,  arrastrándolo  en  la  caída  y  allí  fué  muerto. 
Sin  embargo,  el  combate  se  mantuvo  con  bríos,  hasta  que 
las  montoneras  se  pusieron  en  fuga.  Perseguidos  de  cer- 
ca, fueron  tomados  muchos  prisioneros.  Al  regresar  los 
escuadrones  vencedores,  un  oficial  creyó  que  eran  re- 
fuerzos de  Carrera  que  les  llevaban  un  nuevo  ataque  y, 


256  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

dando  la  voz  de  alarma,  se  apoderó  el  pánico  de  las  fuer- 
zas aliadas,  introduciéndose  en  sus  filas  una  lamentable 
confusión.  Entonces,  el  comandante  del  contingente  san- 
juanino,  D.  Ventura  Quiroga,  tomó  el  .mando  en  jefe  y  se 
retiró.  Noticiado  Carrera  de  este  suceso,  favorable  para 
su  causa,  volvió  al  campo  e  inició  una  conferencia  con 
Quiroga.  Dice  Hudson  que  le  ofreció  la  facilidad  de 
retirarse,  tranquilamente,  a  su  provincia  con  sus  tropas 
y  armamento,  en  cambio  de  que  el  gobierno  de  San 
Juan  lo  auxiliara  con  2000  cabalgaduras  herradas,  para 
pasar  a  Chile,  donde  las  pagaría.  Después  de  esta  entrevis- 
ta, Carrera  se  dirigió  a  San  Luis,  cuya  capital  ocupó  por 
segunda  vez  el  17  de  julio,  asumiendo  el  mando  como 
dictador.  ínter  se  reponía  de  sus  fatigas  y  reunía  otros 
elementos  para  seguir  adelante,  las  provincias  de  Cuyo 
movilizaban  sus  fuerzas  y  se  disponían  a  salirle  al  en- 
cuentro. 

Bustos  también  entraba  en  campaña  y  Facundo  se 
preparaba  a  cooperar  con  sus  célebres  llaneros. 

Entrevistado  Carrera  por  algunos  vecinos  de  San 
Luis,  parece  que  éstos  le  prometieron  su  cooperación  si 
hacía  respetar  la  vida  y  propiedades  de  los  habitantes 
y  aun  los  bienes  de  los  que  se  habían  fugado.  Carrera  se 
adelantó  a  ofrecerles  las  mayores  seguridades,  y  no  sólo 
mandó  custodiar  las  fincas  de  los  huidos,  sino  tam- 
bién, tuvo  la  caballerosidad  de  remitir  la  esposa  y 
familia  al  gobernador  Ortiz  que  estaba  en  Renca,  hacién- 
dola acompañar  con  un  oficial  de  toda  confianza. 

Por  fin,  congregó  a  varios  vecinos,  a  quienes  les  ex- 
puso sus  miras  pacíficas,  si  es  que  no  era  atacado,  y  el 
propósito  de  no  dejar  enemigos  a- su1  retaguardia,  pues, 
él  sólo  esperaba  que  le  diera  paso  la  cordillera  para 
trasladarse  a  Chile,  máxime  cuando  en  San  Juan  se  le 
tenían  cabalgaduras,  que  le  permitirían  realizar  su  pro- 
pósito. Después  de  esta  arenga,  hizo  citar  a  una  asam- 
blea para  el  24  de  julio;  de  sus  resultados  se  labró  un 
acta,  en  la  cual  se  decía  «que  la  provincia  estaba  en  com- 
pleta acefalía,  por  la  fuga  de  su  gobernador  y  autorida- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  257 

des  subalternas,  y  tomando  en  cuenta  los  extraordinarios 
acontecimientos  que  habían  destruido  la  quietud  y 
tranquilidad  pública,  como  resultado  de  la  guerra  in- 
justa y  atroz  que  D.  José  Santos  Ortiz  se  había  atre- 
vido a  declarar  al  señor  brigadier  general  de  los  Estados 
de  Chile,  jefe  del  Ejército  Restaurador,  D.  José  Miguel 
Carrera,  resolvieron  declarar  depuesto  al  gobernador  y 
a  todos  los  miembros  de  la  administración  provincial. 
Declararon  que  quedaban  unidos  por  estrecha  amistad 
con  el  Ejército  Restaurador  y  que  fundarían  una  situa- 
ción tendiente  a  asegurar  la  paz  y  la  felicidad  común». 

El  ex  gobernador  Ortiz  y  sus  cómplices,  debían  com- 
parecer ante  un  tribunal,  a  responder  de  su  conducta. 

Finalmente  se  nombró  gobernador  interino  a  D.  José 
Gregorio  Giménez,  debiendo  comunicar  a  todas  las  pro- 
vincias que  había  concluido  la  guerra  entre  la  provin- 
cia de  San  Luis  y  el  Ejército  Restaurador,  comandado 
por  el  general  Carrera. 

He  aquí  las  primeras  disposiciones  que  tomó  el 
flamante  gobernador  puntano,  puesto  al  servicio  del 
caudillo  chileno:  «El  Gobernador  Interino  de  la  Pro- 
vincia de  San  Luis.  — Los  sacrificios  y  desvelos  que  ha 
costado  al  pueblo  benemérito  de  San  Luis  el  restable- 
cimiento del  orden,  paz  y  tranquilidad  pública,  serían 
ilusorios  e  inútiles,  si  no  pusiese  un  dique  a  las  seduccio- 
nes e  instigaciones  de  los  díscolos.  A  fin  de  evitar  las  ma- 
niobras de  los  perversos,  ha  dispuesto  lo  siguiente: 

«1 .°  Que  ningún  individuo  de  la  Provincia  pueda  tran- 
sitar fuera  de  ella,  sin  expreso  permiso  y  pasaporte  mío. 

«2.°  Toda  persona  que  siendo  del  país,  o  de  otro  te- 
rritorio, transitare  sin  la  circunstancia  anterior,  será 
inmediatamente  arrestada  y  remitida  a  mi  juzgado, 
y  si  se  le  justifica  algún  plan  reservado,  o  comisión  se- 
creta, perjudicial  a  la  felicidad  de  la  Provincia,  será  cas- 
tigada con  arreglo  a  las  Leyes  Militares. 

«3.°  Aquel  que,  decididamente,  se  comprometiese 
a  servir  los  intereses  de  los  enemigos  de  la  causa  pública, 
será  castigado  con  pena  de  muerte. 

to¡v:o  17 


258  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

«4.°  Todos  los  alcaldes  de  mi  jurisdicción  y  demás 
juzgados  subalternos,  son  responsables  de  la  seguridad 
del  distrito  de  su  mando,  por  lo  mismo  aprehenderán  y 
remitirán  a  esta  ciudad  toda  clase  de  hombres  vagos, 
desconocidos  o  comprendidos  en  los  anteriores.  Y  para 
que  lleguen  a  noticia  de  todos,  publíquese  por  Bando  y 
fíjense  los  ejemplares  en  los  parajes  de  estilo,  y  circú- 
lense otros  a  los  Alcaldes  de  la  campaña  para  su  puntual 
cumplimiento.  San  Luis  y  julio  veinte  y  nueve  de  mil 
ochocientos    veinte    y    uno. — Es  copia. —  Giménez.» 

El  mismo  agente  de  Carrera,  en  la  circular  pasada  al 
gobierno  de  Mendoza,  le  recuerda  los  males  producidos 
por  la  guerra  exterminadora  entre  hermanos,  y  le  expre- 
sa el  anhelo  de  que  se  dé  término  a  los  odios,  a  la  matanza 
y  al  desorden. 

Refiriéndose  a  San  Luis,  dice:  «Esta  Provincia  fué, 
desgraciadamente,  envuelta  en  una  guerra  de  capricho, 
y  del  todo  individual,  a  la  persona  del  señor  general 
D.  José  Miguel  Carrera;  guerra  promovida  y  agenciada 
por  el  tirano  de  Chile  y  sostenida  con  los  recursos  de  aquel 
oprimido  Estado».  Agrega:  «que  el  gobernador  D.  José 
Santos  Ortiz,  sin  agravio  que  lo  provocase,  sedujo  al 
pueblo  y  lo  llevó  al  sacrificio  en  el  campo  de  Las  Pulgas». 
Hace  la  historia  de  los  sucesos  posteriores,  recordando 
la  liga  de  Ortiz  con  otros  gobernadores,  para  ahogar  la 
libertad  de  los  pueblos,  y  termina  ofreciendo  su  amistad, 
a  condición  de  no  renovar  los  males  de  una  guerra  desas- 
trosa. El  inspirador  del  acta  y  el  redactor  de  la  circular 
fué  el  mismo  Carrera  y  con  estos  documentos  pretendía 
detener  la  tempestad  que  en  torno  suyo  se  condensaba, 
para  concluir  con  él  y  las  turbas  bajo  su  mando.  Mendoza 
y  San  Juan,  organizaban  sus  milicias;  por  la  frontera  de 
Córdoba,  Bustos  y  Lamadrid,  y  por  la  de  La  Rioja,  Or- 
tiz y  Quiroga  se  disponían  a  encerrar  en  un  círculo  de 
hierro  al  temerario  caudillo.  Esta  actitud  no  dejó  de  alar- 
marle, y  confiando  en  su  buena  estrella,  se  propuso  po- 
ner en  práctica  la  táctica  de  batir  por  partes  al  enemigo, 
antes  que  éste  pudiera  reconcentrar  sus  fuerzas.  Acti- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  259 

vó,  pues,  los  preparativos  y  se  puso  en  campaña  el  21 
de  agosto,  al  frente  de  500  hombres.  Lo  acompañaba  el 
gobernador  interino  Giménez  con  80  milicianos  púnta- 
nos. Tomó  el  camino  de  la  travesía  y  se  dirigió  a  Guana- 
cache,  para  penetrar  en  San  Juan,  donde  esperaba  encon- 
trar los  auxilios  convenidos  con  el  comandante  Quiroga, 
después   del   desastre   de   Río   IV. 

Intertanto,  veamos  cuáles  habían  sido  los  preparati- 
vos y  cuál  era  el  plan  combinado  para  atacarlo  y  concluir 
con  él. 

Con  fecha  26  de  febrero,  Ortiz  había  comunicado, 
como  hemos  dicho,  a  los  gobernadores  de  Mendoza  y  de 
San  Juan,  la  próxima  invasión  de  Carrera.  El  de  Mendoza 
mandó  inmediatamente  armas  y  municiones  y  el  de  San 
Juan,  avisó,  con  fecha  3  de  marzo,  que  remitía  la  suma  de 
2.000  pesos  y  que  organizaba  una  división  de  200  hombres 
bien  armados,  para  marchar  en  su  auxilio  al  primer  lla- 
mado. Manifestábale  que  nada  le  sería  tan  grato  como 
cercenar  los  últimos  restos  de  la  fortuna  pública,  para 
atender  a  ]os  apuros  de  los  verdaderos  hermanos  y  ami- 
gos. 

En  consecuencia,  se  envió  al  capitán  D.  Vicente  Cano 
con  el  encargo  de  entregar  dicha  suma  al  gobierno  de 
San  Luis. 

Después  de  la  jornada  del  11  de  marzo,  Ortiz  co- 
municó su  desastre  en  Las  Pulgas  y,  a  la  vez,  el  propósito 
de  redoblar  su  esfuerzo  para  aniquilar  a  Carrera,  mediante 
la  unión  de  las  provincias  de  Cuyo  y  los  auxilios  que  es- 
peraba de  Córdoba.  El  gobernador  Sánchez  de  San  Juan, 
le  manifiesta,  al  acusarle  recibo  de  su  nota,  toda  su  con- 
fianza en  el  éxito  de  la  campaña,  diciéndole  que  la  di- 
visión de  esa  provincia  había  salido  el  17  a  unirse  a  la  de 
Mendoza,  bajo  las  órdenes  del  comandante  José  León 
Domínguez  y  que  había  reiterado  sus  comunicaciones 
para  que  activaran  su  marcha  sobre  San  Luis.  Le  hace 
presente,  también,  que  a  su  invitación  de  concurrir  a 
la  ruina  de  Carrera,  ha  respondido  el  comandante  de  los 
llanos  D.  Juan  Facundo  Quiroga,  prometiendo  su  auxi- 


260  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

lio.  Calcula  que  éste  puede  disponer  de  200  hombres 
bien  armados  y  disciplinados,  listos  para  entrar  inmedia- 
tamente  en  campaña. 

Acompaña  copia  de  la  nota  de  Quiroga,  en  ]a  cual  le 
avisa,  con  fecha  19  de  marzo,  que  al  dia  siguiente  marcha- 
ría con  la  fuerza  bajo  sus  órdenes  a  estacionarse  en  los  con- 
fines de  la  jurisdicción  de  La  Rio  ja  con  San  Luis,  con  el 
objeto  de  poner  a  cubierto  el  territorio  de  su  mando  y, 
si  fuere  necesario,  pasar  hasta  el  lugar  donde  se  hallara 
Carrera,  a  fin  ele  escarmentarlo  y  frustrar  sus  inicuos 
proyectos.  En  consecuencia,  pedía  órdenes  para  combinar 
el  plan  de  campaña,  Ínter  se  dirigía  a  ocupar  su  puesto 
con  sus  llaneros.  Poco  después,  el  plan  de  operaciones  que- 
daba determinado  así:  caer  simultáneamente  sobre  Carrera 
donde  se  encontrara,  atacándole  por  el  frente  las  fuer- 
zas de  Mendoza  y  San  Juan  compuestas  de  1500  hombres; 
por  la  retaguardia,  Bustos  y  Lamadrid,  con  800  hombres; 
mientras  el  gobernador  Ortiz,  con  Quiroga  y  450  hombres, 
lo  atacaran  por  los  flancos. 

D.  José  Narciso  Domínguez  ayudó  a  Ortiz,  decidi- 
damente, con  valiosos  elementos  de  movilidad  y  reses 
para  el  racionamiento  de  las  tropas. 

A  fines  de  junio,  Ortiz  envió  a  San  Juan  a  D.  Ma- 
nuel Amite  Sarobe,  para  solicitar  nuevos  recursos,  con- 
siguiendo del  gobernador  Sánchez  mil  pesos  más,  de  los 
cuales  se  destinaron  500  para  auxiliar  la  división  san- 
juanina  al  mando  del  coronel  Ventura  Quiroga.  Al  mis- 
mo comisionado  se  le  autorizó  para  adquirir  500  caballos, 
lo  propio  que  pedía  Mendoza  para  activar  la  marcha 
del  ejército  combinado.  Estas  fuerzas  de  Mendoza  habían 
sido  colocadas  bajo  el  comando  del  coronel  de  milicias 
D.    José    Albino    Gutiérrez. 

Como  dijimos,  Carrera  se  movió  de  San  Luis  el  21  de 
agosto  en  dirección  a  San  Juan. 

En  cuanto  abandonó  la  ciudad,  fué  ocupada  por 
Ortiz  al  frente  de  la  división  puntana,  quien  desprendió 
partidas,  al  mando  del  comandante  Becerra,  para  hos- 
tilizar su  retaguardia  y  observar  sus  movimientos. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  261 

En  el  trayecto  de  la  travesía,  se  desertaron  casi  to- 
das las  milicias  puntanas  que  había  llevado  D.  José 
Gregorio  Giménez,  viniendo  a  engrosar  la  vanguardia 
de  Ortiz. 

Carrera  fué  alcanzado,  el  31  de  agosto,  en  la  Punta 
del  Médano  y  derrotado  completamente  por  las  fuerzas 
aliadas  mendocina  y  sanjuanina  y  la  cooperación  de  los 
púntanos,  bajo  las  órdenes  del  coronel  Gutiérrez. 

El  gobernador  interino  Giménez,  desde  el  principio 
de  la  acción,  abandonó  el  campo  de  Carrera  y  se  pasó, 
con  el  resto  de  sus  milicias,  ardid  al  cual  debió  su  sal- 
vación. Hecho  prisionero  Carrera,  fué  condenado  a  muer- 
te y  fusilado  en  Mendoza  el  4  de  septiembre.  Así  terminó 
la   anarquía  y  la   vida   del   temerario   caudillo   chileno. 

El  veterano  comandante  D.  José  Antonio  Becerra, 
concurrió  a  la  acción  de  la  Punta  del  Médano,  con  su  es- 
cuadrón de  tiradores  púntanos,  flaqueando  la  derecha 
y  causando  grandes  pérdidas  a  los  montoneros.  Mientras 
tanto,  Ortiz  organizaba  la  reserva,  para  acudir  en  caso 
necesario;  pero  producida  la  derrota  de  Carrera,  licenció 
las  tropas.  También  la  división  de  Bustos  se  detuvo  en 
Río  IV  al  saber  el  triunfo  de  Gutiérrez. 

Giménez  fué  tomado  prisionero  con  los  oficiales 
púntanos,  Lucas  Adaro,  Pedro  Lucero,  Rufino  Poblet, 
Lorenzo  Rivero,  Domingo  Menéndez  y  Camilo  Domín- 
guez, que  Carrera  había  arrastrado  a  su  causa. 

D.  José  Gregorio  Giménez,  con  los  oficiales  prisio- 
neros, en  cuanto  llegaron  a  Mendoza,  fueron  puestos  en 
libertad,  aunque  bajo  la  vigilancia  de  las  autoridades 
policiales  mendocinas. 


2. — Restablecido  el  orden,  el  gobernador  Ortiz  co- 
municó al  de  Buenos  Aires  los  males  de  la  invasión  de 
Carrera  y  el  empeño  de  ponerse  al  servicio  de  la  patrió- 
tica idea  de  reunir  un  Congreso  para  constituir  defini- 
tivamente el  país.  A  ese  fin  obedecía  su  viaje  a  Córdoba, 
donde   debía   entrevistarse   con   Bustos,  para   combinar 


262  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

el  plan  ele  dar  a  las  Provincias  Unidas  una  constitución, 
de  acuerdo  con  el  sistema  representativo  federal.  Bustos 
se  manifestó  conforme  con  estas  bases,  resolviéndose, 
también,  que  el  Congreso  se  reuniese  en  Córdoba.  Al  re- 
greso de  Ortiz  fué  nombrado  D.  Marcelino  Poblet  para 
representarnos    en    ese    Congreso. 

Este  patriótico  anhelo  fracasó  por  las  intrigas  de  los 
caudillos  mandones,  empeñados  en  suscitar  recelos  con- 
tra las  supuestas  tendencias  absorbentes  de  Buenos  Aires; 
aunque,  en  verdad,  porque  se  aspiraba  a  concluir  con 
el  desorden  político,  en  cuyo  medio  ellos  ejercían  un  po- 
der discrecional  y  arbitrario.  Rivadavia,  que  manejaba 
los  hilos  de  esta  política  general,  pensó  que  el  momento 
no  era  favorable  a  ese  gran  pensamiento  y,  en  consecuen- 
cia, hizo  retirar  los  diputados  porteños.  Era  necesario 
preparar  el  terreno,  y  desde  entonces  procuró  atraer  a 
las  provincias,  mediante  el  ofrecimiento  de  que  Buenos 
Aires  pagaría  las  deudas  ocasionadas  por  la  guerra  de  la 
Independencia;  fomentaría  la  industria  minera  y  la  cul- 
tura general,  creando  becas  para  estudiantes  de  cada 
provincia.  Debido  a  este  noble  desprendimiento,  fueron 
a  educarse  a  Buenos  Aires  los  jóvenes  Saturnino  de  la 
Presilla,  Eufrasio  Videla,  Benigno  Domínguez,  Clímaco 
y  Justo  Daract  y  Rafael  Corvalán,  hijo  del  comandante 
D.  Pedro  José  Corvalán,  conducidos  por  el  comandante 
D.  Juan  Bautista  Morón. 

Con  respecto  al  mineral  de  la  Carolina  se  elevó  un 
informe  detallado,  llamando  la  atención  sobre  la  riqueza 
aurífera. 

Giménez  y  los  proscriptos  después  de  la  acción  de  Punta 
del  Médano,  formaron  en  Mendoza  una  logia,  para  cons- 
pirar contra  Ortiz,  y  comenzaron  a  reunir  algunos  ele- 
mentos, de  la  peor  especie,  disponiéndose  invadir  a  San 
Luis.  Sentidos  a  tiempo,  fueron  denunciados  al  gober- 
nador de  Mendoza,  D.  Pedro  Molina,  quien  ordenó  el 
regreso  de  los  grupos  y  su  captura,  remitiendo  presos  al 
fuerte  San  Carlos,  a  Giménez,  Adaro,  Lucero,  Rivero, 
Poblet  y  Menéndez,  bajo  la  severa  vigilancia  del  coman- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  263 

dante  Pedro  José  Aguirre.  €on  fecha  3  de  abril  comu- 
nicó Molina  este  suceso,  felicitando  al  gobernador  de  San 
Luis  por  haberse  librado  de  un  atentado  que  tendía  a 
apoderarse  de  su  persona  y  de  la  situación  puntana. 
El  inquieto  espíritu  de  Giménez,  había  arrastrado  a  sus 
compañeros  a  una  nueva  empresa  temeraria,  no  obstante 
carecer  de  elementos  para  realizar  la  invasión,  mientras 
Ortiz,  aleccionado  con  los  recientes  sucesos,  tenía  las 
milicias  en  buen  pie  de  disciplina.  A  raíz  de  esta  tenta- 
tiva para  alterar  la  tranquilidad  pública,  el  gobernador 
Molina  envió  a  San  Luis,  como  diputado,  al  sargento  ma- 
yor D.  Ignacio  Videla  encargándole  se  entrevistara  con 
Ortiz  y  echaran  las  bases  de  la  unión  que  debía  vincular 
a  ambas  provincias,  empeñadas  en  mantener    el  orden. 

Ortiz  sabía,  por  sus  agentes  en  Mendoza,  las  maqui- 
naciones de  los  proscriptos,  los  cuales  habían  establecido 
su  cuartel  en  la  Lagunilla  y  reunido  unos  50  hombres. 
A  los  nombrados  se  unieron,  el  díscolo  D.  Tomás  Varas, 
su  hijo  Domingo,  el  capitán  Jacinto  San  Martín  y  Tomás 
Sosa.  Estos  se  reunían  en  casa  de  D.  José  Mayorga,  tam- 
bién interesado  en  la  aventura. 

Según  Ortiz,  los  conspiradores  hacían  correr  la  voz 
de  que  el  general  Gutiérrez,  y  el  mismo  Molina,  protegían 
su  empresa.  En  comunicaciones  dirigidas  al  gobernador 
Molina,  estimaba  como  una  prueba  evidente  de  la  alian- 
za y  armonía  que  siempre  habían  mantenido  los  pueblos 
de  Cuyo,  el  que,  el  de  Mendoza,  pusiese  a  su  disposición 
los  conspiradores  a  quienes  calificaba  de  hombres  des- 
naturalizados, porque  se  habían  unido  con  los  enemi- 
gos de  San  Luis.  En  consecuencia,  pedía  que  los  princi- 
pales cabecillas  le  fuesen  entregados  en  el  Desaguadero, 
desde  donde  los  haría  conducir  por  su  cuenta,  pues  de  su 
aseguramiento  dependía  la  tranquilidad  de  ambos  pue- 
blos. 

En  respuesta  a  este  pedido,  Molina  protestó  de  ha- 
ber tenido  alguna  participación  en  las  criminales  maqui- 
naciones de  los  púntanos,  en  prueba  de  lo  cual,  había 
tomado  las  medidas  precaucionales  del  caso,  remitiendo 


264  HISTORIA  DE    SAN   LUIS 

presos,  al  Fuerte  San  Carlos,  a  los  susodichos  revolu- 
cionarios. Finalmente,  le  pide  «no  insista  en  que  le  entre- 
gue sus  presos,  para  evitar  represalias,  dadas  la  posición, 
vinculaciones  y  participación  que  éstos  hablan  tomado 
en  los  recientes  sucesos.  Ellos  son  delincuentes,  en  ver- 
dad, y  merecen  castigo;  pero,  teniendo  allí  ]argas  relacio- 
nes de  parentesco  y  amistad,  es  indudable  que  al  reci- 
birlos, cause  en  ellos  la  emoción  consiguiente  y  se  hagan 
más  penetrantes  los  resentimientos,  venganzas  y  perso- 
nalismos. Se  aventura,  además,  la  tranquilidad,  que 
afortunadamente  se  ha  logrado  recobrar,  porque  la  in- 
mediación de  las  personas  enemistadas  inflaman  y  avi- 
van las  pasiones  y  sería  de  temerse  que  en  tal  estado, 
se  tomasen  medidas  de  seguridad  que  reprueba  la  expe- 
riencia en  tales  casos,  y  que  ha  sido  el  único  origen  de  las 
desgracias  y  desastres  que  han  experimentado  los  pue- 
blos de  Salta,  Tucumán  y  Santiago  del  Estero».  Tan 
prudentes  reflexiones  terminaron  diciendo  que,  además, 
ya  los  culpables  habían  sido  castigados  con  su  confi- 
namiento a  San  Carlos  y  que  estaban  imposibilitados 
de  hacer  ningún  daño,  debiendo  evitarse  los  escándalos 
de  un  juicio.  Ortiz  contestó,  muy  de  acuerdo  con  esos 
principios,  y  haciendo  presente  que  siempre  había  dado 
pruebas  de  indulgencia  perdonando  a  sus  enemigos; 
pero  que,  por  la  tranquilidad  de  la  provincia,  se  impo- 
nía el  castigo  de  los  grandes  culpables,  como  esa  horda 
de  asesinos  que  se  preparaban  a  consumar  sus  abomina- 
bles crímenes.  Insistió  en  sus  propósitos  de  escarmen- 
tarlos; pero  el  gobierno  y  la  Junta  de  Mendoza  se  opu- 
sieron, con  buenas  razones,  alegando  sentimientos  de 
filantropía   y   deberes   de   hospitalidad. 

Después  de  esta  negativa,  propuso  Ortiz  que  se  com- 
prometieran, ambos  gobiernos,  a  que  los  púntanos  confi- 
nados en  Mendoza  y  prisioneros  de  guerra  en  la  invasión 
de  Carrera,  fueran  puestos  a  disposición  del  Supremo 
Director  de  Chile  y  que  el  gobierno  de  Mendoza  se 
obligase  a  responder  de  cualquier  otra  invasión  que  in- 
tentasen los  anarquistas. 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  265 


Estas  proposiciones  se  formularon  en  el  siguiente 
convenio:  «El  gobierno  de  San  Luis,  y  el  diputado  del 
de  Mendoza,  sargento  mayor  D.  Ignacio  Videla,  en  tran- 
sacción de  las  diferencias  ocurridas  por  la  conspiración 
contra  el  primero,  de  algunos  púntanos  residentes  en 
Mendoza,  y  a  virtud  de  la  mediación  interpuesta  por  sus 
autoridades  para  no  remitirse  a  San  Luis,  han  convenido 
en  los  artículos  siguientes: 

«1.°  Siendo  notorio  el  hecho  de  que  algunos  púntanos 
confinados,  y  prisioneros  de  guerra  en  la  invasión  de 
Carrera,  que  existían  en  Mendoza,  se  dirigían  hacia  San 
Luis,  sin  saberse  hasta  ahora  el  verdadero  designio  que 
traían;  pero  siendo,  probablemente,  el  de  trastornar  la 
administración  de  gobierno,  se  remitirán  a  principios 
de  mayo  próximo  entrante  por  el  de  Mendoza  al  de  la 
República  de  Chile,  a  D.  Lucas  Adaro,  D.  José  Gregorio 
Giménez,  D.  Pedro  Lucero,  D.  Lorenzo  Rivero,  D.  Rufi- 
no Poblet  y  D.  Domingo  Menéndez,  con  encargo  especial 
de  que  los  tenga  en  tal  seguridad,  que  no  puedan  insistir 
en  la  prosecución  de  sus  intentos,  y  por  el  juzgamiento 
que  haga  el  de  San  Luis,  les  declare  la  pena  infamante 
que  estime  justa. 

«2.°  El  gobierno  de  Mendoza,  por  principios  de  po- 
lítica y  filantropía,  estima  conveniente  no  se  remitan 
dichos  sujetos  a  San  Luis,  y  se  compromete  a  remitir- 
los a  Chile,  en  el  plazo  referido,  a  disposición  del  exce- 
lentísimo Director,  con  expresión  del  hecho  ocurrido,  en 
los  términos   que  indica   el  anterior  artículo. 

«3.°  El  gobierno  y  demás  autoridades  de  Mendoza, 
se  comprometen,  de  un  modo  el  más  sagrado,  a  responder 
de  cualquiera  otra  invasión,  que  se  pueda  intentar  en 
dicho  pueblo,  contra  el  de  San  Luis. 

«4.°  El  gobierno  de  Mendoza  estrechará  a  los  com- 
plotados  para  que  exhiban  dos  mil  pesos  en  que  se  es- 
tima el  gasto  que  han  causado  al  gobierno  de  San  Luis 
en  sus  aprestos  de  defensa,  los  que  serán  mandados 
entregar  en  el  término  de  diez  días  de  esta  fecha. 


266  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

«5.°  El  presente  tratado  será  firmado  por  las  partes 
contratantes  y  remitido  al  gobierno  de  Mendoza,  para  su 
ratificación  y  devolución,  dentro  de  ocho  días,  etc. 

Fecho  en  esta  ciudad  de  San  Luis  a  20  de  abril  de  1822. 

José  Santos  Ortiz. — Ignacio  Videla. — Manuel  de  la 
Presilla,    Secretario. 

Mendoza  y  abril  25  de  1822. 

Ratificado:  Pedro  Molinas. — Pedro  Nolasco  Videla, 
Secretario. 

San  Luis  y  abril  27  de  1822. 

Ratificado:  Ortiz. — Manuel  de  la  Presilla,  Secretario.» 

ínter  Ortiz  hacía  las  gestiones  para  que  le  fueran  en- 
tregados los  conspiradores,  mandó  instruir  un  proceso, 
nombrando  como  juez  fiscal  de  la  causa  al  teniente  co- 
ronel Miguel  Villanueva.  La  nota  del  gobernador  de  Men- 
doza, Molina,  y  otras  piezas,  hicieron  cabeza  del  proceso. 
Llegóse  a  comprobar  que  Tomás  Sosa  había  sido  envia- 
do por  los  conspiradores,  a  fines  de  marzo,  con  la  comi- 
sión de  ponerse  al  habla  con  varios  vecinos  de  la  frontera 
sud  y  del  Río  V,  para  que  reunieran  gente  y  salieran 
a  su  encuentro,  con  caballos,  a  esperar  en  el  Paso  del  De- 
saguadero a  Lucas  Adaro  y  demás  invasores. 

El  plan  era  apoderarse  del  gobernador  Ortiz,  del  co- 
mandante Luis  de  Videla,  del  ministro  de  hacienda  don 
Rafael  de  la  Peña,  del  secretario  de  gobierno  D.  Manuel 
de  la  Presilla  y  de  otros  importantes  ciudadanos  de  la 
situación,  debiendo,  una  partida,  ir  a  tomar  al  coronel 
José  Narciso  Domínguez,  que  residía  en  la  Punilla. 

Se  aseguró  que  D.  Tomás  Varas  había  contribuido 
con  la  suma  de  600  pesos  y  D.  José  Mayorga  con  la  mu- 
lada. En  la  casa  de  éste,  lugar  de  La  Lagunilla  (Mendoza) 
se  había  establecido  el  cuartel  general. 

Una  vez  depuestas  las  autoridades,  pondrían  en  el 
gobierno  a  D.  José  de  Mayorga,  nombrarían  jefe  de  la 
plaza  a  D.  José  Gregorio  Giménez,  comandante  de  cam- 
paña a  Lucas  Adaro  y  ministro  de  hacienda  a  Lorenzo 
Rivero.  D.  Tomás  Varas  y  su  hijo  Domingo,  negaron  su 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  267 

participación  en  este  movimiento,  haciendo  el  primero, 
ya   anciano,  y   desde   la   cárcel,    una   brillante   defensa. 

No  se  había  equivocado  el  gobernador  Molina  cuando 
temía  que  Ortiz  extremara  el  castigo  para  escarmentar 
a   los   conspiradores. 

Terminado  el  proceso,  en  el  cual  quedaba  bien  cons- 
tatada la  culpabilidad  de  los  acusados,  se  falló,  conde- 
nando a  la  pena  de  muerte  a  Giménez,  Lucero,  Bivero, 
Adaro,  Poblet,  Varas,  Sosa,  San  Martín  y  a  Juan  Alva- 
rez.  Pero,  como  los  más  de  ellos  debían  ser  confinados 
a  Chile,  de  acuerdo  con  el  convenio  celebrado,  y  teniendo 
en  cuenta  el  clamor  de  las  familias,  se  conmutó  la  pena 
capital  a  Varas,  Sosa  y  Alvarez,  por  las  de  multa  y  des- 
tierro de  la  provincia. 

Esta  sentencia  tendía,  más  que  todo,  a  producir 
efecto  en  el  ánimo  popular  y  en  los  que  pudieran  estar 
de  acuerdo  con  los  conspiradores,  pues,  se  estaba  en  la 
imposibilidad  de  cumplirla,  lejos,  como  se  hallaban  del 
territorio  de  la  provincia,  los  sindicados  como  principa- 
les cabecillas,  y  como  lo  evidencia  el  perdón  que  se  otor- 
gó a  D.  Tomás  Varas  y  a  los  otros,  detenidos  en  la  cár- 
cel de  San  Luis. 

Con  estas  medidas  se  creyó  consolidada  la  tranqui- 
lidad pública. 


3. — Restablecido  el  orden,  ocupóse  Ortiz  de  hacer 
frente  a  las  necesidades  del  erario,  en  momentos  tan  crí- 
ticos como  los  que  acababa  de  pasar  la  provincia,  pues 
no  sólo  había  agotado  sus  recursos,  sino  contraído 
deudas  para  sostener  las  tropas  en  la  reciente  campaña. 
Al  efecto,  creó  una  junta  de  personas  de  conocida  pro- 
bidad y  patriotismo,  para  que  aconsejasen  los  medios 
menos  gravosos  al  vecindario,  a  fin  de  hacer  frente  a  la 
angustiosa    situación    financiera. 

Esta  junta  quedó  constituida  por  el  alcalde  de  primer 
voto  Prudencio  Vidal  Guiñazú,  el  ministro  de  hacienda 
Rafael  de  la  Peña,  Manuel  Herrera,  Manuel  José  Amite 


268  HISTOEIA  DE   SAN  LUIS 

Sarobe  y  Francisco  Vicente  Lucero.  Se  nombró  secreta- 
rio de  la  misma,  al  de  gobierno  D.  Manuel  de  la  Presilla. 

El  primer  acto  de  la  Junta  fué  rendir  un  estado  de- 
mostrativo de  las  entradas  ordinarias  y  extraordinarias, 
así  de  los  propios  y  arbitrios  de  ciudad,  como  de  los  demás 
ramos,  y  su  inversión. 

Aumentaron  los  impuestos  al  comercio  de  tránsito, 
a  la  extracción  de  ganado,  a  sus  productos  y  a  las  paten- 
tes, consultando  en  lo  posible  la  equidad. 

El  ministro  de  hacienda  calculó  las  exigencias  del 
momento  en  5.500  pesos  y  los  recursos  arbitrados  tam- 
bién fueron  calculados  en  6.000  pesos,  con  lo  cual  queda- 
rían satisfechas  las  necesidades  más  premiosas,  y  se  con- 
taría con  un  sobrante  para  casos  imprevistos. 

Según  el  estado  que  se  presentó,  desde  1817  al  21, 
el  costo  anual  medio  de  la  administración  ascendía  a 
casi  7.000  $,  y  en  los  últimos,  pasó  de  10.000  $,  ocasio- 
nados por  la  movilización  de  fuerzas  y  demás  gastos 
de  la  defensa. 

Para  atender  a  estos  gastos  extraordinarios,  se  re- 
cordará que  se  solicitaron  recursos  a  los  gobiernos  de  Men- 
doza y  San  Juan,  habiendo  recibido  mil  pesos  del  prime- 
ro y  dos  mil  del  segundo. 

Así,  pues,  con  los  fondos  prudentemente  arbitrados, 
quedaba  cubierto  el  déficit  y  normalizada  la  situación 
económica  y  financiera  de  la  administración,  merced 
a  lo  cual,  el  gobierno  pudo  hacer  frente  a  todos  sus  com- 
promisos dentro  y  fuera  de  la  provincia. 

Persistía,  además,  en  el  ánimo  del  gobernador  Ortiz, 
la  idea  de  acercar  y  vincular  a  los  pueblos  para  los  fi- 
nes comunes  del  progreso  y  del  orden,  y  al  efecto,  invitó 
a  los  gobernadores  de  Mendoza  y  San  Juan  a  una  entre- 
vista en  San  Miguel  de  las  Lagunas,  el  22  de  agosto  de 
1822.  El  resultado  de  esta  entrevista  fué  el  Pacto  de 
Unión,  firmado  y  ratificado  en  agosto  por  las  respectivas 
legislaturas.  En  él  se  decía  que,  «considerando  de  suma 
necesidad  al  bien  de  los  pueblos,  su  concentración  en  un 
Congreso  General  que  ha  de  regirlos,  se  dirigirán  circu- 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  269 

lares  invitando  a  las  otras  provincias  a  enviar  sus  dipu- 
tados, los  cuales  deberán  reunirse  en  la  ciudad  de  San 
Luis,  antes  del  1 .°  de  diciembre».  En  el  caso  que  no  pudiera 
llevarse  a  cabo  este  Congreso,  quedaban  obligados,  los 
contratantes  a  celebrar,  con  la  brevedad  posible,  una 
Convención  que  estableciese  las  bases,  por  las  cuales 
había  de  regirse,  en  adelante,  la  provincia  de  Cuyo.  Este 
acuerdo  trajo  grandes  beneficios  a  las  tres  provincias  y 
preparó  los  tratados  con  los  cuales  se  vincularon  estre- 
chamente, en  medio  del  general  desorden  a  que  estaba 
entregado  el  país. 

En  septiembre,  del  mismo  año  22,  se  recibieron  co- 
municaciones del  Protector  del  Perú,  general  San  Martín, 
invitando  a  la  Provincia  a  cooperar  a  la  terminación  de 
la  guerra,  mediante  nuevos  contingentes,  y  previendo 
la  falta  de  medios  para  equiparlos  y  remitirlos,  hace 
presente  haberse  dirigido  al  gobierno  de  Buenos  Aires 
a  fin  de  que  proveyese  estos  recursos,  por  cuenta  del  Esta- 
do Peruano.  El  gobernador  Ortiz  puso  esta  nota  en  cono- 
cimiento de  Buenos  Aires,  manifestándole  que  el  pueblo 
de  San  Luis,  constante  siempre  en  hacer  sacrificios  por 
la  patria,  no  puede  en  este  momento  llenar  sus  deseos 
en  el  estado  de  aniquilamiento  a  que  lo  ha  reducido  la 
guerra  contra  los  anarquistas,  sostenida  con  sus  recur- 
sos propios.  Que  si  se  allanaban  las  dificultades  en  este 
sentido,  estaría  pronto  a  hacer  nuevos  esfuerzos  en  la  parte 
que  le  correspondiese.  Como  se  ve,  ni  en  las  situaciones  más 
extremas,  los  púntanos,  han  escatimado  su  sacrificio. 

El  4  de  junio  de  1823,  Ortiz  comunicó  al  gobernador 
de  Buenos  Aires  que  su  gobierno  miraba  con  horror  el 
indebido  comercio  que  algunas  provincias  limítrofes 
entretenían  con  los  bárbaros  del  sud,  lo  que,  evidente- 
mente, estimulaba  en  éstos  las  frecuentes  agresiones 
que  cometían  sobre  los  territorios  de  Santa  Fe  y  Buenos 
Aires,  seguros  del  destino  que  podían  dar  al  fruto  de  sus 
depredaciones  y  no  obstante  que  la  provincia  de  San 
Luis  era  la  que  menos  sufría  en  esas  invasiones,  se  había 
prestado  gustosa  a  formar  parte   de  la  expedición  contra 


270  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

los  indios  a  que  la  había  invitado  el  gobierno  de  Mendoza, 
exigiéndole  sólo  algunos  recursos  de  que  carecía  absolu- 
tamente. También  San  Juan  había  sido  invitada  a  co- 
laborar en  la  empresa  por  los  perjuicios  que  sufría  su 
comercio  en  el  tránsito  de  sus  productos  al  litoral.  Pero, 
como  ni  Mendoza  ni  San  Juan  habían  podido  facilitar 
los  elementos  pedidos,  menos  pudo  reunirlos  San  Luis, 
de  un  vecindario  pobre  y  de  escasa  población. 

No  obstante  estos  grandes  inconvenientes,  no  de- 
sistía de  tales  proyectos,  convencido  de  la  necesidad  de 
la  empresa  y  a  virtud  de  haberse  hecho  cargo  el  gobierno 
de  Buenos  Aires  de  las  deudas  contraídas  por  el  Estado, 
antes  de  la  división  de  las  provincias,  tenía  a  bien,  el 
gobierno  de  San  Luis,  proponerle  que  efectuara  la  expe- 
dición al  sud,  con  tal  que  le  satisfagan  las  que  corres- 
pondan a  su  provincia,  parte  en  numerario  y  parte  en 
armas  y  otros  efectos.  En  consecuencia,  le  adjuntaba  un 
cuadro,  debidamente  justificado,  de  las  sumas  con  que 
había  contribuido  la  provincia  a  la  formación  de  los  ejér- 
citos de  la  patria,  y  otras  erogaciones  en  favor  de  su  liber- 
tad e  independencia.  La  indiada  se  reconcentraba  so- 
bre las  fronteras  de  Mendoza,  San  Luis  y  Córdoba,  y 
en  cualquier  momento  podía  recibir  auxilios  del  famoso 
bandido  chileno  Pincheira,  que  con  sus  huestes,  azotaba 
los  vastos  campos  fronterizos  y  aún  las  poblaciones  más 
avanzadas  sobre  la  frontera  sud. 

El  gobierno  de  Buenos  Aires  contestó  que  la  deuda, 
cuyo  pago  efectuaba  a  la  sazón,  era  la  de  los  particulares  y 
algo  que  resultaba  de  lo  facilitado  para  la  guerra  de  la 
Independencia,  y  no  obstante  provenir  principalmente  de 
este  origen  las  sumas  gastadas  por  San  Luis,  excusaba  su 
reembolso  aunque  aceptaba  la  importancia  y  conveniencia 
de  la  expedición  que  ya  había  iniciado  el  gobernador 
D.  Martín  Rodríguez.  Sin  embargo,  hizo  entrever  la  es- 
peranza de  mandar  algunos  auxilios  además  de  la  que  po- 
día informarle  a  estos  respectos  el  comisionado  Dr.  Diego 
Estanislao  Zavaleta,  que  se  había  puesto  en  viaje  para 
estas    provincias    de    Cuyo. 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  271 

A  pesar  de  todo,  Ortiz  no  descuidó  la  frontera  y  con 
los  propios  recursos  estableció  cantones  para  recorrerla, 
confiando  la  defensa  al  comandante  José  Antonio  Be 
cerra,  en  el  Fuerte  San  Lorenzo;  al  mayor  Joaquín  Mou- 
tiño  y  al  capitán  Blas  de  Videla,  en  el  Salado,  Ínter  lle- 
gaba la  oportunidad  de  realizar  una  expedición  en  forma 
que   escarmentara   a   los   salvajes. 

Con  fecha  8  de  agosto  de  1823,  la  Honorable  Repre- 
sentación Provincial  se  pronunció  sobre  la  circular  del 
Estado  de  Buenos  Aires,  adjuntando  la  convención 
preliminar  entre  esa  provincia  y  los  enviados  de  España, 
tendiente  a  celebrar  un  tratado  de  paz  y  comercio  con  las 
Provincias  Unidas. 

En  consecuencia,  creaba  de  su  seno  una  comisión 
compuesta  por  los  ciudadanos  Rafael  de  la  Peña,  Marce- 
lino Poblet,  Tomás  Luis  Ossorio,  José  Domingo  Arias, 
Esteban  Ramos,  Manuel  Herrera  y  Mateo  Gómez,  para 
que  aconsejaran  la  conveniencia  o  no,  de  ratificar  dicha 
Convención,  después  de  haber  explorado  la  voluntad  de 
los  demás  pueblos  de  Cuyo  y  oído  las  explicaciones  que 
sobre  la  materia  hiciese  el  enviado  de  Buenos  Aires, 
Dr.  Zavaleta. 

La  comisión  se  expidió  aprobando  la  iniciativa  de 
Buenos  Aires  y  autorizando  a  su  gobernador  para  terminar 
la  negociación.  Sin  embargo,  la  legislatura  de  Buenos 
Aires,  por  inspiración  de  Rivadavia,  había  resuelto  que  no 
se  celebraría  tratado  de  neutralidad,  paz,  ni  comercio 
con  España,  sin  previa  cesación  de  la  guerra  en  todos  los 
nuevos  estados  del  continente  americano  y  el  previo 
reconocimiento    de    su    independencia. 

Los  comisionados  españoles,  señores  Pereira  y  de  la 
Robla,  estaban  resueltos  a  reconocer  nuestra  indepen- 
dencia; pero,  escollaron  en  aquella  resolución,  obra  previ- 
sora de  un  político  de  largas  vistas. 

El  cañón  de  Ayacucho  dio  la  razón  al  eminente  Ri- 
vadavia y  afianzó  ese  gran  principio,  que  era  una  especie 
de  doctrina  de  Monroe,  aplicada  entre  nosotros  con 
grandes  y  patrióticas  proyecciones. 


272  HISTORIA  DE   SAN  LUIS 


Inglaterra  y  los  Estados  Unidos  se  apresuraron,  en- 
tonces, a  enviar  sus  representantes  a  las  Provincias  Uni- 
das del  Río  de  la  Plata. 

El  Estado  de  Buenos  Aires  quedó  al  frente  de  las  re- 
laciones exteriores,  como  que  tenía  el  gobierno  más 
ilustrado,  y  el  cual  se  había  impuesto  por  su  acción  de- 
mocrática   y    civilizadora. 


, 


HISTORIA  DE   SAN    LUIS  273 


CAPITULO  XI 

SUMARIO:  1.— Reunión  de  un  Congreso  Nacional.— Misión  a  Cuyo 
del  Dr.  Zavaleta. — La  reconstrucción  de  la  antigua  provincia 
de  Cuyo  e  instalación  de  la  Junta  de  Representantes. — Con- 
testación a  la  circular  del  Congreso  sobre  la  forma  de  gobier- 
no. 2. — Guerra  con  el  Brasil. — Presidencia  de  Rivadavia. — Re- 
chazo de  la  Constitución. — -Tratado  de  Huanacache.  3. — Go- 
bierno de  Dorrego.— Se  le  inviste  con  el  carácter  de  Supremo 
Poder  Ejecutivo  Nacional. — La  convención  de  Santa  Fe. — Or- 
den interno.  4. — Recursos  para  la  guerra  con  el  Brasil. — Dig- 
na actitud  de  la  Sala  de  Representantes  puntana. — Instruccio- 
nes al  diputado  por  San  Luis. — Simplificación  de  la  Sala  de 
Representantes. — -Revolución  unitaria:  caída  de  Dorrego  y 
terminación  del  gobierno  de  Ortiz. 

1. — En  Buenos  Aires  se  agitaba  la  idea  de  reunir 
un  Congreso  Nacional  para  que  fuese  vinculo  de  unión 
entre  las  provincias  y  acometiera  la  tarea  de  dictar 
la  constitución.  El  ministro  Rivadavia  declaraba  a  la 
legislatura  bonaerense  que  había  llegado  ese  momento 
y  que  los  gobiernos  existentes,  a  los  cuales  protestaba 
sus  respetos,  eran  los  llamados  a  facilitar  la  realización 
de  tan  patrióticos  anhelos.  La  Legislatura  porteña 
autorizó  el  envío  de  comisionados  de  gran  autoridad 
para  conseguir  de  las  provincias  su  consentimiento  y  que 
delegasen  sus  diputados.  A  Cuyo,  fué  el  Dr.  Diego  Estanis- 
lao Zavaleta.  En  San  Luis,  fué  muy  bien  recibido  y  aga- 
sajado por  el  gobernador  Ortiz,  quien,  por  otra  parte,  le 
ofreció  todo  su  concurso  para  el  éxito  de  su  misión, 
como  lo  evidencia  la  nota  que  transcribimos: 

«San  Luis,  octubre  7  de  1823.— El  señor  doctor  don 
Diego  Estanislao  Zavaleta  puso  en  manos  del  gobierno 
de  San  Luis  la  honorable  comunicación  de  30  de  mayo, 
del  Excmo.  señor  gobernador  de  Buenos  Aires,  como  cre- 

TOMO   I  18 


274  HISTORIA  DE   SAtfí  LUIS 

dencial  de  la  importante  misión  a  que  es  destinado 
dicho  señor,  cerca  de  los  pueblos  de  la  antigua  Unión. 
El  gobierno  de  San  Luis  ha  expresado  sus  verdaderos 
sentimientos  al  señor  diputado,  y  él  ha  afianzado  de 
un  modo  inequívoco  el  alto  concepto  que  justamente 
le  ha  merecido  la  marcha  ilustrada  del  gobierno  de  Bue- 
nos Aires.  En  consecuencia,  tiene  el  honor  de  avisar 
a  dicho  gobierno  la  conformidad  de  sus  deseos  por  la 
unión  de  las  provincias,  bajo  el  sistema  representativo, 
y  de  su  deferencia  a  las  proposiciones  que  ha  tenido  a 
bien  hacerle  el  señor  diputado,  todas  relativas  a  estable- 
cer las  bases  sobre  que  debe  afirmarse  la  seguridad  y 
respetabilidad  del  gobierno  nacional. 

Con  este  motivo,  el  gobierno  de  San  Luis  tiene  el  pla- 
cer de  reiterar  al  señor  gobernador  de  Buenos  Aires 
sus  afectuosos  respetos. — José  Santos  Ortiz. — Manuel 
de  la  Presilla,  Secretario. 

Excmo.  Sr.  Gobernador  y  Capitán   General  de   la  Pro- 
vincia de  Buenos  Aires. 

El  gobernador  de  San  Luis  aprovechó  también  la 
buena  voluntad  del  Dr.  Zavaleta,  para  encargarle  la  mi- 
sión de  conferenciar  con  los  gobernadores  de  Mendoza  y 
San  Juan,  sobre  el  proyecto  de  reintegración  de  la  pro- 
vincia de  Cuyo.  El  22  de  noviembre  comunicó,  el  comi- 
sionado, la  favorable  acogida  que  la  idea  había  tenido 
en  la  legislatura  mendocina,  donde  se  estimaron  debida  - 
mente  los  sentimientos  amistosos  y  los  patrióticos  an- 
helos del  gobierno  puntano. 

Era  la  constante  preocupación  de  Ortiz,  como  el  me- 
dio más  eficaz  para  ir  uniendo  a  todas  las  provincias 
y  uniformar  con  ellas  opiniones  encaminadas  hacia  la 
gran  obra  de  la  organización  nacional,  como  lo  había  co- 
municado al  gobierno  de  Buenos  Aires. 

Gobernaba  San  Juan  el  eminente  ciudadano  don 
Salvador  María  del  Carril,  quien,  como  Ortiz,  mantenía 
estrechas  y  frecuentes  relaciones  con  el  gobierno  de  Bue- 
nos Aires.  Así,  pues,  el  comisionado  Zavaleta  encontró 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


275 


las  mejores  disposiciones,  y  en  cuanto  a  la  misión,  que  le 
había  confiado  Ortiz,  mereció  igualmente  la  mejor  acogida; 
pero,  debiendo  posponer  este  asunto  por  el  momento  al 
de  mayor  transcendencia,  que  era  la  reunión  del  Congre- 
so, sin  perjuicio  de  abrir  comunicaciones  con  el  gobierno 
de  San  Luis  sobre  el  particular.  En  consecuencia,  San  Luis 
designó  la  ciudad  de  Tucumán  para  la  reunión  del  Con- 
greso   General,    pues   los   patrióticos   recuerdos  de  1816 


El  Deán  Zavaleta 


habían  de  inspirar  esta  otra  patriótica  obra  que  era  el 
corolario  obligado  de  la  independencia.  Sin  embargo, 
habiendo  predominado  la  idea  de  que  el  Congreso  debía 
reunirse  en  Buenos  Aires,  la  aceptó  y  nombró  diputado 
al  Dr.  Dalmacio  Velez  Sarsfield.  En  seguida  se  dirigió 
al  gobierno  de  Buenos  Aires,  prometiendo  cooperar  con 
400  hombres  a  la  formación  del  ejército  nacional,  y  en 
consecuencia,  pidió  elementos  para  organizar  las  milicias 
locales. 


276  HISTORIA  DE   SAN  LUIS 

El  ministro  de  la  guerra  aplaudió  esta  actitud,  pi- 
diendo al  Gobierno  porteño  diese  las  gracias  al  de  San 
Luis  y  le  manifestase  su  satisfacción  por  el  interés  que 
se  tomaba  para  formar  una  fuerza  en  sostén  de  la  Nación 

Al  fin,  el  Congreso  de  las  Provincias  Unidas  del  Eío 
de  la  Plata  abrió  sus  sesiones  en  diciembre  de  1824;  se 
revistió  de  la  soberanía  nacional;  se  atribuyó  facultades 
legislativas  y  constitucionales  y  confirió,  provisional- 
mente, las  funciones  del  ejecutivo  nacional  al  gobernador 
de  Buenos  Aires. 

No  bien  llegó  a  San  Luis  la  noticia  de  la  instalación 
del  Congreso,  el  gobernador  Ortiz  se  apresuró  a  felicitarle 
y  a  ofrecerle  todo  en  acatamiento,  agregando,  que  tan 
fausto  suceso  había  colmado  de  júbilo  a  los  púntanos 
y  que  en  cuanto  a  él,  «su  consuelo  era  proporcionado  a  la 
experiencia  de  sus  infortunios  y  se  congratulaban  todos 
con  la  esperanza  que  justamente  tienen  en  el  patriotis- 
mo y  virtudes  de  los  señores  representantes.» 

La  Junta  de  Representantes  de  la  provincia,  se  ins- 
taló en  diciembre  de  1825  y  eligió  presidente  a  D.  Pru- 
dencio Vidal  Guiñazú  y  secretario  a  José  Gregorio  Calde- 
rón. Constituían  la  representación:  Cornelio  L.  Lucero, 
Rafael  de  la  Peña,  Manuel  Herrera,  Andrés  Alfonso, 
Tomás  Barroso,  Francisco  Vicente  Lucero,  Carlos  Arias, 
Inocencio  Gatica,  José  Ursulo  Funes,  Juan  de  la  Rosa 
Sosa,  Vicente  Carreño,  Juan  Gregorio  Lucero,  Pedro 
Justo  Moreno,  Tomás  Muñoz,  Félix  Rodríguez  y  Romero, 
José  de  las  Nieves  Moyano,  Juan  Nepomuceno  Funes, 
Norberto  Adaro,  Felipe  Rodríguez  Sosa,  Norberto  Lu- 
cero, Leoncio  Suárez,  Luis  Benítez,  Miguel  Escudero, 
Andrés  Quevedo,  Martín  Garro,  Hermenegildo  Gallar- 
do, José  Marcos  Alcaraz,  Mateo  Gómez,  Manuel  de  la 
Presilla,   Juan   de  Dios  Nieva  y  Bernardino   Barbosa. 

De  acuerdo  con  la  ley  del  Soberano  Congreso  que 
fijaba  la  representación  de  las  provincias,  esta  junta 
eligió  dos  diputados  más,  en  las  personas  del  coronel 
D.  Luis  de  Videla  y  licenciado  D.  Santiago  Funes,  con- 
firiéndoles poder  y  amplias  facultades  para  fijar,  en  unión 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  277 

con  los  otros  representantes,  la  forma  de  gobierno  con  que 
debía  regirse  el  país;  para  intervenir  en  los  importantes 
asuntos  de  la  independencia  y  libertad  americana  y  en 
todo  lo  relativo  al  alto  encargo  que  se  les  confía. 

El  coronel  Videla  elevó  una  honrosa  renuncia  de 
ese  cargo,  fundándola  en  que  no  tenía  las  luces  necesa- 
rias para  representar  dignamente  a  su  provincia,  en  un 
Congreso  que  iba  a  decidir  la  suerte  de  la  patria.  Por  es- 
tas razones  rogaba  se  le  exonerara  de  esta  misión  y  se 
utilizaran  sus  servicios  donde  ellos  pudieran  ser  más 
eficaces  al  país. 

Ese  eminente  comprovinciano  se  presenta  ante  la 
posteridad,  con  esa  actitud,  como  un  ciudadano  austero 
y  prudente;  en  su  reemplazo  se  eligió  a  D.  Calixto  Gon- 
zález. 

En  virtud  de  las  facultades  que  se  habían  reservado 
las  provincias,  el  Congreso  les  pasó  circulares  consultán- 
dolas sobre  la  forma  de  gobierno  más  conveniente  al 
país.  Para  evacuar  esa  consulta,  la  Junta  de  Represen- 
tantes, nombró  en  comisión  al  presidente  Prudencio 
Vidal  Guiñazú,  al  secretario  José  Gregorio  Calderón 
y  cinco  miembros  más,  quienes  se  expidieron  con  suma 
mesura,     aceptándose    por    unanimidad    su    dictamen. 

Ante  todo,  la  junta  expresaba  el  sentimiento  de  ma- 
nifestar al  Congreso  General,  que,  después  de  un  examen 
detenido  del  asunto  y  no  obstante  haber  empeñado  todo 
su  patriotismo  y  la  más  profunda  meditación,  no  podía 
pronunciarse  sobre  cuál  sería  la  forma  de  gobierno  más 
conveniente  a  la  Nación.  Si  ella  hubiese  debido  ceñirse 
solamente,  a  manifestar  su  opinión  sobre  la  forma  de  go- 
bierno que  era  más  conveniente  a  la  provincia  de  San 
Luis,  podrían,  tal  vez,  haber  dado  una  respuesta  bien  fun- 
dada; pero,  tratándose  de  la  Nación,  no  la  tenían  formada, 
y  por  consiguiente,  no  podían  expresarla  en  esta  circuns- 
tancia. 

Luego,  el  dictamen  pasa  a  hacer  consideraciones 
sobre  las  formas  de  gobierno  que,  teóricamente,  son  muy 
buenas,  aunque  en  la  práctica  pueden  ser  funestas  a  los 


278  HISTORIA   DE    SAN  LUIS 

pueblos,  dada  sus  peculiaridades  propias  de  topogra- 
fía, población  y  recursos. 

Tampoco  conocían  la  opinión  de  los  demás  pueblos 
al  respecto,  a  causa  del  aislamiento  en  que  habían  vivido 
por  espacio   de   cinco   años. 

Recuerda  que  desde  los  primeros  años  de  la  revo- 
lución, algunos  pueblos  y  jefes  militares,  por  querer  lle- 
var adelante  la  forma  de  gobierno  proclamada  por  ellos, 
casi  aniquilaron  a  los  otros  pueblos,  y  hasta  la  Nación 
misma,  no  había  dejado  de  ser  envuelta  en  la  sangrienta 
guerra  civil.  Por  este  motivo,  se  veían  cohibidos  para  pro- 
nunciarse; pero,  si  la  Representación  de  San  Luis  no 
puede  librarse  de  emitir  una  opinión  sobre  la  forma 
de  gobierno,  ella  cree  que  la  mejor  y  más  útil  a  los  pue- 
blos sería  la  que  designara  el  Congreso  Nacional,  siempre 
que    sea    bajo    el    sistema    representativo    republicano. 

«El  Congreso  General  desprendido  de  toda  idea  de  pro- 
vincia y  pesando  los  intereses  de  cada  pueblo  en  la  ba- 
lanza de  la  prosperidad  nacional,  señalará,  sin  duda,  por 
base  de  la  Constitución  del  Estado,  aquella  que  más 
convenga  a  la  Nación.  La  Representación  de  San  Luis 
debe  esperarlo  así  de  las  luces  de  los  honorables  diputados 
que  componen  la  Representación  Nacional,  y  del  celo 
que   los   anima   por   la   causa   pública.» 

Tal  fué  la  respuesta  dada  al  Congreso,  inspirada  en 
el  alto  anhelo  de  dejarle  la  mayor  libertad  de  acción 
compatible  con  los  grandes  intereses  del  país. 


2. — Estaban  empeñados  en  solucionar  tan  graves 
asuntos  cuando  vino  a  ocupar  la  atención  general  del 
país,  la  guerra  con  el  Brasil.  La  Banda  Oriental  había 
sido  ocupada  por  las  fuerzas  brasileñas,  porque  el  Im- 
perio aspiraba  a  incorporársela  con  el  nombre  de  pro- 
vincia Cisplatina.  En  esta  situación,  el  patriota  general 
Lavalleja,  con  33  compañeros,  partió  de  la  costa  argenti- 
na y  fué  a  insurreccionar  la  Banda  Oriental  contra  los 
ocupantes  extranjeros. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  279 


El  gobierno  argentino  se  limitó  a  reforzar  la  linea  del 
Uruguay,  temeroso  de  que  la  guerra  se  trajera  sobre 
Entre  Ríos. 

Lavalleja,  después  de  obtener  algunos  triunfos  con- 
tra los  imperiales,  y  sintiendo  la  necesidad  del  auxilio 
argentino,  dio  el  paso  decisivo  de  reunir  un  Congreso 
en  La  Florida,  en  agosto  de  1825,  el  cual  declaró  que  era 
el  voto  decidido  y  constante  de  la  Provincia  Oriental, 
incorporarse  a  las  provincias  argentinas,  a  las  cuales 
siempre  había  pertenecido.  A  raíz  de  este  suceso,  la  opi- 
nión argentina  se  pronunció  en  entusiastas  manifesta- 
ciones en  favor  de  la  guerra  al  Brasil,  y  los  bravos  sol- 
dados de  la  independencia,  aun  con  los  frescos  laureles 
de  Ayacucho,  volvieron  a  vestir  sus  viejos  y  gloriosos  uni- 
formes y  se  apresuraron  a  ofrecer  sus  servicios  a  la  patria. 

El  Congreso  de  las  Provincias  Unidas,  bajo  la  presión 
de  estas  explosiones  de  patriotismo,  reconoció  de  hecho 
incorporada  la  Provincia  Oriental,  a  nuestro  territorio, 
ya  que  por  derecho  propio  había  querido  pertenecer 
a  él.  El  gobierno  nacional  comunicó  al  Brasil  la  reso- 
lución del  Congreso,  manifestándole  que  estaba  compro- 
metido a  proveer  a  la  defensa  y  seguridad  de  la  Banda 
Oriental  para  conservar  la  integridad  del  territorio  de 
las  Provincias  Unidas  y  a  garantir,  solemnemente,  para 
el  futuro,  la  inviolabilidad  de  sus  límites.  El  emperador 
del  Brasil  contestó,  el  10  de  diciembre,  con  la  declara- 
ción de  guerra. 

El  gobierno  de  Buenos  Aires  reconcentró  sus  tropas 
sobre  la  costa  del  Uruguay,  a  las  órdenes  del  general 
Martín  Rodríguez,  y  confió  el  mando  de  una  flotilla  al 
almirante  Brown,  la  cual  debía  aumentarse  mediante 
una  subscripción  nacional  a  la  empresa  naval.  A  las  pro- 
vincias se  pidieron,  también,  contingentes  para  formar 
el  ejército  nacional.  San  Luis  envió  350  hombres  al  man- 
do de  D.  Manuel  Herrera  e  inició  una  subscripción  para 
los  gastos  de  la  marina. 

El  gobernador  Las  Heras  renunció  el  cargo  para  ir 
a  comandar  el  ejército,  recomendando  al  Congreso  que 


280  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

estableciese  el  P.  E.  permanente.  El  Congreso  creó  este 
poder,  por  ley  del  6  de  febrero  de  1826,  y  casi  por  unani- 
midad de  votos,  se  nombró  a  D.  Bernardino  Rivadavia, 
presidente  de  las  Provincias  Unidas.  Al  día  siguiente  de 
recibirse  del  gobierno,  envió  un  proyecto  al  Congreso, 
declarando  a  Buenos  Aires  capital  de  las  Provincias  Uni- 
das. Este  proyecto  fué  el  origen  de  la  tenaz  oposición 
que  tuvo  más  tarde,  de  parte  de  los  que  defendían  las  au- 
tonomías de  las  provincias  y  el  sistema  federal,  contra 
las  tendencias  centralistas  y  unitarias  de  Rivadavia. 
Dorrego  se  puso  al  frente  de  la  oposición,  iniciando  por 
la  prensa  una  ardiente  propaganda  contra  esa  medida, 
y  levantó  la  bandera  federal,  a  cuya  sombra  vinieron 
a   agruparse  los  caudillos  provincianos. 

Al  iniciarse  la  campaña  contra  el  Brasil,  el  ejército 
argentino  de  5.500  hombres  se  llamó  Republicano,  y  su 
jefe  fué  el  general  Alvear.  A  fin  de  diciembre  de  1826, 
inició  la  invasión  al  territorio  brasileño,  consiguiendo 
varios  triunfos,  culminados  con  la  victoria  de  Ituzain- 
gó,  el  20  de  febrero  de  1827.  Alvear  pensó  ocupar  la  pro- 
vincia de  Río  Grande  y  sacar  mayores  ventajas  del 
triunfo;  pero  Rivadavia,  no  pudo  auxiliar  el  ejército,  pues 
las  provincias  se  negaban  a  mandar  nuevos  contingen- 
tes y  rechazaban  la  Constitución,  faltando  al  sagrado 
deber  que  les  imponía  la  grave  situación  del  momento. 
Debido  a  esa  causa,  hubieron  de  malograrse  los  frutos  de 
aquella  campaña  gloriosa,  que  tantos  sacrificios  había 
costado  al  país. 

Bustos,  gobernador  de  Córdoba  fué  el  primero  en  re- 
belarse contra  el  presidente  Rivadavia  y  el  Congreso. 
Desgraciadamente,  la  imprudencia  del  general  Lamadrid, 
que  había  ido  a  Tucumán  para  remontar  y  remitir  nue- 
vos contingentes,  contribuyó  a  suscitar  estos  conflictos, 
al  mezclarse  en  la  política  local,  que  terminó  con  el  de- 
rrocamiento del  gobernador  y  dio  pretexto,  a  otros  caudi- 
llos, para  levantarse  en  armas  contra  el  gobierno  nacional. 

Los  federales,  de  todas  partes,  estrecharon  sus  filas 
y  se  aprestaron  a  la  lucha.  Quiroga  pasó  a  ser  arbitro 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  281 

de  Cuyo,  mientras  Dorrego  se  ponía  al  habla  con  los  demás 
caudillos  y  los  estimulaba  a  la  rebelión.  La  situación  de  la 
presidencia  era  insostenible,  y  entonces  pensó  en  celebrar 
la  paz  con  el  Brasil,  enviando  a  Eío  de  Janeiro  al  doctor 
Manuel  José  García,  con  la  instrucción  de  negociar  una 
convención  preliminar  de  paz,  que  asegurase,  por  lo  me- 
nos, la  independencia  de  la  Banda  Oriental.  García  fir- 
mó dicha  convención;  pero  dejando  al  Brasil  la  pose- 
sión de  la  codiciada  Provincia  Oriental,  con  lo  cual  ve- 
nía a  malograr  las  ventajas  de  la  brillante  y  rápida  cam- 
paña del  ejército  Republicano.  De  hecho,  se  reconocía 
la  injusticia  con  que  habíamos  sostenido  la  guerra  y  se 
desautorizaba  a  los  que  la  iniciaron.  La  paz  así  conse- 
guida era  una  vergüenza  nacional. 

Cuando  se  supo  tan  ingrata  noticia,  prodújose  en 
Buenos  Aires,  y  en  todo  el  país,  una  verdadera  manifes- 
tación de  desagrado  y  de  protesta,  viéndose  obligado 
Rivadavia,  para  calmar  los  ánimos,  a  desautorizar  al 
comisionado  Dr.  García  por  haberse  extralimitado  en 
sus  instrucciones,  y  después,  presentó  su  renuncia  del 
cargo  de  presidente.  El  país  perdía  así  a  un  magistrado 
probo,  progresista,  cuya  alta  previsión  hace  que  se  des- 
taque su  personalidad  entre  los  más  eminentes  patriotas 
y  estadistas  argentinos. 

En  tan  difíciles  momentos,  el  gobernador  Ortiz 
tomó  la  iniciativa  de  dirigirse  a  los  gobiernos  de  Mendo- 
za y  San  Juan,  manifestándoles  estar  profundamente 
penetrado  de  que  si  eran  grandes  los  peligros  que  amena- 
zaban al  país,  comprometido  en  guerra  con  el  Brasil, 
ellos  eran  más  inminentes  en  el  estado  de  anarquía  rei- 
nante entre  las  provincias,  huérfanas  de  una  autoridad 
central  capaz  de  imponerse  a  todos  y  de  imponer  respeto 
al  enemigo,  mediante  el  mantenimiento  de  la  paz  interna, 
que  le  permitiera  disponer  de  todos  los  recursos  del  país, 
tal  como  lo  exigía  la  defensa  nacional. 

En  tales  circunstancias,  el  patriotismo  le  aconseja- 
ba enviar  a  las  otras  hermanas  de  Cuyo,  al  mayor  D.  José 
Gregorio   Giménez,  con  la  misión  de   estrechar  relacio- 


282 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


HISTORIA   DE    SAN    LUIS  283 


nes,  uniformando  los  medios  para  desenvolver  el  plan 
de  una  política  de  solidaridad,  reclamada  por  recíprocas 
conveniencias  y  por  los  altos  intereses  generales  de  la  Repú- 
blica. Ortiz  no  perdía  ocasión  para  manifestarse  deci- 
dido partidario  del  orden,  a  cuyo  servicio  puso  siempre 
los  recursos  de  su  exquisito  tacto  político  y  los  anhelos 
de  un  ciudadano  bien  inspirado,  calidades  que  le  reco- 
nocía el  mismo  Rivadavia  y  otros  hombres  dirigentes 
del  interior. 

En  medio  de  tan  graves  preocupaciones,  el  joven 
Domingo  F.  Sarmiento,  destinado  a  tan  importante  fi- 
guración en  el  país,  fundaba  y  dirigía  una  escuela  en 
San  Francisco  del  Monte  de  Oro,  adonde  acababa  de 
llegar  proscripto  con  su  tío  el  patriota  P.  José  de  Oro. 
Ese  modestísimo  plantel  de  cultura  estaba  destinado  a 
ejercer  una  gran  influencia  en  la  civilización  argentina. 

Las  provincias  seguían  amenazando  con  manifestar- 
se contrarias  al  plan  de  organización  política,  ya  diseña- 
do, que  privaría  al  gobierno  central  de  importantes  re- 
cursos en  hombres  y  en  dinero  para  hacer  frente  a  la  gue- 
rra. Sin  embargo,  el  Congreso  se  propuso  llevar  adelante 
la  tarea  de  dictar  la  constitución.  Llegó,  pues,  el  momento 
de  discutir  el  dictamen  de  la  comisión  encargada  de  acon- 
sejar el  régimen  de  gobierno  que  debía  adoptarse  como 
base  de  la  carta  fundamental.  Leído  el  informe  y  hecho 
el  cómputo,  se  tuvo  6  provincias  por  el  sistema  federal, 
4  por  el  unitario  y  6  (Misiones  y  Tari  ja  figuraban  también 
como  provincias)  declararon  que  su  voto  lo  compro- 
metían por  el  régimen  de  gobierno  que  sancionase  el 
Congreso.  Sobre  esta  base,  el  cuerpo  nacional,  en  su  se- 
sión del  19  de  julio  de  1826,  sancionó  por  la  casi  tres  cuar- 
tas partes  de  sus  miembros,  la  forma  republicana  conso- 
lidada en  unidad  de  régimen.  En  este  Congreso  figura- 
ban los  hombres  más  eminentes  del  país  por  su  saber  y 
antecedentes  políticos,  desde  los  primeros  días  del  mo- 
vimiento emancipador. 

Este  resultado  fué  inmediatamente  comunicado  a 
las  provincias. 


284  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


El  gobernador  Ortiz  elevó  a  la  H.  R.  la  comunica- 
ción del  presidente  del  Congreso  General  Constituyente 
en  que  se  contenía  el  código  fundamental,  agregando  «que 
esta  carta  la  han  esperado  las  provincias  como  el  tér- 
mino de  sus  desgracias  y  el  principio  de  su  felicidad. 
Ella  es,  H.  R.,  la  obra  de  los  hombres  en  quienes  depo- 
sitaron los  pueblos  toda  su  confianza  y  a  cuyo  patrio- 
tismo y  luces  libraron  sus  más  caros  intereses. 

«Sería  hacer  una  injuria  notoria  al  augusto  cuerpo, 
dudar  de  las  intenciones  con  que  emprendió  y  finalizó 
este  trabajo,  cuando  él  mismo  dictó  la  ley  de  someterlo 
a  vuestro  examen  y  consideración;  con  esta  prevención 
favorable  es  que  la  Honorable  Junta  debe  entrar  a  me- 
ditarlo. El  manifiesto  que  contiene  y  los  términos  en  que 
están  concebidos  los  artículos  de  la  constitución,  prestan 
una  luz  superabundante  para  determinar  vuestros  juicios.» 

Por  este  mismo  conducto  se  elevaban,  también,  a  su 
consideración  todas  las  leyes  del  Congreso  y  los  decre- 
tos del  P.  E.,  declarando  que  el  gobierno  los  había  reci- 
bido respetuosamente,  siendo  bien  conocidas  las  causas 
que  obstaculizaron  su  ejecución,  por  la  falta  de  uni- 
formidad de  los  pueblos  que  componen  la  República. 
El  de  San  Luis  no  se  había  pronunciado  en  ningún  sen- 
tido, limitándose  a  seguir  el  curso  de  los  acontecimientos, 
siempre  con  el  buen  deseo  de  llegar  a  un  acuerdo  feliz 
•que  pusiera  término  a  la  desconfianza  y  al  desorden 
general,  de  los  que  estaba  libre  esta  provincia  por  la 
prudencia  y  buen  sentido  de  sus  gobernantes.  Termina 
la  extensa  nota  recordando  las  palabras  de  un  honora- 
ble y  juicioso  diputado  del  Congreso:  que  los  gobernadores 
dejen  el  bastón  de  mando  para  que  los  pueblos  se  pronun- 
cien. «El  de  San  Luis,  señores  Representantes,  abraza 
este  consejo,  y  desde  hoy  lo  pone  en  vuestras  manos. 
Ha  dado,  también,  orden  al  comandante  general  de  las 
armas  para  que  se  ponga  a  las  vuestras  y  tiene  el  placer 
de  jurar  por  el  Dios  de  la  Patria,  que  vuestras  resolucio- 
nes serán  respetadas  y  obedecidas  hasta  con  el  sacrificio 
de  su  vida.» 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS  2  85 

Noble  actitud,  digna  del  afanoso  empeño  con  que 
el  gobernador  Ortiz  había  cooperado  a  la  realización  del 
Congreso  a  fin  de  que  éste  acometiera  la  magna  tarea  de 
organizar  la  República.  Sin  embargo,  la  H.  Representación 
no  permitió  se  alejara  del  poder,  ratificándole  la  confianza 
que  tenía  en  su  patriotismo  y  aptitudes  para  el  gobierno. 

En  último  caso,  la  forma  de  gobierno  era  cuestión 
secundaria  para  los  buenos  y  prudentes  ciudadanos; 
lo  esencial  era  restablecer  el  orden,  dando  estabilidad 
a  las  instituciones  democráticas  y  encauzando  al  país  por 
las  vías  reparadoras  del  trabajo  y  del  bienestar  común. 
He  aquí  los  términos  en  que  se  resolvía  el  arduo  problema: 
«La  Honorable  Representación  de  San  Luis,  reunida  con 
el  alto  e  interesante  objeto  de  revisar  la  constitución 
dada  por  el  Congreso  General  Constituyente  para  el 
régimen  de  la  Nación  Argentina,  ha  meditado  profunda 
y  detenidamente  sus  artículos;  ha  comparado  el  con- 
tenido de  ellos  con  la  voluntad  de  la  provincia  y  ha 
venido  a  convencerse  que,  arrebatados  sus  habitantes  del 
torrente  de  la  opinión  de  los  pueblos  por  el  sistema  fe- 
deral, si  los  representantes  de  San  Luis  se  conformasen 
con  la  Constitución,  no  solamente  traicionarían  los  votos 
de  sus  comitentes  sino  que,  también,  sumirían  la  pro- 
vincia entera  en  un  cúmulo  de  desgracias  de  que  se  ha- 
rían responsables,  poniendo  los  pueblos  cada  vez  más 
distantes  de  constituirse  alguna  vez,  y  penetrados  de  que 
la  provincia  de  San  Luis  debe  uniformarse  a  los  demás 
con  quienes  se  halla  estrechada  por  fuertes  vínculos  de 
intereses  recíprocos,  ha  venido  a  sancionar  los  artículos 
siguientes: 

1.°  La  provincia  de  San  Luis  no  admite  la  Consti- 
tución dada  por  el  Congreso  General  Constituyente,  en 
24  de  diciembre  del  año  pasado  de  1826,  por  no  estar 
montada  sobre  la  base  de  federación  por  que  se  ha  pro- 
nunciado la  pluralidad  de  las  provincias. 

2.°  Conservará  con  ellas  las  relaciones  de  unión  y 
confraternidad,  para  el  sostén  mutuo  de  la  libertad  y 
de  los  derechos. 


286  HISTORIA   DE    SAN   LITIS 

3.°  Está  pronta  a  sacrificar  sus  recursos  para  la  de- 
fensa  contra   los   enemigos   de   los  Pueblos  Argentinos. 

4.°  El  presidente  de  la  Sala  comunicará  esta  reso- 
lución al  presidente  del  Congreso  General  Constituyente 
y   demás   a   quienes   corresponda. 

Sala  de  Sesiones  en  San  Luis  a  26  de  marzo  de  1827. 

Luis  de  Videla,  Presidente. — Cornelio  Lucero,  Secre- 
tario.— José  Gregorio  Calderón. — Tomás  Barroso. — Doc- 
tor Joaquín  Pérez. — Fr.  Baltazar  de  León. — Félix  Rodrí- 
guez y  Romero. — Francisco  Vicente  Lucero. — Tomás 
Varas. — Manuel  Rogato  Herrera. — Luis  Maldonado  — 
Luciano  Anzorena. — Vicente  Servando  Várela. — Juan 
José  Becerra. — José  Gabriel  Puebla. — Manuel  Antonio 
Salazar. — José  Manuel  Quiroga. — Juan  Alejandro  Sosa. — 
Calixto  Ortiz. — Juan  Heredia. — Esteban  Fernández. — 
Vicente  Carreño. — José  Manuel  Montiveros.  — Bernardino 
Barbosa.» 

Como  consecuencia  de  esta  actitud,  la  Represen- 
tación resuelve  que  en  vista  de  no  haber  sido  admitida 
la  Constitución,  quedan  sin  efecto  las  leyes  promul- 
gadas por  el  Congreso^  y  de  consiguiente,  la  provincia, 
en  plena  libertad  para  disponer,  como  dispone,  de  sus 
derechos  como  mejor  le  convenga,  incluso  de  sus  ren- 
tas propias. 

Poco  después  se  aceptaba  la  renuncia  que  hizo  el 
Diputado  al  Congreso,  licenciado  Santiago  Funes. 

Rechazada  la  constitución,  el  gobernador  Ortiz  se 
propuso  activar  la  unión  de  las  provincias  de  Cuyo 
adonde  había  remitido,  como  hemos  dicho,  al  mayor 
José  Gregorio  Giménez,  con  la  misión  de  celebrar  un 
tratado,  el  cual  fué  subscripto  en  Mendoza,  el  27  de 
marzo  y  ratificado  por  el  de  San  Juan  en  Guanacache 
el  l.o  de  abril  de  1827. 

En  virtud  de  este  tratado,  las  provincias  de  Cuyo, 
se  comprometían,  del  modo  más  solemne,  a  conservar 
la  paz  y  amigables  relaciones  entre  ellas;  a  mantener  el 
orden  interior,  garantizándose  contra  los  enemigos  del 
sosiego  público. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  287 

Conservarían  sus  actuales  instituciones,  derechos 
y  libertades  hasta  que  se  adoptase  la  constitución  que 
debía  regir  el  Estado  Argentino. 

Empeñarían  su  influencia  para  hacer  cesar  la  guerra 
civil  entre  las  provincias  y  llamarlas  a  la  prudencia  y 
a  la  razón. 

Se  obligaban  a  concurrir,  con  todos  los  auxilios  po- 
sibles, a  la  guerra  contra  el  emperador  del  Brasil  y  a  in- 
terponer igualmente  sus  relaciones  con  los  demás  go- 
biernos de  las  Provincias  Unidas  para  que  obrasen  en 
igual  sentido  y  con  la  actividad  que  reclamaba  la  liber- 
tad   e    independencia    nacional. 

Asimismo  convenían  en  dirigirse  al  gobierno  de  Cór- 
doba para  solicitar  que  las  demás  provincias  se  pronun- 
ciaran sobre  la  Constitución  y  demás  leyes  orgánicas 
sancionadas  por  el  Congreso,  a  fin  de  que  éste  tomara 
en  cuenta  la  opinión  general  y  deliberara  en  conformi- 
dad a  la  mayoría  que  se  manifestase. 

Se  buscaba  el  apoyo  de  Córdoba  porque  Bustos  se 
había  puesto,  en  el  interior,  al  frente  de  la  resistencia 
al  gobierno  de  Buenos  Aires,  y,  además,  porque  en  enero 
del  mismo  año,  había  acordado  con  el  gobernador  de  San 
Juan,  reunir  en  la  ciudad  de  San  Luis  una  convención 
por  medio  de  diputados  de  todas  las  provincias,  para 
tratar  sobre  la  forma  de  gobierno  más  adecuada  a  la 
República  y  sobre  algunos  puntos  preliminares  que  sir- 
viesen de  base  para  organizar  la  Nación.  Pero,  tan  pa- 
trióticos anhelos  fracasaron,  porque  los  sucesos  se  preci- 
pitaban imprudentemente  por  una  y  otra  parte,  entre- 
gando a  la  lucha  fratricida  la  solución  de  sus  diferencias 
y  antagonismos. 


3. — En  medio  de  estas  rivalidades,  había  que  atender 
las  exigencias  de  la  guerra  con  el  Brasil.  Después  de  la 
renuncia  de  Rivadavia,  el  coronel  Dorrego  que  le  había 
sucedido  en  el  gobierno,  pudo  contar  con  la  cooperación  de 
las  provincias  de  Cuyo  que  se  mantenían  unidas  y  en  paz. 


288  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Dorrego  aprovechó  la  ocasión  de  desbaratar  toda  la 
obra  de  Rivadavia  y  del  Congreso;  preocupándose  de 
hacer  el  proceso  de  la  presidencia  y  del  gobierno  unita- 
rio para  descalificarlo  ante  el  país.  Dorrego  y  Bustos 
eran  los  arbitros  de  la  situación,  y  ambos  aspiraban  a 
presidir  los  destinos  de  la  República.  La  idea  de  citar 
a  una  nueva  convención  fué  generalmente  aceptada,  e 
intertanto,  a  Dorrego  se  le  confería  la  representación  de 
las  relaciones  exteriores. 

El  12  de  octubre  de  1827  se  expide  favorablemente 
la  comisión  encargada  de  presentar,  ala  Salapuntana,  un 
proyecto  de  las  atribuciones  con  que,  por  parte  de  esta 
provincia,  debía  investir  al  Excmo.  Gobernador  y  Capi- 
tán General  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires.  Deposita- 
ba en  él,  el  Supremo  Poder  Ejecutivo  Nacional,  provi- 
soriamente, y  hasta  la  reunión  del  próximo  Congreso, 
para  sólo  los  casos  de  guerra,  paz  y  relaciones  exterio- 
res. Fundaba  su  dictamen  en  la  necesidad  que  había 
de  autorizar  a  dicho  gobernador  con  el  carácter  y  atri- 
buciones que,  ampliamente,  debe  revestir  el  primer  je- 
fe de  una  nación.  Le  concedía  la  distinción,  que  como 
a  tal,  le  correspondía,  en  vista  del  estado  de  acefalía  en 
que  se  encontraba  la  Nación  y  de  ]os  inminentes  riesgos 
en  que  se  veía  por  la  justa  guerra  sostenida  contra  el  em- 
perador del  Brasil.  Advierte  que  nada  hay  más  delicado 
y  arriesgado  que  desprenderse  del  poder;  pero,  a  la  vez, 
reconoce  la  necesidad  suprema  de  reconcentrar  las  fuer- 
zas para  dar  un  impulso  vigoroso  a  los  negocios  genera- 
les del  país,  poniéndolo  en  un  estado  de  respetabilidad 
y  poder  que  asegurase  su  existencia.  A  la  vez,  cumple 
con  el  deber  de  señalar  las  dificultades  para  el  mayor 
acierto  con  que  debe  hacerse  esta  delegación  y  deslindar  la 
suma  de  poder  conferida  de  modo  que  ni  falte  al  delegado 
autorización  y  medios  tendientes  al  cumplimiento  de  sus 
obligaciones  ni  sea,  tampoco,  una  plenitud  omnímoda  de 
facultades  indefinidas  que  pueda  refluir  alguna  vez 
contra  la  libertad  del  sistema  adoptado  por  las  provin- 
cias  o   contra   sus  intereses   de   otra   especie.    Como   se 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  289 

ve,  eran  en  extremo  previsores  y  perspicaces  los  miem- 
bros de  la  comisión,  aleccionados  por  una  experiencia 
cercana  y  dolorosa,  cuyas  consecuencias  se  estaban  pal- 
pando, así  como  se  imponía  la  urgencia  de  remediarlas, 
con  elevación  de  miras  y  verdadero  patriotismo. 

Aconsejaron  pues,  una  fórmula,  conciliando  todos 
los  intereses  del  momento.  1.°  Que  el  ejecutivo  proviso- 
rio nacional,  indique  con  qué  elementos  debe  contri- 
buir la  provincia  para  la  guerra  y  se  franquee  sobre  los 
demás  asuntos  de  cuya  dirección  se  le  encarga;  pero,  con 
i:al  tino  y  prudencia,  que  la  provincia  no  quede  en  un 
estado  de  nulidad  por  exigirle  sacrificios  que  estén  fuera 
de  la  esfera  de  su  poder. 

2.°  Que  para  evitar  estos  males  que  por  una  equivo- 
cación de  cálculo,  por  falta  de  noticias,  o  porque  no  es 
posible  precaverlo  todo,  el  Ejecutivo  Nacional  se  pondrá 
en  inmediata  y  directa  relación  con  el  Ejecutivo  Pro- 
vincial, y  ambos,  de  acuerdo,  y  previos  los  informes  del 
segundo,  podrá  el  primero  arreglar  sus  determinaciones 
y  pedir  a  San  Luis  los  contingentes  que  le  quepan,  con 
arreglo   a   su   poder  y  facultades. 

3.°  Que  el  Poder  Ejecutivo  Provincial  sólo  podrá 
resolver  en  los  asuntos  que  estén  en  la  esfera  de  sus  atri- 
buciones y  sean  de  su  resorte,  para  los  objetos  de  esta 
clase;  pero,  que  siempre  deberá  ponerlos  en  consideración 
de  la  Sala  de  Eepresentantes,  principalmente  los  que 
tengan  tendencias  a  contingentes  de  cualquier  clase  que 
sean  y  esperar  su  resolución. 

4.°  Que  se  asegure  al  Ejecutivo  Nacional  la  buena 
disposición  y  deseos  de  esta  provincia  de  contribuir  a 
la  guerra  con  cuanto  le  sea  posible,  en  los  términos  ya 
indicados,  y  que  bajo  de  este  principio,  puede  dirigirse 
al   Ejecutivo   Provincial   con   relación   a   estos   asuntos. 

5.°  Que  del  mismo  modo  se  le  protesta  la  mejor  de- 
cisión y  cooperación  de  esta  provincia  a  cuanto  su  Exce- 
lencia proponga,  con  orden  a  los  demás  asuntos  que  se 
confieren  de  interés  general,  autorizándole  para  que  pue- 
da tratar  la  amistad  y  alianza,  defensiva  y  ofensiva,  con 

TOMO   T  19 


290  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


las  Repúblicas  de  todo  el  continente  americano  en  espe- 
cial y  con  las  demás  potencias  ultramarinas;  pero,  con  la 
prevención  de  poner  siempre  en  consideración  de  las  Sa- 
las de  las  Provincias,   asuntos  de  tamaño  interés. 

6.°  Del  mismo  modo  y  en  iguales  términos,  podrá 
autorizar  la  Honorable  Sala  al  mismo  Excmo.  Gobernador 
de  Buenos  Aires,  para  tratar  de  la  paz  en  términos  que 
haga  honor  y  ventajas  a  la  Nación,  transmitiendo  cual- 
quier ocurrencia  de  esta  clase  al  conocimiento  de  esta 
Sala  por  el  conducto  ya  indicado,  siempre  que  las  circuns- 
tancias se  lo  permitan,  preliminarmente  y  antes  de  em- 
prender  negociaciones   de   esta   especie. 

Finalmente,  estableció  que  la  autorización  conferi- 
da sería  hasta  la  reunión  del  próximo  Cuerpo  Nacional 
y  por  sólo  el  tiempo  de  tres  meses,  sin  perjuicio  de  ampliar 
este  período,  siempre  que  causas  legales  y  de  necesidad 
lo   exigieran. 

Es  un  documento  notable  por  la  previsión  y  los  mó- 
viles patrióticos  que  lo  inspiran.  La  Sala  de  Represen- 
tantes puntana  se  eleva,  con  ese  instrumento  político, 
a  la  altura  de  un  verdadero  cuerpo  nacional;  pues,  traza 
reglas  precisas  y  sabias  al  Poder  Ejecutivo  Provisorio 
de  la  Nación,  en  cuanto  a  las  relaciones  interiores  y  ex- 
teriores que  le  ha  delegado,  y  a  las  facultades  que  se  re- 
serva, de  intervenir  en  todos  los  actos  de  verdadera 
transcendencia  para  la  República. 

Debo  dejar  constancia,  para  honra  perdurable  de 
los  autores  de  este  documento,  que  la  comisión  encarga- 
da de  redactarlo  y  de  expedirse  en  tales  circunstancias, 
aconsejando  las  resoluciones  de  la  Sala  de  Representantes, 
componíanla  el  docto  sacerdote  Joaquín  Pérez,  el  hábil  po- 
lítico José  Gregorio  Giménez  y  el  grave  y  experto  admi- 
nistrador de  las  finanzas  puntanas,  D.  Rafael  de  la  Peña. 

La  Honorable  Representación  aprobó  este  brillante 
dictamen  por  unanimidad  de  votos,  y  entre  las  aclamacio- 
nes de  un  pueblo  enardecido  por  el  sentimiento  de  la 
Patria.  Volvía  a  renacer  en  San  Luis  el  espíritu  de  1814 
V  de  1819. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  291 


Y  con  respecto  al  Congreso,  produjo  este  otro  docu- 
mento: 

«15  de  octubre  de  1827. — La  Representación  de  la 
Honorable  Sala,  resuelve: 

i  1.°  La  provincia  de  San  Luis  se  decide  por  la  insta- 
lación de  un  Cuerpo  Nacional  denominado  Congreso 
General   Constituyente. 

2.°  Las  atribuciones  serán:  dar  la  Constitución  a  la 
República  a  la  mayor  brevedad,  y  en  el  intertanto,  deli- 
berar de  los  negocios  nacionales  de  paz,  guerra  y  relacio- 
nes exteriores. 

3.°  La  Constitución  que  dé  a  los  pueblos  de  la  Repú- 
blica, será  bajo  la  forma  federal  por  que  se  han  pronun- 
ciado. 

4.°  La  provincia  de  San  Luis  se  reserva  el  derecho 
de  revisar  y  sancionar  la  constitución  de  que  trata  el  ar- 
tículo anterior. 

5.°  La  reunión  del  Congreso,  será,  por  la  primera  vez, 
en  San  Lorenzo  o  donde  la  pluralidad  de  las  provincias 
lo  decidan  por  sus  representantes,  previniendo  que  si 
las  demás  no  se  pronunciasen  por  Congreso,  la  de  San 
Luis  concurre  al  Cuerpo  Nacional  que  denomine  la  plu- 
ralidad,  sean  cuales  fueren  sus  atribuciones. 

6.°  La  provincia  de  San  Luis  será  representada  en 
Congreso,  por  ahora,  por  un  solo  diputado,  el  cual  deberá 
presentarse  en  su  destino  en  todo  el  mes  de  noviembre 
próximo,  eligiendo,  para  tal  misión,  a  D.  José  Gregorio 
Giménez  y  dándole  instrucciones,  para  cumplirlo.» 

Entre  éstas  estaba  la  de  que  procurara  que  las  auto- 
ridades nacionales  residieran  en  Córdoba. 

El  mismo  día,  la  Honorable  Representación,  terminó 
su  labor,  instalando  la  Honorable  Junta  Representativa 
de  la  Provincia,  compuesta  de  11  espectables  ciudadanos. 

En  18  de  octubre  de  1827,  la  misma  Junta,  investi- 
da con  el  carácter  de  electoral,  por  la  voluntad  expresa 
de  su  población,  tomó  en  consideración  el  nombramiento 
del  diputado  que  debía  concurrir  al  Congreso  para  en- 
tender especialmente  en  la  forma  de  reorganización  de 


292  HISTORIA   DE    SAN   LUTS 

la  Nación,  bajo  las  bases  que  la  pluralidad  de  los  pueblos 
decidieran.  Para  desempeñar  esta  delicada  misión,  fué 
designado  D.  José  Gregorio  Giménez,  quien  procedería 
a  llenar  su  cometido,  de  acuerdo  con  las  instrucciones 
que  se  le  darían,  sin  pérdida  de  tiempo,  a  fin  de  no  demo- 
rar su  partida  al  punto  donde  la  mayoría  de  las  pro- 
vincias indicase,  como  el  más  conveniente  para  instalar 
el  Congreso  Nacional.  En  cuanto  al  régimen  interno  de 
la  provincia,  la  Hon.  Sala,  dictó,  en  octubre  27  de  1827, 
un  reglamento  de  policía  de  123  artículos  y  a  continua- 
ción nombró  a  los  señores  Luis  de  Videla,  José  Gre- 
gorio Calderón,  Joaquín  Pérez,  Tomás  Varas  y  Manuel 
de  la  Presilla,  para  redactar  un  estatuto  que  fijara  las 
las  atribuciones  de  la  Sala  permanente. 

En  noviembre  8,  la  comisión  se  expedió  aconsejan- 
do que  la  Sala  tendría  las  atribuciones  propias  del  Po- 
der Legislativo,  y  facilitaría  los  medios  al  P.  E.  de  expe- 
dirse, eficazmente,  en  los  distintos  casos  que  presentan 
las  circunstancias  de  la  República. 

La  Sala  se  reserva  la  exclusiva  facultad  de  juzgar 
sobre  la  conveniencia  de  establecer  contribuciones  ex- 
traordinarias, empréstitos  o  cualquiera  otra  exacción 
y  determinar  los  modos  como  deban  verificarse. 

Fija  los  límites  de  ciudades,  pueblos  o  villas  que  pue- 
dan establecerse  en  el  territorio  de  la  provincia. 

La  Sala  se  renovaría  por  mitad  cada  seis  meses,  y  la 
elección  de  los  11  representantes  se  haría  en  la  forma 
siguiente:  La  campaña  se  dividiría  en  siete  secciones  o 
departamentos,  a  saber:  1 .°  El  Morro,  Frontera  del  Río  V 
y  Punilla;  2.°  Piedra  Blanca  y  Cortaderas;  3.°  Santa 
Rosa  y  Punta  del  Agua;  4.°  Santa  Bárbara,  Rincón  del 
Carmen  y  Pantanillo;  5.°  Renca,  Guzmán  y  Conlara; 
6.°  Minas,  Intiguasi,  Saladillo  y  Durazno,  se  reunirán  en 
el  Trapiche;  7.°  Guaseara,  Nogolí,  San  Francisco,  Di- 
visadero  y  Quines,  se  reunirán  en  San  Francisco. 

A  la  capital  se  le  agregaba  Chorrillo,  Bebedero, 
Tala  y  Gigante,  que  eligirían  4  representantes.  La  elección 
de  éstos  en  los  departamentos  de  la  campaña,  se  haría 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  293 

por  tres  sujetos  que  nombrara  cada  partido,  de  los  que 
conocen  los  jueces.  La  elección  sería  directa  con  los 
sujetos  nombrados,  y  se  reunirían  en  los  puntos  céntricos 
para  proceder  a  elegir  el  representante  de  su  depar- 
tamento. 

En  la  primera  elección  resultaron  designados  por 
el  departamento  1.°,  D.  Juan  Esteban  Moyano;  por  el 
2.°,  D.  Manuel  Antonio  Salazar;  por  el  3.°,  D.  Juan  Lamas; 
por  el  4.°,  D.  Vicente  Várela;  por  el  5.°,  D.  José  Lucas 
Ortiz;  por  el  6.°,  D.  Sebastián  Lucero;  por  el  7.°,  D.  Juan 
Francisco  Loyola  y  por  los  cuatro  cuarteles  de  la  ciudad, 
el  Dr.  Joaquín  Pérez,  D.  Luis  de  Videla,  D.  Leandro 
Cortez  y  D.  Esteban  Adaro. 


4.— -El  1.°  de  noviembre  de  1827,  el  gobernador 
Ortiz  invitó  a  los  vecinos  más  caracterizados,  para  tra- 
tar de  conseguir  recursos  con  qué  sostener  la  guerra  con- 
tra el  Brasil  y  salvar  el  honor  de  la  Patria.  Fué  la  base 
de  la  subscripción  voluntaria  y  de  un  empréstito  para 
atender  los  gastos  de  la  organización  de  las  milicias. 
El  día  6,  pasó  a  la  Sala  la  siguiente  comunicación:  «El 
que  subscribe,  se  dirige  a  la  H.  R.,  por  medio  del  Sr.  Presi- 
dente, manifestando  que  el  estado  actual  de  la  guerra  en 
que  se  halla  empeñada  la  República  contra  el  emperador 
del  Brasil,  demanda  imperiosamente  los  auxilios  y  so- 
corros de  los  pueblos  de  la  Unión.  Según  las  relaciones 
de  los  señores  Gobernadores  de  dichos  pueblos,  se  remiten 
ya  de  ellos  varios  auxilios  de  gentes  y  artículos  y  el  de 
San  Luis  se  ve  en  la  misma  urgente  obligación. 

<Aunque  es  verdad  que  el  que  subscribe  se  halla  auto- 
rizado por  la  H.  S.  para  entender  en  este  negocio  por  la 
ley  del  13  del  corriente,  según  ella  misma  debe  proceder 
con  el  conocimiento  de  la  H.  S.,  y  en  cumplimiento  de 
la  mencionada  ley,  es  que  ocurre  a  la  H.  R.  para  que  se 
digne  resolver  sobre  el  modo,  forma  y  número  de  gente 
con  que  la  provincia  de  San  Luis  debe  concurrir,  con  las- 
demás,    a   la   guerra   nacional. 


294  HISTORIA     DE    SAN    LUIS 

«Como  los  fondos  de  la  provincia  apenas  bastan,  con 
demasiada  escasez,  y  a  fin  de  la  más  rigurosa  economía 
para  cubrir  los  gastos  ordinarios,  la  H.  S.  se  ha  de  servir, 
igualmente,  prevenir  los  arbitrios  que  al  efecto  se  deben 
tomar,  para  subvenir  a  los  gastos  que  demanda  el  objeto 
presente. 

«El  que  subscribe,  animado  del  más  ardiente  patrio- 
tismo por  la  salud  pública,  ha  anticipado  a  este  respecto 
sus  particulares  diligencias,  conviniendo  con  los  ciuda- 
danos coronel  D.  Luis  de  Videla,  D.  Justino  Vélez  y  don 
Manuel  de  la  Presilla,  una  formal  hipoteca  y  empeño  de 
las  fincas  raíces  que  poseen  y  están  prontos  a  otorgar 
las  respectivas  obligaciones  con  plazos  perentorios  y 
con  las  seguridades  que  exijan  los  que,  a  cuenta  de  las 
expresadas  fincas,  quieran  suplir  el  numerario  que  se  ne- 
cesita. 

«Sería  hacer  un  agravio  a  las  notorias  virtudes  cívicas 
que  adornan  a  los  individuos  de  la  H.  S.,  detenerse  el 
que  subscribe  en  ponderar  la  importancia  del  presente 
negocio  y  cuanto  deshonraría  a  los  púntanos  la  más 
pequeña  nota  de  negligencia  en  esta  presente.  Penetra- 
do, pues,  de  este  conocimiento,  espera  que  la  H.  S.  dic- 
tamine las  más  acertadas  providencias,  que  tendrá  el 
gobierno  que  subscribe  la  dulce  satisfacción  de  obedecer- 
las, respetuosamente,  dándoles  su  más  exacto  cumpli- 
miento. El  mismo  gobierno  ofrece  a  los  señores  Repre- 
sentantes, mediante  el  Sr.  Presidente,  su  más  alta  consi- 
deración. 

José  Santos   Ortiz.» 

La  Sala  de  Representantes,  después  de  aplaudir  las 
declaraciones  del  gobernador  y  de  asegurarle  los  medios 
para  hacer  frente  al  empréstito  y  demás  gastos  destina- 
dos al  reclutamiento  y  envío  de  tropas  a  Buenos  Aires, 
termina  con  las  entusiastas  manifestaciones  que  copia- 
mos del  libro  de  actas: 

«La  Representación  de  la  Provincia,  penetrada  de 
los  sentimientos  representados  y  que  tantas  veces  han 


HISTORIA  DE   SAN   LUIS  295 

acreditado  y  decidido  particularmente  por  el  mismo 
sistema,  los  individuos  que  componen  la  representación, 
y  persuadidos  al  mismo  tiempo  del  eminente  riesgo 
en  que  se  ve  toda  la  República,  hasta  el  extremo  de  creer 
que  se  halla  expuesta  a  desaparecer  del  rol  de  las  nacio- 
nes libres,  no  trepida,  en  medio  de  su  escasez,  en  deci- 
dirse por  quedar  en  un  estado  de  nulidad  y  dejar  de  exis- 
tir, si  es  preciso,  antes  que  no  contribuir  a  la  salvación 
y  gloria  de  la  Nación  Argentina;  partiendo  V.  E.  do 
este  principio,  como  incuestionable,  y  fijándose  en  el  con- 
tenido de  los  doce  artículos  que  contiene  el  acta,  puede 
y  debe  proceder  a  tomar  activamente  cuantas  medidas 
le  dicte  su  razón,  su  prudencia,  sus  virtudes  cívicas  y 
acendrado  patriotismo,  para  realizar  las  determinacio- 
nes de  la  Sala,  contando  de  hecho,  con  la  más  activa  co- 
operación de  la  Representación  Provincial.  Estos  son  los 
sentimientos  del  pueblo  puntano».  Y  por  último,  le  dice: 
«libra  a  sus  conocimientos  la  suerte  y  honor  de  la  pro- 
vincia, y  en  parte  de  la  Nación,  esperando  que  sabrá 
corresponder  a  la  espectativa  del  momento  y  a  la  con- 
fianza que  en  él  se  deposita.» 

Debemos  dejar  constancia,  para  honra  de  San  Luis, 
que  el  gobernador  Ortiz  respondió  dignamente  a  esas 
esperanzas. 

A  medida  que  se  iban  incorporando  los  contingentes, 
se  despachaban  a  la  frontera  del  Río  V,  Tala  y  Fuerte  de 
San  José  del  Bebedero.  Estas  fuerzas  se  colocaban  bajo 
las  órdenes  del  coronel  D.  Luis  de  Videla. 

El  29  de  noviembre,  la  Sala  de  Representantes  reco- 
noce, legítimamente  instalado,  el  Cuerpo  Nacional  re- 
unido en  Santa  Fe  y  reitera  a  su  diputado  las  instruccio- 
nes  a    que   debe   a  justar   su   conducta. 

En  diciembre,  se  resuelve  simplificar  la  representación 
de  la  provincia,  en  vista  de  las  dificultades  con  que  se 
tropezaba  para  hacer  las  elecciones  en  una  población 
tan  diseminada  como  la  de  esta  provincia,  a  lo  cual  de- 
bía agregarse  la  escasez  de  hombres  de  luces  y  la  falta 
de    recursos  necesarios  al  sostenimiento  de    un    cuerpo 


296  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


numeroso,  con  la  dignidad  debida.  Al  efecto,  se  expedió 
una  comisión  especial  quien  aconsejó  un  medio:  «Que  sin 
dejar  de  ser  permanente,  llene  los  deseos  de  la  H.  S.,  haga 
menos  gravoso  el  trabajo,  economice  hombres,  evite  com- 
petencias, consulte  la  armonía  entre  las  autoridades,  con- 
solide la  administración,  auxilie  al  P.  E.,  ponga  un  freno 
a  los  turbadores  del  orden  y  dé  un  ejemplo  de  unión  a 
todos   nuestros   comprovincianos.» 

En  consecuencia,  establecía  que  la  provincia  de  San 
Luis  sería  representada  por  tres  ciudadanos;  los  dos 
primeros,  los  alcaldes  o  jueces  de  1.a  instancia  y  el  terce- 
ro, elegido,  directamente,  entre  los  vecinos  caracterizados 
«que  tuvieran  más  proporciones  y  menos  embargos», 
según  el  texto  original. 

Este  triunvirato  tomaría  el  nombre  de  Honorable 
Representación  de  la  Provincia  de  San  Luis. 

Aprobado  tal  dictamen,  fué  electo  el  capitán  de 
cívicos,  D.  Felipe  Ortiz,  para  integrar  la  representación, 
con  los  alcaldes  D.  Cornelio  Lucero  y  D.  Vicente  Ser- 
vando   Várela. 

Mientras  las  provincias  se  ocupaban  de  su  reorgani- 
zación, el  emperador  del  Brasil  hizo  llegar  un  proyecto 
para  tratar  los  preliminares  de  la  paz,  a  base  de  la  inde- 
pendencia de  la  Banda  Oriental.  Más  que  la  continuación 
de  la  guerra,  preocupaba  a  Dorrego  el  orden  interior,  y 
la  paz  fué  firmada  y  ratificada  por  la  Convención  de 
Santa  Fe.  En  consecuencia,  el  ejército  argentino  evacuó 
el  territorio  de  la  Banda  Oriental,  en  noviembre  de  1828. 
Los  jefes  venían  profundamente  enconados  por  la  paz 
vergonzosa,  que  había  firmado  Dorrego  y  por  su  actua- 
ción con  los  caudillos  federales  que  obstaculizaron  la 
obra  de  Rivadavia  y  le  impidieron  auxiliar  al  ejército 
con  nuevos  contingentes  y  otros  elementos  indispensables. 

La  revolución  unitaria  estaba  preparada  y  sólo 
esperábase  la  llegada  de  las  tropas.  Lavalle  se  apodera- 
ría de  Buenos  Aires  y  el  general  Paz  marcharía  al  in- 
terior para  concluir  con  el  poder  de  Bustos,  jefe  de  la 
liga  federal. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  297 

El  movimiento  estalló  el  1.°  de  diciembre  de  1828. 
Dorrego  huyó  a  la  campaña,  siendo  perseguido  y  tomado 
prisionero  en  Navarro.  El  general  La  valle,  cometió  el 
error  de  mandarle  fusilar,  sin  forma  de  proceso. 

Las  provincias  se  sublevaron:  Quiroga  montó  su 
potro  de  montonero  para  acaudillar  sus  huestes  de  los 
llanos  riojanos,  base  de  su  prestigio,  como  lo  fueron  para 
Rosas  sus  colorados  de  la  Guardia  del  Monte. 

La  Convención  Nacional  de  Santa  Fe  declaró  anár- 
quico, sedicioso  y  atentatorio  contra  la  libertad,  el  ho- 
nor y  la  tranquilidad  de  la  Nación,  el  motín  del  1 .° 
de  diciembre  y  crimen  de  alta  traición  contra  el  Estado 
el  fusilamiento  de  Dorrego.  La  misma  Convención  pidió 
contingentes  a  todas  las  provincias  para  marchar  contra 
los  rebeldes  y  nombró  jefe  de  las  tropas  federales  al 
gobernador  de  Santa  Fe,  D.  Estanislao  López. 

Después  de  estos  sucesos,  Ortiz  abandonaba  el  go- 
bierno, con  el  espíritu  apesadumbrado  por  los  males  su- 
fridos y  los  más  graves  que  preveía,  no  sin  antes  dejar 
iniciadas  las  negociaciones  de  un  tratado  con  Córdoba, 
por  el  mismo  tenor  del  que  vinculó  las  provincias  de  Cu- 
yo, enviándose  con  esa  misión  al  coronel  Antonio  Navarro. 

Su  idea  fija  era  la  unión  de  los  pueblos  para  evitar 
a  todo  trance  el  desorden  y  la  anarquía  que  nos  llevaría 
a  un  abismo.  Pero,  su  enérgica  voluntad,  sus  constantes 
empeños  y  toda  su  hábil  diplomacia,  no  pudieron  dete- 
ner los  acontecimientos,  debiendo  resignarse  a  esperar 
mejor  oportunidad  en  su  retiro  de  Mendoza. 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS  299 


CAPITULO  XII 

SUMARIO:  1.— Gobierno  de  Dn.  Prudencio  Vidal  Guiñazú. —Trata- 
do con  Córdoba. — -Campaña  del  general  Paz. — Pringles  y  Peder- 
nera  en  La  Tablada  y  Oncativo. — Gobierno  de  Dn.  Luis  Videla. 
— Campaña  contra  los  montoneros.  2. — Defensa  de  Río  IV  por 
los  coroneles  Pringles  y  Echeverría. — Combate  de  Río  V.  — ■ 
Muerte  de  Pringles. — Facundo  en  San  Luis:  sus  persecuciones  y 
atropellos. — Combate  del  Rodeo  de  Chacón. — Asesinato  de  pri- 
sioneros. 3. — Gobierno  del  licenciado  Santiago  Funes. — Regla- 
mento provisorio  para  el  régimen  de  la  Provincia.  4. — Elección 
de  Dn.  Mateo  Gómez. — Tentativa  para  reunir  en  Santa  Fe  una 
convención  constituyente. — La  actitud  de  Quiroga  hace  fraca- 
sar el  propósito  de  dictar  la  constitución. 

1. — Cuando  hubo  terminado  su  período  el  gobernador 
Ortiz,  fué  designado  para  sucederle  el  comandante  don 
Prudencio  Vidal  Guiñazú,  prestigioso  jefe  de  la  mili- 
cia provincial,  quien  se  hizo  cargo  del  puesto  en  abril 
de  1829.  La  situación  general  era  muy  grave;  no  se  ha- 
blaba sino  de  la  próxima  guerra  entre  las  provincias,  y 
de  preparativos  bélicos.  Es  que,  positivamente,  corrían 
peligro  los  gobiernos  del  interior,  con  la  anunciada  ex- 
pedición del  general  Paz,  y  en  consecuencia,  se  apresu- 
raron a  estrechar  las  filas  en  nombre  de  un  interés  común. 
Guiñazú  envió,  entonces,  a  Córdoba,  a  su  ministro,  coman- 
dante Antonio  Navarro,  a  entrevistarse  con  el  gobernador 
Bustos  y  con  la  misión  de  echar  las  bases  de  un  tratado 
entre  ambas  provincias.  El  emisario  fué  muy  bien  reci- 
bido, designándose  al  secretario  del  despacho  general, 
D.  Juan  Pablo  Bulnes,  para  entender  en  el  asunto.  Las 
principales  disposiciones  del  convenio,  tendían  a  mante- 
ner, entre  las  provincias  contratantes,  la  más  cordial 
amistad  y  a  prestarse  mutua  ayuda  en  defensa  del  sis- 
tema  federal,    por   el   cual   se   habían   pronunciado  casi 


300  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

todos  los  pueblos  de  la  República.  Y  que.  ha- 
llándose hoy  amenazadas  las  provincias  con  una 
guerra  desastrosa,  por  sostener  sus  derechos  con- 
tra esa  facción  que  quería  cimentar  el  sistema  de 
la  unidad,  con  las  bayonetas,  y  teniendo  al  efecto, 
la  provincia  de  Córdoba  sus  fuerzas 
en  acción,  la  de  San  Luis  se  compro- 
metía a  ayudar  por  su  parte  con 
150  hombres  de  caballería,  bien  ar- 
mados y  equipados,  y  todos  cuantos 
\  caballos  pueda  proporcionar  para 
^ssi*™  sostener  la  guerra.  Además,  el  go- 
bierno de  San  Luis  se  obligaba  a 
acudir  con  todas  sus  fuerzas  en  sostén  del  gobierno 
de  Córdoba,  así  como  éste  lo  haría  con  el  de  San 
Luis  cuando  fuesen  invadidas  ambas  provincias. 
y,  finalmente,  Córdoba  se  obligaba  a  gestionar 
la  paz  con  los  indios. 

Tal  es  lo  substancial  del  tratado  subscripto 
el  3  de  abril  y  ratificado,  seis  días  después,  por 
Guiñazú,  en  circunstancias  que  el  general  Paz 
penetraba  en  la  ciudad  de  Córdoba,  al  frente  de 
su  división.  Esta  se  componía  de  1.000  hombres 
y  era  comandada  por  jefes  prestigiosos  como 
el  coronel  Juan  Esteban  Pedernera,  teniente 
coronel  Pringles,  coroneles  Lamadrid,  Dehesa, 
Videla  Castillo  y  otros  brillantes  soldados  de 
la  independencia  y  del  ejército  republicano  que 
acababa  de  hacer  su  victoriosa  campaña  contra 
el  Brasil.  El  gobernador  Bustos  se  había  retirado  a 
San  Boque.  El  general  Paz  le  propuso  se  eligiera 
un  gobernador,  con  entera  libertad  porque  había 
terminado  su  mandato.  Bustos  aparentó  el  me- 
jor deseo  de  resolver,  pacíficamente,  la  situación; 
pero,  en  verdad,  se  proponía  ganar  tiempo,  Ínter 
Quiroga  organizaba  sus  huestes  y  le  llegaban  los 
La  íauzu  de  Pringles  auxilios  de  San  Luis,  pedidos  con  urgencia  en 
al,"eollit;ilan    virtud  del  tratado  recientemente  subscripto. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  301 

El  general,  resuelto  a  no  esperar  más,  le  llevó  un  ata- 
que y  Bustos  fué  batido  en  el  mismo  lugar  de  San  Roque. 
Con  los  dispersos,  emprendió  la  fuga  en  dirección  a  La 
Rio  ja  en  busca  de  Facundo  que  estaba  reuniendo  los 
contingentes  de  Cuyo  y  otras  provincias,  para  marchar 
contra  el  general  Paz.  Este  también  recibía  el  auxilio 
del  gobernador  de  Tucumán,  D.  Javier  López,  quien 
vino  al  frente  de  un  poderoso  refuerzo,  y  poco  después  se 
le  incorporó  el  teniente  coronel  jefe  de  lanceros  de  la 
frontera,  D.  Juan  Gualberto  Echeverría,  con  el  contin- 
gente destacado  en  Río  IV. 

El  general  Paz  reorganizó  su  ejército,  encargando  el 
mando  de  la  reserva  a  Pedernera,  y  como  segundo  jefe; 
al  valiente  Pringles. 

Facundo  vuela  sobre  Córdoba,  débilmente  guarne- 
cida, evitando  encontrarse  con  el  general  Paz,  pero  allí 
fué  éste  sin  demora  a  buscarle,  librándose,  en  La  Ta- 
blada, el  encarnizado  combate  del  22  de  junio,  aunque  la 
lucha  se  prolongó  hasta  el  día  siguiente.  En  esa  acción 
se  distinguieron  nuestros  compatriotas  Pedernera  y 
Pringles.  Dice  su  camarada  que  Pringles  tuvo  la  suerte 
de  ser  el  primero  en  clavar  su  lanza  en  las  filas  enemigas, 
y  a  su  imitación,  la  tropa  cargó  sobre  los  famosos  lla- 
neros y  auxiliares  de  los  Andes,  los  rechazó  y  los  deshizo, 
lanceándolos  a  discreción,  en  represalia  de  haber,  esa 
turba  bárbara,  puesto  fuera  de  combate  el  ala  derecha 
del  ejército  regular.  Esas  fuerzas  eran  toda  la  esperanza 
de  Facundo.  En  vano  corre  a  infundirles  su  temerario 
arrojo,  por  que  se  estrellan  y  desaparecen  de  la  acción 
al  impulso  irresistible  de  las  cargas  con  que  los  aniqui- 
la el  bizarro  Pringles.  El  general  Paz  recuerda  en  sus 
memorias  este  hecho  y  dice  que  Pedernera  «lanzó  al  co- 
mandante Pringles  con  su  escuadrón,  y  esta  carga  tan 
oportuna  como  brillante,  sostenida  por  el  resto  de  la  re- 
serva, restableció,  no  sólo  el  combate,  sino  que  hizo  incli- 
nar la  victoria  a  nuestro  lado...» 

Facundo,  derrotado  y  perseguido,  huyó  a  sus  llanuras 
rio j anas,   jurando  que  volvería  pronto  a  tomar  terrible 


302 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


revancha  de  su  descalabro,  mientras  Bustos,  herido,  y 
considerando  que  todo  estaba  perdido,  se  refugió  en  Santa 
Fe.  La  división  de  Videla  Castillo  se  preparaba  a  marchar 


sobre  San  Luis,  antes  que  el  gobernador  Guiñazú  organi- 
zara nuevos  refuerzos  para  ir  en  auxilio  de  Quiroga. 
Y,  en  efecto,  Guiñazú  había  salido  a  campaña,  delegando 
el   mando   en   D.    Gregorio   José   González.    En   cuanto 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  303 

Guiñazú  abandonó  la  ciudad,  D.  Justino  Vélez  y  los  Vi- 
dela,  que  respondían  al  general  Paz,  encabezaron,  en  agos- 
to, un  movimiento  revolucionario;  se  tomó  preso  al  de- 
legado González  y  se  designó  gobernador  a  Vélez.  Este 
nombró  ministro  a  D.  Zacarías  Jurado. 

Guiñazú  comenzó  a  reunir  gente  en  los  departamen- 
tos del  norte  para  ir  a  recuperar  el  poder;  pero  Vélez 
había  pedido,  a  la  vez,  auxilio  al  comandante  militar  de 
Río  IV,  Juan  Gualberto  Echeverría,  quien  acudió  en  el 
acto  al  frente  de  un  destacamento.  Las  fuerzas  estaban 
equilibradas,  y  un  choque  era  inminente,  en  circunstan- 
cia que  Vélez  envió  a  su  ministro  Jurado  a  proponer  un 
arreglo  que  evitara  la  inútil  efusión  de  sangre.  El  resul- 
tado de  esta  misión  fué  que  Guiñazú  y  Vélez  renunciaron 
al  gobierno,  confiriéndoselo,  de  común  acuerdo,  a  Eche- 
verría, el  4  de  septiembre,  Ínter  la  provincia  estuviese  en 
condiciones  de  elegir  libremente  sus  legítimos  manda- 
tarios. Sin  embargo,  Guiñazú,  al  retirarse  a  Santa  Bár- 
bara, conservó  una  partida,  considerando  que  se  asistía 
a   una   solución   transitoria. 

Echeverría  tuvo  que  marchar  a  San  Juan,  y  delegó 
el  mando  de  la  provincia  en  el  coronel  Videla  Castillo, 
quien  acababa  de  llegar,  al  frente  de  una  división,  encar- 
gada de  consolidar  en  Cuyo  el  triunfo  de  La  Tablada. 

Habiendo  seguido  a  Mendoza,  en  noviembre,  dejó 
como  reemplazante  al  coronel  Pringles.  Este  valiente 
jefe  ocupóse,  con  gran  actividad,  de  reorganizar  las  mi- 
licias, ante  la  noticia  alarmante  de  que  Facundo  se  re- 
hacía en  La  Rio  ja  y  hacía  temblar  con  sus  atropellos 
y  crímenes,  las  pacíficas  poblaciones.  El  feroz  caudillo 
se  incautó  de  cuanto  recurso  pudo  necesitar  para  la 
guerra,  arrancando  de  sus  hogares  a  los  pacíficos  habi- 
tantes, a  los  cuales  destinaba  a  engrosar  sus  bárbaras 
huestes.  También  había  ordenado  al  depuesto  gober- 
nador Guiñazú,  que  procurase  recuperar  el  poder  a  todo 
trance,  Ínter  él,  con  sus  llaneros,  se  ponía  en  condiciones 
de  ir,  otra  vez,  a  buscar  al  adversario.  En  tales  circunstan- 
cias, el  comandante  Pringles  recibió  una  carta  del  ge- 


304  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


neral  Paz,  en  la  cual  le  comunicaba  el  escandaloso  motín 
del  2  de  caballería,  cuyo  jefe,  el  coronel  Pedernera,  había 
sido  preso  por  los  oficiales,  y,  a  la  vez,  hacía  presente  la 
favorable  reacción  operada  por  los  leales  soldados,  po- 
niendo en  libertad  a  su  jefe. 

Era  otra  noticia  alarmante,  pues,  se  evidenciaba 
que  hasta  el  propio  ejército  estaba  minado  por  la 
anarquía. 

Al  regresar  Videla  Castillo  de  su  fracasada  campaña 
sobre  Mendoza,  Pringles  tenía  formado  y  disciplinado 
un  regimiento  de  caballería  que  puso  a  las  órdenes  del 
coronel  D.  Luis  de  Videla.  Con  estos  elementos  corrió 
a  ocupar  su  puesto  de  lucha  y  de  sacrificio  en  la  tremenda 
jornada  de  Oncativo.  Allí  volvió  a  destacarse  su  perso- 
nalidad guerrera  al  lado  de  su  camarada  Pedernera, 
como  consta  en  el  parte  del  general  Paz,  que  dice:  «Un 
sinnúmero  de  cargas  sucesivas  tuvieron  lugar  por  ins- 
tantes; se  lidió  por  ambas  partes  con  desesperación,  pero, 
al  fin,  la  carga  del  Eegimiento  N.°  2  de  caballería,  apo- 
yada en  los  lanceros  republicanos,  al  mando  de  los  coro- 
neles Pedernera  y  Pringles,  fijó  la  victoria  en  nuestras 
filas,  y  la  enemiga  fué  contenida  y  envuelta.» 

Debemos,  también,  hacer  mención  del  valiente  com- 
portamiento de  las  tropas  puntanas  y  de  su  jefe  D.  Luis 
de  Videla. 

Facundo  huyó  a  Buenos  Aires,  donde  le  esperaba 
su  congénere,  D.  Juan  Manuel  de  Rosas  que  acababa  de 
asumir  el  gobierno,  aunque  nunca  pudo  igualar  el  valor 
y  hasta  los  rasgos  de  nobleza  del  formidable  Tigre  de 
los  Llanos. 

El  general  vencedor  despachó  a  varios  jefes  de  Cuyo 
para  obtener  todas  las  ventajas  de  la  situación  que  el 
azar  de  la  guerra  ponía  en  sus  manos.  A  San  Luis  mar- 
chó el  coronel  Luis  de  Videla,  Ínter  quedaban  en  obser- 
vación en  Río  IV,  los  coroneles  Pringles  y  Echeverría. 
Aprovechando  la  salida  de  las  tropas  que  fueron  a  Onca- 
tivo, Guiñazú  recuperó  el  gobierno;  pero,  en  cuanto  llegó 
el  coronel  Videla,  fué  depuesto,  en  marzo  de  1830,  y  vol- 


HISTORIA    DE     SAN    LUIS  305 


vio  a  huir  a  la  campaña,  siendo  poco  después  deteni- 
do y  conducido  a  la  capital. 

Reunida  la  Junta  de  electores,  nombró  gobernador 
interino  al  coronel  Videla,  autorizándole  a  tomar  todas 
las  medidas  para  restablecer  el  orden.  El  gauchaje  re- 
clutado  por  los  caudillos  y  disperso  después  de  la  derro- 
ta, se  entregó  al  pillaje  en  el  norte  de  la  provincia,  y 
llegaron  a  saquear  las  indefensas  poblaciones  de  Qui- 
nes y  de  Santa  Bárbara. 

La  horda  de  bandidos  se  engrosaba  de  día  en  día, 
estimulada  por  el  robo  y  la  impunidad;  entonces,  el 
coronel  Videla  delegó  el  mando  en  D.  Ignacio  Videla  y 
salió  a  campaña.  Después  de  una  tenaz  persecución,  con- 
siguió batir  al  bandidaje,  el  25  de  junio,  en  «El  Barrial», 
jurisdicción  de  La  Rioja,  hasta  donde  los  había  seguido, 
haciéndoles  una  gran  matanza  y  dispersando  a  los  que 
escaparon  al  sable  de  los  valerosos  soldados  del  orden. 
Así,  pues,  la  campaña  tuvo  el  más  completo  éxito,  median- 
te, también,  la  oportuna  cooperación  de  Córdoba,  San 
Juan  y  la  misma  Rioja,  que  enviaron  tropas  en  auxilio 
de  Videla. 

El  10  de  julio,  comunicaba  al  gobernador  interino, 
desde  «El  Balde  de  los  Arce»,  que  los  límites  de  las  cuatro 
provincias  quedaban  libres  de  bandidos,  después  de  la 
batida  general  y  de  haber  hecho  caer  las  cabezas  de  los 
principales  jefes  de  la  banda  de  salteadores. 

ínter  el  coronel  Luis  de  Videla  hacía  esta  campaña 
en  las  fronteras,  e]  activo  agente,  D.  Joaquín  Figueroa, 
y  el  comandante  Epifanio  Quiroga,  ponían  orden  en  el 
interior  de  los  departamentos  del  norte,  apresando  al- 
gunos agitadores  y  colocando,  al  frente  de  las  autorida- 
des, a  personas  honorables  y  adictas  a  la  nueva  situación. 

Tranquilizada  la  campaña,  el  coronel  Videla  regresó 
a  San  Luis,  siendo  electo  gobernador  propietario  el 
23  de  agosto,  por  la  Junta  de  Electores  convocada  para 
este  acto,  y  el  31  dio  cuenta  detallada  de  su  campaña,  a 
la  Honorable  Representación  de  la  provincia,  que  tam- 
bién por  elección  popular,  acababa  de  instalarse. 


306  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

El  gobernador  delegado  había  dado  sus  credencia- 
les al  Dr.  José  María  Bedoya  para  representar  a  San  Luis 
ante  el  gobierno  de  Córdoba,  y,  a  su  nombre,  lo  autorizó 
a  firmar  el  tratado  del  5  de  julio,  entre  las  provincias  de 
Córdoba,  Mendoza,  Catamarca  y  La  Rio  ja,  a  las  cuales 
se  agregaron  otras,  y,  todas  de  acuerdo,  establecieron  el 
Supremo  Poder  Militar,  invistiendo  al  general  Paz  con 
tan  alta  autoridad. 

En  virtud  de  este  convenio,  la  provincia  de  San  Luis 
se  comprometía  a  contribuir  con  la  suma  de  o. 000  pesos 
para  formar  la  caja  militar  destinada  a  la  defensa  común, 
sin  perjuicio  de  concurrir,  con  todos  sus  elementos,  a 
fundar  un  gobierno  estable  y  capaz  de  mantener  el 
orden,  mientras  los  pueblos  pudieran  elegir  sus  represen- 
tantes al  Congreso  que  debía  dictar  la  constitución  na- 
cional. 

La  administración  de  los  Videla  se  ocupó,  además, 
de  establecer  escuelas  de  primeras  letras,  para  cuyo 
fin  el  general  Paz  cooperó  con  300  cartillas  enviadas  des- 
de Córdoba;  estableció  un  hospital  y  se  reforzó  la  fronte- 
ra de  San  Lorenzo,  poniéndola  a  cubierto  de  una  sor- 
presa de  los  indios. 

La  defensa  fué  confiada  al  comandante  D.  Eufra- 
sio Videla.  Este  activo  patriota  comunicó  que  los  indios 
habían  invadido  Lince,  Trapiche,  Puquios,  Río  V,  Sa- 
ladillo, Morro  y  La  Cocha.  Se  multiplicó  para  acudir 
a  todas  partes,  inter  de  Mendoza  llegaban  fuerzas  auxi- 
liares, al  mando  del  teniente  coronel  José  Félix  Correa. 
Con  tan  valioso  concurso,  pudo  escarmentarse  a  los  sal- 
vajes. 

Finalmente,  con  fecha  5  de  diciembre,  el  gobernador 
Luis  de  Videla  se  dirigió  al  de  Buenos  Aires,  comunicán- 
dole haberle  suspendido  la  facultad  de  entender  en  los 
negocios  de  paz  y  de  las  relaciones  exteriores  que  le 
tenía  conferida  la  provincia  de  San  Luis,  por  estar  en 
abierta  oposición  con  todas  y  cada  una  de  las  nueve  que 
presiden  los  destinos  del  interior,  desde  que  el  gobierno 
de  Buenos   Aires  había  desconocido  el  carácter  de  en- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  307 

cargado  al  general  Paz  y  la  autoridad  del  Congreso  de 
Córdoba,  formado  por  los  agentes  de  las  provincias 
hermanas  que  anhelaban  la  estabilidad  y  concordia  ge- 
neral y  los  medios  más  seguros  de  constituir  cuanto  an- 
tes el  país. 

En  su  consecuencia,  termina  declarando  que  no  serán 
de  ningún  valor,  para  la  provincia  de  San  Luis,  los  actos 
que,  posteriormente  a  esta  fecha,  celebre  el  gobierno  de 
Buenos  Aires  con  las  potencias  extranjeras  o  con  sus 
agentes  en  nuestro  territorio.  Así,  pues,  de  hecho,  decla- 
raba rotas  las  relaciones  con  el  gobierno  de  Rosas,  que 
resistía  el  patriótico  empeño  de  las  provincias  confe- 
deradas tendiente  a  hacer  cesar  la  guerra  civil  y  cimentar, 
con  la  paz,  las  instituciones  democráticas  de  la  Nación. 


2. — En  oposición  al  Supremo  Poder  Militar  consti- 
tuido en  Córdoba,  se  firmó  el  tratado  del  litoral, — 4  de  ene- 
ro de  1831, — nombrándose  al  gobernador  de  Santa  Fe, 
Estanislao  López,  general  en  jefe  del  ejército  aliado; 
pero  Rosas  se  había  reservado  las  facultades  de  ser  el 
director  de  la  guerra. 

En  cuanto  a  Facundo,  su  aliado,  Rosas  le  había  dado 
elementos  de  guerra  y  permitido  salieran  de  la  cárcel 
todos  los  más  bandidos,  para  engrosar  su  temeraria 
hueste  con  la  cual  debía  iniciar  la  campaña.  Quiroga 
se  dirigió  por  el  sud,  y  en  los  primeros  días  de  marzo, 
fué  a  poner  sitio  a  la  villa  de  Río  IV.  Los  coroneles  Prin- 
gles  y  Echeverría  lo  habían  sentido  y  lo  esperaban,  en  las 
orillas  de  la  población,  en  orden  de  batalla.  Quiroga  dis- 
pone sus  escuadrones  para  llevarles  el  ataque;  pero,  los 
defensores  se  replegaron  a  las  fortificaciones  del  pueblo, 
dejando  una  fuerte  guerrilla  protegida  por  unos  sauces 
y  una  zanja,  desde  donde  dirigían  sus  tiros  sobre  el  in- 
vasor. A  pesar  de  todo,  el  terrible  caudillo,  despreciando 
los  peligros  y  la  misma  muerte,  confía  en  su  buena  es- 
trella, y  sigue  adelante  y  penetra  en  la  población.  En  esa 


308  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

circunstancia  se  le  presenta  el  mayor  Prudencio  Torres, 
que  abandonaba,  miserablemente,  a  sus  compañeros  de 
causa  para  ir  a  ofrecerle  su  espada  y  cuantos  informes 
pudieran  serle  útiles. 

Una  partida  arrebató  el  ganado  y  caballada  de  los 
sitiados;  mientras,  su  situación  se  hacía  cada  vez  más 
angustiosa,  por  encontrarse  rendidos  de  fatiga,  faltos  de 
provisiones  y  municiones.  Entonces,  Pringles,  tentó  una 
salida  de  las  trincheras,  durante  la  noche  del  6,  al  frente 
de  200  milicianos;  pero,  fué  sentido  y  desbaratado  su  arries- 
gado plan.  Al  día  siguiente,  Quiroga,  aprovechándose 
de  tan  difícil  situación,  llevó,  personalmente,  un  enérgico 
ataque  a  la  plaza,  provisto  de  herramientas  para  abrir 
paso  a  la  caballería  hasta  el  centro  de  las  fortificacio- 
nes, siendo  recibido  por  un  vivo  fuego  de  metralla  y  de 
fusilería  que  le  causó  muchas  bajas;  pero  que  también 
sirvióle  para  exaltar  su  rabia  y  su  arrojo  en  aquel  com- 
bate a  muerte  con  los  heroicos  defensores  de  la  plaza. 

Facundo  se  muestra  en  aquel  momento  en  la  pleni- 
tud de  su  arrogancia  viril  y#de  su  suprema  audacia. 
Estas  cualidades  extraordinarias  le  dan  el  triunfo. 
Pringles  y  Echeverría  hacen,  al  fin,  una  salida  desesperada; 
pero,  son  atacados,  y  sus  soldados  se  dispersan  en  su  mayor 
parte.  Pringles  hace  extraordinarios  esfuerzos  para  re- 
unirlos,  y  se  dirige  al  Morro  con  unos  100  hombres,  mal 
armados  y  con  los  caballos  extenuados  de  fatiga.  Quiroga 
desprendió  una  partida  en  su  persecución.  El  18  por  la 
noche,  Pringles  se  retiró  al  Río  V,  donde  esperó  al  enemi- 
go, siendo  en  seguida  descubierto  por  las  avanzadas 
de  éste,  al  inmediato  comando  del  coronel  Ruiz  Hui- 
dobro,  quien  ordenó  a  los  comandantes  Pantaleón  Ar- 
gañarás  y  Fabián  Arias,  lo  atacaran  en  el  acto.  Pringles 
se  coloca  a  la  cabeza  de  aquel  grupo  de  valientes,  y  arre- 
mete con  denuedo  al  enemigo,  rechazándolo  varias 
veces;  pero,  dominado  por  el  número,  se  retira  del  campo, 
reorganizándose  a  corta  distancia,  sobre  unas  lomadas. 
Allí  volvió  a  ser  atacado  por  los  escuadrones  de  reserva, 
hasta  que,  habiendo  perdido  la  mayor  parte  de  su  gente. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


309 


se  dirigió  solo  hacia  Lince,  siendo  tenazmente  perse- 
guido en  una  distancia  de  doce  leguas, — según  el  parte 
de  Quiroga, — hasta  que  fué  alcanzado  en  la  Pampa  del 
Alto  Grande,  cerca  del  Chañarál  de  las  Animas.  Se  había 
bajado  del  caballo  y  de  pie,  apoyándose  en  la  empuña- 
dura de  su  espada,  esperó  al  enemigo    sin    inmutarse. 

El  oficial  de  la  partida  le  intima  rendición  y  Prin- 
gles  contesta  que  no  se  rinde  a  ningún  subalterno.  En- 


Tumba  de  PriiiL'les 


tonces,  ordenó  hacerle  fuego  y  una  bala  fué  a  herir,  mor- 
talmente,  el  noble  pecho  de  aquel  brillante  guerrero  de 
la  Independencia. 

Al  desplomarse,  sobre  la  tierra  inhospitalaria  de  aquel 
lugar,  rompió  su  espada  antes  de  rendirla  al  cobarde  ene- 
migo. 

Eran  las  últimas  horas  del  día  19  de  marzo. 

Sobre  la  cumbre  del  Alto  Grande  aun  resplandecían 
los  últimos  rayos  de  un  sol  moribundo  que  daba  un  tinte 
de    infinita    tristeza    a    aquellos    campos    solitarios. 


310  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Pringles,  sin  lanzar  una  protesta,  contenía  con  sus 
nerviosas  manos  ei  torrente  de  sangre  que  se  le  escapaba 
del  pecho.  Así  herido,  fué  alzado  a  caballo  y  conducido  al 
campamento  de  Quiroga.  En  el  delirio  de  la  fiebre  que 
lo  devora,  por  la  pérdida  de  sangre,  exclama:  ¡En  estos 
campos  no  hay  agua!  y  luego  expiró.  No  la  había,  sin  duda, 
y  aunque  la  tuvieran,  aquellos  bárbaros  enemigos,  cobar- 
des, que  se  ensañaban  con  un  hombre  ilustre,  no  le  hu- 
bieran dado  de  beber,  como  tampoco  nadie  se  preocupó 
de  restañar  la  sangre  de  la  herida  por  donde  se  le  esca- 
paba la  noble  vida.  En  aquel  campo  desierto  y  al  pie 
de  un  caldén,  fué  enterrado  al  día  siguiente. 

Así  terminó  su  existencia  el  intrépido  soldado,  el 
generoso  Pringles,  tan  pródigo  de  su  vida,  como  leal  a 
todos  los  grandes  ideales  de  la  patria. 

Todo  lo  que  se  ha  dicho  de  que  Quiroga  desaprobó 
aquel  crimen,  inútil  y  cobarde,  es  una  pura  leyenda. 
Facundo  no  se  conmovió  ni  dio  muestras  de  ningún  sen- 
timiento por  la  muerte  del  paladín  puntano.  Al  contra- 
rio; en  el  parte  a  Rosas,  le  dice:  «Que  había  cesado  la  per- 
secución, por  haber  tomado  prisionero  y  herido,  al  coronel 
Pringles.  Que  no  alcanzó  a  llegar  al  campo  vivo  y  quedó 
sepultado  en  el  mismo  sitio  que  había  elegido  para  sa- 
ciar su  ambición  de  sangrev.  Esa  es  toda  la  mención  que 
hace   el   célebre   Atila   argentino,  de   la   noble   víctima. 

¿Quién  era  el  insaciable  en  derramar  la  sangre  de 
hermanos,  aún  de  los  inermes  prisioneros?  En  esos  mo- 
mentos, Quiroga  estaba  iracundo,  febriciente  con  la  en- 
fermedad que  sufría,  sombrío,  y  nadie  osaba  acercársele, 
a  no  ser  para  llenar  deberes  del  servicio.  Por  otra  par- 
te, no  estaba,  ni  era  su  contextura  moral,  para  sentimenta- 
lismos que  le  resultaban  debilidad  intolerable.  Era  bravio 
y  cruel;  a  eso  debió  su  ascendiente  entre  aquellas 
huestes  semibárbaras  que  acaudillaba. 

Pringles  lo  había  deshecho  con  sus  bizarras  cargas 
en  La  Tablada  y  Oncativo;  causándole  muchas  bajas 
en  la  defensa  de  Río  IV  y  V,  y  ahora  pagaba  con  su  vida 
tanta  temeridad. 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  311 

Tal  fué  el  desenlace  fatal  de  aquel  duelo  a  muerte, 
en  el  cual  los  dos  habían  jugado,  muchas  veces,  la  pro- 
pia   existencia. 

Conocida  en  San  Luis  la  derrota  y  muerte  de  Prin- 
gles,  una  impresión  de  espanto  se  apoderó  de  todos  los 
espíritus.  El  gobernador  coronel  Videla,  no  teniendo 
elementos  para  resistir,  se  puso  en  viaje  a  Mendoza  con 
un  destacamento  de  60  hombres,  reunidos  entre  los  dis- 
persos que  llegaron  de  Río  V.  La  ciudad  desamparada 
quedó  a  merced  del  caudillo,  cuya  fama  llenaba  de  te- 
rror. Muchas  familias  huyeron  a  la  campaña,  abando- 
nando sus  casas  y  cuanto  poseían. 

El  20,  entró  en  San  Luis  la  vanguardia,  al  mando  de 
Ruiz  Huidobro,  encontrando  la  ciudad  desierta,  el  es- 
caso comercio  con  las  puertas  cerradas;  nadie  osaba  salir 
a  la  calle.  Al  día  siguiente  llegó  Quiroga,  sombrío  y  ame- 
nazador. Un  grupo  de  federales,  fueron  a  saludarle  y 
ofrecerle  la  sumisión  del  miedo. 

Más  tarde  llegaron  los  prisioneros  de  Río  V,  que,  en 
número  de  69,  eran  conducidos  por  la  tropa  vencedora. 
Entre  ellos  venían  los  valientes  oficiales  D.  Atanasio 
Videla  y  D.  Manuel  Arias,  de  Mendoza. 

Los  unitarios  de  mayor  figuración  fueron  persegui- 
dos, registradas  sus  casas  y  confiscados  sus  bienes. 
Ni  a  las  damas  se  respetó;  pues,  una  hermana  de  Prin- 
gles,  fué  atropellada  en  su  casa,  so  pretexto  de  buscar 
documentos  comprometedores;  misia  Faustina  Alba  de 
Domínguez,  esposa  del  benemérito  coronel  D.  José  Nar- 
ciso Domínguez,  fué  encarcelada  por  no  poder  pagar 
las  contribuciones  que  se  impusieron  a  su  esposo,  a  sus 
hijos  Benigno  y  Saturnino  y  a  su  yerno  Zacarías  Jurado. 
Es  de  advertir  que  su  estancia  de  la  Punilla  había  sido 
arrasada,  arreando  todo  el  ganado.  Poco  después  se 
condujo  preso  a  D.  José  Narciso,  ya  anciano  y  enfermo, 
habiéndosele  impuesto  una  contribución  de  mil  pesos, 
y  como  en  el  término  de  tres  días  no  los  pudo  entregar, 
se  le  aumentó  la  suma  a  tres  mil,  y  fué  conducido  a 
la  cárcel  con  una  barra  de  grillos,  no  obstante  la  grave 


312  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

enfermedad  que  lo  retenía  en  cama.  El  mal  se  agravó 
de  tal  manera,  que  puso  en  peligro  su  vida.  Entonces, 
misia  Faustina,  detenida  en  los  altos  del  Cabildo,  rogó 
le  admitieran  un  facultativo,  lo  cual  consiguió  una  sola 
vez.  En  este  estado,  los  esposos  Domínguez,  fueron,  ade- 
más, atormentados  con  la  llegada  de  sus  hijos,  que  eran 
traídos  con  gruesas  barras  de  grillos  y  encerrados  en  la 
cárcel  En  su  desesperación,  misia  Faustina  se  dirigió 
a  Quiroga,  ofreciéndole  cuanto  poseía  para  salvar  la  vida 
de  los  suyos;  pero  el  caudillo  ni  se  dignó  contestarle. 

Largo  sería  enumerar  casos  análogos  de  brutales 
e  injustificables  atropellos  contra  la  libertad  y  los  inte- 
reses de  aquellos  indefensos  habitantes. 

Los  tres  días  que  Quiroga  se  detuvo  en  San  Luis, 
los  ocupó  en  reorganizar  sus  tropas,  engrosadas  con 
los  prisioneros  y  paisanos  que,  violentamente,  fueron  sa- 
cados de  sus  hogares.  Quería  ganar  tiempo;  estaba  im- 
paciente por  decidir  cuanto  antes  la  tremenda  contienda. 
En  vísperas  de  partir,  le  escribe  a  Rosas,  diciéndole:  «que 
desprecia  tomar  a  San  Juan  a  muy  poca  costa,  pues  La 
Rioja  estaba  sublevada  contra  el  Supremo  Poder  Mili- 
tar, y  sus  llaneros,  listos  a  obedecer  sus  órdenes.  Pero, 
que  va  a  elegir  el  camino  más  difícil,  donde  está  el  mayor 
peligro.  La  resolución  de  marchar  sobre  Mendoza  no 
es  efecto  de  una  temeridad  o  de  un  cálculo  errado;  co- 
nozco muy  bien  el  tamaño  de  su  riesgo,  mas,  hallándome 
enfermo  y  que  muy  pronto  estaré  incapaz  de  hacer  la 
más  pequeña  fatiga,  y  puesto  que  necesito  días  más  tran- 
quilos para  recuperar  mi  salud,  voy  a  probar  si  de  un 
golpe  lo  hago  todo».  jY  tal  como  lo  pensó,  lo  ejecutó! 
El  gobernador  Videla  Castillo  le  salía  al  encuentro  con 
mil  hombres,  el  28  de  marzo,  en  el  lugar  Rodeo  de  Chacón, 
20  leguas  antes  de  llegar  a  Mendoza.  El  combate  fué  re- 
ñido y  sangriento,  distinguiéndose  en  la  jornada  el 
comandante  Aresti,  por  su  valor.  En  sus  cargas,  llegó 
hasta  el  parque,  lugar  donde  estaba  Quiroga,  sentado 
sobre  el  pértigo  de  una  carreta,  que  de  haberle  conoci- 
do, lo  hubiera  tomado  prisionero  con  facilidad.  La  bue- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  313 


na  estrella  seguía  alumbrando  el  camino  tenebroso  del 
terrible  caudillo.  En  lo  más  recio  del  combate,  los  cora- 
ceros sanjuaninos  se  pasaron  al  enemigo;  la  división  men- 
docina  se  desbandó,  no  obstante  los  heroicos  esfuerzos 
de  los  jefes  Chenaut  y  Barcala;  quedaba  resistiendo  el 
coronel  Luis  de  Videla,  con  sus  púntanos,  y  el  bravo  Ares- 
ti;  pero,  envueltos  por  los  dispersos  y  fugitivos,  se  desor- 
ganizan y  se  retiran  del  campo,  cayendo  poco  después 
prisioneros. 

El  camino  a  Mendoza  estaba  despejado  y  Facundo 
se  apodera  de  la  ciudad,  sin  la  menor  resistencia.  A  los 
pocos  días,  supo,  allí,  que  José  Benito  Villafañe,  su  amigo 
y  leal  compañero,  había  sido  muerto  por  una  partida  uni- 
taria. Entonces,  estalla  su  ira  implacable,  y  ordena  que 
en  el  acto  fusilen  a  los  prisioneros  de  Chacón,  en  las  mis- 
mas cuadras  del  cuartel  donde  estaban  alojados.  Allí 
fueron  asesinados  los  patriotas  D.  Blas  y  D.  Anastasio 
Videla.  El  oficial  Manuel  Baigorría,  salvó  milagrosamente, 
así  como  el  coronel  D.  Luis  de  Videla,  ex  gobernador  de 
San  Luis,  porque  el  día  antes  había  sido  separado  de  los 
otros  prisioneros. 

Hudson  refiere  que  un  día,  domingo,  a  la  caída  de  la 
tarde,  oyó  una  descarga,  y  acercándose  al  cuartel,  sintió 
otra,  y  un  fuego  graneado  que  duró  algunos  instantes: 
era  la  matanza  de  los  prisioneros.  Después,  vio  cargar 
cuatro  carros  del  tráfico  con  los  cadáveres  de  aquellas 
pobres  víctimas.  Aquella  fiera  humana  se  vengaba,  así, 
en  un  rapto  de  criminal  demencia.  Era  el  segundo  acto 
del  espantoso  drama  de  la  guerra  a  muerte. 


3. — Habiendo  quedado  en  acefalía  el  gobierno  de 
San  Luis,  por  ausencia  del  titular  coronel  Luis  de  Videla, 
la  Junta  de  Empresentantes,  nombró,  en  su  reemplazo, 
al  licenciado  D.  Santiago  Funes,  quien,  aunque  hom- 
bre sin  ideas  fijas,  ni  convicciones,  aceptó  el  cargo 
para  ponerse  él  mismo  a  salvo  y  proteger  los  intereses  de 
los  que  le  eran  personalmente  adictos. 


3U  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

El  10  de  septiembre  de  1831,  transmitió  a  llosas  la  re- 
solución de  la  Sala  de  Representantes,  en  virtud  de  la 
cual,  la  provincia  de  San  Luis  le  confería  poderes  para 
entender  en  los  asuntos  de  paz,  guerra  y  de  relaciones 
exteriores.  Sin  embargo,  el  gobernador  Funes  no  era 
simpático  a  los  federales.  Como  hemos  dicho,  aceptó 
el  puesto,  sin  fervor  por  la  causa  triunfante,  y  hasta  el 
mismo  Quiroga  le  escribió,  amenazándole;  porque  los 
principales  empleados  y  los  hombres  de  su  confianza 
eran  unitarios.  Los  federales  de  la  localidad,  envalento- 
nados por  la  actitud  del  omnipotente  caudillo,  tramaron 
un  movimiento  revolucionario  para  deponer  al  gobernador. 
Estos  aprovecharon  la  ausencia  del  comandante  de  ar- 
mas, D.  Prudencio  Vidal  Guiñazú,  para  presentarse  a  Fu- 
nes y  arrancarle  la  renuncia.  Los  ejecutores  de  este  plan 
fueron  D.  Cornelio  Lucero,  Pedro  Herrera,  Pío  Solano 
Jofré,  Pablo  Lucero  y  León  Gallardo.  En  reemplazo  de 
Funes,  fué  aclamado  D.  Cornelio  Lucero,  y  la  Sala  lo  con- 
firmó en  el  cargo,  el  15  de  noviembre;  pero,  éste  renunció, 
siendo  substituido  al  día  siguiente  por  D.  Mateo  Gómez. 

La  acusación  hecha  a  Funes  la  vemos  confirmada 
en  el  manifiesto  que  publicaron,  en  hoja  suelta,  los  revo- 
lucionarios, sobre  los  motivos  que  habían  tenido  para 
deponerlo.  Allí  se  dice  que,  vencidos  en  Río  V  los  opreso- 
res de  San  Luis,  se  instaló  un  gobierno  provisorio,  reca- 
yendo la  elección  en  el  señor  Funes,  conocido  por  federal 
de  palabra,  hasta  que  la  provincia,  libre  de  la  influencia 
de  los  enemigos  de  Córdoba,  pudiese  nombrar  en  propie- 
dad la  persona  que  rigiese  sus  destinos.  Que  el  señor  Fu- 
nes, cediendo  al  miedo  que  le  inspiraba  la  existencia 
de  las  montoneras  unitarias  de  Córdoba,  había  abando- 
nado la  ciudad  para  andar  vagando  por  la  campaña, 
y  delegado  el  mando  en  D.  Pascual  Peñalosa,  unitario 
declarado,  y  en  D.  Felipe  Ortiz,  de  opinión  ambigua. 
Que,  posteriormente  a  la  prisión  del  general  Paz  y  fuga  del 
ejército  sublevado,  había  regresado  a  la  capital,  donde  no 
había  hecho  otra  cosa  que  declararse  protector  de  los 
enemigos  de  la  federación.  Que  estos  hechos  se  pusieron 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  315 


en  conocimiento  del  general  Quiroga,  quien  le  había 
aconsejado  volver  sobre  sus  pasos;  mas  estas  prevencio- 
nes fueron  desatendidas  con  terquedad  y  no  produjeron 
la  menor  variación  en  la  marcha  del  señor  Funes,  antes, 
por  el  contrario,  se  apoyaba  en  la  independencia  de  los 
pueblos  para  decir  que  nada  tenía  que  hacer  en  San 
Luis    el    general    Quiroga. 

Se  le  acusó,  también,  de  haber  puesto  las  fuerzas 
a  las  órdenes  de  su  cuñado,  el  comandante  Guiñazú,  pa- 
ra presionar  al  pueblo  cuando  se  decretó  la  elección  de 
gobernador,  haciéndose  elegir  en  propiedad;  de  haber 
protegido  la  fuga  de  Pablo  Videla,  que  el  gobernador  de 
Mendoza  mandaba  con  otros  prisioneros  al  general 
López,  y  debido  a  su  conducta,  había  amenguado  el  res- 
peto al  nombre  del  general  Quiroga.  Finalmente,  termina 
el  manifiesto  declarando  que  han  exonerado  del  man- 
do al  señor  Funes,  porque  su  ascenso  al  gobierno 
fué  obra  de  los  unitarios,  y  porque  no  hay  gobernante, 
después  de  los  triunfos  de  la  federación,  que  haya 
merecido  elogio  de  los  unitarios,  salvo  el  señor  Fu- 
nes, el  único  que  se  ha  hecho  acreedor  a  esas  alaban- 
zas. Este  documento  lo  firman  los  mismos  que  tramaron 
la  conspiración,  y  cuyos  nombres  hemos  mencionado. 
El  licenciado  Funes  era  un  hombre  culto,  y,  por  entonces, 
una  garantía  para  todas  las  opiniones,  cosa  que  no  com- 
prendían ni  toleraban  los  exaltados  apóstoles  de  la  fe- 
deración gaucha. 

El  20  de  noviembre,  la  Sala  de  Representantes  pasó 
una  nota  al  gobernador  interino,  D.  Mateo  Gómez,  para 
que  convocase  al  pueblo  a  elección,  a  fin  de  organizar 
un  gobierno  estable.  En  su  consecuencia,  se  decretó,  el 
24,  que  ese  acto  se  practicara  a  la  brevedad  posible  y  a 
fin  de  asegurar  la  mayor  libertad,  el  comandante  Guiñazú, 
que  estaba  en  Santa  Bárbara,  no  debía  moverse  de  ese 
punto,  así  como  el  comandante  Albarracín  debía  reti- 
rarse con  su  fuerza  al  paso  de  abajo  del  Río  V,  y  la  divi- 
sión de  Mendoza,  acantonada  en  la  ciudad,  debía  pasar 
a  situarse  en  el  Desaguadero. 


316  HISTORIA   DE    SAX   LUIS 

Practicada  la  elección  del  cuerpo  de  electores,  éstos 
se  constituyeron  en  los  primeros  días  de  enero  de  1832, 
bajo  la  presidencia  de  Fray  Benito  Lucio  Lucero,  ac- 
tuando  como   secretario  D.   Cornelio  Lucero. 

Entonces,  se  convino  en  la  necesidad  de  dictar  algu- 
nas reglas,  a  fin  de  establecer  el  orden  en  las  prácticas 
administrativas  y  de  dar  seriedad  a  la  elección  del  pri- 
mer magistrado  de  la  provincia. 

En  la  sesión  del  7  de  enero,  dictó  el  Reglamento  Pro- 
visorio para  el  régimen  y  gobierno  de  la  provincia,  pre- 
cedida  de   la   siguiente   declaración   de   propósitos: 

«La  provincia  de  San  Luis,  reunida  por  medio  de  sus 
diputados  representantes,  con  el  objeto  de  nombrar  un 
Supremo  Gobierno  y  deliberar  sobre  los  demás  asuntos 
concernientes  a  la  felicidad  pública,  ha  dispuesto  que,  a  la 
posible  brevedad,  y  antes  de  proceder  a  la  elección  de  Go- 
bernador, se  forme  un  reglamento  provisional,  por  el  cual 
deba  seguir  la  provincia,  bajo  la  forma  de  Gobierno  Fe- 
deral que  ha  adoptado,  entretanto  se  congregue  la  Nación, 
quien  se  dará  la  forma  de  gobierno  bajo  del  cual,  y  las 
que  dictare,  deberá  regirse  a  fin  de  cortar,  por  lo  pronto, 
el  escandaloso  desorden  a  que  nos  han  conducido  las 
convulsiones  políticas,  y,  penetrada  de  la  grave  necesi- 
dad de  fortalecer  los  eslabones  de  la  cordura  que  debe 
ligar  los  robustos  brazos  de  la  arbitrariedad  y  despotis- 
mo, para  que  no  profane  por  más  tiempo  el  sagrado  re- 
cinto en  que  se  custodia  la  libertad,  la  igualdad,  la  pro- 
piedad y  la  seguridad,  que  hacen  la  rica  herencia  de  los 
interesantes  derechos  del  hombre;  penetrada,  igualmente, 
de  la  funesta  devastación  que  ha  causado  en  el  espíritu 
de  los  hombres,  el  monstruo  de  la  ambición  que  furiosa  • 
mente  se  agita  para  traspasar  los  límites  que  le  señala 
la  justicia,  ha  creído,  para  acercarse  algún  tanto  a  la  sen- 
da que  conduce  a  la  felicidad  común,  según  lo  permite 
su  estado  actual,  la  premura  de  tiempo  y  las  circunstan- 
cias, deben  establecer,  como  lo  establecen  las  reglas 
provisionales  siguientes:  En  el  capítulo  I  declara  que  la 
religión  de  la  provincia  es  la  católica,  con  exclusión  de 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  317 

cualquier  otra.  La  persona  de  cualquier  condición  o  clase 
que  sea,  que  atente  contra  ella,  será  severamente  casti- 
gada, y  si  fuera  extraña  a  la  provincia,  se  le  mandará 
salir  de  ella  inmediatamente 

Establece  la  cámara  legislativa,  compuesta  por  siete 
ciudadanos  de  los  de  más  probidad  y  adhesión  al  sis- 
tema federal. 

Dispone  que  el  gobernador  deberá  ser  elegido  por  los 
diputados  representantes,  en  la  persona  de  un  ciudadano 
hijo  del  país,  o  con  diez  años  de  residencia  en  él,  y  poseer 
un  capital  no  menor  de  mil  pesos  en  bienes  raíces.  Era 
condición  indispensable  que  tuviera  adaptación  a  la  cau- 
sa federal. 

Duraría  dos  años  en  su  cargo  y  no  podría  ser  reele- 
gido hasta  pasar  un  bienio;  gozaría  de  un  sueldo  anual  de 
600  pesos  y  el  de  su  ministro  sería  de  30  pesos  mensuales. 
Inmediatamente  de  concluido  su  período,  nombraría  la 
provincia  una  comisión  compuesta  de  siete  de  los  de 
más  probidad  y  justicia,  y  de  reconocida  adhesión  a  la 
causa  federal,  para  formarle  el  juicio  de  residencia  y  al 
cual  podían  concurrir,  con  sus  quejas,  los  que  hubieran 
sido    agraviados    durante    su    administración. 

El  poder  ejecutivo  no  podría  declarar  la  guerra,  ni 
hacer  la  paz,  ni  mandar  expedición  fuera  de  la  provincia, 
sino  con  acuerdo  y  resolución  de  la  Sala  de  Representantes. 

Toda  persona  de  cualquier  clase  que  fuese  y  que  se 
atreviera  a  atentar  por  medio  de  revolución  contra  la 
autoridad,  sería  castigada  con  pena  de  muerte. 

Cuando  se  trató  este  punto,  los  convencionales  Fray 
Benito  Lucio  Lucero  y  Fray  Francisco  Galloso  se  reti- 
raron del  recinto,  manifestando  que  su  carácter  sacerdo- 
tal no  les  permitía  concurrir  a  la  imposición  de  esa  pena. 

En  la  posible  brevedad,  debía  el  P.  E.  establecer 
una  escuela  de  primeras  letras,  cuyo  maestro  sería  el 
mejor  que  se  pudiese  conseguir.  Su  dotación  se  fijaba  en 
25  pesos  mensuales  y  cuando,  por  alguna  urgente  nece- 
sidad del  estado,  se  ocupe  su  fondo,  será  reconocida  la 
deuda  con  preferencia.  Declara  que  siendo  uno  de  los  de- 


318  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

beres  de  la  Provincia  proteger  y  asegurar  la  vida,  reputa- 
ción, libertad,  seguridad  y  propiedad  de  cada  uno  de 
sus  individuos,  no  se  sacarán  contribuciones  ni  auxilios 
sino  por  orden  que  establece  este  reglamento.  Al  efecto 
se  dispone  un  empadronamiento  de  propietarios  y  ha- 
cendados. En  casos  graves,  los  auxilios  que  se  solicitaran 
serían  en  la  proporción  de  uno  por  cada  25  vacunos 
y  uno  de  cada  6  caballos.  Pasado  el  motivo  que  obligue 
a  imponer  esta  contribución,  serán  devueltos  a  sus  due- 
ños los  caballos. 

No  se  podrá  fusilar  ni  confiscar  bienes  a  ningún  reo, 
sin  el  previo  proceso  o  sentencia  legal.  Se  dictan  medi- 
das para  reprimir  el  robo;  se  prohibe  la  extracción,  de  la 
provincia,  de  toda  especie  de  hacienda  hembra  y  se  fi- 
jan otras  reglas  para  la  buena  administración.» 

Tales  son  los  puntos  más  fundamentales  del  re- 
glamento provisorio. 

Ya  era  algo  en  el  sentido  de  encaminarse  hacia  el 
orden,  después  de  la  general  anarquía  que,  durante  más 
de  una  década,  había  aniquilado  las  fuerzas  vivas  de  la 
sociedad  en  las  estériles  reyertas  domésticas.  El  Regla 
mentó  Provisorio  fué  el  primer  conato  de  constitución 
local;  si  él  hubiera  prevalecido  con  todo  vigor,  muchos 
males  se  hubieran  evitado  a  la  sociedad;  pero,  las  mejores 
leyes  quedan  como  una  simple  aspiración,  allí  donde 
no  las  sustenta  la  opinión  pública  y  donde  los  mandones 
no  encuentran  una  sanción  eficaz,  de  parte  de  un  pueblo 
sometido  por  el  temor  de  las  más  bárbaras  represalias. 


4. — El  9  de  enero  de  1832,  y  de  acuerdo  con  el  Re- 
glamento vigente,  se  nombró  gobernador  en  propiedad 
a  D.  Mateo  Gómez,  y  se  procedió,  a  la  vez,  a  constituir  el 
Cabildo  y  la  sala  de  representantes,  componiendo  esta 
última  los  señores  Tomás  Barroso,  Martín  Garro,  Corne- 
lio  Lucero,  José  Gregorio  Calderón,  Fray  Benito  Lucio 
Lucero,  Leandro  Cortez,  y  Fray  Francisco  Galloso. 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  319 


El  gobernador  Gómez,  dirigió,  al  día  siguiente  de  su 
elección,  un  manifiesto  a  los  habitantes  de  la  provincia, 
en  el  cual  prometía  cumplir  lealmente  su  deber,  haciendo 
respetar  el  Eeglamento,  garantizando  todos  los  derechos 
al  ciudadano  honrado  y  pacífico,  así  como  sería  inflexi- 
ble para  castigar  a  los  criminales,  a  los  perturbadores 
del  orden  público  y  a  los  que  han  hostilizado  la  Provincia. 
Pedía  el  auxilio  y  la  cooperación  de  todos  sus  paisanos 
para  la  tan  ardua  como  necesaria  empresa  de  corregir 
los  extravíos  del  momento  y  labrar  la  felicidad  de  todos. 

En  seguida,  se  dirigió  al  comandante  Pablo  Videla, 
que,  al  frente  de  sus  lanceros,  andaba  alzado  por  el  sud, 
manifestándole  sus  sentimientos  generosos  y  de  huma- 
nidad e  invitándole  a  que  se  presentase  con  sus  hom- 
bres, bajo  las  garantías  que  solicitasen. 

El  gobernador  Gómez  tuvo,  desde  el  primer  mo- 
mento, la  amenaza  del  coronel  Prudencio  Vidal  Guiña- 
zú,  quien  organizaba  las  milicias  de  campaña  para  caer 
sobre  San  Luis  y  reponer  al  ex  gobernador  Funes. 

El  gobierno  de  Mendoza,  por  instigación  de  su  minis- 
tro, el  ex  gobernador  D.  José  Santos  Ortiz,  invitó  al  de 
Córdoba,  para  que,  de  común  acuerdo,  mandaran 
comisionados,  a  fin  de  procurar  algún  arreglo  entre  el 
gobernador  Gómez  y  el  coronel  Guiñazú.  Los  comisiona- 
dos, señores  Juan  Moyano  y  Manuel  de  la  Presilla,  consi- 
guieron que  Guiñazú  aceptase  las  propuestas  que  se  le 
hacían,  para  que  disolviese  su  gente,  entregara  las  armas 
al  comandante  Rafael  Antonio  Díaz  y  reconociese  al  nue- 
vo gobierno.  En  cuanto  se  retiraron  los  comisionados 
a  Mendoza,  Guiñazú,  faltando  a  su  compromiso,  volvió 
a  reunir  la  gente  para  marchar  contra  la  capital.  También 
mandó  a  D.  Andrés  Lucero  a  entrevistarse  con  D.  Pablo 
Videla,  jefe  de  los  lanceros  del  sud,  proponiéndole  las 
bases  de  un  arreglo,  para  operar  de  común  acuerdo 
contra  la  situación  presidida  por  el  gobernador  Gómez. 

Pocos  días  antes  de  llevar  el  ataque  sobre  la  ciudad, 
una  partida  del  gobierno  tomó  preso  al  capitán  Rafael 
Chamorro  y  le  secuestró  las  comunicaciones  y  el  pacto 


20  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

propuesto  por  Guiñazú,  no  obstante  lo  cual,  los  lanceros 
se  presentaron  el  18  de  enero  a  la  vista  de  la  población, 
combinando  el  plan  de  ataque  con  las  fuerzas  de  Guiña- 
zú. Los  defensores  de  la  plaza  rechazaron,  valientemente, 
el  ataque  y,  saliendo  de  sus  fortificaciones,  llevaron  una 
carga  decisiva  contra  los  invasores,  dispersándolos  y 
tomándoles  diez  prisioneros,  los  cuales  fueron  fusilados 
en  el  acto.  El  mismo  coronel  Guiñazú  cayó  prisionero, 
siendo  vigilado  constantemente  en  su  prisión.  Los  dis- 
persos se  juntaron  nuevamente,  y  seguían  en  lucha  con 
las  ligeras  partidas  que  los  perseguían;  pero,  como  ese 
estado  se  prolongaba  indefinidamente,  el  gobernador 
Gómez  propuso  a  Guiñazú  un  convenio  para  que  hiciera 
cesar  aquella  campaña,  poniéndolo  en  libertad  y  acor- 
dando un  indulto  general  y  las  garantías  más  amplias 
para  todos.  Aceptado  el  convenio,  Guiñazú  consiguió 
la  pacificación  de  la  campaña,  después  de  la  cual  se  re- 
tiró,  tranquilamente,   a   su  casa  en  Santa  Bárbara. 

Kestablecido  el  orden,  fué  urgente  ocuparse  de  la  de- 
fensa de  las  fronteras,  pues  los  indios  comenzaban  a  hacer 
sentir  sus  depredaciones. 

Por  ley,  la  Cámara  de  Empresentantes  resuelve: 
imponer  a  todos  los  hacendados  una  contribución  extra- 
ordinaria en  ganado  y  destinar  a  los  auxiliares  el  décimo 
del  producido  del  año  y  las  deudas  a  favor  del  Estado. 

En  el  Trapiche  se  reunieron  las  fuerzas,  formando  la 
«División  de  Auxiliares»,  al  mando  del  coronel  Jorge 
Velazco.  D.  Pablo  Lucero,  fué  propuesto  para  corone1, 
en  mérito  de  sus  recomendables  servicios  de  fronteras. 
A  esta  división  se  incorporaron  las  milicias  reclutadas 
por  el  teniente  coronel  Patricio  Chaves  y  comandante 
Rafael  Díaz. 

En  estas  circunstancias,  la  provincia  fué  invitada 
por  la  Comisión  Representativa  de  los  gobiernos  de  las 
provincias  litorales,  residente  en  Santa  Fe,  a  adherirse 
al  tratado  subscripto  el  año  1831.  Entre  las  atribuciones 
conferidas  a  dicha  comisión,  estaba  la  de  invitar  a  las  de- 
más provincias,  cuando  estuvieran  en  plena  libertad  y 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  321 

tranquilidad,  a  reunirse  en  federación  con  las  tres  lito- 
rales, y  a  que,  por  medio  de  un  congreso,  se  arreglara 
la  administración  general  del  país  bajo  el  sistema  federal, 
su  comercio  interior  y  exterior,  su  navegación,  el  co- 
bro y  distribución  de  las  rentas  generales  y  el  pago  de  la 
deuda  de  la  República,  su  crédito  interior  y  exterior  y  la 
soberanía,  la  libertad  e  independencia  de  cada  una  de 
las  provincias.  Para  realizar  este  propósito,  la  Comisión 
indicaba  la  conveniencia  de  que  los  gobiernos  enviasen 
sus  diputados  a  Santa  Fe. 

Era,  pues,  llegada  la  hora  de  organizar  el  país,  dándole 
una  constitución.  El  Dr.  Juan  Bautista  Marín  salió  de 
Santa  Fe  como  delegado  de  este  gobierno,  para  tratar 
con  el  de  Córdoba,  el  envío  de  diputados  a  la  Convención, 
y,  a  la  vez,  dirigió  comunicaciones  privadas  a  varios 
personajes  de  Cuyo  y  de  La  Rioja  para  que  convencieran 
a  los  respectivos  gobiernos  de  la  urgente  y  patriótica 
necesidad  de  dar,  cuanto  antes,  una  constitución  al  país, 
prescindiendo,  si  fuese  necesario,  de  Buenos  Aires,  cuyo 
egoísmo  era  tan  contrario  a  los  intereses  de  las  provin- 
cias. «Es  indispensable,  agregaba,  que  todos  nosotros 
nos  uniformemos  con  Santa  Fe,  Corrientes,  Entre  Ríos 
y  Córdoba,  y  así,  los  porteños,  tendrán  que  seguir  nuestra 
opinión.  Buenos  Aires  lia  adoptado  el  sistema  de  extran- 
jería para  enseñorearse  sobre  las  cenizas  de  las  provin- 
cias: jamás  nos  proporcionará  sino  grillos  y  cadenas  de 
miseria,   por  felicidad.» 

El  representante  de  Corrientes,  D.  Manuel  Leiva, 
se  expresaba  en  estos  términos:  «Que  venga,  cuanto  antes, 
el  diputado  por  esa  provincia  y  que  su  misión  sea  para 
llenar  los  objetos  indicados,  manifestando  el  gobierno 
su  pronunciamiento  por  la  pronta  instalación  del  Congre- 
so General  Federativo.  Si  así  se  hace,  tendremos  Patria 
y  seremos  felices,  y  sino,  yo  no  veo  muy  distante  la  época 
en  que  rindamos  la  rodilla  a  otro  amo,  tal  vez  peor  que  los 
españoles.» 

Estas  cartas  cayeron  en  poder  de  Quiroga,  quien  de- 
nunció a  Rosas  el  propósito  de  estos  diputados  represen- 

TOMO   I  21 


322  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tantes  y  mandó  copias  al  gobierno  de  San  Luis  para  que 
estuviese  prevenido  «contra  las  funestas  consecuencias 
que  debía  traer  a  la  República  la  conducta  tan  atroz  y 
calumniante,  de  dichos  diputados  contra  el  benemérito 
gobierno  de  Buenos  Aires.» 
He  aquí  la  nota  aludida: 

Rioja,  Abril  17  de  1832. 

Excmo.  Sr.  Gobernador  y  Capitán  General  de  la  Provin- 
cia de  San  Luis. 

El  que  subscribe  se  baila  en  la  dura  e  indispensa- 
ble necesidad  de  poner  en  conocimiento  de  S.  E.,  co- 
pias legalizadas  de  las  comunicaciones  de  dos  R.  R.  de 
la  Comisión  representativa  de  los  Gobiernos  Aliados, 
que  la  casualidad  ha  puesto  en  sus  manos  y  de  las  que, 
con  tal  motivo,  ha  dirigido  a  sus  autoridades. 

El  infrascripto,  tan  celoso  como  interesado  en  que 
la  carta  de  Constitución  de  la  República  a  que  tanto 
anhelamos  todos  las  argentinos,  sea  obra  de  la  más 
libre  y  espontánea  voluntad  de  los  pueblos,  se  ha  de- 
cidido delatar  de  sus  desvíos  a  los  referidos  DD.  que, 
olvidados  del  deber  a  que  les  sujeta  el  destino  en  que 
se  hallan  colocados,  se  han  ocupado  sin  descanso  de 
alarmar  la  provincia  contra  la  benemérita  de  Buenos 
Aires,  como  satisfacción  condigna  a  los  heroicos  y  pe- 
nosos sacrificios  que  generosamente  se  ha  prodigado 
para  sacarla  de  la  humillación  y  abatimiento  en  que 
yacían,  bajo  de  la  más  cruel  opresión  de  los  jefes  su- 
blevados en  1.°  de  diciembre  de  1828. 

A  S.  E.  toca  el  deber  sagrado  de  poner  a  salvo  la 
provincia  de  su  mando,  de  las  asechanzas  y  perfidias 
que,  por  desgracia,  tan  temprano  se  hacen  sentir  por 
los  mismos  de  quienes  se  aguarda  la  organización  ge- 
neral de  la  República;  y  no  sin  fundamento,  cree  el 
que  subscribe,  que  se  habrá  desoído  la  deducción  de 
esos  hombres  calumniantes  que  no  conocen  más  Patria 
que    su   interés   particular,  para    quienes    es   cosa  muy 


HISTORIA  DE   SAN  LUIS  323 

pequeña  hacer  a  los  pueblos  el  ludibrio  de    sus  ridicu- 
las maquinaciones. 

El  que  subscribe  tiene  la  satisfacción  de  haberse 
descargado  de  ]a  inmensa  responsabilidad  que  pesaría 
sobre  mis  hombros,  si  tuviese  la  debilidad  de  silenciar 
]a  tortuosa  marcha  de  los  SS.  DD.  de  los  pueblos  alia- 
dos que  pone  de  manifiesto,  al  tiempo  mismo  que  sa- 
luda con  atención  y  respeto  al  Excmo.  Sr.  Gobernador 
y  Capitán  General,  a  quien  se  dirige. 

Juan  Facundo  Quiroga. 

Rosas  se  quejó  a  los  gobiernos  de  Córdoba  y  Co- 
rrientes de  la  actitud  de  sus  representantes,  y  con  Quiro- 
ga, obstaculizaron,  entonces,  la  obra  de  la  convención 
constituyente;  pues  no  les  convenía  ninguna  de  las  res- 
tricciones a  que  deben  sujetarse  los  gobiernos  regula- 
res. 

Las  previsiones  de  los  señores  Leiva  y  Marín,  desgra- 
ciadamente, se  cumplieron. 

-Quiroga,  después  de  dominar  el  interior,  estaba  de- 
cidido a  propiciar  la  organización  del  país  y  se  había 
adelantado  a  prestigiar  la  candidatura  de  D.  José  Santos 
Ortiz,  para  la  futura  presidencia  de  la  República,  como 
uno  de  los  hombres  de  gobierno  más  ilustrados  y  experi- 
mentados del  interior,  cosa  que  miraba  mal  Rosas,  pues, 
con  el  orden  constitucional,  hubiera  caducado  de  hecho 
su  poder  y  desaparecido  él  mismo,  de  la  escena  política 
como  cualquiera  de  los  otros  mandones  arrojados  del 
gobierno.  Se  le  ponía  al  frente  un  poderoso  rival,  resuel- 
to a  disputarle  su  influencia  en  todos  los  terrenos  y  se 
manejó,  hábilmente,  a  fin  de  que  Quiroga  desistiera  de 
ese  propósito  por  el  momento,  so  pretexto  de  que  el  país 
no  estaba  preparado,  todavía,  para  darse  la  constitución. 
Quiroga  se  engañó  y  contribuyó  con  su  actitud  a  servir 
las  ambiciones  de  Rosas,  haciendo  fracasar  la  convención 
de  Santa  Fe.  Ya  se  arrepentiría  de  ese  proceder;  pero, 
cuando  el  error  no  se  podría  remediar. 


324  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Quiroga,  con  tan  insólita  conducta  cooperó  a  prepa- 
rar  y  consolidar   la   tiranía. 

No  obstante  sus  prevenciones  al  gobierno  de  San 
Luis,  la  legislatura  contestó  a  la  invitación  de  los  comi- 
sionados, resolviendo,  el  12  de  julio,  adherir  en  todas 
sus  partes  al  tratado  subscripto  por  las  provincias  del 
litoral  el  año  1831,  y  diferir  al  acuerdo  que  celebraron 
la  mayoría  de  los  pueblos,  acerca  de  la  pronta  reunión 
de  un  Congreso  Nacional  Constituyente. 


HISTORIA   DE   SAN   LUIS  325 


CAPITULO  XIII 

SUMARIO:  1. — Guerra  con  los  indios. — Grandes  invasiones  a  la 
provincia. — Se  piden  auxilios  a  Buenos  Aires. — Renuncia  del  go- 
bernador Dn.  Mateo  Gómez. — La  Junta  Gubernativa. — El  co- 
mandante José  Gregorio  Calderón. — Los  indios  derrotan  las  tro- 
pas regulares  y  sacrifican  la  infantería.  2. — Dn.  José  Santos 
Ortiz  consigue  un  tratado  con  San  Juan  para  expedicionar  al 
desierto. — Se  conviene  en  nombrar  jefe  de  la  expedición  al  ge- 
neral Quiroga. — Expedición  de  1833  al  mando  del  general  Ruíz 
Huidobro — Combate  del  Lechuzo  y  de  Las  Acollaradas.  3. — Don 
José  Gregorio  Calderón  es  electo  gobernador. — Nuevas  invasio- 
nes de  indios. — Pedido  de  auxilio  para  rechazarlos. — La  legis- 
latura de  Buenos  Aires  autoriza  el  envío  de  200  hombres. — Los 
Auxiliares  de  los  Andes.  4. — Gran  triunfo  sobre  los  indios  en  la 
Cañada  de  los  Molles,  obtenido  por  el  comandante  Argañarás. 
— Las  consecuencias  favorables. 

1. — Terminada  la  campaña  contra  el  gauchaje  al- 
zado y  restablecido  el  orden,  el  gobierno  vióse  obligado 
a  hacer  frente  a  los  nuevos  peligros  que  amenazaban  la 
provincia  por  el  lado  de  la  frontera  sud.  El  comandante 
José  Gregorio  Calderón  presentó,  entonces,  su  plan,  cuyas 
principales  disposiciones  eran:  Que  se  pase  circular 
a  los  jueces  de  campaña  para  que  formen  una  lis- 
ta de  todos  los  individuos  de  15  a  60  años.  Estos  mis- 
mos funcionarios  debían  acompañar  un  estado  de  las 
armas  blancas  y  de  chispa  que  tuvieran  los  particula- 
res, así  como  de  los  que  pudieran  disponer  de  cabal- 
gadura, para  trasladarse  al  punto  donde  fueran  citados. 
Cada  vecino  debía  procurarse  además,  las  provisiones 
para  ocho  días  de  campaña.  El  gobierno  proveería  de 
las  piedras  de  chispas,  municiones  y  haría  componer 
las  armas.  En  cuanto  se  conocieran  estos  datos,  se  ha- 
rían los  nombramientos  de  los  jefes  y  oficiales  encar- 


326  HISTORIA    DE    SAX    LUIS 

gados  de  recibir  las  fuerzas,  disciplinarlas  y  conducir- 
las al  punto  de  concentración.  ínter  se  hacían  estos  pre- 
parativos, los  indios  trajeron  tres  invasiones  sucesivas, 
entre  los  últimos  días  de  marzo  y  los  primeros  de  abril 
de  1832;  arrasaron  la  campaña,  llevándose  como  12.000 
cabezas  de  ganado  y  varias  familias  cautivas  del  Río  V, 
Morro  y  hasta  de  Renca. 

En  tan  difícil  situación,  el  gobierno  puntano  se  di- 
rigió al  de  Buenos  Aires,  manifestándole  que  no  obstan- 
te los  empeños  y  sacrificios  hechos  por  los  habitantes 
de  toda  la  provincia,  se  carecía  de  los  recursos  suficientes 
para  contener  los  salvajes,  pues  los  vecinos  de  la  re- 
gión nombrada  se  habían  visto  obligados  a  defenderse 
con  cuchillo,  boleadoras  y  lazos,  a  falta  de  armas 
mejores.  En  consecuencia,  pedíale  le  tendiese  su  mano 
protectora,  porque  aquellos  núcleos  de  población  co- 
rrían el  riesgo  de  disolverse,  definitivamente,  si  no  se 
les  socorría  sin  pérdida  de  tiempo. 

Por  su  parte,  el  gobernador  de  Mendoza,  D.  Pedro 
Xolasco  Ortiz,  a  instigación  de  su  ministro  el  ex  gober- 
nador de  San  Luis,  D.  José  Santos  Ortiz,  también  se  diri- 
gió al  gobierno  bonaerense,  haciéndole  presente  que  los 
salvajes  habían  llegado,  con  sus  depredaciones,  al  extremo, 
no  sólo  de  paralizar  el  tránsito  comercial  con  el  litoral, 
sino  hasta  atacar  las  mismas  poblaciones  que  en  otro 
tiempo  fueron  respetadas.  Que  en  la  situación  en  que 
se  encontraban  las  provincias  de  Cuyo,  después  de  la 
desastrosa  guerra  civil,  exhaustas  de  recursos,  no  podían 
rechazar  las  invasiones,  cada  vez  más  numerosas  y  au- 
daces, de  los  bárbaros. 

Particularizándose  con  San  Luis,  se  decía  que  en 
esos  momentos  sería  despedazada  por  tres  numerosas 
hordas  de  salvajes  y  en  cuanto  a  los  pocos  auxilios  que 
le  había  podido  prestar  Mendoza,  llegaron  después  de 
la  catástrofe,  cuyos  tristes  pormenores  aun  se  ignoraban. 
Y,  para  poner  término  a  tantas  calamidades,  le  invitaba, 
invocando  sus  sentimientos  de  humanidad  y  patriotis- 
mo, a  organizar  una   expedición  combinada  y  dirigida 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS  327 

por  el  mismo  gobernador  de  Buenos  Aires.  Para  la  rea- 
lización de  estos  propósitos,  le  ofrecía  toda  la  cooperación 
posible,  hasta  el  sacrificio  mismo,  según  sus  propios 
términos. 

Conjuntamente  con  este  pedido,  se  había  dirigido 
a  las  demás  provincias  fronterizas  con  la  Pampa,  invi- 
tándolas a  adherirse  a  estos  propósitos  y  a  pronunciarse 
por  que  fuera  el  gobernador  de  Buenos  Aires,  el  direc- 
tor de  esta  campaña  que  debía  asegurar,  para  siempre, 
la  tranquilidad  de  estos  pueblos  y  economizar  millares 
de   vidas. 

Estos  mismos  anhelos  patrióticos  los  había  ya  mani- 
festado D.  José  Santos  Ortiz,  cuando  era  gobernador 
de  San  Luis,  y  ahora,  como  miembro  del  gobierno  men- 
docino,  volvía  a  exhumar  su  plan,  condolido  del  deplo- 
rable estado  en  que  se  encontraba  su  desventurada 
provincia   natal. 

La  idea  de  la  expedición  al  desierto,  nació,  pues,  en 
San  Luis,  y  fué  sugerida  a  Rosas  por  Ja  iniciativa  de 
uno  de  sus  hombres  de  gobierno.  Y  allí  debió,  forzosa- 
mente concebirse;  pues  fué  siempre  la  provincia  más 
azotada  por  los  indios,  encontrándose  casi  aislada  y 
con   escasos   elementos   militares   para   la   defensa. 

En  momentos  tan  angustiosos  para  San  Luis, 
impedido  el  gobernador  D.  Mateo  Gómez  para  repeler 
las  invasiones  de  los  salvajes,  y  debiendo  hacer  frente 
además,  a  la  anarquía  interna,  resolvió,  en  el  mes  de  agos- 
to, dirigirse  a  la  Honorable  Sala  Legislativa,  insinuándole 
la  necesidad  de  reunir  inmediatamente  un  Congreso  de 
los  representantes  más  caracterizados  del  pueblo  puntano. 
Habiéndose  aceptado  esa  idea,  la  reunión  de  vecinos 
se  verificó  en  seguida  y  ante  ellos  expuso,  el  gobernador, 
el  verdadero  estado  de  las  cosas,  agregando  que  en  la 
imposibilidad  de  poder  sostener  el  orden  y  proteger  la 
vida  e  intereses  de  los  habitantes,  venía  a  renunciar, 
indeclinablemente,  el  cargo  de  gobernador  de  la  pro- 
vincia. Al  retirarse  el  señor  Gómez  a  la  vida  privada,  el 
21  de  agosto,  la  legislatura  creó  una  Junta  Gubernativa 


328  HISTORIA    DE    SAN   LUIS 

para  reemplazarle,  compuesta  de  siete  miembros  y  re- 
asumiendo en  ella  los  tres  poderes  del  Estado. 

En  consecuencia,  fueron  designados  para  formar 
la  nueva  autoridad  los  señores  José  Gregorio  Calderón, 
como  presidente;  José  Leandro  Cortez,  como  vice;  Fray 
Benito  Lucio  Lucero,  Feliciano  Trinidad  Barbosa,  Pe- 
dro Herrera  y  Tomás  Barroso,  como  vocales,  y  José  Fe- 
lipe Ortiz  como  secretario.  Las  primeras  disposiciones 
tendían  a  hacerse  de  recursos  para  expedí cionar  contra 
los  indios  y  pedir  la  cooperación  de  Buenos  Aires,  a 
cuyo  gobierno  se  dirigieron  poniendo  en  su  conocimien- 
to que  «la  provincia  de  San  Luis  desaparecerá  del  rol 
de  las  que  componen  la  República  Argentina,  si  los  go- 
biernos hermanos  no  tienden  su  mano  protectora  sobre 
este  desgraciado  país,  donde,  por  la  escasez  de  artículos 
de  guerra,  repiten,  con  escándalo,  sus  correrías  los  sal- 
vajes  del   sud.» 

A  San  Juan  fué  comisionado  D.  Manuel  de  la  Presi- 
lla, quien  después  de  una  hábil  diplomacia,  consiguió 
como  una  cosa  extraordinaria,  200  cartuchos  a  bala  y 
50  malas  lanzas,  con  cuyo  «arsenal»  el  gobernante  san- 
juanino  creía  salvar  la  situación  de  la  afligida  provincia 
puntana. 

Por  su  parte,  el  famoso  Facundo  Quiroga,  después 
de  proclamar  los  sacrificios  hechos  por  San  Luis,  en  fa- 
vor de  la  independencia  y  en  todo  tiempo,  le  envía  unos 
fusiles  y  dos  cargas  de  munición. 

A  la  vez,  se  iniciaban  gestiones  en  Mendoza  y  Cór- 
doba para  combinar  un  plan  de  defensa  común,  inter 
el  presidente  Calderón,  nombrado  comandante  general 
de  armas,  salía  a  campaña  a  organizar  las  milicias,  que- 
dando al  frente  de  la  Junta  D.   José  Leandro  Cortez. 

El  gobierno  de  Córdoba  contestó,  el  3  de  octubre, 
transcribiendo  la  orden  a  los  comandantes  de  su  frontera 
para  que  citasen  todas  las  fuerzas  de  su  mando  y  las  tu- 
viesen listas,  a  fin  de  acudir  en  auxilio  del  gobierno  de 
San  Luis.  En  consecuencia,  debían  comunicar  a  la  Junta 
Gubernativa   de   esta   Provincia,  el  número  de  hombres 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  329 

disponibles,  y  pedir  se  les  designase  el  punto  de  reunión 
o  los  jefes  con  los  cuales  habían  de  entenderse  en  caso 
necesario. 

Esta  generosa  disposición  del  gobierno  de  Córdoba, 
levantó  el  espíritu  de  nuestros  jefes  militares,  y  co- 
rrieron a  ocupar  su  puesto  de  sacrificio  en  aquella  lucha 
terrible  y  sin  gloria. 

El  comandante  Calderón  llegó  al  Morro  e  inmedia- 
tamente abrió  comunicaciones  con  el  coronel  Francisco 
Reynafé,  que  guardaba  la  frontera  cordobesa,  con  cuya 
cooperación  los  púntanos  debían  hacer  frente  a  más  de 
500  indios,  que  ya  se  acercaban  al  Morro,  después  de 
haber  asolado  las  estancias  del  Río  V.  Calderón  había 
reunido  500  hombres  de  caballería  e  infantería  y  esperaba 
recibir  armamento  de  Mendoza,  conducido  en  carretas 
por  el  teniente  coronel  Jorge  Velazco,  pero,  el  rápido 
avance  de  los  indios,  detuvo  la  marcha  de  la  tropa  de  ca- 
rretas y  hubo  que  improvisar  las  únicas  armas  de  que  se 
podía  echar  mano:  lanzas,  algunos  sables  y  boleadoras. 
El  16  de  noviembre  se  le  reunió  la  fuerza  comandada  por 
el  coronel  Reynafé,  compuesta  de  60  infantes  montados 
y  400  caballos.  En  la  madrugada  del  17,  se  avistaron 
los  indios  y  en  el  acto  se  formó  la  tropa  en  línea  de  ba- 
talla. A  la  derecha,  el  coronel  Reynafé,  con  el  mando  in- 
mediato de  sus  fuerzas;  a  continuación,  la  infantería 
y  dos  piezas  de  artillería,  al  mando,  respectivamente,  del 
teniente  coronel  Jorge  Velazco  y  de  D.  Patricio  Chaves; 
al  costado  izquierdo,  las  milicias  de  caballería  cordobesa 
y  puntana,  mandadas  por  los  comandantes  Pedro  Bengo- 
lea  y  Pablo  Lucero,  y  en  la  reserva,  dos  piquetes  de  caba- 
llería   al   mando    del    comandante    D.    Eufrasio    Videla. 

En  esta  posición  se  inició  el  combate.  El  comandante 
D.  Pablo  Lucero,  seguido  de  los  capitanes  Pedro  Nú- 
ñez  y  León  Gallardo,  lleva,  a  gran  galope,  un  formidable 
ataque.  En  el  entrevero,  y  después  de  un  combate  de 
hombre  a  hombre,  quedó  gravemente  herido  el  coman- 
dante Lucero  y  con  heridas  más  leves,  los  bravos  capita- 
nes  nombrados. 


330  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Las  fuerzas  regulares  fueron  desorganizadas,  vién- 
dose obligada  la  infantería  a  formar  cuadro  para  resis- 
tir el  terrible  ataque  de  los  indios.  Después  de  varias 
cargas  infructuosas,  los  salvajes  se  retiraron,  acampando, 
con  sus  ganados,  a  una  legua  y  luego  prosiguieron  su  re- 
tirada al  sud.  Los  comandantes  Reynafé  y  Videla  con- 
tinuaron la  persecución,  dándoles  alcance  como  a  cinco 
leguas  hacia  el  sud.  Los  indios  volvieron  a  la  carga 
y  después  de  un  recio  combate,  desorganizaron  la  caba- 
llería, y  aislada  la  infantería,  no  obstante  haberse  soste- 
nido con  heroicidad,  fué  toda  deshecha  y  sacrificados 
bárbaramente,  los  valientes  oficiales  capitán  José  María 
Ponce,  teniente  José  Quintero,  alférez  Castro  y  abande- 
rado   Agustín   Acosta,  con  gran    número    de    soldados. 

Reynafé  se  retiró  con  el  resto  de  sus  tropas  al  Por- 
tezuelo, y  luego  siguió  a  Córdoba,  mientras  el  comandan- 
te Calderón  volvía  a  la  ciudad  de  San  Luis  a  dar  cuenta 
de  su  desastre.  Los  indios,  aunque  tuvieron  muchos  muer- 
tos y  heridos,  escaparon  la  mayor  parte,  dejando  algunas 
majadas  de  ovejas  y  cabras;  pero  llevándose  muchos 
miles  de  cabezas  del  ganado  mayor. 

Tal  fué  la  vergonzosa  derrota  sufrida  el  17  de  noviem- 
bre en  las  cercanías  del  Morro,  y  debida,  en  gran  parte, 
a  la  ineptitud  de  su  comandante  jefe  que  lanzó  las  tro- 
pas al  entrevero,  sistema  indio,  donde  el  combate  se 
hizo  singular,  inhabilitando  las  fuerzas  de  la  infantería 
y  de  las  dos  piezas  de  artillería,  que  hubieran  podido  ser 
muy  eficaces  en  un  plan  de  ataque  más  racional  y  tác- 
tico.  La   situación  se   hacía   cada  vez  más  intolerable. 


2. — Tras  este  nuevo  infortunio,  el  gobierno  de  Men- 
doza comisionó  a  D.  José  Santos  Ortiz  para  trasladarse 
a  San  Juan,  con  el  encargo  de  subscribir  un  convenio,  a 
fin  de  concurrir  en  auxilio  de  San  Luis,  pues,  Rosas  no 
había  respondido  al  llamado  que  le  hicieron  ambas  pro- 
vincias. Ortiz  fué  afortunado  en  sus  gestiones  y  consi- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


331 


guió  el  tratado,  subscripto  el  12  de  diciembre,  en  virtud 
del  cual,  la  provincia  de  San  Juan  se  obligaba  a  cooperar 
contra  los  salvajes.  Muy  atinadas  son  las  consideraciones, 
que  le  sirven  de  fundamento,  sobre  las  desgracias  cau- 
sadas a  los  pueblos  fronterizos  por  los  malones  de  indios 


íscuadrón  Dragones 


y  ante  el  clamor  de  multitud  de  familias  que  gemían  en 
el  cautiverio  y  a  las  cuales  estaban  obligadas  a  redimir 
a  costa  de  todo  género  de  sacrificios.  «Movidos  los  go- 
«  biernos  que  firman  por  los  fuertes  estímulos  de  este 
«  deber  sagrado,  se  han  reunido  a  conferenciar  el  modo 
«  de  castigar  al  común  enemigo  y  salvar  aquellos  seres 


332  HISTORIA   DE    SAN    LUIS 

«  desgraciados,  previniendo  igualmente  los  futuros  ma- 
«  les  que  se  temen. 

«Grande  son  S.or  Excmo.  los  gastos  que  exige  empresa 
«  semejante,  mas  en  ella  se  interesa  el  crédito  de  la  Re- 
«  pública,  la  tranquilidad  ele  los  pueblos  y  los  derechos 
«  sagrados  de  la  humanidad;  ella,  pues,  es  necesaria  y  tan 
«  indispensable  cuanta  es  su  identidad  con  el  sosiego 
«  y  libertad  que  es  el  origen  de  todo  el  bien. 

«Convencidos  de  esta  verdad,  los  que  subscriben  han 
«  encomendado  la  guerra  contra  los  salvajes  del  sud,  al 
«  hijo  de  la  victoria,  el  Excmo.  brigadier  general  D.  Juan 
«  Facundo  Quiroga,  encargándole  la  invitación  a  las  de- 
«  más  provincias  y  sometiendo:  sin  reserva,  los  recursos 
«  con  que  cuentan  y  que  le  facilitan  hasta  tocar  la  línea 
«  de  lo  imposible».  Tales  fueron  los  términos  en  que  co- 
municaron  a    San   Luis    el   fausto    suceso    del   tratado. 

Quiroga  aceptó  el  comando  militar  de  la  expedi- 
ción, pues,  acto  continuo,  remitió  una  nota  al  gobierno 
puntano  en  la  cual  detallaba  los  elementos  indispensa- 
bles con  que  debía  contribuir  nuestra  provincia  a  la 
realización  de  esa  campaña. 

En  primer  lugar  exigía  cien  hombres  de  caballería  y 
otros  tantos  de  infantería  con  los  jefes  y  oficiales  co- 
rrespondientes, bien  armados  y  encabalgados,  debiendo 
disponer  de  cuatro  caballos  por  hombre  para  los  prime- 
ros y  de  tres  destinados  a  los  infantes  montados. 

Después,  pedía  setecientas  cincuenta  cabezas  de  ga- 
nado vacuno,  de  la  mejor  calidad,  y  una  tropa  de  muías 
para  el  transporte  de  las  municiones.  Estas  no  debían 
bajar  de  cinco  mil  tiros,  a  bala  de  fusil,  y  tres  mil  de 
carabina. 

La  Provincia  pagaría  sus  soldados  y  demás  gasto- 
de  su  contingente.  Estas  fuerzas  debían  estar  listas  a 
fin  de  febrero  de  1833,  para  incorporarse  al  regimiento 
«Auxiliares  de  los  Ande:-»  que  debían  ponerse  al  frente 
de#la  expedición.  Estos  elementos  y  los  que  podían  pro- 
porcionarle las  otras  provincias  de  Cuyo,  se  creían  su- 
ficientes para  escarmentar  a  los  salvajes  y  arrojarles   al 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  333 


otro  lado  del  Río  Negro,  considerado,  siempre,  como  la 
frontera  natural  y  más  fácil  de  poder  defender. 

Tales  eran  los  elementos  y  vistas,  con  que  e]  famoso 
caudillo  se  aprestaba  a  la  campaña  del  desierto. 

En  cuanto  a  la  fuerza  efectiva  de  que  podía  dispo- 
ner San  Luis,  era  el  «Batallón  Infantería  de  la  Unión», 
compuesto  de  115  cívicos  fusileros,  128  dragones  y  19 
artilleros.  Su  armamento  consistía  en  24  tercerolas, 
58  lanzas,  2  culebrinas,  50  balas  de  cañón  y  4000  cartu- 
chos de  fusil. 

Para  completar  la  organización  de  las  milicias,  se 
nombró  comandante  general  de  armas  al  coronel  Jorge 
Velazco,  quien  estableció  el  campamento  general  en  el 
Trapiche.  Cuando  se  activaban  los  preparativos,  se  cru- 
zó Rosas,  estimulado  por  la  actitud  de  Quiroga,  quien,  al 
fin,  había  decidido  ponerse  al  frente  de  la  expedi- 
ción   al    desierto,  con   poderosos    elementos    de    acción. 

El  plan  era  vasto  y  bien  combinado.  El  general 
Bulnes,  presidente  de  Chile,  con  la  división  de  la  dere- 
cha, se  comprometía  a  batir  a  los  indios  en  la  región 
cordillerana  y  arrojarlos  al  oriente;  la  división  del  cen- 
tro, compuesta  por  las  fuerzas  de  Cuyo  y  del  interior,  al 
mando  de  Quiroga,  debía  operar  en  la  Pampa  Central; 
y  la  izquierda,  con  Rosas,  saldría  de  Buenos  Aires  y  ba- 
tiría a  los  indios  a  lo  largo  del  río  Colorado,  márgenes 
del  Río  Negro,  y  debería  encontrarse  con  las  otras  di- 
visiones en  las  nacientes  de  este  último  río.  Los  genera- 
les Bulnes  y  Quiroga  se  eliminaron,  siendo  substituidos, 
para  mandar  la  división  de  la  derecha,  por  el  general  Aldao 
y  la  del  centro  se  confió  al  coronel  José  Ruiz  Huidobro. 
Las  tropas  de  Córdoba  y  San  Luis  debían  moverse  si- 
multáneamente con  las  de  Mendoza,  para  atacar  al 
feroz  Yanquetruz,  que  habitaba  la  confluencia  del  Dia- 
mante, y  a  las  tribus  dispersas  que  acampaban  70  leguas 
al  sud  del  Río  V. 

La  división  del  centro  estaba  compuesta  por  el  Re- 
gimiento «Auxiliares  de  los  Andes»,  del  batallón  «Defevi- 
sores»,    mandado   por   el   valiente   coronel   B árcala;    del 


33t  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

regimiento  «Dragones  Confederados  de  Córdoba»  mandado 
por  el  coronel  Francisco  Keynafé,  y  del  escuadrón  «Dra- 
gones de  la  Unión»  formado  y  comandado,  exclusivamen- 
te, por  púntanos. 

A  fines  de  febrero  de  1833  se  pusieron  en  campaña, 
invadiendo  el  país  de  los  ranqueles.  Las  fuerzas  puntanas 
tuvieron  un  combate,  en  los  primeros  días  de  marzo, 
en  el  lugar  «El  Lechuzo»,  paso  sud  del  Río  V;  pero  sin 
sacar  mayores  ventajas. 

La  indiada  se  desbandó  y  fué  a  llevar  la  alarma  a  las 
avanzadas  de  Yaquetruz,  que,  a  su  vez,  había  resuelto 
traer  una  formidable  invasión  sobre  Córdoba  y  San  Luis. 
El  ejército  siguió  marcha  hacia  el  sud  y  fué  a  hacer  cam- 
pamento en  las  orillas  de  la  Laguna  del  Cuero.  Las 
partidas  de  exploración  chocaron,  a  corta  distancia,  con 
un  grupo  de  indios  poco  numeroso;  pero,  a  medida  que 
iban  avanzando,  notaron  que  el  grueso  de  la  indiada  los 
esperaba  en  la  parte  sud  de  Las  Acollaradas. 

Allí  estaba  el  temido  Yaquetruz  con  mil  lanzas,  dis- 
puestas al  combate:  y  al  acercarse  los  «cristianos»  o  huiri- 
cas, como  llamaban  los  indios  a  los  hombres  civilizados, 
se  lanzaron  a  su  encuentro  en  vertiginosa  carrera,  hacien- 
do blandir  las  agudas  lanzas  entre  una  nube  de  polvo, 
cual  si  fuera  el  terrible  pampero  desencadenado,  con  fu- 
ria, desde  las  cumbres  andinas.  La  infantería  forma  sus 
cuadros  y  la  caballería  toca  a  la  carga;  el  choque  es  ho- 
rrible. Los  cuadros  son  deshechos  varias  veces,  viniendo 
los  bárbaros  a  ensartarse  en  las  bayonetas  de  los  he- 
roicos soldados;  pero  el  valiente  Barcala  se  rehace  a  ca- 
da instante  y  llena  los  claros  para  oponer  un  muro  in- 
franqueable a  la  feroz  indiada. 

La  caballería  también  se  desorganiza,  retrocede, 
y  cuando  va  a  ser  envuelta  y  quizá  aniquilada,  carga 
brillantemente  el  escuadrón  de  «Dragones  de  la  Unión»; 
son  los  bravos  púntanos,  avezados  a  estas  luchas;  res- 
tablecen el  combate,  avanzan,  y  descargan  sus  golpes 
mortales  sobre  la  turba  bárbara  y  enfurecida.  El  espí- 
ritu general  del  ejército  se  reanima  y    lleva    el  ataque 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  335 

decisivo  hasta  que  los  indios  huyen,  llevándose  los  he- 
ridos que  consiguen  alzar  en  sus  potros  y  dejando  más 
de  cien  muertos.  Entre  éstos  estaban  los  famosos  caci- 
ques Painé,  Pichun  y  Carrayné,  hijos  de  Yanquetruz. 
También  costó  al  ejército  civilizado  muy  dolorosas 
pérdidas;  pero  su  número  fué  reducido,  aunque  hubo 
muchos  heridos. 

Según  el  parte  de  Ruiz  Huidobro,  fué  tal  la  obstina- 
ción de  los  salvajes  y  su  bravura,  que  se  combatió  durante 
seis  horas,  como  que  allí  estaban  las  primeras  lanzas 
ranquelinas  y  araucanas,  en  la  tremenda  cita  que  se 
daban  los  reyes  del  desierto  con  los  emisarios  armados 
de  la  civilización.  La  persecución  continuó  hasta  las  tol- 
derías de  Carifilun,  que  habían  desaparecido  del  lugar. 

La  caballería  hizo  una  completa  batida  por  los  cam- 
pos de  Leplep  y  Leuvucó,  la  capital  ranquelina,  y  sin 
elementos  para  seguir  adelante,  por  no  haberse  recibido 
los  auxilios  prometidos  de  Córdoba,  se  estacionó  en  las 
cercanías  dfA  Río   Colorado. 

En  San  Luis  se  supo,  el  18  de  marzo,  el  triunfo  de 
«Las  Acollaradas»,  por  un  chasque  que  trajo  para  el 
presidente  de  la  Junta,  este  documento: 

«Cuartel  General  en  marcha. — Marzo  16  de  1833, 
«24  de  la  Libertad  y  18  de  la  Independencia. 

«  En  este  instante,  que  es  la  una  del  día,  acaban  de  ser 
«  batidos  los  indios  de  Yanquetruz  y  sus  aliados,  en  nú- 
«  mero  de  ochocientos.  Hasta  el  presente,  existe  en  nues- 
« tro  poder  mucha  parte  de  la  caballada  enemiga,  y  el 
« Regimiento  Auxiliares  continúa  en  su  persecución, 
« Este  incidente  me  priva  de  pasar  el  parte  detallado; 
« pero  lo  haré  tan  luego  como  reúna  los  pormenores. 
«  Entre  tanto,  tengo  la  honra  de  saludar  a  S.  E.  con  distin- 
«ción  y  aprecio. 

« Dios  guarde   al   Sr.   Presidente   muchos   años. 

José  Ruiz  Huidobro,» 

El  gobierno  local  mandó  publicar  un  bando  con 
tan  fausta  noticia  y  ordenado  una  iluminación  general. 


336  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

Al  poco  tiempo  regresó  la  división  del  centro,  tra- 
yendo muchos  cautivos  rescatados.  Los  «Dragones  de 
la  Unión»  fueron  a  ocupar,  otra  vez,  sus  puestos  en  las 
avanzadas  sobre  el  Río  V  y  el  Morro,  donde  les  esperaban 
nuevos  sacrificios,  la  única  recompensa  que  recibieron 
aquellos  disciplinados  y  abnegados  soldados. 

Al  retirarse  a  Buenos  Aires,  Ruiz  Huidobro  fué  co- 
misionado, por  la  Junta  de  San  Luis,  para  implorar  al 
gobierno  de  aquella  provincia  la  ayuda  que  necesitaba, 
después  de  tantas  desventuras  sufridas,  máxime  cuando 
el  contingente  de  Reynafé  se  había  retirado  a  Córdoba. 
A  la  vez,  recomendaba  y  proclamaba  los  grandes  servi- 
cios prestados  por  el  comisionado  durante  su  reciente 
victoriosa  campaña  sobre  los  indios,  que  permitía  al- 
gún alivio  a  los  arruinados  habitantes  del  sud,  con  la 
esperanza  de  repoblar  los  campos,  confiados  en  que  los 
salvajes  quedaban  escarmentados  para  siempre.  Grave 
error  que  hubo  de  tener,  a  poco,  fatales  consecuen- 
cias, pues  la  expedición  del  año  33,  no  tuvo  otros 
resultados  prácticos  que  probar,  una  vez  más,  el  valor 
y  la  pericia  de  nuestros  soldados. 

La  ocupación  del  desierto  por  las  fuerzas  de  Rosas, 
fué  transitoria,  y  la  paz  con  los  indios,  comprada  vergon- 
zosamente mediante  el  tributo  de  ganado,  bebidas  y 
otros  artículos  que  fomentaban  su  envalentonamiento  y 
sus  infames  vicios. 

No  hubo  un  plan  de  ocupación  militar  permanente. 
Así,  pues,  en  cuanto  regresaron  las  tropas,  volvieron  a 
repetirse  las  invasiones  y  con  ellas  la  desolación  y  la 
ruina  más  que  nunca,  producida  por  la  sed  de  venganza, 
que  despertó  entre  los  salvajes  el  contraste  de  «Las 
Acollaradas». 

Ya  demostraremos,  con  los  hechos,  la  verdad  de  esta 
afirmación. 


3. — El  coronel  D.  José  Gregorio  Calderón  fué  nom- 
brado gobernador  de  la  provincia,  con  fecha  26  de  di- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


337 


ciembre  ele  1833,  y  ele  acuerdo  con  el  reglamento  provi- 
sorio. 

Su  primer  acto  de  gobierno  fué  ocuparse  de  la  de- 
fensa de  frontera,  en  previsión  de  nuevas  invasiones. 
El  comandante  de  la  frontera  de  Kío  IV,  coronel  Fran- 
cisco  Reynafé,    acababa   de   comunicarle   la   llegada   de 


/ 


José  Gregorio  Calderón 


un  indio  amigo  con  la  alarmante  noticia  de  que  Yanque- 
truz  se  hallaba  en  Nahuelmapo,  ocupándose  de  reunir  la 
indiada  dispersa  para  traernos  un  ataque,  en  la  próxima 
luna.  En  consecuencia,  se  dirigió  al  gobernador  de  Cór- 
doba, invitándole  a  firmar  un  pacto  amistoso  y  de  mu- 
tuo interés,  creando  una  liga  ofensi va-defensiva  que  fue- 


22 


338  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

se  capaz  de  enfrenar  la  osadía  del  indomable  habitante 
de  la  llanura.  Su  gobernador,  D.  José  Antonio  Reynafé, 
aceptó  la  invitación,  prometiendo  designar  un  comisio- 
nado para  formular  dicho  convenio  y  ponerle  el  último 
sello.  Intertanto,  dejaba  a  disposición  del  mandatario 
puntano  toda  la  fuerza  de  caballería  que  guarnecía  la 
frontera  sud,  a  cuyo  efecto  había  dado  las  órdenes  corres- 
pondientes al  comandante  general  de  fronteras.  En  el 
caso  probable  de  que  la  invasión  se  dirigiese  a  Córdoba, 
sería  ésta  auxiliada  por  las  fuerzas  que  guarnecían  el 
Morro,  compuesta  de  100  hombres,  a  las  órdenes  del 
comandante  D.  Pablo  Lucero.  Las  fuerzas  puntanas 
serían  sostenidas  por  el  gobierno  de  Córdoba,  cuando 
ocurriesen  en  su  auxilio,  y  las  cordobesas,  pagadas  por 
San  Luis  cuando  operaran  en  su  territorio.  Para  el 
caso  en  que  ambas  provincias  fueran  invadidas  a  la  vez, 
se  buscaría  el  medio  de  que  los  jefes  de  fronteras  adop- 
tasen algún  plan,   tendiente  a  protegerse  mutuamente. 

Después  de  estas  medidas,  el  gobernador  Calderón 
se  dirigió  al  de  Buenos  Aires,  comunicándole  haber  auto- 
rizado al  general  Rosas  para  que  se  entendiese  con  los 
indios  enemigos  de  nuestras  fronteras  y  tomase  cuan- 
tas disposiciones  creyese  pertinentes  a  la  quietud  y  se- 
guridad de  la  vida  e  intereses  de  los  púntanos. 

La  Honorable  Junta  Legislativa  dictó  una  ley,  rati- 
ficando estos  poderes,  con  la  expresa  condición  de  que 
el  gobierno  loca]  negara  audiencia  a  todo  parlamento 
solicitado  por  los  caciques,  a  fin  de  que  pudieran  en 
tenderse  exclusivamente  con  el  general  Rosas.  En  una 
de  sus  cláusulas  autorizaba,  también,  al  P.  E.  para  ce- 
lebrar un  tratado  ofensivo-defensivo  con  el  gobernador 
de  Córdoba,  tendiente  a  desarrollar  una  acción  combina- 
da en  la  frontera  sud  contra  los  salvajes. 

No  tardaron,  pues,  los  indios,  en  volver  a  sus  corre- 
rías. En  la  noche  del  7  de  marzo,  sorprendieron  Achiras 
y  al  día  siguiente  cayeron  sobre  el  Morro,  aunque  no  ata- 
caron el  fuerte,  retirándose  hacia  los  campos  del  Río  V. 
Pocos  días  después   volvieron,    pasando   entre   las  La- 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  339 

jas  y  Barranquitas  y  llegaron,  entonces,  hasta  la  falda 
de  la  sierra  de  Intiguasi.  Toda  la  vasta  campaña  fué  arra- 
sada, muertos  muchos  vecinos,  cautivando  varias  fa- 
milias y  llevándose,  también,  el  ganado  que  encontraron. 

El  comandante  D.  Pablo  Lucero  salió  en  su  perse- 
cución; pero,  los  indios  se  retiraron  precipitadamente; 
pasaron  por  Sampacho  y  ganaron  los  desiertos  del  sud, 
con  todo  su  botín  de  conquista.  Como  sucedía  casi  siem- 
pre, Lucero  se  puso  en  comunicación  con  el  comandante 
Reynafé;  pero  éste  no  pudo  auxiliarlo,  desde  que  no  po- 
día ni  defenderse  contra  los  inopinados  ataques,  no  obs- 
tante estar  prevenido.  La  inutilidad  de  nuestros  jefes 
de  fronteras,  fué  una  de  las  causas  principales  de  los  fre- 
cuentes malones  y  de  la  audacia  del  indio,  pocas  veces 
escarmentado  como  pudo  hacerse. 

Lucero  llamó  la  atención  al  gobierno,  sobre  lo  suce- 
dido con  el  comandante  de  la  frontera  cordobesa  y  a  la 
vez,  le  hacía  presente  la  urgencia  de  elevar  a  200  el  nú- 
mero de  soldados,  pues  de  un  momento  a  otro  podían 
venir  los  indios  y  sorprenderlos,  teniendo  tan  escasas 
fuerzas  para  rechazarlos  y  perseguirlos. 

Poco  después,  otro  grupo  de  indios  invadió  por  Chis- 
chaca  y  llegaron  a  Lince,  a  tres  leguas  de  la  ciudad,  re- 
tirándose con  una  tropa  de  hacienda,  sin  ser  molestados. 
El  gobernador  Calderón  se  limitaba  a  mendigar  socorros 
a  todas  las  provincias,  en  lugar  de  ponerse,  resueltamente, 
al  frente  de  una  fuerza  eficiente,  o  de  facilitarla  a  otro 
jefe,  para  escarmentar  al  salvaje. 

El  único  recurso  que  tocó,  fué  valerse  de  Quiroga  a 
fin  de  que  éste  influyera  en  el  ánimo  del  gobierno  porteño 
para  que  lo  auxiliara  con  200  hombres  bien  armados. 
El  famoso  caudillo  se  interesó  en  el  asunto,  porque,  con  fe- 
cha 22  de  marzo,  Calderón  le  escribe  llamándole  «genero- 
so y  constante  protector»  y  dándole  las  gracias,  pues  me- 
diante su  influencia,  el  gobierno  de  Buenos  Aires,  se  ha- 
bía decidido  a  auxiliarle  con  la  fuerza  veterana.  ínter 
llegaba  este  valioso  refuerzo,  Calderón  salió  a  campaña, 
distribuyendo  mensajes  en  todas  direcciones  para  adver- 


340  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 

tir  al  vecindario  se  pusieran  a  salvo  con  sus  familias  y 
haciendas,  porque  tenían  la  amenaza  de  una  formida- 
ble invasión.  Poco  después,  invita  a  Córdoba  a  situar 
sus  fuerzas  en  el  Fuerte  San  Lorenzo,  por  ser  la  ruta 
que  seguían  los  indios  para  invadir  ambas  provincias, 
y  acuerdan,  con  el  comandante  D.  Pablo  Lucero,  que  de- 
jara una  guarnición  en  el  Morro  y  se  trasladara  a  los 
campos  del  Río  V,  donde  estaría  en  mejores  condiciones 
para  acudir  donde  fuera  necesario.  Se  fijó  un  destaca- 
mento en  los  Puquios,  que  debía  recorrer  los  campos  en- 
tre Lince  y  Pío  V,  poniéndose  continuamente  en  comu- 
nicación con  Lucero. 

Finalmente,  se  nombró  a  varios  respetables  vecinos 
para  constituir  la  comisión  de  repartos,  encargada  del 
censo  de  propietarios  a  fin  de  imponerles  la  equitativa 
contribución  que  exigía  la  defensa  de  la  provincia. 
Y,  finalmente,  volvió  a  dirigirse  al  gobierno  de  Buenos 
Aires  para  activar  el  envío  de  elementos  de  guerra, 
haciendo  la  pintura  del  difícil  momento  en  que  se  encon- 
traban, en  los  términos  siguientes: 

«San  Luis,  junio  1.°  de  1834. — 25  de  la  Libertad  y 
«19  de  la  Independencia. 

«  Al  Exmo.  S.01'  Gob.or  y  Capitán  General  de  la  Prov.a 
«  de  Buenos  Ayres. 

«  La  Prov.a  de  San  Luis,  ha  tocado  ya  el  último  es- 
« tremo  de  sus  conflictos,  y  se  vé  en  el  caso  de  implorar 
«  el  socorro  de  sus  herma.3  (quienes  si  lo  nieg.11)  desapa- 
«  recerá  para  siempre.  Ella  ha  estado  en  todos  tiempos 
«  a  la  par  de  las  que  más  pueden  en  los  sacrificios  que  ha 
« demandado  el  honor  de  la  Patria,  porq.e  aquellos  se 
«  han  hecho  en  proporción  a  su  patriotismo  y  no  en  el 
«  de  sus  recursos;  su  localidad  es  el  punto  donde  preci- 
«  sámente  respiran  los  que  transitan  de  los  Pueblos  de 
«  Cuyo  y  República  de  Chile,  al  gran  mercado  de  la  Re- 
«  pública  Argentina,  y  es  también  la  que  hallándose  más 
«  al  sud  y  más  débil  que  otras,  sufre  con  mayor  frecuen- 
«  cia  las  invasiones  de  los  bárbaros  y  la  última  que  ha 
«  padecido  el  tres  del  presente,  ha  sido  mucho  más  cruel, 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS  341 


«  que  las  anteriores,  p.r  que  ni  las  mujeres,  ni  los  niños 
« han  salvado  del  cuchillo  de  los  salvajes.  El  espacioso 
«  campo  que  ha  abrazado  la  horda  invasora,  ha  quedado 
«  desierta  y  sembrada  de  cadáveres  de  toda  edad  y  sexo. 
«  A  la  vista  de  estos  desastres,  el  Gob.no  que  firma  los 
« pone  en  el  conocimiento  a  S.  E.  el  Gob.dor  de  Buenos 
«Aires  y  trasmitiéndole  el  amor  doloroso  de  sus  conciu- 
« dadanos  desolados,  e  invocando  su  auxilio  en  favor 
« de  una  Provincia  colmada  de  méritos  en  la  gloriosa 
«lucha  de  la  Indep.a  y  desnuda  al  presente  de  todo, 
«para  salvar  los  tristes  restos  de  su  existencia  agoni- 
«  zante. 

« El  infrascripto  ofendería  gravem.te  ]a  ilustración 
«  del  Sor.  Gob.or  a  quien  se  dirige,  si  para  mover  su  pa- 
« triotismo,  llamase  la  atención  a  los  preceptos  de  la  jus- 
«  ticia  y  a  los  compromisos  que  tienen  entre  si,  las  Prov.s 
« Argentinas  para  ayudarse  mutuam.te  en  la  conserva- 
«  ción  de  su  dios  y  de  su  fortuna  o  si,  para  excitar  su  co- 
«  razón  compasivo,  lo  aflijiese  con  la  triste  enumeración 
« de  las  desgracias  que  hoy  oprimen  a  la  infortunada 
«  Prov.a  de  San  Luis;  para  ello  basta  solo  a  S.  E.  saber 
«  que  la  venganza  de  los  bárbaros  es  insaciable  y  que  su 
« crueldad  no  conoce  límites. 

«  La  Prov.a  de  San  Luis  carece  de  todos  los  recursos 
«  necesarios  para  su  defensa,  y  muy  particularmente  de 
«  armas  y  artículos  de  guerra,  porqué  todos  se  han  ago- 
« tado  en  la  penosa  y  larga  contienda  que  ha  tenido  que 
«  sostener  con  los  salvajes,  cuando  las  más  de  sus  herma.3 
«  descansan  a  la  sombra  de  los  laureles  que  ha  obtenido 
« la  Kepública  en  la  defensa  de  las  Leyes.  Quiera,  pues,  el 
«  Exmo.  S.or  Gob.or  de  Buenos  Ay.s  dirijir  su  mano  pro- 
« tectora  en  favor  de  sus  compatriotas  de  San  Luis,  co- 
« rrespondiendo  a  la  esperanza  que  tiene  en  su  patrio- 
« tismo  y  admitir  el  afecto  que  le  tributan  por  el  órgano 
«  del  q.e  tiene  la  honra  de  saludarlo. 

« Dios  gu.e  a  S.  E.  muchos  años. 

«  José  Greg.0  Calderón. 

«  Romualdo  Ares  y  Moldes.» 


312 


HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


Después  de  esta  comunicación,  en  extremo  supli- 
cante, el  gobierno  de  Buenos  Aires,  fué  autorizado  por  su 
Legislatura  para  enviar  un  contingente  de  200  hombres 
bien  armados  y  remitir  otros  pertrechos  de  guerra.  Así, 
siempre,  la  primera  provincia  argentina,  venía  a  salvar 
a  la  infortunada  hermana,  en  momentos  tan  críticos, 
cuando  sus  habitantes  estaban  casi  resueltos    a  emigrar 


Soldado  del  Regimiento  Auxiliares  de  los  Andes 


en  masa,  abandonando  el  triste  terruño.  De  esa 
época  funesta  data  la  salida  de  las  familias  de  Bustos, 
Ortiz,  Varas,  De  la  Presilla,  Gatica,  Lucero  y  otras,  que 
fueron  a  radicarse  a  Mendoza,  San  Juan  y  Córdoba. 
A  mediados  de  septiembre,  llegó  el  contingente  por- 
teño, que  fué  denominado  «Auxiliares  de  los  Andes», 
y  por  decreto  2  de  octubre,  se  dio  a  conocer  como  jefe 


HISTORIA    DE    SAN    LUIS  343 


de  las  tropas  puritanas,  al  coronel  D.  Pantaleón  Argaña- 
rás, las  cuales  con  el  nombre  de  «División  Expedicionaria 
contra  los  salvajes>\  iniciaron  inmediatamente  la  campaña, 
alentados  por  tan  poderoso  refuerzo  como  el  aportado 
por  los  veteranos  porteños.  El  coronel  Argañarás  había 
hecho  la  expedición  al  desierto  con  Ruiz  Huidobro  e 
independientemente  de  ser  un  conocedor  del  terreno 
y  de  la  táctica  del  indio,  era  un  bravo  y  sagaz  soldado. 
Fundadas  esperanzas  se  abrigaban  en  su  acción.  No 
tardó,  pues,  en  corresponder  a  la  general  espectativa, 
dando  cuenta  de  su  primero  y  decisivo  triunfo  sobre  los 
salvajes,  que  merece  recordarse  en  los  anales  de  aquella 
lucha  a  muerte  con  el  indomable  habitante  del  desierto. 


4. — El  día  4  de  octubre  se  puso  en  marcha  el 
regimiento  auxiliares,  seguido  de  las  milicias  provincia- 
les; al  día  siguiente  pasaron  el  Río  V,  situándose  en  la 
Cañada  del  Sauce.  Allí  se  les  incorporó  el  coronel  Lucero 
al  frente  de  90  lanceros,  y  poco  después,  el  coronel  Bru- 
no Ponce,  con  50  soldados  de  caballería,  reclutados  y 
disciplinados  en  la  costa  de  la  sierra.  En  ese  lugar  supo, 
el  coronel  Argañarás,  que  los  indios  se  hallaban  en  los 
Cerros  Largos,  ya  de  regreso  con  el  valioso  botín  que  ha- 
bían hecho   en  la   Carolina  y  sus  alrededores. 

En  la  tarde  del  día  6,  se  divisó  la  indiada;  pero,  envista 
de  lo  avanzado  de  la  hora,  se  dispuso  que  recién  al  día  si- 
guiente, por  la  mañana,  se  les  llevaría  el  ataque.  Durante 
esa  noche  se  mandaron  partidas  de  baqueanos  en  direc- 
ción a  los  cerros  del  Rosario,  para  tirotear  a  los  indios, 
a  fin  de  que  éstos  pudieran  dirigirse  hacia  la  Pampa  del 
Morro,  lugar  donde  el  jefe  expedicionario  esperaba  sa- 
lirles  al  encuentro.  Allí  dispuso  las  fuerzas  y  las  distri- 
buyó de  acuerdo  con  su  plan,  entre  el  teniente  coronel 
Luis  Argañarás,  el  comandante  José  León  Romero, 
mayor  José  Mendiolaza  y  el  coronel  Patricio  Chaves 
que  mandaba  la  infantería.  Los  indios,  en  número  de  300 


344  HISTORIA    DE    SAN    LUIS 

lanzas,  no  se  atrevían  a  cargar;  entonces,  mandó  atacarlos 
con  el  teniente  coronel  Argañarás  y  tras  él  lanzó,  esca- 
lonadamente, las  otras  tropas.  El  choque  fué  terrible, 
empeñándose  un  duelo  a  lanza  y  sable,  Ínter  los  certeros 
tiros  de  la  infantería  iban  abriendo  claros  en  la  masa 
bárbara.  Argañarás  fué  cortado,  mientras  Romero  se  batía, 
desesperadamente,  con  el  grueso  de  la  indiada  y  no  podía 
acudir  en  su  auxilio.  En  ese  difícil  momento  se  lanzó 
Ponce  con  sus  50  valientes,  para  abrirse  paso  hasta 
reunirse  con  Argañarás,  a  la  vez  que  el  mayor  Mendio- 
laza  corría  en  apoyo  de  ambos.  Los  indios  consiguie- 
ron desorganizar  la  bisoña  milicia;  pero,  entonces, 
acudió  la  reserva,  y,  rehechos,  volvieron  caras  con 
nuevos  bríos,  en  circunstancia  que  la  indiada  se  re- 
fugiaba entre  los  millares  de  ganado  que  arreaban. 
Un  esfuerzo,  bien  combinado,  dio  la  victoria.  Muchos 
indios  huyeron,  siendo  tenazmente  perseguidos,  mientras 
en  el  campo,  quedaban  muertos  los  caciques,  Colipay. 
Pulcay,  Pichul,  hijo  de  Yanquetruz,  Carrané,  Pallan  y 
Cuitiño,  con  sesenta  y  tantos  indios  de  pelea.  Allí  se  res- 
cataron 23  familias,  que  habían  cautivado  en  la  Carolina 
y  otros  puntos;  se  les  tomó  16.000  cabezas  de  ganado 
de  toda  especie,  y  en  la  persecución  de  diez  leguas,  se  les 
quitó  la  caballada,  escapándose  pocos  indios  en  lo  mon- 
tado. 

El  jefe  hace  una  honrosa  mención  de  los  50  milicia- 
nos del  coronel  Ponce,  que  se  distinguiron  en  la  brillan- 
te carga  con  que  protegieron  al  comandante  Luis  Arga- 
ñarás y  en  la  persecución  de  los  indios. 

Tal  fué  la  victoriosa  jornada  del  Arroyo  y  Pampa  del 
Rosario,  que  también  se  llama  de  Ja  Pampa  del  Molle, 
la  cual  tuvo  lugar  el  8  de  octubre  de  1834.  Y  ella  se  con- 
seguía a  costa  de  los  valientes  que  allí  quedaron,  mar- 
cando con  su  sangre  y  con  su  vida  esa  etapa  dolorosa  de 
los  grandes  sacrificios  por  la  civilización  y  la  humanidad. 

Este  triunfo  fué  comunicado  por  el  gobernador  Cal- 
derón al  de  Buenos  Aires,  reconociendo  que  el  éxito  se 
debía  a  la  eficaz  cooperación  del  regimiento  «Auxiliares 


HISTORIA    DE    SAN   LUIS  345 

de  los  Andes»,  cuyos  soldados  supieron  batirse  con  he- 
roísmo a  la  par  de  los  «Dragones»  y  demás  milicias  pun- 
tanas,  con  larga  experiencia  en  estas  luchas  contra  el  sal- 
vaje. Proclamaba  la  gratitud  del  pueblo  puntano  y  creía 
que,  a  partir  de  este  memorable  suceso,  se  abría  a  la  pro- 
vincia una  era  de  paz  y  de  tranquilidad,  tan  necesaria 
para    reponerse    de    sus    grandes    quebrantos. 

Después,  mandó  celebrar  la  victoria,  ordenando  se 
oficiara  una  misa  de  gracias,  a  la  cual  debían  concurrir 
las  autoridades  y  corporaciones;  ordenó  se  iluminaran 
los  frentes  de  las  casas  y  acordó  un  voto  de  gratitud  al 
jefe,  oficiales  y  tropa  de  aquella  memorable  jornada. 
No  tenía  más  con  que  demostrar  su  reconocimiento  a 
aquellos  valientes  y  meritorios  soldados.  El  gobierno 
de  Córdoba  se  apresuró  a  mandar  sus  felicitaciones;  pero 
no  los  auxilios,  a  que  se  había  comprometido,  como  ha- 
bía sucedido  siempre,  no  obstante  los  sacrificios  de  las 
milicias  puntanas  para  detener  y  castigar  los  avances 
del  indio,  que  tantos  perjuicios  ocasionaba  a  San  Luis 
como  a  Córdoba. 

Después  de  estas  campañas,  las  tropas  se  distribuyeron, 
convenientemente,  sobre  la  frontera,  desde  la  cual  debían 
hacer  frecuentes  excursiones  por  los  campos  del  sud; 
a  su  amparo  volvió  a  renacer  la  confianza,  se  repoblaron 
las  estancias  abandonadas  y,  por  mucho  tiempo,  quedaron 
escarmentados  los   salvajes. 

En  el  Regimiento  de  Auxiliares  se  sintieron  síntomas 
de  marcado  descontento  contra  el  gobernador  Calderón, 
llegándose  a  constatar  que  el  capitán  José  Mendiolaza 
tramaba  una  revolución  para  derrocarlo.  Parece  que  el 
mismo  jefe,  coronel  Argañarás,  no  era  del  todo  ajeno  a 
este  movimiento  subversivo.  El  plan  tendía  a  apoderarse 
de  la  persona  del  gobernador  nombrado  y  levantar  una 
fuerza  para  dirigirse  sobre  Córdoba,  antes  que  el  general 
Ruiz  Huidobro  se  hiciera  cargo  del  comando  de  las  tro- 
pas allí  destacadas.  El  gobernador  Calderón,  que  esperaba 
la  revolución,  se  limitó  a  ocultarse  en  el  lugar  del  Duraz- 
no y,  desde  allí,  abrió  comunicaciones  con  el  jefe  del  Re- 


346  HISTORIA   DE    SAN   LUIS 


gimiento,  coronel  Argañarás,  ante  el  cual  denunció  al 
mayor  Mendiolaza  y  le  exigió  su  entrega  para  ser  juzgado 
como    correspondía. 

El  conspirador  encontró  facilidades  para  huir  a 
San  Juan  y  de  aquí  pasó  a  Tucumán,  donde  se  puso  a 
cubierto    de    toda    persecución. 

Aparte  de  este  detalle,  el  Regimiento  de  Auxiliares 
de  los  Andes  y  el  de  Dragones  de  la  Unión,  fueron  el  más 
sólido  sostén  del  gobernador  Calderón,  y  prescindiendo 
de  esta  circunstancia,  bien  explicable  en  esa  época,  pres- 
taron inmensos  servicios  a  la  conquista  del  desierto, 
como  que  formaron  su  vanguardia  y  estuvieron  en  to- 
dos los  sangrientos  lances  contra  el  salvaje.  A  ellos  debió 
la  provincia  de  San  Luis  el  haber  podido  rehacerse  de 
sus  frecuentes  quebrantos  para  continuar  su  difícil 
marcha    hacia    mejores    destinos. 

La  gratitud  postuma  debe  conmemorar  la  victoria 
del  Arroyo  Rosario  o  Pampa  del  Molle.  Allí  salvó 
,San  Luis  de  ser  definitivamente  aniquilada  por  la  bar- 
barie ranquelina,  pues  vencidas  sus  tropas,  no  hubiera 
quedado  otro  recurso  a  sus  escasos  y  arruinados  pobla- 
dores, que  abandonar  el  territorio,  como,  justificadamen- 
te, se  había  pensado. 

Eterno  reconocimiento,  también,  a  la  generosa  pro- 
vincia de  Buenos  Aires,  que,  con  sus  oportunos  auxilios, 
aseguró  el  triunfo  sobre  el  indio  envalentonado  y  nos 
permitió  seguir  viviendo  con  la  esperanza  de  días  mejo- 
res 


FIN    DEL    TOMO    I 


ÍNDICE  DEL  PRIMER  TOMO 


Antecedentes  oficiales  de  esta  publicación 7 

Prólogo 11 


CAPITULO  PRIMERO 

sumario. — 1.  La  conquista  española  en  la  región  de  Cuyo. — 
Viaje  de  Villagrán. — Recorre  el  valle  de  Concarán. 
— Combate  en  La  Sepultura. — Su  regreso. — 2.  Los 
primitivos  habitantes  de  la  región  Puntana. — 3 
Huellas  de  la  conquista  incásica  en  el  territorio 
puntano. — 4.  Primeras  fundaciones  de  Cuyo. — 
Fundación  de  la  ciudad  de  San  Luis. — Alianza 
con  los  michilingues. — Jurisdicción  de  San  Luis. — 
5.  Don  Martín  García  Oñez  de  Loyola 17 

CAPITULO  II 

sumario. — 1.  La  colonia. — Iniciación  de  su  vida  administra- 
tiva.— San  Luis  solicita  se  le  señale  jurisdicción 
propia  y  la  facultad  de  nombrar  gobernador. — El 
Cabildo  desconoce  al  gobernador  español  y  con- 
firma a  Pérez  Moreno. — 2.  Misión  de  Rodríguez 
de  Gamboa. — Levantamiento  general  de  indios. 
— El  capitán  Pérez  Moreno  expediciona  contra  los 
indios  y  salva  la  ciudad. — Tributo  que  debían  pa- 
gar los  indígenas. — Protección  a  los  mismos  a  cau- 
sa de  los  malos  tratamientos. — 3.  Visita  de  los  go- 
bernadores Garro  y  Poveda  — 4.  Distribución  de  la 
tierra  en  la  forma  de  mercedes  reales. — 5.  Nuevas 
invasiones  de  indios. — Misión  del  oidor  Dr.  Blanco 
de  Laycequilla 47 


CAPITULO  III 

sumario. — 1.  Establecimiento  y  expulsión  de  los  jesuítas. — 
Creación  del  virreynato. — 2.  Instrucciones  sobre  la 
frontera. — Misión  del  diputado  Vilches. — Otros  ac- 
tos administrativos  de  alguna  importancia. — - 
3.  Creación  de  las  Intendencias. — Descubrimiento 
de  las  minas  de  la  Carolina. — Visita  del  Marqués  de 
Sobremonte. — Ensanche  de  la  frontera  sud. — i.  Las 
invasiones  inglesas. — Cooperación  de  San  Luis  en 
la  defensa  y  reconquista  de  Buenos  Aires. — Hon- 
rosa nota  del  comandante  de  patricios,  don  Cor- 
nelio  Saavedra 69 

CAPITULO  IV 

sumario. — 1.  Kesumen  de  la  vida  colonial. — El  Cabildo. — 
La  justicia. — 2.  Sociabilidad. — 3.  La  religión. — El 
señor  de  Renca. — La  cofradía  del  Rosario. — 4.  Ren- 
ta, industria  y  comercio. — 5.  La  escuela  de  primeras 
letras:  interesante  conflicto  entre  la  autoridad  ci- 
vil y  el  clero 93 

CAPITULO  V 

sumario. — 1.  Precursores  de  la  independencia  nacional. — Jura 
de  Fernando  VIL — La  revolución  de  Mayo. — 2.  Pa- 
triótica actitud  del  Cabildo  puntano. — Nombra- 
miento de  su  primer  diputado. — Destitución  del 
comandante  español  Ximénez  Inguanzo. — 3.  Pri- 
mer contingente. — Contribución  patriótica. — Ri- 
validades locales. — 4.  El  triunvirato. — Jura  del 
Estatuto  Provisional. — Creación  del  cargo  de  Te- 
niente Gobernador. — Destierro  de  Poblet. — La  vic- 
toria  de   Tucumán 119 

CAPITULO  VI 

sumario. — 1.  Tendencias  liberales  de  la  revolución.— Ostracis- 
mo de  Pueyrredón  en  San  Luis. — Don  Nicolás  Ro- 
dríguez Peña,  diputado  por  San  Luis  en  la  Asam- 
blea General  Constituyente. — Combate  de  San 
Lorenzo. — Los  primeros  mártires  púntanos. — El 
heroico  sargento  Baigorría. — 2.  Visita  del  Gober- 
nador D.  Santiago  Carreras. — Creación    de    la  In- 


143 


ni 


tendencia  de  Cuyo. — El  capitán  Vicente  Dupuy, 
es  nombrado  Teniente  Gobernador  de  San  Luis. — 
3.  San  Martín,  gobernador  intendente  de  Cuyo. — 
Renuncia  de  Posadas. — Directorio  de  Alvear:  su 
caída. — Cuyo  ratifica  el  nombramiento  de  San  Mar- 
tín.— 4.  Jura  del  Estatuto  Provisional — Pueyrre- 
dón,  diputado  por  San  Luis  — 5.  Cooperación  de 
San  Luis  en  la  formación  de  los  ejércitos  de  la  pa- 
tria.— La  obra  del  teniente  gobernador  Dupuy. — 
Organización    del    Regimiento  Caballería    de    Mi- 


CAPITULO  VII 


sumario. — 1.  Misión  del  licenciado  Molina. — Donativos  del 
pueblo  de  San  Luis. — Honrosa  nota  del  general 
San  Martín. — Plan  de  nuevos  impuestos  ideado 
por  el  Cabildo:  su  desaprobación. — El  Superior  Go- 
bierno honra  a  San  Luis,  enviándole  la  bandera  de 
la  escuadra  española,  rendida  en  el  Río  de  la  Pla- 
ta.— 2.  El  Congreso  de  Tucumán. — Carta  de  Puey- 
rredón  a  Dupuy. — El  diputado  por  San  Luis,  es 
electo  Director  Supremo  del  Estado. — 3.  Declara- 
ción y  Jura  de  la  Independencia. — Discordia  casera. 
— 4.  El  ejército  de  los  Andes. — Vigilancia  y  castigo 
de  traidores.— 5.  San  Luis  compromete  la  gratitud 
nacional. — Honrosos  documentos. — Nuevas  tareas 
de  Dupuy. — El  Cabildo  agradece  a  Dupuy  sus 
servicios  a  la  patria  y  a  la  localidad 173 


CAPITULO  VIII 

sumario. — 1.  Despedida  del  general  San  Martín — Paso  de  los 
Andes. — Victoria  de  Chacabuco. — 2.  Dupuy  anun- 
cia su  renuncia  para  ir  a  incorporarse  al  ejército. — 
La  Dupuy  ana. — El  estandarte  de  Dragones  de  Chi- 
le, se  envía  como  trofeo  a  San  Luis. — Regreso  de 
San  Martín  —3.  Los  prisioneros  españoles  confina- 
dos en  San  Luis. — Llegada  del  Dr.  Monteagudo. — 
La  conspiración  realista:  sus  verdaderas  cau- 
sas — Represión  enérgica  del  movimiento  subver- 
sivo.— 4,  Premio  a  los  defensores  del  orden. — Con 
sideraciones  finales , 201 


IV 


CAPITULO  IX 


sumario. — 1.  La  constitución  de  1819. — Negociaciones  de  paz 
con  los  caudillos  del  litoral. — Enfermedad  de  San 
Martín. — Noble  actitud  del  Cabildo  puntano. — 2. 
Alistamiento  general  en  San  Luis. — Honrosos  docu- 
mentos del  general  San  Martín  y  del  Supremo  Go- 
bierno del  Estado. — Otros  honrosos  testimonios  del 
patriotismo  puntano. — El  ilustre  Cabildo  de  1819. 
— 3.  El  año  XX. — San  Luis  declara  su  autonomía 
y  organiza  su  gobierno. — Renuncia  de  Dupuy. — 
Elección  del  alcalde  D.  Tomás  Varas. — El  Cabildo 
gobernador. — Actitud  de  la  campaña,  encabezada 
por  el  licenciado  D.  Santiago  Funes 229 

CAPITULO  X 

sumario. — 1.  Gobierno  de  D.  José  Santos  Ortiz. — Invasión  del 
caudillo  chileno  José  Miguel  Carrera. — El  combate 
de  las  Pulgas. — Carrera  se  apodera  de  San  Luis  y 
hace  elegir  gobernador  interino  a  D.  José  Gregorio 
Giménez. — Derrota  y  muerte  de  Carrera. — 2  Pre- 
parativos para  reunir  un  congreso  en  Córdoba. — 
Conspiración  de  Giménez  y  otros  púntanos  expa- 
triados, en  Mendoza. — 3  Ortiz  nombra  una  Junta 
para  arbitrar  recursos  tendientes  a  salvar  la  situa- 
ción precaria  en  que  se  encontraba  la  Provincia. — 
Pacto  de  Unión. — Nuevos  pedidos  de  contingentes 
del  general  San  Martín. — Amenaza  de  los  indios. — 
Convención  preliminar  de  la  paz  con  España. — 
Fracaso  de  las  gestiones 251 

CAPITULO  XI 

sumario. — 1.  Reunión  de  un  Congreso  Nacional. — Misión  a  Cu- 
yo del  Dr.  Zavaleta. — La  reconstrucción  de  la  an- 
tigua provincia  de  Cuyo  e  instalación  de  la  Junta 
de  Representantes. — Contestación  a  la  circular  del 
Congreso  sobre  la  forma  de  gobierno. — 2.  Guerra 
con  el  Brasil. — Presidencia  de  Rivadavia. — Recha- 
zo de  la  Constitución. — Tratado  de  Huanacache. — 
3.  Gobierno  de  Dorrego. — Se  le  inviste  con  el  cargo 
de  Supremo  Poder  Ejecutivo  Nacional. — La  con- 
vención de  Santa  Fe. — Orden  interno. — I.  Recursos 
para  la  guerra  con  el  Brasil. — Digna  actitud  de  la 


Sala  de  Representantes  puntana. — Instrucciones 
al  diputado  por  San  Luis. — Simplificación  de  la 
Sala  de  Representantes. — Revolución  unitaria. — 
Caída  de  Dorrego  y  terminación  del  gobierno  de 
Ortiz 273 

CAPITULO  XII 

sumario.— 1.  Gobierno  de  D.  Prudencio  Vidal  Guiñazú. — Tra- 
tado con  Córdoba. — Campaña  del  general  Paz. — 
Pringles  y  Pedernera  en  La  Tablada  y  Oncativo. — 
Gobierno  de  D.  Luis  Videla. —  Campaña  contra 
los  montoneros. — 2.  Defensa  del  Río  IV  por  los 
coroneles  Pringles  y  Echeverría. —  Combate  del 
Río  V. — Muerte  de  Pringles. — Facundo  en  San  Luis 
— Sus  persecuciones  y  atropellos. — Combate  del 
Rodeo  de  Chacón. — Asesinato  de  prisioneros. — 3. 
Gobierno  del  licenciado  Santiago  Funes. — Regla- 
mento Provisorio  para  el  régimen  de  la  Provincia. 
— 4.  Elección  de  D.  Mateo  Gómez. — Tentativa  para 
reunir  en  Santa  Fe,  una  convención  constituyente. 
— La  actitud  de  Quiroga  hace  fracasar  el  propó- 
sito de  dictar  la  constitución 299 

CAPITULO  XIII 

sumario. — 1.  Guerra  con  los  indios. — Grandes  invasiones  a  la 
provincia. — Se  piden  auxilios  a  Buenos  Aires. — 
Renuncia  del  gobernador  D.  Mateo  Gómez. — La 
Junta  Gubernativa. — El  comandante  José  Gregorio 
Calderón. — Los  indios  derrotan  las  tropas  regulares 
y  sacrifican  la  infantería. — 2.  D.  José  Santos  Ortiz 
consigue  un  tratado  con  San  Juan  para  expedicio- 
nar  al  desierto. — Se  conviene  en  nombrar  jefe 
de  la  expedición  al  general  Quiroga. — Expedición 
de  1833  al  mando  del  general  Ruiz  Huidobro. — 
Combate  del  Lechuzo  y  de  las  Acollaradas. — 3.  Don 
José  Gregorio  Calderón  es  electo  gobernador. — 
Nuevas  invasiones  de  indios. — Pedido  de  auxi- 
lios para  rechazarlos. — La  Legislatura  de  Buenos 
Aires  autoriza  el  envío  de  200  hombres. — Los  au- 
xiliares de  los  Andes. — 4.  Gran  triunfo  sobre  los 
indios  en  la  Cañada  de  Los  Molles,  obtenido  por 
el  comandante  Argañarás. — Las  consecuencias  fa- 
vorables      ...       325 


Índice  de  las  ilustraciones 


El  fundador  de  San  Luis  (tricornia) 5 

Campo  de  la  sepultura 18 

Hacha  de  piedra 20 

Casa  de  comechingones 21 

Vaso  de  piedra. — Vaso  de  barro  cocido 23 

Cráneo  del  nogolisense 24 

Los  morteritos 26 

Conanas  y  vasijas  de  barro  cocido 27 

El   Tomolasta 29 

Anillos  de  piedra  formados  por  conanas  defondadas 30 

El    maray 32 

Cuchara  de  piedra 33 

Figuras  de  Intihuasi 33 

Gruta  de  Intihuasi 34 

Espadas  de  la  época  colonial 40 

Casamiento  de   Oñez  de  Loyola 42 

Firma  autógrafa  de  Oñez  de  Loyola 45 

Pérez  Moreno  salva  la  ciudad 52 

Casa  y  capilla  de  los  jesuítas  expulsados 70 

Curioso  plano  existente  en  el  archivo  de    Indias 77 

Vista  general  de  la  Carolina 81 

Plano  de  las  minas 83 

El    primer    Trapiche 84 

La  Villa  de  Merlo 86 

Soldado  del  Regimiento  de  Patricios 89 

Nota   autógrafa   del   coronel   Saavedra 91 

El  señor  de  Renca 106 

La     diligencia 109 

Tropa  de  carretas 111 

Una  parada  en  San  Luis 113 

Proclamación  de  Fernando  VIL  Bando  autógrafo  del  Cabildo 

Puntano 121 


VIII 


Nota  autógrafa  de  la  Junta  de  las  Provincias    Unidas..   125  y  126 
Estancia  «El  Tala».  Donde  estuvo  confinado  el  diputado  Po- 

blet HO 

La  lanza  de  Baigorria 1 47 

Corona  de  bronce  a  los  heroicos  púntanos  en  San  Lorenzo ....  1 49 

Retrato  del  coronel  Dupuy 152 

Autógrafo  del  general  San  Martín   175 

Nota  autógrafa  comunicando  la  declaración  de  la  Independen- 
cia  Argentina 182 

Autógrafo  de  Vicente   López 196  y  197 

Plano  de  la  Dupuyana 207 

Estandarte  de  Dragones  de  Chile 210 

Retrato  del  Dr.  Bernardo  Monteagudo 213 

La  conspiración  realista 218 

Reloj   de  Dupuy 219 

Pistola  que  regaló  el  coronel  Dupuy  a  Pringles 221 

Medalla  a  los  defensores  del  orden 225 

El  campamento  de  las  Chacras .  . 234 

Estado  autógrafo  del  alistamiento  general 237 

Honrosa  nota  autógrafa  del  general  San  Martín 239 

Retrato  de  José  Santos  Ortiz 252 

Retrato  del  Deán  Zavaleta 275 

La  Escuela  de  San  Francisco  del  Monte  de  Oro 282 

La  lanza  de  Pringles 300 

Retrato  del  coronel  Pringles 302 

Tumba  de  Pringles 309 

Soldado  del  escuadrón  de  Dragones  de  la  Frontera 331 

Retrato  de  José  Gregorio  Calderón 337 

Soldado  del  Regimiento  Auxiliares  de  los  Andes 342 


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F  Gez,   Juan  Wenceslao 

2966  Historia  de  la  provincia  de 

G37  San  Luis 

t.l